Capítulo 35
Tártaro
La expresión de Caria era de furia pura y el interior ardía tan fuerte que hasta la vista se le nubló y la mente le daba vueltas. Tenía las manos hechas puño y muy rojas por la fuerza que hacía. Quería encontrarse a Melínoe. Quería desquitar toda esa ira que sentía y dejarle en claro que con ella nunca debió de meterse, mucho menos con Thanatos.
¿Qué le hizo a él? ¿Cómo se atrevió?
Ver manchas de sangre en el suelo y saber que eran de Thanatos fue lo peor. Esa sensación de angustia e ira incrementaban.
Hécate fue la primera en ver cómo los ojos de Caria habían cambiado de color y decidió tomar cartas en el asunto inmediatamente.
—A ver...no te presiones ni hagas suposiciones, Thanatos está bien —dijo Hécate para calmar a Caria.
—¡¿Cómo lo sabes?! ¡No está y hay manchas de sangre en el suelo! —gritó Caria.
—Eso no significa que esté herido, esa sangre puede ser de alguien más —dijo Hypnos apoyando a Hécate. Ella procedió a aparecer un pedazo de tela que utilizó para limpiar la poca sangre fresca que quedaba en el suelo.
Caria negaba con la cabeza y tensaba su semblante.
—No...no lo creo...—dijo Caria entre dientes, dificultándosele hasta decir el nombre de Melínoe. Sin embargo, miró detrás de Zagreo y vio el casco de Hades. Su furia incrementó más—. ¡Es el casco de mi padre! ¡¿Fue él?!
Hécate observó que Caria empeoraba. Era cierto, ahí en la prisión también estaba el casco de Hades. Ver eso fue como recibir una patada con la misma fuerza que Hécate se la dio a Hades.
<<¿Qué demonios hace el casco del zopilote aquí?>>, pensaba Hécate. Eso no ayudaba en nada. Miró a Zagreo que expresaba todo lo contrario.
—Zagreo, saca a Caria de aquí y llévala a un lugar tranquilo —pidió Hécate.
Caria se opuso enseguida.
—Yo no voy a irme hasta no saber qué pasó con Thanatos —indicó Caria con determinación.
—Y eso vamos a descubrir, pero no servirá de nada que te quedes —dijo Hécate con voz más fuerte—. Nyx sabrá de esto y créeme que encontraremos una solución. Tú ve a tranquilizarte.
Zagreo caminó a lado de Caria, esperando que ella caminara junto con él, sin embargo no fue así y Zagreo tuvo que tomarla del hombro y sutilmente empujarla para que ella caminara. Al menos así funcionó. Ambos se alejaron lo suficiente de la prisión y llegaron a la habitación donde se conocieron. Caria guardó silencio todo el camino a pesar de que las emociones seguían latentes y parecía que en cualquier momento iba a explotar.
—Hazle caso a Hécate, Thanatos debe estar bien o de lo contrario ya lo sabríamos —dijo Zagreo para calmar la situación, o eso esperaba.
—Melínoe y mi padre son los causantes de esto...cómo me habría gustado darme cuenta de lo que en verdad era Melínoe justo a tiempo. La habría detenido y en cuanto a mi padre...también me habría enfrentado a él antes de la situación con Thanatos empeorara —confesó Caria mordiéndose los labios—. Alguno de los dos fue el responsable o quizás ambos.
—¿Y qué se supone que es Melínoe en realidad? —preguntó Zagreo para entender mejor lo que Caria quería decir, evitando mencionar a Hades.
—Es un monstruo. Ella desde siempre quiso deshacerse de mí y en el momento en que yo más quería protegerla...Melínoe sólo quería hacerme daño de cualquier forma, lastimando a Thanatos es otra opción para dañarme —explicó Caria brevemente.
Zagreo no respondió nada inmediatamente, sólo se quedó mirando hacia el cielo, pensativo.
—No creo que así sea. Melínoe planifica sus movimientos y es muy cuidadosa.
—¿No? —preguntó Caria incrédula—. Lo dices tan seguro.
—Sí, estoy seguro. Hay algo más profundo y complicado en Melínoe que no se comprende fácilmente. Yo no creo que haya lastimado a Thanatos sino todo lo contrario.
Caria negó con la cabeza, no quería creer en lo que Zagreo decía. ¿Cómo podía estar tan seguro?
—No la conoces realmente.
—Tal vez no lo suficiente, pero lo que te dije es seguro —Zagreo le mostró nuevamente la daga.
—¿Por qué? —preguntó Caria con fastidio.
—Dudo que Melínoe, siendo tan cuidadosa y planificadora...haya olvidado algo que es suyo —explicaba Zagreo y Caria le prestaba mucha atención—. Si ella dejó esto, debió tener una razón.
Caria frunció el ceño e hizo hacia atrás la cabeza con duda.
—¿Me estás queriendo decir que dejó su daga a propósito? —Zagreo asintió ante la pregunta—. ¿Y qué hay de mi padre? ¿También dejó su casco a propósito?
Zagreo movió los labios como si se resistiera a sonreír.
—De su parte no lo creo. En cambio, Melínoe es la única que sacó a Thanatos de la prisión y que ella quería que se supiera que lo hizo —Zagreo acercó más la daga a Caria—. ¿Ves esto? —señaló las marcas de sangre en la daga.
—¡¿De Thanatos?! —exclamó Caria espantada y enojada de nuevo hasta que analizó mejor la marca de la sangre—. Parece...como un símbolo, pero no tengo idea de qué.
—Tú no, pero yo sí, por eso estoy seguro en lo que te digo —deslizó la punta de su dedo en las líneas—. Es un símbolo de guerra que significa "refugio".
—¿Refugio? Significa que Thanatos está oculto, ¿no?
—Puede ser —Zagreo miró a Caria ansiosa y pensativa. Thanatos le importaba demasiado a ella como para ser una bomba de emociones constante. Apenas la había conocido como a sus padres, y quería ayudarla para que dejara de sentirse mal—. Melínoe lo puso ahí porque quiere que encontremos a Thanatos.
Caria rodó la mirada y distorsionó sus labios de sólo pensar en su hermana.
—Me gustaría encontrarlo por mí misma. No puedo confiar en nadie...—miró fijamente a Zagreo con el semblante más relajado. Imposible no recordar a Hades al verlo—. Sé que hay muchas cosas que tenemos que saber respecto a que somos...hermanos. Fue algo imprevisto y no sé cómo comportarme contigo.
El pecho de Zagreo se levantó tras un profundo suspiro.
—Me siento de la misma manera, pero eso no significa que no quiera o pueda ayudarte. No estás sola en esto.
Sus palabras le sirvieron como calmantes para Caria. Sonaba tan sincero.
—Gracias...pero no sé. Es la segunda ocasión en el día de hoy que alguien quiere ayudarme con esto y no sé qué pensar después de tantas mentiras —confesó Caria.
—¿Quién más te ofreció su ayuda? —preguntó Zagreo con suspicacia.
—Una mujer que estuvo aquí en esta habitación hablando conmigo justo antes de ir a la prisión y darme cuenta de que Thanatos no estaba y querían mentirme al respecto —explicó Caria tratando de controlar el coraje que de nuevo quería invadirla—. Más que una ayuda, fue una propuesta para ayudar a Thanatos.
Lo primero que pensó Zagreo en cuanto escuchó la versión de Caria fue desconfianza. Todo estaba raro.
—¿Y qué pasó con la mujer en cuanto te fuiste de aquí?
—Se fue.
—¿Qué más te dijo? —Zagreo quiso indagar.
—Que Thanatos habló mal de ella cuando en realidad se preocupa por él y me propuso ayudarme a liberar a Thanatos si aceptaba ir con Érebo porque él tiene poder para sacarlo del Tártaro. Y me dijo que Hypnos y Hécate iban a mentirme y así fue.
Zagreo cerró brevemente sus ojos antes de hablar con Caria nuevamente.
—Cuando alguien huye de un lugar después de hablar negativamente de otros y te hace una propuesta de interés para ti, no puede planear algo bueno —dijo Zagreo con tal determinación—. Te quiso manipular.
—No confié en ella a pesar de que me advirtió acerca de la mentira. Thanatos siempre me dijo que Ápate no era confiable.
—Ápate...diosa del engaño, por supuesto que no debes confiar en ella —reiteró Zagreo—. Créele a Thanatos y no caigas en ninguna manipulación, muchos se aprovechan de las emociones de alguien para conseguir lo que quieren y tú no tienes dominio de tus emociones, ¿te das cuenta de eso?
La voz de Zagreo era estable y consistente, sin titubear al decir cada palabra. Era un buen consejo, viese por donde se viese y el mejor que le habían dado desde todo el embrollo ocurrido. La serenidad de Zagreo transmitía demasiada confianza.
—¿Te han manipulado o te han traicionado muchas veces?
El semblante de Zagreo cambió a uno de resignación y dolor. Caria supuso que en cuanto le hizo esa pregunta, le llovieron recuerdos desagradables.
—Muchas veces —Fue más cortante al responder—. ¿Quieres que te acompañe a encontrar a Thanatos?
Después de un largo tiempo, al fin Caria pudo sonreír, aunque fuera muy simple, porque se sentía segura con alguien y que era su hermano.
—Gracias. ¿A dónde iríamos?
Zagreo señaló hacia arriba con su dedo índica.
—Allá iremos. Yo te diré exactamente dónde, pero hay que salir de aquí primero —explicaba Zagreo.
Caria se mordió instantáneamente las uñas, mortificada por las dudas que aprecían en su cabeza.
—¿Cómo es que con una simple palabra que es tan general, puedes saber exactamente a dónde vamos? —preguntó Caria con remota desconfianza.
—Es...una historia algo larga, que no creo que sea conveniente que yo te la cuente —respondió Zagreo dándose cuenta de la desconfianza de Caria—. ¿Sabes alguna manera de cómo poder ir a la Tierra rápidamente? ¿Así como desaparecer y aparecer en el lugar que quieres? —preguntó el joven con vierta vergüenza.
—Uhm...¿te refieres a la transición divina?
Zagreo se encogió de hombros.
—No sé cómo se llame eso, pero la señora Hécate lo hizo para poder llevarme al Inframundo y luego lo hizo para traerme aquí.
<<Sí, se refiere a la transición>>, pensó Caria resignada.
—Bueno, lo estudié y digamos que ese fue el origen del por qué fue desterrado Thanatos del Inframundo y los Elíseos...pero...no soy buena para eso —Caria se sinceró con la misma vergüenza.
—¿Nunca has usado eso? —preguntó Zagreo sorprendido.
—Sí, pero no como realmente lo hacen los demás dioses. Lo hice con ayuda —recordó el anillo que Hécate le dio para poder irse a la Tierra a buscar a Thanatos, el cual ya no tenía con ella—. No sé hacerlo por cuenta propia.
—Eso es un problema —expresó Zagreo, colocando una mano detrás de su cabeza y pensando en otros planes—. Me parece que no podremos viajar a la Tierra sin una ayuda extra.
Caria resopló con más resignación. No podía ser tan fácil y secreto el buscar a Thanatos de nuevo.
—Podríamos decirle a Hécate, pero como ella está con Hypnos y él es muy intuitivo, podría saber de inmediato qué estamos planeando e impedirlo porque es muy "peligroso" —Caria utilizó el mismo tono de voz que Hypnos utilizaba cuando mencionaba esa palabra.
Algo que a Zagreo le provocó gracia.
—¿Existe alguien más en quien podamos confiar?
Era una pregunta complicada porque Caria no trataba con muchos que supieran usar la transición divina, y quienes sabían y conocía, la mayoría podría negarse a ayudarle o iría a contarle a Hades.
Se acordó de alguien que haría exactamente esto para proteger a Caria, sólo que ahora, Caria sabía cómo convencerlo para que no le impidiera seguir a cabo el nuevo plan y que decidiera ayudarla.
—Ralen. Él puede ayudarnos —Caria vio que Zagreo parecía tener más preguntas—. Es mi protector y amigo. Podemos confiar en él, el problema es que está en el Inframundo. Tendríamos que ir allí sin que nos vieran —suspiró largamente—. Tardaremos un poco en llegar al Inframundo caminando desde aquí, pero es el único que se me ocurre que puede ayudarnos por ahora.
—Está bien, busquémoslo.
