Capítulo 29

Con un café en mano, releí una vez más el próximo contrato a firmar con el nuevo socio. Hasta el momento, los únicos que habíamos leído los documentos habíamos sido yo, mi padre, quien le había dado el sí, y Samantha, quien se encargaba de ser la mediadora. Por alguna razón, el apellido del señor Evan Megalos, el futuro accionista, se me hacía familiar, pero no estaba seguro de donde o por qué.

Luego de firmar las clausulas acordadas en los papeles, encaré el ordenador y le redacté un correo, pidiéndole, formalmente, que pronto nos juntáramos para acabar con el trámite. A los pocos minutos me llegó su confirmación.

De pronto una lluvia de recuerdos me azotó. Las imágenes de Natalia debajo de mí, con su cabeza hacía atrás y su espalda arqueada presa de su propia pasión, pero, sobre todo, de como gritaba una versión poco reconocible de mi nombre.

Espanté aquellas alusiones antes de que los pantalones me apretaran. Dándole un sorbo a la amarga bebida, presioné el botón del teléfono en la esquina de mi escritorio.

Señor ¿Qué necesita?— La distorsionada voz de Nick, me respondió.

Los documentos están firmados ¿Podrías venir a buscarlos?

Claro, enseguida— Una interferencia nació del alto parlante y en cuestión de segundos, el rostro de mi secretario apareció abriendo mi puerta.

El oji-azul cruzó el umbral y con pasos seguros, llegó hasta mí. Le entregué la carpeta correspondiente y cuando su mano estuvo nuevamente sobre el picaporte, me pregunté si él sabría por qué ese apellido se me hacía familiar, tal vez también le resultara conocido.

—Nick, una pregunta— Él elevó las cejas y haciéndome un ademán con la cabeza, aceptó —¿Sabes quien se apellida Megalos? Es el nuevo socio, pero mi cabeza insiste en haber escuchado ese apellido en otro momento y no puedo recordar de dónde.

Su rostro pareció empalidecer ante mi cuestionamiento, frunciendo el ceño, junté mis manos sobre el escritorio.

—¿Estás bien?

Su mirada se desvió hacia un punto muerto en el despacho, arqueando una ceja, chasqueé los dedos intentando sacarlo de su transe. Evidentemente, él también lo reconocía.

—Perdón— Relamiendo sus labios, se acercó nuevamente y se dejó caer en la silla del otro lado de la mesa —Es... Es el hermano mayor de Anna.

Mis ojos se abrieron excesivamente ante la noticia y mi torso se inclinó hacia delante, inconscientemente. Claro, Anna y el idiota de Lucas, los hermanos Megalos. Mi mente viajó cuatro años atrás, a la noche de la fiesta, la noche en que Nick terminó internado y gracias a mi ceguera, su cuñado también.

Un sudor frío me recorrió al recordar como el rostro del otro castaño, sangraba inconsciente bajo la tortura proporcionada por mis nudillos. Tragué con fuerza ante la violenta imagen y cerré los ojos.

—¿Tú sabías algo?— Interrogué a la vez que frotaba mi rostro, frustrado.

—No...— Parecía que iba a decir algo más, pero enmudeció.

—¿Jamás revisaste estos papeles?— Con la sangre circulando a gran velocidad por mis venas, me puse de pie.

—No, Matt. Hago tareas simples, todavía no toco documentos demasiado formales.

—¡Mierda!— Grité ahogadamente, queriendo evitar una escena en mi propia empresa.

—Sabía que Anna tenía un hermano mayor con dinero, que era dueño de algo y que Lucas trabajaba con él— Con la vista al frente, continuó —No nos visita mucho, no se lleva muy bien con Lucas, aunque le pasa dinero a Anna, por algún trato pasado— Sosteniendo su frente con sus dedos derechos, concluyó —Jamás creí que las empresas se unirían.

—Si se entera de lo que le hice a su hermano cancelará el contrato, y según mi padre él es una gran oportunidad— Acariciándome toscamente la barbilla, caminé de un lado al otro.

—Quédate tranquilo. Evan nunca se enteró sobre lo de Lucas y dudo que el tío de Chloe abra la boca a estas alturas. Igualmente, por más que supiera la verdad, no habría problemas, es consiente de que su hermano no fue la mejor persona del mundo.

