Capítulo 33 - Parte 1
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Inframundo
Zagreo permanecía de pie afuera de la habitación de Perséfone. Sintió la presencia de Hades en cuanto llegó y esperaba volver a topárselo. Ambos tenían cosas de qué hablar y él no podía esperar otro momento. El joven giró lentamente su rostro hacia un lado del pasillo, donde se escuchaban pasos cada vez más cercanos. Sin hacer ningún otro movimiento, espero a que alguien apareciera. No era quien quería, pero no le molestaba.
Hécate tenía la mente en shock sobre lo que acababa de ocurrir.
¿Qué había pasado realmente?
Thanatos enloqueció y Hades menos aún estaría de acuerdo con la relación de Caria y él. Para empeorarlo aún más, Nyx fue testigo de todo lo que ocurrió. No era para pensarse si ella iba a hacer algo por Thanatos, sino qué era lo que iba a hacer. Nyx no se iba a quedar de brazos cruzados. En cuanto Thanatos estuviera mejor, ella iba a tomar represalias.
Los ojos de Hécate identificaron a Zagreo y su mente por fin pudo pensar en otra cosa, aunque no precisamente para bien. Aún había muchos otros problemas.
—¿Sigue descansando? —preguntó Hécate.
Zagreo asintió y se alejó de la pared.
—¿Dónde está Hades?
La pregunta tan tranquila, no reflejó la misma emoción en Hécate. Era consciente de por qué preguntaba por él.
—Oye, sé que quieres hablar con él y con Perséfone, pero este no es el momento. Además, necesitas saber unas cosas antes. Sólo te pido que reconsideres hacerlo hoy —decía Hécate, esperando que Zagreo pudiera entender la situación aunque no profundizara en el contexto.
Zagreo seguía mostrando una actitud increíblemente calmada. Hécate percibió en sus ojos el carente sentimiento de rencor, pero dadas las circunstancias, eso resultaba muy extraño.
—¿Puedes explicármelo tú? —preguntó con voz serena.
—No. Me gustaría, pero no me incumbe. Lo mejor será que lo escuches de ellos —Hécate esperaba que no insistiera más.
Para sorpresa de ella, no fue así. El pecho de Zagreo se levantó como muestra de un suspiro profundo y silencioso.
—Bien. Lo haré, pero en algún momento me voy a encontrar con Hades y va a preguntarme quién soy y qué hago aquí. No podría seguir evadiendo la conversación.
—Te entiendo, aunque no estoy muy de acuerdo —resopló con pesar. Zagreo tenía razón. Hades y él tarde o temprano iban a toparse y si aún no conocían los antecedentes de los hechos, sería un gran conflicto y lo que menos se necesitaba—. Debo salir. Necesito ir a otro lado para ver cómo puedo ayudar a alguien —Mientras confesaba lo que planeaba hacer, se le ocurrió otra idea para tener más tiempo entre conflicto y conflicto—. ¿Sabes? El lugar a donde voy a ir es peligroso. Sería conveniente que alguien como tú me acompañara y me protegiera —sonrió.
Zagreo frunció ligeramente el ceño.
—Me ha parecido que usted puede protegerse sola —dijo Zagreo sin intenciones de ofender.
Hécate dejó de sonreír y apretó ligeramente los dientes.
—¿Vienes o no? Cuando regresemos, es probable que puedas hablar con Hades y Perséfone. Mientras tanto, no puedes hacer otra cosa —Notando que Zagreo no respondía nada, reveló un poco más de información—. Tu hermana fue atacada por Thanatos, el problema es que él no es así. Algo le pasó y quiero saber qué ha sido. Quiero ayudarlo a que se estabilice.
Evidentemente, la reacción de Zagreo fue distinta, mostrando sorpresa y preocupación.
—¿A quién de las dos atacó?
—A Macaria, y te repito que Thanatos no es así. Si vamos, puedo explicarte en el camino.
Zagreo miró fijamente la puerta de la habitación. No quería irse de allí, pero también estaba interesado por saber más de lo que pasó con Caria y con Thanatos. A él no lo conocía y no sabía si existía alguna relación entre ambos. Él asintió de nuevo y Hécate sonrió a medias. Era mejor tenerlo alejado del Inframundo, aunque sea unas horas.
En cuanto ellos se fueron de allí, la puerta de la habitación fue abriéndose lentamente. Perséfone vio a través de la hendidura de la puerta. Alivio fue lo que sintió al no ver a nadie afuera en el pasillo. No obstante, sí tenía que encontrarse con alguien y no iba a demorar más su conversación con él, pero antes, fue a la biblioteca.
***
Hades prefirió encerrarse en su despacho desde el primer segundo en que entró allí. Estaba sofocado. La cabeza le daba vueltas mientras más intentaba tranquilizarse. En unos días, tenía más problemas familiares que los que había tenido desde que se casó con Perséfone, y es que el conflicto del contexto era que las involucradas eran su adoración.
¿Cuándo había peleado de esa manera tan violenta con Perséfone?
¿Cuándo había sido la última vez que Macaria se distanció de él por alguna discusión?
¿Y desde cuándo se había atrevido a levantarle la mano a Melínoe?
Nunca lo había hecho y todas le dolían.
En un momento de nostalgia, comenzó a recordar aquellos instantes en los que más se sintió afortunado y feliz de ser quien era y de lo que marcaba la calidad de su larga existencia.
Conocer y casarse con la mujer por la que había perdido la cabeza por amor, fue el primero de todos. Cuando menos sentido le encontraba a su existencia, ella apareció y cambió todos sus sueños ocultos.
Hades sonrió para sí solo en cuanto recordó cómo se sintió cuando Perséfone le correspondió a sus sentimientos. El cosquilleo provocó ardor en sus ojos. Pasó la mano entre su cabello oscuro, sujetando unos mechones con fuerza ligera con sus dedos al mismo tiempo que recordaba otros acontecimientos agradables.
Cuando supo que sería padre...Vaya. Su corazón no podía haber estado más feliz. Tanto tiempo había resguardado esa ilusión bajo una fachada de indiferencia, una que no mostraba tan abiertamente a Perséfone para no hacerla sentir más deprimida. Pero al fin sería padre. En el justo momento en que vio a Macaria en el regazo de Perséfone, no podía creerlo. Ni siquiera podía moverse más allá del marco de la puerta. Entre titubeos e insistencia de su amada y feliz esposa, logró moverse y sentarse a lado del lecho. Con brazos temblorosos, tomó entre sus brazos a Macaria y al fin comprendía que todo lo que le sucedía era real. No sabía cuánto tiempo había pasado mientras la miraba, pero pudo reaccionar en cuanto Perséfone tocó su rostro delicadamente y deslizó su pulgar bajo su ojo.
¿Estaría llorando?
Era algo que no podía asegurar porque nunca lo comprobó debido a la felicidad. Sonrió largamente y acarició el rostro de Macaria. Era tan suave y tan delicada que creía que podía hacerle daño por su inexperiencia.
Grabó en su mente ese hermoso recuerdo y gracias a ello, ahora mismo se estaba dejando llevar por los mismos sentimientos.
Tras un largo suspiro afligido, una voz dulce y temblorosa surgió de repente. Era otro recuerdo.
" Hades estaba en la misma sala que ahora, pero leyendo unos informes sobre las últimas almas que fueron asignadas al Limbo. Llevaba mucho tiempo ahí sentado y no había levantado la mirada en ningún instante, hasta que escuchó el rechinido de la puerta. Inseguro y muy lento. Molesto, miró hacia la puerta con la severa intención de reprender al imprudente. Sus gestos toscos disminuyeron drásticamente cuando vio la cabeza de una Macaria de casi cinco años asomarse insegura detrás de la puerta. Uno de sus ojos azules estaba a la vista y miraba en dirección a él.
—Caria, ¿qué haces aquí? —preguntó preocupado y dejó los informes sobre el escritorio. Tan pronto como pudo, se levantó y fue hasta su hija—. Es tarde, ¿no deberías estar dormida? —Se puso de cuclillas.
Caria salió poco a poco de detrás de la puerta.
—No puedo dormir...tengo miedo.
—¿Miedo? ¿Por qué?
Caria parecía muy apenada.
—Porque...está muy oscuro...—dijo. Parecía que quería decir algo más, pero se contuvo.
—Ya veo. Llamaré a Pyrena para que te lleve de nuevo a tu habitación.
Hades se puso de pie, con intención de llamar a Pyrena. Sin embargo, Caria lo tomó de la túnica. El dios miró nuevamente a su hija. Sus ojos brillaban con tristeza.
—Me siento sola. ¿Puedo quedarme aquí? Me quedaré calladita.
Las dulces palabras de su hija le ablandaron aún más el corazón. Se imaginaba que ante la ausencia de Perséfone por regresar a la Tierra hace algunos días, se sentiría triste, pero con el trabajo que tenía, no lo había pensado antes y encima pretendió llamar a Pyrena como si ella pudiera reemplazar a su madre. Él debía ser quien estuviera al pendiente de Caria y era algo que no estaba haciendo. Se sintió como un pésimo padre.
—Será mejor que duermas. Estaré en la habitación hasta que logres dormir —propuso, no siendo muy habilidoso en ideas para convencer a su hija de que fuera a dormir. Estaba fallando. Caria no tenía muchas ganas de acceder a su petición—. Si tu madre estuviera aquí, me reprendería por permitir que estés fuera de la cama tan tarde. ¿Acaso quieres que regañen a papá? —Le susurró en complicidad.
Caria negó, pero aun así seguía sin acceder.
—No tengo sueño porque nadie me lee un cuento. ¿Puedes hacerlo tú? —Caria le mostró un libro especial que tenía en una de sus manos. Hades no había prestado atención al objeto hasta que lo tuvo frente a su rostro.
Hades tomó el libro y lo abrió del centro. Era un libro colorido. Tenía dibujos hechos a mano con pintura. Ese libro definitivamente no pertenecía al Inframundo ni a los Elíseos.
—¿De dónde lo sacaste?
—Es un regalo de Tite y mamá me lo entregó. Es el que siempre me lee antes de dormir.
<<¿Anfitrite?>>, pensó Hades.
¿En qué momento Anfitrite le dio ese libro a Perséfone? Bueno, no era algo por lo que debía romperse la cabeza. Después de todo, no era una sorpresa que ambas diosas se volvieran cercanas en su primer embarazo.