***
Inframundo
Cada rincón del Inframundo era sombrío, aún más cuando Hades se enteró que Thanatos y Caria estaban juntos en la Tierra. Más precisamente cuando supo que Caria había ido a la Tierra a buscarlo con otros sentimientos más que sólo la vergüenza y la culpa: el amor.
Hades estaba en su despacho porque quería estar solo para pensar en todo lo sucedido. Varios de sus guardias habían ido a buscarlo para informale acerca de los incidentes recientes del Inframundo, pero no quiso escuchar a nadie, sólo dio la orden para que Radamanthys y Éaco se encargaran de todo hasta que él lo decidiera. Ahora que llevaba varias horas encerrado y tenía la cabeza más fría, podía aceptar que Caria se había enamorado realmente de Thanatos y que la razón por la que estuvo decaída desde que él echó a Thanatos del Inframundo y los Campos Elíseos, era derivado al sentimiento del amor.
Algo más que la frustración invadía a Hades y era el hecho de reconocer que él fue quien más acercó a Thanatos y a Caria, pensando ingenuamente que nada extraño o fuera de lo estipulado estaba sucediendo.
¿En qué momento cambió todo?
Pensar en cómo a Thanatos se le ocurrió fijarse en Caria le resultaba muy incómodo, ni siquiera quería pensar en eso, pero la ansiedad por la que estaba atravesando le hacía pensar en cualquier cosa.
Realmente se sentía muy traicionado por Thanatos. Además de Hypnos, era su mano derecha, le depositó toda su confianza aún después de haber sido castigado por la muerte de Dolos. Lo recibió en el Inframundo de nuevo después de eso y ahora, ¿hacía esto? ¿Meterse con su hija y jugar con ella? Lo más perturbador era que le había creído su discurso en la ceremonia de compromiso.
¿Tan así de manipulador era?
Pensar excesivamente en todo eso le había provocado un dolor de cabeza más profundo. Al sentir que iba a enloquecer de nuevo, cerró los ojos y respiró hondo varias veces hasta que sintió un poco más de relajación. Sin embargo, los pensamientos no paraban. Ahora recordaba a Thanatos abalanzarse contra Caria y luego perseguirla hasta que Nyx lo detuvo. Claro que Hades iba a estar muy preocupado y enojado por la reacción de Thanatos.
¡Era su hija a quien había lastimado! Tenía que defenderla, aunque Caria no lo comprendiera de esa manera...aunque Caria lo odiara por eso.
—Señora Perséfone, no vaya tan rápido.
Hades escuchó la voz de Pyrena en el pasillo y el corazón se le aceleró: Perséfone estaba afuera del pasillo, ¿iría a verlo? No iba a esperar si Perséfone tocaba la puerta o no para verlo, él mismo caminó rápido a la puerta y la abrió enseguida. Justamente Perséfone iba caminando por el pasillo frente al despacho de Hades sin ninguna intención de ir a verlo, sólo que cuando Hades abrió la puerta, sus miradas se cruzaron y permanecieron así por algunos segundos.
Hades no era el único en el Inframundo que se sentía traicionado. La mirada de Perséfone representaba la decepción y el dolor, además del enfado que sentía hacia él por ocultarle lo de Menthe. Ella infló el pecho y desvió la mirada antes de seguir su camino, seguida por Pyrena quien podía sentir la tensión de ambos.
—Perséfone, necesito hablar contigo —dijo Hades con voz suave, tratando de detenerla.
Perséfone lo miró por el rabillo del ojo.
—Ahora no, Hades. Tengo cosas qué hacer —respondió Perséfone con indiferencia.
Al ver que seguía dispuesta a marcharse, Hades sacó un pie del marco de la puerta, se estiró hacia Perséfone y alcanzó a tomarle la mano. La diosa volvió a mirarlo.
—Hablemos...por favor —insistió Hades con un tono de voz más sutil.
Ese contacto tan inocente y sencillo resultaba ser muy poderoso para olvidar todo. Perséfone casi quería abrazarlo en cuanto vio su mirada oscura, aun así, se resistió.
—Quizás deba hablar con él —Le susurró Pyrena a Perséfone.
Pyrena recién había hablado con Perséfone en cuanto se despertó y no sabía muy bien qué había pasado entre ellos dos, pero al ser de las primeras que presenció cómo inició su romance y como se fue reforzando, no le gustaba verlos de esa manera. Sabía que ambos se amaban y que quizás el enojo que tenían era un malentendido.
La diosa suspiró al escuchar el consejo de Pyrena y apartó la mano de la de Hades
—Está bien, hablaré contigo —Le dijo a Hades y él sonrió sutilmente—. Pyrena, no te vayas. No creo demorarme —Hades borró su sonrisa en cuanto escuchó esto último.
Perséfone ingresó al despacho y Hades intercambió una mirada con Pyrena, ella le sonrió para animarlo. Una vez solos, Perséfone mantuvo el mentón levantado y adoptó la actitud que tomaba al ser reina del Inframundo y no la actitud de esposa enamorada y de madre.
—¿Cómo...te sientes? —preguntó Hades al ver que el rostro de Perséfone no cambiaba.
—¿Cómo me siento? —Perséfone repitió la pregunta con tono irónico—. Eso ya lo dejamos claro, Hades. No hay necesidad de darle vuelta al asunto emotivo.
Hades percibió la molestia y frialdad de Perséfone. Le dolió que estuviera así, nunca se portaba así con él.
—No me refiero solo a nosotros dos, sino también al asunto de...nuestro hijo —tardó en completar la frase.
Era demasiado extraño y nuevo hablar de Zagreo como su hijo. Aún no podía aceptar la realidad completamente.
—Traicionada, tanto por ti como de mi madre —respondió con fuerza contenida—. Ella tiene mucho que aclararme —Perséfone de verdad estaba enojada con Deméter.
—Nos tiene que aclarar, hasta este punto llegó su odio por mí. ¡Nos ocultó un hijo! No cabe en mi cabeza que ella haya podido ser tan despiadada para hacer eso —Perséfone miraba a Hades por el rabillo del ojo mientras hablaba—. Tú y yo siempre quisimos ser padres y pasaron muchísimos años para lograrlo...y mientras esperábamos a que eso sucediera, Deméter ocultaba a Zagreo. Ella llegó demasiado lejos.
Perséfone sentía el dolor y el rencor de Hades, no era para menos, ella se sentía igual. Tantos años deseando ser madre y ese deseo le fue negado injustamente por la maldición de Deméter al hacerla beber una pócima, y ahora...enterarse que tenía un hijo de Hades que vivió en la Tierra sin que nadie les dijera, resultaba bastante repulsivo.
—Ninguna respuesta que ella dé será justificable. Y sí, su odio la hizo enloquecer y hacer cosas retorcidas —Perséfone miró a Hades fijamente y con resentimiento en la mirada—. Y tú estás haciendo lo mismo.
Hades alzó ambas cejas y y resopló con ofensa, pero contuvo sus emociones para no empeorar la situación.
—No me compares con Deméter porque las circunstancias no son las mismas.
—¿Ah, no? Mi madre te odia porque no es capaz de aceptar que tú y yo nos enamoramos sinceramente...y tú haces lo mismo con Thanatos y Caria. Mi madre hizo todo lo posible por separarnos y hubo consecuencias por ello...¿esperas que suceda lo mismo por tu necedad?
—No es necedad. Tú bien sabes que Thanatos mató a Dolos mientras lo ayudaba a atacarme, siempre se puso en tela de juicio que Thanatos no haya planeado todo desde el inicio. ¿Quién me garantiza que no planeó enamorar a Macaria para vengarse de mí? Porque te recuerdo que él no quería que me quedara con el Inframundo —explicó Hades, sintiendo una vena latente en su frente.
—No se me olvida, pero como dices, se pusieron en tela de juicio las acciones de Thanatos, realmente no te traicionó sino que mató a Dolos para defenderte. Él mismo te lo dijo en su momento, ¿no? Y fue castigado por lo que hizo y hasta donde sé, no fue agradable. ¿No te parece suficiente castigo? —Hades guardó silencio y tensó los labios—. Creo que se te olvidó que decidiste confiar en él y hasta la fecha, no te ha traicionado.
—¿Y lo de Caria...?
—¡Eso no cuenta! —exclamó Perséfone exasperada—. Thanatos la ama y Caria lo ama. Nadie decide de quien enamorarse y a ellos les pasó lo mismo que a nosotros, entiéndelo de una vez. Y si Thanatos se mantuvo callado te aseguro que debió ser por ti.
—¿Por mí? —preguntó en tono burlón.
—Sí, porque te respeta y sabía que no debía enamorarse de nuestra hija, aunque ya lo estaba. No hay que ser un genio para darse cuenta, después de todo, Thanatos siempre te demostró su lealtad.
—Llevó a nuestras hijas a la Tierra y les enseñó como escapar ahí.
—Un aprendizaje que podrían haber aprendido tarde o temprano, ellas fueron las que decidieron experimentar e irse. Thanatos no se los habría permitido. Hay que aceptar que tenemos hijas muy curiosas, ambas se fueron a la Tierra y nos lo ocultaron...ambas lo hicieron y Melínoe no lo hizo por estar enamorada.
Hades infló el pecho y resopló fuertemente mientras le daba un tic en el ojo y negaba con la cabeza. Bastante tenía con el romance de Caria y Thanatos. Perséfone percibió esa actitud extraña y que claramente algo le estaba ocultando.
—¿Sabes algo más que yo no?
—Sí, algo así y es una enredadera de situaciones. La noche del compromiso de Fobos y Macaria, él decidió hablar conmigo a solas cuando todos se fueron, justo después de haber encontrado a Thanatos y Caria en la biblioteca besándose —confesó con amargura y dificultad—. Fobos me dijo que no quería casarse con Macaria.
—Bueno, eso sí me lo dijiste, pero, ¿qué tiene que ver Melínoe?
Hades alzó la mirada y trató de buscar las palabras, pero no las encontró.
—Prefiero no hablar de eso porque también es algo inesperado y que no sé qué pensar. Sin embargo, no es tan urgente como el asunto de Macaria y Thanatos, y Fobos volverá en un tiempo para hablar sobre eso. Ahora sí podrías estar presente.
Perséfone respiró hondo. Un nuevo secreto que tenía que ver ahora con su otra hija. Ella estaba tan cansada emocionalmente que no estaba segura si fuera capaz de soportar otra noticia impactante. Lo único que la consolaba era que el asunto de Melínoe parecía tener solución accesible, sea lo que sea que fuera.
—Hades, te conozco...o al menos eso creo y tú no eres así. Por días estuviste raro, irritable, agresivo y ocultabas cosas. Parecía que habías enloquecido por completo.
—Como Thanatos no creo —añadió Hades.
—No sé cómo se puso Thanatos y no es que no me preocupe por Caria porque sabes que no es así, pero dudo que haya sido de manera consciente.
En cuanto Perséfone fue puesta al corriente sobre lo que había pasado con Caria y Thanatos en la fiesta de compromiso, evidentemente no podía creerlo. Lo primero que pensó fue que algo raro le habían hecho a Thanatos para que él actuara así. Pensaba muy diferente a Hades.
—Por una parte, me alegro de que no hayas presenciado esa escena —dijo Hades antes de sentir que la garganta se le contraía—. Fue horrible, Perséfone. Ver a Thanatos tomar a Caria por el cuello y luego perseguirla con intenciones de lastimarla...me desquicié. Sentí que podría perder a alguien que amo.
La diosa evitaba imaginarse la escena y aun así se sintió muy mal. ¿Qué estaría pasando por la mente de Caria después de eso? Seguramente se sentía terrible que el amor de su vida le hiciera eso, aunque no fuera realmente consciente.
—Dudo que haya sido apropósito. Él la ama.
—¿Sigues con eso? —preguntó Hades con fastidio—. Si la amara tanto, no la habría atacado.
Perséfone alzó una ceja y se acercó a Hades desafiante hasta que ya no quedó espacio entre ellos.
—¿Y qué tienes que decir cuando tú y yo comenzamos a atacarnos? —Le preguntó en referencia a la breve batalla que tuvieron. Hades ya no supo que decir—. Si vas a juzgar, entonces no creo que haya mucha diferencia entre tu locura y lo que le pasó a Thanatos —Perséfone retrocedió un paso y abrió la puerta para encontrarse con Pyena—. Dame lo que te encargué.
