Capítulo 34
**Insertar voz de narrador de series americanas**
En el capítulo anterior...
—Vas a recuperarte y voy a encontrar a quien se atrevió a hacerte esto —dijo Nyx, evitando que sus sentimientos traspasaran su garganta. En breves momentos, Nyx comenzó a darse cuenta de un olor particular y muy identificable. Giró el rostro, guiada por su olfato para encontrar el punto preciso de dónde provenía. Miró por debajo de ella y vio unas manchas de sangre. Deslizó sus dedos por el rastro de sangre y acercó su mano a su nariz: el olor era más fuerte—. ¿Menthe estuvo aquí?
Hypnos se tambaleó un poco por la pregunta debido al desconcierto.
—No. Nadie más ha estado aquí más que nosotros dos. Le aseguro que nadie ha entrado a este lugar.
Nyx se levantó y acercó a Hypnos, frotando sus dedos cerca de él.
—¿Hueles esto?
Hypnos negó, pero sus expresiones reflejaban gusto por el olor aunque su olfato ya no distinguiera el olor y sabiendo de antemano que era por Menthe, comprendía que Hypnos no se haya percatado.
—No huelo nada, y sobre esa sangre, es de Thanatos.
—¿Thanatos? —Nyx frunció el ceño.
—Sí. Comenzó a escupir sangre después de que usted salió de aquí la última vez —explicó.
***
—Zagreo no fue concebido como cualquiera pensaría. Nació de una fracción del alma de Hades que puso en la flor que te regaló cuando llegaste al Inframundo por primera vez, y también de tu sangre. Ambos componentes fueron unidos y fue como se concibió un bebé, claro que fue necesario que alguien lo hiciera. Suena loco, pero bien saben que eso es posible. Nyx tuvo hijos por sí sola en varias ocasiones.
Hades y Perséfone cruzaron sus miradas. Ninguno de los dos podía comprender aun lo sucedido.
—Pero eso no es posible. ¿En qué momento expuse mi sangre? —Se preguntaba Perséfone.
—No lo sé, pero es parte de tu sangre —respondió Hécate.
—Esto suena horrible. Quien lo haya hecho, lo hizo con toda la intención, pero ¿por qué? ¿Quién pudo atreverse a tanto? —Seguía preguntando Perséfone, tratando de comprender la situación—. Si sabes quien fue, por favor, dínoslo. ¿Conoces al responsable?
—Sí. Y ustedes también —Hécate repasó con la mirada a cada uno de los integrantes. La ansiedad se veía en cada parpadeo. Ya no había marcha atrás—. Fue Deméter.
Los ojos de Perséfone se abrieron por completo y sus pupilas se achicaron mientras dejaba caer el vaso al suelo.
***
—¿Va a ponerse bien? —preguntó Zagreo, preocupado.
—Es difícil saberlo cuando se trata de Melínoe. Con ella no hay mucho que yo pueda hacer —Hécate se sinceró—. La única forma de que Melínoe se recupere es que guarde reposo y que de ninguna manera se exponga. Si pasa por algo similar o incluso algo mínimo a lo sucedido con Macaria...sería crucial.
—¿La hechicería no funciona con ella?
—No. Melínoe está maldecida y desde que era niña he intentado erradicar la maldición sin éxito. Lo mismo sucede ahora mismo al intentar curarla. He cerrado sus heridas, pero no he logrado estabilizar sus energías. Ni un poco.
Zagreo no podía creerlo. Cuando la conoció y no sabía que era su hermana, ya estaba consciente de que tenía una maldición gracias a las palabras de Deméter, pero no se detuvo a profundizar en su condición. De haber sabido que era su hermana menor, habría hecho más por ella.
—¿Quién la maldijo?
Otra pregunta difícil de responder. Hécate quería descansar un momento de tanta tensión. Bien podría haberle dicho a Zagreo otra verdad más de Deméter, pero mejor no. No ahora.
—Hablaremos de eso después. Mejor dejemos a Melínoe que descanse unas horas y volveremos a revisarla. Debo ir a ver cómo está Macaria y Thanatos.
Melínoe escuchó ambos nombres y puso la mayor atención que pudo, pasando desapercibida por Hécate y Zagreo.
Melínoe esperó unos minutos más hasta que Hécate y Zagreo se marcharon. Apartó la tela de su rostro y fue levantándose con mucha complicación. Estaba demasiado débil, pero no era momento de quedarse acostada. Apenas se puso de pie y abandonó la habitación con la transición, yendo al castillo del Inframundo. Con ayuda de las sombras del interior del lugar, se escondía mientras avanzaba hasta el despacho de Hades. Sería más rápida si estuviera recuperada, pero por ahora, sólo debía soportar la frustración. Avanzó por el pasillo que se encontraba solitario y se paró delante de ella. Puso la mano sobre la madera para identificar si Hades o alguien más estaba en su interior. Afortunadamente, estaba vacío. Entró de inmediato y se dirigió a un lugar en específico. O más bien, a un objeto.
El casco de invisibilidad de Hades.
***
—Estoy segura de que Iasión no aprobaría todo lo que has hecho —comentó Hestia sabiendo de antemano la siguiente reacción de Deméter.
Deméter golpeó la mesa con la mano y luego se masajeó la sien como si le doliera. Hestia se hizo ligeramente hacia atrás, teniendo cuidado de no soltarla taza.
—¿Qué acabas de decir? —preguntó Deméter en un tono amenazante.
—Que Iasión jamás habría querido que actuaras como lo has hecho y como piensas hacerlo —especifico—. Él te amaba mucho y este lugar es la prueba perfecta para afirmar lo que digo. El hecho de que tú cuides de la casa refleja el amor que aún sientes por él. Es despreciable lo que le sucedió y aunque su cuerpo se extinguiera, su alma no y desaprobaría hasta tu mismo ser.
***
—Llego en un buen momento, ¿no?
Thanatos abrió de nuevo los ojos con pesar y alzó el rostro. Conforme iba subiendo la mirada veía a Érebo de pie frente a él. Por poco y no lo reconocía debido a que no lo veía desde que era demasiado joven.
Desde que murió Dolos.
—¿Tú me hiciste esto? —preguntó Thanatos frágilmente.
Érebo dio con la boca cerrada.
—Aunque me habría encantado, no. No he sido yo. Has sido tú mismo quien se puso en este lugar y en estas condiciones.
—¿Cómo? ¿De qué hablas?
—¿En serio no recuerdas nada? —Érebo se fue agachando hasta ponerse de cuclillas—. ¿No recuerdas que intentaste lastimar a Macaria?
************************************************************************************
Ahora sí, disfruta el capítulo xD
************************************************************************************
Inframundo
Garena no paraba de admirar los rincones del castillo con los que se había topado en el camino; los pasillos parecían interminables y había perdido la cuenta de las puertas existentes con las que se había topado. Era un lugar apenas alumbrado por las antorchas. También se había topado con algunos otros guardias del Inframundo quienes la veían extraño. Esos alrededores no la habían sorprendido tanto como cuando vio la extensión rocosa de tonos escarlatas y negros del Inframundo cuando llegó con Ralen. Sin embargo, cuando llegó a la habitación de Ariadna, no pudo evitar abrir la boca y exclamar sorpresa. Fue difícil no darse cuenta de eso y por eso, Ariadna rio con discreción.
—Esta es mi habitación. Puedes disponer de él mientras tanto —comentó Ariadna.
—¿Sólo tú duermes aquí? ¡Este lugar está enorme! Más grande que mi casa...mucho muy grande —expresaba Garena con asombro—. ¿Todas las habitaciones son así de grandes?
Garena ya no sabía ni que pensar al respecto. Tan sólo el lecho era grande y en el resto de la habitación podrían caber tres lechos más sin problemas. Es más, la mente creativa de Garena se imaginaba instalando toda la mueblería necesaria en un hogar dentro de esa habitación y cabría sin problemas.
—La habitación de la señorita Melínoe y Macaria están más grandes. No es para menos.
La imaginación de Garena se esfumó de repente e inexplicablemente, la comenzó a invadir la angustia.
—¿Caria está aquí?
—Hasta donde me enteré, sí...está del otro lado del castillo.
—Entonces...quiero ir a verla. ¿Podrías indicarme el camino? —preguntó Garena intentando salir de la habitación.
—No puedo. Hasta que el Inframundo no esté tranquilo, será mejor que permanezcas aquí —indicó Ariadna con voz apagada.
Garena enarcó una ceja y puso una mano sobre su cintura.
—¿Hay problemas? —preguntó y enseguida cerró los ojos y resopló abatida—. ¿Esa es otra razón por la que buscabas a Ralen y por la cual, su padre está enfadado?
Esperaba que no fuera así, pero ya se imaginaba la respuesta.
—Sí, así es. Ya existía tensión en el Inframundo, pero los problemas surgieron de golpe y tanto Ralen como yo, tenemos la obligación de estar presentes para hacer frente a los problemas que atentan contra la seguridad del Inframundo.
—¿Ralen lo sabía?
—Unas cosas sí. Otras recién surgieron —respondió Ariadna.
El silencio se presentó en Garena. No sabía cuál sería la reacción correcta ante esa situación. Ralen tenía mucha responsabilidad por cumplir y la había dejado de lado por ir a verla. Eso le halagaba, pero al mismo tiempo le molestaba porque no quería que Ralen descuidara sus deberes por su culpa y con ella minimizara sus responsabilidades. De hecho, hizo una rápida comparación entre el Ralen que conoció, comprometido con su trabajo y con el Ralen actual; había un gran cambio. Justo en ese pensamiento, se atravesó un recuerdo de cuando habló con Hécate y le mencionó que habría problemas graves en el Inframundo, sobre todo con Caria. Esa era la razón principal por la que había practicado con Hécate la hechicería, para proteger a Caria de ser posible. Hécate se lo recalcó, y Garena lo olvidó por tener sus pensamientos en otra parte. No pudo evitar sentirse culpable y egoísta. Siendo así, ¿cómo podría reclamarle a Ralen? No tenía cara para hacerlo.
—Debo irme. Iré a ocupar mi posición antes de que reprendan por mi descuido. No vayas a salir de aquí hasta que Ralen o yo vengamos —dijo Ariadna, apresuradamente.
—Sólo una cosa más...—dijo Garena con el mismo ritmo, deteniendo a Ariadna—. ¿Estos problemas están relacionados con Caria? —preguntó aun sabiendo la posible respuesta.
—No sé mucho porque mi tío aún no me informa del todo, pero Thanatos la atacó y ahora él está encerrado —confesó brevemente Ariadna. Garena sintió frío de escuchar eso—. Me voy, hazme caso y quédate aquí hasta que te indiquemos lo contrario.
Ariadna se marchó rápidamente y Garena escuchaba en la lejanía sus pasos acelerados. Estaba en shock y sumamente confundida.
¿Cómo que Thanatos había atacado a Caria? ¡Eso debía ser una equivocación! Garena fue testigo principal de cómo se amaban. Thanatos ama profundamente a Caria, él no sería capaz de hacerle daño. ¿Y Caria? ¿Cómo estaba? ¿Sería real todo eso? La incertidumbre le caló hasta en las venas.
—Eres una egoísta, Garena —Se dijo a sí misma con reproche y negaba con la cabeza mientras veía nuevamente la habitación, esta vez, sin emoción—. No puedo quedarme aquí sin hacer nada. Necesito ver a Caria y saber que está bien.