Hades apartó la mirada de libro y vio una tenue sonrisa en los labios de Caria, esperando una respuesta de parte de él. Por mucho trabajo que tuviera, no iba a negarle una pequeña petición a su hija.
—De acuerdo. Te leeré el cuento.
Caria estaba sorprendida por la respuesta y ante su entusiasmo, corrió al sofá y se sentó ilusionada. Hades vio lo feliz que se había puesto con algo tan sencillo y se contagió del sentimiento. Contarle el cuento en el sofá de su despacho, no era la idea que tenía, pero no importaba. Hades se sentó en el sofá también y abrió el libro en la primera hoja. Caria inclinó la cabeza hacia el libro, esperando que Hades comenzara a hablar.
Al cabo de unas hojas con breves líneas de texto, Hades pasó una hoja más y la emoción de Caria fue más resplandeciente.
—¡Mira! ¡Mira! —exclamaba y señalaba con su pequeño dedo el cielo oscuro del dibujo. Hades no comprendía la euforia—. ¿Verdad que es bonito?
Hades frunció el ceño ligeramente. De todos los colores y objetos que había en el libro, a Caria le emocionaba más el cielo oscuro y estrellado.
—Hay lugares y objetos más bonitos, ¿por qué te gusta más el cielo de noche?
—Por las estrellas. Mi mamá dice que brillan mucho, ¿es cierto?
—Sí. Brillan mucho y son demasiadas. En la Tierra, todas las noches, salen estrellas.
Con su breve explicación, el brillo en los ojos de Caria creció.
—Wow, ¿por qué no las podemos ver desde aquí?
—Porque no estamos en la superficie. Estamos lejos de ahí.
Caria no preguntó nada más después de esa respuesta, al menos no enseguida. Su rostro mostraba insatisfacción, y de nuevo, Hades se sorprendió por su actuar.
—¿Cuándo podremos ir a verlas, papá? —preguntó con ilusión.
Hades iba a decirle "pronto", pero se contuvo. La emoción de Caria fue más fuerte y no quería acabar con ella. En vista de que no iba a conseguir que durmiera pronto, se le ocurrió otra idea de la cual también se sintió motivado por solo ver a su hija feliz.
—Te llevaré a verlas ahora mismo, pero este es un secreto entre los dos, ¿de acuerdo?
Caria exclamó feliz y enseguida cubrió su boca con sus manos, asintiendo respecto al guardar silencio.
Sin demorar más tiempo, Hades salió junto con Caria del despacho y fue por una pequeña capa para cubrir a su hija. Se puso al nivel de ella mientras sujetaba el cordón de la capa. La emoción de la niña incrementaba cada vez más.
—¿Iremos con mamá? —preguntó Caria en voz muy baja.
Podría haber sido una buena idea de no ser por Deméter. Era muy recelosa de que Hades o alguien del Inframundo estuviera cerca de Perséfone mientras estaba en la Tierra. Lo que empeoraba el mal carácter de Deméter, era que Perséfone estaba por tener a su segundo bebé. Aunque en comparación a como se tomó la noticia del primer embarazo, lo tomó tranquila.
—No...pero te prometo que iremos juntos en otra ocasión —dijo Hades con el mismo tono de voz. Caria quedó complacida—. Ahora, cierra los ojos hasta que yo te indique que puedes hacerlo.
—Está bien —Caria cerró los ojos y tomó de la mano a Hades.
El dios sonrió y en un par de segundos, dejaron el Inframundo y llegaron a la Tierra. Ambos estaban encima de una colina cerca de un bosque. El lugar era perfecto para hacer tal contemplación. Hades miró nuevamente a Caria. Ella mantenía los ojos bien cerrados.
—Ya puedes abrirlos.
Caria no esperó ni un segundo en obedecer. No fue tan complicado distraerse con el entorno ya que todo estaba oscuro. Sin embargo, el cielo era el único lugar con más brillo. Sus ojos se abrieron sorprendidos al encontrarse con el manto negro cubierto de estrellas y de una brillante Luna. No era como en su libro. Era mejor.
—¡Mira! ¡Mira, papá! —exclamó Caria y apunto con su dedo al cielo, justo como lo había hecho con el dibujo de su libro—. Mamá tenía razón, ¡son hermosas y brillan mucho!
Hades sonreía cada vez más ante la felicidad de Caria.
—Sí, lo son. ¿Mejor que el cuento?
—Mejor que el cuento —afirmó Caria y se sentó sobre la yerba sin dejar de mirar hacia arriba. Hades hizo lo mismo—. Papá, me gustaría ver el cielo estrellado todas las noches antes de dormir. Sé que a mi mamá también le gustaría, ¿no podrías hacer algo por ver las estrellas en el Inframundo o en los Elíseos? Así podríamos verlas siempre.
—Lo haría si pudiera, créeme.
Caria dejó de mirar el cielo y volteó a ver a su padre.
—Pero, ¿por qué no puedes? Tú eres muy poderoso y fuerte.
Hades rió ante el halago de Caria. Le conmovió mucho.
—No está dentro de mis posibilidades. Existe alguien más que origina y controla esto.
El interés de Caria fue más pronunciado.
—¿Quién es, papá?
—Se llama Asteria, pero ella no puede poner estrellas si Nyx no se lo permite. Es por eso que a veces el cielo sólo es oscuro —Hades intentaba explicarle a Caria de una manera que comprendiera fácilmente ese fenómeno.
—Wow —expresó Caria, poniendo sus manos debajo de sus rodillas—. Nyx parece ser poderosa. ¿Tú la conoces?
—Un poco.
—¿Y es igual de bonita que mamá o Tite?
Hades no recordaba la última vez que estuvo en aprietos con una pregunta tan inocente, y menos siendo de su hija. Los ojos de Caria esperaban ansiosos una respuesta. Hades no sabía cómo evadir la pregunta. Si respondía afirmativamente, sonaría como un atrevido y si respondía que "no", Nyx también podría ofenderse. No había manera de que pudiera salir ileso de eso. Alzó discretamente la mirada al cielo, como si Nyx estuviera atenta.
Afortunadamente, sucedió algo inesperado.
—Papá, ¿cuándo vendremos a ver las estrellas con mi mamá y mi hermana?
Hades agradeció que Caria hiciera otra pregunta y que fuera más fácil de responder.
—Habría que hablarlo con tu madre —respondió y enseguida enarcó una ceja—. ¿Por qué estás tan segura de que tendrás una hermana?
Caria sonrió enormemente.
—Me gustaría tener una hermana. La voy a querer mucho, la cuidaré y seremos inseparables —confesó.
Hades acarició la cabeza de Caria, despeinando algunos cabellos oscuros.
—Sé que lo serán. Sea lo que sea —Caria asentía lentamente mientras bostezaba y se tallaba uno de sus ojos—. Creo que ha sido suficiente por hoy. Debes ir a dormir.
Esta vez, Caria aceptó. Lo que quería ver, al fin pudo hacerlo y estaba muy feliz. Hades al verla nostálgica, la tomó entre sus brazos y la cargó para llevarla de regreso. No obstante, no iba a llevarla al Inframundo sino a los Elíseos. Él se había dado cuenta que Caria parecía estar más cómoda en los Elíseos que en el Inframundo.
Caminaba por los pasillos del castillo y sentía como Caria iba perdiendo fuerzas. Entró a la habitación de ella y la recostó con cuidado sobre el lecho, cubriéndola delicadamente. Intentó salir de la habitación con el menor ruido posible.
—Papá...
Hades se giró en sus propios talones y dio unos pasos de regreso a la cama. Había jurado que estaba dormida.
—¿Qué sucede?
Caria entreabrió sus ojos, viéndolo. En un momento inesperado, Caria apartó las mantas de encima y se puso de pie sobre el lecho. Con sus brazos cortos, abrazó el torso de Hades.
—Gracias. Eres el mejor papá del Inframundo, los Elíseos y la Tierra. Te amo.
Hades sintió que los labios le temblaron y que su corazón se inquietaba cada vez más. Abrazó incondicionalmente a Caria y le besó la frente. Al percatarse que sus ojos se humedecían, se separó de ella y le acarició la cabeza.
—Voy por algo de beber. Descansa, que mañana debemos regresar al Inframundo —habló lento para que Caria no se percatara de su voz entrecortada.
Caria asintió y tomó lugar de nuevo en la cama antes de que Hades saliera de allí.
<<Gracias. Eres el mejor papá del Inframundo, los Elíseos y la Tierra. Te amo>>, pensaba una y otra vez al mismo tiempo que caminaba por el largo pasillo de la habitación hasta su despacho en ese castillo.
No estaba tan lejos, pero a él pareció serle una eternidad mientras se sumergía en el bonito sentimiento que tenía.
¿Quién lo viera? Había llorado por unas palabras de una niña. De su hija. Su adoración.
Hades se sentó en la silla, aún con conmoción. No tenía trabajo que hacer aquí porque todo lo tenía en el Inframundo, pero si no fuera así, no sería capaz de concentrarse tan fácil.
Se moría de ganas de contarle a Perséfone lo que Caria le dijo.
—¡Papá!
Hades abrió de golpe sus ojos al escuchar el llamado de Caria. Había gritado muy fuerte. Alarmado, se puso de pie de un salto y corrió de regreso a la habitación de Caria. Sin embargo, la puerta estaba abierta y la habitación vacía. Eso lo asustó.
—¡Papá!
Escuchó el grito nuevamente. Provenía el balcón del pasillo. Hades fue para allá y vio a Caria saltando felizmente sin dejar de mirar el cielo. Verla bien, lo tranquilizó increíblemente. Ya había comenzado a creer lo peor.
—Caria, ¿qué haces aquí y por qué has gritado tan feliz? —demandó saberlo.
—¿Cómo lo hiciste? —La pregunta de Caria lo dejó aturdido.
—¿A qué te...? —Cuando miró en la misma dirección que Caria, entendió su emoción pero no comprendió qué estaba pasando.
El cielo estaba oscuro y en él había estrellas. Muchas de ellas. Tal cual lo habían visto en la Tierra, incluso la Luna estaba ahí.
Era algo increíble. Si bien, Hades, Perséfone y hasta los jueces sabían cuando anochecía en la Tierra, ni en el Inframundo ni en los Elíseos se había presentado tal cambio. En el Inframundo siempre estaba oscuro y en los Elíseos siempre había luz.
Eso no tenía explicación. Hades llegó a considerar que había quedado inconsciente por las palabras de Caria que lo habían hecho sentir tan orgulloso.
Debía ser eso.
¿O no?
