Capítulo 33

Con la sábana enrollada en su cuerpo, salió al balcón para atender su teléfono. Hacía minutos que el sol había conseguido iluminar el cielo por completo y ambos optamos por no dormir, una sutil forma de decirnos que no queríamos desperdiciar ni un segundo al lado del otro.

Dándole privacidad, me metí a la ducha. Sentir el calor del agua acariciarme después de una noche tan larga y agitada, era un placer. Quedándome quieto y cerrando los ojos, permití que las gotas hicieran su trabajo sin objeciones por mi parte. Unas manos aparecieron para acariciar mi pecho y me arrebataron una sonrisa, sin la necesidad de verlas. Su cabeza no tardó en apoyarse en mi espalda salpicada, ni sus brazos enrollarse a mi cintura.

Girando sobre mí mismo, sostuve su rostro entre mis manos y pegué nuestros labios empapados de una lluvia artificial. Sus yemas dibujaban un rastro de caricias en la piel de mi espalda y el beso continuaba con un ritmo tranquilo, transformándose en una clara demostración de afecto.

—Extrañaba bañarme contigo— Murmuré entre su boca y el agua.

—Extrañaba estar contigo— Confesó sonriendo.

[...]

Con una toalla envuelta en mis caderas, la observé buscar algo en cada rincón de mi baño. Divertido, me recargué sobre el marco de la puerta y cruzado de brazos, la observé.

—¿Qué buscas?— Cuestioné entre risas al ver que podría seguir así por mucho tiempo más.

—¿Tienes algún peine? ¿O cepillo?— Mordiéndose el labio, arqueó una ceja.

—Aunque no me peine seguido, eso es ofensivo— Bromeé y me acerqué a ella. Abrí un cajón a su lado y le entregué el objeto —Iré a cambiarme. Puedes tomar una camiseta mía si quieres o puedo salir a comprarte lo que necesites.

—Optaré por la camiseta esta vez, pero gracias— Sonriendo, besó mi mejilla y comenzó a desenredar su cabello.

Con un pantalón suelto, cubriéndome lo esencial, fue suficiente, después me cambiaría para salir. Despeinando mi pelo, todavía mojado, encendí la máquina de café y tomé dos tazas. Al mismo tiempo en que la infusión estuvo lista, ella apareció.

—¿Tienes leche?— Preguntó sentándose, tímidamente, en la mesa.

Dejando su pedido frente a ella, regresé por las tazas ahora llenas e hice un último viaje por un paquete de galletas.

—Es lo único que tenemos. No somos muy atentos para abastecernos.

—Es perfecto, gracias— Sonriendo, mezcló los líquidos y rápidamente endulzó su desayuno.

Era increíble como cada movimiento suyo me volvía loco de ternura. Con la porcelana sobre mis labios, ojeé como su figura desaparecía bajo lo holgado de mis ropas. Al cruzar sus piernas, noté que traía algo más debajo de mi remera.

—¿Te pusiste uno de mis bóxers?— Cuestioné frunciendo el ceño a la vez que esbozaba una sonrisa.

—Son super cómodos, creo que voy a cambiar de ropa interior— Comentó haciéndome reír.

Moría por preguntarle sobre la identidad del remitente de su llamada, era poco usual que alguien llamara tan temprano un fin de semana, pero presentí que la respuesta me molestaría, por lo que decidí dejar las cosas como estaban.

Mientras mi chica se entretenía jugando con su celular, busqué el mío para avisarle a mi amigo que ya podía volver a casa.

Cuando quieras.

Volví a sentarme, dispuesto a culminar con la amarga infusión, pero la vibración de mi teléfono me interrumpió.

—Amo lo expresivo que eres. Pregunta la rubia si puede ir.

Fruncí el ceño ante su mensaje ¿Por qué me preguntaba eso? Aprovechando que seguía en línea, le contesté al instante.

También es tu casa, Zac.

—No por eso, tarado jajaja. Quiere saber si Natalia va a seguir ahí o se va a ir.

—Ah... No lo sé.

Cambiando mi enfoque visual, de la pantalla hasta el rostro de la mujer frente a mí, relamí mis labios y me tomé un minuto para terminar mi café.

—Natalia— Enseguida sus orbes se fijaron en los míos —¿Te quedarás o te iras?

