Capítulo 21
Al visualizar la gran casa de Catalina apagué el motor, abandonamos el auto y enseguida nos dirigimos a la puerta, a través de las ventanas ya se podía ver diferentes siluetas bailando y moviéndose de un lado a otro. Como era de esperarse, una fiesta de la rubia no sería para nada tranquila. Por lo que noté, la reunión había empezado hace poco, ya que no había basura sobre el césped de la entrada, ni gente vomitando sobre la vereda.
—Tus amigos saben divertirse— Mencionó Samantha mordiéndose el labio a la vez que sus cejas se elevaban.
Parecía emocionada, iba a preguntarle hace cuanto no asistía a una, pero rápidamente descarté la idea. Lo único que quería era entrar a la cocina por una fría cerveza y prenderme un cigarro.
—Eso creo— Haciendo una mueca con mi cara, metí las manos en los bolsillos delanteros de mis jeans y me hinqué de hombros.
Toqué la puerta e inmediatamente me sentí estúpido por haberlo hecho, con la música sonando a tan alto volumen iba hacer imposible que me escuchasen. No habían pasado más de dos minutos y mi paciencia ya se estaba esfumando, miré a la rubia a mi lado y esta intentaba disimular la diversión que mi carácter le causaba. Revoleé los ojos y tomé mi celular, busqué entre mis contactos a mi mejor amigo e inmediatamente lo llamé.
—¡Eh, Matt!— Me nombró entre risas, acaricié frustrado el interior de mi boca con mi lengua —¿Vendrás?
—Estoy en la puerta— Respondí suspirando.
—Genial, iré abrirte— Concluyó y me colgó.
Guardé el móvil en su lugar y regresé mi mano a la seguridad de la tela. Ojeé a Samantha y estaba riendo con la mirada puesta sobre la pantalla de su teléfono mientras que sus dedos no dejaban de moverse con velocidad sobre este.
—¿De qué te ríes?— Cuestioné enarcando una ceja.
—Es que un amigo...— Dejó su oración inconclusa por volver a carcajear.
—¿Con el que subes fotos?— Interrogué con el ceño fruncido.
Sus iris color miel volaron hasta los míos, deteniendo su diversión, secó su lagrimal y mordió su labio inferior —¿Está celoso, jefe?
—No— Negué con firmeza y me volteé a visualizar la puerta que comenzaba hacer ruido —Solo te hice una pregunta.
Antes de que ella pudiera contestar, Zac apareció frente a nosotros. En su rostro una sonrisa causada por el alcohol, deslumbraba.
—Al fin llegaron— Haciéndose a un lado, nos dejó pasar.
Al ingresar a la casa de la melliza, la música resonó en mis oídos y la cantidad de personas parecía haber incrementado.
—Síganme, los chicos están en el patio— Habló el oji-amarillo a los gritos.
Sin contestarle lo seguimos, a medida que iba esquivando gente comencé a reconocer sus rostros, la mayoría de los invitados habían asistido a mi preparatoria. A pocos pasos de llegar, una mano se posó en mi hombro y ejerció presión deteniéndome. Instintivamente mi cuerpo se trabó, giré únicamente mi cabeza para descubrir quien era, debía cerciorarme antes de atacar, algo que aprendí por las malas, al hacerlo descubrí a uno de mis antiguos compañeros. Mi musculatura se aligeró y sonriendo, me volteé por completo.
—¡Tanto tiempo sin verte, Bolton!— Exclamó Simón, uno de los chicos del equipo.
—¡Simón!— Solté y acepté su abrazo —¿Cómo has estado?
—Bien, como se puede— Respondió riendo —¿Y tú? Hace años que no sabíamos nada de ti, creímos que te habías muerto— Bromeó y palmeó mi espalda con fuerza.
—Algo así— Contesté y comenzó a carcajear, creyendo que estaba jugando. Sonreí ladeadamente y apreté su hombro —Iré afuera, si ves a los demás diles que pasen, así hablamos un rato.
