Capítulo 12
Matt
—Pásame una— Pidió Zac escurriendo el agua de su rostro hacia arriba para pasarla a su cabello y de ahí a su nuca.
Tomé un envase extra y me levanté encaminándome hacia el morocho, abriéndolo le extendí su pedido, me senté en el borde de la piscina frente a él y dejé caer mis pies dentro de la helada agua.
—El sol pegará fuerte este verano— Comenté con el amarronado pico sobre mis labios.
Con la gélida cerveza en su mano se deslizó a través del refrescante fluido mezclado con cloro, apoyando sus antebrazos sobre el borde, elevó sus piernas dejando que estas flotaran.
—Será insufrible dentro del patrullero— Echó a reír a la vez que jugaba con el agua que lo cubría.
—Por lo menos en la empresa tenemos aire acondicionado— Me burlé arqueando una ceja.
—En tanto no prendas fuego tu oficina— Bufó esbozando una ladeada sonrisa, relamiendo mis labios volví a sentir el amargo sabor de la etílica bebida —Por cierto, ¿Cómo están las cosas con Samantha después la cena de la otra noche?
Dejando a un lado la botella, aferré mis manos al borde y aludí lo sucedido después de retirarnos del restorán. Durante todo el camino hasta su casa la rubia no habló conmigo, tampoco me miraba, la veía incómoda e incluso molesta. Era más que seguro que había deducido la verdadera identidad de Natalia y que nuestra relación nunca fue de amistad.
—No lo sé, creo que se molestó por algo, no me ha llamado y eso es raro. Igualmente, hoy debo ir a trabajar, asique supongo que hablaré con ella— Hincándome de hombros redirigí mi vista hacia el cielo.
—¿Y tú? ¿Cómo te has sentido después de verla?
—Estoy bien, descubrí que puedo lidiar con ello.
Mirando mi reflejo debajo de mí, recordé su rostro, sus brillantes y verdosos iris, su sonrisa, su voz. Cerré los ojos alejando su imagen de mi cabeza, y en cuanto los abrí me encontré con la incriminadora mirada de Zac, poniendo los ojos en blanco le di otro sorbo la cerveza que reposaba a mi lado.
—¿Refrescándose antes del trabajo?— La voz de mi papá obligó a nuestras pupilas a fijarse en las suyas.
—¿Quiere unirse, señor Bolton?— Preguntó Zac divertido haciéndonos reír.
Negando con la cabeza mi padre se acercó a nosotros —Gracias por la oferta Zaqui, pero me reuniré con una persona en unos minutos— Ojeando su reloj afirmó sus palabras.
—¿Una madrastra para Matt?— Se burló el oji-amarillo ocasionando que mi mandíbula se trabara y un revoltijo de mariposas zombis en mi vientre naciera.
Tomé la tapa de la cerveza que le había dado anteriormente y se la arrogué, la pequeña chapa dio justo contra su frente haciéndonos reír a mi y a Alexander. Mientras que mi mejor amigo sobaba la zona de impacto y se quejaba por lo bajo, miré a mi progenitor.
—¿Con quién te reunirás, papá?— Cuestioné cruzado de brazos.
—Con una vieja amistad, es todo lo que te diré— Afirmó señalándome, sin poder dejar de sonreír asentí. Acomodando las mangas de su traje, acotó —Los veré a la noche, los invitaré a cenar.
—Claro, nos vemos a la noche, Alex— Se despidió mi amigo, yo solo moví mi mano en forma de saludo y le guiñé un ojo.
Con la figura de Alexander alejándose observé al morocho con la botella sobre sus labios y las comisuras de estos elevadas. Iba a reclamarle por su mal chiste, pero preferí dejarlo pasar y relajarme unos minutos más antes de tener que ir a la empresa.
Me levanté y caminé hacia el final de la alberca, aferrando los dedos de mis pies al sobresaliente borde, me posicioné y tomé impulso para saltar.