Relamiéndome los labios, volví a mi silla y me tiré sobre ella. La frustración se volvió visual ante los ininterrumpidos movimientos de mi pie izquierdo. Ambos nos quedamos callados por un buen tiempo, asimilando la coincidencia y estudiando las diversas posibilidades futuras.

Un llamado a la puerta nos alarmó, cruzando una mirada, Nick se levantó y volviendo a tomar la carpeta se acercó a la puerta. Asentí dándole permiso a que dejara pasar a la persona del otro lado. Cuando la puerta se abrió, la rubia apareció, el moreno se despidió y al salir, cerró el portal dejándonos solos.

—¿Te encuentras bien?— Cuestionó con un gesto de preocupación mientras que lentamente se acercaba a mí.

No quería meterla en mis problemas, suficiente debía tener con los suyos. Además, conociéndola, sabía que intentaría hacer lo que fuese con tal de ayudar, aun cuando el problema todavía no existiera.

—Sí, descuida.

Rasqué mi única nervioso y enderecé mi espalda, consiguiendo que esta tronara.

—Vine a anunciarle que la señorita Harper está esperándolo en el cuarto piso, para la sesión de fotos— Ojeando unos papeles en su tabla de apoyo, me comunicó —Está todo listo para cuando quiera bajar, señor.

—Gracias— Le sonreí dulcemente, pero no me sonrió devuelta. Ahora que lo pensaba, hace días que no la veía sonreír —¿Tú como te encuentras?

Sus orbes caramelo me miraron, la tristeza de un corazón roto y vacío, se dejaba ver muy bien a través de ellos. Un escalofrío de culpa se adueño de mi columna y enseguida me sentí incómodo. Otra vez el odio propio surgía para castigarme por mi egoísmo.

—Bien— Mintió fríamente.

—¿Por qué me mientes? Sé que algo te está pasando. No soy ciego, ni tampoco idiota— Con pasos lentos me arrimé a ella.

Apartó sus iris de mí y lamió sus labios. El vestido bordo, entallado a su cuerpo, le quedaba precioso, resaltaba cada una de sus curvas y combinaba a la perfección con su cabello.

—Hoy estás preciosa, Samantha— Halagué buscando que bajara sus barreras.

—No lo hagas— Pidió susurrando mientras que acariciaba su codo izquierdo con su mano derecha, mostrándose indefensa.

Frunciendo el ceño, me aproximé a su piel y me atreví acariciar sus brazos desnudos.

—¿Hacer qué?— Sabiendo que la respuesta no me gustaría, volví a hablar —¿Ya sabes con quien iras a la fiesta?

—Aún no lo he pensado. No me he sentido bien estos días— Confesó, consiguiendo preocuparme.

Aplicando un poco de fuerza, la giré para que me mirara. El brillo en sus iris había desaparecido y no quedaba ni un mínimo rastro de él. Apreté los labios y sujeté su rostro.

—¿Ya fuiste al médico? ¿Por qué has venido a trabajar?

La salud de mis empleados, siempre sería lo primero. Rogué en silencio que su malestar no fuera por mi causa.

—No he tenido tiempo y tampoco me apetece hacerlo— Sujetando mis muñecas, intentó alejarme.

—Tu bienestar debe ser tu prioridad, Samantha. Si hoy mismo no vas al médico, me obligarás a llevarte.

El regreso del centello en sus retinas calmó mi alma, su dulce mirada había vuelto.

—Iré... Iré hoy— Sonreí ante su confirmación y liberando sus mejillas, retrocedí.

—Excelente— Complacido, me recargué sobre el escritorio y me crucé de brazos —Si no encuentras pareja y no quisieras asistir sola ¿Te gustaría ir conmigo?

El interior de mi pecho pareció explotar y me removí ante ello. Por un lado, extrañaba pasar tiempo de calidad con Samantha, era una buena amiga y, aunque me hiciera enojar con facilidad, me gustaba estar a su lado. Sin embargo, por el otro, me sentía una basura por tener dobles intenciones con su compañía en el evento, deseaba poner celosa a otra mujer sin su consentimiento. Llamarme patán, era terriblemente poco.

