Capítulo 34

Con un café en mano, confirmé la reunión con Evan Megalos para la próxima semana. En unos pocos días tendría que confrontar al hermano del chico a quien, literalmente, rompí a golpes y al mismo tiempo, mi nuevo socio. La idea me ponía inquieto, no estaba seguro de como confrontar la situación y el solo hecho de saber que él podría conocer la verdad, aumentaba considerablemente mis nervios.

Intenté alejar esa idea de mi cabeza, debía intentar mantenerme lo más tranquilo posible, debía ser profesional. Queriendo despejarme, tomé mi celular y me zabullí en las redes, buscando distraerme por un momento. No tardé en encontrarme una foto de Catalina donde salía con su mejor amiga, mi corazón se aceleró al verla y varios pensamientos lascivos pretendían volverse físicos dentro de mis pantalones.

Meditando si lo que haría estaría bien o mal, le di un sorbo al vaso de cartón que portaba mi precario desayuno. Esperé muchos años por volver a estar con la mujer que amo y no iba a dejar que un intruso, tanto para mí como para el corazón de ella, me obligara a esconder lo que sentía. Si Natalia iba a terminar con su novio, no tenía de que preocuparme, total, lo que él pudiera llegar a pensar o decir, ya no importaba.

Sonriendo y sintiéndome ganador una vez más, comenté la fotografía de mi cuñada.

Linda... Foto...— Buscaba remarcar que la mayor de los Harper volvía a refugiarse entre mis brazos, pero tampoco quería ser tan obvio.

Por el momento, lo mejor sería ir despacio. Aunque los sentimientos de Jack no me importaban, sabía que lastimarlo no me haría feliz, además, debía esperar por respeto a Samantha, mujer con la cual todavía no había podido hablar.

Después de unas cuantas horas de trabajo, firmando papeles y haciendo números, la puerta de mi despacho sonó tras ser golpeada unas cuantas veces.

—Adelante— Hablé en un tono firme, sin sacarle los ojos de encima a la brillante pantalla de mi computadora.

—Hola, Hijo— Elevé la vista al reconocer la voz de mi madre.

Sabiendo que exigiría mi completa atención, cerré el programa en el cual trabajaba y girando la silla, quedé de frente a ella. Esperando a que tome asiento y hable, entrelacé mis manos sobre el frío y negro escritorio que nos separaba.

—¿Qué estás haciendo por acá, Mamá?— Cuestioné al notar que no sería la primera en hablar —Si quieres, cuando termine de trabajar paso a buscarte y vamos a comer algo— Propuse con la intención de que abandonara la empresa.

—No es necesario— Respondió descubriendo mis intenciones. Relamiéndome los labios, incliné de lado la cabeza y haciéndole un ademán con la mano, le pedí que hablara —Quería felicitarte antes de irme.

Fruncí mi ceño al escucharla, cerré los ojos y negué con la cabeza. Al volver abrirlos, me eché sobre mi silla y frotando mi barbilla, fijé mis iris sobre los suyos.

—¿Felicitarme?

—Ya sé lo que tienen tú y tu secretaria. Apoyo lo suyo, me gusta mucho esa chica para ti, es de buena familia.

Respiré profundo evitando echarle en cara que lo único que le importaba era la fortuna de sus padres y no la rubia en sí. Busqué la mejor manera de decirle que estaba confundida, sin que explotara en un ataque de locura, pero no la encontré.

—Escúchame bien, Mamá. Que me haya acompañado al evento no significa que entre nosotros haya algo.

Mi progenitora comenzó a reír cual buitre y suspiré poniendo los ojos en blanco. No iba hacerme caso, como de costumbre.

—No es necesario que lo oculten, más con lo que viene en camino— Respondió ente risas mientras se cruzaba de piernas.

Sus últimas palabras me habían confundido. Fruncí el ceño y gesticulé con la intención de hablar, pero nada salía de mi boca.

—No te entiendo— Sentencié cerrando los ojos y enarcando una ceja.

—Veo que todavía no te lo dijo— Respondió confundiéndome aún más.

—¿No me ha dicho qué?— No pude evitar subir el tono de mi voz.

Me desesperaba demasiado que la gente tardara en decir las cosas, nunca creí necesarias las vueltas.

Como si supiera que hablábamos de ella, Samantha asomó tímidamente su rostro por el portal de mi oficina. Sonreí al verla y mi madre volteó encantada. Me contuve para no echarla por su hipocresía, pero las ganas no me faltaron.

