Capítulo 32
¡Hola!
Nota: Lamento los pequeños errores que puedan aparecer en el capítulo, pero me muero de ganas porque lo puedan leer, así que los corregiré más tarde.
¡Gracias por todo!
Disfruta la lectura :D
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Nápoles, Italia.
La oscuridad bañó el aterciopelado cielo por completo. Sólo las lámparas alumbraban parte del muelle. Muy pocas personas deambulaban a unos metros de ahí, pero esa no era la razón por la que Garena estaba nerviosa. Podrían estar las luces apagadas o podría caerse al mar y ni eso la habría puesto tan ansiosa como lo estaba ahora.
No sabía qué hacer ni tenía la remota idea de lo que iba a suceder de ahora en adelante.
Garena recordó los momentos en los que estuvo en la Universidad. Los exámenes de filosofía eran mucho más fáciles que esa situación.
Quizás exageraba pero no podía pensar muy positivamente después de ser inexperta en relaciones sentimentales, además de haber pasado por malas experiencias.
Su consternación iba más dirigida a la incredulidad de una relación armónica.
Ahora mismo, Garena estaba sentada en el muelle, esperando que Ralen regresara. Él se había ido sin decirle mucho.
Ya se estaba tardando.
Garena suspiró mientras meneaba las piernas de atrás hacia adelante. Sus pies descalzos casi tocaban el agua. Ella miró hacia abajo. Podía observarse el movimiento del agua, gracias a la tenue luz de las lámparas a unos metros.
<<¿Y si me aviento?>>, pensó Garena de manera divertida.
—Espero no piense en aventarse.
Garena se movió con sorpresa. Miró hacia su espalda y negó con la cabeza.
—¿Vas a decirme que además de ser muy perceptivo, también sabes leer la mente?
Ralen sonrió y se puso de cuclillas. Garena observó con mayor sorpresa lo que Ralen llevaba en las manos.
—¿Cuál prefiere, señorita? Espero que alguno de estos sabores le guste —comentó Ralen.
Garena deslizó su mirada de un helado a otro y tomando el de nueces.
—Si ibas a ir a comprar helado, me lo hubieras dicho y te acompañaba.
Ralen se sentó a su lado.
—No quería que se cansara, señorita. Supuse que sería algo difícil encontrar helado a esta hora, además de que no conozco el lugar. No deseaba que se cansara aún más por los zapatos.
La chica miró sus pies de nuevo. Vaya que sí eran molestas esas zapatillas. No dudó en quitárselas en cuanto se sentó en el muelle.
Eso fue lo de menos en ese momento. El detalle que tuvo Ralen la conmovió demasiado. Garena dio un bocado del helado y lo saboreó. Pensó en varios temas de conversación, pero no se le ocurría ninguno que tuviera que encajara con lo que recientemente había pasado.
—Ralen, quiero disculparme por mi actitud desde que...bueno, ya sabes...—Ralen le prestó mucha atención mientras intentaba hablar. Sintió escalofríos sobre su espalda. Eso no le ayudaba en nada porque ahora se daba cuenta de lo mucho que le gustaba—. Lo que quiero decir es que no sé cómo comportarme. Incluso ahora me resulta más extraño hablar contigo. Ya no disfruto molestarte.
Ralen iba a darle una mordida al helado hasta que comenzó a reír, manchando un poco la punta de su nariz.
—¿Disfrutaba molestarme?
—Sí, pero no siempre funcionaba. Terminabas haciéndome enojar con tu comportamiento tan formal o el de un posesivo lunático.
—¿Yo me comporté así? —preguntó con angustia y espanto.
Garena hizo una cara que no lo calmó.
—No hace falta que te lo diga, ¿o sí? —Garena le guiño el ojo, sin embargo, Ralen se sintió avergonzado.
—Lo lamento, señorita. A veces no soy consciente de cómo me comporto cuando se trata de trabajo —pasó los dedos detrás de su cuello.
—Deberías relajarte un poco en ese sentido. Comprendo que te importe hacer bien tu trabajo y que quieras desempeñar al pie de la letra tu papel como guardián pero no exageres demasiado. Es un consejo que te doy, al final de cuentas, eres tú quien elige qué hacer.
Ralen se sintió demasiado conmovido con el consejo de Garena. Ella por más que quiso, no pudo retenerle la mirada sin sentir que se coloraba. Volteó discretamente hacia el otro lado donde estaba la extensión del mar y permanecería así hasta recobrar su seguridad.
—Señorita, ¿podría sujetar mi helado unos segundos?
—Ajá —dijo sin mirarlo. Extendió el brazo hacia su costado hasta sujetar el cono de galleta.
Siguió fingiendo interés por el mar hasta que sintió un recubrimiento cálido encima de sus hombros. Enseguida miró a Ralen con estupor, él le había colocado su saco a Garena.
—Gracias. Tomaré su consejo, señorita —dijo dulcemente mientras volvía a sentarse. Su mirada seguía derritiendo a Garena pero pudo sostenerla en esta ocasión.
Garena humedeció ligeramente sus labios con la suavidad del helado. No le molestaba en absoluto la manera en la que Ralen siempre se refería a ella. Debía aceptar que era algo que le aceleraba el corazón, sin embargo, a esas alturas, le resultaba cada vez más raro.
—Ralen, ¿vas a seguir llamándome de esa manera?
El joven hasta se mostró angustiado y casi se le cae el helado al agua.
—¿Le molesta?
Garena se mordió los labios antes de suspirar lentamente. Podía apostar su alma en ese mismo momento a que Ralen no se le cruzaba por la cabeza la razón por la que le había preguntado.
—No me molesta, pero después de todo lo que ha pasado entre nosotros...
—¿Le gustaría que la llame por su nombre? —preguntó. Ella percibió ea pregunta como si fuera una insania.
—No sería la primera vez que lo harías. Ya me habías llamado Garena. ¿Se te olvidó? —Garena se lamentó haberle preguntado cuando vio que Ralen se avergonzó y antes de que comenzara a disculparse por esa situación, buscó otro tema del cual hablar para disminuir la incomodidad—. ¿No se enfadan contigo si estás aquí en la Tierra ahora que Caria ya no está?
Ralen comió helado de más de sólo recordar a su padre enfadado. Había perdido la noción del tiempo a lado de Garena. Se suponía que sólo sería una o quizás dos horas en las que hablaría con ella.
Tenía la imagen de su padre enfadado en la mente, junto con todos los reproches que le daría y los centenares de cuestionamientos sobre por qué abandonó la guardia.
Hasta había olvidado que Ariadna fue con él y que le perdió el rastro desde que desapareció del bosque.
Seguramente ella también estaría enfadada y estresada.
—Tendré que hablar con mi padre cuando regrese. Estoy seguro de que cuando la conozca, dejará de estar enfadado.
—¿Qué conozca a quién? —preguntó sin prestar demasiada atención.
—A usted, señorita.
Sin querer, Garena presionó los dientes contra el resto del helado, provocándole un dolor que le recorrió por la mandíbula. Se llevó la mano a un costado de la barbilla.
—¿Quieres...que conozca a tu padre? —preguntó con el mismo asombro.
—Y a mí madre y hermana también —repuso con tranquilidad—. Me haría muy feliz que los conozcas. Que ellos sepan de usted.
—Ah...
Garena se sintió intimidada. Imaginaba como eran los padres de Ralen. Seguramente debían de ser de un fuerte carácter pero de normas rígidas. De modales impresionantes.
Se vio transportada al pasado, exactamente al siglo XVIII.
Ralen notó la repentina preocupación en el rostro de Garena.
—No le agrada la idea, ¿verdad?
—Me sorprende y mucho —respondió casi enseguida y lo miró a los ojos—. Ralen, creo que es mejor confesarte lo que me sucede y dejar de guardármelo o me va a dar un paro cardiaco en cualquier momento.
<<Y Thanatos estaría encantado con hacerlo>>, pensó Garena.
—Por favor, dígame lo que usted quiera. La voy a escuchar con mucha atención.
—Gracias, aunque no es fácil. No estoy acostumbrada a contarle a alguien cómo me siento. A Caria le contaba algunas cosas pero aun así, me limitaba.
—Lo comprendo más de lo que cree y aunque no voy a presionarla, quiero que sepa que yo estoy muy interesado en usted y me importa todo lo que le pase. La he notado muy tensa últimamente y cada vez empeora más —Ralen puso una mano sobre la de Garena—. Puede confiar en mí si lo desea, no importa si usted quiere verme como un amigo o un completo desconocido, siempre voy a estar ahí para usted.
Garena estaba estática y de un momento a otro, sintió que iba a gritar por cómo le hizo sentir Ralen. Tomó aire y exhaló lentamente para calmarse un poco. De cierta manera, se sentía más confiada.
—Desde hace varios años, creí quien era. Estaba segura de saber lo que quería y por qué hacía las cosas. Nada me importaba, ni siquiera el saber si tenía más familiares que no fueran mi madre o mi abuela y creía saber quiénes eran ellas...pero ahora, toda esa seguridad la he perdido. No sé quién soy. Me di cuenta que no conozco lo suficiente ni a mi madre ni a mi abuela y sigo sin poder creer del todo que Hécate sea mi tatarabuela, ¡y que las tres sean brujas!...pero lo que más me tiene desubicada, eres tú —Ralen alzó las cejas, muestra de sorpresa e interés. No quiso interrumpir a Garena—. Sé lo que siento por ti pero no tengo idea de cómo manejarlo. No quiero volver a equivocarme ni a experimentar de nuevo un humillante momento.
Garena comenzaba a sentir un nudo en la garganta. Un nudo de rabia por el pasado. Ralen sintió exactamente lo mismo. Le habría gustado haber estado ahí para ella.
—Por favor, no se detenga. Desahóguese.
La chica lo miró de rojo y suspiró antes de volverlo a mirar fijamente.
—Eres tan atento conmigo, Ralen. Y yo no me he portado bien contigo —Garena rio un poco—. Lo que ha pasado entre nosotros ha sido tan inesperado y bochornoso...
Ralen también rio al recapitular rápidamente todo lo que les ha pasado.
—Sí, lo ha sido pero yo no me arrepiento de nada de lo que haya pasado con usted.
Garena lo observaba con mayor suavidad en su mirada.
—¿No te importa...que yo sea una bruja? Si algo tengo que decir en mi defensa, es que no lo tenía previsto. Sigo sin poder creerlo del todo —Alzó los hombros con resignación.
La hechicería y la magia le interesaron poco a poco y aunque haya practicado algunos hechizos por simple curiosidad, no significaba que quisiera serlo.
Y hablando de los demás, ¿quién quisiera estar al lado de una bruja?
—No debe pensar eso. No tiene nada de malo y no considero que sea relevante.
Garena resopló.
—¿Y tus padres? No sé qué tipo de percepción tengan hacia las brujas pero aun así, podrían disgustarse de sólo pensar que yo estoy corrompiendo tu responsabilidad. Estás conmigo y no en el trabajo, esa es mi razón de creer en lo que te digo.
A Ralen le provocó cierta gracia escuchar eso, más porque la mitad de la afirmación era correcta. O eso suponía.
"No vayas a enamorarte nunca de una humana. No se te ocurra hacerlo", recordó las palabras que su madre le repetía una y otra vez.
Y ni se diga de Radamanthys.
Su padre prefería mil veces que su única preocupación fuera el trabajo y no las mujeres.
¿Qué pensaría de que conoció a la mujer que quería mientras estaba trabajando?
Seguramente no tendría argumentos para refutar aquello.
—Estoy seguro que tu descendencia es lo que más va a alegrarlos. En cuanto a mí...le repito que no me molesta para nada. Ya sospechaba que tendría algunos poderes mágicos, ¿y sabe por qué?
—¿Por...qué? —preguntó con titubeo, sin saber qué esperarse.
Todo lo que tenía que ver con Ralen era sorpresivo.
Y así fue.
Ralen cortó con la distancia que los separaba. Tomó delicadamente una mano de Garena y la acercó a su rostro.
—Porque usted ha logrado hechizarme desde el comienzo —confesó y le besó los nudillos—. Siempre voy a estar contigo...Garena.
Escuchar su nombre de labios de Ralen, con esa ternura y romanticismo, la hizo actuar por medio de sus sentimientos.
—Ay Ralen...¿por qué tienes que ser un caballero tan cursi?
Ralen no supo cómo reaccionar con esa pregunta, y no tuvo qué replicar nada. Garena rodeó el cuello de Ralen con sus brazos y lo besó de improvisto. Sin preocuparse de lo que estaba a su alrededor, sin limitarse en sus sentimientos.
Por primera vez se estaban dejando llevar por sus deseos sin la intervención de nadie más.
Fue grandioso.
***
El Pireo, Grecia.
—¿Es el último? —preguntó Caria con súplica.
Hera asintió contenta pero acalorada. Movía el aire hacia su rostro con su abanico de oro y plumas de pavo real.
—Sí, fue el último —respondió aliviada.
Caria tenía la mitad del rostro cubierta con su mano. Desde hace más de veinte minuto que deseaba evaporarse por los últimos regalos recibidos. Curiosamente, esos últimos eran de parte de los hijos de Afrodita.
Nadie le creyó.
Hera se escurrió en la silla, moviendo su propio abanico con más rapidez.
—Esto debió parar desde que vimos la lencería —comentó con incomodidad.
—O las esposas —añadió Hera.
—O los juguetes...—dijo Iris con ambas manos a la altura del pecho y sin poder parpadear. No podía dejar de pensar en todo lo que vio.
Afrodita chasqueó la lengua y volcó los ojos.
—Objetos normales. No sé por qué se espantan —dijo con indiferencia.
Sin embargo, ellas no eran las que más padecían ante la situación. Thanatos estaba aún ahí sentado, con la espalda arqueada y las manos cubriendo su rostro. Había intentado mostrarse tranquilo después de ver la lencería que le regalaron a Caria, pero perdió. Estaba totalmente ruborizado.
<<Cuanto me alegro de que mi madre no haya venido aún>>, pensaba Thanatos mientras se levantaba de la silla. Evitaba ver a las diosas.
—Voy a...voy por agua —dijo el dios.
—Te entendemos. Fuiste muy valiente por permanecer hasta el final —dijo Hestia, dándole unas palmadas en el brazo—. Creo que yo también necesito agua.
—Todas queremos agua, ¿podrías buscar a Poseidón? Desde hace rato que no lo veo —comentó Hera guardando su abanico. Justo en ese momento, Poseidón iba caminando por ahí. Sintió varias miradas insistentes sobre él y supo que debía irse de allí. Dio media vuelta y aceleró el paso—. ¡Oye! ¿A dónde vas?
Poseidón quería estar lo más lejos posible de Hera. Verla hacía que le volvía a doler la nariz. Estuvo por correr pero Hera lo agarró del brazo.
