Capítulo 4

Exhausto me dejé caer hacia un costado, inmediatamente tapé mis ojos con mi brazo buscando un segundo de calma ante la brillante luz del cuarto mientras que intentaba controlar mi respiración inhalando y exhalando suavemente. Cuando sentí que podía volver a dominar mi cuerpo me senté al bordé del lecho en el que recientemente me había desquitado placenteramente para deshacerme del látex que encapsulaba parte de mi anatomía, luego de ocultar mi masculinidad en la seguridad del bóxer apoyé mi espalda sobre el respaldo de la cama y cerré mis ojos. No tardé en percibir la cabeza de la chica a mi lado sobre mi pecho, rodeé su cuello con mi brazo y la miré descansar sobre mí.

Era una mujer por demás hermosa, unas curvas muy pronunciadas dividían su cuerpo en tres, pequeñas líneas blancas adornaban sus caderas volviéndola real y sus ojos miel combinaban a la perfección con su amarillento cabello.

—Hace mucho no te veía— Soltó jugando con su dedo sobre la superficie de mi tórax —Ya te extrañaba— Confesó concentrada en los movimientos circulares que hacía su falange.

—Me lo has dicho— Respondí con una ladeada sonrisa concentrado en el rojo que revestía sus uñas.

Removiéndose sobre su lugar se acomodó encima de mi hombro, con una de sus manos tomó la mía para que colgara sobre sus pechos desnudos —Es raro que me hayas besado, creí que no lo hacías con nadie.

Estúpidamente en todos estos años me había prohibido besar a otra mujer, si bien compartía la cama con muy pocas jamás las besaba, sentía que mi boca tenía una dueña y me negaba a sentir el sabor de otros labios que no fueran los de ella. Sin embargo, hoy me prometí dejar todo atrás, olvidar y cerrarme por completo a los sentimientos.

—Lo sé— Contesté poniendo los ojos en blanco.

En cada encuentro que tenía con ella quería besarme o intentaba provocarme para que callera y lo hiciera, pero nunca lo conseguía, por más ebrio que estuviese.

Samantha no era una mala chica, todo lo contrario, era simpática, dulce y atenta a las necesidades de los demás, aunque en ciertas ocasiones no dejaba de hablar y de cuestionar, entre otras cosas, era una persona demasiado curiosa, aunque no lo hiciera de manera intencional o con maldad, pero mi paciencia con la gente era algo que hace tiempo había perdido.

De repente volví a la realidad al sentir su mano acariciando mi muñeca, en un veloz movimiento guie mis ojos hasta el lugar. Mi poco humor desapareció cuando comenzó a tocar el plateado accesorio que descansaba por encima de mi mano —¿Quién te la regaló? Me di cuenta que siempre la llevas puesta.

—Nadie— Escupí apretando los dientes a la vez que mis músculos se tensaron.

Cerré mis ojos instantáneamente, odiaba estar atado a sentimientos que tendría que haber superado.

—Espera, tiene algo grabado— Antes de que pudiera leerlo saqué mi brazo con brusquedad y me levanté de la cama.

Colocándome la ropa con velocidad me despedí —Gracias por recibirme esta noche, te veré mañana en la oficina— Antes de que ella pudiera responderme salí de su habitación, dejándola sola sin motivos o explicaciones una vez más.

Jamás quise ser esta clase de hombre, acostarme con una chica por deseo y abandonarla una vez que todo estaba hecho y era porque antes no podía involucrarme, aunque ahora ya simplemente no quería hacerlo. No me gustaba ser así, pero ya había tomado una decisión y la llevaría a cabo.

Bajando las escaleras del apartamento, los recuerdos del brazalete empezaron a atacarme. Al salir del edificio y sentí chocar el aire fresco de la noche contra mi rostro me prendí un cigarro.

