Capítulo 1

Sus nudillos obligaron a mi cara a girar, en ese mismo instante un grueso hilo de sangre abandonó mi boca. Reaccionando ante el golpe, mi cuerpo se desestabilizó. A la vez que retrocedía unos pasos, sonreí al sentir la adrenalina colmar mis venas, sequé la espesa hilacha bordó que se desbordaba sobre mis labios con ayuda de la desgastada venda enrollada en mi mano.

Consiguiendo que ese golpe me despierte, me reincorporé, comencé a dar pequeños saltos para destensar mis músculos, posicioné mis manos frente a mi rostro y me abalancé a mi adversario. Logrando que mis artejos derechos hicieran contacto con su mejilla, empecé la noche. Un impacto tras otro fue lo que recibió su cuerpo de mi parte, cuando la sangre se adueñaba de su nariz y sus ojos ya no se abrían, era tiempo de pasar al siguiente.

La tercera pelea duró más, mis puñetazos no eran tan fuertes como los primeros, si bien mi cuerpo seguía pidiendo más, mis nudillos estaban nuevamente pelados y una gran aureola roja encabezaba a cada uno. Unos minutos después el chico estaba tirado en el piso y yo estaba arriba de él, sus ante brazos cubrían su rostro tratando de evitar que mis puños lo hirieran, sin embargo, seguí con mi desquite, una mano detrás de mi quiso detenerme, con un rápido movimiento me solté de su agarre y lo miré por encima de mi hombro.

—¿Quién se atreve a ser el siguiente?— Comentó el conductor.

Me reincorporé y el chico, que hace instantes estaba debajo de mí, me copió. Los ojos del colorado me miraban con miedo, su labio estaba partido al igual que su ceja. Con una sonrisa ladeada relamí mis labios, en espera de más. El chico negó con un movimiento de cabeza y dándose la vuelta se perdió entre la gente.

El siguiente era un joven más voluptuoso que yo, pero para mí desgracia no lograba intimidarme, moví mis hombros de manera circular, preparándolos para un nuevo ataque. Su mirada no mostraba nada, sus iris estaban opacos. La pelea comenzó, una sola trompada de él consiguió sacudirme, abrí y cerré mis manos, corrí a él, pero mi golpe fue débil, un fuerte contacto de su mano contra mi estómago me dejó sin aire, inconscientemente mis pies caminaron hacia atrás, mi corazón estaba acelerado y mi cuerpo exigía oxígeno. La sangre no dudó en salir disparada de mi boca, y la zona del golpe presentaba secuelas.

Sin darme respiro, su mano se estrelló en mi rostro, consiguiendo hacerme tropezar, en cuanto me enderecé, otro golpe me tomó por sorpresa.

—Mierda— Murmuré al entender que esta vez perdería.

Aumentando mi ira, me enderecé y tomando impulso abalancé mi brazo hacia su dirección, logrando darle el primer golpe al que reaccionó. Mi visión era borrosa, las heridas comenzaban dolerme, y los huesos de mis manos pedían un respiro. Sentía mi rostro bañado de mi propio plasma, sin embargo, seguí dándole pelea.

Cuando pude darme cuenta estaba tirado en el suelo, con él encima, tapé mi rostro con mis ante brazos, sin embargo, sus puños se dirigían a mis costillas. De un momento a otro escuché a mi alrededor quejarse, al mismo tiempo dejé de sentir golpes. Bajé mis brazos y ojeé el tenebroso y sucio lugar donde nos encontrábamos. Una tercera persona estaba peleando con mi adversario, me puse de pie con cuidado de no lastimarme todavía más, sequé la sangre que resbalaba por mi cara y me acerqué a la nueva pelea.

—¿Zac?— Cuestioné totalmente enojado.

Sin contestarme siguió pegándole al chico, dos hombres que rodeaban el improvisado pleito se metieron para separarlos. Zafándose agresivamente de sus manos, el morocho se reincorporó. La mirada de mi amigo, estaba clavada en mí, sus peculiares iris amarillos reflejaban su molestia.

Suspirando de manera frustrada me tomó del brazo y me obligó a salir, empujando a cada persona que se cruzaba en su camino.

Al salir del lugar, estaba destrozado, mis piernas apenas me respondían. Apoyándome sobre una de las paredes del callejón me prendí un cigarro, distraer mi mente era lo primero que tenía pensado hacer. Exhalando el blanquecino humo alojado en mis pulmones, cerré mis ojos.

