Capítulo 27

Su llanto me ponía nervioso, caminé de un lado al otro suplicándole que ya no lo hiciera, pero mis palabras parecían incrementar su sufrimiento.

Jamás había cuidado un niño y es que en el fondo no se me daban, no lograba descifrar sus deseos y mucho menos satisfacer sus necesidades, no sabía como hacían los padres para comprender cada acto o sonido que los infantes producían. Sin embargo, aunque mi paciencia escaseaba con las personas, con las criaturas era diferente, me ponían sumamente nerviosos cuando lloraban, pero, extrañamente, también calmaban mi alma cuando reían.

—¿Primera vez?— Un tono más que familiar, me devolvió la cordura.

Volteé y entre lágrimas, Chloe no dudó en tirarle los brazos a su tía, quién estaba apoyada en una de las paredes. Con la sonrisa que tantos suspiros me arrebató, se acercó a nosotros y tomó a su sobrina a upa. En medio de un suspiro sonreí ante la situación, sin decir una sola palabra la peli-negra había calmado el tormento de la pequeña castaña.

—Es hasta que te tome confianza, no te preocupes— Soltó y secó las débiles lágrimas de su más joven familiar. Con paso lento se alejó de mí para encaminarse a la cocina —¿Quieres café?

Relamiendo mis labios, guardé las manos en los bolsillos delanteros de mis jeans y siguiéndola, acepté. Quedé hipnotizado viéndola haciendo un simple café con la niña en brazos de una forma tan natural. Un escalofrío me recorrió al soñar con algo así diariamente, al fantasear un futuro incierto a su lado. No podía negar que imaginarla como madre era algo hermoso e involuntario, obviamente.

—¿La tienes un momento? No quiero que esté cerca del agua hirviendo.

—Seguro— Pegué a la hija de Nick a mi pecho nuevamente y abandoné la cocina.

Ya no lloraba, efectivamente había sido algo pasajero, aunque de todas formas había conseguido desesperarme. Acomodé un mechón de su pelo detrás de su oreja y su sonrisa me recibió, arrebatándole una a mis propios labios.

Volví a la sala y mientras pensaba en como poder entretenerla, percibí su cabecita esconderse en mi cuello. Sonreí endulzado ante sus inocentes actos y decidí sentarme en el sofá para encenderle la televisión, seguramente peleaba contra las dulces melodías de Morfeo. Busqué algún programa infantil y pronto la sentí removerse sobre mí, sin despegarse ni un centímetro, se acomodó lo suficiente para poder ver el animado programa.

—Lograste que se durmiera.

Mi cuerpo se sobresaltó ante el inesperado ruido, me había enganchado más de lo que esperaba con "El gato con botas".

Quise verificar las palabras de Natalia buscando el rostro dormido de Chloe, enseguida me topé con sus ojitos cerrados y su bracito colgando. Volví mi vista a su tía y esta mordía su sonrisa, salpicada de ternura.

Acomodé a la pequeña para que no se me cayera y me levanté con ella encima. Instantáneamente su insignificante anatomía se desplomó sobre mi pecho, totalmente agotada.

—Te queda hermosa.

Un calor se acentuó disimuladamente en mis mejillas y un sudor frío arrasó cada centímetro de mi piel.

—No... No lo creo— Titubeé y rasqué mi cabeza nervioso —¿Dónde la dejo?

—En la habitación de invitados, supongo que los chicos se quedarán ahí— Comentó acomodando las tazas en la mesita entre el sofá y la televisión.

Haciendo caso a sus palabras, invadí la habitación designada, acomodé a mi sobrina en medio de la cama y coloqué un par de almohadas a su alrededor. Un segundo antes de volver junto con Natalia, un llanto me detuvo. Sin dudarlo regresé a su lado, al acercarme noté que su manito buscaba calor entre las penumbras que gobernaban el cuarto, cuando su piel me sintió, me jaló hacia ella con la poca fuerza que podía implementar. Sin oponerme, me recosté con delicadeza a su lado y como un indefenso cachorro, se pegó a mi pecho.

—Mierda— Musité parpadeando pesadamente mientras intentaba enderezarme, pero algo me lo impedía.

La única luz que había era un delgado rayo artificial proveniente del pasillo, que se colaba por la puerta entreabierta de la pieza. Con un ojo todavía pegado, busqué aquello que me retenía, al encontrarme con Chloe totalmente aferrada a mi camiseta recordé, me había quedado dormido. Alejé sus manitas y con cuidado de no despertarla, me levanté de la cama. Le eché un último vistazo, comprobando que siguiera dormida, y retorné a la sala.

—Creí que te habías quedado dormido con la enana— Soltó la mayor de los Harper con diversión, en tanto arqueaba una de sus cejas.