Garena se sentó sobre el lecho con los brazos cruzados y comenzó a idear un plan para buscar a Caria con precaución. Si el Inframundo estaba inestable, debía actuar con cautela, pero definitivamente no se quedaría sin hacer nada.
***
Tártaro
Hypnos conducía a Caria a una habitación donde pudiera tranquilizarse, sin embargo, notaba que Caria constantemente miraba hacia atrás con intenciones de regresar a las prisiones y podía asegurar que pensaba en un plan para salir huyendo, así que decidió detenerse. Caria lo vio desconcertada.
—Creo que no importa a donde te lleve para calmarte ni cuánto tiempo —aseguró Hypnos—. No dejarás de pensar en el bienestar de Thanatos.
—No puedo evitarlo. Me han intentado apartar de Thanatos y con lo que sucedió en...—comenzaba a sincerarse hasta que sintió un nudo en la garganta. Tomó algunos segundos para volver a hablar—. Él no quiso hacerme daño y quiero ayudarlo. Thanatos haría lo mismo por mí.
—Opino lo mismo pero las circunstancias no ayudan mucho. Créeme cuando te digo que yo haré lo posible por descubrir la verdad.
Aunque las palabras de Hypnos la confortaban, no eran suficientes y se notó en su semblante.
—Pronto se darán cuenta que no estoy en el castillo y volverán a hacer lo posible por alejarme de Thanatos de nuevo...y no sé cuándo volveré a tener la oportunidad de verlo —pudo expresar con la voz entrecortada—. Tendré cuidado. Si lo deseas, puedes entrar conmigo. Sólo quiero verlo —decía Caria con voz temblorosa.
Hypnos recordó el sueño de Thanatos y le dolió. No podía ingresar a los sueños de Caria, pero ya se daba una idea de lo tristes que serían algunos de ellos. Muy probablemente coincidan. A esas alturas, ya se lamentaba el rumbo de su relación y el hecho de que él también se opuso. Se acordaba también de Hades y Perséfone. Ellos también tuvieron muchos obstáculos en su relación, pero no demasiados como los tienen Thanatos y Caria. Al menos a su parecer.
De no haber sido consciente de todo lo que ocurrió ese día, quizás ahora mismo se habría llevado a Caria a los Elíseos. Pero no iba a hacerlo ahora y esperaba que no fuera un error.
Hypnos puso las manos sobre la gran puerta, apoyando su peso contra ella.
—Que no sea mucho tiempo —dijo el dios en voz baja.
Caria sonrió y le agradeció en voz baja mientras iban de regreso a la prisión.
***
Érebo aún permanecía en el calabozo con Thanatos, riéndose de su condición y sintiéndose victorioso con todo lo que había alcanzado. Ver a Thanatos derrotado era satisfactorio y deseaba que Hades se encontrara en la misma posición. Thanatos tenía la mirada temblorosa clavada en el suelo, temiendo que Érebo pudiera lastimar a Caria sin que él pudiera evitarlo. No le importaba estar encadenado por la eternidad si a cambio Caria estaba bien.
—¿Sigues pensando en tu amada? Mejor ríndete. No podrás hacer nada por ella de nuevo. Es más, creo que no volverás a verla. ¿Qué se siente que el dios a quien decidiste darle tu lealtad, sea quien te esté atormentando ahora? —preguntaba Érebo, marcando aún más su malvada sonrisa.
Thanatos levantó la cabeza al mismo tiempo que las cadenas se movían y hacían un ruido inquieto.
—Jamás voy a entender por qué odias tanto a Hades...y a mí —dijo con voz quebrada.
—Por poder. El Inframundo me pertenecía y de no ser por tu madre que permitió que Zeus repartiera esas tierras también, yo seguiría siendo el rey y no tendría ningún problema con Hades. En cambio contigo, te repito que ha sido por traición de tu parte. Yo no perdono nada.
—¿Y por qué hacerle daño a Caria? ¿Sólo por intentar lastimarme? No es necesario. Lastímame todo lo que quieres. Desquítate conmigo, pero a ella déjala en paz. No tiene la culpa —expresaba Thanatos sin duda alguna.
Érebo chasqueó la lengua.
—Me sorprende que tengas el valor de ponerme condiciones, más aún que creas que voy a cumplirlas —Érebo suspiró con arrogancia y adoptó una postura desinteresada—. Me pregunto, ¿qué podrías hacer al respecto si me atreviera a desquitarme con ella?
De no haber estado tan oscuro el calabozo, se podría vislumbrar perfectamente la ira que Thanatos sentía hacia Érebo.
—Te destruiría...sin importar lo que tuviera que hacer, pero no voy a permitir que le hagas daño.
—Entre más te aferras a la idea de protegerla, más ridículo te vuelves —comentó con altivez—. Tan sólo considera tu condición. Estás encadenado y has dejado una mala impresión en todos los dioses. Hades no va a permitir que tú seas libre ni mucho menos que te acerques a Macaria de nuevo. La única que te sigue mirando como si fueras inocente es tu madre, pero ella no va a soltarte hasta que dé con una explicación a tu comportamiento con la mujer que dices amar...si es que encuentra una explicación. Para que todo eso pase...ya será demasiado tarde.
Thanatos se alarmó en cuanto escuchó las últimas palabras de Érebo. Lo miró fijamente, tratando de analizar sus intenciones por medio de sus pacciones, pero la oscuridad no ayudaba demasiado y lo único que podía percibir era su cotidiana maldad.
—¿A qué te refieres con que será demasiado tarde? —preguntó Thanatos con inseguridad.
Érebo soltó una risa ligera y le dio la espalda.
—No tengo tiempo para seguir hablando contigo. Hay asuntos más importantes que atender —Érebo ya se iba a marchar pero a último momento, se giró y se acercó a Thanatos de nuevo, poniéndose a su nivel—. Te confieso que entiendo que te sientas deslumbrado por ella. La descendencia de Hades y Perséfone tienen algo que te excita y que te hace desearlas...y a mí solamente me falta disfrutar de una. Quizás exista una razón más placentera que te obsesiona tanto.
Érebo expresó sus deseos con excitación y burla. Logró hacerse hacia atrás rápidamente en cuanto Thanatos se jaló para abalanzarse contra él en un momento de furia y desesperación. Estuvo a nada de golpearlo con la cabeza. Thanatos hizo mucha fuerza en los brazos para soltarse de las cadenas de titanio sin éxito; sólo consiguió lastimarse aún más. Érebo estaba fascinado con haberlo hecho rabiar.
—¡Te atreves a tocarla y vas a lamentar haberlo hecho! —bufó Thanatos con una amenaza severa.
El dios de mirada amarilla incrementó su risa e hizo ademanes con la mano a modo de despedida.
—Me gustaría ver qué puedes hacer.
Thanatos gritó lleno de frustración cuando vio que Érebo desapareció. La desesperación incrementó y más quiso soltarse de sus ataduras. Sintió miedo. Aunque Érebo se haya burlado, podría tener esas intenciones. No quería ni imaginarse que Érebo pudiera tocar a Caria.
¿Cómo podría evitarlo si estaba en ese calabozo?
Érebo tenía razón en algo. Él había lastimado a Caria sin motivo alguno y nadie le creería que actuó de forma inconsciente, como si algo lo hubiera obligado. Tampoco podría hacerles entender a los demás lo sucedido si ni el mismo sabía lo que le pasó.
Estaba en un hoyo profundo sin una salida visible.
—Deja de jalarte y de gritar. Eso no servirá de nada.
Thanatos alzó el rostro y buscó entre la oscuridad a quien le había dicho eso. Ese alguien estaba con él, dentro de la prisión. El eco de las paredes cerradas no permitió reconocer dicha voz. Enseguida, escuchó unos pasos acercarse fuera del pasillo.
Caria veía una vez más el exterior de la gran prisión, esperando a que Hypnos abriera la puerta. Cuando lo hacía, sintió cómo su corazón palpitaba cada vez con mayor fuerza. Hypnos por su parte, se dio cuenta que Thanatos estaba despierto y no quiso poner a Caria en peligro. Permitiría que ella lo viera, pero él no debía estar completamente despierto. Antes de abrir la puerta, esperó un momento y uso sus poderes para adormilar a Thanatos.
Y eso sucedió.
Por la ansiedad, Caria quiso preguntarle si ocurría algo, pero mejor guardó silencio.
Thanatos sintió como el cuerpo perdía fuerzas de nuevo y cómo sentía que podría quedarse dormido. Con su débil fuerza se preguntó quién sería ahora el que entraría a verlo.
Caria respiró hondo una vez que Hypnos le indicó que podía acceder a la prisión. Retuvo la respiración. No tenía idea de con qué escena se encontraría Thanatos. Al verlo, sus pupilas se hicieron más pequeñas. No era nada de cómo había considerado que se encontraba Thanatos. Cubrió su boca demasiado tarde: expresó un grito moderado.
El fuego de las antorchas alcanzaba a iluminar perfectamente a Thanatos encadenado. No parecía tener heridas, pero eso no significaba que la vista fuera cruel. Caria no soportó más estar distanciada y se acercó a Thanatos a pesar de que él le indicó de nuevo que no lo hiciera tanto. Se puso de rodillas frente al dios y tomó su rostro con sus manos temblorosas. Como si el tocarlo fuera a lastimarlo.
—Than...no...Mi vida...—decía Caria con voz entrecortada. Sus lágrimas cayeron con facilidad hasta el suelo—. Nunca quise que esto pasara —volteó a ver a Hypnos conteniendo su desesperación—. Libéralo, por favor...no merece estar así.
Hypnos negó con su cabeza.
—Aunque estoy de acuerdo contigo, no puedo hacerlo hasta que él esté mejor.
El labio inferior de Caria tembló de impotencia. Ahora mismo, lo único que quería era que Thanatos volviera a estar bien. Pero si no se recuperaba...
¿Qué iba a hacer?
El miedo la invadió increíblemente. Si algo le ocurría a Thanatos, jamás se lo perdonaría.
—Detesto verte así. Daría lo que fuera por estar en tu lugar...lo que fuera —Caria apoyó delicadamente su frente sobre el hombro de Thanatos sin poder dejar de llorar.
Thanatos podía escucharla y se le partía el alma. No se animaba a verla sin sentirse miserable por haberla lastimado. Él no se merecía ninguna lágrima que Caria derramaba ni mucho menos el que ocupara su lugar. Temía dañarla de nuevo y no saber lo que hacía. Sobre todo, le angustiaba ese alguien que estaba dentro de la prisión y a quien parecía que no veían. Si era Ápate o algún otro lacayo de Érebo, el resultado sería el mismo.
Thanatos se movió. Caria se apartó para observarlo y se alegró de que reaccionara.
—No digas...eso —dijo Thanatos con voz vulnerable.
Hypnos por su parte, se puso al tanto e intentó apartar a Caria de él.
—Macaria, será mejor que retrocedas un poco más —Le indicó el dios del sueño.
—Than, ¿puedes oírme? —preguntó Caria, sin tomar en cuenta la indicación de Hypnos.
Entre más la escuchaba hablar, Thanatos menos quería que se fuera pero no tenía opción. Por seguridad de Caria, lo mejor sería que se marchara de ahí y sabía que ella no lo haría ni por voluntad propia ni si alguien más se lo pedía.