—Te estás comportando como un idiota— Escupió parándose frente a mi cruzado de brazos.

—Deja de seguirme, Zac— Contesté sin abrir los ojos.

—¡Si sigues así un día aparecerás muerto!

Centré mi mirada en la suya, sintiendo como mis propias pupilas se contraían y mi mandíbula se tensaba, respondí —¡Es mi puto problema!— Me separé de la pared y pasé por su lado llevándome puesto su hombro —Por si lo olvidas, no tengo nada que perder.

Dejando a mi amigo atrás, subí al auto y cerré la puerta con fuerza, golpeé el volante una y otra vez.

—¡Carajo!— Grité, mi tórax subía y bajaba con brusquedad, de pronto una lágrima se me escapó, sintiendo la presión sobre mi pecho y un nudo en mi garganta me rehusé a volver a derrumbarme por el maldito pasado.

Sentándose a mi lado, Zac cerró la puerta con cuidado, con la culpa apoderándose de mí, lo miré, su vista estaba puesta al frente.

—Lo lamento— Susurré girando la llave del auto.

—Sé lo que pasa por tu mente, Matt— Sus ojos ahora sí miraban mi rostro —Pero, debes dejar el pasado atrás, ya es hora.

Evitando su mirada, y haciendo oídos sordos a sus palabras arranqué. En cuanto llegamos, él decidió quedarse conmigo, ya que desde la universidad compartíamos vivienda.

—¿Tomamos unas cervezas?— Propuso consiguiendo que sonriera por primera vez en el día.

Sentados en el patio trasero, contemplábamos un hermoso espectáculo de estrellas en el oscuro firmamento. Como de costumbre, con él no faltaban las bromas, logrando que olvidara mi vida por un momento y riera sin compromiso.

—¿Qué te sucede, amigo?— Cuestionó trayéndome una vez más a la cruda realidad.

Inclinando la cilíndrica botella hacia mis labios, refresqué mi garganta —Creo que lo sabes— Contesté de la manera más seca que pude, con la intención de no quebrarme en medio de la charla.

—Conoce a alguien más— Aconsejó exhalando el humo del filtro.

—¿Crees que no lo intenté?— Reí de manera sarcástica y prendí un cigarrillo más.

—Debes avanzar, no podrás esquivarla por siempre— Comentó perdiéndose en el paisaje que el cielo nos regalaba.

Suspirando sonreí —Pude hacerlo durante cuatro años, ¿No?— Sintiendo el vació que se instaló en mí desde aquella noche, me levanté.

—Matt, te has perdido muchas cosas por esa actitud, mi graduación, la de Nicholas e incluso el nacimiento de su hija— Parándose a mi lado inhaló el amarillento filtro, reteniendo el aire, continuó —¿Entiendes que en algún momento la vas a ver?

—Espero que no pase— Dando por finalizada la conversación apagué mi cigarro —Buenas noches— Despidiéndome palmeé su espalda y entré de nuevo a la casa.

[...]

Invadiendo la oscuridad de mi habitación, los brillantes rayos del sol se acercaron a los pies de mi cama, quemando el lugar donde se establecían, retorciéndome sobre mí mismo, me negué a despertarme.

Abriendo un solo ojo, divisé la figura de mi mejor amigo. Suspirando al verlo, me tapé la cara con mi almohada, ocultándola de la claridad del día —¿Qué quieres?— Pregunté con la voz atrapada entre mis sábanas.

—Deberías tomar menos, la resaca no es una buena amiga— De manera descarada encendió la luz del cuarto, gruñí al sentir el destello incluso con los ojos cerrados —Ve a ducharte, tu padre te espera.

—¿Sabes que ya no estamos en la universidad como para que entres así, cierto?— Cuestioné bostezando.

Sentándome sobre la cama, llevé mis manos hasta mis cienes y las apreté, todo me daba vueltas y sentía que la cabeza me estallaría.

—Sí, también sé que no soy tu niñero— Afirmó sentándose a mi lado.

—Demonios— Levantándome me dirigí al armario que descansaba en una de las esquinas de mi habitación, tomé unos jeans, una blanca camisa y un bóxer de la misma tonalidad.

—Debo ir a trabajar, no me obligues a ir a buscarte esta noche de nuevo— Sentenció acercándose a la puerta.

Tomé una toalla y giré sobre mi mismo arqueando una ceja —Deja de hacerlo— Solté.

—No quiero volver allanar el lugar, deja esas estupideces.

—No volvamos a empezar Zac, suficiente tengo con mi conciencia.