—Hera, suéltame. ¿Qué más quieres de mí? Te ganaste la lealtad de mis súbditos, te adueñaste de mi mansión y me rompiste la nariz.
Hera ignoró sus palabras.
—No te molestaría si no te escondieras tanto. Tienes a tus invitados descuidados. ¿A dónde fuiste? ¿A quemar otra cocina?
Poseidón transformó su rostro de agobio por uno escéptico.
—¡¿Mis invitados?! —preguntó en voz fuerte, señalándose a sí mismo.
Thanatos observaba a Poseidón y a Hera. Consideró que intervenir en su discusión era mejor que permanecer cerca de Afrodita. Volteó a ver a Caria y quiso tomarla de la mano y llevársela de ahí, lejos de los demás. Era la única que le interesaba de la reunión y era con quien menos tiempo había permanecido durante la tarde y principios de la noche. Como era de esperarse, sus intentos fueron frustrados.
—¿Qué haces aquí aún? —Zeus llamó su atención. Ni siquiera lo vio acercarse—. Has sido muy valiente por permanecer tanto tiempo cerca de ellas sin desmayarte. Si te contara lo que ocurrió con el compromiso de Hebe u Heracles, no me creerías. No tuvieron respeto ni porque se iba a casar mi pequeña.
—No sé qué decir —dijo Thanatos recuperando la compostura.
—No digas nada. Ven con nosotros, no sufrirás vergüenzas.
Thanatos seguía mirando a Caria mientras ella hablaba con Iris y Hestia.
—Gracias, pero quisiera estar con Caria.
Zeus sonrió y comenzó a reírse. Le dio una palmada en la espalda a Thanatos.
—No te preocupes por ella. Estará bien. Después de que se casen mañana, podrás estar con ella todo lo que quieras. Dejémosla que hable cosas de mujeres....además, no falta mucho para que Dionisio llegue con la mercancía.
Thanatos no tuvo mucha opción ya que Zeus comenzó a empujarlo hacia donde estaban los dioses contando anécdotas y riendo cuando se podía.
A los cinco minutos después, Hestia estaba apilando los regalos de Caria y Thanatos en los brazos de Iris. La chica no podía ver hacia enfrente.
—¿Estás segura de que no quieres ayuda? —preguntó Caria al ver como Iris se tambaleaba un poco para mantener el equilibrio de los obsequios.
—Estoy bien. Si supieras que he cargado con más paquetes que estos —comentó Iris positivamente—, pero tengo una duda...ya no sé cuál es regalo de cada quién —comentó temerosidad.
—Qué más da. Ponlos en el mismo sitio. Ellos sabrán cuál es de cada quien —dijo Hestia con cierto desagrado. Miró a Afrodita quien se portó indiferente y observaba uno de sus rizos dorados para ignorar a las diosas—. ¿Sabes qué? Te acompaño. Necesito un poco de aire. Enseguida volvemos.
Caria asintió y pronto buscó a Thanatos con la mirada. Vio que él estaba junto a Zeus y los otros dioses. Thanatos volteó también y sus miradas se cruzaron. Se sonrieron con complicidad antes de que Zeus le hablara a Thanatos y lo distrajera. Ella suspiró largamente y se giró de nuevo hacia enfrente. Se dio cuenta que Afrodita se había levantado y se había ido de allí.
Consideró que era lo mejor.
Aparentemente, parecía que se encontraba sola. Pero no fue así. Su atención se fijó en Eros quien la apuntaba con esa cámara de video.
—Eros, por favor, dime que dejaste de grabar después del primer obsequio de Afrodita —su voz era igualmente suplicante.
Eros bajó sólo un poco la cámara de vídeo.
—¿Por quién me tomas, Caria? —preguntó un tanto divertido, lo que hizo desconfiar a Caria—, jamás haría algo que te incomodara.
Sospechosamente, esas palabras carecían de credibilidad.
—No me mientas, que Thanatos y yo nos hemos avergonzado lo suficiente con los obsequios de Afrodita como para ahora saber que eso quedó registrado.
Eros intentó que Caria dejara de sentirse así. Él estaba bien calmado.
—No te sientas mal, eso no es verdad... Thanatos se veía muy contento con los obsequios, tanto que se puso colorado y tuvo que irse de la emoción —bromeó.
Caria cerró los ojos y tomó bocanadas de aire con lentitud. Menos mal no había confiado en la palabra de Eros.
¿Ahora cómo iba a hacer para deshacerse de lo que Eros grabó?
No tenía la cabeza despejada como para pensar en eso. Lo que sí sabía era que deseaba que ese día terminara ya. No había disfrutado de nada. No parecía ninguna celebración de compromiso.
—No tengo fuerzas para discutir. Sólo espero que no le muestres a nadie ese vídeo —dijo y se levantó de la silla.
—Caria...lo siento, no quise hacerte sentir mal —dijo Eros realmente arrepentido por tener la boca tan floja.
Caria no se detuvo ni tampoco le respondió. Eros la observaba alejarse cabizbaja y llegó a sentirse mal por sólo ayudarle a empeorar su estado de ánimo. O eso pensaba. Su mente comenzó a jugarle sucio y el pánico se derramó por todo su cuerpo.
—No por favor...que no vaya a ser que se esté arrepintiendo de casarse —puso una mano en su pecho, haciendo gestos de dolor.
¿Cómo se les ocurría jugar con sus nervios de esa manera? ¿Acaso no podía ser feliz nunca?
—A propósito, tengo algo que decirte.
Eros casi grita por concretarse tanto en sus pensamientos y que de repente le hablaran en suspenso. El joven dios se giró con cara de terror hacia donde su madre le hablaba.
Afrodita había regresado a la mesa, donde volvió a tomar asiento con elegancia. Sus finos ojos azules observaban a su hijo. Eros conocía lo suficiente a su madre como para suponer que quería darle una noticia que le haría más mal que bien.
—No me des malas noticias, por favor —suplicaba—. Y de cualquier manera, me lo hubieras dicho en el Olimpo, cuando mi corazón podía resistir una noticia así.
Afrodita alzó la mirada con hastío.
—Aun no sabes qué voy a decirte y ya estás exagerando.
Eros se sintió un poco más aliviado.
—Entonces, ¿no son malas noticias?
—Depende de cómo lo consideres ahora. No me has permitido contarte nada desde hace mucho tiempo —comenzó a mover su muñeca de manera circular—. Le encomendé una nueva tarea.
La frente de Eros no tardó en mostrarse con pliegues.
—¿A quién?
La diosa soltó un suspiró de impaciencia.
—¿Quién crees tú?
A los pocos segundos, el corazón de Eros se detuvo. Se le había olvidado todo. Todas las tensiones obtenidas en los últimos días, se esfumaron de repente.
Ya comprendía a quién se refería su madre, sin embargo, no se mostraba completamente contento. Estaba envuelto entre dos sentimientos distintos. Se alegraba completamente por volver a escuchar de ella y de lo lejos que había llegado, pero también se sentía triste.
No podía olvidar lo que hizo.
—¿Ella está bien? —preguntó preocupado.
—Sí. Por lo menos hasta ahora —Afrodita hizo una pausa mientras analizaba y sentía las emociones de Eros—. ¿Sigues aferrándote a la idea de ignorarla?
Eros bajó la mirada.
—Suenas como si ella te preocupara —refutó.
Afrodita pasó por alto el comentario.
—Tú no estás bien, aunque lo niegues. Podrás engañar a los demás, pero a mí no. Has ignorado por mucho tiempo esta situación y por eso te has obsesionado con tu trabajo. Quieres ver parejas felices para olvidarte de la tuya.
El dolor que tanto quiso ocultar Eros en el fondo de su corazón, ahora se reflejaba en su rostro y no había manera de esconderlo. Tenía muy calvada en la mente el hermoso rostro de la mujer de la que se había enamorado locamente. Sus ojos azules, su cabello rubio...
Afrodita no podía tener más razón, Eros había intentado de mil maneras olvidarse de Psique. Su recuerdo le seguía doliendo.
Mientras Eros hablaba con su madre de un tema que no le complacía del todo, Caria se había retirado de aquella reunión. Podía verlos aún, pero a esa distancia no la molestarían y podría disfrutar de una vista increíble a pesar de la noche. Su tío Poseidón vivía en un lugar tan hermoso muy cerca del mar. El sonido de las olas golpeando suavemente las grandes rocas, era placentero. Se sentó sobre un borde de mármol y dejó caer los brazos hacia sus rodillas. Al poco tiempo, su mente se saturó de recuerdos y se perdió en ellos. Fue sorprendente la manera en cómo los mejores recuerdos fueron sustituidos por aquellos miedos que le rasgaban el pecho. La ira de su padre, a humillación que le hizo Melínoe...eran esos dos asuntos los que más le distorsionaban la mente. Tan desaliento, le hizo pensar inconscientemente en algo inusual.
<<¿Y si me deshago de todos los que me han hecho daño?>>
En cuanto terminó ese pensamiento, Caria se movió descontrolada. Perturbada. Perdió un poco el equilibrio, pero sin ponerse en peligro. Lo que sí era verdad, es que su pecho estaba agitado.
—De todos los dioses presentes, es contigo con quien más he querido estar y con quien menos he hablado el día de hoy.
Caria aferró los dedos en el mármol y miró hacia atrás. Thanatos estaba de pie a sólo un metro de distancia. Aunque le dedicó una sonrisa, no fue lo suficientemente creíble.
—Creí que seguías con mi abuelo y los demás.
—Logré escapar en cuanto Dionisio llegó —sonrió haciendo su cabeza de lado—. Ha sido un día complicado y poco agradable, ¿cierto?
Thanatos se puso detrás de ella y recargó su barbilla sobre el hombro de Caria.
—Estoy de acuerdo contigo. ¿Así son las celebraciones de compromiso? —preguntó con un apagado sentido del humor.
Thanatos suspiró con seriedad, besándole el hombro antes de poder responderle.
—No deberían ser así —Con dos de sus dedos, movió el rostro de Caria para que pudiera verlo mientras él se inclinaba más a ella—. Tú deberías estar feliz y que no sea así, me hace sentirme culpable por no haber detenido a Hera o haberte llevado de aquí.
Caria humedeció su labio superior y levantó su brazo para acariciar la mejilla de Thanatos.
—Yo debí haberle tomado la palabra a Hera cuando estábamos en el Olimpo acerca de casarnos en ese momento —Thanatos negó lentamente con una sonrisa en su rostro—. ¿No?
La mala interpretación de Caria, le provocó ternura.
—Mi negación no fue por eso, amor. Casarme contigo es lo que más quiero, pero quiero que sea especial para ti y no apresurado. Quiero que sonrías en todo momento, que no exista ni una sola razón para acabar con tu felicidad —recorrió con su mano el brazo de Caria hasta entrelazar sus dedos con los suyos—. Sé que deseas que tus padres y hasta tu hermana sean parte de esta felicidad, que estén en la boda.
—Sí...eso quisiera, pero si me quedo a esperar a que eso suceda, nunca nos casaríamos. En cuanto a Melínoe...la prefiero lejos de mí.
Thanatos notó enseguida que el semblante de Caria se transformaba. Era indescriptible y desconocido.
—Nunca te había escuchado hablar así. ¿Ocurrió algo que no sepa?
Caria lo observó fijamente. Recordó aquella ilusión de Melínoe donde lo vio besando a otra mujer. Le pareció escuchar que volvía a reírse de ella. La sangre le hirvió de nuevo.
—No. Sólo que ya he abierto los ojos. Melínoe nunca fue quien yo creía...y nunca lo será. Prefiero estar lejos de ella y evitar que quiera lastimarnos —Aunque seguía teniendo dudas al respecto, no quiso presionarla—. ¿Y qué hay de Hypnos? ¿No lo has visto? —cuestionó, cambiando de conversación.
Thanatos torció los labios.
—Hace unas horas lo vi.
Caria alzó las cejas.
—¿Fue a él a quien fuiste a ver?
—No, pero lo pretendía pero lo vi —Thanatos seguía molesto con su hermano por juzgarlo y pedirle que recapacitara ante la inmensidad de sus sentimientos como si fuera fácil—. A propósito...esta noche voy a presentarte a alguien.
—¿A alguien? ¿A quién? —preguntó curiosa.
Iba a ser más sencillo si Thanatos prevenía a Caria sobre la aparición de su madre y de lo que podía suceder en caso de que Hades decidiera aparecerse y negarse a la boda. No obstante, sus palabras se esfumaron. Sintió que esa ansiada espera había llegado a su fin.
—Ya vas a saberlo.
Mientras tanto.
—¡Dionisio! ¿Dónde está el vino que te pedí? —preguntaba Zeus, sentado desde el trono dorado que hizo aparecer recientemente.
Dionisio estaba sirviendo vino en la copa de los dioses con demasiada presura. Volteó a ver a Zeus con reclamo.
—Sírveme más. Necesito olvidarme de todo el trabajo que me acumulan sin ser mi obligación —decía Apolo de mala gana.
Dionisio le prestó más importancia a Apolo que a Zeus, algo que le ofendió muchísimo.
—Ja, ¿ahora me ignora? Él no estaría repartiendo vino de no ser por mi fiesta —decía Zeus con la cabeza dándole vueltas—. Ahora no puede servirme vino el ingrato.
Hera permanecía de brazos cruzados, molesta con su esposo. Esa actitud le resultaba de lo más irritante, aparte de que estaba molesta con la reciente discusión que tuvo con Poseidón.
—Zeus...tu copa está llena. Hace menos de cinco minutos que te sirvió y no te has dado cuenta. Además, ¿quién te crees que eres? ¿Cómo que es tu fiesta? —exigió saber con hastío.
Zeus la miró con inocencia y se rascó la cabeza.
—Pues sí...hoy me caso —esbozó una gran sonrisa.
Hera apretó los dientes y asentía con rabia.
—¿De verdad? ¿Y con quién te vas a casar? —cuestionó, apretando las manos. Ya se veía sacando su espada dependiendo de lo que le contestara.
—Con una mujer muy hermosa...apenas la dibujé.
Apolo escuchó la conversación que tenía Zeus con Hera mientras le daba un sorbo al vino. Zeus estaba "soltando la lengua" y si continuaba, no regresaría ileso al Olimpo.
—Podrías dejar que papá tenga problemas. Estoy segura que es lo que quieres —comentaba Artemisa a su hermano. Ella se había acercado a él para beber un poco de vino.
Apolo la miró de lado.
—Eso quiero, pero sería capaz de culparme de todo con Hera y eso sólo me traería problemas a mí no sólo con ella, sino con Ares —dio un sorbo grande al vino.
Artemisa sonreía con burlonería.
—¿Tienes miedo?
