Capítulo 35

Entré a la guardia del hospital más cercano, con Samantha en brazos y la desesperación plasmada en mi rostro, me acerqué a la recepcionista.

—¿Qué le sucedió?— Cuestionó la señora y le hizo un gesto a alguien a mis espaldas.

Inmediatamente, una camilla se estacionó a mi lado y un enfermero me ayudó a recostarla sobre esta.

—No lo sé. De repente se desmayo— Respondí y despeiné mi cabello, nervioso —Creo que está embarazada— Prácticamente, susurré la última palabra.

La señora asintió y me extendió un formulario.

—Complételo con los datos de la paciente— Tomando el bolígrafo, transcribí el poco conocimiento que tenía sobre mi secretaria —¿Usted es el esposo? ¿O algún familiar?

—Un... Un amigo— Tartamudeé y la mujer de tes canela, envuelta en un uniforme rosa, sonrió.

—¿Es el padre del posible bebé?

—Sí... Eso creo.

[...]

Los primeros minutos pasaron y nadie me daba noticias sobre la salud de la rubia. Nicholas me llamó y no pude decirle nada, enmudecí antes de confesarle lo que estaba pasando. Me confirmó que llamó a sus padres como le pedí, pero que estos no le respondieron.

Busca a Thomy— Relamiendo mis labios, sostuve mi frente con mi mano izquierda mientras esperaba sentado en una horrible y anaranjada silla de plástico —Es su amigo... O algo así.

Bien. Escucha, no pude detenerla y te pido perdón por eso. Natalia va para allá.

Suspiré pesadamente y frotándome bruscamente la frente, luché por mantener la cordura, la cual hace poco había regresado.

Gracias por todo, Nick. Cualquier noticia, te aviso.

Sin decir más, colgó. Con el teléfono en mano y mirando fijamente el contacto de mi hermano, debatí internamente si llamarlo o no. Necesitaba decírselo a alguien, alguien a quien no podría perder por esto.

—¿Matt? ¿Sucedió algo?— La reconocible voz del oji-amarillo, calmó de sobremanera mi mente atormentada.

—Creo que voy a ser padre.

Una carcajada se escuchó del otro lado de la línea. Breves segundos después, su diversión concluyó al notar que no emitía ninguna clase de sonido.

—Es una broma ¿No?

—No.

El silencio se prolongó más de lo que esperaba y sin importar que la charla fuese a través de un aparato, la tensión era demasiada.

¿Cóm...?— Antes de que me interrogara, lo interrumpí.

Tengo miedo. No quiero volver a perderla, amigo— El nudo en mi garganta regresó —Acabo de recuperarla...— La tristeza se apoderó nuevamente de mí y mis orbes ardieron tanto que ya comenzaban a me quemarme —¿Qué debo hacer?

Eso quiere decir que es de Samantha...— Afirmé con un sonido, estaba al borde de volver a quebrarme —Escúchame y cálmate. Primero y, antes que nada, habla con Natalia. No huyas, dile la verdad, sabes mejor que nadie que las mentiras tienen patas cortas— La interferencia de su radio cruzó la bocina de su celular, llegando al altavoz del mío —Dame un segundo— Pidió y su voz se escuchó alejada —Chris ¿Me podrías cubrir? Juro que el sábado te lo recompensaré con muchas cervezas— Se escucharon risas y el ruido del teléfono moviéndose —¿Matt?

—Sigo acá...

—¿Estás en la empresa? Voy para allá— Anunció y negué como si pudiera verme.

—No. Estoy en el hospital, Samantha se descompensó.

—Mierda...— Susurró —¿En qué hospital están? ¿Ella está bien?

La verdad, no miré en cual estoy, solo conduje. Todavía no me dieron noticias, pero no la entraron a urgencias. Tampoco me animé a entrar a su habitación. Soy un puto cagón.

Tranquilízate, todo saldrá bien. Averigua en cual estás, así puedo salir para allá.

Está viniendo Natalia— Comenté y enmudeció.

—¿Hablarán en el hospital?— Cuestionó confundido.

No quiero esperar. Quiero que esta mierda termine rápido.

Un nuevo silencio se apoderó de la situación y las lágrimas me amenazaban con volver a nacer.

No quiero ser padre, Zac El nudo en mi garganta era inmenso.

Podía sentir como cada parte de mí se quebraba, incluidos mis sueños. Mi felicidad se veía totalmente inalcanzable. Parecía que la vida, que el destino, que todos me odiaban.

No te adelantes a los hechos. Aclara tu mente, coméntale a la petisa sobre la posibilidad de que puedas llegar a serlo y, por favor, no te alteres ¿Sí? Si llega a pasar, sabes que estaré contigo, Hermano.

Siempre serás mi hermano— Cité y supe que sonreía.

Siempre.

De acuerdo, lo intentaré.

—Llámame cuando ella se vaya, sepas algo de Samantha o lo que sea, y pasaré a buscarte.

Bien.