Pyrena asintió y le entregó un libro a Perséfone. En cuanto lo tuvo en sus manos, Perséfone se lo entregó a Hades. El dios al identificar el libro se bloqueó.
Se trataba de "El Cuervo y la Luna", el libro que él mismo escribió.
—¿Qué...por qué me lo das?
—Iba a dártelo antes de que supiéramos el origen de Zagreo —explicó brevemente, desviando la mirada de Hades y observando el libro—. Cuando leí una parte del libro a pocos días de llegar al Inframundo la primera vez, me gustó mucho la historia y cuando tú me leíste el resto, pude sentir el amor que el cuervo le tuvo a la Luna, a pesar de parecer inalcanzable, lograron estar juntos. Eso esperabas que te sucediera, ¿no?
Hades revivió cada momento en que conoció a Perséfone y en cómo fueron enamorándose, a pesar de las circunstancias inesperadas. Al conocer a Perséfone, al verla tan cerca cuando ella cayó sobre él mientras jugaba con las ninfas, Hades quiso que ella fuera su Luna.
Y así había sido y así sería siempre.
—Yo no te esperaba, pero desde que te vi supe que eras tú —alcanzó a responder.
Perséfone mordió sus labios y sus ojos se humedecieron.
—Y desde entonces nuestra historia de amor se ha mantenido...hasta ahora —Cuando dijo esto Perséfone, Hades sintió un dolor en el pecho, muy parecido al que sintió cuando creyó que la había perdido esa vez que Deméter se la llevó—. Thanatos leía tu libro y lo supe porque lo vi entre sus cosas en la biblioteca después de que lo echaste del Inframundo y los Elíseos.
—¿Él lo leía? No puedo creerlo.
—Así es. Debió sentirse identificado con algo —Se animó a ver a los ojos a Hades una vez más—. ¿En serio sigues creyendo que Caria y Thanatos no se aman? Él guardó sus sentimientos por mucho tiempo aun cuando a ella la veía casi seguido, eso debió haber sido una tortura. Quizás para Thanatos, Caria sea su Luna.
Hades no hizo ninguna expresión, sólo se quedó repartiendo miradas entre el libro y Perséfone al mismo tiempo que recordaba las líneas que el mismo había escrito. Las que más representaban lo que alguna vez deseo cuando estaba solo.
Estar con quien él amaba y que ella sintiera lo mismo.
—Estás muy segura de su amor.
—Muy segura —recalcó Perséfone, aun notando en Hades la incredulidad—. Yo no me enamoré de ti en el momento en que te conocí, pero sí lo hice cuando te conocí y descubrí quién eres realmente, lejos de esa fachada de dios implacable y temido. A mí me parece que tu negación hacia el amor que se tienen Caria y Thanatos se debe a que estás celoso y no aceptas que nuestra hija creció...pero por otro lado, es inexplicable tu comportamiento agresivo últimamente. Es demasiado exagerado hasta el punto de que abofeteaste a Melínoe por ocultar y ayudar a que Thanatos y Caria se fueran de los Elíseos. Este no eres tú y no puedo soportar verte así ni ver cómo quieres deshacer el amor que siente nuestra hija ni cómo quieres destruir a Thanatos por razones que no sean confirmado.
El dios del Inframundo tuvo un mal presentimiento en cuanto escuchaba a su esposa expresar todo lo que pensaba. Ya no sabía si quería seguir escuchando o no.
—¿Acaso...quieres decirme algo más?
Perséfone bajó la mirada de nuevo, casi evitando querer llorar frente a él. Ya había tomado una decisión y si él no cambiaba, entonces sería algo definitivo.
—Sé que te oculté que sabía que Caria estaba con Thanatos en la Tierra y perdóname por no decírtelo, no fue con malas intenciones. No obstante, que tú me hayas ocultado lo de Menthe...
Hades se acercó a Perséfone y la tomó de las manos sin soltar el libro.
—No pasó nada con ella. A ella nunca la quise, sólo la aprecio por la lealtad que me tuvo desde que la conocí.
Perséfone resopló y se alejó de Hades.
—¿Lealtad? Dirás obsesión. ¿Ya se te olvidó que cuando la llevé al castillo empezamos a tener problemas? —preguntó a Hades y él parecía no recordarlo al arrugar su frente—. Durante ese tiempo también te pusiste mal. Estabas irritable y distante. Y ahora que está Menthe de vuelta, no me sorprende que los problemas regresen. Seguramente son tantas cosas que Menthe debe meterte en la cabeza con tal de que estés con ella.
—Las cosas no fueron así, Perséfone. Entre ella y yo no pasó ni pasará nada...tampoco creo que Menthe haya querido hacernos daño. Y no está obsesionada conmigo, sólo agradecida. Para mí fue sorprendente volver a ver si tú misma me dijiste que la habías convertido en planta. Lo que a mí me reclamas de Thanatos, tú lo hiciste con Menthe y ni siquiera había motivos.
Perséfone se rio, pero también se enojó por la perspectiva que Hades tenía de la ninfa. A pesar de los años, seguía pensando lo mismo de ella.
—Y sí la convertí en planta, hasta ahora sigo sin explicarme cómo es que Menthe regresó y no compares las situaciones porque no son iguales y al parecer, con este tema nunca voy a ganar porque tú estás ciego —expresó Perséfone con frustración—. Es por todas estas cosas que he tomado una decisión y tú tienes la última palabra.
—¿A qué te refieres? —Hades volvió a sentir ese mal presentimiento.
—A que si no reflexionas sobre todo lo que está pasando y sobre tus acciones...—Perséfone tenía un nudo en la garganta y aun así siguió hablando—. Si no sucede esto, entonces lo mejor será...separarnos.
Los ojos de Hades se abrieron abruptamente como si le hubieran lanzado una ola de agua helada encima. Su corazón se aceleró fuertemente y le invadió el temor.
¿Perder a Perséfone? Eso no podía estar pasando.
—¿Es...lo que quieres?
—No —respondió Perséfone—, pero no me dejas opción. Yo no quiero seguir a tu lado si vas a ser igual de irracional que mi madre. Seguiré defendiendo a mis hijas y a su felicidad, aún si tengo que ir contra ti. Y te juro Hades...—Perséfone quedó en silencio brevemente mientras se mordía los labios. Era claro que no quería decir aquello, pero estaba dispuesta a cumplirlo si era necesario, por mucho que le doliese—. Te juro que no volverás a verme en toda tu vida. No sabrás de mí nunca.
Sin más que añadir por parte de Hades o de Perséfone, la diosa se retiró del despacho y caminó sin detenerse por el pasillo. Pyrena alcanzó a ver a un Hades en shock dentro del despacho y luego fue a alcanzar a Perséfone con el paso apresurado.
—¿Está bien, señora Perséfone? —preguntó Pyrena.
Perséfone no dejó de caminar y en su lugar fue limpiándose las lágrimas de las mejillas.
—Sí. Ya he dejado todo claro —indicó Perséfone tratando de mostrarse fuerte—. Quédate aquí en el castillo, yo debo salir.
—¿Irá a los Elíseos?
—Por ahora no. Antes debo ir a otro lado.
Pyrena parpadeó rápidamente y varias veces. Se suponía que Perséfone no podía ir a otro lado que no fuera el Inframundo o los Elíseos si estaba con Hades y si estaba con Deméter no podía regresar hasta que fuera el día adecuado. Tampoco era algo imposible ya que últimamente los dioses hacían lo que querían.
—¿A dónde irá, señora?
Mientras tanto
Hades permaneció bloqueado por todo lo que dijo Perséfone, especialmente porque ella le había dado un ultimátum. La cabeza comenzó a darle vueltas y no pudo hacer otra cosa que dejarse caer en el sofá con los brazos extendidos y la cabeza hacia atrás. Mil pensamientos invadieron su mente sin piedad.
¿De verdad había actuado tan mal como para que Perséfone haya tomado tal decisión?
¿Por qué nadie podía entender su postura?
No hacía otra cosa que preocuparse por el bienestar de Caria.
¿Qué había hecho mal?
Ciertamente, entre más trataba de recordar sus acciones recientes, se daba cuenta que no lo recordaba muy bien. Al menos no todo. Ahora podía reconocer un poco que sus impulsos irritables y agresivos eran incontrolables. Algo opacaba su mente como niebla espesa y sus pensamientos negativos eran más intensos. Y si regresaba más en el tiempo a la vez que Perséfone se refería cuando Menthe estuvo en el castillo con ellos como doncella, tuvo comportamientos similares, pero eran mucho más difícil reconocerlos porque no habían sido tan intensos como ahora.
"—¿Lealtad? Dirás obsesión. ¿Ya se te olvidó que cuando la llevé al castillo empezamos a tener problemas? —preguntó a Hades y él parecía no recordarlo al arrugar su frente—. Durante ese tiempo también te pusiste mal. Estabas irritable y distante. Y ahora que está Menthe de vuelta, no me sorprende que los problemas regresen. Seguramente son tantas cosas que Menthe debe meterte en la cabeza con tal de que estés con ella".
Esas palabras de Perséfone agolparon su mente ahora. Perséfone no era la única que había pensado algo negativo de Menthe, también Hécate y Pyrena pensaban lo mismo. De ahí en fuera, ni Hypnos ni Thanatos ni los jueces o nadie más llegó a desconfiar de Menthe y a advertirle que ella tenía malas intenciones. Ni él mismo podía creer que Menthe tuviera algún tipo de maldad. Ella sólo quería ayudarlo por estar agradecida con él.
Lo hizo en el pasado y ahora que regresó, a pesar de ser inexplicable su regreso, volvía a ayudarlo. Ella fue alguien más que le advirtió que Thanatos y Caria estaban juntos. Hasta le ofreció ayudarlo si la regresaba a su hogar, el Inframundo. Siempre consideró valiosa la lealtad de Menthe. Le resultaba imposible creer que lo había traicionado.
Por otro lado, él seguía sin darse cuenta de que su impulsividad inexplicable y que no recordaba como Perséfone lo hacía. Llegaba a creer que estaba exagerando, pero, ¿qué por eso ella quisiera separarse de él y que encima lo haya comparado con la locura de Deméter?
¡Hasta Zeus y Nyx creían eso!
O todos se pusieron de acuerdo para ponerse en su contra o algo más estaba sucediendo y que no podía ver.
Era cierto que Perséfone y él nunca se habían enfrentado con sus poderes ni con armas como recientemente. Jamás hizo llorar tanto a Caria por hacer que ella entrara en razón de que lo que sentía no era amor. Algo que también le dolió mientras los recuerdos lo invadían fue cuando golpeó a Melínoe. Jamás lo había hecho y hasta ahora seguía sin poder explicar por qué lo hizo. Tenía que pedirle perdón a Melínoe por lo que hizo. Y mientras pensaba en todo eso, no se percató sus ojos estaban húmedos.
¿Tan miserable se había vuelto?
Rendido y confundido, agarró fuertemente el libro y lo abrió para leerlo desde el comienzo. Hacer esto fue como haber viajado al pasado, donde él se encontraba y se sentía completamente solo, con el deseo de encontrarse con alguien que lo amara con la misma intensidad que él podía amar.
Y entonces, las lágrimas no dejaban de caer.
***
Tártaro
La visita a Helios fue más larga de lo que Nyx había supuesto y de lo que se enteró le dejó más perturbada de lo que creyó. La furia que sentía era descomunal y por el bien de muchos, al menos de quienes se lo merecían, se controlaba bastante. Y para aquellos que no merecían su piedad, recibirían su castigo más pronto de lo que se esperaban. Se sentía burlada, aunque los ataques no hayan sido a ella directamente.
Todos aquellos involucrados negativamente la pagarían terriblemente pues habían actuado con maldad, alevosía y ventaja. Todo fue planificado y lo mantenían oculto a ella y lo peor es que aparentaban no ser una amenaza peligrosa.
Mientras iba a sus aposentos a descargar un poco de furia antes de enfrentar a Érebo, Ápate y Menthe, se encontró de pie y esperando frente a la gran puerta de titanio a Némesis. Parecía estarla esperando.
—Te esperaba desde hace rato, pero también supuse que demorarías —comentó Némesis.
Nyx hizo un gesto con la mano para que dejara de hablar.
—Ahora no. Tengo muchas cosas qué hacer y créeme, van a lamentarlo —comentó Nyx entre dientes.
—Lo sé, tu rostro es demasiado expresivo cuando estás furiosa y también sé lo que Helios debió decirte —dijo Némesis con claridad.