Tenía que hacerlo él.
Thanatos abrió lentamente sus ojos. Apenas miró a Caria e hizo el rostro de lado con notoria vergüenza. Caria lo supo de inmediato.
—Vete...por favor —Le dijo Thanatos.
Caria negó insistentemente.
—No. Yo voy a estar siempre contigo. Sea en esta prisión o fuera de ella. Yo sé que tú eres inocente y no voy a...
—Te estoy diciendo que te vayas —ordenó Thanatos con mayor firmeza. Inconscientemente, Caria se hizo hacia atrás—. No quiero que estés cerca de mí y no quiero que vuelvas a estar aquí.
Las palabras de Thanatos fueron fuertes. No era la primera vez que le hablaba en ese tono, pero Caria lo sintió así. La garganta le ardía y carraspeó para no derrumbarse en el momento.
—Macaria, será mejor que nos vayamos —propuso Hypnos. Caria se negó sin dejar de ver a Thanatos. Él no la estaba mirando, pero presentía su resistencia para irse.
—Llévatela y no permitas que regrese —volvía a pedir Thanatos, esta vez, a Hypnos.
Hypnos colocó una mano sobre el hombro de Caria.
—Vámonos, no hay que insistir. Él no se encuentra bien —indicó Hypnos.
Un par de lágrimas cayeron de los ojos de Caria en cuanto escuchó a Hypnos y Thanatos no cambio de parecer.
—El hecho de que me vaya...no significa que me vaya a quedar de brazos cruzados —indicó Caria con fortaleza. Thanatos abrió sus ojos al escucharla tan segura—. Voy a sacarte de aquí y voy a limpiar tu nombre. No importa lo que tenga que hacer —concluyó y muy a su pesar, se marchó de la prisión junto a Hypnos.
Thanatos no quedó nada contento ni con correrla ni con lo que Caria dijo, pero por ahora, ya no había marcha atrás. Esperó unos momentos más antes de tratar de visualizar quien había hablado antes de que Caria e Hypnos entraran a la habitación y por qué ellos no se dieron cuenta de su presencia.
—¿Sigues ahí? —preguntó Thanatos, mostrando la mayor atención a pesar de la somnolencia. Si bien no respondieron a su pregunta, su imagen se visualizó frente a Thanatos. Él levantó el rostro y frunció el ceño—. ¿Tú?
***
Hécate y Zagreo ingresaron al Tártaro sin mucho detenimiento. Los Hecantónquiros habían tenido la orden de recibir a Hécate las veces que ella así lo decidiera, y aunque dudaron en permitirle el acceso a Zagreo, al final lo aceptaron porque él ya había estado allí recientemente y Nyx no había denegado el acceso. La primera vez que estuvo ahí, Zagreo no tuvo mucha oportunidad de admirar el Tártaro. Definitivamente ese era el lugar en el que menos quisiera estar y se notaba la diferencia que existía con el Inframundo.
El Tártaro era un lugar mucho más oscuro y rocoso donde los únicos habitantes que él había visto hasta ahora eran los Hecantónquiros y otros monstruos que se encargaban de cuidar todo el lugar. Hasta el momento, no había visto ningún otro dios. Hécate y Zagreo caminaron por el castillo hasta llegar a la habitación donde había estado Caria. La sorpresa que ambos se llevaron es que Caria no estaba. Hécate soltó un par de maldiciones mientras le indicaba a Zagreo que recorrieran en castillo para buscarla.
—Ella no pudo irse de aquí. Es demasiado riesgoso. Además, aquí está Thanatos —dijo Zagreo, mirando a Hécate por el rabillo del ojo.
Hécate rio sarcásticamente.
—Te falta conocerla. Ni siquiera yo sé cuántas veces se escaparía para ir a ver a Thanatos a la Tierra —indicó, soltando una bocanada de aire—, pero tienes razón al decir que no se pudo ir de aquí. Ni porque está débil deja de buscarlo. El problema es que al buscarla nos quita tiempo. Cuando despierte Hades y Perséfone, la situación va a ponerse peor.
Zagreo inhaló y retuvo la respiración. Aún le costaba un poco de trabajo asimilar que Deméter haya podido hacerle daño a sus padres y hermanas. Hécate notó esa mirada apagada.
—No logro entender cómo sigues considerando a Deméter como una mujer buena después de lo que te hizo a ti también. Naciste por su egoísmo y obsesión, cuando no le serviste te abandonó y mantuvo tu existencia en secreto por mucho tiempo...¿y ni siquiera estás enojado con ella? Pareciera que te preocupas por ella, chico —expresó Hécate con acidez en la boca. Cuando analizó lo que había dicho, quiso retractarse por la manera tosca en que lo dijo, pero ya había sido tarde y Zagreo respondió.
—Enojarme u odiarla no cambiaría en nada...sólo me haría daño a mí —respondió Zagreo sereno y seguro—. Nadie es responsable de sus decisiones, sólo ella. No me gustan los enfrentamientos, ni la muerte y el odio...pero me tocó crecer en ese crudo contexto. Yo sólo aprendí a superar las adversidades.
La boca de Hécate estaba abierta por esas inesperadas palabras.
—El propósito de tu vida al ser un adulto...¿fue el sobrevivir y adaptarte a tu destino?
—No...—Zagreo miró fijamente a una Hécate desconcertada—. Ha sido el de proteger y salvar, sea quien sea.
Hécate agitó la cabeza sin poderse creer aun lo que Zagreo confesaba.
—¿Y si son asesinos o malvados?
Zagreo esbozó media sonrisa.
—Aun así lo haría. Mis intenciones serían las mejores. Me ayudan a crecer y las de ellos no me conciernen. Ellos responderán a su propio destino. Yo no soy quien para determinar la justicia.
Hécate pestañeó varias veces por la máxima incredulidad. O Zagreo había sufrido demasiado que lo hizo adoptar una filosofía pacífica, solidaria y humanística o él no había sufrido lo suficiente. Si lo pensaba bien, la última opción no podía considerarla real dadas las condiciones en que creció. Desde que lo conoció, pensó que era un guerrero común, y ahora resultaba que se trataba de un guerrero heroico.
—Eres una caja de sorpresas. Físicamente te pareces al cara de ardilla de tu padre, pero eres demasiado noble y bueno como tu madre.
—¿También tengo cara de ardilla? —preguntó Zagreo entre risillas.
Hécate se vio desmantelada con esa pregunta.
—Contigo no aplica porque me caes bien. Hasta conoces el sentido del humor —repuso—. Eres buen muchacho, Zagreo. Me pregunto si te descontrolas y te pones todo loco cuando te enojas.
La cara de Zagreo se mantuvo neutral, como si no supiera a qué se refería. Hécate considero que lo mejor era que Zagreo no tuviera esa contraparte de Perséfone o de sus hermanas.
—Allí está Macaria —dijo Zagreo.
Hécate giró a sus espaldas rápidamente y a lo lejos vio que iba caminando junto a Hypnos.
—Ya comprobamos que no se fue y que está bien. Vayamos con ella —indicó Hécate mientras avanzaba. Sin embargo, se detuvo en cuanto notó que Zagreo no le seguía el paso—. ¿No vas a venir?
—Preferiría que no. Ella no sabe quién soy yo y no sé si sea buena idea que lo sepa ahora —dijo Zagreo cohibido.
—Tampoco es buena idea ocultárselo. En algún momento se pueden encontrar y tu rostro es la evidencia de tu naturaleza. Cualquiera se daría cuenta de quién eres hijo.
Aun así, Zagreo no consideraba prudente el conocer a Caria, sobre todo porque ella estaba con emociones vulnerables y podría tomárselo a mal. Como si fuera una mentira más. No obstante, decidió seguir a Hécate y descubrirlo de una vez.
Hypnos llevó a Caria a una habitación donde podría resguardarse y estar sola. En todo el camino hacia allí, Caria no dijo ni una sola palabra por el impacto que recibió por las palabras crudas de Thanatos. Debido a sus emociones, era difícil asimilarlo y pensar positivamente.
—Puedo suponer cómo te sientes ahora y lo que pudo decirte es que no creas mucho lo que Thanatos te pide. Ha sido por protegerte. Han pasado algunas horas desde el ataque y quizás está siendo consciente de su estado y consideró que lo mejor es que estés alejada de él por ahora —Hypnos planteó su suposición cortésmente.
—O me culpa por lo que le pasó —respondió Caria negativamente—. Si hace años me hubiera enterado que Thanatos pasaría por esto, jamás le hubiera revelado lo que sentía por él.
La voz de Caria no era la misma que Hypnos había conocido. A pesar de la emoción que acumulaba, su voz era recia. El dios tuvo la suposición de que Caria sería se había vuelto más firme en sus acciones. Era difícil saber si esa era una actitud momentánea por el momento o todo ese conflicto sólo había despertado aquellas actitudes que siempre existieron.
—¿Crees que habría existido una diferencia? Para ese entonces, Thanatos ya sentía algo por ti. Pensar en el pasado no es el camino correcto...Esto no es más que un plan que tramaron en contra de Thanatos. No es tu culpa.
Caria acunó su barbilla con sus manos y miró con molestia, no hacia él sino a lo que ella estaba creyendo.
—¿Y si fue mi padre quien lo hizo? —preguntó con crudeza.
Hypnos leyó en su mirada el rencor que sentía Caria hacia su padre.
—No. El señor Hades jamás haría eso.
Caria negó firmemente lo que Hypnos aseguraba.
—Pero lo odia injustamente. ¿Vas a defender eso también? —preguntó Caria como contraataque.
—No...y lamento no darte una respuesta clara. Es algo muy difícil de comprender pero Hades no haría eso.
Caria sintió que crecía furia de nuevo en su interior, pero en esta ocasión, respiró hondo para disipar esa emoción. Enseguida, Hécate se asomó al interior de la habitación, encontrándose con la mirada de Caria.
—Estás aquí...cuando fuimos a buscarte a la habitación donde te dejé y no te vimos, pensé que había huido —comentó Hécate, tratando de aminorar la tensión.
—¿Fuimos? —preguntó Caria confundida.
Con esa sutil pregunta, Hécate notó que Caria haría mucho caso a los detalles por la sensibilidad. Probablemente Zagreo tendría razón y Caria no se tomaría muy bien el enterarse que es su hermano. Se haría mil preguntas sobre su origen y se llenaría de rencor injustificado por Hades. Quizás ni siquiera quisiera escuchar que así no fueron las cosas.
Ya era demasiado tarde para retractarse.
Por indicación de Hécate, Zagreo ingresó a la habitación, preparándose para recibir un sinfín de reacciones. Y así fue. Tanto Caria como Hypnos veían sorprendidos y escépticos a Zagreo. Hypnos no sabía ni siquiera qué preguntar, sólo volteó a ver a Hécate y ella asintió, como si hubiera leído sus pensamientos.
Caria por su parte, permaneció estática sin dejar de mirarlo.
En ese momento incómodo, Hypnos apartó su desconcierto y giró su rostro por encima del hombro al sentir que algo sucedía en el Tártaro: algo inusual. Se alarmó creyendo que Thanatos había entrado en trance de nuevo porque había despertado desde hace rato. No podía saberlo con exactitud porque las mazmorras del Tártaro ocultaban cualquier tipo de energía. Pero si no era él, ¿quién podría ser? Era imposible penetrar las prisiones sin que nadie lo supiera. Sólo muy pocos podían tener acceso y él era uno de ellos. Como hasta ahora nadie reportaba que existiera un intruso en las prisiones, Hypnos supuso que se trataba de Thanatos. Sin embargo, no fue el único que se angustió por ese incidente. Hécate también pareció ponerse alerta y ambos parecieron pensar lo mismo.