—¡Es igual de bonito! Justo como ella me dijo.
Hades agitó la cabeza, entendiendo cada vez menos.
—¿Cómo ella te dijo? ¿Quién?
Caria alzó los hombros.
—No sé, pero en cuanto me acosté y cerré los ojos, alguien me dijo que me asomara a ver el cielo y que iba a estar igual de bonito que cuando lo vi en la Tierra.
—¿Eh? —Hades se rascó la cabeza con incredulidad y miró el cielo de nuevo, tratando de convencerse de que eso era verdad.
¿Será que ella...?
¿Por qué lo haría?
Tenía muchas dudas. La intención de quererlas responder cuanto antes, se esfumó con solo ver que Caria seguía muy emocionada. Eso hizo que las razones por las que anocheció en los Elíseos, no fueran importantes.
—Gracias, papá —había dicho de nuevo Caria".
Hades no podía tragar saliva por el inmenso nudo que se había formado en su garganta. Acunó sus manos sobre su nariz y sintió las lágrimas deslizarse entre sus mejillas y sus dedos. Ese recuerdo en comparación con la realidad, era completamente distinto. Era como si ese bonito recuerdo se convirtiera en cenizas.
Caria ya no lo apreciaba ni necesitaba. Seguramente con todo lo que sucedió, ahora mismo lo odiaba. Pensar en que eso era posible, lo hacía sentir terrible. Jamás quiso que todo eso pasara. Él sólo quería lo mejor para sus hijas y quiso evitarle un sufrimiento a Caria. Enamorarse de alguien que no te correspondiera de la misma manera, era cruel, pero lo era aún más enamorarse de alguien que sólo tiene intenciones de hacer daño, era imperdonable.
Debió haberlo previsto. ¿Por qué no lo imaginó antes? Entonces habría hecho algo para que Caria no se enamorara de Thanatos. No obstante, hizo todo lo contrario. Los unió más, permitiendo que el sentimiento germinara.
Cuando escuchó hablar a Thanatos sobre sentimientos hacia Caria, le había creído. Se había escuchado tan sincero y sintió empatía por él. Pero ese amor que decía sentir por Caria, era incierto. Lo había demostrado minutos después cuando quiso dañarla. No le hacía nada bien saber, escuchar y sentir que Caria sufría por Thanatos, pero prefería que eso a perderla.
El rechinido de la puerta se hizo presente en ese momento. El mismo recuerdo de Caria entrando a su despacho como lo hizo aquella noche cuando era una niña, resurgió. Quería ver la misma imagen de ella, pero había un inconveniente. La espera no había sido tan tímida como en aquella ocasión y no se asomó ninguna cabeza detrás de la puerta, en cambio, todo el cuerpo apareció en una entrada.
Hades se enderezó y su corazón se aceleraba aún más. Se puso de pie por el sólo reflejo de sus emociones.
Perséfone estaba delante de él. Verla de nuevo lo ponía feliz, pero ese maravilloso sentimiento fue opacándose al ver que su semblante no correspondía a sus emociones. Ella lo miraba con una frialdad hiriente, y al mismo tiempo, tenía un brillo de tristeza y decepción.
No podía culparla de nada. El mismo se detestaba por lo que le había hecho.
—Perséfone, ¿estás...?
—Estoy bien —respondió sin esperar a que Hades terminara de preguntar. Vio como él se pasmó. Perséfone ya no sabía qué más decir. Estaba tan dolida con el asunto de Menthe y tan calmada como para enfrentarlo de un tajo.
—Iba a ir contigo, sólo que necesitaba un momento a solas. Hécate me dijo que descansarías y que debía dejarte sola. —dijo Hades sin saber cómo expresarse.
Perséfone resopló con sarcasmo.
—¿Y de cuando acá, tú haces caso de lo que te dicen?
Hades sintió como si le hubieran golpeado en el estómago con fuerza. Esa pregunta tan áspera lo hizo sentir peor.
Se lo merecía, aunque esa sensación de rechazo le presionaba el pecho.
—¿Cómo sabías que estaba aquí? —preguntó algo muy distinto de lo que quería cuestionar, como medio para apaciguar esa cruda sensación.
Perséfone no se molestó en responder. Lo conocía bastante bien. No, pensaba que lo conocía bien, pero al menos sabía que cuando no había guardias custodiando los pasillos, significaba que Hades estaba en el castillo y a su vez, si no estaba con ella, sabía que estaría en el despacho.
No iba a explicarle todo eso.
—Eso no importa, sólo he venido para hablar.
Hades mostró vergüenza de inmediato.
—Perséfone...yo no quería lastimarte...
Perséfone lo detuvo de inmediato.
—Hay asuntos primordiales de los que debemos hablar antes de lo nuestro —dijo y tomó aire—. Dime lo que ha sucedido con Caria —indicó firme. Hades alzó las cejas con asombro—. Si estás de regreso aquí, supongo que es porque lograste lo que te proponías.
La sequedad de Perséfone no podía pasar desapercibida. Hades agachó la cabeza sólo por reflejo para controlar su ira. Recordar a Thanatos lastimar a Caria, le hervía la sangre.
—Traje a Macaria al Inframundo, sola —Sólo pudo responder eso con calma.
—¿Hasta cuándo, Hades? ¿Qué más pruebas quieres para entender que ellos dos se aman? —cuestionaba con cierta desesperación.
Hades tuvo más paciencia de la que creyó para responder aquello.
—Perséfone, si hubieras visto lo que sucedió allá arriba, estarías de acuerdo conmigo de que lo mejor es que Macaria esté lejos de Thanatos —Se contuvo.
—¿Qué sucedió? —preguntó algo incrédula pero interesada.
Hades masajeó su cara y fue deslizando sus manos hacia su cabeza, haciendo sus cabellos negros hacia atrás.
—Thanatos intentó matar a Macaria.
Perséfone sintió que las energías le faltaban, pero se mantuvo de pie sin mostrar debilidad.
—Eso no puede ser posible. Thanatos sería incapaz de lastimar a Caria. No puedo creerte.
—Sé que mi palabra sea lo último que quieras creer, sin embargo...no te estoy mintiendo. No fui el único que lo vio. Nyx fue quien lo detuvo al último momento y si no lo hubiera hecho, Macaria no estaría...—Se mordió la lengua. Sintió un profundo alivio cuando vio que Caria estaba ilesa.
Perséfone se llevó las manos a la cara. Sus ojos azules eran demasiado expresivos ahora. Prefería creer que todo eso era mentira, pero Hades no parecía mentir en eso.
—¿Dónde está Caria ahora? —preguntó angustiada.
—En su habitación. Está aquí mismo en el Inframundo —respondió. Bufó dos veces consecutivas y apretaba los puños de vez en vez—. Nunca voy a perdonarle lo que ha hecho. Si quería meterse conmigo lo hubiera hecho directamente y no enamorando a Macaria. No pienso quedarme de brazos cruzados...voy a enfrentarlo...
—No, él no ha actuado así porque lo haya planeado. Debe ser por otra razón. Él es incapaz de lastimar a Caria —repitió, provocando que Hades se desesperara.
—¿Por qué te empeñas tanto en seguir creyendo que Thanatos es inocente? ¡Él jamás ha estado enamorado de Macaria!
—Si eso fuera cierto, ¿por qué habría querido regalarle esto a Caria? —Perséfone le mostró una cajita a Hades y se la entregó en la mano.
—¿Qué es esto? —preguntó Hades sin intentar abrir la caja.
—Es un regalo que Thanatos le iba a dar a Caria cuando cumplió veintiuno. Este regalo sólo se quedó en intento, nunca se lo dio.
Hades negó con incredulidad y dejó la cajita sobre su escritorio sin el más mínimo interés.
—Eso no significa nada. Pudo haber olvidado dárselo o pretendía hacerlo en otra ocasión para conquistar a Macaria.
—Las cosas no son tan complejas como te las imaginas, Hades. Thanatos tiene sus propias razones para no habérselo dado y estoy segura que fue porque él estaba ocultando lo que sentía por Caria porque creía que ese amor sería imposible.
—Y lo es —repuso de inmediato—. Ellos no pueden estar juntos.
Perséfone se sentía abatida con ese debate. Hades no iba a cambiar de parecer por mucho que hablaran y eso le daba impotencia. Ya se figuraba a Caria padeciendo por no estar con Thanatos.
Y a todo esto, ¿qué le habría pasado a él? ¿Será realmente cierto que atentó contra Caria?
—Entonces...¿seguirás oponiéndote a su relación?
Esa última palabra le desagradó a Hades. Chasqueó la lengua para hacérselo saber.
—Sí. No me importa si Macaria termina odiándome por completo, no voy a permitir que esté cerca de Thanatos. Jamás lo aceptaré —dijo determinado—. No quiero volver a hablar del tema, así que mejor pasemos a lo nuestro. Debemos hablar de eso —Su tono de voz cambió a uno más suave.
—Sí...hablemos de lo nuestro. Hay algo que tengo que decirte.
Hades estaba nervioso. Ansioso. Tenía un mal presentimiento de lo que Perséfone fuera a decirle. Sin embargo, ¿qué podría afectarlo peor de lo que ya estaba con lo del atentado contra Caria?
—Por favor, dímelo.
Perséfone apretó los dientes y se concentró por un segundo en el sabor amargo que tenía en la boca e inmediatamente supo que era el brebaje que Hécate le envió con Zagreo. Ya que Hades había dicho su decisión respecto a su intervención entre Caria y Thanatos, ella iba a expresarle la suya y sin tantos rodeos.
Ya había tomado una decisión.
Una que le dolía en el alma y le destrozaba el corazón.
—Hades, quiero separarme de ti.
***
Erebo.
La zona estaba desolada y oscura. Ni un solo ruido solía filtrarse, hasta esa noche. El cielo rojizo con negro fue deteriorándose en cierto punto, en el que fue apareciendo un portal y se iba agrandando poco a poco. De él fueron cayendo Caria y Melínoe sin siquiera detenerse. La velocidad en la que iban cayendo debido a la fuerza del impulso por Caria, era demasiada. Melínoe forcejeaba para detenerla y alejarla, pero no pudo lograrlo con eficacia. Lo único que pudo hacer rápidamente fue utilizar sus poderes para disminuir la velocidad, y aunque lo logró, no pudo evitar la caída y ambas sufrieron un impacto contra el suelo. El golpe fue crudo y repelieron contra el suelo varias veces hasta que se detuvieron.
