Capítulo 38
En cuanto llegamos, Zac le tocó el hombro a un chico, casi de mi estatura, y este se dio vuelta enseguida. Sonreía para mi amigo, pero se notaba que algo lo atormentaba.
—Él es Christian. Chris es quien me cubrió cuando pasó lo de Alex y quien iba hacer lo mismo con lo de Samantha— Arrimando el rostro hacia el de su amigo, añadió algo que apenas fue audible para mí —Él es Matt, mi hermano.
—Un placer.
—Matt, un gusto— Estrechó mi mano de manera firme y sin motivo, supe que podía confiar en él.
Me quedé con ellos un rato, pero mi atención estaba totalmente puesta en la peli-negra de la ronda detrás de mí. Pocas canciones después, el médico la abandonó, seguramente para ir al baño y cual buitre, un chico apenas más alto que ella, intentó pegársele por la espalda.
En cuestión de segundos yo estaba a su lado, aferré mis dedos al hombro del otro masculino y todos los músculos de mi cuerpo se trabaron al instante.
—Aléjate de ella.
En cuanto contempló mi cara, completamente seria, y escuchó lo firme de mi voz, el idiota se fue.
—Impones miedo— Comentó divertida y me quedé a su lado mientras ella seguía bailando.
—Lo sé— Dándole un buen sorbo a mi trago, relamí mis labios y la observé moverse de reojo.
—¿Qué pasó con la chica?
—Zac le dijo que éramos homosexuales.
Automáticamente, su figura dejó de menearse y una terrible carcajada se apoderó de ella.
—No te reías. Sino hubiese sido por Zac, tendría que haberla besado y llevármela a la parte de atrás— Jugué y su carcajada desapareció, pero la diversión seguía intacta en sus orbes.
—Entiendo lo del beso, pero... ¿Llevarla atrás?— Arqueó una ceja y apretó sus labios, ocultando su sonrisa.
—Soy un combo completo— Guiñándole un ojo, ella rio y mordió su labio inferior.
La canción cambió y la cintura de mi chica no tardó en moverse a su ritmo. Su cuerpo subía y bajaba con una sensualidad que estaba volviéndome loco. Sin preguntarle, la abracé por la espalda y sincronicé mis movimientos con los suyos. Una sonrisa fue presa de sus dientes y sentí como su piel se erizaba al sentirme cerca. Pegó su culo a mi masculinidad y esta no tardó en reaccionar ante su única dueña.
Natalia, sin duda alguna, era mi debilidad en todos y cada uno de los aspectos de mi vida.
—No quiero esperar a que él se vaya para poder tocarte— Susurré en su oído y ella giró su cabeza para mirarme de reojo.
—No quiero seguir viendo el super imán de mujeres que eres— Respondió esbozando una ladeada sonrisa.
—Todo depende de ti.
Besé la cornisa de su boca y dejándola sedienta de más, me alejé antes de que Jack llegara y se armara un escándalo, totalmente incensario. Aunque en realidad eso me importaba poco y nada, pero no quería arruinarle el cumpleaños a mi mejor amigo.
Me desvié a la barra para pedir el champagne que había reservado para brindar y al volver se lo entregué a Chris. En tanto me acomodaba, le di un repaso a todos los allegados del honorario policía y al cruzar mi mirada con uno en particular, mi sangre se heló. La música dejó de castigar a mis oídos y todo pareció desaparecer.
Inmediatamente, Zac me agarró del brazo y me alejó de la roda. A rastras, me llevó hasta los baños. En cuanto entramos, cerró la puerta y yo me apoyé sobre la salpicada mesada. Levanté la cabeza y en el ancho espejo, vi mi rostro inundando de sudor, producto de volver a ver aquel fantasma. Mi respiración se volvió pesada y el pecho había comenzado a quemarme. Abrí el grifo y me eché litros de agua en el rostro.
—Cálmate.
—¡¿Qué hace acá?!— Cuestioné totalmente alterado.
—Vino acompañar a su hermana, solo tranquilízate.
Froté mi rostro de manera brusca mientras caminaba en círculos sin sentido. Las manos de Zac sobre mis hombros, me detuvieron.
—¡Que te calmes carajo!— Gritó. Ahora que la música se oía a lo lejos, podía escucharlo sin problemas —No pasará nada ¿De acuerdo?
—No puedo, Zac. No puedo... Él es la encarnación de mis peores males.
Cuando consiguió tranquilizarme un poco, volvimos a donde estaban los chicos y esquivé al fantasma de mi pasado, todo lo que pude. Tomé un vaso lleno y hasta que no lo acabé, no lo separé de mis labios. Prendiéndome un cigarro, sentí como los nervios se alejaban con cada partícula de humo que exhalaba.
