Capítulo 17
Zac
—Oye... Este uniforme te queda super sexy— Confesó con sus labios pegados a la fresca y rojiza fruta —Me gusta— Esbozando una sonrisa, arrugó la nariz y sin sacarme los ojos de encima mordió la manzana.
—¿Ah sí?— Jugué acercándome a ella. Arrimé mi boca hasta el arenoso fruto, disfrutando de cómo sus orbes estaban atentos a cada uno de mis movimientos. Cuando su boca se entreabrió supe que había ganado, sonriendo ladeadamente, tomé su bocado natural con los dientes y me alejé con él —Lastima que no soy chico fácil.
Sin poder evitarlo rio, mordió su labio inferior con fuerza y puso los ojos en blanco. Eché a reír un segundo después de apreciar su reacción. Un golpe en mi pecho intentó acabar con mi diversión, pero lo único que lo logró fue incrementarla. Anticipando otro movimiento idéntico, rodeé su cintura con mi brazo y la atraje a mi cuerpo, su respiración no tardó en mezclarse con la mía.
—Tranquila rubia, ya tendrás el placer de tener a este bombón— Guiñándole un ojo acerqué la fruta a su rostro y luego de arrancarle un pedazo, la pegué a sus labios.
Abrió su boca permitiéndome introducir el momentáneo juguete dentro de ella, apretando la mandíbula, clavó sus dientes para sostenerla. Atrayendo su mano a la escena, apartó la manzana de esa boca que yo tanto estaba deseando besar —Gracias a Dios, estoy muriendo por la espera— Comentó sarcástica aun con una sonrisa tallada en sus labios.
Sin vacilar, siguió ingiriéndo el fruto mientras que, meneando sus caderas con el fin de que mis pupilas se perdieran en ellas, se alejaba lentamente de mí, torturándome con sensuales movimientos que sabía, me volvían loco.
Mirándome por encima de su hombro, jugó con mi psiquis en tanto sus dientes se enterraban en la jugosa fruta, enarcando una ceja me crucé de brazos observándola actuar. Cada insignificante gesto lo volvía sensual sin ningún tipo de esfuerzo, consiguiendo seducir a cualquiera. Sus iris puestos en mí, me exigieron que la siguiera, y como si fueran sus esclavos, mis pies la siguieron.
—¿Ya sabes si Nata fue a hablar con Matt?— Cuestionó rodeando el amplio sofá para dejarse caer sobre sus acolchados almohadones.
Acostada sobre el cómodo mueble, sus orbes seguían clavados en los míos. Sin pestañar se acomodó y con una sonrisa, que me hizo expulsar el aire comprimido en mi pecho, siguió ingiriendo lo que le quedaba de manzana.
La barbie era sin duda hermosa, sus curvas eran perfectas y sutiles a la vez, aunque una remera holgada las cubría, podía ver su plano abdomen gracias al leve levantamiento de su prenda. Sus ojos eran penetrantes y seductores, eran una clara ventana a sus intenciones. Y sus labios, ellos te tentaban a devorarlos, aunque no tuvieran la intención de hacerlo.
Se me era imposible entender lo que pasó por la mente de los hombres que lograron conquistarla, ¿Cómo pudieron ser tan estúpidos? Era una mujer que no todos merecen, además de cautivarte, era capaz de escucharte, divertirte, acompañarte.
Me encantaba Catalina, no iba a mentir. La deseaba más de lo que creía, quería poder tenerla sobre mi cama y al mismo tiempo, quería tallarla en mi alma. Muchas veces me planteé dejar el estúpido juego de seducción que compartíamos hace varios años y formalizar. Pero todavía no la había tocado como necesitaba, una única vez su boca se entrelazó con la mía, y nunca pude olvidarlo.
Últimamente mi mente entraba en una interminable batalla, mi corazón votaba por confesarle mis ganas de estar a su lado y cuidarla, mientras que mi razón me frenaba recordándome lo mal que me había ido cada vez que decidía amar.