—Señora Bolton— Saludó a mi madre y relamiéndose los labios, jugó con sus dedos esquivándome la mirada —Señor, perdón que lo moleste, pero cuando tenga un momento avíseme por favor. Necesito hablar con usted.

Fruncí mi ceño desconcertado por su decaído humor. Asentí a su petición en tanto estudiaba con un fugaz vistazo su cuerpo, estaba más delgada ¿No comía? Interrumpiendo mis pensamientos y deteniendo la huida de mi mejor empleada, mi madre se levantó.

—Aprovechando que están los dos juntos...— Comenzó entrelazando sus manos y alternando su atención entre nosotros. Me levanté enseguida y después de acomodar mi corbata, me crucé de brazos —Quiero felicitarlos por lo que está por venir— Mi gesto seguía arrugado, a causa de mi ignorancia, pero la rubia empalideció, preocupándome —Me encanta la pareja que formaron y estoy muy emocionada por ese hermoso regalo que está creciendo.

—¿Puedes dejar todas esas vueltas e ir directamente al punto, Mamá?— Solté completamente molesto.

—Samantha dile tú.

Me giré a la nombrada y esta se había quedado sin palabras. Odiaba los juegos de mis padres, y aunque mi madre se quejara de su marido, ella era exactamente igual.

—¡Al maldito punto!— Exclamé apretando los dientes.

—No... No sé de que habla, Señora— Balbuceó la joven mujer, presa de los juegos de Carol.

—Ay que dulce, todavía no quieres contarlo ¿Cierto? Te entiendo, Querida— Y las palabras sin sentido, seguían saliendo de la boca de la mayor. Apreté el puente de mi nariz con dos de mis dedos, cansado de no ir a ningún lado con esto —Lamento ser yo quien dé la noticia, pero mi hijo es un tanto temperamental. Espero que con esto lo cambie.

—Habla antes de que enloquezca, Mamá— Comenté todavía con la mano en mi rostro.

—Vas a ser padre, Hijo.

Mi corazón se detuvo al mismo tiempo en que lo hizo mi respiración. Todo a mi alrededor comenzó a girar y mi mente se puso en blanco. Un tedioso cosquilleó nació en la boca de mi estómago y lentamente ascendió, adueñándose de mi pecho.

Sintiendo que perdería el equilibrio, me aferré a mi escritorio y me tapé el rostro con mi diestra. El oxígeno me faltaba y no podía ser capaz de reaccionar.

La imagen de Natalia pasó frente a mí y automáticamente, comencé a negar con la cabeza. No, no podía ser cierto.

—Esa no es la reacción que esperaba. Siempre creí que eras de esos que tienen el tonto deseo de ser padre— Chistando al final de su estúpida opinión, revoleó los ojos.

La ira corría por mis venas mientras que mi anatomía se enfriaba cada vez más. Quería que se callase y desapareciera de mi vista, pero mi cuerpo se negaba a hacerme caso.

—Tu padre se decepcionará por eso cuando se entere— Siguió hablando, colmando mi paciencia.

—¡Cierra la puta boca!

Por fin las palabras abandonaban mi boca. Recomponiéndome, clavé mis ojos en los suyos, y en tanto los de ella reflejaban sorpresa, los míos irradiaban odio, cansancio y locura.

Bufando, tomó sus cosas y se acercó a la puerta. Con el picaporte en mano, giró hacia Samantha.

—Lo que te espera, Niña. Espero por tu bien, que cambie— Escupió con ¿Repudio?

—¿Perdón?— Fue lo único que alcancé a modular.

—Tiene la fama de que cuando se altera, se le nubla la conciencia— Dijo como si nada, sin saber que había roto una parte de mí —Como sea, me iré esta noche. Capaz regrese para cuando nazca el niño. Adiós, Hijo.

Reí sin humor y mi cabeza cayó, como si mi cuello se hubiese quebrado. Que mi madre creyera que era un monstruo, agrietó mi alma, la cual estaba intentando sanar. No sabía que emoción me dominaba, todo mi mundo volvía a desplomarse. Nuevamente me tenían miedo y para colmo, era seguro que una vez más, perdería al amor de mi vida.

Mis ojos ardían y retener las lágrimas se me estaba volviendo algo demasiado difícil y doloroso de hacer.