—En seguida volvemos —dijo Hypnos, saliendo de la habitación con disimulación. Hécate miró tanto a Caria como a Zagreo. Era mejor que ninguno se enterara que algo ocurría en la prisión donde estaba Thanatos.
—Bueno Macaria, él es Zagreo y es tu hermano mayor —dijo Hécate muy directa. Los ojos de Caria se ensancharon pero no dijo nada inmediatamente, sólo puso su mano sobre su frente y reía con una extraña mezcla de molestia y sarcasmo.
—No puede ser...¿Otra mentira más de mi padre? —preguntó Caria a modo de reclamo. Caria sentía más rabia. Hades había juzgado a Thanatos por considerarlo un traidor y un mentiroso cuando él había ocultado más secretos—. ¿Es una broma, no?
—No, no lo es. Y ya basta de creer que es un chiste y denle una oportunidad de escucharlo —respondió Hécate a modo de regaño. Sí se había molestado—. Tampoco es lo que tú piensas, por eso debes escuchar a Zagreo —miró hacia atrás. Ya tenía que irse junto a Hypnos—. Como seguramente tienen cosas de qué hablar, los dejamos solos un momento —dijo Hécate sin esperar respuesta y cerró la puerta.
Zagreo tragó saliva en cuanto estuvo solo con Caria. Notaba su mirada fija. Si bien no había maldad en ella, podía notarse el resentimiento y odio. Definitivamente ella no estaba nada bien.
—Al fin nos conocemos formalmente, Macaria —dijo Zagreo, siendo muy gentil.
Caria sonrió ligeramente, sin saber exactamente qué decir. Tenía más dudas que respuestas.
—Lo siento...no sé qué decir. Estoy consternada por muchas cosas y...—observó nuevamente a Zagreo y recordó inmediatamente a su padre.
Caria apretó los párpados y los labios. No quería saber de Hades y la apariencia de Zagreo lo provocaba. Él se dio cuenta de eso.
—Sabía que no era el momento de conocerte formalmente. Hécate insistió en que no se podía retrasar más y al final estuve de acuerdo. Lo siento mucho si mi presencia te incomoda, sé que es difícil.
—Sí lo es —suspiró largamente con pesar—. ¿En dónde estuviste todo este tiempo y por qué nadie contó sobre ti? —Justo en el momento en que realizó la pregunta, Caria se respondió a sí misma.
<<Mentiras y mentiras>>, pensó amargamente.
—Estaba en la Tierra y recién me conocen. Hace un rato me presenté ante nuestros padres —Zagreo iba explicando pero Caria lo interrumpió.
—¿Cómo que nuestros padres? Mi madre también es...
—Sí. También soy hijo de Perséfone —dijo Zagreo con mucho orgullo.
Caria no entendía nada. Todo era muy confuso.
—No tiene sentido. Si eres mi hermano y mis padres no te conocían...significa que ambos mintieron o tú no eres realmente mi hermano.
—Sí lo soy. Y ellos no mintieron. Ni siquiera sabían de mí.
—Entonces...—Caria trataba de entender la existencia de Zagreo.
—Mi nacimiento no fue planeado por ellos. Deméter me dio la vida.
—¿Qué? —exclamó sin discreción—. Eso no es posible.
—Sí lo es. Uso sangre de mi madre y parte del alma de mi padre para crearme. Ocultó mi existencia de ellos y hasta de mí mismo.
La confesión de Zagreo carecía de lógica, al menos para Caria.
¿Deméter tenía el poder para hacer eso? ¿Por cuánto tiempo lo ocultó sin que Hades ni Perséfone se enteraran de la existencia de Zagreo?
Mientras pensaba en una respuesta coherente para ella, otro pensamiento se le cruzó por la mente. Más que un pensamiento, era un anhelo.
—¿Deméter puede hacer eso...de verdad? Es decir, ¿puede dar vida a otro ser como nosotros?
Zagreo se extrañó por el interés repentino de su pregunta, pero aun así respondió.
—Varios dioses han tenido hijos por sí mismos, pero Deméter me creó con la intención de mantener la esencia de nuestra madre. De que fuera como ella. Por eso soy su hijo. Sólo que no sabía que el alma que usó no era de nuestra madre sino de nuestro padre —explicaba difícilmente. Se le complicaba reconocer la verdad de su existencia, sintiéndose como un objeto.
Caria desconocía que eso podía ser posible. Claro que sabía que algunos dioses engendraron a sus hijos sin ninguna intervención sexual, tal es el caso de Nyx. Lo que no sabía era que se podía dar vida a un hijo manteniendo la misma genética de ambos padres sin la intervención sexual.
Eso le dio una esperanza.
—Zagreo, no me lo tomes a mal pero quisiera estar sola. No es por ti, es sólo que son muchas emociones y...de verdad quiero estar sola —pidió Caria amablemente.
Al notar que Caria no quería continuar con la conversación, Zagreo aceptó su petición e iba a aprovechar para ver a Thanatos.
—Respetaré tu petición. Hablaremos de nuevo cuando tú lo decidas. Estoy al pendiente por cualquier cosa —dijo Zagreo antes de marcharse.
Mientras Zagreo se alejaba para buscar a Hécate, alguien lo observaba alejarse con una sonrisa malvada en su rostro y enseguida, su mirada se clavó en la habitación de donde había salido.
***
A pesar de las desdichas que surgían en el Inframundo y el Tártaro, más arriba del Olimpo parecía todo lo contrario. Era armonioso, tranquilo y un día muy brillante y no era para menos, los días siempre lucían así a esa distancia por la presencia de Helios quien se encontraba paseando lentamente en su carruaje dorado. Ese día se encontraba más animado que de costumbre y tarareaba mientras paseaba. Llevaba ya unas horas así sin bajar su entusiasmo en ningún momento. Para pasar el rato, siempre le gustaba mirar hacia abajo donde estaban los humanos. Tenía una grandiosa vista que le permitía ver a detalle lo que sucedía. Todo parecía ir bien ese día hasta que en cierto momento, la mayoría de los humanos miraba hacia donde él estaba y lucían inquietos y sobre todo, confundidos.
Detuvo su carruaje y se miró asimismo sin notar nada extraño.
—¿Acaso tengo algo o es que luzco más brillante? —preguntó para sí con una gran sonrisa y volvió a mirar hacia abajo. También poseía buen oído y pronto escuchó que preguntaban acerca del eclipse. Él pensó primero que se referían al eclipse que habría en unos días más pero varios humanos comenzaron a hablar sobre el adelanto del eclipse, esto le borró la sonrisa por el desconcierto.
Helios comenzó a hacer nuevas conjeturas, rascándose y revolviendo sus cabellos dorados.
—Para tener buena vista y oído, siempre termino sorprendiéndote.
El dios del Sol miró hacia atrás con una mirada desconcierta y un tanto inocente, como si se tratara de un niño que regañaban sin razón. Más temprano que tarde, Helios sonrió de nuevo con naturalidad.
—Es que andaba distraído —explicó brevemente.
Nyx inhaló profundamente y resopló.
—Espero que no tanto porque necesito hablar contigo. Es muy importante —dijo con determinación.
—Supongo que sí porque no sueles venir inesperadamente —hizo aparecer un calendario único y creado por el mismo Helios, lleno de luz a excepción muy contados días—. Tenemos todo calendarizado.
—Ya lo sé, pero no podía quedarme de brazos cruzados. Esta vez no.
Helios notó enfado en el rostro de Nyx. La diosa de la noche era muy estoica, pero en esa ocasión, se estaba dejando llevar por sus emociones además de que eran muy visibles.
—Es sobre Thanatos —afirmó el dios—. ¿Qué parte exactamente quieres saber de él? Igual puedo contarte todo lo que ha pasado desde que está en la Tierra y más aún cuando llegó la hija de Hades con él. Uf, no creí que podría contarte esto a ti —comentó con gracia.
La seriedad de Nyx ocupó nuevamente su rostro, pero en ningún momento se mostró enojada por la imprudencia de Helios.
—No, eso no. Yo también sé muchas cosas de eso...—aclaró.
—¿Entonces?
Nyx miró a Helios fijamente.
—Thanatos fue envenado. Estoy segura y quiero confirmar de quién se trata —dobló los dedos de su mano y cubrió ligeramente sus labios, ocultando asimismo la mezcla extraña de enojo y burla. Lo primero por el atrevimiento que se tuvo de envenenar a Thanatos y lo segundo para limitar que con su ira fuera a vengarse en ese instante.
—¿Confirmar? Ya sospechas de alguien.
—Sí. Y si resulta ser cierto...tendría más preguntas por hacerte.
—No se diga más...pues comenzaré por responder tu primera pregunta —Helios se recargó en el carruaje mientras organizaba sus recuerdos—. El día de ayer fue organizada la celebración de compromiso de Macaria y Thanatos...lo supe porque no dejaban de decirlo en el Olimpo y luego los vi en el Pireo en Grecia en la mansión de Poseidón...
—Helios...sé un poco más conciso —pidió Nyx, desmotivando a Helios.
—Bien, bien. El caso es que en la botella de vino que Dionioso preparó especialmente para la pareja, vertieron sangre. Lo que no sé es de quien fue ni para qué, pero seguramente eso fue lo que volvió loco a tu hijo. Eso lo sabes mejor tú porque sucedió en la noche.
—¿Sangre?
—Sí, y tal vez tu suposición es más que cierta que quien vertió la sangre fue Ápate.
Nyx abrió sus ojos con asombro y más dudas. Ella esperaba fielmente escuchar el nombre de Menthe. Helios al verla nuevamente inestable, encogió los hombros.
—¿No era ella en quién sospechabas?
—No. Y esto me hace pensar otras cosas —hizo una pausa y enseguida un ademán con la mano—. Continúa.
—Es eso. No sé de quién era la sangre. Nunca lo vi ni escuché, probablemente se planeó todo en otro lugar donde ni tú ni yo podemos observar libremente.
<<El Inframundo o el Erebo>>, puntualizó Nyx en su mente.
La diosa había captado el aroma de Menthe en la sangre de Thanatos y por la reacción que tuvo, la había hecho señalar a la ninfa como la culpable principal. No obstante, el que Ápate estuviera involucrada cambiaba muchas cosas.
—¿Qué más hizo Ápate ese día?
—Nada más hizo eso y se fue. No he sabido de ella desde entonces. Tengo una idea, podríamos sintetizar todas tus dudas en el tema principal. Así sería más fácil para los dos.
—¿Y a qué tema principal te refieres? —preguntó extrañada.
Helios alzó los hombros libremente y como si no tuviera otra forma de iniciar con ese tema de conversación.
—Hablo de tu hermano, Érebo —En cuanto escuchó su nombre, Nyx esperaba un sinfín de cosas que podría decirle de él y de cómo ha estado involucrado en lo sucedido con Thanatos. Helios al verla silenciosa, volvió a hablar—. Creo que también ya supones que cuando se habla de Érebo, no es por nada bueno. Debo decir que él ha sido muy cuidadoso con sus actos, pero ha mandado a otros a cumplir con sus propósitos. Sé que es tu hermano, pero si voy a hablarte de lo que le pasó a Thanatos, tengo que hablar de Érebo y de Ápate.
