Capítulo 19

Al notar que me acercaba a ella, lamió sutilmente su sonrisa y acomodando un mechón de pelo tras su oreja, se dispuso abandonar mi oficina.

—Espera— Comentó, frunciendo mi ceño detuve mis pasos —Solo me falta una foto del dueño, para completar la sesión de la presentación— Manoseando la negra cámara que sus manos sujetaban, se arrimó a mí —¿Po...Podría tomarte la foto?

Elevé ambas cejas sin intención de hacerlo. Aun con mis manos en los bolsillos, medité mi futura respuesta. No era fanático de las fotografías y el posar para Natalia era un tanto incómodo, pero era su trabajo y uno de los deberes que cargaba mi puesto.

—Seguro— Retrocedí y usando únicamente mi mano izquierda, acomodé la colorada corbata de mi cuello.

Separé un poco mis piernas y volví a resguardar mi extremidad en la seguridad de la tela, trabé mis músculos y enderecé mi espalda a la perfección. El paisaje de la ciudad, otorgado por el ventanal detrás de mí, me regalaba un profesional y elegante fondo. Poniéndome serio, clavé mis ojos en el lente de la cámara, transmitiendo seguridad.

Natalia acercó la pequeña máquina a su rostro y rio, fruncí mi ceño desconcertado por su acción. Suspirando negó con un movimiento de cabeza y dando rápidos pasos llegó hasta mí. Sin pizca de vergüenza o respeto por mi espacio personal, acomodó mi cabello con sus delicadas falanges.

Mis iris estaban incrustados en su rostro, su labio inferior era prisionero de sus dientes y sus verdes luceros observaban con atención el trabajo que sus dedos hacían. Al terminar con lo despeinado de mi pelo, su mirada se estancó en la mía por un momento, el revés de su mano bajó de forma lenta por el contorno de mi cara y sin despejar mi vista de la de ella, sentí como su suave piel me acariciaba.

Tragué con fuerza al percibir como el interior de mi vientre vibraba ante su contacto. Deseaba con cada parte de mí, tomar su muñeca y estampar mis labios sobre los suyos, pero por suerte mi voluntad se había fortalecido.

Sin sacarle los ojos de encima, percibí como sus, ahora brillantes, orbes veían más allá de mí. En cuanto reaccionó, la tonalidad de sus mejillas enrojeció y sus negras pupilas se movían de un lado al otro. En tanto yo enarcaba una ceja, divertido y confundido ante su reacción, ella agachó la mirada y frotándose la nariz se alejó de mí. Dejé que mi vista volara una vez más hacia el lente de su aparato de trabajo y a los pocos segundos el sonido escupido por la cámara, respectivo al botón que su dedo apretaba velozmente sin descanso, llegó a mis oídos.

—Gracias— Soltó con los ojos puestos en la pequeña pantalla donde mi imagen se conmemoraría.

—De nada— Esbocé una ladeada sonrisa al percibir como los nervios la colmaban sin piedad—¿Podrías esperarme abajo?— Cuestioné relamiendo mis labios, la peli-negra asintió y luego de sonreírme me dio la espalda para ser la primera en abandonar la oficina.

En cuanto la vi salir, froté bruscamente mi rostro e instantáneamente despeiné mi cabello, respiré hondo y cerrando los ojos liberé el aire con pesadez. Miré el grabado brazalete por unos segundos, pensando en que debía hacer con él, cuando estuve por desabrochar la hebilla alguien llamó a mi puerta.

—Matt— Al levantar la vista me encontré con Nicholas —Pasaba a recordarte tu reunión de las 13.

Apoyé ambas palmas sobre la fría madera de mi escritorio y suspiré. Había olvidado por completo la reunión y sinceramente no quería cancelarle a Natalia, aparte de escuchar a mis tripas rugir cada par de minutos, deseaba pasar un rato con ella.

—Cancélala y pásala para mañana, por favor— Me decidí y rápidamente tomé las llaves de mi auto, mi teléfono y el papel con los pedidos de mi reciente fotógrafa.

—¿Saldrás?— Preguntó el oji-azul divertido mientras arqueaba una ceja.

—Digamos que me invitaron a almorzar— Respondí ya frente a él. Su sonrisa me dejaba muy en claro que sabía de quién estaba hablando —Antes de que lo olvide, ten— Entregándole el amorfo pedazo de papel, guardé mi móvil en uno de mis bolsillos—Encarga todo eso y que lo traigan hoy, sin falta— Leyendo la lista, asintió —Es para el área de tu hermana, que lo acomoden en cuanto las cosas lleguen. Quiero que este todo listo para mañana a primera hora— Ordené agravando la voz.

—Seguro, jefe— Respondió totalmente serio.