Sin contar el estúpido pavor que sentía al creer que sin llegábamos a segunda base la magia que compartíamos se acabaría, que la excitante química se esfumaría.
Sabía que Cata jamás me lastimaría, lo tenía más que claro, pero el miedo a salir herido me acobardaba. Desde que se lo conté a Natalia que no deja de volverme loco para que me le declarase a su mejor amiga. Sin embargo, el mayor de mis temores es que la rubia me rechace, y no por mí, sino por ella, por la desconfianza que de seguro anida en lo más profundo de su ser, por culpa de los idiotas que jugaron con ella. Y no la juzgaba, al contrario, me extrañaría que no desconfiara.
Relamiendo mis labios y sacudiendo discretamente la cabeza, alejé los continuos pensamientos que me rodeaban.
Sentándome a su lado, descansé mi espalda sobre el cómodo cojín detrás de mí, dispuesto a responder su inquietud, me volví a ella.
—Todavía no...— Un fuerte portazo no solo me interrumpió, sino que me sobresaltó. Giré mi torso para poder trasladar mis ojos a la puerta de entrada. Al mismo tiempo la rubia se irguió y asomó sus ojos por el respaldo del sillón —Creo que ya se vieron— Susurré con un tono divertido.
Los nudillos de Catalina chocando contra mis costillas, otra vez, me sacaron un quejido.
—Pegarle a un oficial es motivo de arresto, ¿Lo sabias?— Me quejé sin borrar la diversión de mi rostro.
—Entonces arréstame— Respondió juntando sus muñecas con los brazos estirados.
Una sonrisa de maldad se acentuó en su boca, me relamí los labios y arqué una ceja.
—Si sigues así, no tendré más opción que hacerlo— Musité con los ojos fijos en su carmesí labio inferior, el cual estaba atrapado por dos de sus dientes.
Otro portazo, esta vez proveniente de la cocina, resonó en toda la casa. Me sacaba de quicio que me interrumpieran, suspirando con pesadez me levanté.
Odiaba el mal humor de Matt, era desesperante lidiar con él cuando se ponía así, se volvía terco, orgulloso y un idiota la mayoría de las veces. Era irritante convivir con alguien que siempre está encerrado en sí mismo, con alguien atado al pasado. Sin embargo, últimamente sus ataques de ira habían disminuido de manera notoria, estaba más tranquilo e incluso había vuelto a sonreír. La separación con mi amiga lo había, literalmente, destruido. Por suerte, realmente no sé con qué paciencia, Samantha había lidiado con el fantasma que Matt llevaba, y poco a poco consiguió sacarlo del pozo en el que él se había metido. Aunque no estaba curado del todo, estaba en proceso, pero, carajo que era un camino demasiado lento.
La paciencia fue algo que tuve que adquirir cuando decidí vivir con él, me costó mucho tiempo acostumbrarme a su puto carácter, a soportarlo y, sobre todo, a no llegar a las manos en el transcurso, por más que varias veces quise estrellar su cabeza contra el suelo, debía entenderlo y ayudarlo, pero sin duda no me lo hizo nada fácil.
Lo bueno de todo esto es que aprendí a contar hasta diez mil sin perderme.
La figura de mi mejor amigo pronto se hizo presente en la sala, en su mano una delgada botella de cuello largo resaltaba. Frunciendo su ceño se acercó a nosotros, con una ceja enarcada me crucé rápidamente de brazos.
—Es temprano, ¿Está todo bien?— Interrogué, asintió e hizo un ademán con la cabeza hacia el sillón. Dejé que mis ojos viajaran hasta donde los suyos, de color verde, apuntaban.
—¿Llegué en un mal momento?— Preguntó, en un susurro poco disimulado, con las comisuras de su boca elevadas mientras sus labios se pegaban al helado pico del amarronado cilindro.