Nyx alzó la mirada con pesar.
—No me sorprende eso...y en cuanto a Érebo, no espero nada bueno de él.
—Siendo así, mejor toma asiento porque será conversación larga.
Helios invitó a Nyx a pasar a su carruaje y se sentó frente a ella. El dios iba a continuar hablando y fue interrumpido por la diosa.
—A partir de ahora, lo que vayas a contarme...que sea con todos los detalles. Absolutamente todos.
Olimpo.
Después de lo sucedido en la Tierra y de hablar sobre lo que le pasó a Thanatos y su posible futuro, cada quien se fue a su respectivos aposentos, excepto uno de ellos...
—¿Ya han terminado? —preguntó Afrodita con tono exigente.
—Falta poco —respondió una joven doncella que palpaba el rostro de Eros con un paño de ceda.
Afrodita resopló con cansancio y se levantó del diván de mármol. Miró fugazmente a las dos doncellas presentes y giró la muñeca. Ese gesto fue suficiente para que ambas jóvenes se marcharan. Después de esto, la diosa caminó hacia donde estaba sentado Eros, tomó su barbilla y la levantó para seguir limpiando su rostro. Eros cerró los ojos con fuerza y hacia la cabeza hacia atrás debido a la diferencia de atención que recibía: las doncellas fueron sutiles, en cambio Afrodita fue mas tosca.
—Ma, me lastimas —protestaba Eros sin éxito—. Oye, no estás curando una estatua sino a tu hijo —insistió Eros hasta que Afrodita se detuvo y levantó una comisura de su labio.
—Uno muy exagerado —recalcó la diosa.
Eros hizo puchero.
—Yo no exagero...estoy lastimadito.
Afrodita volvió a poner el paño dentro del cuenco.
—Físicamente ya estás bien, así que deja los dramas —dijo Afrodita con sequedad. Eros fue deshaciendo sus pucheros poco a poco y al final suspiró. Esas palabras de su madre eran tan comunes, después de todo, Afrodita no era la madre más afectuosa—. Lo que te duele es cómo terminaron las cosas y quienes estaban involucrados.
El dios no pudo negarlo y sintió que las emociones se atoraban de nuevo en la garganta. Sus ojos brillaban más de lo normal. Afrodita lo miró de nuevo abatido y le acarició las mejillas a cierta altura suficiente como para que los rizos dorados de Eros rozaran las puntas de sus dedos. La caricia era sutil pero las palabras seguían conservando su rudeza, o más bien, su objetivismo.
—No se te ocurra sentirte culpable. Tú hiciste tu trabajo, lo demás estaba fuera de tu control.
—Sí, pero...—Eros tomó aire hasta inflar completamente sus pulmones—. ¡Estoy frustrado! ¡Todo lo que hice fue en vano! —Cuando se le acabó el aire de los pulmones, agachó la cabeza—. Mi carrera ha terminado...
Afrodita soltó una risa de gracia y se cruzó de brazos cambiando su actitud, como si algo le hubiera molestado.
—Al parecer, se te ha olvidado lo que te he dicho siempre, ¿verdad?
—Me acuerdo de muchas cosas, pero...¿a qué te refieres?
Afrodita se inclinó hacia su hijo abatido.
—El amor siempre va a existir. Se podrá implementar con sensualidad y sexualidad o incluso habrá historias de amor que terminarán...pero siempre nacerán otras —Afrodita suspiró largamente y apartó la mirada como si se acordara de algo que no le gustaba—. Nuestro trabajo es que perduren esas emociones de una u otra forma —Le sonrió con complicidad y su entusiasmo regresó de nuevo—. Mientras piensas qué hacer, yo me mantendré al tanto de tus hermanos —expresó Afrodita al mismo tiempo que se alejaba.
—Y de mi padre —susurró Eros con gracia.
Afuera de los recintos de Afrodita se encontraba Dionisio echando chispas por la boca. Estaba molesto porque Zeus le realizó un interrogatorio acerca del vino que les regaló a Thanatos y a Caria, sintiéndose ampliamente ofendido. Ahora que había salido del templo de Zeus, podía respirar profundamente y exhalar con frustración.
Quería regresar a la Tierra porque al menos ahí, eran más agradecidos.
Al momento en que pensaba con mayor intensidad el poder irse, estaba por toparse con Afrodita y quiso irse más rápido que nunca.
—¿Tanto te desagrado que deseas marcharte rápido o es por algo más? —preguntó la diosa con burla.
Dionisio resopló resignado y miró a espaldas de Afrodita con precaución.
—No quiero que Eros me escuche —susurró. Justo al momento en que confesó su preocupación, miró alrededor y notó que toda la extensión del cielo estaba oscurecida y eso sólo podía significar una cosa—. ¿No se supone que el eclipse era en unos días más? —preguntó confundido. No se había dado cuenta de esta situación por el enojo que sentía.
—Sí, aún falta tiempo —respondió tranquila, mirando hacia arriba.
—Ahora entiendo porque Zeus concluyó rápido el cuestionamiento que me hacía.
—No sé de qué te sorprendes, si tomamos en cuenta lo ocurrido con Thanatos...es lógico que quiera averiguar por qué. No encuentro otra razón por la que Nyx rompa con lo que han designado Helios y ella. Después de todo, es su hijo.
—Jamás te había escuchado tan comprensiva y empática —comentó Dionisio sin tapujos.
—También soy madre y yo también soy capaz de hacer lo que sea por mis hijos —Bajo el mentón y miró nuevamente a Dionisio—. Retomando nuestra conversación, ¿por qué no quieres ver a Eros? —preguntó Afrodita en voz más alta, claramente con la intención de que Eros escuchara.
Dionisio hizo movimientos histéricos para que Afrodita dejara de hablar.
—Pero, ¿qué estás haciendo? Te dije que no quiero que tu hijo me escuche.
Demasiado tarde.
—¡Dioni! ¿Eres tú? —preguntó Eros en la lejanía.
El dios del vino puso semblante de dolor mientras que Afrodita disfrutaba de su reacción. Era la misma reacción de agobio que tenían todos cuando Eros se presentaba con ellos. Daba lo mismo si eran dioses o humanos, la reacción era la misma.
—La presencia de Eros no es mala...por mucho que otros piensen lo contrario. Sólo está deprimido.
—Corrección...Eros siempre está deprimido —repuso Dionisio entre murmullos—, y yo también lo estoy —añadió recordando la ofensa que Zeus le hizo.
—Pues...siendo así y si yo fuera tú, ayudará a Eros a sentirse mejor —indicó Afrodita con una mirada sospechosa.
Esa mirada de la diosa no era de fiar, pero irónicamente provocaba curiosidad saber qué se traía entre manos.
—Últimamente he estado cerca de él y sin ánimos de ofender, he salido más perjudicado que beneficiado.
—¿Ah, sí? —cuestionó Afrodita fingiendo incredulidad—. ¿De qué manera?
—Me he sentido muy frustrado y jamás había estado expuesto a tantas ofensas en mi vida —comentó Dionisio recordando la cita planeada de Ralen y Garena y el cómo fue que ellos le hicieron varios desplantes.
Afrodita esperaba escuchar alguna queja más de Dionisio, pero al comprender que eso era todo, resopló con aburrimiento y alzó los hombros.
—Como quieras, es tu decisión. Ya habrá otra oportunidad para reencontrarte con ella —comentó la diosa mientras seguía su camino.
Inmediatamente, Dionisio cambió su postura y su semblante. El rostro de una chica se le vino a la mente, y no cualquiera, era aquella mujer que le aceleraba el corazón.
—Por simple curiosidad...¿estás tratando de decirme que si Eros recupera el ánimo, ¿volveré a verla?
Afrodita sonrió porque logró lo que quería y giró su cuerpo con sus talones.
—No, yo a lo que me refiero es que si ayudas a Eros, podrás verla de nuevo, más rápido de lo que crees. Sé que eso quieres y en este tema, a mí no podrás engañarme —La diosa tenía mucha razón y Dionisio no se esforzó por elaborar excusas con su actuar tan obvio—, pero has dicho que no te interesa ayudar a Eros así que...
—Wow...espera. Yo nunca dije que no lo ayudaría. Me malinterpretaste —corrigió.
Afrodita volcó los ojos.
—Claro —dijo irónica—. Ya tengo que irme, tengo asuntos qué resolver —concluyó Afrodita y se despidió con una mano al aire como si no le importara.
Solo nuevamente, Dionisio comenzó a sentir un oleaje de motivación en su interior. Mágicamente olvidó toda su frustración y todos los malos ratos que pasó en los últimos días. Llevó una mano a su pecho y suspiró con entusiasmo mientras caminaba dentro de los aposentos de Afrodita.
El lugar era elegante y agradable, pero esa belleza fue opacada por un Eros deprimido que estaba enroscado en diván de mármol, dando la espalda a la entrada del lugar. Dionisio alzó las cejas sorprendido de ver a Eros tan abatido, y eso que él creía que no podía llegar más bajo. Si lo pensaba mejor, podía llegar a comprender la inquietud escondida de Afrodita para que Eros se animara de alguna manera. Para que Afrodita recurriera a eso, Eros debía estar peor de lo que él veía.
—Eros, ¿estás bien? —preguntó Dionisio lo primero que se le vino a la mente.
Eros no se movió.
—Creí que me habías abandonado también —dijo débilmente.
<<Aquí vamos>>, pensó Dionisio al escuchar a Eros con tono melodramático.
—Ya te había dicho que iría a hablar con Zeus porque él me llamó, pero acabó pronto porque Nyx está hablando con Helios —Dionisio explicó como introducción lo ocurrido, sin embargo, Eros seguía en la misma posición sin el más mínimo interés de saber más de lo que pasaba. Eso era grave—. ¿En serio, tan mal estás?
—Estoy deprimido. No tengo motivos para estar bien —comentó Eros casi con voz entrecortada. Dionisio comenzó a preocuparse en serio—. Soy un dios inútil y sin talento —continuó con voz más dramática.
Dionisio llegó a la conclusión de que Eros no estaba tan mal como aparentaba, sólo necesitaba un buen empujón de motivación, y él ya sabía cómo lograrlo.
—Oh Eros, ¿en dónde quedó el aprendizaje que tuviste en el retiro espiritual? No eres un dios inútil y menos sin talento.
Eros movió el rostro ligeramente hacia Dionisio.
—¿En serio lo crees? —preguntó nostálgico.
—Por supuesto. Ningún otro dios es tan metiche, tan perseverante ni dramático como tú.
Dionisio guardó sus ganas de reír por la broma que le hizo mientras que Eros se mantuvo con la misma postura.
—¿Lo que me dices es para que me sienta mejor o para que acabe de una vez con mi existencia?
—Aunque quisiera, eso es difícil —continuó bromeando y Eros se encorvó de nuevo—. Ya, discúlpame. No es en serio, sólo lo digo para que rías. Por otro lado, tú no eres responsable de lo que le pasó a Thanatos.
—Sí lo soy —Se sentó y se puso completamente de frente a Dionisio—. Debí ser más responsable con esto. Debí haber incitado a Caria a secuestrar a Thanatos y que se casaran en secreto...si hubiera hecho eso, yo no estaría sufriendo en este momento.