Nyx la miró profundamente.
—Claro que lo sabes. Claro que estás consciente de las acciones que Érebo, Ápate y la ninfa Menthe han hecho. ¡Debí haber parado todo desde que cometieron el primer atrevimiento! Sólo así habría evitado problemas —Nyx expresaba con irritabilidad—. Y Érebo...¡es un maldito monstruo! No creí que podría ser tan perverso sólo por venganza y ambición. ¡Y a mis espaldas! —volvió a mirar a Némesis—. Sabías las perversiones que él cometió, podrías haberme advertido para evitar que cometiera más.
Némesis comprendía que su madre estaba desesperada y muy enojada por lo que Érebo hizo y que era normal que abandonara su racionalidad.
—Sabes que no puedo hacerlo. Ninguna acción se escapa de mí, sea humano o dios, y cuando llegue el momento indicado, me encargaré de que su castigo justo se lleve a cabo.
Sabía que era verdad. Némesis no podía revelar las acciones de nadie a menos que haya llegado hasta el máximo punto para dictaminar un castigo justo. Sólo en ese entonces se reflejaría todo. Sin embargo, Nyx no estaba complacida ni lo estaría hasta no vengarse por ella misma de lo que Érebo hizo. Estaba completamente segura de que sólo ella podía otorgarle el mejor castigo. De pronto, las expresiones faciales de Nyx se diluyeron y alzó el mentón. Lo único que podía reflejar su furia eran sus ojos.
—Entonces meditaré muy bien el castigo de Érebo hasta que sea el momento indicado —dijo Nyx con templanza oscura.
Némesis arqueó una ceja y abrió ligeramente los labios.
—Eso me corresponde a mí, madre —recalcó seria.
Los ojos furiosos de Nyx se detuvieron en Némesis.
—Érebo tendrá su propio reino, pero está dentro de mi territorio y las reglas que establecí desde el comienzo también aplican para él, así que no me digas te corresponde a ti y no a mí —dijo Nyx imponente—. Seré paciente, pero no me quedaré con los brazos cruzados ante nada. Si se meten con mis hijos, se meten conmigo y él lo hizo traicionándome.
Ni siquiera Némesis quiso debatir eso. No importaba ni siquiera su propia divinidad, Nyx iba a cumplir su palabra y en ese sentido, ella terminaba siendo incluso más despiadada que Némesis.
—Como desees, sólo que yo mediaré en ese castigo —concluyó Némesis sin más remedio. Hizo una reverencia y se marchó de la habitación.
En el mismo camino, pero del sentido contrario estaban caminando Hypnos y Hécate y el silencio era casi inquebrantable. Hypnos no había querido decir nada desde que salieron de la celda porque desde entonces, Hécate se encontraba pensativa y sus gestos mostraban molestia.
La verdad no estaba demasiada alejada de lo que Hypnos suponía. No había querido mencionar un detalle que ella percibió en la celda y es que era sutil pero presente el olor de Menthe. Percibir esa desagradable esencia le hizo recordar todos los problemas del pasado provocados por Menthe y que nunca fueron comprobados. También lo que sentía era decepción porque Menthe no habría estado en la celda de ninguna manera y si hubiera sido así, ¿por qué lo haría?
Otro pensamiento que tenía y del que no quería obsesionarse involucraba a ellos dos.
¿Y si Thanatos se relacionó con Menthe?
Imposible, ¿o no?
Sea como sea, Menthe ocasionaba problemas de nuevo.
Afuera de ese lugar se encontró con Hypnos y Hécate, apenas los miró y se marchó sin hacer ningún gesto. Hécate e Hypnos giraron el rostro para verla alejarse.
—¿Qué le habrá pasado a tu dulce hermana? —preguntó Hécate con cierto sarcasmo.
—No se veía bien, algo debió haber pasado ahora mismo —Hypnos tuvo un presentimiento nada agradable—. Hécate, debido a mi lealtad hacia Hades, me gustaría preguntarle primero acerca de la razón de que su casco estuviera en la celda donde se encontraba Thanatos.
Hécate hizo un mohín.
—No estoy de acuerdo. Podría mentirte.
—O aclarar la situación —añadió Hypnos—. Dudo que el señor Hades le haya hecho daño a Thanatos.
—¿De verdad lo dudas? Quizás tengas razón y lo sacó de la celda para llevarlo a beber té —respondió con sarcasmo más marcado—. Con eso de que los dos huelen a...eso tan desagradable —dijo Hécate con desprecio y confusión al mismo tiempo.
—¿De qué habla? —preguntó Hypnos con duda—. ¿A qué olor se refiere?
El ceño de Hécate se endureció.
—La celda de Thanatos desprendía un olor más sutil a menta y Hades tenía el mismo olor cuando estaba más loco de lo normal.
Ante esta breve explicación, Hypnos seguía igual de confundido porque él no había percibido ningún olor particular ni sospechoso. Al ver la reacción de Hypnos terminó reafirmando las sospechas que tenía desde la última vez que vio a Menthe hace muchos años.
—Así que puede que sea verdad —comentó Hécate en voz alta sin dejar de ver a Hypnos.
—Sigo sin entenderla.
—Ya lo comprobaremos y entonces entenderás a qué me refiero —indicó Hécate con cierta luz en su semblante mientras solicitaba al guardia presente el acceso para ver a Nyx.
Si la teoría que tenía respecto a Menthe y el comportamiento de Hades en el pasado y ea presente era cierto, eso explicaría la reacción desquiciada de Thanatos en la Tierra y también la ignorancia de Hypnos ante el aroma herbáceo. Deseaba tanto que fuera así, aunque seguiría preguntándose cómo es que Menthe afectó a Thanatos.
Los dos entraron a la habitación y vieron a Nyx sentada en su trono con mirada filosa y una postura de ataque. La diosa de la noche miró a ambos e inmediatamente sus ojos posaron en el objeto que Hécate tenía en sus manos.
—¿Qué sucede? Hablen rápido, que no estoy de humor —dijo Nyx, evadiendo la pregunta acerca del casco de Hades para no exaltarse, pero mil teorías comenzaron a formar en su mente.
Hécate e Hypnos se miraron unos segundos, pensando lo mismo acerca de que no era buen momento para decirle lo sucedido a Nyx pero era demasiado tarde para echarse para atrás porque ella ya había visto el casco. Hypnos abrió los labios para ser el primero en hablar y suavizar las cosas respecto a Hades. Fue interrumpido.
—Habla tú Hécate, Hypnos no va a decirme la situación directamente —ordenó Nyx, adelantándose porque conocía bien a Hypnos.
El dios puso el rostro recio y cerró los labios. Sólo le tocaba esperar que Nyx no se exaltara antes de conocer el trasfondo. Miró a Hécate, casi suplicándole con la mirada que no fuera tan ruda al decir lo sucedido.
Hécate entendió perfectamente esa mirada.
—Hubo un problema en la celda de Thanatos...él desapareció —dijo Hécate.
Los ojos de Nyx se abrieron intensamente y su espalda se enderezó de nuevo.
—¿Cómo que desapareció? —exigió saberlo.
—Hypnos se dio cuenta primero de que Thanatos no estaba, yo iba caminando junto a Zagreo y nos enteramos de inmediato. Thanatos no estaba y...
—¡¿Qué hace el casco de Hades aquí?! —preguntó Nyx impaciente.
Las explicaciones el contexto ahora le resultaba insuficientes para calmar su furia.
Hypnos tragó saliva, arrepintiéndose de no haber ido primero al Inframundo o a los Elíseos para buscar a Hades y hablar con él.
¿Por qué le hizo caso a Hécate?
En el caso de Hécate, estaba resentida con Hades por seguir protegiendo a Menthe y por ocasionar todo ese desastre. Quería que recibiera un escarmiento, algo que lo hiciera entrar en razón. Claro que tampoco quería que Nyx se sobrepasara con él. Debía ser muy metódica si quería que las cosas mejoraran en vez de empeorarlas.
—Estaba en la celda de Thanatos, pero es lo extraño porque sólo estaba eso ahí y el desagradable aroma de Menthe —dijo Hécate tratando de desviar un poco la furia de Nyx sobre Hades.
La diosa de la noche ni siquiera parpadeó mientras miraba a Hécate y apretaba los labios con fuerza.
—¿También lo percibiste? —preguntó Nyx—. ¿Cómo lo hiciste si no estaba Thanatos?
Hypnos no comprendía de lo que hablaban. Él no distinguió ningún olor y dudo de Hécate por eso, ¿y su madre también lo percibió? No tenía sentido, mucho menos porque a Menthe la convirtieron en planta.
El desconcierto de Hypnos era poco comparado con lo que ahora tenía qué responder Hécate. Ciertamente no sabía cómo lo había percibido, pero estaba presente ahí y no era un delirio de su parte porque Nyx también era testigo, incluso antes que ella.
—No lo sé, sólo sé que ahí estaba y que Hypnos no detectó nada. Repito que la celda estaba vacía, las cadenas intactas y un...—Hécate se detuvo enseguida pero demasiado tarde. Había tratado de ser cuidadosa con sus palabras y falló en lo último.
—Termina de hablar y ya no omitas los detalles porque si me entero por mi cuenta será peor —advirtió Nyx.
<<Lo que me pasa por ser tan directa. Viejo tonto...¿qué hacía tu casco ahí?>>, pensaba Hécate.
—Un poco de sangre. Eso era todo —respondió Hécate—. Pero habría que investigar acerca de Menthe, de una u otra forma ella debe saber sobre Thanatos —hasta para Hécate era difícil mantener la mirada directa en Nyx cuando estaba furiosa. Nada de lo que dijera para aminorar los conflictos funcionaría para calmarla—. Deme la oportunidad de ir al Inframundo a hablar con Hades. No será el dios más inteligente por ser un cabeza de haba, pero dudo que él tenga que ver en la desaparición de Thanatos.
—A pesar de todo lo que ha hecho, ¿sigues creyendo que puede ser inocente en esto? —preguntó Nyx con voz rasposa.
—Sé que es difícil de creerlo porque él mismo ha logrado que no se confíe en él, pero sí, creo que en esto es inocente. Terminaría siendo un dios sin cerebro si él mismo hubiera secuestrado a Thanatos y también haya dejado su casco en su celda.
Nyx alzó una ceja, el fundamento de Hécate había resultado interesante.
—¿Qué lograrías hablando con Hades?
Hécate alzó los hombros. Desconocía cómo hablar con él sobre eso, sólo esperaba que Hades terminara por entender qué tan equivocado ha estado y también, que por fin se quitara la venda de los ojos respecto a Menthe. Aún no era certera su teoría respecto a ella, pero confiaba en que fuera así. Asimismo, podría comprobar si Hades tenía que ver realmente en la desaparición de Thanatos o no.
—Veré sus reacciones y lograré que me diga la verdad sobre si está involucrado o no en esto...y le diré algunas otras cosas que no he podido decirle y que tengo bien guardadas —seguía percibiendo la misma actitud en Nyx—. Sé que no debo pedirle nada después de mis errores cometidos en el pasado con Deméter, pero déjeme ir con Ha...
Nuevamente fue interrumpida por Nyx pero esta vez por un gesto con su mano. Nyx clavó la mirada al suelo por varios segundos y luego se levantó, manteniendo el semblante más frío posible y la postura más imponente que había ejercido que provocaba tensión. Bajó los pocos escalones presentes y se acercó a Hécate e Hypnos.
La diosa miró a ambos y luego hacia la puerta.
—Ve y no te demores. Te quiero aquí de regreso en menos de una hora—ordenó Nyx.
Hécate suspiró discretamente y asintió agradecida, compartiendo una mirada igual de discreta hacia Hypnos.
—Así será —respondió Hécate y desapareció.
Nyx no volteó ni siquiera a verla. Su mirada se mantuvo fija en la puerta. Hypnos habría querido decir algo para defender a Hades y siguió sin poder hacerlo. Se limitó a observar que Nyx no se movía ni un momento y él no tardó en suponer sobre lo que su madre estaba haciendo: Nyx estaba llamando a alguien por medio de telepatía y en cuestión de segundos entraron a la sala de trono las Erinias. En cuanto las vio entrar, Hypnos comprendió que nada bueno se acercaría. Nyx las miró y les dio una orden directa que causó conmoción.
