Caria

El tiempo resultaba incontable y se había vuelto una costumbre palpitante, sobre todo por la desilusión de los años por no poder concebir un hijo. Lucharon contra aquella sensación vacía de formar una familia...su familia. Los dioses ya no residían en el Inframundo, al menos no Perséfone. Hades había mandado crear los Campos Elíseos para darle una vida más apreciable a su amada esposa, ahí es donde ambos estaban juntos antes de que ella partiera con Deméter. Cuando estaba solo, Hades regresaba al Inframundo. Así había sido su vida por miles de años hasta que su anhelada espera había terminado, la noticia de un nuevo bebé en camino había hecho rebotar todo en los Campos Elíseos y en el Inframundo.

Hades no cabía en felicidad y Perséfone difícilmente se lo creía tras tantos años de su pausado deseo. Afortunadamente, su estado fue en fechas de permanencia junto a Hades, su notoria preocupación de los futuros padres había sido que Perséfone daría a luz en verano...en la Tierra. Hades habló con Zeus sobre esto y el padre del Olimpo se encargó de concederle a ambos más tiempo juntos, al menos dos años de estadía con su esposo pero debía estar de acuerdo Deméter. La diosa no omitió objeción y al enterarse de aquella noticia, simplemente se encerró en amargura.

Los meses pasaron rápido.

Los dioses del Olimpo se habían enterado de la pronta llegada del primogénito de Hades y Perséfone y fueron hasta los Campos Elíseos a conocer al bebé y felicitar a los padres. Todos ellos estaban esperando fuera de la habitación y de todos, Zeus estaba muy nervioso porque se volvería abuelo y cuando escuchó el llanto de un bebé, sintió que el corazón se le detenía. Pasaron tan sólo unos minutos cuando Hades salió de la habitación con una enorme sonrisa en su rostro.

-¡Es una niña!.- Exclamó lleno de felicidad. Zeus casi lloraba de la emoción. Todos felicitaron a Hades por la recién llegada. El dios del Inframundo le indicó a Zeus, Hera y Hestia que pasaran primero a ver a la pequeña y a Perséfone.

Al entrar a la habitación, Perséfone estaba recostada en la cama con un pequeño bulto entre sus brazos. Hades caminó hacia su esposa para besarle la frente y admirar de nuevo a su hija. Los tres dioses echaron un vistazo al bebé, Perséfone descubrió mejor su rostro.

-Es una niña muy hermosa...y es muy parecida a ti hermano.- Dijo Zeus viendo a la niña con algo de nostalgia.

-Los felicito a los dos, tanto tiempo esperaron este momento.- Dijo Hestia casi queriendo llorar.

-No otra vez...-Dijo con gestos de dolor.- ¿Acaso tengo que escucharte llorar todo el tiempo?.- Le preguntó Hera.

-No es mi culpa, estoy muy feliz por ellos, todos sabemos por lo que tuvieron que pasar.- Comentó Hestia.- ¿Pensaron en varios nombres para el bebé?

-Pues...realmente pensamos sólo en uno.- Respondió Perséfone sonriendo.

-¿Uno?.- Preguntaron los tres dioses muy sorprendidos, Perséfone asintió.

-¿Y cuál es?.- Preguntó Zeus. Perséfone y Hades se miraron con complicidad.

-Macaria.- Respondió Hades.

Los tres dioses no comprendieron lo que escuchaban, era como si todo hubiera sido perfectamente planeado.

-Es decir...¿Ustedes ya sabían que tendrían una hija?.- Enarcó una ceja Hera.

-No, pero cuando nos enteramos del embarazo, ambos pensamos que sería una niña...y no nos equivocamos.- Hades acariciaba los cabellos negros del bebé.

-Tal parece que el destino ya se puso de su lado.- Comentó Zeus.- Pues no se diga más, agraciada sea la llegada de Macaria, felicidades a los dos.

La noticia del nacimiento de Macaria se había esparcido por completo, incluso en la Tierra.

Deméter al enterarse, se hundió en pena y una extraña mezcla de amor-odio reposaba en su resentido corazón. Aunque había jurado que buscaría el perdón de Perséfone...en su interior habría deseado que Macaria nunca hubiera nacido.

Por otro lado, en el Inframundo, los espectros seguían festejando y anhelaban que Perséfone llegara junto a Hades con la nueva princesa. Sin embargo, no todo era festejo, en el antiguo despacho de Hades, habían dos dioses que no habían tenido un descanso merecedor desde hace meses. Hypnos entraba al despacho con un compendio entre sus manos, al estar adentro, vio a su hermano realizando unos escritos sin levantar la mirada. Thanatos escuchó a Hypnos entrar sin prestarle mucha atención, aunque a decir verdad, escuchaba a lo lejos gritos de entusiasmo por parte de los espectros.

-Por lo visto, los festejos dudaran demasiado.- Dijo Hypnos sonriendo muy levemente como establecía su carácter serio.

-No me pregunto por qué.- Dijo Thanatos sin levantar la mirada y sin mostrar interés.