—¿Necesitas que me vaya?— Arqueando una ceja, sonrió y rápidamente negué con la cabeza.

—Catalina le preguntó eso a Zac. Quiere venir.

—Sería genial, ella puede traerme ropa. Ahora le hablo— Regresando toda su atención al aparato, dejó su taza, también vacía, a un lado.

Coloqué ambos recipientes en el lavaplatos y le escribí al oficial con quien compartía un techo.

Se queda. Dijo que hablará con ella.

—Buenísimo, nos vemos en un rato.

[...]

Sentados en el sofá frente al televisor del salón, percibía como lentamente su cuerpo se acurrucaba a mi pecho y mi brazo la rodeaba con el deseo de nunca dejarla ir. A mitad de la segunda película que compartíamos, el sonido de las llaves en la cerradura nos advirtió sobre la llegada de nuestra pareja amiga. Se separó de mí inmediatamente y un halo de frío me recorrió, pero entendía que era demasiado pronto y hasta algo incómodo, por más que ellos ya supieran la aventura que vivíamos.

—Hol...— Antes de que Zac pudiera hacer algo, la peli-negra se escondió detrás de mí y gritó, dejándome parcialmente sordo.

—¡Tú no entres!— Exclamó en un grito y pegando un salto, mi mejor amigo se tapó los ojos mientras que con un brazo estirado, intentó llegar a la cocina sin llevarse nada por delante.

Presioné mi oreja, ahora aturdida, y me levanté para seguir al oji-amarillo. Pasé junto a la rubia y después de saludarla, seguí los pasos ciegos de Zac.

—No me molestaría ver eso todas las mañanas— La escuché susurrar mientras que Natalia carcajeaba por sus palabras.

No me había cambiado, había olvidado por completo que ellos vendrían, por lo cual seguía con el pantalón como mi única prenda. Reprimiendo una sonrisa, no volteé y busqué a mi hermano.

—Casi me mata de un susto— Dijo en cuanto me vio y la risa escapó de mi garganta.

—Me duele el oído— Acoté sobándolo.

Abriéndose una cerveza, se apoyó sobre una de las mesadas y con una sonrisa de oreja a oreja, comenzó a bajar y subir sus cejas repetidas veces.

—¿Y?— Preguntó dejándome ver sus dientes.

—Ya sabes lo pasó— Arqueando una ceja, acepté la botella que me ofrecía —¿Quieres detalles?— Cuestioné sonriendo y tomé del helado pico.

—No, wacala— Hizo una mueca de asco que nos hizo reír a ambos —¿Ya regresaron?

—¿Por qué esa obsesión con que volvamos a estar juntos? La primera vez porque fuimos muy rápido, ahora porque vamos muy lento— Devolviéndole el amarronado envase, me recargué en la pared.

—Antes eran, prácticamente, dos desconocidos. Ahora ya tienen una historia juntos y todos queremos revivirla— Argumentó echándose a reír mientras empinaba la botella para refrescar su garganta.

—Le confesé que la extraño— Relamiéndome los labios, me crucé de brazos —Y que la amo.

—En la fiesta, ella nos contó que tiene pensado terminar con Jack.

Mis orbes volaron hasta los suyos y en tanto los de él transmitían paz, percibía a los míos vibrar emocionados.

—Nunca dejaron de ser uno del otro, amigo. Me alegra que después de tanto, ambos estén volviendo a ser felices. Aunque el tiempo que se tomaron fue demasiado, creo que les sirvió para entender que separados no funcionan.

Mi boca enmudeció y simplemente me dediqué a escucharlo. Cada una de sus palabras tenía una leve repercusión en mí, en el fondo sabía que todas eran ciertas, era increíble lo mucho que me conocía.

—Tú y la rubia sí fueron hechos el uno para el otro— Cambié de tema antes de que mi corazón fuera expulsado de mi pecho por la emoción —Recuerdo como la mirabas cuando andaba con Mike— Mofé riendo y le di otro trago a su cerveza.

—Que buena paliza le di a ese idiota— Se burló y ambos comenzamos a carcajear al recordar.

—A Peter también lo hicimos sufrir— Añadí secando las comisuras de mi boca.

—Pero la de Derek fue la mejor— Vociferó trayendo a mi memoria una pelea de hace muchísimos años, incluso antes de que Natalia entrara a nuestras vidas.