La mirada de Apolo la acribilló.
—Para nada —respondió defendiendo su orgullo—, pero tengo cosas más importantes qué hacer como para tener a Ares y a Hera tras de mí por culpa de Zeus.
Apolo le dio su copa a Artemisa y se acercó a Zeus. Tenía qué defenderlo aunque no quisiera. Menos mal, había llegado en el momento justo.
—Era hermosa...su cabello ondeante y su brillante piel. Una hermosa mujer con mirada de amor hacia mí —Zeus hablaba bien inspirado, recordando el dibujo.
Hera comenzaba a dudar que ese dibujo fuera sobre ella. ¿Cómo creerle?
—Qué romántico. ¿Y cómo se llama la mujer?
Zeus iba a responder hasta que Apolo decidió intervenir.
—¿Decidió ponerse romántico? —preguntó forzado.
—Sí, y me pregunto sobre quién está hablando.
—Sobre ti —miraba a la diosa y luego observó a Zeus, quien no dejaba de sonreír—. ¿Seguirás bebiendo? Si continúas así, tendrás una fuerte resaca y yo no tengo ánimos de ayudarte cuando eso pase.
Zeus dejó de sonreír y observó muy molesto a Apolo.
—¿Tú también vas a tratarme cómo quieres? ¿Pero qué se han creído? —La voz de Zeus comenzó a escucharme cada vez más fuerte hasta llamar la atención de todos los dioses—. Muy bien. Sólo por esta vez pasaré por alto el atrevimiento...pero escúchenme bien todos —Se puso de pie—. Piensen muy bien las cosas cuando se les ocurra faltarme al respeto de nuevo.
Todos los dioses volcaron la mirada. Hera rechinó sus dientes y tomó a Zeus de la túnica.
—Ya siéntate —Le dijo mientras lo sentaba de nuevo a su trono con un movimiento brusco.
—Querida...tengo hambre. ¿Qué ha pasado con el banquete? —cambio drásticamente su humor pero no su confusión por los efectos del vino.
—Zeus...este no es el banquete que iba a hacerse y no hay bocadillos porque Poseidón se niega a cooperar —explico brevemente la diosa, dirigiéndole una mirada dolosa a Poseidón.
—¡¿Qué?! Ya verá...le escribiré una carta a Poseidón para que entre en razón. ¿Dónde está Hermes? —decía mientras hacía aparecer un pergamino y tinta.
Hera estaba a punto de perder la poca paciencia que tenía.
—Hermes no está y no hay necesidad de escribir una carta a Poseidón...¡porque lo tienes enfrente! —Zeus pestañeó de par en par y volteó a ver a Poseidón. Él ya estaba a su lado con el semblante más áspero que pudo tener en más de un mes—. Oh, qué velocidad. Qué bueno que apareces, Hera me está diciendo que no hay bocadillos. ¿Por qué?
Poseidón suspiró hondo, terriblemente irritado.
<<¿Por qué no aparece Nyx?>>, pensó el dios del mar.
—Porque no quiero y porque mi cocina es inservible por ahora. Es mi casa y han hecho lo que quieren con ella, con mis guardines y hasta conmigo, ¿por qué no también se encargaron de la comida?
Zeus abrió la boca sorprendida y molesta por la contestación de su hermano. Lo apunto con un dedo.
—Estás llegando muy lejos, hermano. Creo que no me recuerdas enojado.
Poseidón alzó los hombros.
—Es difícil acordarse cuando sólo te dedicas a encargarle tus problemas a los demás. Por otro lado, no te tengo miedo. Si le tuviera miedo a alguien, se lo tendría a Hades por lo cabreado que debe estar y gracias a ti, querrá venir por mi cabeza primero.
—Que haga lo que quiera, es más, que venga ahora mismo y lo pondré en su lugar —dijo con mucha seguridad—. No le tengo miedo a nadie.
—Sí, claro —Poseidón ironizó—. Ya quiero ver eso.
—¡Ya basta! ¡Yo soy dios de dioses! Soy el más poderoso y todos deberían respetarme porque gracias a mí, es que todos están festejando ahora mismo —deslizó su mirada a cada uno de los dioses—. Si creen que lo que digo no es cierto, entonces enfréntenme y lo averiguaremos. ¡Yo no le tengo miedo a nadie!
Hera estaba tranquila porque sabía bien que en cinco minutos, volvería a contar sus anécdotas como si nada hubiera pasado.
Sin embargo, los demás dioses estaban pensando seriamente en lo que Zeus había propuesto pero no le tomaron la palabra porque comenzaron a prestar atención a una presencia que había aparecido. Cuando se dieron cuenta quién era, siguieron guardando silencio y levemente inclinaron la cabeza a modo de respeto.
Zeus sonrió de oreja a oreja.
—Así está mucho mejor. ¿Quieren escuchar la anécdota de cómo derroté a Cronos? —preguntó emocionado, ignorando por completo que había llegado alguien más.
—A mí me encantaría escucharla.
Zeus sonriente, se giró levemente a su espalda para agradecerle a quien le había respondido. Tan rápido como había vuelto a mirar enfrente, se levantó de un brinco del trono y miró a la mujer con espanto.
Hasta los efectos del vino se habían esfumado.
Nyx estaba frente a él, sonriendo muy tenuemente, disfrutando del miedo que Zeus tenía.
Poseidón sonrió complacido la escena y de no ser porque podría haberlo arruinado, habría explotado a carcajadas. Buscó rápidamente con la mirada a Eros y lo llamó con insistencia. Eros estaba cabizbajo pero se acercó rápidamente y comenzó a grabar donde el dios le indicaba.
Thanatos y Caria recién regresaban con los demás. Thanatos veía cómo Zeus estaba estático mientras que su madre parecía disfrutarlo. Caria por su parte, mostraba asombro hacia la mujer. Era hermosa y poseía algo distinto en ella, proyectaba poder en todo su esplendor; en su mirada, en su postura y en su actitud. Era una mujer no había visto antes.
—Eh...yo...ah...—Zeus no reaccionaba como quería. Ver a Nyx tan cerca de él, le hizo acordarse de cuando estuvo a punto de castrarlo hace algunos años. Podría no parecerlo, pero esa mujer era de temer.
—Detesto los balbuceos. Si tienes algo que decir, hazlo —dijo Nyx con voz recia.
Zeus sentía que se le nublaba la mente.
—¿Cuánto apuestas a que se va a desmayar en cualquier momento? —susurró Dionisio a Apolo, quien estaba cerca.
—No va a desmayarse, sino que intentará ser agradable con ella, pero no dejará de temblar como gelatina —dijo Apolo muy seguro.
Dionisio entrecerró los ojos.
—Podrás ser dios de las profecías pero, ¿no podrías haber bromeado un poco? —Le reclamó.
Zeus escuchaba balbuceos detrás de él y ni así pudo defenderse. Temía que Nyx aprovechara una distracción para atacarlo. Mucho menos le convenía hacerla enfadar.
—Nyx...qué sorpresa verla por aquí...—comentó Zeus sin pensar bien en sus palabras.
Nyx resopló con fastidio.
—Mi hijo se va a casar, ¿por qué no estaría aquí? —respondió.
—Ah, sí, lo olvidé...—No tenía control sobre lo que decía—. ¡Pero qué descuido de mi parte! —Zeus intentaba simpatizar con la diosa mostrando una actitud distinta. Limpió el trono con su brazo—. Por favor, siéntese, teníamos resguardado este asiento...para usted.
Nyx desvió la mirada y se acercó para sentarse en el trono con un porte impresionante. Comenzó a analizar su entorno, buscando que no estuviera nada inusual ni a nadie que provocara problemas.
Zeus retrocedió unos cuántos pasos. Hera frunció el ceño al verlo tan cohibido.
—Bienvenida, señora Nyx. ¿Desea beber algo? —preguntó la diosa.
Nyx puso sus dedos debajo de su barbulla con delicadeza.
—No, estoy bien —guardó silencio y volvió a examinar todo el lugar.
—¿Está segura? En esta casa deben tener agua, leche, café, chocolate caliente...—comenzaba a enumerar Zeus en un intento fallido para calmar tensiones con la diosa. En su lugar, le dedicó una mirada tan gélida y cruel que Zeus creyó que le estaba arrancando el corazón.
Ya se iba a ir de espaldas de no ser porque Iris y Hera lo evitaron.
Nyx resopló y deslizó su mirada al lado esperado. Vio que Thanatos se acercaba junto a Caria.
—Comenzaba a creer que te habías escondido —dijo Nyx con un toque de emoción.
Thanatos hizo una reverencia sin soltar la mano de Caria.
—Estaba con la mujer que me hace feliz —respondió y haló a Caria hacia enfrente—. Te presento a Caria —miró a Caria directamente a los ojos—. Caria, te presento a Nyx, mi madre.
La mirada de Nyx se detuvo en la diosa. Caria se reverenció y levantó la mirada lentamente.
<<Así que ella es la madre de Thanatos>>, pensó Caria con asombro. Era la primera vez que la veía. Thanatos ni siquiera la mencionaba, lo cual no se explicaba con certeza.
Ahora que estaba cerca Nyx, podía apreciarla mejor. Su cabello oscuro no era negro completamente como parecía, era como si fuera parte del mismo manto estrellado del cielo. Delimitar el color de sus ojos resultaba ambiguo por la falta luz, pero eso no restaba curiosidad. Otro rasgo distintivo de la mujer eran sus marcas en el rostro, exactamente en la frente y debajo de los párpados.
—Al fin tengo el placer de conocer a la hija de Hades y Perséfone, la mujer que ha enamorado a mi hijo.
Caria se ruborizó un poco y sonrió débilmente. Thanatos no pudo evitarlo más y se inclinó hacia Nyx.
—Por favor, no quieras intimidar a nadie—Le susurró.
—Supongo que te refieres a Zeus. Yo no tengo que ver con el miedo que me tiene —minimizó el asunto pasado. Thanatos seguía sin confiar en su madre. Sólo le quedaba esperar que nadie la ofendiera. Nyx miró nuevamente a Caria—. Thanatos, quisiera conversar un poco con Macaria. A solas.
Los nervios de Caria volvieron a activarse. Miró a Thanatos con complicidad, esperando alguna señal de su parte. Cuando él le sonrió tiernamente, supo que no había nada de qué preocuparse. Y esperaba que fuera así.
Zeus actuó enseguida e hizo aparecer un asiento cómodo a lado de Nyx. Caria se sentó ahí, sintiendo curiosidad de que Zeus fuera tan complaciente. Adoptó una pose que proyectara seguridad aunque no la sintiera, aún menos cuando todas las miradas estaban puestas en ellas. Vio por el rabillo del ojo que Nyx levantaba ligeramente la mano con los dedos extendidos.
—Continúen. ¿O es que así ha estado de seria la celebración?
—¿Desea música? No se preocupe, haré que se sienta cómoda —Se ofreció Zeus sin esperar una autorización. Lo que quería era un poco de respiro. Caminó hacia la mansión y tomó el hombro a Poseidón quien comenzaba a reír mientras se alejaban.
A Zeus no le importó ya que sólo quería alejarse.
Mientras ellos se alejaban, Caria notó que los demás dioses continuaron hablando entre sí de manera casual, tratando de ignorar la presencia de Nyx. Caria observó eso y llegó a suponer cómo sería el nivel de poder de Nyx para que todos los dioses mostraran respeto, con decir que su comportamiento cambió.
—¿Cómo te sientes, Macaria?
Caria se giró rápidamente hacia Nyx en cuanto le habló. Ella no la estaba mirando pero era muy claro que estaba prestándole más atención de la que aparentaba.
—Bien. Estoy bien —mintió.
Nyx esbozó una sonrisa apenas visible.
—Bien...observaba a los demás y dime, ¿por qué cambiaron de actitud? Porque sé que antes de que yo llegara, no actuaban de esta manera —El cambio repentino de pregunta la hizo fruncir el ceño, sin embargo, hizo lo que le pidió.
Nyx tenía totalmente la razón.
—Debe ser porque le tienen respeto —respondió, creyendo que su afirmación era correcta.
—¿Crees que sea respeto lo que me tienen? Obsérvalos bien.
Caria hizo de nuevo lo que le pidió y notó un comportamiento recatado a diferencia de cómo se estaban comportando antes de que Nyx llegara. No obstante, se daba cuenta que en breves segundos, algunos dioses las miraban como si estuvieran alerta.
Ahí comprendió aún más que los dioses estaban evitando tener problemas, quizás por temor. Eso explicaría el comportamiento que Zeus adquirió hace unos momentos.
¿Tanto así era el poder que Nyx tenía?
—Tienen precaución —respondió Caria. Nyx pareció más satisfecha con esa respuesta.
—Sé por qué lo hacen y aunque es correcto, llega a ser irritante. Pone en duda su verdadera personalidad —Nyx por fin volvió a mirarla fijamente—. Puedes hablarme con sinceridad, no cometas las mismas acciones que ellos. Sé que no estás bien.
Caria se vio descubierta tras unas palabras serenas.
¿La había puesto a prueba con una pregunta tan básica?
—Lo siento. El día de hoy es lo que más he respondido para ocultar lo que verdaderamente siento. Me gustaría que mi relación con Thanatos fuera aceptada por todos.
—Y a todos, te refieres a tu padre, ¿cierto?
—Sí. Es debido a su oposición que nosotros nos estamos...escondiendo.
Nyx puso un semblante más recio que duró apenas unos segundos. Caria dudó en qué era lo que le había molestado.
—Es evidente. Quieres centrarte en tus sentimientos nobles y quieres que los demás actúen de la misma manera que tú lo haces. Desgraciadamente, eso es imposible.
—Sí, lo es —agachó la cabeza—. ¿Usted también se opondrá a mi unión con Thanatos? —Se atrevió a preguntar con cierta vergüenza.
—Claro que no —La respuesta fue inmediata, algo que Caria no esperó—. Thanatos ha encontrado la felicidad después de mucho tiempo, ¿por qué tendría que estar en contra de eso?
Caria sintió un profundo consuelo. Saber que Nyx no iba a oponerse a su relación de la misma manera en que Hades lo hacía.
—Ojalá mi padre pensara de la misma manera —añadió con nostalgia—. Juzga a Thanatos como si nunca lo hubiera conocido.
Nyx hizo un ademán con la mano.
—Lamentablemente, Hades no es el único que juzga a Thanatos y eso se debe a la personificación que representa, sumado a la actitud que lo caracterizaba en el pasado. Eso le restó puntos y él lo sabe.
—Thanatos me contó lo que hizo, pero sigo pensando que no es para juzgarlo de esa manera tan egoísta. Muchos han hecho cosas peores y los demás ignoran sus acciones, pasándolas como insignificantes. ¿Por qué con Thanatos tiene que ser distinto?