—Seguro, capitán— Guiñándome un ojo, asintió.
Aquella palabra hizo que mi estómago se removiera y que los recuerdos de buenos momentos con los chicos vengan a mi mente. El equipo fue un gran apoyo para mí a lo largo de toda mi adolescencia, cuando estaba enojado me descargaba en el campo, cuando estaba feliz festejaba con ellos y cuando me sentía solo, recordaba que me necesitaban al ser su mariscal de campo, y eso siempre me levantaba.
Al llegar al patio, rápidamente reconocí a los mellizos y al más pequeño de los Harper con su chica, entre las demás personas que lo ocupaban.
—¡Me alegra que vinieran!— Chilló Catalina y extendiendo sus brazos se acercó a mí, antes que pudiera darme cuenta la tenía colgando del cuello, no pude evitar echar a reír.
—Tenía ganas de venir— Confesé mientras me acercaba a John para saludarlo.
—¿Alguien más oyó eso?— Se burló y los chicos comenzaron a reír.
—Que chistosa, rubia— Contesté sarcásticamente uniéndome a sus risas.
—No le hagas caso, tiene problemitas— Añadió su mellizo aumentando las carcajadas de todos, menos las de su hermana.
—¡Tú cállate!— Gritó histérica cruzándose de brazos y frunciendo su ceño molesta.
Un ligero y rápido golpe en mis costillas me desconcertó, elevé ambas cejas y dejé que mis pupilas volaran hasta el culpable. Mi mejor amigo tenía la vista fija sobre mí, en un rápido movimiento la alterno a mis espaldas y miré por sobre mi hombro, Samantha, lo había olvidado.
—Samantha, mis amigos. Chicos, Samantha— La presenté y tomé la botella que Catalina me extendía.
—Hola, Samy— Saludó Nick sonriente y elevó su botella.
—Hola muchachos, linda fiesta— Comentó y sonrió gentilmente en tanto sus luceros observaban todo su alrededor.
—Gracias. Ten, linda— Inmediatamente, mi secretaria aceptó la bebida que la melliza le cedía.
—¿Son novios?— Cuestionó John sin pudor.
Zac carcajeó libremente, Nick miraba divertido la escena mientras ingería su cerveza y Cata atravesaba a su hermano con la mirada. Le di un trago a la botella y sonreí negando.
—Para nada, es una amiga— Miré disimuladamente a mi acompañante y sentía como relamía sus labios incómoda en tanto llenaba su estómago de alcohol.
Sequé las comisuras de mis labios con el revés de mi mano y me llevé un cigarro a la boca.
—En ese caso... Tu amiga es muy... Bonita— Señaló el mellizo entre balbuceos, con los ojos puestos en mi secretaria.
—Tranquilo, Romeo— Se mofó su hermana ocasionando más risas.
Arqueé una ceja divertido y encendí el blanquecino filtro —No lo retes, tiene razón— Defendí sus palabras y le guiñé un ojo al rubio.
—Trajimos las gelatinas— Se escuchó decir en un tono eufórico a mis espaldas.
¿Por qué siempre quedaba de espaldas cada vez que ella aparecía? Expulsando el humo roté sobre mí mismo, encontrándome con Natalia y su novio. Estudié de arriba abajo al doctor de mi padre y empiné la botella.
—Hola— Saludó la peli-negra, esbozó una sonrisa y pasó un mechón de pelo tras su oreja.
Pronto sus iris se dirigieron a mi costado, en cuanto vio a Samantha, su cuerpo pareció volverse rígido y hasta llegué a notar que tragó con fuerza.
—Hola— Contestamos al unísono con la rubia y la oji-verde relamió sus labios.
—Hola, Max. Gusto en verte— Soltó Jack escupiendo una falsa alegría.
¿Max? ¿En serio? Realmente quería partirle la cara, me vio suficientes veces como para recordar mi nombre.
—Matt— Escupí reteniendo mis impulsos mientras que le dejaba ver una irónica e inigualable sonrisa.