—Si necesitas ayuda o lo que sea, díselo a Samantha— Finalicé palmeando su hombro y pasé por su lado.

Al salir del edificio no tardé en visualizar su hermosa anatomía recargada en una de las columnas. Despeiné mi cabello con un tosco movimiento de mis dedos y me acerqué a ella. Al verme se enderezó, con las manos resguardadas en los bolsillos de mi pantalón, le hice un ademán con la cabeza para que me siguiera. En tanto las ruedas del coche comenzaban a desgastar su goma al girar y una estación aleatoria sonaba en el estéreo, le pregunté dónde vivía para poder tomar la ruta adecuada.

—En el mismo lugar de siempre— Comentó sonriendo con la mirada perdida en la ventanilla —No puedo irme, no quiero dejar a mamá sola.

La imagen de su madre vino a mi mente inmediatamente, hacía años que no sabía nada de ella, la última vez que la vi fue en la cena de mi graduación.

—¿Cómo está Susana?— Interrogué mientras giraba el volante hacia la derecha.

—Ahora mejor— Respondió con la voz un poco acongojada.

Automáticamente fruncí el ceño ante su respuesta y guie mis ojos hacia su rostro.

—¿Estuvo mal?

—Hace poco más de ocho meses la internaron— La noticia me cayó como un balde de agua fría, tragué con fuerza y presioné con más vigor el gomoso manubrio.

—¿Qué le sucedió? ¿Está bien? ¿Necesita algo?— Comencé a llenarla de preguntas debido a los nervios por el bienestar de una excelente mujer.

—Tranquilo, Matt— Sonrió y apoyó su mano sobre la mía, la cual se aferraba a la palanca de cambios —Está bien, fue una recaída del momento. Aunque no voy a negar que nos asustamos muchísimo.

Su mano sobre la mía, además de ocasionarme un huracán en el estómago, me calmó. Sonriéndole, moví la palanca para poner tercera y tomar velocidad.

Unos minutos después, aparqué el auto frente a la casa que tantos días y noches había visitado, una casa que contenía numerosos recuerdos de buenos momentos de mi pasado.

Luego de girar la llave, Natalia abrió la puerta y se adentró a su vivienda. Respiré hondo inflando mi tórax de valor, retuve el aire por unos segundos y lo dejé salir al poner un pie dentro de la morada. Cerré el portal a mis espaldas y observé el lugar, estaba prácticamente igual en cuanto a decoración, unas cuantas fotos extra, de la graduación de los chicos y la pequeña Chloe, era una de las pocas cosas que había cambiado.

Entre más pasos daba, más vacía la sentía. Era demasiado notorio el hueco que había dejado el señor Harper y la ausente alegría de Nicholas.

—¿Estás bien?— Su melodiosa voz me sacó de mis pensamientos.

Sonriendo para complacerla, me sinceré —Sí, solo... Recordaba.

—Si vas a mi habitación recordarás mucho más— Elevé ambas cejas y sonreí, al darse cuenta del doble sentido de sus palabras enrojeció brutalmente —¿Tan mal sonó?— Arrugó los ojos a la vez que sus dientes mordían su labio inferior.

—Terriblemente mal— Respondí carcajeando, pronto el sonido de su palma golpeando su frente incrementó mi diversión.

Al entrar a la cocina un recuerdo se me vino a la mente: Los hermanos peleando y yo haciendo el desayuno, esa noche me había quedado a dormir con mi ex-cuñado al volver de cenar con su hermana y mi padre. Sonreí ante aquella alusión y con mis zapatos resonando sobre las frías baldosas, me arrimé a una encimera para recargarme en ella.

—¿Quieres una cerveza?—Preguntó con la cabeza dentro del refrigerador —¿O prefieres vino?

—Lo que quieras esta bien— Sonreí al observarla, actuaba natural y a la vez nerviosa.

La confianza que llegamos a tener fue increíble y evidentemente no llegó a perderse del todo, pero la incomodidad por lo que vivimos al separarnos, tensaba el ambiente por momentos.

—Vino será— Apoyó una negra botella sobre la mesada y extrajo dos copas gordas de una alacena.

Rellenó el cristal con la rojiza sustancia y me extendió una. Moviéndola en cirulos la llevé bajo mi nariz y aspiré el fuerte aroma a uva, sin poder desviar mis ojos de ella. Luego de darle un pequeño sorbo la dejó a un costado de la hornalla y buscó que preparar. Con una ceja levantada la observé divertido mientras que, poco a poco, ingería todo el contenido de mi copa.

—¿Qué te parecen unas salchichas con puré?— Eché a reír y me removí sobre mis pies.

—¿En serio? ¿Salchichas con vino?— Cuestioné dejando mí, ya casi vacío, recipiente a un lado y me coloqué a su lado. Agachándome detrás de ella, sin siquiera rozarla, ojeé las provisiones que guardaba dentro de la heladera.