Una vez en el auto miré el regalo más valioso que alguien me había dado, mi mente peleaba contra si misma por decidir si sacármelo o mantenerlo conmigo. Por un lado, lo adoraba, sonreía en cuanto lo miraba, me lo había regalado la persona más importante de mi vida, pero por el otro me ataba a algo que había muerto, y sabía que cada vez que lo viera no podría evitar recordar.

Mi cerebro estaba empeñado en castigarme replanteándome mi reciente decisión, mis emociones no se controlaban, ninguna predominaba, ninguna cedía.

Hoy mi corazón había sido destrozado por última vez y de todas formas me susurraba que peleara por ella, pero ya le había hecho caso durante cuatro años y fue en vano, por lo que ahora la razón sería la que decidiera por mí, enterrando toda clase de sentimiento en lo más profundo de mi ser.

Frustrado le di una última calada al filtro y encendí el coche para dirigirme al único lugar que me haría sentir bien y encima me ayudaría a desquitarme.

[...]

Como pude me bajé del coche presionando mi vientre para apaciguar el dolor provocado por puños ajenos. Estaba adolorido, pero satisfecho.

Tratando de no hacer mucho ruido subí a mi habitación, las costillas volvían a molestarme y mis nudillos necesitaban una desinfección urgente, lo que menos quería era retrasarme por un sermón del oficial Drago, reí para mí mismo al llamar a Zac de esa forma, demasiado formal para mi mejor amigo.

Entrando a mi habitación me encaminé directamente al baño. Gruñendo ante el ardor de la lastimada piel de mis manos seguí dejando caer el alcohol sobre ellas.

—Mierda— Escupí apretando los ojos ante la exaltación de la sangre siendo mezclada con el etílico e incoloro líquido.

Dejé caer la pequeña botella plástica al lavamanos para apretarlo con fuerza al ahogar un grito de dolor, de las peleas que tenía una vez por semana, a veces dos, esta era sin duda la peor parte. Cuando la efervescencia disminuyó me saqué la remera cubierta de sangre que llevaba puesta. Mirándome al espejo descubrí grandes aureolas de distintas gamas de colores sobre mis costillas y parte de mi pecho derecho.

Debería dejar pasar más tiempo entre cada pelea y darle a mi cuerpo un descanso para poder reponerse. Apreté el puente de mi nariz y me sobresalte, el golpe que había recibido en ella hace no más de una hora comenzaba a pasarme factura. Antes de darme una ducha limpié las secas marcas bordó que decoraban mis mejillas y labios, bajo el agua caliente conseguí que mis músculos se relajaran y mente se apagara por un momento.

Luego de envolver mi cintura con una blanca toalla recubrí mis manos con vendas, mis nudillos poseían un color rojo brillante, la piel escaseaba en ellos y a medida que su regeneración iba a cada vez más lenta la piel que los recubría se volvía más y más dura, cuando mis manos estuvieron protegidas salí del baño.

La oscuridad que reinaba en mi habitación era invadida por los recién nacidos rayos del sol, la débil luminosidad que yacía en mi cuarto le daba calidez al lugar, logrando que los tonos neutrales se vean acogedores. Sin detenerme a descansar fui a mi armario, con unos jeans negros y una camiseta blanca puestos bajé a tomar algo.

Entre tanto el café se hacía tomé una cuadrada botella de vidrio del bar y le di un seco trago, sacudí la cabeza al sentir el gran volumen de alcohol viajar por mi garganta, el calor en mi faringe no tardó en hacerse presente.

—¿No es muy temprano?— Cuestionó Zac tomando dos tazas blancas de la repisa.

Guardando el transparente recipiente en su lugar, afirmé con un movimiento de cabeza —No pude dormir— Me excusé observándolo colmar la porcelana con el amarronado fluido.

Ofreciéndome una de ellas acerqué mi mano para tomarla, viendo mis manos envueltas por la tela, frunció su ceño y al instante elevó su mirada hasta mi rostro. La sonrisa desapareció de mis labios al mismo tiempo en que los relamía.