[...]

—Mhm, el fin de semana que viene es tu cumple, Lobito— Habló la rubia y terminó de tragar el pedazo de empanada que tenía en la boca —¿Dónde lo festejarás?

—Todavía no lo pensé, Barbie— Respondió clavándome la mirada.

Inmediatamente entendí porque había fijado sus pupilas en las mías en cuanto el tema surgió. Cada año que él festejaba su cumpleaños, generalmente, estaba obligado a elegir si lo hacía conmigo o con los chicos, ya que en esos tiempos yo no podía ver a Natalia. Uno solo de esos años lo festejó acá, en casa, y esa noche yo me fui. Y aunque en ese momento no, ahora sí me sentía bastante mal por mis acciones pasadas.

—Si quieres podemos hacerlo acá— Comenté atrayendo la mirada de las dos féminas con las que compartíamos el almuerzo.

—También podríamos salir todos juntos— Remarcando las últimas dos palabras, mordió su comida sin sacarme los ojos de encima.

—Como tú quieras. Como sea, cuentas conmigo— Sonriendo y guiñándole un ojo, lo imité.

Después de terminar de acomodar las cosas, salí al patio a prenderme un cigarrillo y Natalia me siguió. Los chicos se quedaron acurrucados, besándose en el sofá. Todavía se me hacía raro verlos juntos, aunque no dejaba de ser divertido. Observarlos amarse, me recordó una vieja apuesta basada en su relación.

Natalia estaba perdida en sus pensamientos, con el cigarro apoyado en sus labios y su mirada puesta en algún punto fijo. Parecía que algún pensamiento serio pasaba por su cabeza. Me arrimé a ella y dándole una calada a mi filtro, la abracé por la espalda y al aferrarme a su cintura, no tardé en sentí como su cuerpo se estremecía debajo de mí.

No necesité verla para saber que sonreía, igual que yo. Sintiéndose cómoda en mis brazos, echó su cabeza hacia atrás, apoyándola en mi hombro mientras que yo recargué mi barbilla sobre su cabello y respiré su exquisito aroma. Nos mecí al compás del viento con olor a lluvia que nos envolvía.

—Amo la pareja que hacen— Soltó dándose vuelta para ver a los chicos, ya que un grito de Catalina había roto el silencio, su pareja le estaba haciendo cosquillas.

—Una vez, cuando estaba en la preparatoria, le hice una apuesta a una chica sobre el futuro de ellos dos— Argumenté y noté el rubor apoderarse de sus mejillas.

—¿Ah sí?— Fingió ignorancia y giró sobre sí para entrelazar sus manos en mi nuca —¿De qué trataba la apuesta?

—Si terminaban juntos, ella me debería un beso, pero un buen beso— Arqueando una ceja, continué meciéndonos, sin despegar mis iris de los suyos —Es obvio que gané, pero todavía no reclamé mi premio.

—Yo creo que ya es tiempo de hacerlo— Susurró a centímetros de mi boca.

—No puedo— Murmuré sonriendo —Ella tiene novio.

—¿Y si te digo que ella está por separarse?— Mordió su labio inferior y comenzó acariciar la base de mi cabello —No falta mucho para que vuelva a ser tuya.

—No importa con cuanto idiota haya intentado olvidarme. Nunca dejó de ser mía— Besé su sonrisa y mordí suavemente su labio.

—Estoy segura de que por muchas chicas con la que estuvieras, tú tampoco dejaste de ser suyo.

—Toda esa gente en el camino no sirvió de nada. Ninguno de ellos fue capaz de romper nuestro lazo. No importó el tiempo, no importaron las personas, jamás dejamos de ser nuestros.

Sus verdosos orbes brillaron con una intensidad que sanó las grietas de mi alma. Acaricié su mejilla y me sentí afortunado por poder volver a ser feliz a su lado. Era mi única alegría.

—Te amo.

—Yo también, mi Musculitos— Respondió remarcando que le pertenecía y sonriendo, pegué mis labios a los suyos.

Un fuerte estruendo se escuchó provenir del cielo y con un fugaz relámpago iluminando las grises nubes, el agua cayó ferozmente sobre nosotros.

