Capítulo 25
—¿Cómo se está adecuando Natalia a la empresa?— Cuestionó Alexander sorbiendo de su taza de café.
—Bien. Hablando de eso... ¿Por qué lo has hecho? Según me enteré, nunca tuvimos fotógrafos, eran contratados momentáneamente si eran necesarios— Relamiéndome los labios, continué —¿Qué tramabas ofreciéndole un puesto, papá?
Riendo suavemente, dejó el blanquecino recipiente frente a él. Entrelazando mis manos sobre la mesa, esperé su respuesta.
Hace una semana que la mayor de los Harper había entrado a trabajar para mi firma, desde entonces no tuve la oportunidad de hablar sobre lo ocurrido con mi padre.
—Como profesional y dueño de una compañía durante muchos años, supe que era lo más económico y eficaz. Renovar las fotografías de manera regular y tener una buena cantidad de ellas para elegir, también es un punto a favor. Sin contar lo costoso que era contratar alguien capacitado por una cantidad limitada de imágenes.
—¿Y...?— Sonriendo y cruzándome de brazos, me recliné sobre la pequeña silla del bar.
—Y como papá, sé lo que es bueno para mi hijo. Tú y esa chica se quieren, que lo niegues es estúpido— Arrugué el gesto al oír la última palabra, por el contrario, Alex se echó a reír —Pero más allá de si vuelvan a estar juntos o no, deben estar cerca y formar una relación, así sea de amistad o simples conocidos. Tienen amigos en común, Zaqui en especial, y que los hagan elegir entre estar con uno o con el otro, es egoísta y doloroso para ellos.
Desviando mi mirada hacia la ventana más próxima a nosotros, me removí sobre mi asiento. Las palabras de mi antecesor eran cruelmente ciertas, jamás había tomado en cuenta lo difícil que esto había sido para Zac.
Lentamente la culpa ascendía por mi espalda, buscando acentuarse en mí ¿Cómo fui tan idiota de no pensar en la única persona que se quedó a mi lado?
—Aunque, hijo— La ronca voz de mi padre, hizo que mis pupilas buscaran las suyas —Es evidente que algo pasó entre tú y Natalia. Estás demasiado tranquilo hablando de este tema, realmente creí que vendrías hecho una fiera— Apretando los labios, carraspeé y apoyé mis codos sobre la mesa, encerrando con ellos mi taza vacía —Matt, te conozco mejor que nadie. A mí no puedes mentirme, nunca has podido— Se burló y le dio el último sorbo a su amarga bebida.
—El primer día que pisó la empresa estaba como loco, cegado por el enojo dejé expuesto mi disgusto— Bajando la vista, mi memoria viajó hasta aquel día —Queriendo recompensar mi reacción, la invité a tomar un café. En un momento de la charla me explicó lo que pasó el día que vine hasta acá y me contó que cuando me fue a buscar se encontró contigo.
—Hijo, yo...— La angustia pintó sus llamativos orbes al recordar —Si te hubiese dicho, capaz no hubieses sufrido todo lo que sufriste después. En parte me siento responsable de tu pesar.
Sin vacilar, apoyé mi mano sobre la de él y le sonreí lo más dulcemente que pude. No quería que se sintiera culpable, no tenía por qué.
Sonreí de lado y respiré profundamente. El pecho no tardó en pesarme, dificultándome el respirar. Mis manos pronto comenzaron a sudar y el vacío de mi interior a palpitar.
Reabrir viejas heridas, que todavía no terminaban de cicatrizar, me quemaba el alma.
—Descuida, papá, hiciste lo correcto. Si me hubieses avisado habría vuelto, habría caído a sus pies y lo poco que me quedaba de dignidad se habría esfumado— Sonriendo sin humor, percibí un doloroso ardor en los ojos. Sellando nuevamente el pasado, continué —El punto es que me pidió perdón por lo que pasó y le dije que todo estaba olvidado.
—Le mentiste— Afirmó palmeando mi mano.
—No creo que sea necesario darle detalles de mi vida.
—¿Qué pasó después?— Soltándome, tomó un vaso con agua y se lo llevó a la boca.
—Comenzó a llorar y sentí la necesidad de protegerla, la misma que cuando estaba con ella, incluso, creo que fue más fuerte que en ese entonces.
Hice una pausa al percibir lo pesado que mi tórax se había vuelto, suspiré y despeinándome, me concentré.
—Salió corriendo del local y la seguí— Sonriendo, añadí —Comenzó a llover, una cosa llevó a la otra y me besó— Miré a mi padre y sobre sus labios una sonrisa se acentuaba —Le recordé a su chico y luego se fue.