Salí al pequeño y empedrado patio que la disco tenía en su parte trasera. Por suerte, no había gente, a esta hora todos estaban entretenidos bailando.
—Tantos años sin verte, Matt...
Mi cuerpo se estremeció, algo que no me pasaba con frecuencia. Cerré mis ojos y expulsado el humo, decidí que era momento de enfrentarlo. No podía vivir huyendo de él, ni de mi pasado. Cometí muchos errores, sin embargo, debía superarlos y olvidarlos de una vez por todas.
—Lucas...
—No me olvidaste— Comentó sobrante, esbozando una sonrisa.
—Veo que tú a mí tampoco— Sonreí con sarcasmo y volteé a verlo.
Sorprendiéndonos a ambos, Zac salió a buscarnos y parándose a mí lado, tomó aire.
—Ni se les ocurra— Fue lo único que dijo.
Yo no podía sacarle los ojos de encima a Lucas, ni él dejaba de ver los míos, la única diferencia es que en su rostro había una sonrisa grabada.
—Zac, tantos años sin verte...— La misma frase fue hecha por otra voz masculina. Una que se me hacía bastante familiar.
Abandonando el oscuro y ruidoso lugar, Mike salió y con mi mejor amigo, fruncimos el ceño al mismo tiempo.
—¿Qué mierda haces acá, Infeliz?— Cuestionó mi hermano y amagó con írsele encima, pero se lo impedí poniéndole mi brazo enfrente.
—Veo que al final sí te quedaste con la chica, Fenómeno.
—¡No te atrevas hablar de ella!— Escupió el oji-amarillo con las venas de su cuello sobresaliendo.
Hacia años que no veía a Zac enojado como ahora. Era muy difícil lograr que él llegara a este punto de enojo, era una persona bastante calmada y prefería la risa a la violencia.
Con mi hermano estábamos de un lado y ellos del otro. Cada uno con su pasado enfrente. El silencio se hizo presente y la tensión era inmensa. El otro dúo reía mientras que nosotros intentábamos controlar la sangre que nos quemaba por dentro.
—¿Tú lo trajiste?— Escupí dirigiéndome a Lucas.
El otro castaño se giró, y arqueando una ceja, estudió al chico que tenía a su lado.
—No— Negó y sonrió.
—Antes que me pregunten, les explicaré. Vine a divertirme a esta disco, igual que hicieron ustedes. No los seguí ni nada parecido. Digamos que fue... Casualidad. Pero tengo que confesar que la rubia está hecha un infierno— Esbozando una sonrisa, provocó al oji-amarillo que tenía junto a mí.
—No me busques— Vociferó Zac con los dientes apretados.
—No sé que problemas tengan estos dos— Restándole importancia a la confrontación de los dos peli-negros, Lucas comenzó a mover sus manos y dio un paso hacia delante —Pero venía arreglar los nuestros.
Tragué con fuerza y dejando caer el cigarro, mis manos se hicieron un puño. Zac tenía la respiración agitada y su pecho se movía con brusquedad. Se notaba a distancia que su bronca era mucho mayor a la mía. Con el gesto arrugado, me dediqué a estudiar los movimientos de los otros, preparándome para cualquier cosa, pero sin adelantarme a los hechos.
—¿Matt?— La voz de Natalia produjo que un escalofrío me recorriera y mis manos se abrieran —Chi...— No terminó su oración al cruzarse con el conocido rostro de Mike —Tú.
Hizo dos pasos hasta él, pero antes de que yo pudiera moverme para ir por ella, su novio la agarró por la cintura. Por un lado, me alegraba que la cuidara, pero por otro, quería quebrarle los dedos por haberla tocado.
Dejé caer mis parpados y relamiendo mis labios, respiré profundo.
—¡No puede ser!— Exclamó mis males encarnados y con la diversión plantada en su rostro, se echó a reír —No puedo creer que sigas sintiendo cosas por tu ex.
Mi tórax se infló y mis manos volvieron a cerrarse en un puño. Ahora mi respiración también se había acelerado y mi mandíbula, al igual que el resto de mi cuerpo, se había trabado.
—¿Ex?— Interrogó confundido el joven médico.
—No es necesario que hagas esto— Hablé lo más calmado que pude, pero controlar la bronca que corría por cada parte de mi ser, era casi imposible.
—Admiro el amor que todavía sientes por ella— Esquivé a Lucas y miré al doctor, quien alternaba su vista entre todos nosotros —Pero entre nos, me alegra que haya conseguido a alguien que no sea un maniático adorador de lastimar personas.
—¡Cierra la boca, Lucas!— Me defendió mi amigo, redireccionando su mirada hacia el chico a pocos pasos delante de mí.