Dionisio no se esperaba esa respuesta de Eros, lo que lo dejó mudo y pestañeando, sin saber si debía reír.
—Eh, no creo que eso hubiera solucionado la situación. Recuerda la historia de Hades y Perséfone.
—¡Pero acabaron juntos! Y además...también tengo aún el dolor de cabeza que me causó el par de sonsos de Ralen y Garena.
—¿Por qué metes ese tema? Al final ellos se declararon. Yo estuve presente, ¿lo recuerdas?
—¡Pero sufrí mucho en el proceso! ¡Y quedé como un tonto frente a Anteros! Los debí haber encerrado en un cuarto hasta que no tuvieran otra cosa que hacer más que besarse y tener mucho...
—Ya entendí —Lo interrumpió Dionisio en el momento justo—. Y por Anteros, siempre estás peleando con él y nunca te tomas tan enserio lo que dice.
—Sí lo hice....una vez —dijo Eros, respirando hondo—. Ya te había dicho que quería demostrarle a Anteros que yo no soy sólo un dios del amor superficial, como él me llama. No me gusta admitir que tenía razón —volvió a respirar hondo—. Supongo que ahora seré su esclavo —dijo nuevamente en un tono dramático, imaginándose siendo esclavo de Anteros. Esa simple idea lo deprimió aún más y adoptó nuevamente su postura inicial.
Dionisio consideró que lo que se le ocurría en ese preciso momento era algo atrevido, pero era necesario para ayudar a Eros.
—Ni hablar. Es una pena...yo creía que tenías más potencial y que Anteros sólo era un chico caprichoso. Creía que todos los demás estaban equivocados —Dionisio notó de inmediato como Eros tensó la espalda. Estaba dando en el clavo—. Ahora me doy cuenta que Anteros ha sido infravalorado. A pesar de sus caprichos, el chico tiene convicción. Él se esfuerza y logra lo que se propone. No se da por vencido tan fácilmente ni anda lloriqueando —Fingió suspirar largamente con pesar—. Supongo que Anteros será ahora conocido como el único dios del amor y tu nombre quedará en el olvido. Menos mal que tu padre y tus hermanos están en la guerra y no son testigos para ver esta humillación.
Dionisio estaba tan inspirado diciendo un sinfín de cosas para provocar una reacción activa en Eros. Estaba tan inspirado que no se percató que sí había logrado que Eros reaccionara. El dios del amor tenía el torso levantado y miraba hacia atrás, hacia donde estaba Dionisio. Su mirada era cruda y oscura. Dionisio sólo lo miró cuando se sintió amenazado. Si era lo suficientemente sincero, debía reconocer que la mirada asesina de Eros lo intimidó mucho. Jamás se había imaginado que Eros hubiera heredado los destellos asesinos de Ares.
—¿Es en serio lo que me estás diciendo? —cuestionó Eros entre pausas por el coraje.
—Digo lo que veo. Tú mismo lo has aceptado con tus actitudes débiles.
—Yo jamás acepté que Anteros fuera mejor que yo.
—Ambos tienen sus puntos negativos, pero si le agregas a Anteros un arco con flechas...nadie notará la diferencia —seguía diciendo Dionisio, con los brazos a los costados en postura desinteresada, aunque era claro que seguía en su papel de provocar a Eros.
El dios del amor sumamente ofendido, parecía echar lumbre por los ojos. Dionisio estuvo a punto de decirle que todo se trataba de una broma porque ahora estaba conociendo un lado oscuro de Eros. Casi se sintió degollado. Para su sorpresa, Eros sólo infló su pecho de aire y apretó los labios como si reprimiera gritos de frustración. Así estuvo unos segundos hasta que repentinamente Eros exhaló y su semblante se relajó.
—Anteros no haría eso. Odia profundamente mis ex flechas y mi ex arco. Lo último que Anteros haría en este mundo de divinidad sería ocupar mi lugar, haciendo exactamente lo que yo hago. Anteros es mi antítesis y jamás ocupará mi lugar...además es dramático, reservado y parece que odia la vida.
Dionisio se quedó de piedra. Acababa de ver una asombrosa transformación de un Eros deprimido, luego furioso y acabó con una buena autoestima. El plan de Dionisio dio un vuelto de trecientos sesenta grados.
—No estás entendiendo el punto —dijo Dionisio intentando regresar a Eros a la brutalidad.
—Sí lo entiendo. No hay ninguna manera de que Anteros sea mejor que yo —miró a Dionisio con ojos llenos de agradecimiento—. He tocado fondo Dioniosio y tú me has ayudado a ver el lado positivo del oscuro hoyo en el que estaba. De verdad eres un gran amigo.
<<No, no, no...¡No es momento de tu optimismo Eros!>>, pensaba Dionisio con desesperación.
—¿Eso quiere decir que te has decidido a seguir adelante? —preguntó esperando que al menos el optimismo de Eros lo haya hecho reflexionar para seguir cumpliendo con sus misiones.
Eros hizo una mueca de inconformidad.
—Nah. Eso sólo me ayudó a darme cuenta que Anteros jamás ocupará mi lugar...yo sigo decepcionado de todo —Fue apagando su voz y perdiendo fuerza en su postura—. De nada valieron mis esfuerzos y la desgracia de mi trabajo aún existe....Me quedaré en este lugar hasta que todo acabe —Estaba a punto de acostarse de nuevo.
Una vena latente emergió en la frente de Dionisio y sin pensarlo dos veces, se acercó a Eros y lo tomó de las solapas, zarandeándolo un par de veces.
—¡Me tienes harto! ¡Fuiste a la Tierra a hacerme la vida más complicada con tus problemas laborales! ¡Fuiste a un retiro espiritual!...¿y ahora te quedarás aquí mientras todo se hunde? ¡¿Qué clase de dios del amor eres?! —gritó Dionisio. Eros creyó que Dionisio bromeaba.
—Soy un pésimo dios del amor...pero mejor que Anteros —recalcó alzando su dedo índice.
Dionisio no lo soportó más esa situación y le dio un par de bofetadas a Eros. El dios del amor lo veía desconcertado mientras ponía sus manos en las mejillas levemente enrojecidas.
—¡Entonces demuéstralo! ¡Levanta tu trasero de ese lugar, ve por tu arco y flechas y vámonos al Inframundo!
—Pero...pero...hace mucho tiempo yo me prometí que no volvería a usarlos...tú sabes por qué —justificaba Eros.
—A situaciones desesperadas, requieren medidas desesperadas. Era más salvaje el Eros de las flechas que el de ahora...¡Al menos demuestra por hoy quién es el que manda en temas del amor! ¡Sé un héroe! —ordenaba Dionisio y soltó a Eros mientras inhala y exhalaba para calmarse—. ¿Ves lo que me haces hacer?
Eros seguía sobándose las mejillas y veía a Dionisio con temor y al mismo tiempo molesto por lo salvaje que se portó.
—¿Y era necesario golpearme?
—No, pero como te dije, las situaciones desesperadas requieren de medidas desesperadas. Alguna ve inténtalo con alguien y verás cómo recapacita —Dionisio suspiró—. De acuerdo, eso se oyó mal —dijo más para sí, comenzando a arrepentirse por lo que pasó.
—Pues si funciona —respondió Eros. Dionisio pestañeó.
—¿Funcionó? —cuestionó incrédulo. Eros no respondió directamente.
—Tienes razón, Dionisio. Debí poner mano firme en un inicio y esto no estaría pasando. Me faltó carácter...y ahora debo resolverlo —Se levantó y su puño contra la palma de su mano.
Dionisio alzó las cejas algo incrédulo de que Eros haya cambiado de visión de un momento a otro, pero eso era bueno. Su plan no funcionó exactamente como lo pensó, pero el resultado era el mismo: hacer recapacitar a Eros e ir al Inframundo.
—Bien, no hay tiempo que perder. Debemos ir al Inframundo.
Eros miró nuevamente a Dionisio.
—¿Y por qué al Inframundo?
—Es lógico...ahí está Macaria y más al fondo está Thanatos. Es el lugar ideal para comenzar a resolver situaciones —se explicó.
—¿Y me vas a acompañar? —preguntó aún más desconcertado.
Dionisio movió la boca mientras pensaba que responder. Habló sólo cuando se le ocurrió lo mejor.
—Pues claro. Desde un inicio me involucraste en esta situación y es fundamental que te ayude a concluirla —respondió Dionisio ocultando su verdadera razón para ir al Inframundo.
Eros lo observó largamente como si no le creyera, pero como ya se estaba haciendo costumbre, cambió rápidamente de actitud.
—¡Ok! —exclamó feliz y agradecido—. Entonces vayamos allá, pero antes...acompáñame —Eros se marchó rápidamente de ahí y fue a sus aposentos lo más rápido que pudo junto a Dionisio.
***
Afrodita continuaba su camino con un andar más rápido que de costumbre. Para ella no era para menos porque después de varias semanas, volvería enviarle una carta a Ares para que pudiera leerla antes de regresar a la contienda. Es por esto que estaba buscando a Hermes. No fue complicado esta vez porque por fin lo encontraba afuera de sus recintos, sin embargo, fue curioso verlo con un cuerno sobre su oído a orillas del Monte Olimpo.
Hermes se encontraba concentrado en lo que hacía, pero al mismo tiempo estaba al pendiente de quien se acercaba a donde estaba o mejor aún, de no ser descubierto por alguien peligroso. Vio a Afrodita de pie, mirándolo como si lo estuviera juzgando. Enseguida hizo dos movimientos, uno para que guardara silencio y otro para saber qué necesitaba.
La diosa lo comprendió fácilmente y sacó una carta de las faldas de su vestido para mostrársela. Hermes hizo el último movimiento con su mano para pedirle que se acercara. A Afrodita le gustaba comunicarse con gestos y señas, pero sólo con un dios y no precisamente se trataba de Hermes. Aun así lo hizo.
—¿No se supone que está en guerra? —preguntó Hermes en voz baja.
—Estará unos días descansando antes de continuar con la última contienda. Es lo último que sé, por eso quiero que le lleves esta carta.
Hermes tomó la carta y la guardó con una mano en su morral especial.
—La llevaré en un momento más —le dijo y continuó escuchando.
Afrodita no estuvo conforme con esta nueva respuesta porque ella tenía otros intereses y Hermes no estaba haciendo otra cosa que escuchar conversaciones privadas.
—Si Nyx se da cuenta que los estás escuchando, terminarás más traumado que Zeus —Le advirtió, controlando su molestia.
—Lo sé...pero el riesgo lo vale. Es información que conviene que alguien más la guarde.
—Y si el riesgo lo vale...¿por qué usas un viejo cuerno y no tus poderes para escucharlos?
Hermes miró a Afrodita con los párpados entrecerrados.
—Soy precavido, no tonto —aclaró.
Afrodita se estaba fastidiando y resopló cansada.
—¿Tan importante es como para que dejes tu trabajo por estar de chismoso? ¿Pues de qué están hablando? —cuestionó sin ánimos de saber realmente la respuesta, además de que no creía que Hermes lo hiciera.
—Justo en este momento, comienzan a hablar de Melínoe —respondió Hermes sin cohibición.
El interés de Afrodita cambió radicalmente. De estar completamente desinteresada, ahora quería saber más al respecto.
—¿Por qué hablan de Melínoe? ¿Ella tiene que ver con lo que le ocurrió a Thanatos?