Melínoe terminó boca abajo. Apoyó las manos en el suelo áspero para levantarse. En cuanto giró el rostro, vio a Caria de pie, mirándola con esos ojos rojos que representaban venganza.
—Caria, yo no quiero lastimarte —dijo Melínoe, preocupándose por el estado de Caria. De ella emanaba una energía amenazante—Yo no quiero pelear contigo, Caria —dijo Melínoe en voz alta.
—¿Ah, no? —preguntó Caria con burla—. Tienes razón, tú no quieres pelear conmigo...querías hacerme sufrir y lo has conseguido —Caria golpeó tan fuerte a Melínoe en la cara que hasta su rostro se viró lo más que pudo y su mejilla se enrojeció enseguida—. ¡Si vas a lastimarme, hazlo de frente! ¡Esta vez sí voy a defenderme!
Melínoe pasó sus dedos en la comisura de sus labios, evitando tocar demasiado su mejilla golpeada. Vio sus dedos y estos se mancharon de sangre. Ver ese rastro rojizo hirvió algo en su interior.
<<Atácala, ¿qué esperas?>>, esa voz de nuevo atormentaba a Melínoe. Apretó los ojos y sacudió la cabeza como si quisiera que se desprendiera. No quería que su maldad la controlara de nuevo y menos en esas circunstancias.
—Si me vas a matar, hazlo ahora.
En su estado de furia, Caria se tomó esas palabras como una burla y no como súplica, lo que realmente era.
—¿Crees que no voy a hacerlo? —Caria se agachó lentamente—. Ya no voy a ser la burla de nadie —La tomó del cuello con fuerza.
Melínoe no podía respirar y no dejó de ver a Caria. No podía asegurar que ella fuera su hermana. Jamás la había visto así. La fuerza que Caria ejercía en sus manos incrementaba al igual que el hervor que Melínoe sentía en su interior. Como reflejo para impedirlo, puso sus manos sobre las de Caria y fue emitiendo una energía hirviente que funcionó para que su hermana la soltara. Una vez libre, Melínoe puso una mano en el pecho de Caria y la impulsó hacia atrás hasta estrellarse contra una roca.
Melínoe intentaba controlarse con desesperación. No quería golpearla, sólo se había defendido en un arranque de descontrol.
<<No vas a controlarme...no me vas a hacer lastimar a Caria>>, pensaba Melínoe. Si se dejaba controlar por su maldad, las consecuencias podrían ser graves.
No quería eso.
Caria alzó el rostro. Sus ojos fueron más brillantes.
—Es la última vez que me atacas de imprevisto —dijo Caria. Apretó su mano y al mismo tiempo, Melínoe no pudo moverse. Sentía como si su cuerpo pesara demasiado, que no era capaz de soportarlo ella misma, además de que le fue imposible moverse.
La fuerza la hizo caer de rodillas primero y luego se vio obligada a encorvar la espalda hasta que su cabeza casi rozara con el suelo. No sentía dolor, pero fue la impotencia la que surgió. Caria se acercó, la tomó del cabello de la nuca y le hizo la cabeza hacia atrás. En seguida, un haz de luz fue saliendo de la otra mano de Caria, la cual estaba a unos centímetros frente al rostro de Melínoe. La luz fue amenazante y en mayor intensidad.
Melínoe apretó los dientes mientras se esperaba las consecuencias. La luz que rebeló Caria, atacó a Melínoe sin contemplación. Tardó varios segundos en que el extenso brillo le permitiera a Caria vislumbrar a Melínoe. Cuando por fin pudo ver hacia enfrente con claridad, Melínoe ya no estaba.
Caria se puso firme y ladeó la cabeza con intriga. Metros más atrás de donde estaba, Melínoe emergió del suelo lentamente. Ella también había cambiado. Una sonrisa maliciosa se dibujó en su rostro. La mirada de Melínoe fue burlona y reflejaba amenaza. Las carcajadas no se hicieron esperar.
—Yo también sé jugar —dijo Melínoe.
Con ayuda de una estela púrpura brillante que emitió de su mano, formó una daga. En un rápido movimiento horizontal, atacó a Caria, cortándole debajo del pecho. Caria se miró la cortada y eso la enfureció aún más. Miró nuevamente hacia enfrente y Melínoe desapareció de nuevo.
Caria miraba atentamente a todos lados y a sus espaldas. En cuanto se volteó hacia enfrente, Melínoe fue apareciendo en silencio detrás de ella. Alzó la mano para atacarla con la daga de energía, algo que no pudo lograr. Caria se giró rápidamente y la detuvo.
—Te dije que ya no ibas a atacarme de improvisto —Caria puso sus manos en los hombros de Melínoe y los presionó con fuerza. La presión pronto comenzó a quemar insoportablemente.
Melínoe gritó por el dolor pero enseguida le clavó la daga profundamente en el hombro. La giró y la herida fue más profunda. Caria dio un fuerte grito y sujetó a su hermana con fuerza de la espalda. Melínoe intentó zafarse y no lo logró. Sin embargo, aprovechó para apuñalar varias veces el otro hombro. Caria apretó con más fuerza a Melínoe mientras formaba púas de energía por encima de ambas y fueron cayendo rápidamente. Melínoe volteó en el momento exacto para ver las intenciones de Caria y desapareció junto con ella de ahí.
Las púas se clavaron en el suelo y se extinguieron al poco tiempo.
***
El Tártaro.
Nyx respiraba hondo con cada grito de histeria proveniente de la habitación en la que estaba enfrente. Nunca imaginó que podía sentir desesperación al escuchar a alguien gritar de esa manera. El problema era que se trataba de Thanatos y no sabía cómo ayudarle ni mucho menos sabía qué le pasaba, pero lo averiguaría y sea quien sea que esté detrás de eso, va a pagarlo caro. Ya se imaginaba los castigos que recibiría por haberse metido con uno de sus hijos.
Mientras ella estaba delante de la habitación, una hermosa mujer de cabellos carmines y mirada fría se fue acercando a Nyx. Manteniendo una debida distancia, se reverenció ante ella.
—No fue mi intención llegar tarde, tenía muchos asuntos pendientes por resolver —Se justificó.
Nyx inhaló y exhaló despacio. No parpadeó hasta que escuchó de nuevo un grito de Thanatos. Se giró hacia la recién llegada y notó que no comprendía realmente lo que sucedía.
—Es Thanatos —dijo Nyx, como si leyera los pensamientos de su hija—. No sé qué le pasa, pero enloqueció. Alguien está de por medio en su comportamiento.
La mirada de Némesis se tornó enfurecida, pero sus palabras limitaban la emoción.
—En cuanto sepamos la verdad, yo me encargaré del resto —aseguró. Nyx no esperaba menos—. He estado al tanto de lo que Érebo ha hecho...pero es demasiado cuidadoso para exponer sus actos. No me sorprendería saber que está involucrado en lo que le pasó a Thanatos.
—Sí lo está —afirmó—. No pude detener a Thanatos ni a nadie en el momento exacto y fue debido a alguien que interfirió. Sólo hay dos dioses capaces de bloquear mis poderes por algunos minutos y sólo de uno estoy segura.
Némesis sabía de quienes hablaba y a quien culpaba.
—Iré a verlo personalmente —propuso.
—No —respondió tajante—. Lo haré yo misma en cuanto Thanatos se sienta mejor.
—Muy bien. Entonces vendré más adelante para informarme de las situaciones y notificarte asuntos importantes —dijo sin debatir—. Antes de irme, debo comentarte algo relacionado con Melínoe.
Nyx enarcó una ceja en cuanto escuchó ese nombre, y cuando Némesis dijo las palabras "debo comentarte", significaba que pronto iba a haber un juicio contra el ser que haya pronunciado. Así eran sus funciones.
—Melínoe...su juicio ya está cerca.
—Sí, pero aún hay cargos que tú desconoces. Como bien sabes, no puedo decirle nada a nadie sobre dichos cargos hasta que no haya un veredicto final, incluso a ti, pero considero necesario que hables con Helios. Tiene información importante sobre ella que está a su favor.
Nyx sólo podía pensar en actos graves. Estaba al tanto de todos los crímenes que cometió durante la noche tanto en la Tierra como en los Elíseos y muchos de ellos fueron graves. Imperdonables. Hechos que le había dejado muy en claro a Hades cuando no tenía mucho tiempo siendo el dios del Inframundo y en los únicos en los que ella podía interferir. Sin embargo, ¿Helios sabía información que estaba a favor de Melínoe? ¿Qué hechos le ocurrieron a Melínoe que podrían salvarla? Sinceramente, dudaba que tuvieran gran peso en su juicio, pero si Némesis lo afirmaba, debía ser algo inadmisible.
—También hablaré con él cuando Thanatos esté mejor —Esa era su prioridad ahora. Volvió a mirar hacia la habitación al mismo tiempo que Némesis se iba de allí. En su lugar, Nyx sintió la presencia de nueva compañía—. No pensé verte hoy de nuevo —comentó.
—No podía quedarme de brazos cruzados si puedo hacer algo por ayudar —respondió Hécate enseguida.
Nyx sonrió débilmente como muestra de agradecimiento.
—Preferiría que no por ahora. Hypnos está con él. Intenta sumergirlo en un sueño profundo. Será mejor que duerma, espero que cuando despierte ya no sea tan violento —explicó Nyx con angustia.
Hécate observaba a Nyx, analizaba su tono de voz y sus repetidos movimientos de manos. Ella estaba muy preocupada. La comprendía mucho porque así estaba el día que sintió que Alice estaba en peligro.
—¿Por qué no te sientas? Te hará bien descansar sin necesidad de alejarte de Thanatos —propuso Hécate.
Sorprendentemente, Nyx no se negó. Caminó recto hasta llegar a su trono y sentarse. Suspiró profundo y puso su mano sobre una de sus sienes. Hécate iba detrás de ella y Zagreo mantenía una distancia más considerable, observando con curiosidad a Nyx. Él no se percató que su mirada estaba fija desde varios segundos y que eso lo delataría. Nyx volteó a ver a Zagreo sin ninguna expresión.
—Zagreo, tampoco esperaba verte aquí —dijo Nyx.
El asombro del joven no se hizo esperar.
—Usted, ¿me conoce?
—Sí. ¿Cómo no hacerlo? —La mirada oscura de Nyx volvió a fijarse en Hécate—. Supongo que Hades sabe nada de él.
—No. Lo ha visto y peleó con él, pero no sabe quién es. Perséfone ha hablado más con él. Aun así, tampoco sabe nada...sólo que ha hecho suposiciones.