Nyx se sintió conmovida con la expresión de Caria. Nadie había defendido a Thanatos con el mismo criterio. Valoró sus palabras.
—Todos se condenan con sus actos y poco a poco, el destino se los hará ver. Hades se atreve a cometer tal desplante como si hubiera olvidado el pasado.
—¿Usted conoce a mis padres? —preguntó intrigada.
—Con Perséfone nunca he hablado y no nos conocemos formalmente. Con Hades conversé en pocas ocasiones en el pasado, pero sé lo suficiente como para encararlo si se lo propone —dijo firme, sin ningún titubeo—. Es lo que le hace falta para que aprenda a escuchar.
—Pero no entiende. Thanatos habló con él al igual que yo y sigue pensando igual. Es mi papá y lo quiero, pero amo a Thanatos y quiero ser feliz con él.
—Sé que Thanatos sólo habló con él porque no quiere enfrentarse a él por el respeto que aún le tiene. Es lo mismo que tú haces, el problema aquí es que estás en conflicto contigo misma. No quieres lastimar a nadie.
Caria encontró cierta gracia en la última frase, aunque no lo demostró abiertamente.
—No quiero y no puedo. No sé cuáles son mis poderes realmente y mucho menos sé cómo manejarlos. No podría lastimar a alguien aunque quisiera.
La mirada de Nyx seguía fija y después de un buen rato de conversación, guardó silencio.
—¿Estás segura? —Caria ya no supo que responder. Fue extraño que no pudiera hacerlo después de estar tan segura de su falta de capacidad. Nyx apartó la mirada de ella y se acomodó mejor en el trono—. Eres la mujer correcta para Thanatos, no podría esperar estar más feliz por ustedes.
—Me reconforta de verdad. No esperaba conocerla ni mucho menos que reaccionara así —confesó dejando de lado si intriga.
Nyx tenía el control de la conversación como si supiera de antemano todo lo que estaba pasando, incluido el saber cómo era ella por medio de palabras misteriosas.
—Por lo que veo, Thanatos no habla mucho de mí.
<<Yo y mi boca>>, pensó Caria acelerada. Sintió que Nyx podía ofenderse con Thanatos por evitar hablar de ella, pero no podía mentirle. Se daría cuenta tan rápido como lo hizo con su estado de ánimo.
—No, lo siento.
Nyx negó ligeramente con la cabeza pero en ningún momento mostró molestia. Más bien, parecía acostumbrada.
—Me habría sorprendido que lo hiciera —suspiró—. Ahora que estoy conversando contigo, te contaré que yo soy muy condescendiente con cada uno de mis hijos, siempre y cuando sea correcto.
Nyx alzó la mano y realizó un movimiento con el dedo para llamar a Thanatos. El dios estaba tan al pendiente de lo que sucedía, que rápidamente obedeció al llamado.
—¿Necesitas algo? —pregunto a Nyx pero observando a Caria, sintiéndose mejor de verla tranquila. Nyx no respondió pero se levantó del trono y comenzó a alejarse. Thanatos la siguió con angustia—. ¿Qué pasa?
Nyx se detuvo y lo miró sin ninguna expresión en el rostro.
—Hades no tardará en llegar aquí —confesó.
Thanatos se alarmó pero mantuvo la compostura.
—Se enteró por el descuido de los demás, ¿cierto? —pasó su mano sobre el costado de su cabeza.
—Eso es lo de menos. A Hades lo mantendré controlado —Thanatos le dedicó una mirada de queja—. Ya te dije que no haré nada si él no me provoca. Y tú muéstrate como si su presencia no fuera relevante.
—No puedo hacer eso. Hades es...
—Haz lo que te digo. Hades escuchará todo lo que digas aunque no quiera. Si quieres evitar enfrentarte a él, hazle saber que está equivocado con demostraciones. Confío en que sabrás cómo hacerlo —La diosa suspiró y alzó una ceja—. En cuanto a otra situación, ¿te has dado cuenta de lo vulnerable que es Macaria?
Thanatos asintió despacio, pero conociendo a su madre, sabía que iba a contradecir su respuesta.
—Le ha afectado mucho que Hades se oponga a lo nuestro y que hayamos escapado por eso.
—Más que estar triste, está estresada. Tiene mucha presión dentro de ella y en lugar de que disminuya, empeora —Dio un paso más hacia Thanatos—. ¿Qué sucede cuando existe mucha presión y no tiene por dónde escapar?
Thanatos se preocupó por la comparación. Conocía a Caria y sabía que estaba pasando por sus peores momentos, llenos de dolencias e incontables lágrimas en secreto. Estaba seguro que le ocultaba mucho de lo que realmente sentía, pero Nyx era más concreta en lo que percibía.
Nunca fallaba.
—Explota...—respondió con confinada desesperación.
Nyx asintió.
—Si quieres evitar eso, toma en cuenta lo que te he dicho. Ni tú, ni ella, ni nadie, se imaginan lo que puede suceder. Recuerda lo que pasó con su madre —Le dijo y se giró para regresar con Caria.
Thanatos respiró profundo continuamente, Por supuesto que no quería que eso sucediera. No quería ver a Caria en esa situación.
¿Qué tan posible era que se repitiera esa parte de la historia también?
Sacudió la cabeza para alejar aquel pensamiento. No podía ser posible. Él conocía bien a Caria y sabía que no era así. Algo que sí podría atribuirle a su madre, era el hecho de que Caria estaba muy tensa y que se estaba guardando muchas cosas. Quería hacer algo por ella para relajarla. Fue así como revivió uno de sus recuerdos más preciados y que deseaba experimentar de nuevo.
Thanatos fue hacia Caria, tras la mirada de Nyx. Caria lo observó con imprevisto. Él le sonrió como tanto amaba, luego vio cómo él le extendía su mano.
—Caria, mi amor. ¿Quieres bailar conmigo? —preguntó dulcemente.
Caria pareció haber viajado en el tiempo, cuando vistió aquel ostentoso pero hermoso vestido y máscara cubriéndole su rostro casi en su totalidad. El corazón le latió más fuerte y sintió cosquillas en el estómago. Miró a Nyx de reojo y a uno que otro dios curioso por verlos.
—Pero Than, no hay música —dijo riendo muy bajo.
—En mi mente, suena la melodía que bailamos aquella ocasión y sé que en la tuya también —Su mirada y sonrisa la convencieron, además del mismo recuerdo.
Caria se olvidó de los demás y tomó la mano de Thanatos. Ambos se miraron fijamente mientras comenzaban a bailar.
Nyx sonreía al verlos. Por fin podía ver a su hijo de cerca mostrando el amor que sentía Caria y viceversa. Estaba muy contenta por ellos.
***
Elíseos.
Melínoe guardó una nota dentro del libro que Hypnos le regaló hace tiempo. Lo presionó con sus dedos como si le doliera tener qué hacer eso. Levantó el libro y lo puso sobre su frente al mismo tiempo que cerraba fuertemente los ojos y pensaba en todo lo que había escrito. Bajó el libro y lo guardó debajo del lecho. Miró sus dedos lentamente y los frotó al verlos manchados de tinta.
No había marcha atrás. Tenía que cumplir con lo que se había propuesto y ni siquiera se atrevía a pensar en cómo terminarían las cosas.
Melínoe alzó el rostro y observó su habitación con escozor. Veía la luz de las velas reflejarse en las paredes. No iba a extrañar esa habitación de ninguna manera: había sido su prisión durante muchos años y esa sería la única noche que estaría ahí. Pasó su mano sobre su frente, estaba sudando por la ansiedad. No quería volver a perder el control y menos aun cuando quería proteger a Caria. Tomó valor y salió de la habitación, recargándose en la puerta en cuanto estuvo afuera. Comenzó a escuchar voces acercándose por el pasillo de al lado. Caminó hasta estar en contra esquina, ayudándose de las sombras que los candelabros no alcanzaban a iluminar.
—¿Cómo que no saben quién es? Los forasteros no pueden entrar al Inframundo sin ser castigados —comentaba Enerit.
—Lo sé, pero al parecer, el hombre salvó a la señora Perséfone de un ataque del señor Hades y por eso nadie lo ha juzgado. Aunque no deja de ser extraño —explicaba Anelisse.
Melínoe abrió los labios y alzó las cejas, con preocupación.
—¿Qué le está pasando al señor Hades? Ha estado muy raro desde hace días...pero bueno, no se puede actuar de manera razonable después del comportamiento que han tenido sus hijas —decía despectivamente.
Melínoe se asomó un poco con total discreción para verlas.
—No creí que serías capaz de contarle al señor Hades la verdad sobre Melínoe, pero me alegro que lo hayas hecho. Ella es un monstruo y merece un castigo por todo lo que ha hecho.
—Y aún no saben todo. Ya se los contaré cuando la señora Perséfone despierte.
—Ojalá esté bien. Ya quiero verla —preguntó preocupada.
—La señora Hécate la estaba cuidando antes de que se fuera con el señor Hades a buscar a Macaria.
—¿Cómo lo sabes?
—Los rumores corren rápido. Mientras tanto, esperemos a que ellos regresen a los Elíseos y podremos ver a la señora Perséfone.
Las ninfas dieron vuelta por el pasillo sin dejar de hablar sobre todos los acontecimientos recientes.
Melínoe se despegó de la pared e inhaló profundamente. Las cosas estaban peor de lo que pensaba. Preocupada por su madre, decidió ir a verla y asegurarse de que no está lastimada.
¿Hades había sido capaz de lastimarla? Era algo que le costaba creer. Que la haya abofeteado a ella, no significaba que podría hacer lo mismo o peor con Perséfone. O eso creía.
Melínoe miró a ambos lados del pasillo antes de desaparecer.
Inframundo.
Melínoe apareció frente a la puerta de los aposentos de sus padres. Abrió la puerta lentamente y lo que vio la dejó muy estupefacta. Al pie del lecho, estaba un joven tomándole la mano a Perséfone. Ni siquiera intentó disimular cuando la vio entrar.
Zagreo no dijo nada pero aun así, no despegó la mirada de Melínoe. La veía con neutralidad, una mirada contrastante con la forma en que Melínoe lo hacía. Sus ojos mostraban una ira profunda.
—¿Qué estás haciendo aquí? —preguntó Melínoe con aspereza. Zagreo no tenía muchas intenciones de responderle. Melínoe dio más pasos hasta ponerse frente a él. Hizo el brazo a un costado e hizo aparecer su daga—. Responde ahora o juro que voy a lastimarte.
Zagreo suspiró y colocó la mano de Perséfone delicadamente sobre el lecho. Observándola con afecto e ignorando unos segundos a Melínoe.
—No hay necesidad de hacer amenazas —decía y poco a poco fue levantando su mirada hacia la chica—. No voy a hacerle daño.
Melínoe río con sarcasmo.
—Eso mismo me dijiste justo antes de que Deméter me encerrara en una mazmorra —dijo con crudeza.
—Yo no te lastimé.
—Pero ella sí. Y vaya que lo hizo.
Zagreo levantó la mirada hacia el techo y resopló.
—No voy a permitirte que hables así de Deméter —dijo con serenidad.
—Y yo no voy a permitir que estés aquí, cerca de mi madre. ¿Quieres fingir empatía?
Zagreo se fue acercando a Melínoe, pero ella mantuvo bien firme la daga contra él. La punta afilada rozaba su abdomen.
—No estoy fingiendo. Sé que ella es mi...
Melínoe presionó más fuerte la daga. De no ser por esa coraza de cuero resistente, lo habría herido.
—¿Cuándo te enteraste?
—Apenas. Por eso estoy aquí.
—Por supuesto que no. Debes tener otras intenciones —Lo seguía acusando—. Vete o les diré a todos que te echen de aquí. No sé qué haya pasado realmente con mi madre, pero al menos ten algo de respeto por ella.
Zagreo volvió a mirar a Perséfone, poniendo una expresión más delicada.
—Saldré de la habitación —indicó—, pero no voy a irme del Inframundo hasta no hablar con mis padres y contigo...eres mi hermana y no quiero tener más conflictos contigo. Quiero aclarar las cosas.
Melínoe no dijo nada y apartó la daga, permitiendo que Zagreo se fuera de allí.
¿Cómo llegó al Inframundo y cómo es que nadie lo detuvo?
Ignoró los recuerdos que tuvo en el que él estaba involucrado para evitar la ira. Decidió centrarse en Perséfone.
Melínoe se puso de rodillas frente al lecho. El ardor en la garganta reapareció de ver a Perséfone inconsciente. Aunque ella estuviera dormida, podía sentir su profunda tristeza.
—Perdóname mamá...si supieras todo lo que he hecho, jamás me perdonarías —comenzó a confesar mientras tomaba su mano su recargaba su mejilla contra ella—. He sido débil, no pude controlarme...pero ya no padecerán por mí nunca más. Mi fin está muy cerca y quizás no vuelva a verte...
Perséfone seguía inconsciente. No se movía en absoluto, pero eso no detuvo a Melínoe de contarle todo lo que había sufrido y todo lo que le había pasado. Aunque pareciera una pérdida de tiempo, no lo era. Había dejado una carta dentro de un libro, una que explicaba todo lo que había hecho, omitiendo su propio sufrimiento.
***
El Pireo, Grecia.
Hera conversaba con Hestia en voz baja para evitar que Nyx se sintiera ofendida. Si existía una mujer en todo el universo que respetara, esa era Nyx. No le molestó ni un poco que quisiera castrar a Zeus en el pasado, hasta le pareció gracioso verlo espantado. Lo que ya resultaba intolerante, era el extremismo que Zeus tomó al respecto.
—¿A dónde se habrá ido Zeus? —decía Hera entre dientes.
—No me sorprendería que haya escapado —comentó sin titubear—. O más aún, que le haya dado un colapso nervioso. ¿Te urge que regrese?
—No, si eso no le molesta a ella.
Hestia inclinó la cabeza y miró a Nyx quien seguía observando cómo Thanatos y Caria estaban bailando.
—Yo creo que así está bien. Debe preferir que Zeus esté lejos de ella.
Hera alzó los hombros y miró a Iris de reojo.
—Iris, ¿podrías asegurarte de que Zeus no esté haciendo una locura ahora mismo?
La joven asintió rápidamente e hizo un gesto simbólico de respeto.
—Lo haré —aseguró y fue hacia la mansión.
Una vez ahí, comenzó a buscar a Zeus con la mirada. No fue nada difícil dar con él porque algunos guardias de Poseidón y hasta Eros estaban ahí. Lo que más llamó la atención de Iris fue ver a Zeus desparramado en el sofá con una toalla sobre la frente.
—¿Ya tienen el batido que pidió? —preguntó Dessa.
—Aún no. Eustace se está encargando de eso —respondió Gallek, un joven guardián que recién había regresado del templo de Poseidón en el fondo del mar.