—No, el lobito todavía no se anima— Soltó la rubia en medio de una risa que el castaño transformó en una carcajada.
Percibí en mis mejillas un muy tenue ardor en el mismo momento en que una corriente eléctrica danzó sobre mi columna vertebral.
—Creí que eras más activo— Se burló el oji-verde aumentando el tono de las risas.
—Me gusta hacerme desear— Hincándome de hombros, me volví a sentar y le estiré la mano pidiéndole que me compartiera su bebida. Luego de darle un largo trago al espumante alcohol, cuestioné irónico —¿Por qué el, poco usual, mal humor?
—¿Ya la has visto, cierto?— Añadió la rubia a mi lado en tanto aceptaba la, ya casi vacía, botella que le ofrecía
Apretando los labios y fijando su mirada al suelo, el castaño afirmó con un movimiento de cabeza.
—Sí, pero no estoy así por eso, aunque tengo que hablar muy seriamente con Alex y contigo— Me señaló, mordiéndome los labios intenté ocultar una sonrisa, sabía que no era tan estúpido —Mi secretaria esta...
—¿La chica que llevaste a la cena?— Lo interrumpió Catalina abrazando uno de los cojines que adornaban el sofá.
—Sí— Media sonrisa apareció en su rostro, una que pronto desapareció —Está celosa de Natalia, mañana será su primer día y ya está haciéndome la vida imposible.
—No exageres, Matt. No puedes enojarte por eso, la chica te quiere, ¿Qué culpa tiene?— Frunciendo el ceño estiré las piernas y las coloqué encima de las de Cata.
—Ya lo sé, y yo no se lo pedí. Sus escenas son innecesarias, no somos nada y lo peor es que no lo entiende. No quiero lastimarla, pero Dios, parece que se empeñara en hacerme enojar.
—¿Y por qué esta celosa de Nata?, ¿Pasó algo?— Mordiendo la uña de su dedo gordo, la barbie no pudo evitar curiosear.
—Chismosa— Escupí en medio de un ataque de risa.
Instantáneamente sentí algo estrellarse contra mi rostro, al abrir los ojos descubrí el azulado almohadón, que hace unos segundos era abrazado por ella, en el suelo a mi lado. Arqueando una ceja y sin borrar mi sonrisa, la miré.
—Natalia me besó y ella se dio cuenta.
La sonrisa que adornaba momentáneamente mi cara desapareció, lo mismo pasó con la chica frente a mí. Velozmente giramos la cabeza como si de dos búhos se tratase y clavamos nuestros ojos, inundados de asombro, en los suyos. Matt rio dejando salir el pesado aire atrapado en su pecho y rascó su barbilla.
—¿Se besaron?— Preguntamos al unísono.
—Me besó— Corrigió prendiéndose un cigarro —Y lo seguí, pero después me alejé— Lamiendo el fuerte sabor a cenizas de sus labios, movió su cabeza de un lado a otro —No importa, la cuestión es esa. Maldita sea, por estas cosas es que no beso a nadie.
Expulsando el humo alojado en su interior, se dedicó a morder la piel interna de su boca. Estaba molesto, no furioso, pero si molesto.
—¿Qué sentiste?— Jugué con su poca cordura, arriesgándome a liberar su enojo.
—¡Es verdad!— Exclamó la rubia en un chillido que lastimó nuestros oídos —Está lloviendo, como aquel día, en la puerta de mi casa. ¿Volvieron a volver?
Reprimí una sonora carcajada tapándome la boca con una de mis manos y miré rápidamente a Matt. Sus mejillas habían tomado un débil tono rosado, pero sus manos aplicaban demasiada presión, tanta era que la colilla del cigarrillo comenzó a doblarse.