Zagreo se inquietó y no pudo reservar sus palabras.
—Esperen un momento, ¿de qué supociones habla? —Se dirigió a Hécate.
—Tu parecido con Hades es innegable y dadas las circunstancias de que tu nacimiento es desconocido, Perséfone se ha hecho a la idea de que eres hijo de otra mujer con Hades. De no ser porque conozco bien al cabeza de incienso de tu padre, creería lo mismo.
Nyx rio en silencio ante los sutiles insultos de Hécate. Le parecían graciosos.
—Muy a pesar de que sea mi padre y de que tengo que hablar con él, no me ha dado buena impresión —confesó Zagreo—. Mi madre me lo había advertido, y no le hice caso.
Hécate volcó la mirada en cuanto se imaginó a Deméter haciendo lo que más le gustaba: victimizarse.
—Deméter es todo menos una madre —Se cruzó de brazos.
La mirada de Zagreo se tornó molesta.
—No voy a permitir que hable así de ella —advirtió a Hécate. Ella no se amedrentó—. Ella sólo ha sufrido y todos le han dado la espalda. Hasta mis verdaderos padres.
Hécate apretó las manos. Sintió que sus orejas se calentaban de la rabia hacia Deméter.
¿Cómo podía ser tan mala y egoísta?
Ya no podía esperar a que Zagreo hablara con Hades y Perséfone, él tenía que saber la verdad ahora.
—Aquí no vas a hablar en ese tono de voz —dijo Nyx con autoridad. Ninguno de los dos presentes pensaba que Nyx iba a intervenir.
—Lo siento...pero no voy a permitir que levanten falsos a Deméter.
—¿Cuáles falsos? —demandó saber Nyx—. Claramente eres tú quien no conoce a Deméter.
—¿Y usted sí? —preguntó Zagreo.
Hécate negó con la cabeza.
<<Hasta en eso se parecen>>, pensó.
Nyx oscureció su mirada, pero no lo reprendió. Comprendía las razones por la que se comportaba así.
—Si sé de tu existencia, ¿crees que no sé lo que ha hecho Deméter?
—¿Cómo? ¿Usted sabía de mí desde hace tiempo? ¿Qué tanto sabe? —quiso saber.
—No sé cómo naciste exactamente, pero sabía que Deméter cuidaba de un bebé. En ese momento no pensé fueras hijo de Hades y Perséfone. Empecé a crear varias supociones debido al parecido con Hades, sin embargo, como no se mencionaba nada al respecto mientras estaba presente, nada era seguro —explicaba Nyx—. Ahora que te veo de cerca, no me queda ninguna duda.
—Cuando estaba presente —repitió Zagreo, tratando de comprender—. Habla de la noche. Nyx asintió. Zagreo se sintió un poco avergonzado de sólo imaginar de todo lo que ella se ha enterado en la noche. Eso significaba que ella sabía de su secreto—. Aun así, eso no explica nada de lo que acusan a mi madre Deméter.
Nyx enderezó la espalda y se inclinó hacia él. Estaba decidida.
—No voy a permitir que te vayas de aquí hasta que no sepas todo lo que sé sobre Deméter —dijo Nyx sin titubeos—. Cuando sepas la verdad, veremos si sigues creyendo que Deméter es buena. Estoy cansada de que algunos quieran salirse con la suya a costas de lastimar a otros.
***
Sicilia, Italia.
Ralen había llevado de regreso a Garena a la casa de Hécate. Había perdido la noción del tiempo, pero en esta ocasión, no le importaba. Quería estar más tiempo con ella y siendo sincero, no le importaría si Radamanthys se ponía furioso. Estaba embelesado por lo que Garena le hacía sentir y no necesitaba nada más. Sin embargo, notaba que Garena estaba cansada y que lo mejor sería que ella se recostara. A parte, Hécate podría enojarse si no la veía.
Al llegar a la casa, ambos notaron lo desolada que estaba. Dudaron de que Hécate estuviera dentro.
—Tal parece que me ha designado para cuidar de su casa —dijo Garena como reproche, pero por dentro, se preguntaba a donde había ido.
—¿No le dijo a dónde iría? ¿Ni un dato?
—No. Esa mujer no me tiene tanta confianza y no la culpo —dijo y masajeó su cuello. Ralen no dejaba de mirarla y eso la puso nerviosa—. Y-Ya me voy...voy a limpiar lo que me hace falta antes de que llegue Hécate y me empiece a decir de cosas.
Garena inventó cualquier excusa para no revelar que aún no se acostumbraba a la presencia de Ralen y que el que la mirara así, le hacía sentir mariposas en el estómago. Ralen en cuando escuchó a Garena, hizo la cabeza levemente hacia atrás.
—Pero está muy oscuro y solo aquí —Se refirió a la casa.
—Lo sé y créeme. Me gusta así. Muchas veces quise quedarme en una casa sola y oscura, con un montón de cuervos volando y graznando como si estuviera en una película de terror. Sólo falta el asesino que venga por mí.
Su broma no tuvo el resultado que quería. En vez de mostrarse como una chica valiente, Ralen lo tomó con espanto. Por la manera en que ahora la miraba, se dio cuenta en las intenciones de Ralen.
—De ninguna manera la puedo dejar sola. Podía estar en peligro. Este no es un sitio seguro para usted.
—Pero...¿qué hay de tu trabajo? Tu padre podría enfadarse si no te encuentra...de nuevo.
—Ya sé —Puso su mano sobre el cuello. Podía reflejarse en su rostro las consecuencias que eso podía atraerle con Radamanthys. Aun así, él no cambió de parecer—. Sinceramente prefiero cada uno de los castigos que mi padre me imponga antes de saber que a usted le ha pasado algo.
Garena se imaginó darle un beso por su frase romántica. Ahora que ya le había confesado a Ralen lo que sentía por él, era más sencillo para ella convencerse de todo lo que él le provocaba hasta cuando no tenía intenciones de hacerlo.
—Anteriormente te habría dicho que no, tajantemente. Te agradezco tu preocupación, pero no quiero causarte problemas —dijo Garena con los brazos cruzados, poniendo una postura rígida como solía tener.
Inesperadamente, su intento por parecer ruda se fueron hacia abajo en cuanto Ralen le acarició el rostro.
—Y yo le agradezco a usted que se preocupe de esa manera —Garena ni siquiera era capaz de parpadear—. Me quedaré con usted hasta que Hécate regrese. ¿Está bien?
Garena asintió sin decir nada e invitó a Ralen a pasar a la casa. Como estaba muy oscuro, Garena se apresuró a realizar un hechizo para encender las velas que estaban por toda la casa. Ralen volteó en distintas direcciones donde emergió la luz.
—Es la primera vez que la veo haciendo hechizos y ya me tiene sorprendido —Le dedicó una sonrisa.
Garena se encogió de hombros.
—No seas exagerado —dijo en voz baja—. Como podrás ver, no hay muchos lugares dónde sentarse y las sillas que quedaron no son muy confiables. Podremos sentarnos en los escalones.
Ralen no se quejó de nada, realmente no era algo importante. Ambos terminaron por sentarse, pero existía un inconveniente que Garena no delimitó antes. La anchura de las escaleras no era demasiada y el sentarse en el mismo escalón era muy incómodo, por lo que Ralen tuvo que sentarse dos escalones más arriba de Garena. Ella recargó la espalda en la pared para poder verlo.
—¿Estás cómodo?
—No importa —insistió con una sonrisa y apoyó sus codos en sus muslos, encorvando la espalda.
El silencio se hizo presente entre los dos y en ambos surgió el mismo recuerdo. Era imposible no acordarse de lo que hicieron dentro de esa casa.
Ralen se quedó mirando el suelo donde habían tenido relaciones.
—Señorita...Garena —rectificó—. Me gustaría preguntarle algo más.
Garena se sobó la nariz antes de responderle.
—Puedes preguntar, no hay problema —mantuvo su compostura.
Apostaba lo que fuera a que iba a ser algo relacionado con aquella noche.
Ralen se veía algo inquieto, como si no supiera cómo decir las cosas.
—Sobre lo que sucedió aquella noche en este lugar...no me arrepiento de nada de lo que pasó, pero...si llegamos a tener relaciones de nuevo, por decisión de ambos, me gustaría que fuera en circunstancias diferentes. Circunstancias formales —aclaró.
—¿Circunstancias formales? —preguntó con duda—. Hablas de ser una pareja, ¿no?
—Así es, una pareja formal —respondió y sonrió—. La respetaré y no me propasaré como en esa ocasión hasta que seamos una pareja formal.
Garena no tuvo ninguna expresión. Estaba en un punto medio en el que le entendía y a la vez no. La palabra "formal" parecía ser redundante ante la palabra "pareja".
—Sí, está bien. Pensaba exactamente lo mismo.
No era verdad.
Ralen se veía extrañamente aliviado. ¿Habría querido decir otra cosa con su confesión?
Sea como sea, no quería complicar las cosas ahora.
Garena resopló varias veces y carraspeó la garganta.
—Ralen, ¿cómo está Caria? —preguntó, cambiando a otro tema que para ella era importante—. Con todo esto que nos ha pasado, he olvidado preguntarte por ella y por Thanatos.
Garena insistía mucho en tocarse el cabello cada vez que le hablaba. Ralen supuso que se debía a que se sentía nerviosa o avergonzada. Pensó que quizás era lo segundo. Garena y Caria se apreciaban y no se habían vuelto a ver desde que Caria abandonó la Tierra.
—No lo sé muy bien. Desde que regresamos, mis responsabilidades fueron modificadas. Estoy de guardia en el Inframundo y muy rara vez la he visto. Conversar con ella ha sido casi imposible.
La chica mordió medio labio, pensativa. Hasta donde sabía, Caria y Thanatos habían discutido. Recordaba muy bien como Caria lloraba.
¿Habrán hecho las paces?
Realmente esperaba que así fuera porque ambos estaban enamorados.
—Me gustaría verla de nuevo. Igual a Thanatos. A pesar de las diferencias que haya tenido con él, me cae muy bien —confesó.
Ralen se le quedó mirando neutral.
—¿Ustedes se llevaban muy bien? —preguntó curioso.
—Con diferencias, pero creo sí. No hablo por él porque estoy segura que le complacería deshacerse de mí en cualquier momento, pero a mí me cae bien. Desde que lo conocí lo definí como un tipo muy raro. Sin embargo, pasó el tiempo e intercambiábamos palabras o jugábamos videojuegos —Se rascó el hombro.