Ver su sonrisa al despertar había cambiado mi humor, como tantas otras veces en el pasado.

—De hecho, sí me quedé dormido— Confesé acercándome a ella entre risas.

—Me ha pasado, es como un somnífero— Extendiéndome una taza colmada de la turbia sustancia, sonrió.

—La verdad que sí, no soy de quedarme dormido en ningún lado— Acepté su ofrenda con gratitud y dejé que mi olfato disfrutara del exquisito vapor que el recipiente expulsaba.

Una buena taza de café puro y amargo, era lo que necesitaba para desaparecer toda evidencia del paso de Morfeo.

—¿Estás viendo una película de terror? Según recuerdo, no te gustaban— Relamiendo mis labios, me acomodé a su lado para acompañarla con el prometedor film.

—En realidad te estaba esperando— Mis pupilas viajaron a su rostro, ella pasó un mechón de pelo tras su oreja y un rosado tono se adueñó de sus mejillas —Pero como te tardabas, quise empezarla. Espero que no te moleste.

No solté una sola palabra, solo la observé mirarme y negué con la cabeza.

A medida que la película avanzaba, sentía el calor de su cuerpo cada vez más cerca del mío. En un momento, el computarizado demonio se hizo presente del otro lado de la pantalla y ella sujetó mi brazo con fuerza, claramente asustada.

Sin previo aviso, el recuerdo de nuestra primera cita vino a mi mente, su reacción al ver el payaso maldito fue exactamente la misma, aferrada a mis músculos totalmente aterrada, pero siempre con la intención de seguir viendo. Sonreí ladeadamente al comprobar, otra vez, que por mucho tiempo que haya pasado, en el fondo, muy en el fondo, seguíamos siendo los mismos.

Estaba tan perdido en la película, que no fui capaz de percatarme del momento en que terminamos abrazados. Al caer en el mundo real carraspeé y, saliendo del mismo transe del que yo había sido parte, levantó la cabeza, haciendo que nuestros alientos tuvieran la oportunidad de mezclarse. Sus ojos se estancaron sobre mis labios y tragué fuertemente al darme cuenta de ello.

Estudié sus verdosos orbes y parecían transmitir deseo, o eso quería creer. Un tierno tono colorado se posó en sus pómulos, arrebatándole una sonrisa a mi boca. Sus dientes pronto se enterraron en su labio inferior, tentando a cada parte de mi ser a pecar.

Acaricié el contorno de su rostro con el revés de mis dedos y pasé un mechón de pelo tras su oreja, su lengua apareció para lamer su hinchado labio y humedecerlo, consiguiendo que mi psiquis temblara.

Dejó caer sus párpados y lentamente se acercó a mí, su boca no tardó en encontrar la mía. Sujeté su nuca y la pegué más a mí, queriendo más y más de ella. El beso fue tranquilo, hasta que su mano izquierda se posicionó sobre mi pecho y comenzó a subir hasta fijarse en mi cuello, cuando exigió intensificarlo.

Sin pedirle permiso, aseguré mis manos a su cintura y en un rápido movimiento, la coloqué encima de mí. Una sonrisa de su parte surgió bajo el baile que nuestras bocas compartían, obteniendo una mía como respuesta. Sus dedos se enredaron en mi cabello y mis manos se estancaron en sus caderas, las cuales movía, con ayuda de ella, de atrás hacia delante.

Su agitada respiración fusionándose con la mía, los reiterativos movimientos de su feminidad contra mi miembro y sus suaves jadeos, estaban volviéndome loco. La temperatura aumentaba a grandes pasos y los pantalones comenzaban a apretarme.

—Estás jugando con fuego, Natalia— Solté aun con su boca pegada a la mía —Los chicos pueden llegar en cualquier momento.

Su meneo no cesó, mordió mi labio inferior produciendo una palpitación por parte de mi amigo, hecho que la hizo sonreír, relamió mi sabor y enfocó su mirada en la mía.

—Entonces quiero quemarme, quiero volver a sentirte, a tenerte. Si tengo que prender fuego el mundo entero con tal de volver a estar a tu lado, lo haré. Quiero meterme a tu infierno y sacarte de él, o quedarme allá contigo y disfrutarte entre las llamas.

Arqueé una ceja ante sus metáforas y sonreí sin sacarle las pupilas de encima a sus hinchados labios. La vibración de su intimidad a través de la tela, incitaron a mis manos a apretar sus glúteos con fuerza y posesión.

—Vas a quemarte, Natalia— Sentencié, masajeando la carne de su trasero con los instintos a flor de piel.

—No me importa, Matt.

Su lengua recorrió el contorno de mi cuello, aumentando cada vez más el calor infernal que nos envolvía. Cediendo ante mis impulsos, levanté su remera y metí mi mano bajo su suelto pantalón. Al sentir la suave piel de su culo no dude en volver apretarlo, obteniendo un gemido involuntario por parte de la peli-negra sobre mí.