—¿Qué le sucede? —preguntó Iris.
Los presentes se giraron a verla. Zeus al escucharla, abrió sus ojos como si no tuviera mucha fuerza.
—Ven Iris...tengo algo qué decirte —dijo con voz frágil. Iris suspiró. Al fin entendía todo, pero aun así, fue con él, mostrando menos interés—. Iris, siento que no me queda mucho tiempo...—comenzó a toser y hacer gestos de dolor—. Estoy viendo oscuro...
Iris suspiró retrocedió unos pasos. Notó que los guardianes se mostraban algo preocupados.
—Él está bien —dijo la chica.
—¿Segura? Entró aquí casi arrastrándose —comentó Aska.
Eros apartó la cámara de su rostro.
—Nah, Iris tiene razón. Él está bien
Zeus volvió a toser.
—No es cierto...esta vez, sí me voy...
Aska enarcó una ceja y Eros ensanchó su sonrisa.
—Eso significa que está muy bien —aseguró Eros sin dejar de grabar.
Eustace se acercaba con una bandeja de plata y encima, con un batido de fresa con helado. Poseidón iba detrás de él con paso apresurado.
—Aquí está lo que pidió el señor Zeus —dijo Eustace con el mentón levantado.
Zeus se levantó rápido y tomó la copa de batido. Iris alzó la mirada al ver a Zeus.
—Creí que ya habías olvidado traerlo —comentó Dessa.
—Jamás rechazó una preparación de comida o bebidas, es sólo que es difícil preparar algo en una cocina tan destruida —dijo muy ofendido.
Poseidón resopló con cansancio.
—Ya dejen de exagerar. No se quemó gran cosa y Aska se encargó de restablecer la luz. Mañana traerán el nuevo microondas, entre las otras cosas que se quemaron y la cocina estará como nueva.
—Lo mismo dijo las veces anteriores, pero a usted le gusta quemar cocinas —Le reprochó.
El timbre de la mansión sonó de improvisto. Poseidón puso semblante de angustia.
—¿Ahora quién es? —preguntó para sí.
—Seguramente es su esposa. Lo van a regañar cuando vea lo que ha hecho —dijo Eustace con mucho resentimiento.
Poseidón no deseaba discutir con su esposa y no le pareció que llegara en es el momento, pero analizó su última conversación que tuvo con ella.
—Ella me dijo que llegaría en unos días más —dijo con extrañeza—. No vayan a abrir, ya me cansé de mi loca familia. Si alguien más viene sin ser invitado, échenlo a la calle —ordenó.
Dessa movió las cortinas de la ventana más cercana a la puerta principal.
—¿Está seguro?
Poseidón carraspeó la garganta, indignado.
—¿Por qué siempre tienes que poner en juicio todo lo que ordeno? —preguntó con un dolor en las sienes.
—Porque alguien acaba de desaparecer.
—¿Qué? —expresó con un mohín en la nariz. Pronto, un presentimiento lo atisbó—. ¿Cómo era?
Dessa alcanzó a alzar el brazo por encima de la cabeza, pero no pudo explicarle. Hécate apareció delante de Poseidón. Sus cejas castañas se alzaron en todo su esplendor.
—Demoran mucho para abrir en esta casa, así que me invité a pasar yo sola —dijo Hécate apresuradamente.
Hécate esperaba algunas palabras de disculpa o mínimo que le preguntaran qué hacía allí. Cualquier pregunta era mejor que la que había recibido.
—¿Quién es usted? —preguntó Poseidón.
—¿Cómo? ¿Te ha dado alzhéimer o te has pegado en la cabeza? —cuestionó molesta y prestó atención en su hinchada nariz—. Creo que ha sido la segunda.
—Escuche, señora. No estoy de humor ni tengo paciencia. Si no dice quién es usted y qué hace aquí, desaparezca y vuelva por donde vino —contestó Poseidón de manera tajante.
Hécate puso los ojos en blanco.
—Tenían que ser hermanos. Pensé que al menos tendrías mejor memoria que el bruto de tu hermano. Soy Hécate.
Poseidón encorvó un poco la espalda y puso unos ojos muy sorpresivos.
—¿Es la anciana?
El corazón de Hécate comenzaba a rebotar de ira. No obstante, no tenía tiempo para ponerse a discutir.
—Dejaremos este asunto para otra ocasión —dijo y se fue abriendo paso.
—¿A dónde crees que vas? Nadie tiene permitido integrarse a la celebración —dijo Poseidón con firmeza mientras cruzaba los brazos.
—Pues ya se te adelantaron —dijo Hécate sin detenerse—. Y es a quién pienso detener por si se le vuelven a zafar más tornillos.
—¿A quién se refiere, ex pasita? —preguntó inocentemente Eros. Hécate apretó el puño por la humillación que estaba recibiendo.
Poseidón cerró los ojos cuando comprendió por fin, la razón de la presencia de Hécate. Maldijo desde sus adentros.
<<Maldita sea. Y yo sin tridente>>, pensó y después comenzó a imaginarse el nivel de furia que debía tener a Hades en ese momento y cómo incrementaría cuando viera que estaban en medio de una celebración "secreta".
—Aska...necesito que vayas por mi tridente al taller —dijo Poseidón muy seguro.
Eustace intervino, dejando de lado su enojo.
—Esa cosa con picos ya está en la mansión. La pusieron en el almacén.
—¡¿Y por qué ahí?! —preguntó el dios enojado.
—No sé, pero ví que ahí estaba.
Poseidón inhaló y exhaló varias veces.
—Entonces, ¿podrías ir por él? —creyó que todavía podía pedirlo de la mejor manera.
Eustace chistó pero obedeció.
Afuera.
Thanatos y Caria continuaban bailando sin dejar de mirarse. No había sido necesario hablar, muchas cosas se habían dicho con la mirada. Thanatos apretó un poco más la mano de Caria y con la otra, la atrajo hacia él, haciéndola reír y romper el contacto visual.
La mirada de Caria fue más brillante y delicada. Thanatos sonrió al notar que su humor había mejorado considerablemente.
—¿Logré hacerte feliz de nuevo?
—Sí. No esperaba esto —confesó Caria—. Sin duda alguna, los momentos que paso contigo son los mejores.
—Entonces, podemos alejarnos de los demás —Le sugirió.
—Sí.
Ambos comenzaron a caminar por los jardines, sin soltarse la mano. No se alejaron demasiado pero el ambiente se sentía mejor. Al fin, Caria parecía estar disfrutando.
—¿Y...mi madre te ha molestado?
—No, en absoluto. Tu madre es muy hermosa y muy buena. Me había intimidado al principio con sólo ver la postura que todos tomaron cuando ella llegó, pero después de hablar con ella, descubrí que es muy amable. ¿Acaso nadie le ha dado la oportunidad de conocerla o por qué es que se recataron al verla?
Thanatos tenía mil razones que explicara el comportamiento de los dioses ante Nyx, pero eran demasiadas y no sabía por dónde comenzar.
—Es una historia muy larga. Estoy seguro que pronto la conocerás sin necesidad de que yo te la cuente.
Caria volvió a considerar su suposición acerca de la inmensidad de su poder. Algo que desbalanceó su humor fue el que esa información también fuera omitida, acordándose de la relación de sus padres y cómo Thanatos también se negó a contarle cuando le preguntó sólo por curiosidad. Si lo hubiera sabido antes, no se sentiría tan agobiada ahora.
—Than, cuando tú no estabas...—Caria iba a confesarle todo lo que le sucedió en su ausencia, pero por alguna razón, su lengua dejó de moverse. Reconsideró que tal vez no era buena idea.
Thanatos se detuvo y agachó la cabeza para ponerse a su altura.
—Me habías dicho que habías dormido porque te sentías confundida con todo lo que estaba sucediendo. ¿Qué fue lo que pasó? —preguntó Thanatos con la misma ternura en que le había hablado en todo el día. Puso una de sus manos en el rostro de ella.
Caria puso sus manos sobre su pecho. Sonrió lo mejor que pudo para convencerlo de que no le pasaba nada.
—Nada. Quisiera hablarlo más tarde contigo, por ahora, quiero olvidarme de todo lo que me hace mal. Eso debí hacerlo desde esta mañana pero no pude...por lo menos unos minutos —Alzó una mano hasta tocar la mejilla de Thanatos—. Gracias por todo lo que has hecho por mí. Gracias por estar conmigo y ser comprensivo por estos momentos. A pesar de cómo me siento, deseo casarme contigo. Quiero estar por siempre a tu lado.
Thanatos estaba enternecido. En todo el día, Caria al fin habló más que unas simples palabras de respuesta. Hablaba desde el corazón y el suyo palpitaba enamorado.
—Siempre estaré contigo. Te amo —Apoyó su frente sobre la de Caria.
Caria alzó la mirada, quería seguir teniendo contacto visual con él pero sus deseos eran otros. Observó sus labios.
—Y yo a ti, Than —dijo mientras iban cerrando los ojos y alzaba el mentón.
Por su parte, Thanatos agachaba más su rostro. Sentía que podía rozar ya sus labios.
—Ni se te ocurra hacerlo.
Tanto Caria con Thanatos abrió los ojos de golpe. Caria sintió como su corazón se le encogía en cuanto escuchó esa voz. Hasta ganas le dieron de llorar. Ambos fueron volteando en la misma dirección.
Hades estaba frente a ellos. Sus ojos se mostraban imperturbables. Su postura erguida era intimidante. Conforme se fue acercando, Caria no le quitó los ojos de encima pero se acercó más a Thanatos, buscando seguridad.
Thanatos no se movió a pesar de estar asombrado. Lo que lamentaba, era que se haya aparecido. Se hacía una idea de cómo terminarían las cosas si Hades intentaba llevarse a Caria o cometía alguna otra osadía, habría más problemas.
—Macaria, aléjate de él —ordenó Hades, manteniendo una distancia adecuada.
Caria se aferró aún más a Thanatos.
—No. No lo haré —respondió.
Hades resopló conteniéndose.
—Ya tuviste suficiente. Hiciste lo que quisiste y sobrepasaste la línea. Ahora, vámonos —dijo más recio.
Thanatos abrazó a Caria con la intención de que se sintiera segura. En cuanto a Hades, iba a tratar de calmar la situación.
—Señor Hades, no hay necesidad de intente llevársela de esta manera —dijo con serenidad.
Hades lo observó, perforándolo de un solo vistazo.
—Contigo no estoy hablando —Fue aún más recio con Thanatos. Era intolerable—. Es la última vez que te lo digo, Macaria. Aléjate de él y regresemos al Inframundo.
—O si no...¿qué?
Hades frunció el ceño y se giró enseguida. Ahora el sorprendido fue él al ver a Nyx delante suyo. Para nada se esperó verla ahí.
—Nyx, este asunto no te corresponde pero ya que estás aquí, quisiera saber si sabías lo que Thanatos hizo —decía Hades muy tajante.
Thanatos lamentó que eso estuviera pasando. Su preocupación empeoraba.
Nyx no podía creer lo que escuchaba.
—Me corresponde porque es mi hijo —rectificó con fuerza. Hades incluso echó la cabeza hacia atrás—. Yo no tengo por qué responderte, en cambio tú sí. Tenemos muchas cosas de qué hablar —dijo en un tono fuerte.
—Hablaremos en otro momento, tengo que llevarme a Macaria.
—Eso ya lo veremos —Nyx lo retó—, pero antes, vamos aclarar algunas cosas. Creo que no deseas que te lo repita dos veces, ¿o sí? —dijo y caminó de regreso.
Hades alzó una ceja. De las veces que vio a Nyx, no la había visto tan enojada como ahora. El poco sentido común que tenía le hizo rectificar su comportamiento, o más bien, limitarse. Le dedicó una mirada asesina a Thanatos y le dejó muy en claro a Caria lo enojado que estaba. Le costó mucho hacerlo en cuanto la vio, pero no iba a cambiar su postura tan fácilmente. Dejando de lado el asunto de Thanatos, ella no había hecho lo correcto fugándose con él.
El dios del Inframundo siguió a Nyx. No se quejó de nada en ese instante, ni siquiera cuando los dioses no le apartaban la mirada y cotilleaban entre ellos.
—Oh no...esto se está complicando —dijo Hera en voz baja.
—No me di cuenta cuando llegó —confesó Hestia.
—Ni yo. ¿Dónde se metió Zeus? —La diosa lo buscaba con la mirada.
—Querida mía, ¿me extrañaste?
Hera volteó a ver a Zeus con gestos toscos. No estaba contenta con él pero al menos quería que estuviera ahí en caso de que se necesitara poner orden.
—¿Por qué tardaste tanto?
—Ay quería mía...Poseidón es un desastre. O no sabe dónde deja sus cosas o arruina otras. Tuve que buscar un vaso en todo ese caos —mintió mostrando inocencia.
Hera arrugó la frente. Algo le causó extrañeza. Bajó la mirada y notó algo extraño en la entrepierna de Zeus.
—¿Qué te pusiste? —Puso gestos de confusión.
Zeus sonreía orgulloso.
—Sólo me protejo en caso de que alguien quiera arrancarme algo del cuerpo.
—Oye tú —Llamó Nyx a Zeus y señaló su trono y a Hades, indicándole perfectamente que hacía falta un asiento.
Zeus entendió la indirecta y caminó hasta allá a pasos raros y lentos, muestra de que algo le incomodaba. A cierta distancia, hizo aparecer un trono más chico que el de ella para Hades.
—Vaya, es interesante ver hasta dónde llega Zeus con tal de que no lo castren. Esa mujer es brillante —confesaba Hestia un poco divertida de ver cómo actuaba Zeus.
Hera suspiraba profundamente.
—Hace el ridículo, ¿qué será eso que se puso en la entrepierna?
Mientras tanto en la cocina.
Aska buscaba algo entre las alacenas.
—¿Dónde estará el sartén de Eustace? —Se preguntaba así mismo
Dessa caminó afuera del pasillo y retrocedió al verlo buscar algo con tanta insistencia.
—Si Eustace te descubre aquí, va a enfurecerse —Le dijo la chica.
—No me preocupo. Al parecer, está recapacitando y retomará la cocina. Menos mal porque ya tengo hambre. Por cierto, ¿no has visto su sartén especial? El rojo que fue a comprar ayer. Me pidió buscarlo mientras iba al almacén por el tridente del señor Poseidón, pero no lo encuentro.
—No, no lo he visto. Debe estar por aquí —dijo Dessa y ayudó a Aska a buscar el sartén.
Nyx llamó una vez más a Thanatos para que se acercara. Ya no iba a detener esa situación por mucho tiempo. Manteniendo una distancia entre Nyx y Hades, Caria se detuvo. Cuando Thanatos la miró, se percató de que estaba a punto de llorar.