—Ya veo...—Hizo una pausa antes de seguir hablando—. Me pregunto que tiene Thanatos para que las mujeres hablen tan bien de él. Hasta tú.
Garena no pareció percibir el contenido en el tono de voz de Ralen ni el que no le haya hablado de "usted".
—No tengo idea de a qué otras mujeres más te refieras, pero puedo asegurar que Caria lo hace porque ha estado enamorada de él y yo ya te expliqué mis razones. Además de que le da un derivado reducido el que sea el dios de la muerte. De haberlo sabido desde el principio, le habría hablado con más respeto —Garena vio cierta rigidez en el rostro de Ralen, y en cuanto notó que su ceño se arrugaba, se sintió curiosa—. ¿Estás celoso? —Ralen no dijo nada, sólo se limitó a observarla —. O al menos te ha molestado, porque me acabas de tutear —mencionó sin pensarlo.
Los gestos de Ralen le causaban gracia y fascinación. No pudo ocultar su sonrisa divertida mientras le insistía con sus cejas que confesara.
—No se lo voy a negar. ¿Cómo no quiere que me ponga así? Si ha confesado que lo admira.
Garena comenzó a reírse y le dio un golpecillo en el pecho.
—¿En qué momento dije que lo admiraba, tonto? —En cuanto hizo esa pregunta, Ralen volvió a relajar el rostro—. A quien admiro es a Hades. Si lo llego a conocer algún día, me desmayaré de la emoción.
La seriedad y tensión regresaron a Ralen al igual que las risas intensificadas de Garena. Ella apoyó su cabeza en una de las rodillas de Ralen y abrazó su pantorrilla. Acababa de descubrir que le gustaba verlo celoso. Ralen entrecerró los ojos mientras la veía.
—¿Habla en serio? —preguntó serio.
—Sí, pero no en el sentido que tú te imaginas —suspiró largamente y se apartó de Ralen. Inmediatamente, Garena abrió los ojos con espanto y comenzó a revisarse las manos con insistencia. Luego mostró frustración al no encontrar algo en específico y se llevó las manos a la cara—. ¿Si me la tomé? —Se preguntó a sí misma con inquietud.
—¿Olvidó tomar algo? —preguntó intrigado—. ¿Qué debía tomar?
—Una pastilla —respondió. Cerró los ojos con fuerza mientras trataba de recordar. Le dio la espalda a Ralen y tomó su mochila y la revisó impaciente. A cada movimiento de su mano dentro, más se estresaba. Resopló frustrada en cuando encontró lo que quería, pero no se pudo calmar. Su duda seguía exactamente igual—. Ay no...no lo recuerdo —volvía a decir para ella.
Sin comprender el comportamiento de Garena, Ralen intentó indagar sin rozar con su impaciencia.
—¿Es muy importante tomarla?
—Sí...pero con este día tan largo...ya no me acuerdo —dijo con resignación. Se inclinó hacia enfrente y hundió el rostro en sus piernas.
Ver a Garena así sin saber cómo ayudarla, no le hizo sentir bien. Si tan sólo supiera como eran las pastillas que tanto buscaba, podría ayudarla a buscarlas mientras se calmaba. Sin embargo, lo que enseguida se le ocurrió, creyó que serviría más, siempre y cuando Garena no se negara.
Ralen se sentó un escalón más abajo y puso sus manos encima de los hombros de Garena y comenzó a masajearlos al igual que el cuello. A diferencia de lo que había creído, Garena no se apartó ni le dijo nada, pero sintió como se había tensado cuando la tocó.
—No te tenses, relájate un momento. Tienes demasiado estrés —Poco a poco, Ralen sintió como Garena iba relajándose. Estaba orgulloso de que su idea tuviera resultados satisfactorios—. ¿Ya se siente mejor? —Se inclinó hacia ella, ignorando que su aliento electrificó a Garena.
—Ah...—exclamó con desentonación aguda.
Ralen se detuvo porque se espantó. Se inclinó nuevamente hacia Garena.
—No entendí lo que dijo —Ralen hizo exactamente lo mismo, pero lo que provocó en Garena fue más intenso.
—¡Ralen! —exclamó con desesperación. Se llevó las manos a la cara—. Afuera de la casa hay roca redonda, ¿la puedes traer?
Ralen echó la cabeza hacia atrás totalmente confundido.
—Pero...¿para qué necesita una...?
—¡Sal un momento, Ralen! Por favor...—terminó siendo más directa.
Ralen no insistió y rápidamente salió de la casa. En cuanto Garena escuchó la puerta cerrarse, se descubrió su cara roja y se levantó del escalón. Sentía el cuerpo caliente.
<<Ay no, ¿otra vez? ¿Por qué?>>, los pensamientos de Garena no se detenían. Intentaba encontrar una explicación a lo que le acababa de suceder. No había conocido esa reacción de su cuerpo.
El masaje y sentir el aliento de Ralen muy cerca de su oreja, la hizo sentir que se quemaba por dentro. Si tenía a Ralen unos segundos más cerca de ella, no estaba segura de lo que podría hacer.
—Y yo burlándome de Thanatos y el agua fría —dijo para sí mientras recordaba.
Garena caminó rápidamente hacia una cubeta de agua que estaba cerca de la puerta y la que estaba utilizando en la mañana para limpiar.
En ese mismo instante, Ralen entró de nuevo a la casa.
—Señorita Garena, necesito que me explique qué es lo que le pasa para poder ayudarla —Ralen se quedó mirando a Garena cómo se echaba agua en la cabeza—. ¿Por qué hace eso? —Garena se apartó el agua de la cara y se hizo los cabellos mojados hacia atrás, luego apoyó las manos en la cubeta, pero no respondió—. Es porque no ha tomado su pastilla, ¿verdad?
Garena rio ante la inocencia de Ralen. Si supiera.
—No, Ralen...no es por la pastilla —dijo más calmada y alzó el rostro para poder mirarlo. Sus palabras quedaron mudas ante la insistente mirada de Ralen. Eso no ayudaba a su causa—. ¿Qué? —demandó saber.
Ralen admiraba a Garena. Le maravilló verla con el cabello mojado. Sus ojos negros eran tan profundo que deseaba perderse en ellos. Sin darse cuenta, su respiración fue más acelerada. Quería tomar a besos a Garena y romper con las palabras de abstinencia que le dijo. Agitó la cabeza y dejó de mirarla. Su nerviosismo se hizo evidente. Se acercó a la cubeta y se mojó la cabeza también para bajar su temperatura.
—Señorita Garena, creo que lo mejor es ir con mis padres.
—Sí...—dijo, despertando del trance—. Tus padres podrían enfadarse si sigues ausente de tus labores. Podremos vernos en otra ocasión.
Ralen negó y Garena sintió un hueco en el estómago.
—Me gustaría que viniera conmigo —tragó saliva y jugueteó con las manos—. Por favor.
Garena sintió que el alma le regresaba al cuerpo. Por un momento creyó que Ralen ya no quería verla más.
—Ir contigo...¿al Inframundo? —preguntó con sorpresa. Ralen asintió.
—No es buena idea estar aquí, pero tampoco voy a dejarla sola. Aparte, quisiera que conozca a mis padres.
Concordaba en que no era buena idea estar solos en esa casa, pero tampoco estaba segura de conocer a los padres de Ralen.
¿Qué les diría?
¿Qué percepción tendrían de ella?
Asimismo, sintió emoción.
¿Cómo sería el Inframundo?
—Oye Ralen...¿es posible que yo pueda ingresar al Inframundo? No estoy muerta y soy mitad humana.
—Pero aun así, eres descendiente de Hécate. Esa parte también tiene mucho peso —Se acercó y la tomó de la mano—. Es más fácil que usted vaya a conocerlos a que ellos vengan aquí.
Garena no despegó la mirada de Ralen. Estaba nerviosa pero no sabía si era por emoción o por lo que fuera a suceder. No tenía un buen presentimiento al respecto.
***
Inframundo.
El dolor que sentía Hades en el pecho fue el peor que podría sentir. Todo se le derrumbaba. La escasa felicidad que tenía se estaba convirtiendo en simples cenizas. La garganta comenzó a arderle en mayor intensidad. Pestañeó con incredulidad varias veces, deseando que la imagen de Perséfone y sus palabras fueran una alucinación. Lamentablemente, esa no era más que la cruel realidad.
—No...no me digas eso, Perséfone. No hables de separación...por favor —suplicaba Hades.
Perséfone se sintió realmente mal de verlo así. Se veía destruido y voz era bastante frágil. Lo observó mejor y se dio cuenta de lo rojizo de sus ojos. Él había estado llorando desde antes de que ella llegara.
—¿Tú crees que esto es lo que quiero? —preguntó Perséfone, dejando caer unas lágrimas—. No lo quiero...pero creo que es lo mejor —respiró hondo y exhaló para controlar sus sollozos—. No podemos seguir mintiéndonos, ya no quiero...
Hades dio unos pasos largos hacia ella para poder abrazarla, pero Perséfone se apartó y mantuvo su distancia, haciéndoselo ver a Hades.
—Hablemos de esto, ¿quieres? Siempre hemos hablado para resolver nuestras diferencias.
—Pero esta vez es diferente, Hades y lo sabes. Llegamos a un punto en el que parece que no conocemos el uno del otro. Nos estamos lastimando y yo...yo no quiero seguir así —frotaba sus brazos y prefirió evitar mirar a Hades. Si lo seguía haciendo, podría olvidar todo lo que pretendía decirle y abrazarlo—. Discúlpame por haberte ocultado que sabía que Caria estaba en la Tierra, el que yo haya ido a verla y el...el haberte ocultado que sabía lo del obsequio de Thanatos a Caria...sólo por eso me voy a disculpar —retrocedió aún más y tensó la mirada—. Pero lo que tú hiciste, no se compara...
—Lo de Macaria ya te lo he explicado...yo sólo intento protegerla. Es mi hija y no deseo que nadie la lastime.
—No estoy hablando sólo de eso —respiró hondo, como si pudiera olvidar el olor a menta que percibió en Hades hace unas horas y que ahora ya no tenía—. ¿Por qué me ocultaste que protegías a Menthe de nuevo? —La expresión de Hades fue de lamentación. Eso le afectó más a Perséfone. Se sentía traicionada tanto por Hades como por Menthe.