Las burbujas de oxígeno salían desesperadas de mi boca, y mis ojos reaccionaban ante el poderoso cloro, mis brazos y piernas se movían en una total sincronía mientras mi mente volaba. Nadar era algo que me relajaba, me conectaba conmigo mismo y al mismo tiempo era una de las cosas que más me gustaba hacer.
Aunque prefería la brisa con olor a sal y el continuo movimiento del mar, con este pequeño espacio me era suficiente para transportarme a mi antiguo hogar.
En cuanto supe qué hacía pie salí a tomar aire, moviendo mi cabeza de un lado al otro con velocidad y brusquedad me deshice del exceso de líquido alojado en mi cabello. No tardé en ver a mi amigo quejarse y secar de su rostro las pequeñas gotas.
—¡Metiste agua en mi cerveza!— Protestó elevando la botella.
—Agradece que fue eso y que no te haya golpeado— Sonriendo caminé hacia las escaleras.
No lo había echo con intención, pero no me arrepentía de que haya pasado, se lo merecía por el mal chiste. Mientras me secaba el cuerpo con una toalla y me alejaba de la pileta, lo oí lamentarse. Al pisar mi habitación eché a reír, no había nada mejor que molestar a Zac, a veces podía ser muy gruñón, y eso era lo que lo hacía más interesante.
Bajo la calidad llovizna artificial, no pude evitar volver a pensar en la morocha, pero había algo distinto, y era que Natalia no era la única que ocupaba mis pensamientos, la rubia se le había unido.
Sin embargo, no pensaba en ellas de la misma forma. Cuando lo hacía en Natalia una sonrisa se acentuaba sobre mis labios, pero al recordarla con su compañero mis puños se apretaban con potencia. Cuando era Samantha la que venía a mi mente, la furia me abandonaba y la diversión tomaba su lugar.
Me sentía extrañamente raro, no estaba con nadie, pero me sentía atado a dos personas.
[...]
Al abrirse el ascensor el timbre de voz de Nicholas retumbó en mis oídos dándome la bienvenida. Al acercarme lo vi riendo junto con su compañera, sacandome los lentes negros me acerqué a ellos.
—Buenos días— Saludé pasando de un par de ojos al otro.
—Buenos días, jefe— Respondió el oji-azul con los labios fruncidos ocultando, conociéndolo, una carcajada.
—Buenos días, señor Bolton— Samantha fue la ultima en hablar y lo hizo sin mirarme, lo que llamó mi atención.
Apostaba lo que sea a que estaba molesta conmigo, relamiendo mis labios no me detuve e ingresé a mi despacho. Los minutos pasaron y el trabajo era tan o más estresante que de costumbre, el montón de papeles parecía interminable y los huesos de mis dedos comenzaron a molestarme después de tanto tipear. Soltando el manoseado teclado me recliné sobre la silla y arrastrando mis pies giré sobre mí. Fregué mis ojos y me crucé de brazos perdiéndome en el paisaje de unas blancas nubes que cubrían el cielo.
No dejaba de cuestionarme a mi mismo en que momento había empezado a molestarme lo que Samantha pensara, cuando fue que sus acciones comenzaron a tener repercusión en mí. Desde un inicio que ella solo era sexo, algo no muy diferente con las demás, pero últimamente me había acostumbrado a su trato, a sus detalles y constante atención.
Entre más escuchaba mis pensamientos peor me sentía, era un maldito niño caprichoso y sin duda, un completo y enorme cretino.
Acaricié toscamente mi rostro con ambas manos y suspirando las pasé a mi cabello el cual despeiné frustrado, odiaba peinarlo para el trabajo, nunca me duraba más de dos horas y hoy no sería la excepción.
Unos golpes en la puerta me trajeron devuelta a la realidad, acomodé mi pelo y roté sobre el eje de la silla —Adelante.
Al abrirse la puerta la presencia de Nicholas se adentró a mi estudio, relamiendo mis labios acomodé las carpetas y papeles sueltos delante de mí para darle espacio.
—Permiso— Soltó caminando hacia mi dirección —Llegaron estos papeles, son de una compañía que quiere asociarse, Samantha me dijo que te los trajera y tú sabrías que hacer.