—Nos va a separar. No pensé que nos encontrara tan rápido. Por favor, vámonos a otro lado. No quiero irme con él.
Thanatos conmovido, le besó la frente y le acarició la mejilla.
—No voy a permitirlo si tú no quieres, pero me parece que hoy es el momento en que podemos aclarar todo. No te preocupes por nada, hermosa.
Caria esperaba que así fuera, pero lo dudaba mucho.
Hades los observaba fijamente. Tenía la intención de levantarse de allí y poner en su lugar a Thanatos. Lo habría hecho de no ser por Nyx.
—Estás sobrepasando tus límites, Hades. Ya deberías saber que eso no me gusta —habló Nyx, dándose cuenta de cuál era la atención de Hades.
El dios volvió a prestarle atención.
—¿Yo? ¿Sobrepasándolos? —cuestionó con incredulidad sarcástica—. ¿Y qué hay de Thanatos? Se llevó a mi hija a costa mía y por lo que veo, todos lo apoyaron a hacerlo.
Nyx por fin volvía a esbozar una sonrisa, pero irónica.
—Debe ser terrible que secuestren a tu hija. Me encantaría preguntarle a Deméter cómo fue su experiencia —Hades abrió la boca para decir algo, sin embargo, terminó quedándose sin palabras ante eso. No esperaba un ataque así.
—Ella tiene razón, Hades. El secuestro no es la mejor solución —dijo Zeus, queriendo entrar en confianza.
—Cállate —ordenó Nyx. Zeus comenzó a disculparse. Ya estaba sudando de la tensión—. Hades, tú no deberías juzgar a Thanatos por algo así ni por muchas cosas más. No justifico lo que hizo pero no les dejaste otra opción.
—¿Defiendes lo que está haciendo? —Pudo preguntar después de algunos segundos de reposo—. Yo no tengo nada que ver con esto. Él aprovechó la posición que yo le brindé para seducir a Macaria.
Zeus estaba siendo invadido por el temor por culpa de la insolencia de Hades. Le dio un par de codazos para que se retractara. Fue en vano.
—¿Y cuál es la razón por la que supuestamente hizo eso? —Apoyó su mentón sobre la palma de su mano—. Si me mencionas lo de Dolos, no tendré contemplación contigo.
Hades frunció el ceño lo más que pudo. Era irónicamente increíble lo que le sucedía.
—Ambos sabemos que si fue capaz de hacer eso, también lo sería tratando de traicionarme. Corrección, ya lo hizo al fijarse en mi hija. Ella no lo merece.
Las órbitas de Nyx brillaron de ira.
—Thanatos es mi hijo y si me pusiera en la misma postura que tú, podría decir lo mismo de Macaria —suspiró y se calmó un poco. Deseaba acabar con eso y poner en su lugar a Hades, pero se contenía mucho por Thanatos—, pero no lo haré porque he comprobado que Macaria es la mujer correcta para Thanatos.
—Lo dudo. Aunque sea tu hijo, merece un castigo.
—Hades....—Le susurró Zeus con súplica y a punto del desmayo. Hades no se arrepintió.
—Muy bien. Si tu solución es que Thanatos sea castigado, lo será, pero primero vas a decirme todo lo que has hecho tú y equilibraremos la balanza —dijo Nyx.
—Yo no hice nada y menos a él —Hades se defendió.
—¿No? —Lo puso en duda. Alzó la mano e hizo dos movimientos rápidos con sus dedos—. Thanatos —Lo llamó con fuerza. Thanatos puso atención al llamado—. Acércate.
Thanatos no veía mucha solución a esa conversación con su madre, pero si lo involucraba era porque lo consideraba correcto. Tenía la esperanza de que eso solucionara la tensión. Sin embargo, Caria dudaba en acercarse. Después de pensarlo, caminó junto a él, evitando la pesada mirada de su padre.
Hécate fue alguien más que se acercó. Sintió mayor sosiego en cuanto vio a Hades junto a Nyx. Así sabía que no sería capaz de cometer uno de sus arranques.
—Con que ahí estás. Eres un pesado. Me engañaste al decirme que venías en paz y en el menor descuido, desapareces —Hécate no se esperó a enfrentar a Hades en privado.
Hades tenía que soportar su temperamento en silencio.
—Luego aclaramos ese asunto. Mejor compórtate con Nyx como lo estoy haciendo yo —dijo con poca credibilidad, ya que no era lo que él quería. Si el dios era sincero consigo mismo, quería ver el regaño de Nyx a Hécate por semejante imprudencia. Justo como le sucedió a él.
Lo sorprendente, es que Nyx no decía nada. Sólo observaba a Hécate y viceversa.
—Buenas noches, señora —Hécate hizo una reverencia.
Hades peló los ojos de ser testigo de eso. Ni con él era tan respetuosa.
Nyx sonrió calmada.
—Hécate, un placer volver a verte.
El dios del Inframundo estaba perplejo. Desconocía que ellas dos se conocieran y se hablaran con tanta confianza.
—Lo mismo digo, señora. ¿Desea que la ayude con algo? —preguntó Hécate.
—Sí —respondió Nyx y echó un vistazo a Caria—. Quédate con Macaria un instante. Thanatos, Hades y yo debemos hablar. No demoraré.
Hécate asintió y le obedeció. Al ponerse frente a Caria, sin tipo alegría. Hace tiempo que no la veía. Desgraciadamente, estaba peor de lo que creyó y no tenía nada que ver la apariencia. Podía presentir algo.
Caria se sintió en mayor confianza en cuanto Hécate se acercó. No estaba muy de acuerdo en que Thanatos fuera con Hades, pero no tenía opción. Al igual que ella, Thanatos confió más en Hécate y pudo acercarse a Nyx y a Hades.
Quería arreglar esa situación cuanto antes.
—Me has hablado hace unos momentos —Se refirió a Nyx.
—Thanatos, quiero que me cuentes enfrente de Hades todo lo que él te dijo antes de que tomaras la decisión de irte de los Elíseos con Macaria.
Thanatos no pensó que esa era la razón por la que Nyx lo quería ahí. Eso no iba a resolver nada. Además, no le agradaba hacer eso por mucho que tuviera conflictos con Hades.
—Madre, te había dicho que esos asuntos...
—Dímelo ahora o esto va a empeorar —advirtió Nyx, interrumpiéndolo.
Thanatos estaba entre la espada y la pared. Hades resopló con cierto fastidio. Evitar que Nyx se enfadara más era casi imposible.
—Quería que me alejara de Caria. Yo debía ser el que le rompiera el corazón o él lo haría en mi lugar —Thanatos observó a Hades. Esta vez, él evitaba mirarlo—. Ninguna de esas opciones me pareció justa. No iba a permitir que Caria sufriera por algo así.
Hades permaneció con la misma postura imbatible.
—¿Y eso es todo? —Nyx se mostraba dudosa.
Thanatos le dedicó una mirada tediosa.
—No deseo involucrarme en este juego. Tengo argumentos en contra del señor Hades, pero no voy a hacer de esto un problema mayor —Le explicó.
Nyx no insistió y hasta parecía estar orgullosa de cómo le respondió. Ella miró de lado a Hades para decirle algo pero fue interrumpida por una canción que nunca se esperó.
Kumbaya, my Lord, kumbaya
Kumbaya, my Lord, kumbaya
Kumbaya, my Lord, kumbaya
Oh, Lord, kumbaya
Varios dioses pusieron semblante de fastidio y uno que otro estrellaba su mano contra su frente, como Apolo.
—Ahora sí se muere —dijo en voz baja.
Hades también mostró irritación. No existía otro culpable al respecto que no fuera Zeus. Tuvo unas intenciones severas de patearlo y más aún cuando vio que él estaba sonriendo y moviendo el cuerpo de un lado a otro con discreción.
Nyx alzó una ceja mientras prestaba atención a la letra.
—¿Qué es eso? —preguntó por inercia.
Zeus fingió demencia.
—No tengo idea. Poseidón y su música de la Tierra.
Poseidón alcanzó a escucharlo porque no estaba muy lejos de allí.
—Hijo de...—decía Poseidón para sí, conteniéndose—. ¿Dónde está Eustace con mi tridente? —Miraba de un lado a otro para buscar a Eustace.
Caria estaba tan tanto de si algo malo sucedía. Tenía una mano sobre su pecho; su este no dejaba de vibrar por los nervios. Hécate se estaba inquietando más de sólo verla. Sus emociones estaban disparadas, seguía sintiéndolas.
La mujer puso su mano sobre la frente de Caria sin avisarle, lo que la sobresaltó.
—¿Qué haces? —preguntó con extrañeza.
Hécate no respondió enseguida. Caria no se daría cuenta pero lo que Hécate hizo fue hacer que se calmara con un hechizo silencioso. Sus pulsaciones disminuyeron considerablemente.
—Quiero asegurarme de que no tienes fiebre —explicó sin un fundamento.
—Lo que tengo es ganas de irme de aquí o de que todo se calme —Caria tomó las manos de Hécate. Se atrevió a sonreírle—. Eres muy linda. Jamás hubiera imaginado que eras tú. ¿Has visto a mi madre? —preguntó con nostalgia.
—Sí —dijo con voz apagada—. Está bien. Preocupada por ti pero nada más —minimizó mucho la situación.
Caria mordió sus labios con tristeza.
—No quería que se sintiera así.
—Sé que no y ella lo entiende. Hay muchas cosas de las que tenemos que hablar, señorita —dijo Hécate como si estuviera a punto de darle un sermón.
—Lo sé...
Caria despegó la mirada de Hécate y vio justo el momento en que Hermes aparecía en el lugar. En cuanto el dios vio a Caria, se acercó dando brincos largos.
—Señorita Macaria, su mensaje ha sido enviado —indicó con formalidad.
—¿Y qué sucedió? ¿Te respondió algo? —cuestionó Caria con curiosidad. La misma que Hécate sintió.
Hermes asintió pero su semblante no era muy alegre.
—Sí. La señora Deméter me dijo que no puede venir, que tiene cosas pendientes por hacer.
Caria agachó la cabeza con decepción. Quería que llegara para analizar cómo se comportaban los demás dioses. Hécate en cambio, movió la cabeza con suma impresión. Como si hubiera escuchado mal.
—¿Deméter? ¿Tú le enviaste un mensaje a Deméter? —cuestionó Hécate a Caria.
—Sí. Quería que viniera.
—¿Qué? —La respuesta fue tan sorpresiva que la pregunta la hizo en voz muy alta que llamó la atención—. ¿Desde cuándo conoces tú a esa mujer y por qué la querías aquí?
Caria quedó intrigada por la reacción de Hécate porque no se expresó positivamente. Se percibía que Deméter no era de su devoción.
—Creí que si venía podía ayudarme a aclarar un asunto pendiente —dijo sin titubeos, observando aún más cómo se comportaba—. Además, es mi abuela y apenas la conocí. Consideré que es buena idea que estuviera aquí.
<<No sabes lo que dices>>, pensó Hécate, mordiéndose la lengua para no hablar de más.
Algo que iba a averiguar era el cómo se conocieron. Si Deméter había hablado con Caria, ya se imaginaba todo lo que pudo haberle dicho. Quizás esa era otra razón por la cual ella estaba de esa manera.
Nyx terminó de escuchar la canción para volver a tomar la palabra, sólo que en esta ocasión, no siguió el hilo de la conversación.
—Hades, espero que entiendas que no vas a arruinar esta celebración de compromiso. Cuando termine, rendiremos cuentas. Por ahora, no quiero problemas de ningún tipo —pareció haber concluido mientras se acomodaba en el trono.
Hades no esperaba que dejara esa situación pendiente.
<<Entonces, aún no se han casado>>, pensó Hades, sintiendo un profundo alivio de saberlo.
Zeus se inclinó hacia su hermano, interrumpiendo sus pensamientos.
—¿Lo ves? Sí funciona —murmuró complacido.
El dios del Inframundo le dio por su lado. Nyx le indicó a Hécate que ya podían acercarse con un solo movimiento de su mano.
—Al parecer, las cosas se han calmado —decía Hécate en voz baja.
—¿Tú crees? —comenzó a caminar.
—Sí. Y si no, hay muchos aquí que pueden detener a tu padre.
Eso alivió a Caria. Abría qué esperar a que fuera cierto. Alguien más también decidió acercarse en cuando vio a Nyx. Hermes estuvo el día en que Nyx estuvo a punto de castrar a Zeus y eso provocó que también se preocupara de su presencia, sin embargo, tenía que cumplir con su deber. Decidió acercarse a Nyx y se reverencio frente a ella.
—Señora Nyx, lamento molestarla —La saludó.
Un brillo en sus ojos apareció en cuanto lo vio.
—¿Qué sucede, Hermes?
—Tengo algo para usted —Hermes sacó una carta de su maletilla.
Nyx tomó la carta con un extraño humor alegre. No le importó que los que estaban cerca la observaran.
Caria había vuelto a sentarse, evadiendo aún a su padre. Podía sentir sus ojos sobre ella, así que se atrevió a apreciar la reacción de Nyx con la carta. Esa sonrisa y esa mirada le resultaban familiares.
—¿Todo está bien, madre? —preguntó Thanatos, ignorando sus reacciones.
—Sí, todo está muy bien —respondió. El tono de su respuesta si lo dejó pensando, más porque hace un rato estaba enojada y ahora actuaba como si las tensiones no existieran. Caria sonría por lo bajo y Nyx se percató—. ¿Qué piensas, Macaria?
—¿Eh? ¿Sobre qué? —expresó esperando no haber sido impertinente.
—Quieres decir algo, puedes hacerlo. Hablamos de eso hace un rato —Le recordó.
Caria apretó los labios. Definitivamente, iba a considerarla impertinente.
—Que...quizás esa carta sea de algún enamorado —confesó.
Thanatos ensanchó sus plateados ojos. Hécate guardó silencio. Hades estaba escuchando pero no tenía reacción y Zeus abrió la boca, sorprendido por la osadía de Caria.
<<¿Cómo pueden ser todos tan atrevidos con esta mujer?>>, pensó Zeus, piñizcando su muñeca de nervios.
—No, Caria. Debe ser por otra cosa —decía Thanatos muy seguro.
—Eres muy perspicaz —respondió Nyx a Caria. Nyx volvió a leer la carta.
—Entonces, ¿sí tiene un enamorado? —preguntó más confiada.
—Sí, hay uno —respondió Nyx.
Thanatos comenzó a toser de repente con fuerza. Zeus estaba incrédulo.
<<¿Y quién ha sido el valiente?>>, pensaba curioso.
—¿Cómo? ¿Quién es ese hombre? —cuestionó Thanatos en shock.
—Eso es asunto mío, Thanatos —respondió, provocando mayor misterio.