Quería mirar a Samantha y exigirle una explicación, pero la presión en mi pecho me lo impedía. Deseaba romper todo, gritar y quebrarme los huesos de las manos. Cerrando los ojos, inhalé y exhalé varias veces, si no conseguía calmarme, todo empeoraría.

—Ma... Matt— Lentamente elevé mis párpados e intenté que lo que mis ojos transmitiesen no fuese odio. No quería asustarla.

—Dime que es mentira, por favor— El nudo en mi garganta había acongojado mi voz.

Mi labio inferior temblaba y mis ojos se apretaban solos, luchando contra el dolor de retener el llanto. No podía evitar la mueca de lamento, se me era imposible ocultar lo que estaba sintiendo. Dando pequeños saltos ligados al sollozo, una a una, las lágrimas cayeron.

Sostuve mi cabeza entre mis manos y atrapado en mi sufrimiento, me rendí a la liberación de mis lagrimales. Enredé mis falanges en mi cabello y dejando en evidencia mi impotencia, jalé de ellos a medida que la angustia crecía a grandes pasos.

—Matt— Su voz era lo único que podría sacarme de esto.

Peleé contra todos mis sentimientos y la miré, buscando en ella el consuelo de que todo sea una mentira.

De repente su equilibrio falló y sujetándose a la esquina del escritorio, se sostuvo la frente. Cerró y abrió sus ojos varias veces mientras que su pecho comenzaba a hincharse de sobremanera, dejando en claro la dificultad con la que empezaba a respirar. Tomé aire y anteponiéndola por sobre mí, y a mi posible futuro hijo, la sujeté antes de que cayera.

—¿Te encuentras bien?— La pregunta era estúpida y se respondía por sí sola, pero en estos momentos mi razonamiento se había fugado —¿Qué te pasa?

—Yo...— Su tono era débil —No... No me siento... Bien.

Finalmente se desplomó en mis brazos y mis nervios comenzaron a filtrarse por cada parte de mi cuerpo. La ansiedad y la desesperación se apoderaron brutalmente de mí. Miré hacia todos lados, rogándole, a gritos mudos, a mi cerebro que pensara en algo. Palmeé su mejilla una y otra vez, pero lo único que conseguía era que su cabeza se moviera con cada golpe. Estaba inconsciente.

—¡Nicholas! ¡Nicholas!— Grité tan fuerte como mi garganta me permitió.

Enseguida su figura traspasó el umbral de la puerta y corrió hacia a mí. En su rostro la confusión y el miedo se hicieron presentes.

—¡¿Qué pasó?!

Se arrimó a nosotros y me miró preocupado, sin embargo, entrecerró los ojos, descubriendo lo rojizo en los míos.

—No lo sé. De un momento a otro se desmayó— Respondí desesperado en tanto cambiaba de posición el cuerpo desfallecido de la rubia, para poder sostenerla mejor.

—Tú... ¿Tú estabas llorando?

—Luego te cuento— Fue lo único que dije, adelantándome a recordar el porqué de mi tormento.

Asintió y acercándose, me ayudó a acomodarla en mis brazos. Me acompañó hasta mi auto y se encargó de abrocharle el cinturón mientras que yo tomaba el lugar del conductor.

—¿Puedes manejar?— Sabía que su pregunta se basaba en lo colorado de mis escleróticas y mi tambaleante mente.

—Sí— Sonriéndole, giré las llaves obligando al motor a rugir

—¿Le aviso a mi hermana?— Cuestionó consiguiendo que un escalofrío me recorriera. Lo miré y él elevó ambas cejas, esperando una respuesta.

Temía su reacción, pero las mentiras no me gustaban y tampoco quería prolongar lo que estaba pasando. Si las palabras de mi madre eran ciertas y estaba por convertirme en padre, ella debía ser la primera en saberlo.

—Sí. Te llamaré cuando llegue. Intenta comunicarte con sus padres, por favor.

Asintió y golpeando el techo de mi coche, se despidió mientras las gomas rodaban y una nube de humo se fugaba por el caño de escape. Miré a Samantha y no pude evitar posar mis iris sobre su vientre.

—¿En serio voy a tener un hijo?— Murmuré para mí mismo.

... ... ...

Como sé que este capítulo es el que más intriga dejó y el próximo ya está escrito, les vengo a proponer algo...

Si este capítulo llega a los 200 votos y 200 comentarios, actualizo de nuevo. Si llega hoy, hoy mismo subo el próximo
¿Qué tal? ¿Se animan?
¡Go!

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