-¿No lo sabes?.- Thanatos por fin miró a su hermano con ligero hastío esperando que dejara los misterios a un lado, él nunca se había portado así.- La hija de Hades y Perséfone ha nacido.

Thanatos alzó las cejas, estaba tan ocupado que ni si quiera se lo hubiera imaginado.

-¿Una niña?.- Preguntó tratándose de imaginar a la hija de los dioses del Inframundo.

-Sí, es una lástima que no podamos conocerla aún, tenemos muchas cosas por resolver...no está en nuestros planes ir a los Campos Elíseos, sólo nos queda esperar.

Nueve años después...

Campos Elíseos.

Pasos acelerados se escucharon por los pasillos del castillo, acompañados de risillas traviesas. Macaria estaba corriendo divertida, su largo cabello negro y su flequillo se movían con los movimientos. Ella se detuvo un momento mientas se ocultaba atrás de un pilar de mármol. Se asomó un poco dejando ver sus brillantes ojos aguamarina antes de volver a correr sin embargo, su juego se detuvo cuando chocó con alguien. Ella parpadeó varias veces, sobándose la frente y mirando a quien estaba frente suyo. Thanatos veía a la niña con sorpresa, era la viva imagen de Hades, estaba de más preguntar que se trataba de Macaria, él se sintió realmente extraño cuando ella le sonrió de oreja a oreja; era de las pocas veces que alguien le dedicaba una sonrisa tan sincera.

-Thanatos...ya veo que has conocido a Caria.- Dijo Hades acercándose a ambos. Asintió evitando con dificultad mirar a Macaria de nuevo.- Hypnos ya está dentro, es hora de hablar.- Le dijo invitándolo a pasar a un despacho.

Macaria se quedó fuera observando como los dos entraban al despacho y cerraban la puerta tras de sí. En vez de perder interés y alejarse, se quedó varios minutos más ahí parada, esperando volver a ver a aquel hombre que recién conocía y que le daba mucha curiosidad.

-Cari...-Llamó Perséfone al ver a Macaria en medio del pasillo. La diosa llevaba una pequeña en brazos de cabellos ébanos pero rizados.- Vamos a dejar de jugar un momento, es hora de la comida.

Macaria asintió y fue siguiendo a su madre mientras bajaba a su hija menor y la tomaba de la mano.

-Mamá...¿Quién es él?.- Preguntó en un momento de silencio, Perséfone volteó a varios lados buscando a quien se refería.

-¿Quién exactamente?

-El hombre con quien está hablando papá...de cabellos y ojos plateados además de muy alto.- Describió fácilmente.

-Oh, se llama Thanatos y es igualmente un dios, también está su hermano aquí, él es Hypnos, ya se los presentará formalmente. ¿Por qué?.- Macaria negó con la cabeza.

-Por nada, sólo curiosidad.

Y aunque sólo se haya tratado de curiosidad, algo en él le resultaba extraño y no era nada de qué preocuparse, más bien era que sentía un apego hacia él a pesar de ser la primera vez que lo veía; el saber por qué era realmente su punto de interés.

Thanatos...desde la primera vez que lo conocí, con tan sólo unos segundos de estar uno frente del otro supe que había un extraño lazo que nos unía...al menos para mí pero es que yo sentía que lo conocía y sabía que él no era feliz. Sé que nadie podría comprenderlo, por eso es que se ha convertido en mi mayor secreto.

Mi hermana Melínoe y yo teníamos que aprender a desarrollar nuestras habilidades, ambas éramos diosas...¿Pero a qué representábamos? Eso era lo que mi padre quería y por esa razón, le pidió a Hypnos y a Thanatos que nos ayudaran. Por juego del destino, Thanatos se volvió mi maestro.

Cada cinco días, Thanatos regresaba del Inframundo a los Campos Elíseos para instruirme. Al principio, él se mostraba muy distante pero respetuoso...con el pasar de los años, fuimos hablando más...pero había un problema...yo empezaba a sentir algo por él... y yo para Thanatos no era más que la hija de Hades, la princesa del Inframundo. ¿Cómo podría hacer que dejara de lado ese título y me conociera de verdad?

Thanatos reprimía sus sentimientos, guardaba muchas cosas en su corazón...yo lo sé, puedo verlo cuando miro a través de sus ojos profundos. Quisiera ayudarlo, quiero ayudarlo...si tan sólo me lo permitiera...no me voy a rendir, quiero hacer algo por él, quiero hacerlo feliz.

-Caria...¿Estás poniéndome atención?.- Thanatos estaba hablando desde hace un buen rato hasta que se percató de que Macaria estaba perdida en sus pensamientos.

-Lo...lo siento, estaba pensando en...algo.

-Lo que sea que estés pensando, será mejor que lo olvides y no vuelvas a distraerte. ¿De acuerdo?

Macaria asintió pero no estaba segura de que fuera a cumplirlo.

Quiero hacerlo feliz, quiero conocerlo tal y como es, quiero ayudarlo...no importa lo que tenga que hacer por él...sólo espero...no sufrir en el camino.

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