Frunciendo el ceño acepté el contrato que el morocho me entregaba, ojeé por encima cada hoja sin prestarle la debida atención —Gracias Nick, mañana me encargaré de esto— Dejé a un costado el futuro convenio a firmar y entrelazando mis manos sobre el escritorio, cuestioné —¿Por qué no ha venido a entregármelo ella?
—Creo que está de mal humor— Sonrió arrugando su nariz —¿No le cayó bien mi hermana?— Bromeó causando que un hormigueo en mi espalda baja apareciera —Se dio cuenta, ¿Cierto?
Percibí como mis mejillas querían reaccionar a sus palabras, pero me negué a ello rápidamente.
—Yo...Yo no...— Tartamudeé sin saber exactamente como responder a sus palabras —Sí, creo que sí— Confesé agachando la cabeza dejando que mi vista volase hacia el otro extremo del cuarto.
—Si mi hermana interfirió en tu relación, voy a matarla— Riendo se volteó y caminó hacia la puerta.
—No, descuida— Negué levantándome —Solo, dile que venga por favor.
Asintiendo se marchó, girando sobre mí, me acerqué al gran ventanal que siempre tenía a mis espaldas con mis manos atrapadas en el bolsillo delantero de mi pantalón, para retomar la degustación del paisaje. Viendo a la bóveda celeste sobre nosotros entendí que el destellante astro nos acompañaría un buen rato.
—¿Sucedió algo, jefe?— Al oír su femenino tono de voz mis iris la buscaron con ansiedad.
—Pasa, y cierra la puerta, por favor— Comenté sin sacarle la mirada de encima.
Sus caderas se contorneaban debajo de su entubada falda y la blanca camisa pronunciaba sus pechos, el sonido de sus tacos retumbaron dentro de las cuatro paredes al acercarse a mí. Con una de mis manos le señalé la silla del otro lado de la negra mesa, en cuanto se sentó volví a resguardar mi extremidad dentro de la tela y rodeando la madera me arrimé a mi secretaria.
—Te noté algo rara estos días y me preocupé, ¿Te encuentras bien?— Cuestioné recargándome en el escritorio frente a ella.
—¿Ahora si te preocupo?— Repreguntó con un tono serio al que elevé las cejas como respuesta. Respiró hondo y cerró los ojos al mismo tiempo en que descruzaba sus piernas —Yo...Lo...Lamento— Se disculpó de manera pausada —Sé que no somos nada y que tu pasado, presente o lo que sea no debería importarme— Confesó y relamió sus labios —Pero esa chica, no lo sé... Cuando vi como la mirabas, como ella te miraba, fue más que evidente que algo tuvieron y a la distancia se notaba que fue fuerte. Me sentí una estúpida.
Sus palabras no hicieron más que hacer latir el agujero de mi pecho al mismo ritmo que mi corazón, el hormigueo y el revoltijo se unieron inmediatamente a la fiesta que mi cuerpo daba.
—Ella era la chica que te destrozó, ¿No es cierto?
Y con eso el agujero de mi pecho se incrementó, chocando mi lengua contra las paredes internas de mi boca, aparté la vista al sentir a mis músculos volverse rígidos.
—Lo suponía— Afirmó poniéndose de pie, obsequiándome una ultima mirada notó lo tenso que estaba —Discúlpame, soy una idiota.
En cuanto pasó frente a mi tomé su muñeca antes de que huyera, deteniendo sus pasos.
—Perdóname por todo lo que te he hecho pasar, siempre fui claro contigo, pero eso no me da el derecho a lastimarte.
—Descuida, Matt— Una falsa sonrisa cubrió sus labios —Yo decidí seguir contigo a pesar de todo. Tienes razón, me aclaraste todo desde un principio y siempre lo agradecí, tú no tienes la culpa de nada— Pude distinguir un nudo formarse en su garganta y unas cristalinas gotas destacar sobre sus iris —Yo soy la estúpida cliché que se enamoró de su jefe.
Cerré los ojos inconscientemente al escuchar su confesión y solté su brazo. Ella no podía amarme, nadie podía, nadie debía.