Prométeme que pase lo que pase, me llamarás antes de salir de ese hospital, Matt. No voy a dejar que vuelvas a ese mugroso lugar.

—Bueno.

—Promételo— Pidió ansioso.

—Lo prometo, Zac.

—Nos vemos después. Suerte— Y antes de que me colgase, llegué a escuchar las sirenas de su patrullero chillar.

Guardé el teléfono y me dirigí a la máquina de café, al no poder fumar dentro de las blancas y muertas paredes del edificio, ya iba por el tercer vasito de poliestireno. Sentado sobre el incómodo plástico, ingerí la barata infusión y seguí con mi espera por alguna noticia de mi secretaria. El odio que sentía por estas instalaciones no se había ido, estar una vez más en estos pasillos, aunque no fuera en el mismo edificio, me traía los peores recuerdos: La muerte del abuelo de Natalia, el susto que el corazón de papá nos dio e incluso, mi propia internación, pero esa era la que menos me importaba. Esperaba no tener que volver a pisarlo nunca, o por lo menos no el área de internación por guardia.

—Musculitos...— En cuanto mis oídos percibieron lo cálido de su voz, me puse de pie inmediatamente y volteé hacia ella.

Natalia me sonreía, transmitiéndome la calma que mi alma necesitaba, pero la noticia que tenía para darle me torturaba. Caminé hacia ella y sin hablar, la abracé y por más sorprendida que estuviera por mi estado, me acogió entre sus brazos. En ese momento me quebré, las lágrimas tomaron el control de mis lagrimales, inundando mi rostro de ellas y llenándolo de infinitas estelas saladas.

—Perdón.

Fue lo único que mi garganta permitió que saliera. Ella acarició mi cabeza y plantó dulces besos en mi cuello. Escondido entre el suyo y su hombro, me descargué. En silencio me apoyó, me contuvo.

Cuando logré calmarme, me separé de su cálida piel. Sin molestarme por secar mis secreciones, tomé su mano y dejándose llevar, se sentó en la silla continua a la mía. Sorbiendo por la nariz, esperé porque mi respiración también volviera a la normalidad. Su suave mano acarició mi mejilla mientras mi mente me jugaba en contra.

—¿Tan mal está?— Cuestionó desconociendo el verdadero origen de mi dolor.

—No lo sé— Relamí la sal sobre mi labio inferior, hinchado de tanto llorar, y disfruté lo que podría ser las últimas caricias que me haría —Es otra cosa.

—Dime.

Acaricié su mejilla y después de morderme el labio, me acerqué a ella. Pegué mis labios a los suyos, anhelando nunca soltarlos. No dudó en corresponderme el beso, lo saboreé como ninguno, temiendo el no poder repetirlo, nunca más. La besé hasta que su sabor se quedó grabado para siempre en mi memoria y así se me hiciera imposible olvidar la textura de su boca.

Pegué mi frente a la suya, nuestros alientos se mezclaron y no pude evitar volver a llorar. Dulcemente, ella secó cada lágrima, enterneciéndome y aumentando mi pesar.

—No me odies— Pedí entre sollozos.

—Por mucho que lo intente, jamás podría odiarte— Usó mis propias palabras en mi contra mientras me sonreía.

¡Carajo! La amaba tanto.

—Creo que Samantha está embaraza— Apreté los ojos, intentando cesar la cantidad de agua que escurría de mis parpados inferiores, pero era totalmente en vano.

—¿Y eso te molesta?— Cuestionó arrugando el gesto.

Reí sin humor y tomé su barbilla usando únicamente tres dedos. Negué sutilmente con la cabeza y después de darle un precoz beso, me alejé con la respiración todavía alterada.

—Sí ella... Sí ella llega a estarlo...— Respiré profundo y aparté la vista, no podía mirarla a los ojos.

—No entiendo... Me estás asustando— Susurró y comprendí, ya suponía lo que venía.

—Es... Es probable que sea padre, Natalia.

Mi corazón se liberó, pero mi pecho se llenó de espadas que lo apuñalaron sin el más mínimo resentimiento. Su silencio me quebró, respirar se me hizo tortuoso y entendí que mi vida empezaba a derrumbarse, otra vez. Podía sentir mi cara bañada de mi lamento echo líquido y a mi corazón agrietarse, como creí que nunca más lo haría.

Las salinas gotas seguían naciendo de mí, sin embargo, la miré. Ella estaba inmóvil, con la mirada perdida y todavía en shock, una lágrima escapó de su verdoso orbe derecho para morir bajo su barbilla.

No pude evitar que mi llanto sea sonoro, por mucho que intenté, no conseguí que fuera silencioso. Parpadeó varias veces y relamiéndose los labios, tomó mi mano. Clavé mis pupilas en las suyas y vi el dolor en lo que alguna vez me juré crear brillo.

—Lo siento tanto— Balbuceé tragándome las lágrimas —Te juro que siempre fui cuidadoso.

—Lo sé. Te creo— Fue lo único que dijo.