—¿Y cómo es él? —Caria se retractó enseguida. Era mejor detenerse.
Nyx no lo veía de esa manera.
—Es divertido. Es guapo y muy gentil —comenzó a describir Nyx.
Thanatos no asimilaba lo que estaba escuchando. Nunca le habían importado los asuntos personales de su madre porque nunca había ocurrido algo así, al menos no que él estuviera enterado.
Zeus abrió la boca lo más grande que pudo y se giró lentamente.
—No puedo creerlo...esta mujer está hablando de mí —decía para sí en voz muy baja. Giró directamente la cabeza para verla y ella seguía sonriendo mientras conversaba con Caria—. Ahora todo tiene sentido. Ella no me odia, está loca por mí y no sabe cómo ocultarlo. Oh por todos nosotros...¿por qué soy tan irresistible?
El dios seguía haciendo suposiones extremistas por su cuenta.
—Habla maravillas de él. Deben ser felices juntos —preguntó Caria.
Nyx suspiró. Thanatos puso atención.
—No realmente. Hay situaciones que no se pueden modificar, como el destino...pero hay que disfrutar de lo que se puede —Nyx acarició el mentón de Caria con delicadeza. Con una sorprendente ternura.
Caria ya no supo que más decirle, tanto por cómo había cambiado Nyx y porque sus palabras le llegaron al corazón.
—Y hay relaciones que nunca deben suceder. Son imposibles porque carecen de veracidad —comentó Hades, mirando a Caria.
Caria vio el resentimiento en sus ojos y después de estarlo esquivando desde que llegó, no pudo guardarse el comentario porque recordó lo que Deméter le dijo:
"—Al comer esas semillas, también hizo que mi hija se enamorara de él. Ese sentimiento no es real. Quiero que tomes en cuenta esto cuando Hades quiera separarte de Thanatos. Él no tiene cara para quejarse ni prohibirte nada."
—Sí. Algunas relaciones carecen de veracidad porque desde el principio, todo ha sido una mentira —contratacó.
Los dioses se quedaron en silencio. Hécate maldijo en sus adentros. Esa contestación era una clara indirecta hacia Hades. Sin duda, Deméter tuvo algo que ver. Otra cosa que tuvo en cuenta es que Caria estaba muy voluble. Hace unos momentos, ella tenía miedo y ahora se estaba enfrentando a su padre.
—A mí no me hables de esa manera, Macaria. Aquí la que cometió un error fuiste tú al fugarte con alguien que sólo quiere lastimarte —dijo Hades enojado.
—Cuida tus palabras, Hades —Le advirtió Nyx con rotunda ira.
Hades resopló mostrando su desacuerdo pero obedeciendo. Caria se levantó de donde estaba.
—No sólo me fugué con él, también me voy a casar.
La tensión entre todos había aumentado. Cualquiera apostaba a que el momento más inesperado, todo iba a explotar.
Poseidón estaba frustrado de esperar a Eustace sin éxito. Eros se acercó a él sin dejar de filmar. Se mostró sorprendido y extrañado.
—¿Ahora de qué me perdí? Me quedé grabando la televisión.
Eros no se dio cuenta que Anteros se había acercado a ellos.
—Eres un chismoso y te metes donde no te llaman, pero a la vez no estás al tanto de lo que sucede —comentó Anteros.
—Mira quién lo dice. Estaba hablando con mi tío —indicó Eros.
—Cállense los dos. Mejor vayan a la mansión. No vayan a empeorar las cosas —Les ordenó Poseidón.
—¿Y por qué habríamos de empeorarlas? —preguntó Eros sin prestar mucha atención.
Anteros suspiró con melancolía, Tenía un nudo en la garganta.
—Porque el tío Hades quiere impedir la boda.
Eros soltó la cámara de vídeo y miró con terror a Anteros y luego a Poseidón.
—¿Qué? Tío...dime que no es verdad —Lo tomó del saco.
—Lamentablemente lo es. Pensé que lo sabías.
El dios del amor se llevó las manos a la cabeza. Se sentía dentro de una película de terror.
—¡Sobre mi cadáver! ¡Eros lo impedirá! —exclamaba. Hizo aparecer su arco y flechas con la intención de ir al ataque. Poseidón lo detuvo—. ¡Suélteme tío! Le daré con una flecha al tío Hades y se acaba el asunto.
—Tú no vas a ningún lado —Le dijo Poseidón.
Dionisio veía en la distancia cómo Eros intentaba zafarse de Poseidón.
—Seguramente ya se lo dijeron —dijo para sí—. Menos mal traje mi vino especial, no hay nada mejor para aliviar tensiones que esto —Dionisio hizo aparecer a cada uno, una copa de vidrio y la llenó de vino. Excepto la de Caria y Thanatos. Para eso, tomó la botella especial que había preparado y se acercó a ellos—. No pelemos ahora, ¿por qué no mejor beben un poco de mi deliciosa creación y nos divertimos? —Dionisio comenzó a servir vino en la copa de Caria y Thanatos—. Este es especial para ustedes.
Thanatos observó cómo caía el vino en la copa, después se fijó en el semblante agobiante de Caria y en el de furia de Hades. No le veía fin a ese tormento pero entonces se le ocurrió una idea. Nada garantizaba que funcionaría, pero no perdería nada con intentarlo. Aprovecharía la ocasión para que Hades escuchara lo que tenía qué decir. Con su madre ahí, había más posibilidades de que Hades no hiciera alguna osadía. Ya lo había comprobado.
—Yo tengo algo qué decir —dijo Thanatos. Tomó la mano de Caria y la condujo al centro de todos.
Hades encolerizó al ver lo atrevido que se comportaba cuando aún él estaba ahí. Hécate presionó su hombro con fuerza.
—Ni se te ocurra. Recuerda lo que hablamos —Le dijo.
Hades torció la boca y aunque no quisiera, recordó su conversación con ella. Esa fue una razón más para que se limitara a observar, pero si Thanatos hacía algo osado, no lo pensaría dos veces y lo detendría.
Le estaba dando varias oportunidades.
—¿Qué hacemos? —preguntó Caria en voz baja. Thanatos le sonrió.
—Confía en mí —murmuró—. Todo va a estar bien.
Caria no tenía ni idea de que era lo que Thanatos quería hacer, pero sin dudas, estaba nerviosa. Thanatos se puso frente a ella sin soltarle la mano. También estaba nervioso pero tenía que aprovechar esa oportunidad para hablar.
"—Hades escuchará todo lo que digas aunque no quiera. Si quieres evitar enfrentarte a él, hazle saber que está equivocado con demostraciones. Confío en que sabrás cómo hacerlo."
Recordó esas palabras de Nyx. Ahora entendía lo que trató de decirle.
—Sé que muchos están aquí porque sienten el compromiso y los que no, espero que sea por Caria porque sé que por mí no lo es —comenzaba a explicar. Toda la atención estaba puesta en Thanatos—. Muchos de ustedes me juzgan por errores que cometí en el pasado y que desafortunadamente, me persiguen como muestra de mi naturaleza...cuando no es así.
Hades se le quedó mirando inexpresivo. Estaba seguro que eso lo decía por él.
—Than, no es necesario —Le decía Caria, pero Thanatos prosiguió.
—He cargado con ese prejuicio por mucho tiempo y estoy consciente que nada de lo que diga podrá cambiar ese pensamiento. Es por eso que quiero que sepan que no me importa. Son libres de pensar lo que mejor les parezca y no diré nada que los haga cambiar de opinión...pero de lo que sí voy a hablar, es de lo que siento por Caria —Caria le prestó mayor atención. Su corazón se sentía contento—. Yo jamás creí que podía sentir esto por alguien. El amor no era indispensable en mi vida porque creía que tenía todo lo que quería —Thanatos detuvo su atención en los hermosos ojos azules de Caria—, pero un día, el menos esperado...mi corazón latió tan fuerte que no quería reconocer lo que me estaba pasando. Y sin darme cuenta, descubrí que me había enamorado. No lo planee ni mucho menos lo imaginé, pero de algo estaba seguro, el amor que sentía...debía ser sólo un secreto, porque era imposible.
Poseidón comenzó a escuchar unos gimoteos detrás de él. Cuando se giró, vio que se trataba de un Eros muy sentimental y conmovido por las palabras de Thanatos.
—Ni se te ocurra llorar —Le advirtió, pero era demasiado tarde. Eros ya estaba en llanto. Poseidón puso los ojos en blanco y pensó si existía algo peor que tener un sobrino llorando por cuestiones de romance. Y sí existía. Anteros se levantó los anteojos y limpiaba sus ojos con el dorso de la mano—. ¿Tú también?
—Es que fue un proceso difícil. Creí que sería fuerte ante estas situaciones, pero estaba equivocado...—decía Anteros.
<<¿Por qué no me muero ahora mismo?>>, pensaba Poseidón con impaciencia.
Nadie les prestaba atención a ellos porque Thanatos aún seguía expresando sus sentimientos y eso era más interesante.
—El amor que sentía me hacía mucha ilusión y cuando por fin lo acepté, decidí ocultar lo que sentía porque la mujer de la que me había enamorado, era una mujer maravillosa, hermosa y única pero al mismo tiempo, prohibida. Por eso, tuve que fingir que su presencia no me cautivaba. Que sus hermosos ojos no aceleraban mis pulsos ni que su sola sonrisa alegraba mi alma...hasta que ya no pude más y acepté que estar lejos de ella era lo mejor —Thanatos se detuvo, acordándose de cuando volvió a verla frente al que era su apartamento—. Cuando la vi de nuevo, mi corazón se paralizó y no reaccioné bien ante algo que creí absurdamente que ya había olvidado. Ese profundo amor, resurgió de nuevo como si esos dos años de aislamiento nunca hubiera sucedido. Así que decidí que lo mejor era mostrarle a Caria mi indiferencia y mis rechazos, algo que en el fondo me rasgaba. Ilusamente, no pensé que la estaba hiriendo —Hades alzó las cejas. Debía aceptar que se había impresionado con las declaraciones de Thanatos. Se acordó de las ocasiones en que Perséfone lo rechazaba cuando él sólo quería demostrarle su amor. Sacudió la cabeza. No debía sentir empatía por algo que no sucedió de la misma manera. Thanatos apoyó su frente en la de Caria. Ella sintió que sus ojos le ardían. No quería llorar—, pero después...Caria confesó que lo que sentía por mí era exactamente lo mismo que yo sentía por ella. Ambos estábamos ocultando lo que sentíamos por el otro, hasta que decidimos no hacerlo nunca más. Por eso, frente a todos, te prometo que jamás voy a alejarme de ti. Que voy a luchar por ti hasta que mi alma se extinga. Eres mi adoración y te amo. Por eso quiero que seas mi esposa y que luchemos juntos, ante todo.
Cari ya no pudo evitar llorar. Cada vez que Thanatos le hablaba con el corazón, le hacía muy feliz. Nuevamente, la había impresionado.
—Lo haremos, ante todo —Caria lo abrazó—. Te amo, Thanatos.
Ante tal declaración de amor, los dioses aplaudieron en señal de apoyo.
Hades se sentía raro. Ese coraje que sentía hacia Thanatos, se había convertido en una inmensa niebla. Ya no sabía qué pensar pero había logrado conmoverlo, aunque sea un poco. Hizo que se acordara de Perséfone y que se lamentara por haber lastimado a la única mujer que había amado de verdad.
Nyx miraba de reojo a Hades, sabía que sus recuerdos se mezclaban con las confesiones de Thanatos. Estaba feliz y orgullosa por él.
—Ellos se aman, Hades. Sólo tú eres el único que no quiere darse cuenta —Le dijo Nyx. Hades giró el rostro para observarla—. Su amor ha permanecido escondido por mucho tiempo, es injusto que ocurra de nuevo sólo por el orgullo y necesidad de un tercero.
—Nunca imaginé que esto ocurriría —dijo Hades más calmo.
—Yo tampoco, pero estoy feliz por ellos.
Hades respiró hondo y miró una vez más a Caria. Estaba sonriendo de nuevo. Hace mucho tiempo que no sonreía de esa manera.
Pensó una y otra vez si había sido muy injusto con ambos.
—¡Qué emotivo! Se adelantaron porque eso sonó como un brindis, pero fue muy bueno —decía Dionisio interrumpiéndolos—. Un buen trago de vino sellaría un momento como este.
Caria ahora no podía dejar de sonreír ni tampoco dejar de ver a Thanatos.
—¿Bebemos? —preguntó Thanatos animado.
—Mejor tú primero —dijo divertida.
Thanatos acercó la copa a sus labios y bebió del vino. Caria prestó atención a Thanatos, notó que él hacía algunos gestos.
—¿No te gusto? —preguntó Dionisio con el ceño fruncido. Caria no había sido la única que se había percatado de su reacción.
—Está amargo...muy amargo.
Dionisio se ofendió enseguida. Les quitó la copa de vino y le dedicó una mirada de resentimiento.
—No repelaste tanto cuando bebiste mi especialidad afrodisiaca —dijo y se marchó indignado.
Thanatos apretó la mano por decir eso tan a la ligera. Le preocupaba que lo hubiera escuchado Hades y arruinara todo. Afortunadamente, no sucedió.
Caria tenía fruncido el ceño.
—¿Bebiste alguna especialidad afrodisiaca?
Thanatos sonrió algo incómodo. Después de haber hablado demasiado, ahora no sabía qué responder.
—Eso no es importante ahora.
—Tienes razón. Disfrutemos de lo que pasa ahora —Caria mostraba lo animada que se había vuelto. Necesitaba de algo así para tomar fuerza y motivación. Incluso olvidó que Hades estaba ahí—. ¿Ya habías planeado decir algo así esta noche?
—Lo he querido decir desde hace mucho, pero me pareció una muy buena idea hacerlo precisamente hoy. Que interfiriera Dionisio, ayudó. Quería que Hades escuchara de mi boca lo que siento por ti. Al parecer, sí lo hizo —Caria esperaba que así fuera. Comenzó a sentir mayor seguridad al respecto porque Hades no los interrumpió, ni cuando Thanatos habló ni ahora—. Hermosa, ¿por qué le hablaste así a Hades hace rato? Fue como si le estuvieras reclamando algo —Thanatos cerró los ojos y se hizo ligeramente hacia atrás.
—¿Tiene algo, Than? —preguntó Caria, notando que algo no estaba muy bien.
—Es...la cabeza. Me está dando vueltas —dijo tratando de controlarse para no preocupar a Caria. Fue inútil.
—Siéntate un momento, Than.
—Sí —respondió con debilidad.
Caria lo abrazó del torso para que se apoyara un poco en ella hasta que llegaran a un asiento libre. Apenas dieron unos cuantos pasos cuando Thanatos perdió las fuerzas y el peso fue demasiado para que Caria lo soportara. Thanatos terminó cayendo de rodillas.