—Es eso o lasaña, pero es pasta.

—Que sea pasta entonces.

Tomó velozmente todo lo que necesitaría y retrocedió, accidentalmente su cuerpo chocó contra el mío al no darme tiempo a moverme. Era una posición que podría mal interpretarse muy fácilmente. Una corriente eléctrica recorrió mis huesos al mismo tiempo en que una parte dormida de mi cuerpo, comenzaba a despertarse. Al notarlo salté hacia atrás y, tosiendo ante la situación, volví a mi lugar. Ahora sus mejillas no eran las únicas que había tomado otra tonalidad, aunque la suya era diez veces peor comparada con la mía.

Acomodando todo lo que usaría sobre la mesada donde su vino descansaba, comenzó a cocinar. En tanto remojaba las secas láminas, hablamos sobre la pequeña Chloe, como fue cuando le dieron la noticia a Susana, el embarazo, sus primeros pasos y su primera palabra, "pa...a...pá".

En medio de la preparación vi que las láminas se le estaban rompiendo y la salsa parecía empezaba a formar grumos.

—Yo sigo con esto, sírveme más vino, por favor— Pedí mientras tomaba el control de la comida.

Ahora con los puestos cambiados, ella me observaba en tanto yo condimentaba la salsa y metía la lasaña al horno.

[...]

—Mhm, eres un Dios en esto— Anunció con los ojos cerrados saboreando la comida.

—Gracias— Con el cristal sobre mis labios, dejé que el alcohol bajara la porción que recientemente había ingerido —A decir verdad, hace mucho no cocinaba. Me sorprende que no haya quemado la casa.

—¿En serio? ¿Hace cuánto que no cocinabas?— Su curiosidad, a diferencia de la de Samantha, no me molestaba.

Con el agujero de mi pecho latiendo ante el dolor oculto en él, contesté —Cuatro años.

Mientras que ella, sorprendida, se quedaba en silencio, aproveché para comer otro bocado con una sonrisa divertida en mi rostro. Sus verdosos iris se fijaron en los míos, buscando en ellos el por qué de mi respuesta.

—¿Cómo anda la rubia?— Pregunté cambiando de tema al ver como el silencio se había prolongado.

—Bien, está por recibirse— Relamiéndose los labios se metió otro bocado a la boca, con la mirada perdida a un costado nuestro.

—¿De qué?— Frunciendo el ceño le di otro trago a mi bebida.

No estaba al tanto de que Cata estuviera estudiando, y ahora que lo pensaba, nunca se lo había preguntado a nadie, me sorprendí de lo egoísta que me volví con el paso del tiempo.

—Médica— Mis iris viajaron a los suyos instintivamente, pero bajé la vista primero y le di otro sorbo a mi vino, esta vez vaciando la copa.

—Hermosa profesión— Arrastrando la silla me levanté de la mesa.

Después de haber limpiado todo lo que usamos, me dirigí al patio trasero que había en la casa y me prendí un cigarro. No pasó mucho tiempo hasta que Natalia se me unió.

—Creo que la barbie y Zac están comenzando algo— Dándole una profunda calada al filtro sentí como mi estrés se iba con la blanca nube.

—¿Recién te das cuenta?— Sonrió mientras la llama de su encendedor era absorbida por el cigarrillo —Desde que los vimos besándose aquella noche que están así, y no sé si incluso anterior a eso. El problema es que ninguno quiere salir lastimado, son unos miedosos, es obvio que se aman, por más que finjan y hagan creer a todos que lo suyo es solo es físico— No pude evitar que mis ojos viajaran a su rostro, cada palabra que salía de su boca parecía tener otro destino —Son perfectos juntos. Él jamás la lastimaría y ella es lo que Zac necesita para entender que realmente hay alguien solo para él, alguien que lo va a elegir ciegamente, aunque ella ya lo hizo, pero se niega a decírselo.

—Zac la ama, lo conozco lo suficiente para saber que es así. Sin embargo, no siempre se puede estar con la persona que amas, Natalia. Es necesario que ambos se demuestren eso que sienten, no puede luchar solo uno, no todo el tiempo. Hasta el hombre más enamorado se cansa de pelear solo.

Sus orbes subieron hasta enfocarse en los míos, sobre lo verde de sus iris un brillo parecía decir lo que su boca no se animaba a soltar. De su lagrimal derecho una pequeña y salina gota nació, estrujando mi alma. Con el revés de uno de mis dedos la sequé mientras el humo salía de mi boca.

Su mano tomó mi muñeca, al sentir algo en ella dejó que sus pupilas volaran al lugar, mi corazón se aceleró y un sudor frío me invadió. 

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top