—No realmente. Hay otro cuerno en mis aposentos. Si guardas el secreto de que anduve escuchando, puedes tomarlo.
Mientras tanto.
Las cosas no iban muy bien arriba. La tensión incrementó mucho y desde que Helios comenzó a contarle todo lo que ha visto a Nyx, ella no dijo ninguna sola palabra. Apenas y mostraba expresiones.
—Esas son todas las acciones que ha tenido Érebo hasta ahora, al menos de las que fui testigo —concluyó. Helios la conocía muy bien y sabía que Nyx era peor no mostrando emociones—. Si quieres mi opinión, Érebo siempre ha demostrado ser lo peor y con esto ya no quedan más dudas. Tú ya lo conocías.
—Sí —respondió por fin con mucha frialdad en su voz—, pero jamás pensé que se atrevería a caer tan bajo —respiró hondo y presionó sus dedos contra sus brazos, conteniendo su ira lo más que podía. Nyx se levantó del carruaje y bajó de él para marcharse.
—Espera, espera. ¿Te vas sin decir nada más? —La detuvo Helios.
—No puedo decir otra cosa. Debo actuar y debo hacerlo ahora —Lo miró fijamente con la misma frialdad que usaba en su voz—. Y debo ser yo quien lo haga. Me siento responsable por no haber detenido esta situación desde el inicio. También debo averiguar que otros crímenes ha cometido Érebo a mis espaldas en el Inframundo y confirmar unos pendientes.
—Eso significa que tienes mucho trabajo por hacer. De verdad espero que Érebo tenga su merecido y qué mejor que tú se lo des —intentó animarla.
—Yo lo haré —recalcó con una liviana sonrisa antes de hacer una advertencia—. Que esta conversación quede entre nosotros. Yo debo darle una solución a todos estos problemas y con respecto a Melínoe, quiero total discreción por respeto a su integridad antes de que vaya a juicio —indicaba con firmeza—. Si alguien se entera de esto y actúa antes que yo, también vendré a encargarme de ti y de otros soplones.
Helios alzó las manos y negó hacer algo de lo que Nyx le advirtió que no sucediera.
—Lo que tú me digas. Si quieres que me quede callado, así será —aseguró Helios—. Aunque si hablo un poquito de Érebo con alguien, podría volver a verte y pronto —esbozó una sonrisa de oreja a oreja.
Nyx puso los ojos en blanco sonriendo ligeramente y enseguida desapareció.
Helios resopló largamente y se asomó de nuevo hacia la Tierra, notando de nuevo la confusión de los humanos. Asimismo, se dio cuenta que en el Olimpo alguien había escuchado su conversación con Nyx. Seguramente así había sido porque se fueron corriendo de donde estaban.
—Al parecer, sí la veré de nuevo muy pronto —sonrió con ilusión al suponer que la advertencia de Nyx se rompería por culpa de otros. Definitivamente, ya se imaginaba reencontrándose con la diosa de la noche.
Quizás sea el único que no temía a su furia.
***
Una vez en sus aposentos, el dios del amor abrió un cofre que estaba muy bien sellado y que prometió nunca volver a abrir. Aunque le dolía tener que romper con su promesa porque le recordaba aquel triste contexto en que tomó la decisión, por ahora, era lo que debía hacer.
—Ahora sí van a conocer a Eros —dijo el dios.
Dionisio esperó fuera de los aposentos, esperando que Eros no se arrepintiera. Colocó la espalda en un pilar de mármol y comenzó a pensar en la mujer que vería, en caso de que Afrodita le dijera la verdad. Estaba emocionado de volver a pasar un momento más a su lado y de indagar más acerca de si ella recordaba cuando lo conoció. Quería verla de nuevo, ver su rostro, sus cabellos castaños y esos brillantes ojos verdes.
Verla de nuevo en su bar mientras buscaba a Ralen, se dio cuenta que podría enamorarse fácilmente de ella. Pero ese debía ser su secreto. No deseaba que Eros se enterara o no se lo quitaría de encima.
—¿Estás loco o drogado?
La pregunta de Eros hizo reaccionar a Dionisio. Volteó a buscarlo pero no lo encontró.
—No sé por qué lo preguntas —respondió Dionisio al mismo tiempo que lo seguía buscando.
—Porque estás sonriendo como si estuvieras muy feliz. ¿No estarás enamorado?
Dionisio sudó frío.
—No digas tonterías. Si lo estuviera lo sabrías —Dionisio intentó parecer lo más normal posible para no despertar sospechas—. Ya deja de jugar y vámonos.
Eros apareció de repente frente a Dionisio y lo sorprendió de nuevo pero ahora por su vestimenta y su liviano maquillaje. Llevaba un trozo de tela rojo sobre su frente, se puso líneas de barro oscuro debajo de sus ojos y se había colgado sus flechas y arco en la espalda.
—¿Qué te parece? Luzco imponente, ¿no?
Dionisio se limitó a reírse aunque sea un poco para no provocar que los ánimos de Eros se derrumbaran de nuevo. Le costó mucho no hacerlo, no precisamente por la ropa sino por integrar la palabra "imponente" en su atuendo.
—La misma Nyx temblaría de sólo verte —comentó Dionisio. Eros no percibió el sarcasmo del dios y se sintió aún más seguro de sí mismo—. ¿De dónde sacaste la idea para vestirte así?
—Hace años, cuando estuve en casa de mi tío Pose, vi una película de acción de un hombre en guerra que siempre ganaba.
El silencio se hizo presente en Dionisio. Ya no supo que decirle a Eros respecto a que se había tomado muy en serio su papel de héroe en guerra.
Eros fue el primero en desaparecer del Olimpo seguido de Dionisio. Segundos después, Hermes llegó corriendo al lugar con la intención de alcanzar a Eros y por primera vez, había fallado en esa carrera. Sólo momentos después apareció Afrodita con el mismo motivo.
—Maldición...Eros se fue demasiado rápido —dijo Afrodita estresada.
—¿Tienes alguna idea de a dónde hayan ido? —preguntó Hermes con semblante de angustia.
—Al Inframundo, estoy segura —Afrodita adoptó una expresión más seria y preocupada. Hermes incluso veía una faceta de la diosa que desconocía, pero al mismo tiempo comprendía después de lo que habían escuchado.
—¿Qué harás ahora? —preguntó Hermes.
Afrodita se mordió el labio inferior, haciendo un ruido con la boca.
—Él tiene que saberlo...pero tampoco quiero exponerlo. Entraría a terrenos peligrosos y difíciles de controlar —suspiró—. Cuando se enteré, enloquecerá y ni Ares podrá detenerlo.
—Si quieres decírselo, será seguro que eso pase —Hermes tembló de sólo pensarlo—. Podrías esperar a que Nyx lo resuelva y así nadie estará en peligro...recuerda lo que dijo. Si ella se entera que alguien escuchó la conversación, podría empeorar para nosotros y para él. Yo no quiero ir al Tártaro por chismoso.
Afrodita rodó los ojos.
—Fuiste tú el primero en escuchar esa conversación.
—Sí, pero no pensé que escucharía algo así ni mucho menos que haría esa advertencia —Hermes se justificaba.
—Sea como sea...tengo que hacer algo. Si me quedo callada, él jamás me lo perdonaría —Comenzó a pensar muy bien en un plan antes de tomar una decisión—. Haré otra carta y necesito que vayas a entregársela.
***
El Tártaro.
Caria seguía sola y resoplaba entrecortadamente. Cuando se fue Zagreo, ella recordó una y otra vez a Thanatos. No despejaba de su mente ese cruel recuerdo de verlo encadenado y vulnerable. Tampoco olvidaba sus recias palabras cuando la corrió de la prisión. Se sintió de nuevo estresada y le costaba controlarse. Se desconocía, pero a diferencia de antes, esta crisis no se la contaría a nadie. Casi toda su existencia demostró sus debilidades esperando recibir apoyo y comprensión de los demás, y no traiciones. Sus desagradables recuerdos fueron suspendidos al escuchar que alguien entraba al lugar. Caria tensó sus dedos y se negó a mirar a quien le hacía compañía. Sólo quería estar sola.
<<Quiero estar sola>>, pensó Caria suplicante.
—También te pareces mucho a tu padre.
Caria se levantó rápidamente y miró a la mujer frente a ella, con el rostro descubierto y la capa cubriendo su cabeza. Era la primera vez que la veía y sin embargo, parecía que esa mujer sabía quién era.
Ápate no dejaba de mirarla con una sonrisa divertida, ocultando lo más que podía sus intenciones. Notó que Caria se alarmó al escucharla, probablemente se debía que no se esperaba que un desconocido entrara al lugar. También notó que Caria poco a poco iba recuperando la compostura, a pesar de verse confundida.
—¿También? —preguntó curiosa. Levantó ligeramente el mentón, suponiendo que esa mujer conocía a Zagreo—. No. No me parezco a mi padre —respondió Caria con el mismo rencor.
La diosa del engaño alzó discretamente los hombros.
—Mi intención no era ofenderte. Me refería a que eres la que más se parece físicamente a Hades —Ápate puso las manos hacia enfrente, mostrando una falsa vergüenza.
Caria frunció el ceño y descartó que Ápate se refiriera a Zagreo. ¿Hablaba de Melínoe?
—¿Quién eres? —preguntó Caria con más seriedad.
—Seguramente ya te habrán contado quien...
—¿Quién eres? —preguntó de nuevo Caria con poca paciencia.
Ápate apretó los dientes e inhaló discretamente.
—Ápate.
<<¿Ápate?<<, pensó Caria al tratar de recordar ese nombre, ya que le resultaba conocido. Al cabo de unos segundos, alzó ambas cejas y entreabrió sus ojos al mismo tiempo que su enojo emergía de nuevo.
—Ya sé quién eres...eres la hermana de Thanatos.
Ápate fingió sorpresa. Ya se había imaginado que alguien le haya contado sobre ella, ¿Thanatos que le contaría exactamente?
—Sí. Lo soy...vine a verlo. Está muy mal.
Caria se sintió mal al escuchar esa afirmación y recordar a Thanatos. Sin embargo, esa emoción la ocultó enseguida y observó largamente a Ápate.
—Lo sé —afirmó Caria—. ¿Y por qué viniste a verlo si tú odias a Thanatos?
Ápate mordió el interior de sus labios.
—Ya veo que Thanatos se encargó de referirse muy mal de mí otra vez —alzó los hombros e hizo los brazos a los costados con resignación—. No puedo hacer nada ante eso. Thanatos siempre me crea mala fama cuando cuenta sus cosas cuando en realidad, yo sólo he querido ayudarlo —dijo Ápate con voz ligeramente quebradiza—. Te cuesta creerlo por la percepción que Thanatos ha creado en ti sobre mí, pero para tu información, no lo odio —mintió.
—Thanatos dijo lo contrario y yo le creo a él. Él no me mentiría y aunque lo hubiera hecho, no encuentro otra razón por la que él me hubiera dicho eso —Caria no abandonó su postura para defender a Thanatos y eso era un obstáculo para las intenciones de Ápate.
La diosa del engaño debía pensar rápidamente cómo modificar sus planes para complacer a Érebo. Ya suponía que sería difícil hacer que Caria cambiara su perspectiva y ahora que hablaba con ella, lo comprobó. Tenía que ganársela.