—Creo que lo nuestro son los besos bajo la lluvia— Comenté atrayéndola más al calor de mi cuerpo, ahora mojado.

—Todo lo que sea nuestro es perfecto, Matt— Sentenció y sonriéndome, atrapó mis labios con los suyos.

Sintiendo como las gotas recorrían cada parte de nosotros y hasta como se interponían en nuestro beso, aferré mejor el agarre de mis manos en su rostro y acaricié su lengua con la mía.

—Sigues haciéndome feliz con tan poco, Matt— Susurró separándose apenas unos centímetros.

Relamiendo el sabor que dejó en mi boca, la miré y sequé el agua que escurría por su cara, lo más que pude con ayuda de mis pulgares.

—No tiene idea cuantas noches soñé con esto— Confesé y le di un precoz pico —Está demás decir que fui hecho para ti ¿No?— Jugué y ella sonrió, iluminando mi vida una vez más.

Sellamos nuestras palabras con el gesto más común, pero también el más cargado de sentimientos. Entrelazamos nuestras bocas nuevamente, deseando que esto fuera eterno.

—¡Eh! ¡Todo su amor es muy lindo, pero entren que se van a enfermar!— Gritó Zac desde la seguridad de la casa, sobreexponiendo su voz al fuerte sonido de la lluvia.

Tomé su mano y la guie hasta donde nuestro amigo nos esperaba.

—Pueden seguir con su amor clandestino acá dentro. Prometo que no vamos a decir nada— Bromeó cuando estuvimos junto a él y le di un rápido golpe en el brazo —¡Ay! ¿Y eso por qué?— Preguntó sobándose la zona de impacto mientras sonreía.

—Porque no dejas de hablar— Respondí y sequé mi cabello con una de las toallas que él nos había traído.

—Encima que les hago la vida más divertida— Negó gracioso con un movimiento cabeza en tanto cerraba el ventanal.

En eso tenía razón, sin ellos mi vida no tendría sentido. Todos eran esenciales para mí existencia.

Mientras volvíamos a cambiarnos, esta vez la ropa mojada, tiré la toalla con la que me había secado sobre un sofá cercano a mi cama. Abracé a la mujer junto a mí por la cintura y la pegué a la piel desnuda de mi torso.

—¿Cuándo lo dejarás? No quiero seguir escondiéndome.

—No lo sé— Corriendo un mechón húmedo y rebelde de mi frente, acarició el contorno de mi rostro. Dejé caer mi cara sobre la palma de su mano —No sé como hacerlo. Le debo mucho.

—Puedo ir y decirle que la mujer que ama no le pertenece y que jamás le perteneció. Que no soy tu amigo, que nunca lo fui— Murmuré sobre sus labios y la vi cerrar sus ojos, para escuchar y disfrutar cada palabra que le dedicaba —Que siempre fuiste y serás mía. Que solo lo usaste para olvidarme, pero que no pudiste hacerlo.

—No te dejaré hacer eso— Respondió abriendo los ojos en tanto sonreía.

—Puedo decirle que soy yo, el mejor y el único dueño de tu corazón.

—Ya entendí, Señor Egocéntrico— Soltó riendo —Pero, aunque quisiera gritarle al mundo que te amo, no quiero lastimarlo, Musculitos.

—Al carajo con todos, Natalia.

—Te prometo que antes de que te des cuenta, él ya será pasado.

—Eso espero— Susurré con una sonrisa adornando mi rostro.

—Y yo espero que tu secretaria también sea pasado.

—Sonrisitas, ella nunca llegó siquiera a ser presente— Respondí y pasé un mechón de pelo detrás de su oreja —De todas formas, me comporté como un completo idiota con Samantha. El lunes espero poder arreglar las cosas para que la oficina no se vuelva un infierno de incomodidad.

—Tenemos una semana para arreglar nuestra vida amorosa— Vociferó sonriendo y acariciándome.

—Es demasiado para mi gusto— Implementando un poco de fuerza, la alcé y enseguida enrolló sus piernas a mi cintura.

—No es tanto. Después de esto tenemos toda la vida para estar juntos.

—Es muy poco.

—¿No te conformas con nada?— Cuestionó poniendo los ojos en blanco mientras reía.

—Solo contigo— Respondí entrelazando sus labios con los míos, ansioso por volver a probarla.

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