Sin fuerzas para pelear contra mi desconsuelo, me derrumbé sobre su hombro y para mi sorpresa me aceptó. Me protegió en un abrazo que no esperé. Sabía que Natalia también estaba llorando, pero a diferencia de mí, ella podía contenerlo y mantenerse calmada.

—Lo arruiné todo— Solté sobre la piel de su cuello.

—No, Musculitos— Tomó mi cara entre sus suaves manos y la colocó frente a la suya —Tranquilo, mi amor.

Sus pómulos y la punta de su nariz estaban enrojecidos. Sus cachetes estaban dibujados con delgados senderos de agua mientras que sus profundos iris estaban colorados y sus pestañas mojadas. Por mi culpa.

—Esto no me separará de ti. No me iré. No te dejaré— Con la tristeza filtrándose en su voz, secó mi rostro y bajo sus lágrimas, sonrió —Pase lo que pase, voy a estar contigo, Musculitos.

—Pero esto no es igual. No te lo mereces.

—No. De ninguna manera conseguirás alejarme de ti. No voy a negar que esto me duele y muchísimo, verte con un hijo que no es mío, no es algo que me agrade. Pero un bebé no va a impedirnos ser felices, sé que podremos sobrellevarlo.

—No entiendes— Me tomé un momento para llorar lo que tenía atragantado y tomando aire, acaricié su mejilla —No quiero ser padre si no es contigo, Sonrisitas.

Ella me sonrió y mordió su labio inferior, saboreando el salado rocío sobre él. Con la delicadeza que la caracterizaba, peinó mi cabello y apoyó sus manos en ambos lados de mi rostro.

—Te amo. Nada, ni nadie puede separarnos ¿Recuerdas?

Pegó sus labios a los míos y rápidamente me abrazó. El ardor dentro de mi pecho no había cesado, pero, sabía que, si ella estaba a mi lado podría enfrentar cualquier cosa y superar todo tipo de problemas.

Era mi faro en la oscuridad, el ángel que siempre me protegería, mi calmado cielo y mi abrasador infierno. Era, literalmente, mi mundo.

Una hora más pasó y con la compañía de Natalia, mi conciencia ya no me martirizaba. Mis pensamientos se habían redirigido a como cambiaría mi vida si naciera una pequeña versión mía, como mutarían mis días y mis prioridades.

Ella me sonreía y lanzaba chistes al aire sobre mi situación. No era capaz de explicar lo sorprendido que estaba al notar la madurez que había logrado alcanzar el amor de mi vida, de cómo había cambiado, cómo había crecido. Aunque no era un idiota y sabía que, bajo esa falsa alegría, la tristeza anidaba, pero ambos lo superaríamos.

—Gracias— Solté de repente y apoyé mi mano sobre la suya —Gracias por quedarte y apoyarme.

—No voy a dejarte escapar, pase lo que pase— Acomodando mi cabello, plantó un beso sobre mi mejilla y mordió su sonrisa —Aprendí la lección.

—Te amo— Reí con ella y uní mi boca a la suya.

La sombra de alguien a mi lado, me incitó a darme vuelta, al notar que era un médico me levanté de golpe y me acerqué a él.

—¿Eres el acompañante de la paciente Samantha Green?

—Sí— Rasqué mi nuca, nervioso —¿Cómo está?

—Está bien. Sigue dormida ¿Sabe si este último tiempo ha estado comiendo adecuadamente? ¿O si sufrió alguna situación que alterara su estado de ánimo, su humor?

La culpa recorrió mi sangre, helándola. Cerré los ojos por un momento y asentí.

—¿Usted es su pareja?

—No— Negué firmemente y miré a Natalia de reojo, quien bajó la mirada y acomodó un mechón de pelo detrás de su oreja.

—Bueno— Metiendo sus manos en los bolsillos de su blanca bata, el profesional comentó —Al no encontrar nada grave a primera vista, le pusimos suero y le permitimos descansara. Esperaremos a que se despierte para hacerle un análisis de sangre.

—Creo que está embaraza ¿Eso influye en algo?— Pregunté preocupado por la salud de mi posible bebé —Hace días que está con náuseas y dolores de cabeza.

—¿Se hizo alguna prueba de embarazo?

—No lo sé.

—En ese caso, puede que ese sea el motivo de sus síntomas: los desmayos, las bajas defensas y los que tú bien mencionaste. Todos son propios de un embarazo. Pero no te preocupes, como te comenté antes, esperaremos a que esté consiente para analizar su sangre y recién ahí sabremos si lo suyo es embarazo o pasa algo más.

—Está bien—Asintiendo, froté mi rostro y apretando los labios, estreché su mano —Gracias.

—No hay por qué. Con permiso— Aceptó mi mano y con pasos que retumbaron en el angosto pasillo, se alejó.

... ... ... 

Acá el pequeño maratón con desafíos: 2da parte, jajaja.

Bueno, lo mismo que en el cap anterior: 
200 votos y 200 comentarios 
para la tercera y última parte.
Sí, en el próximo tendrán esa respuesta que tanto quieren.

¡Buena suerte! 

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