Una sonrisa, de la que hace mucho no había sido espectador, surgió en sus labios. Mordiéndose el inferior, aceptó moviendo la cabeza.

—Me encantaría, jefe— Respondió y sin saberlo, apuñaló mi moral.

Regalándole una media sonrisa, le guiñé un ojo y permití que rodeara mi cuello con sus brazos.

—Pasaré por ti el viernes a las 19 ¿Está bien?

—Nunca creí que me elegirías a mí, pensé que invitarías a Natalia— Formuló acariciando el cabello de mi nuca —Si sigues enamorado de ella ¿Por qué yo?

¿Por qué ambas se empeñaban en nombrar a la otra cada vez que compartíamos un momento agradable?

Después de volver a ver, seguidamente, a Natalia y tener las cosas en claro con la señorita Green, mi ánimo había comenzado a cambiar. Mis días no eran tan grises y las horas no me parecían una incesante agonía. Hacía tiempo que no me sentía bien sin la necesidad de desfigurar rostros o llenar mis venas de alcohol.

—Te estoy invitando a ti, porque quiero ir contigo.

En el fondo, sabía que estaba llenando su corazón de falsas esperanzas, pero las palabras abandonaron mi boca sin permiso.

Sonrió emocionada y pegó sus labios contra mi cachete, me contuve para no echarme a reír. Si ella hubiese echo lo mismo hace un mes atrás, habría tomado firmemente sus muñecas y habría apartado su cuerpo del mío. Pero, por más increíble que me pareciera, no me molestó. Por primera vez, su cercanía me agradaba.

Enrollando su cintura con mis brazos, le di permiso de estar cerca de mí. Clavé mis pupilas en las suyas y medité lo que haría, a veces pensaba demasiado las cosas. Me relamí los labios e hice una rápida comparación: Ella estaba sola y jamás, hiciese lo que hiciese, se apartó de mí. Natalia tenía novio, uno al que había traicionado conmigo, me lastimó unas cuantas veces y nunca volvió, hasta hoy.

No le daría una oportunidad a Sam de estar conmigo, pero tampoco me quedaría solo, viendo como Natalia jugaba a dos puntas, por más que eso no me molestara.

Decidido, me incliné hacia delante y la besé. Su cuerpo se estremeció al sentir mis labios y me correspondió sin dudarlo. Su boca no me embriagaba, sin embargo, tampoco me asqueaba. No me encantaba, pero me gustaba.

Corté el beso rápidamente y estudié su cara. Sus ojos estaban cerrados y su boca entreabierta, extasiada. Todavía tenía el don.

—¿Qué...?— Antes de que dijera algo que arruinara el momento, me le adelanté.

—Sh, no digas nada.

La alejé de mí antes de que creyera algo que no sucedería. Limpió sutilmente el contorno de su boca y se encaminó a la puerta, dispuesta a volver a su puesto de trabajo.

—Samantha— En cuanto la llamé, se volteó —Arréglame una reunión con Evan para la semana que viene, por favor— Asintiendo, abandonó mi oficina.

Suspiré y, extrañamente sonriendo, me dirigí al cuarto piso. En la cuarta planta, personas con las que no crucé más de una palabra o siquiera había visto alguna vez, me saludaron al verme. Algunos sonreían emocionados y otros balbuceaban nerviosos. No tardé en encontrar aquello que vine a buscar, Natalia estaba delante de una gran manta negra, junto a una potente luz. A su alrededor, varios de los que supuse eran sus compañeros, todavía no conseguía conocer a todo el personal, le sonreían y apostaría la vida, al decir que más de uno le coqueteaba.

La idea no me era para nada simpática, pero si había alguien que debía reclamar, ese no era yo. Por ahora.

—Señorita Harper— Solté burlonamente sobre su hombro.

Su cuerpo dio un respingo y enseguida volteó, con la cámara, aquella cámara, entre sus manos. Mordió su sonrisa y automáticamente me dio la espalda.

—Llega tarde, señor Bolton— Reprochó manoseando el negro aparato.

—Lamento hacerla esperar, estaba...— Hice una pausa para buscar las palabras exactas —Invitando a mi pareja para la fiesta. Como trabajamos en el mismo lugar, me ahorré tiempo.