—¿Solo eso?— Cuestionó curioso, parecía un crio al que le estaban relatando un cuento.
—Hace dos días Catalina hizo una fiesta y Natalia tomó demás. Me preguntó si la odiaba, si amaba a Samantha y confesó quererme. Cuando todo terminó iba a llevar a Sam e irme a casa, pero la barbie me pidió quedarme y Collins fue quien llevó a Green— Sintiéndome mal por haber abandonado a mi dedicada secretaria, agaché la cabeza.
—Estás destrozando a esa chica.
—Ya lo sé, pero te juro papá, que no quiero hacerlo.
—Estoy seguro de que es así, hijo.
Un suspiro pesado por su parte me dio a entender que estaba molesto conmigo por la rubia, Alexander apreciaba mucho a Samantha, fue indispensable para él en millones de ocasiones y no le era nada divertido que estuviera lastimándola.
Una de las tantas cosas que mi padre consideraba super importantes, era el ser siempre un caballero. Desde que tengo uso de razón que continuamente me lo remarcaba, sin importar que pase, debía comportarme y jamás faltarle el respeto o lastimar a una mujer, indistintamente de quien fuera o cuantos años tuviera.
Todo lo que hiciera o dijese refiriéndome a una dama, debía ser siempre con respeto. Jamás falté a aquel principio, por eso antes de estar con alguna chica le dejaba en claro mis intenciones, para así poder respetar sus decisiones. Está era la primera vez que priorizaba mis placeres sin importarme la otra persona y, a causa de ello, la culpa estaba convirtiéndose en una insistente amiga mía.
—Luego hablaremos de Samantha, continúa contándome.
—A la mañana siguiente, mientras desayunaba me crucé con ella y me confirmó que su confesión había sido sincera. Después fuimos a la playa y nos quedamos solos en el mar— De repente sentí un calor extra sobre mis mejillas, tenía la suficiente confianza para hablar con mi papá, pero en el fondo no dejaba de ser algo incómodo —Volví a besarla, pero sintiéndome mal por el idiota de su novio, lo nombré. Sin embargo, ella insistió en estar conmigo. Y sorprendentemente, reveló sus intenciones.
—¿Qué intenciones?
—Dijo querer pelear por mí.
—¿Por qué la alejas?— Fruncí el gesto ante su pregunta.
—¿A qué te refieres?
—Cada vez que das un paso adelante con ella, mencionas al doctor Collins. Aunque no me parece del todo mal, ya que no creo que se merezca ser traicionado.
—En el fondo, todavía la amo, papá, y si expongo lo que siento voy a ser débil y no quiero. Lo que quiero es que peleé por mí, que se esfuerce por tenerme como yo lo hice con ella. Quiero sentir que realmente le importo y por, sobre todo, quiero vengarme pacíficamente, de todo el dolor que me causó.
—Matt, la venganza nunca es buena.
—Jamás lastimaría a Natalia, papá. Simplemente quiero jugar, hacerla desear y que a raíz de eso decida muy bien, si quiere volver estar conmigo o quedarse con Collins.
[...]
Sentado en mi despacho, comencé con el papeleo semanal. Todos los lunes debía revisar los acuerdos legales, si bien tenía personal especialmente capacitado para esto, prefería darles un vistazo personalmente.
A minutos del medio día, el comunicador sobre mi escritorio chilló. Casi nunca se usaba el teléfono interno, ya que mis empleados más esenciales los tenía junto a mi oficina y con tocar la puerta era suficiente. Enarcando una ceja, apreté el botón que liberaría la filtrada voz a través del parlante.
—Jefe, la... Señorita Harper, solicita verlo— La diversión en el tono de Nicholas, por tener que llamar así a su hermana, era imposible de ocultar.
—¿Por qué has llamado? Con tocarme la puerta es más que suficiente— Comenté con el mismo tono y añadí —Que pase.
—Lo siento, no quería levantarme, además quería aprender a usarlo. Ya le di el sí, señor.
—Por cierto, Nicholas, no vi a tu compañera cuando entré ¿Faltó al trabajo?— El rechinido de la cerradura me avisó sobre la llegada de Natalia.
Le señalé la silla en completo silencio para poder escuchar a mi secretario con total claridad.
—Vino, pero cinco minutos antes de que llegaras se metió al baño. Aunque no la veo muy bien, sinceramente.
—Bueno, si crees que es necesario llama un médico o que se tome el día libre si se siente muy mal. Cualquier cosa, avísame.
—Seguro.