—No la protegía, pero ella sabía muchas cosas de Thanatos y Macaria. ¡Todos sabían más que yo lo que pasaba! —Hades exhaló largamente. Estaba demasiado frustrado por esa situación. No obstante, ahora que tocaban el tema, recordó algo que iba a preguntarle—. Perséfone...¿qué fue lo que verdaderamente le hiciste a Menthe? La convertiste en una planta y Hécate dijo que Menthe jamás iba a regresar, pero ella está de vuelta. Explícame eso, por favor.
Perséfone lo observó sin parpadear. Le resultó raro que Menthe no dijera nada al respecto. Conociéndola, ella era una mujer que aprovechaba cualquier oportunidad para victimizarse y hacer quedar mal a otros frente a Hades.
Menthe había sido un dolor de cabeza para ella hace mucho tiempo y si era sincera, la había odiado. Por eso tomó la decisión de deshacerse de ella en ese entonces. El problema fue la compasión que sintió en el último momento. Creyó que Menthe aprendería y que cuando despertara de nuevo, se alejaría para siempre de su vida como muestra de agradecimiento.
Se había equivocado de nuevo.
—No fui capaz de deshacerse de ella como llegué a pensar y confié en que no se metería de nuevo en nuestra vida —confesó, omitiendo detalles—. Pero, ¿cómo podría apartarse si cuando tú te encontraste con ella, la traes de nuevo aquí? —Le reprochó.
—No fue con esa intención, Perséfone. Créeme —estiró la mano hacia el rostro de Perséfone. Ella se apartó nuevamente. Esperó algunos segundos para rehacer una pregunta más directa.
—¿Desde cuándo...estás con ella?
Escuchar la dificultad de Perséfone para formular esa pregunta, destruyó una gran parte de la estabilidad de Hades. Comprendió la intención de su pregunta.
—No estoy con ella, ¿por qué lo piensas?
—Ay Hades...—expresó sarcásticamente y enseguida se molestó—. Tenías su aroma impregnado. No intentes mentirme.
Hades parecía no comprender del todo lo que Perséfone afirmaba. Él no recordaba que Menthe lo hubiera tocado. No se lo habría permitido, pero si lo que Perséfone decía era realmente la verdad, ¿por qué no se había dado cuenta?
¿Era algo que Menthe había planeado?
Si eso era así, él debía ser un completo estúpido al confiar en ella.
Hades no pudo seguir manteniendo la distancia con Perséfone. Se acercó y la tomó del rostro. En cuanto sus manos tocaron su piel, Perséfone sintió ganas de llorar y de volver a alejarse de él. Sin embargo no pudo hacerlo en esta ocasión.
—Mi amor, yo nunca te engañaría. Por favor, créeme. Eres y siempre serás la única mujer en mi vida —Hades le besó la punta de la nariz y acarició los labios de Perséfone—. Después de tanto tiempo, ¿aún sigues teniendo duda de mi amor por ti?
Perséfone giró el rostro en cuanto vio que Hades quería besarla. No podía sucumbir a su amor por él y dejarle pasar todo. Hades sintió ardor con un nuevo rechazo. Su esposa no había sido así.
—¿Y qué hay de tu hijo?
Hades no se había muestro tan perplejo en todo ese día como ahora. Su semblante mostraba un completo desconocimiento del contenido de la pregunta. La reacción que tuvo enseguida, no fue más que de risa.
—¿Mi hijo? No te estoy entendiendo. Nosotros no tenemos ningún hijo.
—Nosotros no, tú sí —La sonrisa de Hades se esfumó al instante y su conmoción fue más evidente.
—Pero, ¿de qué estás hablando, Perséfone? De verdad que no te entiendo.
—Ese joven que se parece mucho a ti y que está en el Inframundo, es tu hijo...Hécate me lo dijo —Perséfone terminó por confesar.
Hades se quedó sin palabras y sintió que le faltaba el suelo para mantenerse de pie. Lo que Perséfone decía no tenía sentido alguno, a excepción del joven que mencionaba. Ahora que lo recordaba, ese misterioso joven que se enfrentó brevemente a él para proteger a Perséfone se parecía mucho a él, pero de ahí a que él fuera su hijo, no tenía lógica. El dios del Inframundo reparó en Perséfone y la analizó. Esa idea que tenía la hacía comportarse tan distante con él, sumado con lo de Menthe.
—Perséfone, no pienses en que él es mi hijo. No es así. No entiendo por qué Hécate te ha mentido de esa manera, pero voy a hablar con ella —dijo apretando los dientes.
Perséfone movió las manos hacia enfrente, horizontalmente.
—No quiero escuchar más mentiras, Hades...ya no puedo. Por eso quiero separarme de ti. Lo único que te pido es que me digas la verdad.
Hades tomó rápidamente una de las manos de Perséfone.
—Perséfone, yo no te engañé. Nunca lo he hecho. Ese joven no es mi hijo, no te hagas ideas que no son.
—No son ideas, es la realidad. Hécate no tendría ninguna razón para mentirme y no hay otra explicación por la que Zagreo esté aquí en el Inframundo.
<<Zagreo>>, repitió Hades en su mente el nombre del joven.
—Voy a hablar con él y con Hécate, y quiero que estés presente. Voy a aclarar este malentendido, ¿de acuerdo?
Perséfone no replicó nada. Se mantuvo firme en sus reacciones. No estaba segura de querer estar presente porque era altamente probable de que Zagreo fuera hijo de Hades. Que él lo negara podría no ser mentira sino que simplemente desconocía su existencia hasta ahora.
—Iré a ver a Caria y a Melínoe. Tengo que hablar con ambas —explicó brevemente mientras daba media vuelta.
—Perséfone...aún no terminamos de hablar.
—Cuando termine de hablar con mis hijas y cuando puedas reunir a Hécate y a Zagreo para hablar, entonces continuaremos nuestra conversación. Mientras tanto, no quiero que me sigas —Le dejó muy en claro su decisión.
Hades sintió un nuevo hueco en el estómago en cuanto vio que Perséfone se fue, como si nunca volviera.
Como si se fuera para siempre.
—No quiero perder a mi Perséfone...no quiero...—dijo para sí mientras organizaba su cabeza para comenzar a tomar decisiones.
Tenía que elegir bien y saber con cuál de todas las situaciones conflictivas debía comenzar a resolver primero.
***
Melínoe y Caria aparecieron en la Tierra, en un lugar solitario y rocoso. Parecía ser la parte alta de una montaña. La primera en golpearse contra el suelo fue Caria. El golpe que se dio en la cabeza la desestabilizó algunos segundos. Fue abriendo poco a poco sus ojos rojos y enseguida escuchó las risas de Melínoe. Ella seguía encima de su hermana y pudo sentir el filo puntiagudo de su daga de energía debajo de su garganta. Tragó saliva por la rabia y se hizo una ligera herida de la que pronto fluyó una gota de sangre que se deslizaba por el cuello.
Caria miró de reojo a ambos lados y luego hacia arriba. Podía ver el cielo oscuro y las estrellas brillando. Ya no estaban en el Inframundo.
—¿Por qué nos has traído aquí? —preguntó. Cada palabra que decía, se abría más la herida en su garganta.
Melínoe alzó una ceja y remarcó su sonrisa.
—No sé el lugar exacto, pero ¿qué más da? A ti te gusta estar aquí en la Tierra y voy a darte el gusto de que mueras aquí.
Caria vio mejor la mirada de Melínoe. Había cambiado mucho, parecía ser que alguien más la poseyó. Eso no iba a ser un impedimento para vengarse. Puso las manos debajo del estómago de Melínoe y la atravesó con su poder. Melínoe se levantó de inmediato de Caria y retrocedió algunos metros. Se encorvó por el dolor y la daga que creó se deshizo. Puso su mano y su antebrazo en su estómago y enseguida lo miró. Había sangre y la piel le ardía al igual que su interior. Intentó hundir los dedos en el punto del estómago que más le dolía, pero no había ningún orificio.
Melínoe comenzó a reírse con maldad. La perforación que sintió no fue exactamente eso, sino que el poder de Caria la había quemado hasta el interior. El dolor era exactamente igual como si la hubiera atravesado.
Caria se puso de pie, poniendo las manos en sus hombros heridos sin dejar de verla. La sangre atravesaba los dedos y se penetraba en la tela de su vestido. Era consciente que la había lastimado lo suficiente para desestabilizarla, aunque no debía bajar la guardia y no iba a ser lo único que haría en su contra.
—¿Por qué no me has matado si tanto quieres vengarte de mí? —preguntó Melínoe con burla.
—Porque mereces más sufrimiento del que has provocado —dijo Caria con sequedad.
La sonrisa de Melínoe se borró al momento. Sus labios se movieron como si quisiera sonreír de nuevo, pero no lo logró. Por unos segundos, su comportamiento violento desapareció.
—¿Qué sabes tú de lo que he sufrido? —preguntó y su mirada volvió a estar llena de ira—. ¡Tú no sabes nada! ¡Nadie lo sabe!
Melínoe sólo grito pero no hizo ningún movimiento. Caria comenzó a sospechar que algo estaba tramando porque la atmósfera comenzó a sentirse distinta. Pesada. Y no se había equivocado en sus especulaciones. Giró el rostro de un lado a otro y vio a muchos seres traslúcidos de pie rodeándola y observándola con rencor.
Eran fantasmas. Era difícil contar cuántos eran, pero el agobio que sentía fue cada vez mayor y se iba convirtiendo en desesperación. Caria no se inmutaba por eso y no iba a permitir que Melínoe se diera cuenta de esas sensaciones.
Demasiado tarde. Ella se había dado cuenta fácilmente.
—No vas a hacerme daño con nada de esto. Ellos no pueden hacerlo —dijo Caria con seguridad.
Melínoe al fin volvió a moverse, esbozando media sonrisa.
—Eso parece, ¿verdad? —Bajó los brazos a la altura de su estómago y puso las manos hacia arriba—. ¿Por qué no lo averiguas?
Caria notó una luz púrpura salir debajo del suelo y antes de que se diera cuenta de qué era, algo la sujetó de los brazos y la jaló contra el suelo violentamente, golpeándose de nuevo. Ella no pudo moverse porque un montón de brazos grisáceos que salían del suelo la estaban sujetando con fuerza todo su cuerpo, hasta su largo cabello. Caria se preguntaba cómo era eso posible y al ver a Melínoe, entendió por fin. Su hermana estaba haciendo posible que los fantasmas tomaran fuerza propia y fueran capaces de lastimar. Caria no sabía que Melínoe podía controlarlos. Había visto centenares de almas condenadas en el Inframundo y hasta en los Elíseos, pero no almas errantes en la Tierra.