—Vayan al Inframundo a buscar a Hades y que los guardias rodeen cada rincón del Tártaro. Sea quien sea que lo vea primero, quiero que lo arresten y lo encierren en nuestra prisión —ordenó Nyx con severidad, dejando estupefactos a las Erinias, a pesar de su personalidad vengativa—. Recibirá su respectiva sentencia.
***
"Tártaro
Érebo aún permanecía en el calabozo con Thanatos, riéndose de su condición y sintiéndose victorioso con todo lo que había alcanzado. Ver a Thanatos derrotado era satisfactorio y deseaba que Hades se encontrara en la misma posición. Thanatos tenía la mirada temblorosa clavada en el suelo, temiendo que Érebo pudiera lastimar a Caria sin que él pudiera evitarlo. No le importaba estar encadenado por la eternidad si a cambio Caria estaba bien.
—¿Sigues pensando en tu amada? Mejor ríndete. No podrás hacer nada por ella de nuevo. Es más, creo que no volverás a verla. ¿Qué se siente que el dios a quien decidiste darle tu lealtad, sea quien te esté atormentando ahora? —preguntaba Érebo, marcando aún más su malvada sonrisa.
Thanatos levantó la cabeza al mismo tiempo que las cadenas se movían y hacían un ruido inquieto.
—Jamás voy a entender por qué odias tanto a Hades...y a mí —dijo con voz quebrada.
—Por poder. El Inframundo me pertenecía y de no ser por tu madre que permitió que Zeus repartiera esas tierras también, yo seguiría siendo el rey y no tendría ningún problema con Hades. En cambio contigo, te repito que ha sido por traición de tu parte. Yo no perdono nada.
—¿Y por qué hacerle daño a Caria? ¿Sólo por intentar lastimarme? No es necesario. Lastímame todo lo que quieres. Desquítate conmigo, pero a ella déjala en paz. No tiene la culpa —expresaba Thanatos sin duda alguna.
Érebo chasqueó la lengua.
—Me sorprende que tengas el valor de ponerme condiciones, más aún que creas que voy a cumplirlas —Érebo suspiró con arrogancia y adoptó una postura desinteresada—. Me pregunto, ¿qué podrías hacer al respecto si me atreviera a desquitarme con ella?
De no haber estado tan oscuro el calabozo, se podría vislumbrar perfectamente la ira que Thanatos sentía hacia Érebo.
—Te destruiría...sin importar lo que tuviera que hacer, pero no voy a permitir que le hagas daño.
—Entre más te aferras a la idea de protegerla, más ridículo te vuelves —comentó con altivez—. Tan sólo considera tu condición. Estás encadenado y has dejado una mala impresión en todos los dioses. Hades no va a permitir que tú seas libre ni mucho menos que te acerques a Macaria de nuevo. La única que te sigue mirando como si fueras inocente es tu madre, pero ella no va a soltarte hasta que dé con una explicación a tu comportamiento con la mujer que dices amar...si es que encuentra una explicación. Para que todo eso pase...ya será demasiado tarde.
Thanatos se alarmó en cuanto escuchó las últimas palabras de Érebo. Lo miró fijamente, tratando de analizar sus intenciones por medio de sus pacciones, pero la oscuridad no ayudaba demasiado y lo único que podía percibir era su cotidiana maldad.
—¿A qué te refieres con que será demasiado tarde? —preguntó Thanatos con inseguridad.
Érebo soltó una risa ligera y le dio la espalda.
—No tengo tiempo para seguir hablando contigo. Hay asuntos más importantes que atender —Érebo ya se iba a marchar pero a último momento, se giró y se acercó a Thanatos de nuevo, poniéndose a su nivel—. Te confieso que entiendo que te sientas deslumbrado por ella. La descendencia de Hades y Perséfone tienen algo que te excita y que te hace desearlas...y a mí solamente me falta disfrutar de una. Quizás exista una razón más placentera que te obsesiona tanto.
Érebo expresó sus deseos con excitación y burla. Logró hacerse hacia atrás rápidamente en cuanto Thanatos se jaló para abalanzarse contra él en un momento de furia y desesperación. Estuvo a nada de golpearlo con la cabeza. Thanatos hizo mucha fuerza en los brazos para soltarse de las cadenas de titanio sin éxito; sólo consiguió lastimarse aún más. Érebo estaba fascinado con haberlo hecho rabiar.
—¡Te atreves a tocarla y vas a lamentar haberlo hecho! —bufó Thanatos con una amenaza severa.
El dios de mirada amarilla incrementó su risa e hizo ademanes con la mano a modo de despedida.
—Me gustaría ver qué puedes hacer.
Thanatos gritó lleno de frustración cuando vio que Érebo desapareció. La desesperación incrementó y más quiso soltarse de sus ataduras. Sintió miedo. Aunque Érebo se haya burlado, podría tener esas intenciones. No quería ni imaginarse que Érebo pudiera tocar a Caria.
¿Cómo podría evitarlo si estaba en ese calabozo?
Érebo tenía razón en algo. Él había lastimado a Caria sin motivo alguno y nadie le creería que actuó de forma inconsciente, como si algo lo hubiera obligado. Tampoco podría hacerles entender a los demás lo sucedido si ni el mismo sabía lo que le pasó.
Estaba en un hoyo profundo sin una salida visible.
—Deja de jalarte y de gritar. Eso no servirá de nada.
Thanatos relajó inconscientemente el cuerpo y trató de mirar a quien le estaba hablando. Era una voz conocida. De tanto buscar a quien estaba en el calabozo con él, vio que una sombra aparecía en el extremo donde se encontraba una antorcha. Pronto vio de quien se trataba y se sorprendió. Era difícil creerlo.
—¿Melínoe?
Melínoe no tuvo la intención de responderle hasta que creyera en su presencia. Tomó el casco de Hades con una mano y con la otra tomó la antorcha de la pared, se acercó a Thanatos y puso el casco en el suelo para poder observar las cadenas.
—Es titanio y está protegido. No podré liberarte como pensaba —dijo Melínoe, tocando el frío metal.
Thanatos no dejaba de mirarla y de cuestionarse si debía confiar en ella. Deslizó la mirada hacia el suelo y vio el casco de Hades. Estaba aún más sorprendido.
—¿Hace cuánto estás aquí?
La diosa cerró los labios como si no quisiera responder, pero lo hizo brevemente.
—El suficiente para escuchar todo —Melínoe acercó la antorcha a Thanatos y alcanzó a ver los desgarres que se hizo en el cuello y en las muñecas al forcejear fuertemente—. Considero que no debiste ocultar la verdad y permitiste que todos pensaran mal de ti por tanto tiempo, sobre todo mi padre —Se detuvo y lo observó mientras esperaba una respuesta. Pudo sentir diversas emociones justificadas entre las que se encontraba la tristeza y la frustración.
—Y tú, si viniste a ayudarme, fuiste muy arriesgada. Si Érebo te descubría, podría haberte atacado. Fue una imprudencia que aparecieras cuando estaba él —dijo angustiado por toda la situación.
Melínoe miró hacia las cadenas de nuevo, evadiendo la atención.
—No sabía que estaba aquí —Thanatos alzó las cejas. Vio en Melínoe una notable vergüenza—. Aparecí corriendo el riesgo de que pudieran descubrirme a pesar de tener el casco de invisibilidad. Ahora me doy cuenta que no cometí un error. Si no hubiera aparecido, tú seguirías callando la verdad.
Los brazos de Thanatos volvieron a tensarse al igual que sus alas.
—Melínoe...no puedo liberarme y necesito proteger a Caria.
—Lo sé, pero forzando no lograrás nada —dijo Melínoe pensativa, buscando una solución para zafar esas cadenas. Thanatos se limitó a insistir que era inútil intentar zafarse de ellas sin autorización, pero el ver que Melínoe mostraba seguridad en cuanto a ayudarlo a sacarlo de ahí, le dio ilusión verse libre tan pronto—. Tengo una idea, pero no será sencillo. Incluso puede que no funcione...lo intenté una vez pero no funcionó. Es lo único que se me ocurre para sacarte de aquí ahora y necesito de tu colaboración.
—Espero no sea un engaño de nuevo —comentó Thanatos con cierta desconfianza. Melínoe apretó los labios y negó sutilmente. Thanatos notó arrepentimiento en la diosa y se sintió identificado. Además, Érebo había hecho una referencia indirecta hacia ella, ¿le habrá hecho daño? —. ¿Qué debo hacer?
Melínoe se deshizo de su semblante abatido y adquirió de nuevo la seguridad. Debía tenerla o restaría las posibilidades de que su idea funcionara.
—Quiero que dejes de pensar. Vacía tu mente de todo...no debes pensar ni sentir, incluyendo tu fuerza, por al menos unos minutos.
El dios de la muerte no tenía idea de lo que Melínoe estaba por hacer, pero confiaría en la convicción de Melínoe, esperando que fuera lo correcto. Para lograr lo que Melínoe quería, relajó todo el cuerpo aunque las cadenas le lastimaran y cerró los ojos. Al hacerlo, la imagen de Caria apareció de nuevo. Se sentía como si estuviera ahí. Quería estar con ella, pero que fuera real y no sólo una ilusión de sus deseos. Fue eliminando ese sentimiento y cualquier pensamiento en ese momento. Aunque pareciera sencillo, no era fácil hacerlo ni mucho menos dejar de sentir que estaba encadenado.
Melínoe observó a Thanatos y se percataba que sus fuerzas se iban perdiendo como si estuviera durmiéndose. Esperó unos cuantos segundos más para que los pensamientos, los cuáles eran más difíciles de detener, cesaran. Cuando notó que la relajación se había concretado, Melínoe puso las manos con los dedos abiertos alrededor de la cabeza de Thanatos sin tocarla. Cerró los ojos y se concentró en realizar una habilidad que había aprendido por su cuenta y que uso una vez cuando estuvo en peligro. No era nada fácil y usarla podría empeorar su propia condición y hacer que su lado malvado apareciera en el peor momento, pero habría que intentarlo o no podría ayudar de otra manera a Thanatos de forma rápida. Eso sí, habría repercusiones para ella y suponía que también para Thanatos. Después de lograr concentrarse como lo había aprendido y tener la imagen clara de lo que quería, tocó la cabeza de Thanatos al mismo tiempo que respiraba profundamente y comprimía todo su interior. Sus poderes relucieron y poco a poco, el cuerpo de Thanatos fue transparentándose, pero muy pronto regresaba a su tonalidad. Era tan intenso lo que Melínoe trataba de hacer que ella comenzó a hacer gestos de dolor.
<<Vamos...vamos...>>, pensaba Melínoe.
Incluso ella sentía como iba perdiendo sus fuerzas y más se resistía a que eso sucediera. Tenía que ser más fuerte y comenzar a demostrarse a sí misma que podía superarse y reemplazar sus errores al salvar a otros antes de que fuera demasiado tarde para redimirse. Potenció lo más que pudo sus poderes y el cuerpo de Thanatos volvió a transparentarse por más tiempo. Sangre comenzó a fluir por la nariz de Melínoe segundos antes de que utilizara todas las fuerzas que le quedaran. Comprimió sus gritos de esfuerzo de manera prolongada hasta que Thanatos dejó de tomar forma física por sólo unos segundos. Su cuerpo cayó evitando golpearse contra el suelo por el apoyo de Melínoe. Thanatos retomó la fuerza y movilidad, sin embargo, lo primero que hizo cuando entró en consciencia fue apoyar sus manos contra el suelo y mantener los brazos estirados mientras escupía sangre. Con la mirada nublada y la cabeza mareada trataba de entender qué fue lo que pasó. Dispuso a observar sus muñecas amoratadas y libres de cadenas, al igual que sentía su cuello sin ese molesto acero rodeándolo.
¿Qué había hecho Melínoe? O más bien, ¿cómo lo hizo?
Thanatos volteó el rostro para mirar hacia atrás y verla. Ella lucía débil y parecía no poderse levantar, le costaba hacerlo o sólo estaba descansando un poco y luchando por no caer inconsciente por tal esfuerzo realizado. Por su propia cuenta, Thanatos no podía diferenciarse demasiado. No tenía ni fuerzas para hablar. Se sentía más débil que antes de que Melínoe lo liberara.
Era curioso.
No.
Era extraño.