—En realidad, fue muy diferente, no sé exactamente por qué. De todas formas, antes de cortar el beso, lo disfruté— Dejando salir la blanca nube por su nariz, acotó con un tono divertido —Ella quería besarme, sonrió durante el beso. Fue lindo, pero no tocaré el tema, estoy bien así. Lo que sí me divirtió fue su nerviosismo, cuando se dio cuenta de lo que había hecho no sabía dónde meterse, parecía una niña pequeña besando a un chico más grande.
Pegando un salto del sofá al suelo, la rubia chilló de nuevo y rápidamente llevó sus manos hasta su boca —Collins.
—¿Quién?— Preguntamos con mi hermano casi al mismo tiempo.
Poniendo los ojos en blanco, Catalina sonrió —Jack, el novio de Nata— Acercándose a Matt, le arrebató el cigarro y sin importarle que este frunciera su ceño, lo fumó —Pobre Collins, si la enana le cuenta va a lastimarlo.
—Pobre doc., me rompe el corazón— Respondió el castaño sarcástico con una sonrisa dibujada en sus labios.
Sin poder evitarlo empecé a reírme y los chicos se unieron. Me sentía mal por aquel tipo, no era una mala persona, pero él estaba al tanto de los sentimientos de mi amiga y de todas formas decidió estar con ella. Aunque lo negara, sabía que Nata todavía sentía algo por Matt, de hecho, nunca dejó de sentir, al igual que él.
Los amaba demasiado y me dolía verlos sufrir.
Hasta yo quería que volvieran a estar juntos y dejaran su asqueroso orgullo de lado, para que todo sea como antes, pero ambos eran terriblemente imposibles.
—Lo interesante de esto, es que ya no olvidará mi nombre— Se burló alejándose de nosotros.
—Demonios, Matt— Sostuve mi cabeza con tres de mis dedos y mordí mi labio inferior, ocultando una sonrisa de diversión intercalada con piscas de preocupación.
Me alegraba que el joven heredero no sufriera por su pasada relación, que riera y empezara a superar, ya era hora. Pero no me convencía la personalidad fría que estaba tomando.
—Fue solo un maldito beso, no exageren— Sus pasos resonaron al subir las subir las escaleras —Me daré una ducha, sigo empapado. Ya vuelvo— Concluyó desapareciendo de nuestro campo visual al meterse en su cuarto.
Sin borrar la diversión de su cara, la rubia regresó sobre sus invisibles huellas y se sentó frente a mí.
—¿Tú crees que fue solo un beso?— Cuestionó apoyando su cabeza sobre mi pecho.
—Sabes que no— Reí y con el revés de mis falanges acaricié la piel de su brazo desnudo.
—Lo sospechaba, solo nos queda oír la versión de la petisa— Elevando el rostro, fijo sus claros iris en los míos —¿Vamos a comprar algo para comer, lobito? Esa manzana no me llenó ni una muela— Haciendo muecas de desagrado logró arrebatarme una sonrisa.
—Seguro— Besé su frente y me levanté al mismo tiempo que ella.
Sin darme tiempo a despojarme de mis ropas del trabajo, tomó mi mano y a paso rápido se encaminó a la salida conmigo a rastras.
—Espera, no me saqué el uniforme.
Mirándome por encima de su hombro, lamió su labio inferior y guiñándome un ojo, contestó.
—Me verán de la mano de un oficial, es excitante.
Pasé mi mano libre toscamente por mi rostro y rasqué mi nuca.
—Estás loca.
—Y así te gusto— Declaró deteniendo sus pasos en seco para que mi cuerpo chocara contra el de ella.
Siguiendo su juego, arrimé mis labios a su cuello y sin tocar su piel con ellos, ascendí lentamente, ocasionando que ella se removiera debajo de mis brazos al sentir mi aliento rozar su oído.
Aplicando una mínima fuerza pegué su trasero a mi entrepierna, consiguiendo sacarle un apenas audible jadeo, la temperatura se disparó en un santiamén.
—No me gustas. Me encantas, barbie.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top