Melínoe caminó alrededor de Caria y la miró con altivez, casi de la misma forma que Caria lo hizo cuando la llevó al Erebo.
—Te ves sorprendida de lo que hago, te tengo noticias...yo ya tengo una personificación —Se puso de cuclillas lentamente—. ¿Cuál tienes tú? —Melínoe apretó su mano y Caria sintió como los fantasmas la presionaban con más fuerza hasta sacarle el aire de los pulmones.
Melínoe creó nuevamente una daga con su poder y apoyó el filo en la barbilla de Caria hasta que le sangró y fue deslizando la daga por el cuello lentamente, dejando una marca de sangre en su camino. Al llegar a su pecho, cerca del corazón, se detuvo y fue presionando con más fuerza antes de levantar nuevamente la daga e intentar atravesar a Caria. Estuvo a punto de lograrlo pero la daga desapareció nuevamente. Melínoe cayó de rodillas y se llevó las manos a la cabeza mientras se quejaba del dolor. La fuerza de los fantasmas desapareció y Caria volvió a respirar libremente. Pasó su mano por su cuello y se limpió la sangre a la vez que se iba poniendo de pie con más dificultad. Miró por lo alto a Melínoe quien se retorcía en el suelo.
—Levántate —ordenó Caria.
Melínoe parecía ignorarla. Su respiración fue más agitada y los gritos más suprimidos.
—Déjame en paz...no quiero lastimarla —decía Melínoe entre dientes.
Caria no creía en su comportamiento. Ya no podía hacerlo por muy creíble que pareciera. Tuvo la intención de atacarla en ese estado con nuevas púas de energía. No obstante, todos los fantasmas presentes rodearon a Melínoe como si quisieran protegerla. Caria arrugó la frente por la intención de los fantasmas.
¿Tan leales eran con ella, aun sabiendo que no podían hacer demasiado?
Sin cambiar de opinión, Caria le arrojó a Melínoe las púas sin contemplación. Para su sorpresa, Melínoe alzó el rostro y mediante un campo de fuerza que creó rápidamente, las púas de poder regresaron contra Caria, chocando una contra otra. La luz del choque fue tan intensa y el poder tan fuerte que Melínoe cubrió su rostro y desapareció enseguida.
***
Elíseos
En breves segundos, Melínoe apareció dentro del castillo en uno de los pasillos. Apoyó las manos en el suelo y escupió sangre varias veces. Intento nivelar su respiración y poder controlarse, pero se sentía mareada. Se puso de pie y caminó hasta su habitación con apoyo de las paredes. Entró y bloqueó la puerta. Los dolores intensos en su cabeza eran su tormento ahora más que el dolor físico. Se sentó sobre la cama y terminó por recostarse completamente. Necesitaba descansar. Se acostó de lado y cerró los ojos. Cuando volvió a abrirlos vio a alguien delante de ella, pero no distinguió de quién se trataba. Sin embargo, sólo se le venía una imagen a la cabeza.
—Fobos...—dijo débilmente y terminó por perder la consciencia.
Frente a ella sí había alguien, pero no quien ella pensaba sino el último que quería ver.
Érebo estaba ahí, de pie y con el semblante gélido. Sus ojos amarillos eran los únicos que brillaban en la oscuridad de la habitación. A diferencia de otras ocasiones en las que disfrutaba jugar con Melínoe, ahora lucía molesto.
—Ya no me sirves de nada —dijo Erebo con frialdad.
***
Inframundo.
Perséfone estaba delante de la habitación de Caria y podía observar y sentir el bloqueo que Hades utilizó para que Caria no escapara de ahí. El mismo que utilizó con Melínoe en los Elíseos. No obstante, en esta ocasión no pudo hacer mucho por contrarrestarlo. Eso la molestó aún más y al mismo tiempo, se sintió vulnerable.
Pudo enfrentarse a Hades y podría hacerlo de nuevo con él o con quien se atreviera a lastimar a sus hijas y a ella, pero era frustrante el no poder defenderlas en el momento justo.
Zagreo había regresado al Inframundo con más perplejidad que antes. A la primera que vio mientras regresaba a la habitación de Perséfone, fue a ella misma delante de una habitación. Se acercó a ella lentamente con duda y con mucho sentimiento en el pecho. Quería abrazarla y decirle que era su hijo. Quería sentir que su abrazo le era correspondido.
Manteniendo una distancia prudente, se detuvo cerca de Perséfone. Ella lo vio por el rabillo del ojo y se giró rápidamente. Ese dolor de traición regresó pero no lo demostró. Él no tenía la culpa.
—Me alegra que haya despertado —dijo Zagreo—. Espero se sienta mejor.
Perséfone tragó saliva y mintió.
—Sí, me siento mejor.
Zagreo sonrió débilmente y miró la puerta de nuevo y la energía que la rodeaba.
—¿Esta habitación de quién es?
—De Macaria. Una de mis hijas.
<<Mi hermana>>, pensó Zagreo con nostalgia.
—Me gustaría conocerla en alguna ocasión.
Perséfone lo miró fijamente con curiosidad. Creyó que había imaginado que su voz se entrecortaba porque su semblante mostraba más seguridad. Ella sintió nuevamente que el hueco en su estómago se hacía más grande.
Hades fue a buscar a Perséfone porque no pudo aguantar más la idea de que ella quería separarse de él. Tenía que seguir hablando con Perséfone aunque no pudiera encontrarse con Zagreo ni Hécate antes y aclarar las cosas. Él se detuvo bruscamente cuando vio a Zagreo con Perséfone. Mientras había estado en su despacho pensando en una explicación sobre Zagreo, había llegado a dudar de que en verdad se parecieran tanto. Ahora que lo tenía de nuevo frente a él, no cabía la menor duda. Fue como si viajara al pasado y se viera a él mismo.
Zagreo sintió la presencia de Hades y volteó a verlo. Su expresión hacia él ya no era fría como antes. Había cambiado a una más sensible. Lástima que esa misma sensación no la compartía Hades.
—Menos mal te encuentro aquí. Ya va siendo hora de aclarar las situaciones y la razón del por qué estás aquí. Sólo por eso no he ordenado que te lleven a la Tierra de regreso —explicó Hades con determinación.
Zagreo fue más consciente de su reacción.
—Como usted lo diga —dijo con calma.
Hades asintió con indiferencia y miró a Perséfone. Ella no parecía querer irse. Perséfone comprendió lo que Hades quería decirle con su mirada.
—Ustedes adelántense, yo quiero saber cómo está Caria, así que te pido de favor que elimines este bloqueo ahora —dijo Perséfone con voz más recia.
—Por favor, Perséfone. Tenemos qué aclarar esto cuanto antes —dijo Hades.
Perséfone lo ignoró.
—Caria...hermosa —comenzó a llamarla sin recibir ninguna respuesta en ninguno de los intentos.
—Perséfone, hazme caso. Yo sé que quieres hablar con ella, pero quizás Macaria quiere estar sola —Hades volvió a insistir.
Zagreo sentía la tensión entre ambos y no le gustó. Desconocía la razón por la que actuaban así, pero por lo que Nyx y Hécate le contaron, ellos no se comportaban así. Quería hacer algo por ayudarlos.
—Disculpe que me involucre pero creo que el señor Hades tiene razón —Perséfone y Hades se sorprendieron con las palabras de Zagreo. Sus miradas lo decían todo—. Si estoy aquí es porque necesito hablar con ustedes. Es importante —recalcó—. Si después de esto no quieren saber nada de mí, respetaré su decisión.
Lo que Zagreo decía sólo les generó más curiosidad y angustia.
¿Qué podría decirles ese joven que era importante para ellos?
Hades no tenía un muy buen presentimiento.
Perséfone pensó mejor las cosas y al final aceptó la propuesta de Zagreo. Después de todo, también quería que ese asunto se aclarara de una vez, por mucho que podría dolerle.
—Está bien, hablemos —dijo Perséfone.
Hades se sintió agradecido porque Perséfone había cambiado de opinión. Con un palpitar alto en cada uno, se fueron alejando de la habitación para dirigirse al despacho de Hades.
Mientras tanto, la habitación de la que se alejaban y la que estaba bloqueada para que nadie saliera ni entrara, estaba completamente vacía.
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Hola!!!!
Santo cielo!! No sé ni qué decir después de tanto tiempo sin actualizar. Como había explicado en la última actualización de "Lo más preciado del mar", tuve varias complicaciones, entre ellas emocionales. El bloqueo fue muy grande pero al fin he regresado.
Pasando a situaciones de la historia, ya es más que conocido que son los últimos capítulos y la tensión sólo está incrementando.
Este capítulo ha sido demasiado largo y por eso decidí dividirlo en dos, como lo he hecho últimamente.
Así que sin más tiempo que perder, vayamos a las tan entrañables preguntas:
1.- ¿Qué opinas de la pelea de Caria y Melínoe?
2.- ¿Qué crees que haya pasado con Caria?
3.- ¿Creen que se descubrirá que Menthe y Ápate han tenido que ver con el comportamiento de Thanatos?
4.- ¿Cómo crees que se tome Radamanthys la noticia de que Ralen y Garena tienen una relación?
5.- ¿Consideras que Hades y Perséfone resolverán sus problemas?
6.- ¿Qué piensas respecto a la participación de Nyx?
7.- ¿Te ha gustado el recuerdo que tuvo Hades?
8.- En la siguiente parte conoceremos un secreto de Érebo que cambiará muchas cosas, ¿qué creen que pudiera ser?
9.- ¿Qué crees que es lo que Helios sabe y Nyx desconoce sobre Melínoe?
10.- ¿Qué creen que pase con Thanatos?
11.- ¿Qué crees que tenga planeado Erebo?
12.- Si tienes alguna duda, puedes exponerla aquí J
13.- ¿Te ha gustado el capítulo?
Espero sus teorías con muchas ansías :3
Según yo, el siguiente capítulo será mucho mejor y las respuestas anteriores serán respondidas en la segunda parte.
Pretendo actualizar durante esta semana el resto de mis historias para poder escribir y actualizar la segunda parte la siguiente semana. Ya tengo gran avance en cada historia J
Muchas gracias por seguir al pendiente de la historia y les ofrezco una enorme disculpa por la tardanza L no ha sido apropósito.
Nos leemos muy pronto, ya verán ;)!!
Les mando un fuerteabrazo!!!
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