Su mirada plateada pasó nuevamente a la joven diosa y fue inquietante. Melínoe había sacado de un doblez de su vestido en la cintura una daga, a la cual miró con cierto cálculo y...¿desprecio? ¿angustia? Brevemente, su semblante era el reflejo de algunos recuerdos. Thanatos se preguntaba qué recuerdos podría tener Melínoe respecto a esa daga o qué era lo que tenía pensado hacer. Después de todos los altibajos de Melínoe, no era sorpresa que Thanatos pensara que le intentaría hacer daño. Pero que lo haya liberado para lastimarlo no tenía lógica alguna. Seguía analizando los pocos, pero demorados movimientos de Melínoe. Sus cejas se alzaron sutilmente al ver que la diosa se cortaba el antebrazo con la punta de la daga, traspasando la tela de la manga. La herida no parecía ser profunda, pero había logrado sangrar. Tomó la daga con su otra mano y tocó el rastro de sangre con la punta de su dedo antes de deslizarlo por el brillo de la daga.
¿Qué estaba haciendo y con qué propósito?
Estaba claro que Melínoe tenía bien definido lo que tramaba porque al terminar de escribir, se acercó nuevamente a Thanatos, no sin antes dejar la daga en el suelo, cerca de la sangre que él mismo había escupido.
Esto junto antes de abandonar la prisión".
Los ojos de Thanatos fueron abriéndose con pesadez. Aún estaba débil y conforme iba despertando, fluyeron preguntas respecto a lo sucedido.
¿Dónde estaba ahora?
Era mayormente oscuro, y eso porque había una fogata encendida en el centro. Miró a su alrededor, la luz del fuego revelaba las rocas que los cubrían y dejaba a la vista una salida. Sin duda era una cueva. Justo en la entrada, estaba Melínoe acostada entre las rocas.
Thanatos se incorporó con dificultad y tuvo que sostener su cuerpo con la pared o habría caído. Caminó hacía Melínoe esperando que ella reaccionara y lo mirara. No fue así. Ella dormía. Incluso los ecos de los jadeos de dolor de Thanatos pudieron despertarla. Suponía que Melínoe también estaba muy débil. De hecho, no lucía perfectamente. Miró hacía el antebrazo que ella se había lastimado y notó que estaba amarrado con una parte del largo del vestido. Él pensó que habría sido mejor que se arrancara la manga del brazo lastimado y se cubriera la herida con él, pero parecía que deseaba cubrirlo aún más. O quizás él estaba demasiado paranoico con todo lo que pasó y ya pensaba más allá de las cosas. Dejando el asunto de Melínoe a un lado, Thanatos deseaba saber qué pasó con él. Por momentos revivían imágenes amargas de él persiguiendo a Macaria y otras donde le apretaba el cuello. Se forzó a evitar no pensar en eso porque le dolía demasiado, aunque la angustia y culpa de que eso hubiera ocurrido realmente lo hacían sentirse miserable.
—¿Cómo te sientes? —preguntó Melínoe de repente. Thanatos estaba un tanto sorprendido porque creyó que dormía.
—La culpa duele más que las heridas físicas —comentó Thanatos siendo lo más sincero posible—. Parecías dormida, ¿o yo te he despertado?
Melínoe se apoyó sobre sus manos para levantar la espalda del suelo y permanecer sentada.
—Dormía, pero no profundamente para estar alerta a cualquier suceso importuno —confesó Melínoe y encogió los hombros—. Me he acostumbrado a hacerlo.
Thanatos se reservó cualquier pregunta respecto a cómo y por qué aprendió a hacer eso. Era bastante claro que Melínoe era un misterio. En cambio, prefirió preguntar algo más curioso que aquello que no podía observar.
—Luces herida y no solamente por la herida que te hiciste en la prisión. Tienes golpes, rasguños y estás cansada.
Una sonrisa se dibujó en el rostro de Melínoe. No era una sonrisa de diversión, sino porque la razón de su mala condición no fue premeditada, sólo consecuencias de actos que ocurrieron de pronto.
—Si, estoy herida. No tuve opción más que defenderme de tu amada.
Thanatos hizo un sinfín de gestos que expresaban una total confusión por lo que escuchaba mientras relacionaba a Caria.
—¿Me estás diciendo que Caria te hizo eso? —preguntó Thanatos completamente desconcertado e incrédulo.
—Nos hicimos. En realidad, nos peleamos y para aumentar tu desconcierto, te digo que ella fue la que empezó.
—Pero, ¿por qué? ¿Qué fue lo que pasó? —preguntó Thanatos una vez que se repuso de la respuesta de Melínoe.
Melínoe se cruzó de brazos y suspiró.
—No sé cómo pasaron las cosas en la Tierra, pero mi papá llevó a Caria al Inframundo y estaban discutiendo por ti. Él la encerró y Caria no dejaba de gritar con desesperación. Decidí entrar a la habitación con la transición, donde estaba ella y Caria se abalanzó contra mí. Luego empezamos a pelear.
Thanatos trataba de imaginarse la escena de Caria y Melínoe peleando y no podía hacerlo con claridad. Caria era tranquila y no usaba sus poderes porque no sabía cómo hacerlo y no quería hacerlo si era en un contexto violento, ¿por qué sería ella quien pelearía primero? Además, cuando habló con ella en la prisión, era la misma de siempre.
Estaba seguro.
—¿No me estás mintiendo? —preguntó Thanatos con duda.
—Sé que tienes motivos para dudar, pero no. No te estoy mintiendo. Todo el agobio y estrés de Caria explotó en ira. Ella no tiene control y créeme...está totalmente enfadada. No dudo que quiera enfrentar hasta a mi padre.
Thanatos fue perdiendo esa incredulidad que tenía mientras iba contemplando la posibilidad de que Caria no haya aguantado más la presión que sentía, más aún cuando las palabras de su madre estaban presentes:
"—Le ha afectado mucho que Hades se oponga a lo nuestro y que hayamos escapado por eso.
—Más que estar triste, está estresada. Tiene mucha presión dentro de ella y en lugar de que disminuya, empeora —Dio un paso más hacia Thanatos—. ¿Qué sucede cuando existe mucha presión y no tiene por dónde escapar?"
Las manos de Thanatos fueron a dar a su propia cabeza, recordando las palabras de Nyx sobre la condición actual de Caria.
¿Qué estaba pasando?
¿Qué le pasó a él?
¿Hasta dónde sería capaz de llegar Caria con toda esa ira que se acumuló?
No deseaba que, debido a eso, ella cometiera una locura que la perjudique. Era un temor que Thanatos tenía.
—Caria descontrolada y yo sin saber qué me pasó...sólo que le hice daño. ¿Hasta qué punto habré llegado yo para ser encerrado en el Tártaro?
—No sé mucho de eso, pero para estar encadenado debiste representar un gran peligro. Sin embargo, pronto tu imagen y nombre quedarán limpios. Desconozco también lo que sucedió en el pasado con mi padre y contigo, pero él está equivocado sobre ti por culpa de Érebo. Tú no tuviste la culpa de nada, sólo fueron manipulaciones de Érebo y todos las creyeron —mencionaba Melínoe. Para ella no quedaba ninguna duda de la inocencia de Thanatos y lo mal que lo juzgaron por no poder confesar lo que Érebo hizo.
Eso tenían en común ambos.
—No debiste escuchar eso, fue peligroso. Y no voy a poner en peligro a Caria...él ha sido claro con lastimarla y no voy a permitírselo, tengo que estar preparado, más ahora que Hades debe odiarme más de lo que ya hacía.
—Hasta que él no lo sepa, seguirás teniendo dos enemigos en lugar de uno —Melínoe suspiró, esta vez con un dolor que le quebraba la voz. Apenas trataba de mantenerla firme con su orgullo—. Sé de lo que es capaz Érebo de quitarte...y aunque te cueste creerme, yo no deseo que él lastime a Caria.
—Yo no se lo permitiré...eso si no lo haré —aseguraba Thanatos con rabia, incluso una vena de su frente brotó al considerar tal posibilidad.
—Ni yo, por eso debemos actuar en equipo —indicaba Melínoe, llamando el interés de Thanatos. O más bien, la duda.
—¿Formar un equipo para detener a Érebo? ¿Tú y yo? No será tan fácil. Quizás podremos detenerlo por un momento, pero no será el suficiente. Lo conozco y sé lo que te digo.
Melínoe enarcó una ceja.
—Hace un instante pensabas detenerlo solo, ¿y ahora con otros más crees que será imposible?
—¿Otros? ¿Quiénes otros? —demandó saber.
—Ya lo sabrás —respondió Melínoe con misterio—. Pronto volverás a estar con Caria...y esperemos que sea suficiente para que logre estabilizarse. Sé que lo único que quieres es estar con ella.
Thanatos agachó la mirada. Melínoe estaba en lo cierto, pero realmente sentía vergüenza de verla nuevamente por lo que le hizo, y eso que no lo recordaba completamente y no deseaba saber hasta dónde fue capaz de llegar. Claro, no era él pero algo lo poseyó.
—He luchado por ella y lo seguiré haciendo...pero, a decir verdad, a veces creo que no la merezco —suspiró con dolor—. Si no me hubiera enamorado de ella, no estaría pasando todo esto. Ahora está en peligro...—Se detuvo para recordar el pasado y en lo que le fue advertido por su hermano acerca de su destino—. Antes de conocer que Caria existiría o que sería ella de la que me enamoraría, me preocupaba su bienestar. Por eso silencié por tantos años, aun cuando tuvieron que castigarme por lo que Érebo le hizo a Dolos.
—¿Te castigaron en ese entonces? No lo sabía.
Thanatos asintió.
—De varias maneras lo hicieron, pero acepté con tal de no alterar mi destino y para seguir protegiendo a quienes apreciaba, entre ellos a Hades —Se sinceró.
—Vaya, y él considerándote como un traidor. Menos mal que pronto aprenderá a estar en tu situación. Será una lección —dijo Melínoe sin titubeos.
—¿Qué quieres decir con eso?
Melínoe se di cuenta que había hablado de más y manoteó la mano para que Thanatos creyera que no era en serio.
—Sólo es un decir —dijo y regresó a otro tema—. Por tantos años has pensado en otros, incluso por Caria y has luchado por el amor que sienten como para que pierdas el ánimo de estar con ella. Ya te dije que pronto lo estarás, así que, si piensas en alguna despedida, mejor olvídala.
Thanatos sonrió. Era extraño recibir esa motivación por parte de Melínoe, pero se oía sincera.
—Suenas demasiado optimista. Sin embargo, una despedida nunca está de más en situación de batalla o guerra. Nunca sabes lo que puede pasar.
Melínoe bajó la mirada y borró la sonrisa optimista que tenía por pensar en algo que se le vino a la mente.
—Bueno, supongo que, aunque la muerte no sea para nosotros, existen otros castigos más severos, peores que la muerte. Por mi parte, yo no creo en las despedidas —dijo Melínoe alzando los hombros. No era totalmente verdad, sólo que su castigo vendría pronto, sea el que sea, y no quería imaginarse que se despedía de alguien.
Thanatos notó que Melínoe se había quedado callada y pensativa después de expresar su opinión acerca de las despedidas. Esa reacción fue demasiado curiosa.
—Cuando vuelva a ver a Caria, me despediré de ella. Nunca está de más despedirte de quien amas —dijo Thanatos con cierto temor—. ¿Tú no quisieras despedirte de alguien en especial?
Los ojos de Melínoe expresaban asombro por la pregunta. Era sencilla y al mismo tiempo difícil de responder. Podría despedirse de varios, comenzando con sus padres y Caria, no obstante, alguien se le vino a la mente y se avergonzó por ello.
—Será mejor que descansemos más tiempo, tenemos que juntar energía para poder enfrentar a Érebo o a quien sea —indicó Melínoe rápidamente y se recostó sobre el suelo, dándole la espalda a Thanatos.
El dios de la muerte suspiró nuevamente y se recostó de nuevo, pensando en Caria mientras que Melínoe ahora consideraba en despedirse de quien rondaba su mente últimamente.
***
Inframundo
Garena continuaba con su exploración por el castillo. ¡Era mucho más grande de lo que creía! Sin embargo, se sentía solitario a pesar de que había problemas. Desde hace varios minutos escuchó los ecos del caminar rápido de varios sujetos por los pasillos, pero no logró ver a ninguno.
¿Cuántos pasillos había en ese lugar?
La cantidad no era la de menos porque aún no encontraba a Caria y no había vuelto a ver a Ralen. A como estaban resultando las cosas, posiblemente no lo haría en un buen rato. A esas alturas ya pensaba que haberse ido de la habitación fue mala idea. Garena miró a sus espaldas y vio el largo pasillo por el que había andado.