—No te preocupes. No volverá a pasar, has de cuenta que esto no ocurrió. ¿Seguimos como siempre?
Al elevar mis parpados lentamente me encontré con una sonrisa llena de tristeza sobre su boca y a sus dedos anulares secando las pequeñas gotas que amenazaban a su maquillaje.
Quería decirle que no, que debíamos cortar todo lo que pasaba entre nosotros, que tenía que dejar de amarme y que lo último que debía hacer era llorar por mí.
—Escucha, Samantha, yo no estaré contigo— No terminé la frase que pude escuchar a su alma quebrarse —Pero tampoco estaré con nadie, literalmente, no hay nadie en mi vida, ni tú, ni Natalia, ni ninguna otra. Mátame por mi insensibilidad, pero me gusta la verdad, lo nuestro siempre fue sexo, solo eso y dijiste que podrías soportarlo— Al ver como las lágrimas recorrían sus mejillas, tomé su rostro entre mis manos apartando cada una que se acercaba a mis pulgares —No debes, no puedes amarme, Samantha. No merezco tu amor y mucho menos tus lágrimas, ¿Lo entiendes?
—¿Sigues enamorado de ella?— Cuestionó sorbiendo por la nariz.
Mi pecho latió con fuerza y mi mente peleaba por responder, una parte quería decirle que sí y la otra quería negarlo.
—No.
Una sensación de amargura me recorrió, no había pasado ni un minuto que le había dicho a la rubia que me gustaba la verdad y ahora le mentía.
—¿Entonces por qué sigues usando esa pulsera? Porque estoy segura que algo tiene que ver con ella— Con sus ojos inundados observó mi muñeca.
—Deja de hacer preguntas, eso no te importa— Respondí serio y solté su cara, lamió sus labios y rio sin humor —No somos nada, Samantha. Debes entenderlo y dejar de creer que en algún momento seré tuyo.
—Tú eres el único en mi vida, Matt.
—Y yo no lo exigí, tampoco lo pedí. Solo deja de amarme, por favor.
—¿Podemos volver a lo de antes y hacer de cuenta que esto no ocurrió?
No iba a darse por vencida. Relamiendo mis labios cerré los ojos y asentí.
—No más interrogatorios, ni celos, ¿De acuerdo?— Cuestioné atrayéndola a mi pecho.
—Seguro— Besé su cabeza y la dejé ir.
Sabía que estaba mal, que esto me hacía una terrible persona y un asco de hombre, pero la verdad es que no quería perderla, me gustaba pasar tiempo de calidad a su lado, y la apreciaba, cada día más. Sin embargo, no iba a involucrarme con ella, ni con nadie y aunque volví a dejárselo en claro, entendía que eso no cambiaría nada.
Refregué mi rostro y suspiré con pesadez, odiaba lastimar a las personas, pero por desgracia se me era inevitable. Antes de que pudiera volver a sentarme en mi silla, Nick cruzó por la puerta que mi secretaria había dejado abierta.
—¿Todo en orden?— Preguntó señalando por encima de su hombro con el pulgar.
—Solo dejé en claro algunas cosas— Dejándome caer sobre mi asiento de cuerina personal, interrogué —¿Más papeles?
Acercándose con paso lento, habló —Me... Me llamó Zac, tu...Tu...— Se trabó y enseguida rascó su nuca nervioso.
Enarcando una ceja me incliné hacia delante —¿Qué sucede, Nicholas?
—Tu padre, es...está en el hospital.
... ... ...
@Annick-025 , linda este capítulo va para vos. Perdón por el retraso, pero espero que te guste. Gracias por leerme, por cada linda palabra que me regalaste, por seguir a estos locos personajes y amarlos como yo.
Otro capítulo más largo de lo usual jajaja, pero fue para recompensarles el tiempo que demoré.
¿Qué les pareció? ¿Alguien siente lastima por Sam o les gusta que sufra? jajaja
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Sin más que decirles, me despido. Si la inspiración no me abandona, el martes nos estaremos leyendo.
Lu.
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