—¿Está todo bien, Matt?— Cuestionó la peli-negra frunciendo sus cejas mientras que se acomodaba en la silla que hace segundos le había ofrecido.
—Es Samantha, creo que se siente mal.
Molesto por lo inusual de su salud, suspiré y me recargué sobre el acolchonado respaldo. Frotando el puente de mi nariz con ambas manos, me tomé un minuto.
—¿Qué se te ofrece?
Una de sus cejas se elevó al distinguir lo seco de mi pregunta. Sonriendo relamió sus labios, yo la retaba y ella me provocaba. Esto podría llegar a ser divertido.
—Necesito sacarte otra foto.
—¿Por qué otra?— Cruzándome de piernas y brazos, enfoqué mis ojos en los suyos.
—Una con misterio, por decirlo de alguna forma.
—¿Y para qué?
—Para la gigantografía del evento en tu honor— Ella sonreía mientras que yo solo enarcaba una ceja, perdido ante sus palabras —¿No lo sabías? Incluso vendrá tu padre, todos aquí están organizándolo.
—Que raro que mi padre no me haya dicho nada— Solté con ironía. Sonriendo de la misma forma, me levanté —¿De qué va el evento?
—Será una fiesta elegante por el cambio de dueño de la firma. Todos tus empleados junto con tus socios, asistirán.
—¡¿Qué mierda le pasa a ese hombre que jamás me dice nada?!— Escupí aferrando mis dedos a al negro cinturón sobre mi cadera.
—Será el viernes—Mencionó siguiéndome con la mirada, ya que no podía quedarme quieto.
—Carajo— Susurré en tanto acariciaba brutamente mi frente.
Un llamado a la puerta nos interrumpió, del otro lado la figura de Samantha se presentó.
—Señor— Vociferó después de estudiar a Natalia con la vista.
Verificando su estado con los ojos, me acerqué a ella.
—¿Cómo te encuentras? Te he mandado varios mensajes ayer y no me contestaste ¿Llegaste bien a tu casa?
Ayer antes de salir hacia la playa y al llegar a mi hogar, intenté comunicarme con ella para preguntarle si se encontraba bien. Me preocupaba que hubiera tenido un accidente o algo parecido.
Sonriéndome, negó sutilmente con la cabeza. Enseguida mordió su labio inferior consiguiendo que mi gesto se arrugara. Por algún motivo, me molestaba, ya averiguaría el por qué.
—Llegué bien, Jack fue muy amable. También estoy bien, solo tengo dolor de cabeza.
—¿Y por qué no me has contestado?
—Debería irme— La voz de Natalia hizo que mi cuerpo girara hacia su dirección, no sé en qué momento había llegado a mi lado —Avísame cuando estés libre para la sesión de fotos— Sujetó delicadamente mi brazo y con suavidad descendió hasta rozar la piel de sus dedos con la de los míos.
Un escalofrío me recorrió casi al instante, miré velozmente a la rubia y está había desviado su vista hacia el cielo raso, en tanto su lengua chocaba con el interior de sus mejillas.
—Si... No...— Balbuceé desorientado —¡Mierda!— Llevé las manos a mi rostro y ahogué un grito de frustración. Al bajarlas noté a Samantha molesta y a Natalia divertida. Suspirando y poniendo los ojos en blanco, hablé —Samantha ¿Tú sabías sobre el tal evento en mi nombre?
—Sí, jefe. Sin embargo, su padre me pidió que no le dijera nada, que alguien ya se lo diría— Acentuó sus últimas palabras al mismo tiempo en que sus ojos le daban un rápido repaso a la oji-verde.
Natalia le sonrió maliciosamente, elevé ambas cejas y reprimí una venidera carcajada.
—Bueno, ya hablaré con mi padre sobre sus secretos en mí empresa— Recomponiendo la postura, cuestioné —¿A qué habías venido?
—Alguien quiere verlo, señor— La molestia se filtraba por su garganta, acompañando cada una de sus palabras.
Sin duda, Natalia no le caía bien.
—¿Quién?— Cuestioné con el ceño fruncido, frustrado por la situación.
Ya estaban volviéndome loco y la semana recién comenzaba.
Antes de que la rubia pudiera revelar la identidad de esa persona, aquella tan conocida mujer invadió mi despacho sin permiso.
—Hola, Matt.
Mi cuerpo se paralizó y juro haberme escuchado tragar con fuerza. Mis orbes se abrieron y mi mandíbula parecía desprenderse de mi rostro ante la sorpresa, realmente no esperaba volver a verla.
—Ma... Mamá...
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