Sonreí ladeadamente y tomando su pelo, estiré su cabeza hacia atrás dejando su cuello desprotegido, pasé mi lengua por él y ella se removió al mismo tiempo en que su boca se abrió.

Luego de soltarla, mi palma se deslizó por su espinal dorsal, produciendo que su anatomía diera pequeños saltos, sin suspender sus actos, mi mano siguió recorriendo su figura hasta su vientre, sus labios volvieron a estrellarse contra los míos inesperadamente, sin embargo, continué deleitándome con las caricias que mis falanges le otorgaban.

En el momento que su mano pasó las barreras de mis ropas y empezó a manosear mi pecho, hice lo mismo con el suyo, de manera pausada escabullí mi palma por debajo de su sostén y no tardé en volver a apreciar su seno, sin vacilar empecé a masajearlo, trayendo viejas alusiones a mi memoria.

Natalia gimió en mi boca y mi virilidad palpito ante ello. Sus caricias descendieron hasta la intimidad que mi bóxer cubría. Gruñí al sentir el calor de su dermis rozarme, su lengua dentro de mi boca me impidió reaccionar ante sus actos.

No existía cosa que quisiera más que acostarme con ella, pero algo me decía que no debía, tal vez, no así. La excitación que nos cubría era demasiada como para poder pararla.

Sus dedos abandonaron mi virilidad y se aferraron al extremo de mi camiseta, luego de jugar con ella unos segundos, amagó con querer quitármela, pero un chillido, acompañado de una molesta vibración, la detuvo.

Sus labios desampararon los míos, dejándolos extasiados y necesitados de más. Su cara estaba colorada, su boca hinchada y su pelo algo desacomodado. Su tórax ascendía y descendía con brusquedad, exigiendo oxígeno.

Sin bajarse de mi regazo, aferró sus falanges a mi hombro y se estiró hasta la mesita frente a nosotros para tomar su celular. Con la respiración alterada, la observé volver y enseguida alterné mi vista entre su ceño fruncido y la brillante pantalla.

Sus pupilas se clavaron en las mías, arqueando una ceja pregunté que sucedía con solo mover la cabeza. Sin desviar la mirada de mi rostro, aceptó la llamada

Hola, Jack— Cerré los ojos y relamí mis labios.

Presentía que yo me sentía mucho más culpable que ella, y es que bueno, por más idiota que sea, él le había salvado la vida a mi padre.

En tanto ella hablaba por teléfono, me removí y acomodé mi paquete, incómodo ante la llamada. Sin embargo, sus dedos aparecieron frente a mí y comenzaron a jugar con mis labios. Arrugando el gesto, dejé que mis ojos volaran hasta su rostro, en el cual una maligna sonrisa era prisionera de sus propios dientes.

Claro, mañana nos vemos Comentó y sin pudor, retomó su meneo sobre mí.

Si ella quería jugar así, por mí estaba bien. Sonreí ladeadamente y apreté sus nalgas mientras la obligaba a moverse más profundamente, intentando ocasionarle gemidos que no pudiera controlar.

S... Sí, a... Adiós— Cortó la llamada y tiró el celular a un costado —¿Desde cuando eres tan malo?— Cuestionó lamiendo su sonrisa.

—Tú eres la mala, hablabas con tu novio mientras te quemabas conmigo— Contesté sin dejar de masajear su cuerpo. Su boca me dio un precoz beso y con ambas manos, peinó mi cabello.

—Tú te acuestas con una chica que te quiere y en vez de quedarte con ella, juegas conmigo— Contraatacó, provocándome.

—Por lo menos yo no le miento diciéndole que la amo— Sonreí arqueando una ceja mientras me deleitaba con sus meneos.

—¿Y quién dijo que yo le confesé tal cosa?— Imitó mi gesto y luego de morderse los labios, los usó para devorar apasionadamente los míos.

—No tengo preservativos— Aclaré con la pizca de cordura que me quedaba.

—Catalina sí.

Se bajó de mis piernas y sujetando mi mano, me arrastró por toda la casa hasta las escaleras.

—No me dejarás escapar ¿Cierto?— Cuestioné intentando acomodar mi erección para que se notara lo menos posible.

Se detuvo frente a una puerta del segundo piso y rotó sobre sus talones.

—Nunca más, musculitos— Sonriendo, pasó sus manos detrás de mi cuello.

—Me encanta.

Sonreí ladeadamente y sentí sus labios saborear los míos, agachándome sostuve su trasero y la levanté, en cuanto sus piernas se enrollaron en mi cintura, crucé el umbral y cerré la puerta con el pie.

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