Los brazos del rubio doctor, rodearon la cintura de mi chica y cruzando miradas con ella, supe que no quería irse, pero debía hacerlo. Le sonreí fugazmente y le hice un ademán con la cabeza para que se dejara guiar por Collins.
—No me digas que te duele verla con otro— Se burló el castaño, incitando a mi pasado a renacer.
—Por favor, no me provoques— Pedí, dominando cada instinto a punto de estallar.
—Basta, Lucas— Habló mi amigo y Mike comenzó a reírse.
—¿No es dulce como se defienden los "mejores amigos"?— Mofándose de nuestro muy antiguo pasado, mi excompañero de preparatoria se cruzó de brazos —Acá todos sabemos cómo es Matt.
—¡Puedes cerrar tu puta boca e irte, Mike!— Grité con las venas de mi cuello a punto de explotar —¡Tú no tienes nada que hacer acá!
—Claro, no vaya hacer cosa que me pegues, pierdas el control y me mandes al hospital— Mi corazón se contraía y la angustia se fusionaba con la ira —Iré a saludar a la rubia.
El oficial no pudo soportar más y corrió hasta el otro peli-negro, quien ahora parecía unos centímetros más alto y tenía un físico más definido. A un paso de llegar a él, echó su brazo derecho para atrás y tomando impulso, estrelló sus nudillos en el rostro de la expareja de su chica.
Mike se desestabilizó y Zac aprovechó para darle otro golpe. Corrí a él y en cuanto llegué, aferré mis manos a su hombro y lo empujé hacia atrás. Me interpuse entre ellos y el oji-amarillo relamió sus labios, totalmente consumido por la adrenalina.
—Ambos necesitan trabajar en su carácter— Se burló Mike mientras escupía sangre.
—Vete antes de que también consigas desquiciarme a mí.
—Como te dije, no quiero terminar en el hospital con huesos rotos y todas esas cosas que acostumbras hacerles a las personas— Terminó de limpiar los trazos de sangre en sus labios y elevó ambos brazos, fingiendo inocencia y se despidió —Fue bueno volver a verlos— Riéndose, desapareció en la oscuridad de la disco.
Las ganas de desfigurarle el rostro con mis artejos, cruelmente entrenados, no me faltaban. Sin embargo, debía controlarme, Natalia estaba cerca y no quería volver a pelear frente a ella. La abstinencia de asistir al callejón me devoraba por dentro, pero si cedía era obvio que todo terminaría terriblemente mal.
—Iré a limpiarme las manos antes de que la Barbie me rete— Sonriéndonos, Zac pasó por mi lado —Iré a ver a Natalia— Susurró de una forma audible, únicamente para mis oídos y regresó al establecimiento.
Paseé mi lengua por las paredes internas de mi boca y suspirando con pesadez, giré sobre mí para volver a ver a Lucas.
—Eso fue interesante— Soltó divertido, pero solo él reía.
—Lamento lo que te hice en el pasado, Lucas. Yo jamás quise que eso pasara. Mi intención era defender a Nicholas, no lastimarte.
—¡Estuve internado casi dos meses! ¡Me rompiste una puta costilla y me corriste la clavícula!
Agaché la cabeza, sintiendo la culpa enterrar sus raíces dentro de mi pecho.
—Perdóname.
—¡Casi me matas, hijo de puta!
La adrenalina comenzó a circular por mis venas una vez más. Aunque sabía que él tenía motivos para quejarse y gritarme, no podía evitar la molestia que me producía que me hablasen de mala forma.
—¡Háblame bien!— Grité dando un paso hacia él y en un reflejo, retrocedió. Fruncí mi ceño al ver su accionar —¿Me tienes miedo?
—¿Y qué esperabas?
Respiré hondo, batallando contra mis malos impulsos de hacerme respetar.
—Perdóname. Realmente siento mucho lo que pasó. Eres el vivo recuerdo de mi peor versión.
—Olvídalo. Te perdono. Como sea, todo eso quedó atrás— Negando con la cabeza, pasó por mi lado y se llevó puesto mi brazo —Pero me alegro de que ella encontrara a alguien más. Un hombre que pueda cuidarla y sepa controlarse a sí mismo.
Un nudo se formó en mi garganta e inclinando la cabeza, cerré mis ojos. Luché contra mi mismo para que mis sentimientos no salieran a la luz. Trabé mi mandíbula, imposibilitando desgarrar mis cuerdas vocales al resistirme a gritar. Apreté mis puños hasta que sentí como mis propias uñas se enterraban en la carne de mis manos. Me esforcé por controlar mi respiración y al mismo tiempo, el ardor en mis orbes.
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