—¿Otra vez?

—Tranquilo, no volveré en un tiempo, lo prometo— Pausé para beber un poco de la vaporosa sustancia —Dejaré descansar a mi cuerpo.

—¿Debo creerte?— Cruzado de brazos intentaba intimidarme.

Bajé el recipiente hasta la altura de mi pecho y lo miré, en sus peculiares orbes doradas podía ver que ansiaba creerme —Sí.

—Como digas— Restándole importancia se giró para comenzar a ingerir su infusión. Sonreí y golpeé su hombro, él siempre confiaba en mí —¡Oye!— Exclamó alejando la taza de su cuerpo para no volcarse encima —Ten cuidado con el uniforme— Negó con su cabeza a la vez que sonreía.

—Gracias— Su mirada pronto se fijó en la mía —Por no abandonarme.

Riendo palmeó mi espalda —Para eso están los amigos. Apropósito, ¿Cómo estás después de...?

Antes de que terminase su oración lo interrumpí —Mejor que antes.

Sentándonos en la mesa siguió interrogándome —¿Eso quiere decir que dejarás de hacer estupideces?— Camufló su preocupación con un tono de diversión.

—No puedes interrogarme, no en horario de trabajo— Solté elevando una ceja.

—No necesito estarlo— Se defendió acomodando su chaleco.

—Claro Jefe Gorgory— Mofé haciéndonos reír, dándole un sorbo al espumante café, volví al tema principal —Dejaré de hacerlas tan seguido— Confesándome con él, volví a ponerme serio —Le cerré la puerta a los sentimientos, creo que así viviré mejor.

En el mismo instante en que las palabras salieron de mi boca sus ojos se pusieron en blanco —Genial, serás peor— Bromeó acomodándose los guantes.

—Solo veré más mujeres—Me burlé.

Negando levemente se hincó de hombros —Algo es algo.

Mientras que con el morocho comenzábamos el día, mi móvil sonó.

Hola papá, en un rato estaré por allá— Contesté llevando la taza a mis labios.

Por favor hijo, ven en cuanto te desocupes, necesitamos hablar.

Seguro— Frunciendo el ceño terminé la llamada.

—¿Todo en orden?— Cuestionó Zac arqueando una ceja al ver mi rostro.

Redirigiendo mis ojos hacia él fruncí mis labios —Eso creo.

[...]

Entrando a la empresa me dirigí directamente a la oficina de mi padre, sin tocar a su puerta entré. Sentado detrás de su escritorio me señaló una de las sillas frente a él, sacándome los lentes de sol le hice caso y esperé a que terminase la conversación que mantenía a través del celular.

—Cuando termine de hablar con él les avisaré para que pasen— Le habló al teléfono —Adiós.

Luego de colgar y dejar el aparato tecnológico sobre el negro mueble que nos separaba, juntó sus manos y sonrió.

Encarnando una ceja cuestioné —¿Qué sucede papá?

—¡A partir de hoy eres dueño de las empresas Bolton!— Abriendo sus brazos lanzó la noticia eufórico.

—¿Qué?— Pregunté por inercia, mis ojos se cerraban y se abrían de manera rápida —Pero...Pero tú— Las palabras no salían de mi boca, no sabía exactamente qué decir.

Realmente me había sorprendido, no esperaba hacerme cargo de algo tan grande con veintitrés años.

—Escucha Matt, ya estoy viejo, quiero descansar y poder verte manejando el imperio que construí para ti.

—No eres viejo, tienes cincuenta años— Fruncí el ceño. Los verdosos iris de mi papá comenzaron a brillar —A parte no estoy listo— Solté con un tono tembloroso, estaba bastante nervioso.

—Claro que sí, solo tienes que dejar de hacer ciertas cosas— Su mirada se dirigió a mis manos, instantáneamente las arrastré hacia mí para esconderlas de su campo visual detrás de la rectangular mesa.