—¿Y ahora cómo me regreso? —preguntó para sí. Había dado tantas vueltas y atravesado varios pasillos que ya no podría recordar por cuál había andado.
Garena permaneció varios minutos más de pie, pensando qué debía hacer ahora.
¿Debía seguir el camino o regresar?
Cualquier decisión que tomara, posiblemente no la llevaría al lugar que quería. No obstante, pronto escuchó de nuevo el eco de pasos acelerados, la diferencia es que se escuchaban cada vez más cerca. Garena se alarmó por precaución, ya que no quería toparse con algún enemigo del Inframundo. Ella se quedó ahí en el pasillo, manteniéndose firme y esperando que aparecieran los dueños de aquellos pasos. Esperó un rato y dejó de escucharlos, sólo así logró suspirar con alivio. Decidió que lo mejor sería regresar a la habitación, esperando que pudiera encontrar el camino correcto. Garena dio media vuelta y anduvo unos cuantos pasos, pero al dar vuelta en una esquina, chocó contra alguien evidentemente más alto y pesado. Ella retrocedió por choque y molesta miró con quien se había golpeado.
—¿Quién es usted? —preguntó Radamanthys con voz tosca.
Era abrumante cómo resonaba su voz con el eco.
—Yo soy Garena y he venido con...
—Eres una humana —dijo Radamanthys con sorpresa y desagrado.
Tres guardias llegaron al mismo lugar y se pararon firmes tras Radamanthys, observando con extrañeza a Garena.
—Señor, no hemos encontrada nada anormal en el castillo...más que a esta mujer —dijo uno de los guardias.
Garena enarcó una ceja e infló las mejillas.
—Esta mujer tiene nombre y yo no soy una simple humana —recalcó.
Al momento en que Garena se defendió, Ariadna apareció y su expresión no fue otra que de asombro y lamentación porque ahora Radamanthys sabía que Garena estaba ahí y comenzarían las preguntas.
Radamanthys no deshizo su mirada indiferente hacia Garena e hizo un movimiento con su cabeza.
—Contigo ya son dos humanos en el Inframundo, llévensela al calabozo —indicó el juez.
Ariadna quería decir algo, pero se mordió los labios.
—¡¿Al calabozo?! —exclamó Garena mientras era detenida por los guardias—. ¡Suéltenme! ¡Yo no soy una intrusa! ¡Yo vine con Ralen! —gritaba al mismo tiempo que trataba de detener a los guardias, pero fue inútil.
El juez arrugó la frente y miró a Garena por el rabillo del ojo. Ella había mencionado a Ralen, ¿por qué? ¿Qué tienen que ver ellos dos?
—Ariadna, ¿es verdad que Ralen trajo a esa mujer? —preguntó Radamanthys demandante y serio.
—Sí...—respondió Ariadna resignada. No quiso echar de cabeza a Ralen pero estando algún juez presente, era mejor decir la verdad.
En un abrir y en un cerrar de ojos, Radamanthys ladeó la cabeza con decepción. Ya había hecho conjeturas porque conocía muy bien a su hijo y porque su esposa también había sospechado la razón de las desapariciones misteriosas de Ralen. Giró todo el peso de su cuerpo para marcharse de ahí con la disposición de buscar a Ralen y aclarar de una vez por todas con ese asunto.
Ariadna se mordió el dedo índice, observando al muy enojado de su tío irse sin preguntar nada más. Igual no había que averiguar la respuesta exacta de lo que Radamanthys quería hacer. Era evidente que iría a buscar a Ralen para encararlo por la presencia de Garena en el Inframundo y por supuesto, por sus constantes salidas y abandono de su puesto.
Esta situación la tenía en un dilema. Podría ir al calabozo para ayudar a Garena a salir de ahí, o podría ir a buscar a Ralen también y explicarle lo que sucedió, pero hacer esto implicaba que tendría que encontrarlo antes de que lo hiciera Radamanthys porque de lo contrario, no lo dejaría abandonar su puesto y aumentaría la vigilancia en el calabozo.
Bien lo conocía y todo empeoraba cuando estaba enojado.
<<¿Dónde estás, Ralen?>>, se preguntaba Ariadna con ansiedad.
Sus pensamientos se vieron limitados en cuanto otro guardia fue acercándose a ella. No parecía que fuera precisamente con Ariadna, sin embargo, algo le hizo detenerse a ella y darle un aviso.
—Ariadna, ¿has visto al señor Radamanthys?
—Se acaba de ir y no tengo idea de a dónde —indicó Ariadna, consternada por lo que sea que fuera a decirle ese guardia—. ¿Ocurre algo importante?
—Eso quería que me lo indicara el señor Radamanthys —dijo con cansancio—. El dios Eros y Dionisio están en la recepción del castillo.
—¿Eh? —expresó Ariadna confundida por la presencia de los dioses—. Las visitas están canceladas por orden del señor Hades hasta nuevo aviso, ¿no han mencionado cuál es su propósito de que estén aquí?
El guardia suspiró, como si no supiera realmente cómo comenzar a explicar aquello.
—El dios Eros mencionó que se reservaba el derecho de explicar concretamente la razón por la que estaban aquí, pero dijo que era algo de vida o muerte.
Eso era extraño. La razón que había dado Eros no explicaba nada realmente y que esté ahí justamente ahora que había problemas en el Inframundo, era imprudente.
—Bueno, deberás seguir buscando a mi tío Radamanthys o a Éaco. Ellos sabrán mejor qué hacer con ellos.
Ariadna se desinteresó en el asunto porque creía más conveniente encontrar a Ralen y resolver el incidente con Garena. No obstante, el guardia no parecía querer ir a buscar a nadie más.
—Ariadna, ¿no podrías ayudarme con esto? Con que les des la indicación que ha dado Hades a los dioses podría ser suficiente. Yo se las he dado, pero me han ignorado y el dios Eros amenazó con atacarme —explicó el guardia—. No creí decir esto, pero se veía bastante decidido a cumplir con su palabra.
—¿En serio? —arrugó la nariz. Hasta donde tenía conocimiento, Eros no parecía ser un dios agresivo.
La presencia de esos dos dioses sólo complicaba más la situación de Garena. Ariadna no quería lidiar con ellos, pero no parecía haber otra opción.
—Hay algo más —continuó el guardia.
Ariadna puso la vista en blanco.
—¿Y qué es?
—El dios Eros viene armado —indicó—. Parece que va a una guerra.
***
Hades ya se encontraba más calmo en lo que respectaba a sus sentimientos desbordantes a través de sus ojos, pero seguía intranquilo. Casi loco porque no quería perder a Perséfone y se lamentaba la distancia que había puesto con sus hijas por sus acciones.
No obstante, ahora sólo quería estar sumergido en su soledad. Una que le cobijaba desde antes de conocer a Perséfone y a la que pronto le daría la bienvenida de nuevo. En el fondo sentía que merecía quedarse así. Acostado en el sofá, con el libro sobre su pecho y un cojín sobre su cara. Con suerte y se terminaría sofocando para que al menos quedara inconsciente por unas horas.
Era lo más que podía esperar.
Mientras tanto, no quería ser molestado. Le había ordenado a Éaco que custodiara la puerta para que diera la orden de que nadie lo interrumpiera de su abatimiento. Tenía la certeza de que así sería porque no conocía a nadie que se impusiera a los jueces tan directamente como para desobedecerlos y llevarse un castigo.
Sólo Perséfone, pero dudaba que fuera a verlo después de lo que le dijo.
Afuera, Éaco estaba de pie, firme delante de la puerta del despacho de Hades. No llevaba mucho tiempo ahí, y seguiría montando guardia hasta que se le ordenara lo contrario. Nadie se había acercado al pasillo ni por error, lo que supuso que no había necesidad de tener que echar a quien pasara por ahí.
Todo había estado tan calmo hasta que se acercó Hécate caminado delante del juez.
—¿Quién eres? —preguntó Éaco sin poder reconocer a Hécate.
—¿Tan rápido te olvidas de mí, caracol? —preguntó Hécate un tanto molesta y presurosa.
Éaco recordó inmediatamente a Hécate más por sus usuales insultos que por si rejuvenecida apariencia.
—Hécate, ¿qué hace aquí? —Éaco mantuvo la misma postura.
—Vine a ver a tu jefe y no tengo la paciencia de seguir respondiendo tus preguntas porque llevo minutos buscándolo en el castillo y nadie sabe nada —explicó exasperada.
Hades escuchó la voz de Hécate y levantó un poco el cojín de su rostro.
—El señor Hades no está recibiendo visitas por el momento. Tendrá que verlo después —indicó Éaco.
Hécate miró la puerta del despacho y comprobó que Hades se había encerrado ahí.
—Ja, y encima de lo que hace, ¿no quiere ver a nadie? Hazte a un lado y déjame pasar —exigió Hécate con las manos en la cintura.
—No puede hacerlo. Es orden suya —dijo Éaco con mayor firmeza, pero eso no detuvo a Hécate.
—¿Y quién me lo va a impedir, alacrán? ¿Tú? —cuestionó Hécate, empujando a Éaco a un lado con el uso de su magia porque con la fuerza física no podría lograrlo.
Abrió la puerta y entró sin mayores conflictos. Sólo entonces vio a Hades tumbado en el sofá y mirándola en el poco espacio que existía entre el cojín y el sofá. Éaco recuperó la estabilidad y fue por Hécate para sacarla a la fuerza, sin embargo, ella no se lo ponía fácil.
Hades había olvidado que Hécate era esa mujer irrespetuosa e imprudente que sí sería capaz de enfrentarse a los jueces y hasta a él mismo sin importarle las consecuencias.
El dios suspiró largamente.
—Déjala quedarse —ordenó Hades mientras veía cómo Éaco y Hécate se enfrentaban dentro de su despacho.
Éaco alzó la mirada para ver a Hades y Hécate aprovechó para darle un golpe en la barbilla. El juez miró a Hécate resentido y la dejó en el despacho con Hades, cerrando la puerta tras de sí.
—Te tardaste un poco en cambiar la orden —dijo Hécate, alisando las faldas de su vestido.
—¿Qué haces aquí? Recuerdo que te había echado del Inframundo —dijo Hades con voz débil y colocándose de nuevo el cojín en la cara.
En realidad, Hades no podía esperar que Hécate le obedeciera. Ni si quiera lo respetaba. Hasta recordó al instante cuando Hécate le dio una patada debajo de la rodilla.
—Vine a aclarar un tema contigo que es muy importante —decía Hécate, intentando aperturar el tema acerca de si Hades tuvo que ver en la desaparición de Thanatos.
—¿Qué vas a decirme que no me hayas dicho? ¿Qué soy un imbécil? ¿Un mal marido y un mal padre? ¿Qué soy un dios miserable que merece vivir el resto de su existencia en completa soledad? —profesaba Hades con resentimiento hacia sí mismo.
Hécate tenía los labios abiertos y pestañeó varias veces por escuchar a Hades.
¿Acaso ya estaba entrando en razón?
—Pues, lo primero no te lo niego. Lo segundo lo hablamos después y lo tercero tú te lo estás buscando con tu actitud, pero no es de eso que quiero hablar contigo precisamente ahora y no tengo mucho tiempo para hacerlo —indicó Hécate—. Estoy segura de que Nyx pronto mandará a buscarte y a pesar de todo, quiero ayudarte.
—Vaya, olvidé que me hacía falta que Nyx también me echaría en cara el dios tan miserable que soy —dijo Hades resignado.
Hécate apretó el puño, se acercó a Hades para tomar el cojín con su mano y golpear la cara de Hades con él. En cuanto lo hizo, Hades se levantó de un brinco, aventando lejos el cojín.
—¡¿Qué te pasa?! ¡No vuelvas a golpearme! —exclamó Hades enojado.
—¡Entonces, tómatelo en serio! —exclamó también Hécate—. ¡Me desquicias, viejo! Te exaltas cuando no deberías hacerlo y cuando debes, te pones a llorar.
La mujer dijo esto último por impulso y después de dio cuenta que realmente Hades parecía haber llorado porque tenía sus ojos rojos y algo hinchados.
—¿Y por qué debería exaltarme? —preguntó Hades con sarcasmo. No se le ocurría nada a lo que podría referirse la bruja.
