Capítulo 45

Zac

Esbozando una ladeada sonrisa, comencé a besar su cuello en tanto la rubia reía divertida junto a mi oído.

—Los chicos nos escucharán— Habló entre risas y jadeos que mis besos le arrebataban.

—No oirán nada que no hayan escuchado antes— Respondí con el lóbulo de su oreja entre mis dientes

Me embriagaba el particular aroma a chocolate que tenía incrustado en cada rincón de su perfecta anatomía. Al haberme quedado días y noches a su lado, descubrí que dedica bastante tiempo para oler así. Cremas y jabones con tan particular esencia, asfixian su piel casi diariamente. Por lo que, si ella tanto se esforzaba por desprender tan dulce fragancia, yo me encargaría toda la vida de degustarla y disfrutarla como era debido.

Sin dejar de reír, sostuvo mi rostro y negando con su cabeza, atrapó mis labios con los suyos. Le sonreí devuelta y dejándome caer, mi espalda rebotó contra las mantas. Atrayéndola a mi cuerpo, desesperado por recorrer el suyo, la acomodé sobre mí. La barbie sabía exactamente como besarme y como tocarme para acelerar eufóricamente a mi corazón.

Me enderecé sin dejar de besarla y deslicé mi remera hacia arriba, sacándomela. Todos mis músculos ardían ante la temperatura corporal en aumento que rápidamente se adueñaba de nosotros.

El alcohol fusionándose con nuestra sangre conseguía que el deseo se multiplicara y la ansiedad se volviera una tortuosa abstinencia.

—Lobito...— Farfulló sobre mis labios.

Noté como su respiración de excitación cambiaba bruscamente por una de nerviosismo. Fruncí mi ceño y me despegué de su boca. Tomando su rostro entre mis manos, la observé. El agua atrapada en sus luceros me desconcertó.

—¿Qué sucede, barbie?

De la nada comenzó a sollozar y una a una las lágrimas se derraban por sus mejillas. Asustado, me senté y relamiendo mis labios, intenté no desesperarme.

—Ey... ¿Estás bien? ¿Qué sucede?— Acaricié sus mejillas y con cuidado, la obligué a mirarme —Me estás asustando, rubia.

—Yo... Perdóname...— Comentó confundiéndome todavía más —Debí haber hecho algo, habértelo dicho antes...

—No te entiendo, mi amor. Tranquila, respira— Con una mano, acompañé el ritmo de mi respiración para que lo usara de ejemplo.

—¿Recuerdas qué hace casi dos meses se nos rompió el preservativo?

Un huracán se desató en mi interior y seguidamente mi garganta se secó. Queriendo transmitirle calma, asentí fingiendo serenidad.

—Estoy embarazada, Zac.

Así como mi corazón dejó de latir, un centenar de emociones transitaron mis venas. Sonreí victima de los nervios y emocionado a la vez debido a la noticia.

Ciertamente estaba en pánico, aunque siempre deseé ser padre nunca creí que me sucedería tan rápido. Mi vida cambiaría por completo, mis días no serían los mismos y mis responsabilidades se cuadriplicarían. Sin embargo, por mucho miedo que estuviera experimentando, también estaba ilusionado.

Por fin volvería a tener una familia.

—Yo...— No tenía muy en claro que decir. Resoplé y mordí mi intento de sonrisa —Te amo— Besé sus labios y degusté el salado lamento de sus labios —Te juro que estoy encantado, barbie.

La rubia me sonrió y mordió sus labios. Ya no quería tener sexo con ella, simplemente quería abrazarla y llenarla de besos. Justo antes de acobijarla con el calor de mi piel, una pregunta apuñaló mi mente.

—¿Hace cuánto que lo sabes?

—Mañana serán dos semanas...

Busqué en mi memoria si había pasado por alto algún indicio que me hubiese advertido sobre esto. Pero lo único que llegó a mi mente fueron momentos a su lado, donde ella, junto conmigo y los chicos, tomaba y fumaba como si nada estuviera creciendo en su interior.