—Te veo a la noche— Se despidió ya en el marco de la puerta.

—Sigo sin entender en que momento se te ocurrió ser policía— Bromeé desde mi baño.

—Desde que supe que tendría que hacerme cargo de ti. No llegues tarde— Luego de eso escuché la puerta cerrarse.

Bajo la caliente lluvia artificial procuré calmar mis nervios, las ansias de no poder sacármela de la cabeza, me estaban volviendo loco, hace varios días no dormía, pensando en el momento que volvería a verla. Pasé mis manos sobre mi rostro, arrastrando el agua hacia mi cabello, suspirando con pesadez apoyé mis ante brazos sobre la fría pared, recordando aquella noche, la noche en que me sentí morir, la noche en que lo perdí todo.

FLASHBACK

Una mano sobre mi hombro me recordó donde estaba —Amigo, vámonos.

Con la angustia llenándome, con el alma partida y el corazón destruido, llorar era lo único que hacía. Me estaba ahogando en mis propias lágrimas, apoyado sobre un árbol, sosteniendo la mano que me había lastimado al golpear brutalmente el césped.

—S...Se... Fu...Fue— Balbuceé entre sollozos, no podía respirar, la tristeza estaba llevándose todo de mí.

Sin dudarlo, Zac me abrazó, me desahogué sobre su hombro, como hace muchos años no lo hacía —Solo está enojada— Comentó queriendo calmarme.

Negué con la cabeza y me perdí en el tormento de mis sentimientos —La amo, Zac, la amo y ella era todo lo que tenía— Con el nudo en mi garganta impidiéndome hablar, ahogué un grito de desesperación —La volví a perder— Susurré.

Sin saber más que decirme, el morocho solo palmeó mi espalda, una y otra vez, esperando a que me recompusiera solo, entendiendo que nada de lo que él me digiera me serviría.

Descargué todo lo que tenía, lloré como nunca lo había hecho, jamás había sufrido tanto. Después de todo lo que vivimos, después de todo lo que hice por ella, porque, todo lo que hice fue por ella. No podía creer que Natalia se había alejado así de mi vida, sin mirar atrás, sin dejarme explicarle nada, sin darme oportunidad siquiera a pedirle perdón.

Nunca creí que el amor pudiera doler así, tan desgarradoramente, como fue que pasamos de tener algo perfecto a no tener nada.

Me sentía desecho, cada respirar era tortuoso para mi pecho, cada sollozo hacía arder mis entrañas, cada lágrima quemaba más fuerte que la anterior. Se me caía el mundo frente a mis ojos, se me quebraba el corazón, porque sabía, que siempre, una parte de él se iría con ella.

Tenía que asimilarlo, todo había terminado, pero me dolía tanto.

Tardé horas en levantarme de ese lugar, en caminar, si no me dejé morir ahí mismo fue por Zac, gracias a él, "recompuse mi vida".

FIN DEL FLASHBACK

Luego de la ducha, vendé mis manos y mi pecho, con cuidado de no lastimarme me coloqué la camisa, ya vestido me peiné y llené mi cuerpo de perfume, antes de salir me miré al espejo, estaba destruido, lastimado, con los ojos hinchados de tanto llorar, con la garganta seca de gritarme a mi mismo el tener que olvidarla. Cuatros años habían pasado de su partida, y, sin embargo, no podía seguir adelante.

En cuanto estuve listo tomé las llaves de mi auto y me dirigí a la empresa de mi padre. Antes de bajarme del coche me coloqué unas gafas negras, tomé mi portafolio y bajé, la resaca me estaba torturando y lo que menos quería era escuchar un sermón por parte de mi progenitor.

Suspirando me acerqué al ascensor, pensando en todo lo que le tendría que explicar los diez pisos se habían pasado volando. Ya en la puerta de su oficina golpeé varias veces —Adelante— Se escuchó desde adentro.

Intentando retrasar lo inevitable, cerré la puerta dándole la espalda, sin más opción volteé, caminé hasta su escritorio y me senté frente a él —Hola.

—Hijo, ¿Otra vez las gafas?

—¿Iremos almorzar?— Cuestioné evadiendo el tema.

—Me preocupas, Matt— Confesó con un tenue hilo de voz, juntando sus manos sobre la negra mesa de madera, cuestionó —¿Qué estás haciendo?

—No tienes por qué preocuparte papá— Sacándome los anteojos de sol, continué —No hago nada que no haya hecho antes.

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