Sin mirarme y con una sonrisa que no se molestó en ocultar, mordisqueó el interior de su boca. Sabía que sentía, siempre reconocería sus gestos. Estaba celosa.

—Me alegro por usted, señor— Estudiándome por el rabillo del ojo, se acomodó y extendió su mano, invitándome —Por favor.

Con una ladeada sonrisa, le guiñé un ojo, pero inmediatamente ella puso los suyos en blanco. Haciéndole caso a cada una de sus indicaciones, comenzamos con la sesión. Me puso y sacó, corbatas, sacos y moños, me peinó y despeinó incontables veces. No le importaba invadir mi espacio personal frente a todos, los cuales la miraban estupefactos, y es que la reputación de mi carácter, no era la mejor.

—Excelente— Comentó mirando la diminuta pantalla —¿Tienes un cigarro?

—No se fuma aquí dentro— Sentencié arqueando una ceja.

—Por favor, solo préndelo. Será super rápido, lo prometo.

—No puedo hacerlo, tenemos normas— Una mueca de decepción se apoderó de sus facciones y la necesidad de complacerla me devoró —Vamos afuera, le pediré a los chicos que bajen esto y podrás hacerme las que necesites mientras fumo. Por mí, encantado.

Veinte minutos después estábamos en el patio del edificio, donde había un espacio para un poco de pasto y unos cuantos árboles. Según mi progenitor, además de ser lindo y necesario, era una excelente vista para quienes almorzaban acá dentro. Un camino de piedras era adornado con varias mesas y en uno de los laterales, un pequeño puesto llenaba sus bolsillos.

—Gracias— Con el pico de una botella de agua sobre sus labios, agradeció.

—Siempre es un placer— Sonriendo únicamente para ella, apagué el cigarrillo.

Hacía menos de cinco minutos que la sesión había acabado. Ocupando uno de los bancos de piedra a los pies de un vivo árbol, nos sentamos a descansar.

—No sé si ir con Jack o con John— Reveló y con la vista al frente, le dio un trago a su fresca e incolora bebida.

—Ve con ambos.

Sus orbes se posaron en los míos y reímos al mismo tiempo. Revoleando los suyos, volvió a refrescar su garganta y tapó su botella.

—No sé cómo mirar a Jack. Cancelé su visita a último momento. Me siento terrible por haberlo traicionado.

—¿Te arrepientes?— Sin borrar mi sonrisa, cuestioné apuñalando mi propio corazón.

Dedicándome una mirada que no logré descifrar, tomó mi mano.

—No, jamás. Me encantó lo que pasó y, francamente, no pudo haber sido mejor.

—Opino igual— Comenté y pasé un mechón de pelo tras su oreja.

—Pero no quiero engañarlo, no es mi estilo.

—Lo sé— Acaricié su mejilla y un brillo de culpa ahogó su mirada —No te sientas así. Sí lo que hiciste fue por amor, no deberías sentirte mal.

—Es más que obvio que lo hice por amor— Confesó ejerciendo más presión en nuestras manos entrelazadas.

Cerré los ojos y luché contra mis ganas de volver a probar esos labios carmesíes. Suspiré rendido y besé la mano que descansaba sobre la mía.

—Debo seguir trabajando.

—Seguro— Aceptó sonriéndome fugazmente —Vete antes de que intente repetirlo aquí mismo.

Guiñándome uno de sus verdosos orbes, ocasionó que un escalofrío me abrumara y un cosquilleo se adueñara de mi vientre. Algo intentó palpitar más debajo de mi cintura, pero conseguí evitarlo a tiempo.

—Sí no tuviera que trabajar y no fuera el patio de mi empresa, te aseguro que lo repetiríamos.

—Te enviaré una copia de las fotos en cuanto las termine.

—Las esperaré.

Sonriéndonos una vez más, besó la cornisa de mis labios, erizándome la piel. Respiré profundo y fingiendo ser el galán que conoció en la preparatoria, me arrimé a su oído y respirando sobre él, susurré.

—El viernes no me va a importar quien esté y mucho menos donde estemos. En la fiesta no te salvarás.

—La esperaré con ansias— Contestó desafiante arqueándome una ceja. 

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top