La ira de que estuviera poniendo en peligro a mi futuro descendiente, ascendía lentamente desde mis pies hasta colapsar en nuca. Mi cuerpo se tensó y mi mandíbula se trabó. Las venas de mis brazos comenzaban asomarse y me mordí la lengua para no decir cosas de las que estando en frío me arrepentiría. Pero no lo soporté.

—Espera... ¿Hace dos semanas que lo sabes?— La melliza asintió, extrañada por mi repentino cambio de humor —¿Y así y todo seguiste tomando alcohol y fumando?— Peleé contra mi mismo para no levantarle la voz.

Sus faroles pronto volvieron a inundarse de lágrimas.

—Como nadie lo sabía, a veces se me olvidaba, pero en cuanto me daba cuenta dejaba de hacerlo. Se lo conté a Nata hace unos días y ella me estuvo ayudando a tomar más enserio esto. Perdón, simplemente me cuesta acostumbrarme.

—¿Estás diciéndome de que te olvidas de la existencia de nuestro hijo?— Reí sin humor y paseé mi lengua por las paredes internas de mi boca.

—No, Zac. Olvidaba el echo de estar embarazada. Estoy acostumbrada a tomar, a fumar, a divertirme y esto es muy nuevo para mí. Jamás sería mi intención lastimarlo.

—¿Y hoy también te olvidaste de él? Porque te vi tomar y fumar unas cuantas veces— Me coloqué la remera, que anteriormente me había sacado, molesto y por demás frustrado.

—Lo lamento ¿Sí? Pero gracias a eso es que ahora estoy contándotelo.

—¿Ahora debo estar agradecido de que hayas bebido?— Poniéndome las zapatillas, incrusté mi mirada en sus ojos —¿Tú quieres este hijo?

—¿De qué hablas?— Debajo del llanto, una mueca de confusión deslumbró en su rostro.

—Te estoy preguntando si quieres tener a ese niño.

—Claro que sí. Será mi pequeño lobito— Sonrió e intentó tocar mi mano, pero la aparté bruscamente.

—Entonces deja de enfermarlo— Mi boca se secó y aunque no quería hacerlo, advertí —Si llega a morir por tu culpa. Te juro que esto se termina, Catalina.

La catarata de dolor que mis palabras le habían causado tuvo un efecto de rebote. Mis orbes ardían y antes de decirle algo que pudiera cagarla todavía más, apreté los labios. Suspiré al verla herida por mi culpa y queriendo remediarlo, intenté acariciar su vientre.

—¡Vete!— Exclamó desgarrando su garganta y aumentando mi dolor.

Reí sin humor y dándole un golpe al suelo, me fui. Fuera de la tienda me froté el rostro con las manos y cuando mis dedos llegaron hasta mi cabello, tiraron de él con impotencia. El pánico de perderlos a ambos se incrustó en mi pecho y sin poder soportarlo, fui en busca de la única persona a la que podría recurrir.

[...]

—La barbie está embarazada, hermano.

—¿Qué?— Fue lo único que salió de la boca de Matt.

Tragué con dificultad mientras le mantenía la mirada, que ahora estaba más perdida que la mía. Mis emociones se dispersaban por cada parte de mi cuerpo y mis extremidades no me respondían. La culpa y el miedo se enterraban cada vez más profundo en mi alma.

—Está embarazada— Repetí.

—¿La dejaste sola?— Cuestionó Natalia con incredulidad, metiendo, sin saberlo, el dedo en la llaga.

Asentí y mi mejor amigo notó que estaba por quebrarme. El castaño me sujetó del brazo y me sacó de su tienda. Sin oponerme, lo dejé guiarme hasta unos cuantos pasos del campamento que habíamos levantado. No tardé en ver a Natalia entrar a la carpa que compartía con mi chica y por la abertura de esta, vi a mi barbie desplomarse sobre su amiga.

—Lo eché todo a perder— Solté y rindiéndome ante el llanto, caí de rodillas.