—Le crees porque lo amas. Estás muy enamorada de él y por eso nunca le verías ningún defecto.
—Nyx lo aprecia y tampoco duda de él —contraatacó Caria.
—Sí, sí, porque siempre ha sido su hijo favorito —comentó Ápate, alzando la mirada disgustada con discreción. Resopló—, pero no vine a hablar de eso. Vine a ayudar.
Caria arrugó el ceño e hizo de lado el rostro.
—Si es a Thanatos, ¿por qué no lo has ayudado ya? —seguía cuestionando Caria duramente.
—Recién lo haré. Lo ayudaré a él, y por supuesto a ti —trazó sus palabras habilidosamente.
Caria inmediatamente prestó más atención sin bajar mucho la guardia. Sorpresivamente para Ápate, Caria la tomó fuertemente de la capa y la halaba hacia abajo a pesar de la resistencia de Ápate. La diosa molesta miró a Caria a los ojos y vio como el color azul de su iris parecía tornarse rojo, pero pronto volvía a su color natural. Esa reacción le hizo recordar a Melínoe. Aunque los ojos de ella no cambiaban de color cuando su maldad se apoderaba de ella, la intensidad de su mirada sí cambiaba. Era malvada, arrogante y violenta, algo similar a lo que proyectaba Caria en ese momento. Este evento sí tomó por sorpresa a Ápate. Melínoe estaba maldecida y eso explicaba su doble personalidad, pero Caria no.
—Si esas son tus intenciones, entonces ayúdame a sacarlo de esa prisión —Caria inclinó la cabeza y fue soltando a Ápate delicadamente.
—Si fuera tan fácil, ya lo habría liberado —comentó mientras retrocedía y ponía distancia—. Hay Hecatónquiros custodiando las prisiones o exactamente, todo el Tártaro. Al igual, sólo muy pocos tienen acceso a las prisiones y claramente, ninguna de las dos tiene autorización o de lo contrario, ya lo habrías sacado tú cuando entraste a verlo.
—¿Y cómo sabes que yo entré a verlo? —reclamó saber.
Ápate sintió como si estuviera hablando con Melínoe. Su conversación era directa y Caria se fijaba mucho en los detalles. Si continuaba así, su plan podría no funcionar.
—Te vi entrar. Me mantuve alejada para saber qué ocurría cuando salieras, pero al ver que te ibas con Hypnos, supuse que lo mejor sería hablar primero contigo —explicó—. Como te dije, es difícil entrar a las prisiones. Tuviste la fortuna de hacerlo por ayuda de Hypnos. Yo tendría que mantenerme en sigilo para que los Hecantónquiros no me atraparan.
El rostro de Caria se puso muy tenso, claramente no le había hecho sentir cómoda su comentario, menos aún que podría tener razón. Sin embargo, lo que le dijo Ápate no la hizo desistir, al contrario, parecía que la motivaba cada vez más.
—¿Y qué es lo que hacen los Hecatónquiros si atrapan a alguien que accede a un lugar sin autorización? —preguntó Caria, ocultando sus propias intenciones.
—Le dapara un lugar en una prisión del Tártaro. No es nada que se desee —comentó Ápate esta vez con sinceridad.
Caria comenzó a plantearse seriamente en arriesgarse a entrar de nuevo a la prisión donde estaba Thanatos. Dudaba que pudieran hacerle algo sin que la misma Nyx la apoyara. Ella no le daría la espalda, ¿o sí?
—No obstante...puedo llevarte con alguien que tiene total acceso a cualquier parte del Tártaro y que podrá liberar a Thanatos.
—No —Caria respondió tajante—. Yo ya no confío en nadie. En todo caso, yo puedo buscar la manera de ayudar a Thanatos a salir de allí.
—Entiendo...pero, ¿también serás capaz de limpiar su nombre por tu propia cuenta?
Ápate sentía que amoldaba su conversación a donde quería. Aunque Caria se comportaba toscamente con ella, era demasiado transparente con sus emociones cuando se preocupaba por alguien.
Mientras tanto, Caria se percató que Ápate había escuchado lo que le dijo a Thanatos en la prisión.
—¿Y quién podría ayudarme a hacerlo? —preguntó con duda.
Ápate ahora podía ver que Caria era más manipulable de lo que creyó.
—Érebo. Es el señor del Érebo, hermano de Nyx y tío de Thanatos —explicó brevemente.
—¿Tío tuyo, también? —Ápate puso una mueca de inconformidad.
—Es mi señor —repuso y dejó de lado esa explicación—. Él es muy poderoso, incluso mucho más que tu propio padre. No te ofendas pero Hades nunca se atrevería a enfrentársele. Le tiene mucho miedo.
Caria no se ofendía, pero le costaba mucho creer que Hades tuviera miedo. Lo reconocía porque nunca lo vio de esa manera y con toda esa enredosa situación en la que estaba envuelta, se preguntaba a qué le tendría miedo. Sin embargo, resultaba tentador y sobre todo urgente que Hades frenara su rabia contra Thanatos para que por fin pudieran estar juntos sin tanto drama.
Hasta ese momento, Caria sólo había escuchado del Erebo en un extremo prohibido del Inframundo, pero no sabía del dios Érebo. Lo que sí debía dar crédito en su suposición es que al tratarse del hermano de Nyx, no dudaba que sí fuera poderoso. ¿Qué tanto lo sería?
—¿Tiene motivos para defender a Thanatos?
—El señor Érebo siempre ha confiado en él como tú, pero se ha mantenido al margen porque Thanatos se niega a recibir su ayuda...—Ápate ladeó los ojos al escuchar movimiento fuera de la habitación.
—¿Viene alguien? —Caria demandó saberlo.
Aun recargada en la madera, Ápate negó y fue despegándose lentamente.
—Parece ser que ocurrió algo en las prisiones —dijo con semblante estoico. Aprovechó esa oportunidad para usarla a su favor y diversificar la situación—. Nunca creí que las cosas serían tan graves.
—¿Qué quieres decir? —preguntó Caria acercándose a la puerta.
Ápate se tomó un tiempo antes de responder.
—Es sobre Thanatos.
—¿Thanatos? ¿Le pasaría algo? —cuestionaba alarmada.
—Será mejor que lo averigües por ti misma —dijo firmemente Ápate—. Esta es tu oportunidad para que te vayas dando cuenta en quienes más no debes confiar y en quienes sí. Es una realidad que Hypnos y Hécate van a mentirte sobre Thanatos. Pregúntaselo y lo verás —indicó Ápate con astucia, disfrutando de las reacciones de Caria—. Averigua por ti misma lo que está pasando y toma una decisión. Hazme caso cuando te digo que elijas en quien confiar y acepta ir con el señor Érebo. Te llevaré con él y puedes hacerle una petición. Dudo que se niegue y creo que es lo único que tienes seguro para poder estar con Thanatos —decía con un tono de voz ligeramente más rápido.
Caria comenzó a escuchar movimientos cada vez más agitados en el pasillo. Sin tener mucha consideración, hizo a un lado a Ápate y salió de la habitación para enterarse de lo que ocurría.
Ápate se quedó en la habitación sonriendo porque lo que tramaba se estaba cumpliendo. Sólo faltaba esperar la decisión de Caria.
Corrió y corrió entre los pasillos que conducían a las prisiones. Mientras lo hacía, esperaba que Thanatos estuviera bien y que Melínoe no tuviera nada que ver. Repetía constantemente que Ápate estuviera equivocada al mismo tiempo que corría.
***
Hécate y Zagreo miraban el interior de la prisión con asombro. Hypnos daba indicaciones a los Hecantónquiros para que buscaran en los alrededores. Estaba estresado. Regresó a la prisión y deslizó su mano por su cabeza.
El control dentro de la prisión lo había perdido completamente y ahora no sabían qué explicar.
—Esto no pude estar pasando, ¿cómo es posible? —preguntó Hécate buscando una respuesta.
—No lo sé —respondió Hypnos honestamente—. No logro explicarme lo que pasó.
La tensión incrementaba considerablemente.
Zagreo se agachó para recoger un objeto que estaba en el suelo y se dispuso a analizarlo.
—¿Ahora qué le diremos a Caria? —preguntaba Hécate estresada. En lugar de que se fueran resolviendo los problemas, incrementaban.
—Será mejor no decirle nada. Ella querrá respuestas y ni siquiera nosotros sabemos qué fue lo que pasó —dijo Hypnos—. Debemos hacer lo posible por mantenerla alejada de aquí.
Zagreo alzó la mirada hacia el exterior de la prisión sin decir nada. Hécate e Hypnos hicieron lo mismo y no les agradó ver que Caria estaba ahí de pie, observándolos y sobre todo, escuchándolos.
Caria estaba harta que de todo le quisieran mentir y ahora se daba cuenta que pretendían hacerlo de nuevo. Haciendo a un lado eso, llamó su atención ver la prisión vacía, es decir, sin Thanatos. Las cadenas estaban ilesas y las antorchas en su lugar. Lo único diferente y que rasgó el corazón de Caria fue la sangre que estaba sobre el suelo, justo donde estaba Thanatos. Caria sintió que el tiempo pasaba lentamente y que todo se oscurecía. Todo se le estaba derrumbando. Deslizó lentamente su mirada hacia el objeto que Zagreo tenía entre sus manos y sus pupilas se contrajeron al reconocerlo.
Un calor hirviendo le recorrió de nuevo el interior, azotándose con furia. Clamando venganza.
Era la daga de Melínoe.
****************************************************************************
¡Hola! ¡Hola!
Después de mil años, ¡he renacido!
¡Debo decir que los he extrañado mucho! ¡Y espero que se encuentren muy bien!
Esta vez sí que me pasé...pero no ha sido porque no haya querido. Me he ausentado porque estoy con la tesis de la Universidad, el servicio social y otras actividades que me han robado hasta el alma...pero he regresado para traerles un nuevo capítulo.
Por cierto, debo agradecer a todas las personitas que me han mandado un mensajito o comentario preguntando por mí. Mil disculpas por no responder a todos pero me ausente por completo. Con decirles que me tardé una hora en descifrar mi contraseña porque ya no me acordaba xD.
Por otro lado, sé que ha sido mucho tiempo de espera y me disculpo de nuevo. Sé que esta ausencia generará bajas lecturas, pero agradezco infinitamente a quienes siguen al pendiente :D.
Ahora bien, sobre el capítulo...¿Qué les ha parecido?
Para saberlo, vayámos a las preguntas, no serán muchas (que extrañaba tanto hacer ToT)
1.- ¿Quién crees que estuvo en la prisión junto a Thanatos?
2.- ¿Qué crees que fue lo que escucharon Afrodita y Hermes?
3.- ¿Eros se volverá el héroe del amor?
4.- ¿Consideras que Nyx va a vengarse?
5.- ¿A quién creen que Afrodita quiera enviarle una carta urgente y por qué?
6.- ¿Qué crees que pasó con Thanatos?
7.- ¿Crees que Melínoe tuvo que ver con la desaparición de Thanatos?
8.- ¿Qué crees que haga Caria al respecto?
Espero sus comentarios y teorías, estoy impaciente por saberlo :D
El siguiente capítulo será potente D: ¡¡¡¡
Muchas gracias por leer y por seguir leyendo esta historia, que ya casi llega a su fin ToT
¡Nos leemos pronto!
¡Cuidense mucho!
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top