—Discúlpame, me lleva tiempo recordar nombres— Con una circular bandeja plateada entre sus manos, se arrimó a cada uno.
Hice un paso hacia atrás de la ronda para fumar con libertad, ya que Anna, Nick y John no fumaban.
—Voy a grabártelo en la frente— Murmuré apretando los dientes a la vez que llenaba mi interior de tabaco.
—Ojo— Susurró mi mejor amigo mientras se prendía un cigarro —Te escuché.
—Él me busca, sabes que lo hace apropósito.
—Está celoso, pero no es malo. Además Jack no es de pelear, solo intenta... ¿Cómo decirlo?— Se tomó un momento para meditarlo —Al carajo, está celoso y punto.
No pude evitar reír ante la poca paciencia de Zac por buscar las palabras correctas. El novio de Natalia no tardó en llegar a nosotros con las últimas gelatinas. Me negué secamente, pero una ovación, literalmente unánime, me insistió aceptar.
—Por los viejos tiempos— Elevando el pequeño vaso transparente, Cata tomó la palabra.
—¡Salud!— Soltamos todos juntos y comimos el pegajoso postre mezclado con vodka.
[...]
Una hora después, la mayoría de los invitados estaban ebrios, lo que parecía ser un indefenso postre terminó por convertirse en un traicionero shot.
—¿No se embriagaron demasiado rápido?— Me burlé abriendo otra cerveza.
—No todos toman diariamente, como tú— Me atacó el oji-amarillo dejando salir el humo por su nariz.
—Tú no eres un santo, oficial— Mientras refrescaba mi garganta, una idea se me vino a la cabeza —¿Por qué no vas hablar con la rubia?
—¿Y qué se supone que le diría?
—Es hora de que des el primer paso, ¿No crees?
—No lo sé, amigo. Siento algo muy lindo por ella, pero tengo miedo de arruinarlo— Respiró profundo y rascó su cuello nervioso.
—Sé de buena fuente que espera por ti, anímate. Ya se tardaron bastante— Rió conmigo y palmeé su rodilla —Confía en mí, es hora de que por fin seas feliz, Zac.
—¿Estás seguro de que tú no estás ebrio?— Cuestionó entre carcajadas.
—Tal vez, pero solo un poco— Confesé y le arrebaté el cigarro para darle una buena calada —Ve, de lo contrario te arrepentirás mañana.
—Si sale mal...— Lo interrumpí apoyando la palma de mi mano en su espalda para empujarlo, obligándolo a levantarse.
—Si sale mal te dejaré golpearme, ¿Trato?
—Trato.
Luego de estrecharme la mano, suspiró profundamente tomando valor y por fin se fue. Me alegraba por él, Zac realmente merecía ser feliz. Ellos hacían una hermosa pareja, se complementaban a la perfección y, sin duda, eran lo que el otro necesitaba.
—¿Bailas conmigo?— La voz de Samantha me trajo de vuelta a la realidad.
Al igual que los demás, ella también estaba bajo los efectos del alcohol. En tanto yo me tomaba un respiro con mi amigo, ella se había quedado bailando con su compañero de trabajo, Anna y John.
—Sabes que no bailo— Comenté secamente intentando centrar mi vista en ella.
—Sé que no haces nada que a los demás les resulte normal, Matt— Escupió poniendo los ojos en blanco.
—Tú ganas— Con tal de no escuchar sus quejas, acepté.
Tiré la colilla y la pisé, soltando el último suspiro colmado de humo, me levanté y entré a la casa.
Mientras que Samantha bailaba a mi lado, yo me dedicaba a vaciar lentamente mi botella y observar a los chicos a mi alrededor. No me había dado cuenta cuanto extrañaba estar con ellos, lo bien que me hacía estar a su lado.