—No puedo hacerme cargo de todo esto de un día para otro— Un escalofrío recorrió mi espalda, relamí mis labios al sentir un sudor frío en mis manos.

—Tranquilo, yo te ayudaré hasta que te acostumbres, además tienes a Samanta para ayudarte. Es una buena chica, muy inteligente y hace dos años trabaja conmigo, sabe cómo manejar tu trabajo, podría orientarte sin problemas— Suspiré con pesadez y cerré mis ojos.

—Papá te he dicho que no tendré nada con ella, deja eso.

—Hasta que Natalia vuelva lo tienes, ¿Verdad?

Un revoltijo se produjo en mi vientre al escuchar su nombre —Ella no va a volver— Con un tono débil me recliné frustrado en la silla.

—Claro que sí, solo necesitan volver a verse— Mi mirada no dudó en centrarse en él, una sonrisa en sus labios le arrebató una a los míos.

Negué con la cabeza a la vez que secaba la comisura de mi boca con dos de mis dedos —Ya volví a verla, está con alguien más— Escupí sintiendo como mi alma se desgarraba, pero mi mente intentaba mantener la calma en mi cuerpo evitándole a mi corazón quebrar por segunda vez en menos de veinticuatro horas.

—¿Cuál es el problema? Tú también estás con alguien más. Aunque el amor siempre será más fuerte— Con una sonrisa miró la pulsera en mi mano derecha.

Carraspeé y moví sacudí mi brazo alejando su vista del objeto. Desvirtuando la conversación, cuestioné —¿Por qué quieres hacerme dueño ahora?

—Porque te corresponde, ya es hora de retirarme.

—No tiene sentido— Vociferé hincándome de hombros.

—Necesitas sentar cabeza, además de yo necesitar un descanso de todo esto— Con una sonrisa melancólica apoyó su mano sobre el escritorio esperando a la mía.

Tomé su mano y Alexander comenzó a acariciarla, su mirada era cristalina como si las lágrimas lo invadiesen, por algún motivo esto me parecía extraño, siempre era atento conmigo, pero esta acción de afecto era nueva en él.

—Lo harás bien— Me alentó palmeando mis manos.

Después de darme la noticia y terminar con nuestra conversación un grupo de mujeres y hombres entró a la oficina, rodeados por ellos mi padre me presentó a sus escribanos, abogados y delegados. Uno de ello dio un paso al frente y dejó un pilar de papeles frente a mi procreador. Luego de plasmar su firma en los lugares indicados, fue mi turno. Dándole una mirada rápida él me sonrió y asintió, con la mano algo temblorosa dejé marcado mi nombre en los documentos. Luego de dejar la pluma sobre el contrato, la mano de mi padre se presentó delante de mí, aceptándola sonreí con él.

Tras las firmas de los demás profesionales, con mi progenitor nos pusimos de pie, el abogado, y amigo de mi padre, se volteó a verme ofreciéndome su mano —Bienvenido, señor Bolton.

Cuando todos se marcharon Alex se acercó a mí para abrazarme —No sabes cuanto esperé por verte seguir mis pasos.

—Haré lo posible para no destruir todo— Bromeé cruzándome de brazos.

Riendo golpeó levemente mi espalda —Me verás aquí hasta que asegure de eso. Te amo— Confesó con sus ojos llenos de agua.

—Yo también papá.


... ... ...

Quería contarles que ya cuento con un Instagram de Wattpad, ahí voy a estar subiendo frases de la novela, voy a ir contándole novedades, hacer encuestas y obviamente vamos a poder estar comunicados. 

Los que gusten pueden seguirme: @Luchy1508

Estoy pensando en hacer un grupo de WhatsApp para que podamos conocernos mejor, sacarse dudas, conocer a los personajes, y más que nada unir a la linda familia de lectores. (Déjenme sus opiniones en los comentarios)

¡Gracias por tanto!

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