Aferrando mis dedos al césped, lloré como hacía mucho tiempo no lo hacía y no tardé en sentir la mano de mi amigo sobre mi hombro. Me dejó desahogarme y sentándose a mi lado en silencio, se prendió un cigarro mientras esperaba a que me calmara.

Mis orbes no dejaban de producir agua y un enorme vacío se instaló abruptamente en medio de mi pecho. Las entrañas empezaban a arderme a medida que respirar se me complicaba.

—Tranquilízate, hermano.

—Arruiné todo, Matt.

Los ojos ya me quemaban y mi mandíbula temblaba. Sentía que el mundo se me derrumbaba, que aquello que más amaba se alejaba de mi lado nada más y nada menos que por mí culpa.

—No lo hiciste.

—Sí. Le dije que si perdía al bebé sería su culpa y que si eso llegaba a pasar... Lo nuestro acabaría— Confesé mirándolo por encima de mi hombro —¡No puedo ser tan idiota!— Grité ahogadamente y le di un seco golpe al desnivelado suelo.

—Escucha, ella, tú y yo sabemos que no lo hiciste apropósito. Estabas asustado por la noticia y preocupado por la salud tu hijo— Me sonrió intentando reconfortarme —Catalina sabe que no la dejarás. Pero debes apoyarla, Zac.

—¿Y si el bebé ahora está enfermo? ¿Y si muere por el alcohol o por el tabaco?

—Si así fuera yo no estaría vivo y lo sabes. Sé que, si se ambos cuidan a esa criatura, serán más que felices. Estoy muy seguro de que el bebé está perfectamente.

Los sollozos por fin abandonaban su fuerza, liberando a mi abdomen de la presión y a mis iris de su ardiente calvario.

—Acabo de enterarme de su existencia y ya estoy dispuesto a dar mi vida por él.

Matt rio sutilmente ante mi comentario y expulsando el humo alojado en sus pulmones, me ofreció un cigarro que no dudé en aceptar.

—Sé lo que sientes, ya lo viví, hace un mes ¿Recuerdas?— Se frenó para darle una calada a su cigarrillo —Pero, contrariamente de lo que me pasó a mí, tú lo tendrás con la mujer que amas y pase lo que pase, no hay nada mejor que eso, Zac.

—Tengo miedo, hermano...

—Todo saldrá bien— Pasó su brazo por encima de mis hombros, dándome el aliento que creía haber perdido —Por fin tendrás una familia de nuevo.

—Ya la tenía. Ustedes son mi familia— Sonreí y el seco trazo de lágrimas en mis mejillas se agrietó

—Sabes a lo que me refiero.

—Ahora Chloe tendrá con quien jugar.

—¿Prefieres un niño o una niña?— Cuestionó alejando mis miedos como solo un hermano podía hacer.

—Me encantaría una niña, aunque me volvería enfermo de los celos.

—Ya me encargaré de hacerle un noviecito.

—Recuerda que soy policía— Siguiendo su broma, nos hice carcajear a ambos y seguidamente, percibí como la nicotina arrasaba con mi ansiedad, desligándome de ella —¿Ustedes piensan tener hijos?

—No lo sé, pero me mandé una cagada hace una semana— Hincándose de hombros, le restó importancia.

Elevé ambas cejas sorprendido ante su reacción. Matt jamás daba el brazo a torcer con este tema, siempre era extremadamente cuidadoso y no existía forma alguna de convencerlo para relajarse. Entonces supe que, en el fondo, después de lo que ocurrió con su secretaria, él deseaba un hijo con Natalia más que nada.

—Así que capaz, por esas casualidades de la vida, ya haya encargado a tu yerno sin siquiera saberlo— Continuó jugando, trayéndome a la realidad, la cual por fin parecía pintarse de colores para ambos.

—No me hagas odiar a un crio que todavía no nació— Contesté y carcajeó más fuerte.

Poniéndose de pie, dispuesto a volver al campamento, me estiró la mano, ayudándome a levantarme.

—Felicidades, hermano— Susurró y me abrazó.

[...]