Hades, lejos del reciente enojo, parecía tranquilo. Como si no hubiera cometido un reciente delito. Esto de alguna manera, relajó a Hécate.
—¿Dónde está tu casco?
—¿Eh? —expresó Hades con ceja enarcada—. ¿Eso a qué viene?
—¿Dónde está tu casco? —repitió.
Hades puso los ojos en blanco.
—Ahí está, ¿Qué no lo ves? —Hades señaló a una esquina del despacho.
Hécate se quedó mirando a la dirección que el dios le señalaba y que él no veía por quedársele mirando a ella.
—No. No lo veo.
—¿Qué? —Hades miró hacia donde debería estar su casco y efectivamente, no estaba—. Pero, ¿qué demonios?
Por estar tan centrado en sus problemas, ni cuenta se dio que su casco no estaba. Su reacción había sido tan sincera que Hécate ya podía asegurar que Hades no tenía nada que ver con la desaparición de Thanatos.
—Me alegro de que haya sido así —dijo Hécate más para sí misma, bajo la mirada de Hades desconcertado y exigiendo una explicación con su oscura mirada—. Escucha viejo, las cosas se están complicando. Tu casco apareció en la celda de Thanatos y cabe mencionar que Thanatos no está ahí.
—¿Qué? Pero, ¿cómo mi casco apareció ahí? ¿Cómo es que Thanatos no está? —preguntaba Hades, hallando alguna respuesta.
Sin embargo, la mirada que Hades puso fue de total desconfianza y al mismo tiempo era tan transparente que Hécate inmediatamente supo qué pensamientos rondaban la cabeza de Hades.
—Ah no, ni se te ocurra pensar que el mismo Thanatos planificó su desaparición.
—¿Y por qué no? Le tuve demasiada confianza y fue capaz de meterse con mi hija que no me sorprendería que él mismo haya escapado, robado mi casco y ponerlo donde él estaba sólo para incriminarme.
Hécate tenía severas intenciones de agarrarlo a golpes hasta que se le acomodaran las ideas. Incluso llegó a tener el pensamiento de dejar las cosas así y que Nyx hiciera con Hades lo que quisiera.
Pero no sería justo y realmente sabía que Nyx podía ser muy cruel en ese sentido.
En lugar de decir algo, sacó el trozo de tela que guardó desde que estuvo en la celda de Thanatos y se lo dio a Hades, acercándoselo a su nariz.
—¿Qué significa esto? —Hades tomó el trozo de tela, notando una mancha apenas visible de sangre.
—¿No hueles nada? —preguntó curiosa.
—No. ¿Qué debería oler?
Hécate sonrió a medias, comprobando su teoría.
—Eso huele a menta...o mejor dicho, a Menthe —dijo Hécate con seriedad—. Y esa sangre no es de la maldita y embustera de la ninfa, si eso vas a pensar.
—Menthe no merece que le digas esas cosas. Ella no le ha hecho nada a nadie —Hades defendió a Menthe y eso hizo enojar a Hécate.
—Entonces, ¿quieres decirme por qué la sangre de Thanatos huele a ella? —Hades quedó sorprendido e intrigado, al mismo tiempo que no sabía qué responder—. Yo limpie esa sangre de la celda de Thanatos y es de él. No sé qué hizo esa mujer, pero algo tiene que ver con lo que le pasó a Thanatos.
—No lo creo. Menthe no tiene ningún motivo para hacerle daño a nadie.
<<Vuelves a decir eso y te dejo solo con Nyx>>, pensó severamente Hécate.
—Escucha, viejo ridículo. Desde que esa mujer apareció en el castillo hace muchos años, nunca confié en ella y siempre sospeché que tenía intenciones escondidas que no eran buenas. Que ella escondía un secreto y ahora estoy muy segura de cuál es, ahora que he sido testigo de lo que le pasó a Thanatos y lo que te pasó a ti.
Hades se cruzó de brazos. No creería nada de lo que Hécate pudiera decirle sobre Menthe porque él la conocía y siempre fue buena mujer. Aun así, la escucharía para acabar con sus absurdas suposiciones.
—Explícate muy bien porque será la última vez que hablemos de esto —dijo Hades determinante.
—Thanatos y tú actuaron de la misma manera recientemente. Agresivos e irracionales y da la casualidad de que ambos olieron a Menthe después de actuar así —Hécate veía como Hades ni se perturbaba. No le creía—. ¡¿Qué no te das cuenta?! ¡Esa mujer es un maldito veneno para los hombres! Los ciega, los embrutece...los manipula y ni siquiera se dan cuenta. Tan sólo mírate a ti. ¿Acaso vas a negarme que no estuviste cerca de Menthe estos últimos días? Ni te atrevas porque cuando fuiste a buscar a Caria a mi casa, olías a ella. ¿Te tocó o algo?
¿Estar en contacto con ella? ¿Qué si lo había tocado?
Hablaba con ella, y la iba a visitar. Todo con un mantenido respeto. Sí, en varias ocasiones que Menthe rozaba sin querer sus manos o llegó a tocar su rostro, pero él inmediatamente se separó de ella.
Sólo eso.
Además, él no olía a lo que Hécate decía. De hecho, nunca percibió tal olor del que por tanto tiempo acusaban Perséfone y Hécate.
Sin embargo...un recuerdo repentino y borroso lo llevó a una pequeña duda. Era como si Menthe lo hubiera besado, pero él no recordaba ese hecho. Siempre le dejó clara esa distancia por respeto a Perséfone.
¿Qué estaba pasando?
—Si eso fuera así, ¿significa que Thanatos estuvo en contacto con ella? —preguntó Hades, midiendo hasta qué punto tenía clara la idea Hécate.
—Algo hizo Menthe con Thanatos para que él se pusiera así, sólo que no sé con firmeza qué.
—Entonces, tu teoría está infundada y es ridícula —concluyó Hades.
Ya no había manera, Hades era un necio y estaba terminando por construir el camino hacia su condena.
—Si tan genio te crees que eres y si tanto confías en tu maldita ninfa, ¿por qué no lo compruebas por ti mismo de una buena vez? Ve a buscar a esa mujer y encárala, aunque sé que va a mentirte, así que busca una manera en la que no lo haga. Sólo cúbrete las manos y no dejes que te toque.
—¿Y cómo? —Hades seguía desafiante.
—Tú eres el genio —respondió Hécate con sarcasmo—. Busca la manera. Por mí, quédate solo por toda la eternidad. Y por cierto...olvidé decirte que Nyx ya lo sabe.
Hades alzó las cejas.
—¿Sobre qué?
—Sobre tu casco y la ausencia de Thanatos. Creo que ahora comenzarás a comprender la inmensidad del problema —Hécate luchó para dejar solo a Hades con ese asunto, pero al final le desprendió un poco más de ayuda. Ya era problema de él si no lo valoraba—. Aclara tu inocencia ahora mismo o será demasiado tarde.
Hades estaba pasmado, pero no alarmado. Era inocente y eso contaba más que el enojo de Nyx y lo que sea que pudiera pensar de él.
—En el Inframundo como en el Tártaro se hacen juicios antes de dictar una sentencia. Se comprobará que yo no tengo nada que ver con eso —indicó Hades.
—Se te olvida que Nyx es madre de Thanatos y que está furiosa...y sobre todo, que ella es quien gobierna el Tártaro. Me temo que las leyes no servirán de nada para protegerte si ella considera que tú tienes qué ver en el secuestro de Thanatos, seas o no inocente. Ella va a mandarte al Tártaro.
Esas palabras sí que lo dejaron muy pensativo. Tanto que ni se dio cuenta que Hécate se había ido y que él estaba solo de nuevo, lleno de dudas. Desde siempre, Hades jamás tomó como una amenaza a Nyx a pesar de ser mucho más poderosa que él, pero como decía Hécate, Nyx podría tomar venganza por su propio poder por haberle hecho todos esos desplantes a Thanatos. Que creyera que Hades tuvo que ver con la desaparición de Thanatos todo porque su casco estaba ahí, era más que suficiente para emitir un juicio y llevar a cabo una condena directa hacia él.
La consideraba demasiado diplomática y justa como para hacer eso...
¿O no?
Si en algo tenía razón Hécate era en que él mismo debía comprobar su inocencia, y la mejor manera de hacerlo era hablando con Menthe sobre su supuesta culpa en lo ocurrido con Thanatos.
Hades observó de nuevo el trozo de tela y se lo llevó a la nariz, oliéndolo de nuevo sin ningún éxito.
No distinguía ningún olor y eso le hacía creer que Menthe era inocente. Aunque bien, no le creía a Hécate, que Perséfone le haya expuesto de aquel olor años atrás, lo dejó pensando.
¿Y si en verdad sí existía un olor y él no podía distinguirlo?
Existía una manera de averiguarlo de una vez y para siempre.
Hades se colocó su capa en las hombreras de su armadura y aunque lo consideraba innecesario, le hizo caso a Hécate y se cubrió las manos. Se trasladó hacia la entrada del Inframundo, donde las almas que abandonaron la Tierra recientemente ingresaban al Inframundo para presentar a su juicio y recibir su sentencia. Pero las almas no eran las que capturaron el interés de Hades desde que estuvo en el despacho. El dios tenía claro a quien iba a buscar y no dudó en hacerlo.
Cerbero, el gran perro y guardia del Inframundo descuidó brevemente su guardia en la puerta para mirar a Hades llegar. Él ya no era tan efusivo como cuando era un cachorro cada vez que veía a Hades, pero seguía teniéndole afecto y respeto. Sus tres cabezas se agacharon hacia Hades y el dios acarició cada una de ellas. Dispuesto a acabar con su duda cuanto antes, sacó la tela con sangre y la extendió a Cerbero para que pudiese olerla.
—Cerbero, ¿puedes oler algo? —preguntó Hades con la mano alzada.
Cerbero olía la tela, levantándose el suave trozo de algodón con la fuerza de su inhalación y cayó al suelo con la misma fuerza de su exhalación. Sin embargo, Cerbero siguió oliendo la tela en el suelo, casi como si le resultara simplemente curioso.
Hades cerró los ojos y resopló ante la respuesta que había creído.
<<No huele nada...no hay olor alguno>>, pensó Hades.
Por sorpresa para él, Cerbero dejó de oler la tela y gruñó, alzando la mirada de todas sus cabezas y fijándola a una dirección que Hades no comprendió. El perro se alteró y Hades supo que había captado un olor, dispuesto a identificar de quien era.
Igual y captó el olor de la sangre de Thanatos y Cerbero quería ir a buscarlo. Esto era lo que más probable creía Hades.
Sea cual sea el resultado, Hades iba a descubrirlo pronto y acabar con esa locura.
—Llévame ante el dueño de ese olor, Cerbero.
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¡Hola!
No puede ser...no pensé que llevara tanto tiempo sin publicar esta historia y vaya que me he sorprendido cuando vi la fecha. Como es mucho tiempo, sé que muchos que han seguido esta historia ya no la seguirán más, pero agradezco infinitamente a quienes, a pesar de más de un año, siguen presentes en las publicaciones :).
¡Los quiero mucho!
Este capítulo no es tan largo como esperaba, pero dejaré que se abra espacio a un nuevo capítulo que vendrá pronto.
Sólo nos quedan tres capítulos para que acabe la historia ToT. Espero que, a pesar de esto, sigan mis otras historias y las que se vienen. Las que tengo publicadas también las actualizaré pronto.
Mientras tanto, hablemos de este capítulo con las preguntas que solía hacer:
1.- ¿Cómo viste la relación que comienzan a formar Caria y Zagreo?
2.- ¿Crees que logren dar con Thanatos y Melínoe pronto?
3.- ¿Consideras que Hades ha abierto los ojos o que lo hará pronto respecto a la relación de Thanatos y Caria?
4.- ¿Qué crees que haga Perséfone?
5.- ¿Lograrán arrestar a Hades?
6.- ¿Qué planea Eros y Dionisio?
7.- ¿Qué creen que suceda con Garena?
8.- ¿Hades logrará descubrir la verdad sobre Menthe?
Espero sus comentarios y respuestas con mucho entusiasmo.
Gracias de nuevo por seguir al pendiente de la historia.
¡Les mando un fuerte abrazo!
¡Les deseo una feliz Navidad!
PD: Este es un obsequio de Navidad, el cual fue idea de Persefone1000
Mil gracias por seguir al pendiente y mandarme mensajito :)
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