Al poco tiempo la necesidad de ir al baño se hizo presente, desde la cena que no iba. Después de avisarles a los chicos, me encaminé al servicio más cercano, increíblemente no solo estaba ocupado, sino que había una exagerada fila de espera junto a la puerta. Sacando provecho de ser amigo de los dueños de casa, fui al baño del segundo piso. Cuando por fin liberé a mi cuerpo del exceso de líquido, me arrimé al lavabo y me eché una buena cantidad de agua en el rostro, refrescándome, escurrí el exceso y lo pasé a mi cabello.
Antes de volver con los demás me escabullí hacia el patio de nuevo, tomé una botella de la mesa y esquivando personas, salí al aire libre. Recargándome sobre la pared más alejada, aventé la tapa y comencé a ingerir la incolora sustancia.
—Hola mus...Musculitos— Frunciendo el ceño giré la cabeza y vi a Natalia riendo ante su propia dificultad para hablar.
—Hola, Natalia— Volviendo a empinar la botella fijé mi vista al frente.
—Me alegra que hayas ve...Venido— Sonreí bajo el húmedo pico y negué con la cabeza.
—Deberías entrar y quedarte con tu chico. Estás ebria— Afirmé y tanteé todos mis bolsillos en busca de los cigarros —Carajo— Murmuré al comprobar que estaba vacía.
—¿Quieres?— Musitó con un apenas audible hilo de voz.
—Gracias— Acepté su ofrenda y lo prendí fuego con necesidad.
—Matt... ¿Tú... Tú me odias?— Mi ceño se frunció inmediatamente y mis ojos volaron a su rostro.
—Jamás podría hacerlo, por mucho que lo intente.
—¿Me quieres?
Enarqué una ceja y sonreí sin humor —¿A qué viene todo esto?
—Yo todavía te quiero, Matt— Aun con la poca luz podía distinguir el brillo antecesor de un venidero llanto en sus verdosos orbes.
Un cosquilleo nació en mi vientre y mi mandíbula pareció caerse. Mi pecho se infló y mi corazón latió emocionado. Tantas fueron las noches que soñé con escuchar esas palabras y hoy aparecieron sin previo aviso.
Dejé caer mis párpados y suspiré con pesadez, mis sentimientos nuevamente luchaban dentro de mí y mi corazón quería sobrepasar a la razón.
—Natalia, no creo que sea apropiado hablar de esto. Tienes novio y de seguro te está buscando.
—¿Te has enamorado de tu secretaria?
Elevé ambas cejas y una risa se escapó de mi control —Pero ¿Qué dices? No, Natalia, no me enamoré de nadie.
Las lagrimas comenzaron a abandonar sus ojos, instintivamente volteé para quedar de frente a ella y dejando la botella entre mis pies, tomé su rostro con ambas manos.
—¿Por qué lloras?
—Ya no me quieres y estás enamorado de otra chica.
—Sí te quiero y ya te he dicho que no me enamoré de nadie.
—Pero tú te acuestas con ella— Soltó de repente y yo eché a reír más fuerte.
Sabía cuan borracha estaba y lo más probable era que no se acordara de esto mañana.
—Y tú tienes novio, ¿Lo olvidas?
—Pero nunca me acosté con él.
Un escalofrío me recorrió todo el cuerpo y el hormigueo pasó a ser un devastador huracán. Sonreí, aunque mi mente me decía que no lo hiciera.
—¿Natalia?— Se escuchó una voz masculina gritar por encima de los bullicios y la música —¿Dónde estás?
—Vete, te están buscando.
Tomé un mechón de pelo, que se empecinaba con alojarse sobre su rostro, y lo acomodé detrás de su oreja. Acaricié sus mejillas y besé su frente mientras respiraba profundamente grabando su aroma en la memoria de mi olfato.
Posó su mano sobre la mía y se abalanzó hacia mí, antes de que su boca chocara contra la mía la esquivé, desviando su beso a mi mejilla.
Luego de que ella se fuera seguí ingiriendo la botella que había tomado de la mesa, no mucho después apareció la rubia. Su mano estaba estirada frente a mí, sonriendo la tomé y siguiéndola volvimos a la fiesta.
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