Gracias a Matt ya estaba mucho más calmado, con las ideas claras y con unas terribles ganas de estar junto a la mujer que amaba.

A pasos de ambas carpas, el castaño se metió a la suya en espera de su chica y yo me quedé parado frente a la otra. Natalia estaba esperándome junto a mi tienda y con una expresión de molestia, pero a la vez felicidad, me recibió.

—Felicidades, tonto— Me felicitó sonriendo.

—Gracias, bonita— Le sonreí devuelta y la envolví en mis brazos.

—No vuelvas a dejarla sola, porque te mato— Jugó arrebatándome una risa —Pero en serio, ella te necesita— Murmuró sobre mi hombro e intensifiqué el abrazo —Sé lo que esto significa para ti y ojalá que ese bebé sea capaz de rellenar todos esos horribles huecos que tu alma posee. Te amo, amigo. Estoy muy feliz por ustedes.

—Gracias por siempre estar para mí, bonita— Sonreí ante el cariño que me brindaban sus palabras.

—Siempre lo estaré. La promesa que te hice hace muchos años, en la playa, sigue en pie— Recordando, reí suavemente.

—Sé que sí.

Besé su mejilla y la solté para que pudiera encontrarse con mi mejor amigo. Suspiré buscando calmar mis nervios y tomando valentía, entré a la carpa. Mi gesto se arrugó automáticamente al no ver a mi novia en su interior. Salí de nuevo y con el fuego como única fuente de luz, entrecerré los ojos buscando su figura en la oscuridad de la naturaleza.

Caminé ciegamente hasta que por fin di con ella, estaba sentada, con las rodillas pegadas a su pecho, a la orilla del lago. El puro fulgor de la luna la alumbraba, dejando en evidencia su belleza incluso entre las sombras.

Sigilosamente me acerqué a Cata y me senté a su lado. Manteniendo el silencio, secó una lágrima con la manga de su suéter blanco y relamió las gotas saladas sobre sus carnosos y rosados labios.

Flexioné mis piernas y entrelacé mis manos bajo mis rodillas. Dejé que mis amarillentos iris bailaran al ritmo del estanque y colmé mis pulmones del puro oxígeno que nos rodeaba.

—Discúlpame, barbie— Rompí el silencio y me atreví a mirarla —Fui un imbécil.

—Tenías razón— Sus orbes se fijaron en los míos y un escalofrío de angustia me atacó al volver a verlos inundados —Sabiendo lo que sufriste con tu familia, puse en peligro la vida de quien podría ser otro familiar para ti. Si algo le pasa será mi culpa y jamás me perdonaré el lastimarte de esa forma.

—No, no será tu culpa. Estaba equivocado, cegado por las emociones, rubia— Me arrimé a ella y acaricié su mejilla con el revés de mis dedos —Tú eres mi familia. Tú, Matt, Natalia y los demás— Sonriendo, aprecié su aguada mirada —Juntos vamos cuidar a este lobito, para que crezca fuerte y sano— Apoyé una mano en su vientre y finalmente, me sonrió.

—Perdóname— Susurró y una nueva lágrima se derramó.

—Perdóname tú por haber sido tan insensible— Sequé la gota cargada de sentimientos y la besé en los labios —Me has hecho el hombre más feliz del mundo. Le doy gracias a la vida porque tú seas la madre— Mordió su labio inferior y se resistió a llorar, pero esta vez de emoción.

Me recosté sobre sus piernas, pegando la oreja a su todavía plano abdomen, queriendo escucharlo, aunque sabía que era muy temprano para eso.

—Es increíble.

—¿Qué cosa?

—Todavía no nació y ya lo amo.

Rio con la alegría invadiéndola de nuevo y acarició mi cabello. El viento soplaba con calma, la temperatura era ideal, el sonido del agua exquisito y detrás del rostro de mi mujer, las estrellas brillaban.

—Te amo, lobito.

—Y yo a ti, barbie— Recibí un beso por su parte, pero alzando un dedo, la detuve —Los, amo— Me retracté y sujetando su rostro, volví a besarla. 

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