—¡Thanatos! —Exclamó asustada y se hinco frente a Thanatos—. Mi amor, ¿qué te pasa? ¿Qué tienes? —preguntaba asustada. Puso un brazo debajo de su pecho y otro sobre la espalda.
Thanatos se quejaba pero no decía nada. Parecía tener un dolor inmenso.
Todos vieron la escena y Nyx se levantó de un movimiento.
—Thanatos, ¿qué le pasó? —preguntó mientras se acercaba.
—No sé —Caria respondió enseguida con agobio—. Estábamos hablando y de repen...
Caria no pudo terminar de hablar porque Thanatos la agarró del cuello. Hades se levantó de sonde estaba e hizo aparecer su espada. Nyx se detuvo en seco, sorprendida por ver a Thanatos de esa manera. No eran los únicos, todos estaban consternados con lo que sucedía.
—¡Suelta a mi hija! —Gritó Hades con ira.
Thanatos ni siquiera se inmutó. Caria manoteó para apartar la mano de Thanatos de su cuello. No podía respirar.
—Than...—dijo con el poco aire que le quedaba.
Thanatos estaba aún con la cabeza gacha pero poco a poco, fue levantando su rostro, encontrándose con Caria. Ella no podía creer lo que sucedía ni lo que veía. Los ojos plateados de Thanatos se habían vuelto rojos. Él se fue levantando hasta quedar de pie y sin soltar a Caria, la alzó por el aire.
—¿Pero qué demonios está pasando? —preguntó Hécate.
—Thanatos, suelta a Macaria ahora mismo —ordenaba Nyx. Lo único que recibió de él, fue una mirada fría. Lo que hizo Thanatos fue arrojar a Caria contra el suelo y golpeó su cabeza.
Los dioses se pusieron en guardia por lo que él estaba haciendo.
Hades apretó su espada y fue a atacarlo sin contemplación. Thanatos presintió lo que haría y detuvo su ataque con una espada que hizo aparecer en el momento justo. El estruendo de las espadas fue muy fuerte.
—Maldita sea...¡Eustace! ¿Dónde te metiste? —gritaba Poseidón exasperado.
Eustace por fin se aparecía. Estaba agitado.
—Le juro que vi el tridente...en el almacén...pero ya no estaba, pero encontré...esto —Le entregó un bieldo de jardinería.
Poseidón pestañeó de par en par.
—¡¿Y esto de qué va a servirme?! —demandó saber.
Eustace se encogió de hombros.
—Es casi lo mismo, sólo que menos lujoso.
—¿Crees que será lo mismo peleando con esto...contra eso? —señaló a Thanatos y a Hades peleando.
—Ya no me regañe, usted debería cuidar sus cosas —Le contestó con molestia.
Caria tocía intentando recuperar el aliento. Hera y Hestia iban por Caria para ayudarla a salir de ahí. Thanatos se percató de lo que pensaban hacer y quiso impedirlo. Desapareció rápidamente ante el movimiento de Hades. El dios del Inframundo comenzó a buscarlo con la mirada. Caria fue levantando la espalda del suelo, poniendo una mano sobre el cuello. Parpadeó tres veces y vio que Thanatos se puso frente a ella, elevando su espada hacia arriba. Bajó rápido la espada contra ella y partió una parte de la tierra. Thanatos apretó los dientes de frustración y levantó el rostro hacia el cielo. Ahí estaba Eros abrazando a Caria. Ella apartaba el cabello de su rostro a causa del viento.
—¿Estás bien, Cari? —preguntó Eros preocupado.
El semblante de Caria era todo un tormento. Miró hacia abajo.
—No, no lo estoy.
Thanatos entrecerró los ojos mientras los veía.
—Ay, Thanatos se volvió loco. ¡Quiere matar a Macaria! —exclamaba Zeus. Sus ojos fueron volviéndose blancos. El cielo comenzó a tronar y relampaguear.
—No hagas nada, Zeus —Lo llamó Nyx. Los ojos de Zeus volvieron a su normalidad y dejándolo paralizado. A él y a otros dioses. Nyx devolvió la mirada hacia Thanatos—. Tú tampoco harás nada —Nyx intentó paralizarlo también y creyó hacerlo.
Hades corría hacia él para atacarlo de nuevo. No iba a detenerse ahora de atacarlo. Jamás le perdonaría lo que acababa de hacer. Blandió su espada nuevamente. De la espalda de Thanatos, emergieron sorpresivamente unas alas negras. Tal fuerza de la aparición, hizo que Hades retrocediera. Nyx estaba sorprendida de lo que Thanatos era capaz de hacer en ese trance. Sus alas negras fueron moviéndose de arriba abajo hasta que sus pies despegaron del suelo.
—Ay no...¡Ahí viene! —exclamó Eros—. Sujétate, Caria.
Caria se agarró del cuello de Eros a la vez que él comenzaba a volar más rápido. No había alcanzado a ver lo que realmente sucedía, hasta que vio a Thanatos volando. Su corazón estaba hecho puño.
<<Than, ¿qué te pasa?>>, pensaba con tristeza. Su ansiedad fue mayor en cuanto vio que Thanatos estaba por alcanzarlos.
Eros intentó esquivarlo pero fue inútil, Thanatos logró alcanzarlos y golpeó a Eros con fuerza, separándolo de Caria. Ella fue cayendo a gran velocidad. La fuerza del aire casi no le permitió mirar hasta que no estuvo cerca del suelo.
—¡No! —exclamó Caria con mucho temor y poniendo las manos enfrente. Fue abriendo los ojos poco a poco y notó que ya estaba tocando el suelo sin un solo rasguño.
¿Qué había pasado?
No tuvo tiempo de pensarlo. Volteó hacia atrás y se espantó de ver que Thanatos seguía tras de ella para lastimarla.
—¡Ya basta! —Exclamó Nyx con fuerza e intentando nuevamente de paralizar a Thanatos. Él terminó cayendo al suelo sin poderse mover, a tan sólo unos metros de Caria.
—Thanatos...—Caria estiraba su brazo hacia él. Su vista estaba húmeda por las lágrimas. Se sentía horrible de verlo así.
Los demás dioses pudieron moverse de nuevo, poniéndose al tanto rápidamente de lo que había sucedido.
Nyx caminó hacia Thanatos y se puso de cuclillas. Deslizó una mano por su frente con angustia. Caria intentó hacer lo mismo y lo hubiera logrado de no ser por Hades.
—¡Macaria! ¡¿Estas bien?! —exclamó preocupado y ayudando a que se levantara.
—Papá, Thanatos...él está mal, yo...
—No me vuelvas a mencionar —dijo Hades y caminó a un lado de Caria, con intenciones de ir a atacar a Thanatos.
Nyx puso una mano hacia enfrente de él.
—Mantén tu distancia —ordenó.
Hades rio con sarcasmo.
—¿Has visto lo que ha querido hacer? ¡Quería lastimar a Macaria! ¡¿Vas a perdonárselo también?! —exigió saber. Ya no le importaba con quién estaba hablando.
Nyx no abandonó su postura.
—Thanatos fue manipulado. Jamás se atrevería a hacerle daño a Macaria.
—¡Claro que sí! Yo siempre estuve en lo correcto. Sabía que era lo que quería hacer —Observó a todos rápidamente—. ¿Están contentos por defender a este imbécil cuando yo sólo quería proteger a mi hija?
Hades estaba furioso pero aun así, Caria quiso defender a Thanatos. Nyx tenía razón.
—Papá, Thanatos no es así. Es lógico que algo le ha pasado...
—Espero que ya estés contenta y ojalá hayas disfrutado de todo lo que pasó antes de que te atacara, porque no volverás a estar cerca de él —Le dijo con dureza.
—Pero Thanatos no es así...—insistió con lágrimas en los ojos. Tomó aire y valor al mismo tiempo—. Tú no puedes impedirme estar con él. Su actitud tiene una explicación y yo voy a averiguarlo. No voy a regresar contigo, me quedaré con él.
Hades ya no tenía paciencia. Se llevaría a Caria quisiera o no. Ya estaba harto.
—Macaria, debes irte con Hades —dijo Nyx con seriedad.
Caria no lo podía creer.
—No...yo quiero estar con Thanatos. No pueden separarme de él.
—Thanatos no está bien. Existe una razón por la que quiso lastimarte y no voy a permitir que estés con él mientras no esté bien —indicó en el mismo tono de autoridad—. Estarás más segura con tus padres. Yo me encargo de Thanatos.
Las lágrimas fluían rápidamente. Caria sintió horrible tener que separarse de Thanatos cuando él estaba en ese estado. Saber que no podía ayudarlo, le provocaba mucha impotencia.
—Vámonos, Macaria —ordenó Hades.
Caria negó con la cabeza e intentó ir con Thanatos.
—¡No! ¡Than! ¡Despierta!
—Llévensela de aquí —indicó Nyx con fuerza.
Hécate y el mismo Hades impidieron que Caria se acercara a Thanatos hasta que los tres desaparecieron de allí.
***
Inframundo.
Melínoe tenía la cabeza apoyada sobre el lecho de Perséfone. Se había quedado dormida después de haberse desahogado con ella. Le había hecho bien porque por fin pudo descansar, aunque fueran unos minutos. No obstante, se despertó de repente al sentir varias presencias en el castillo: era Caria, Hades y Hécate. Melínoe se sintió tensa por las emociones que descargaban ellos tres. Se puso de pie y salió de los aposentos de Perséfone. Caminó lentamente por el pasillo, intrigada por lo que estaba pasando. Se detuvo en cuanto vio que en el pasillo del fondo estaban ellos.
—¡Suéltenme! ¡Debo ir con Thanatos! —suplicaba Caria con fuerza. Hades la tenía sujeta de la muñeca.
A Hécate le disgustaba ver la desesperación de Caria, pero en esta única ocasión, estaba de lado de Hades. Caria no podía estar cerca de Thanatos por ahora.
Hades abrió de un golpe la puerta de la habitación que ocupaba Caria cuando estaban en el Inframundo. Él pasó e hizo que Caria entrara a la fuerza. Cuando Hécate estuvo por ingresar, Hades se lo impidió.
—Mantente al margen, Hécate. Tengo cosas que aclarar con Macaria —ordenó con fuerza.
—Sólo cálmate. No empeores las cosas —Le pidió.
—No te metas —Le dijo y cerró la puerta de un portazo.
Hécate resopló frustrada. Todo eso era una locura. Pensó en quedarse ahí fuera hasta que Hades saliera pero recordó a Perséfone. Tenía que asegurarse de que ella estuviera bien.
Melínoe retrocedió y se escondió en la esquina de una pared. Hécate entró en los aposentos de Perséfone y cerró la puerta. Fue el momento en que Melínoe decidió caminar de nuevo y acercarse a la habitación de Caria. Podía sentir sus sentimientos; eran de tristeza, desesperación y rabia.
¿Qué había pasado?
—¡Déjame ir! ¡Por favor! —suplicaba Caria a Hades. Él la tomó de los hombros.
—¿Para qué? ¡¿Para que vuelva a lastimarte?! ¡No voy a permitirlo!
Caria puso sus manos en el rostro y las deslizó hasta la barbilla, humedeciendo casi toda su cara.
—Algo le sucedió. Él nunca se portó así conmigo...él me ama.
—Sí, su palabrería fue convincente. Hasta yo comenzaba a creer que decía la verdad...pero todo fue mentira. Yo sabía que podría lastimarte tarde o temprano, pero jamás me imaginé que sería capaz de llegar tan lejos —arrojó su espada contra el suelo—. No me alegro de que te hayas hecho eso, pero sí de que por fin te hayas dado cuenta de cómo es Thanatos realmente.
Caria se había cansado de escuchar eso.
—¡Yo sé quién es él! ¡Él sería incapaz de hacerme daño! —gritaba.
—¡Por favor! ¡Abre los ojos y date cuenta de las cosas! ¡¿Cómo puedes ser tan necia después de hoy?! —Hades también comenzó a gritar por la impaciencia. Ya había tenido suficiente y no creía poder soportarlo más.
Le desesperaba ver que Caria no aceptaba la situación y que seguía creyendo que Thanatos era inocente.
—Lo hago y estoy cansada de todos ustedes. ¿Por qué es tan difícil de entender?
—La que no entiende aquí, eres tú. Yo conocí a Thanatos desde que era joven y sé de lo que sería capaz de hacer. Le dí una oportunidad y la echó a perder. No volveré a confiar en él. Su pasado es...
—¡Que importa su pasado! A mí lo que me interesa es su presente y el futuro que tenga con él.
—¿Qué futuro? ¡Tú no te vas a casar con él!
Caria respiró con dificultad y se mordió los labios con dolor. Sentía que estaba perdiendo todo lo que le quedaba.
—Papá...nos amamos. Sólo quiero estar con él. Quiero que esté bien...no quiero que siga así. Él no es Thanatos. No lo es —decía con vulnerabilidad y sin dejar de llorar—. Por favor, quiero estar con él...quiero saber que volverá a ser el mismo. Por favor...
Hades respiró profundo para calmarse. Le dolía ver a Caria así, con el corazón roto.
¿Y llegó a considerar que él podría lastimarla con tal de que se olvidara de Thanatos?
Se arrepentía de haberlo pensado, pero no iba a desistir de su postura.
Thanatos era un peligro para Caria y debía protegerla, aunque tuviera que verla llorar.
—No volverás a verlo, Macaria. Y no saldrás de esta habitación hasta que lo hayas aceptado —dijo más calmado pero Caria tenía cada vez más dolor—. Es por tu seguridad, algún día vas a agradecérmelo.
Hades dio media vuelta y salió de la habitación, cerrando con sus poderes para que ella no pudiera escapar.
Caria se giró desesperada y enterró sus dedos en su oscuro cabello. Cayó de rodillas y puso las manos sobre el suelo. Lloró sin reprimirse ni un solo momento.
Hades permaneció ahí afuera, apoyando las manos en la puerta. Estaba arrepentido de haber sido duro con ella, pero no pudo evitarlo. Sus impulsos fueron más fuertes que la razón y el cariño que le tenía. Hizo puño las manos y se apartó de allí. Debía estar solo y dejar sola a Caria hasta que se calmara un poco.
Melínoe observó a Hades marcharse de allí. Se detuvo delante de la puerta y sintió el poder de Hades sobre ella. Si la tocaba, podría darse cuenta que intenta entrar. Así que decidió desaparecer y entrar a la habitación. Al estar allí, vio a Caria de espaldas y de rodillas sobre el suelo, llorando descontroladamente.
—Caria...¿qué pasó? —preguntó, manteniendo la distancia. Caria pareció ignorarla. Melínoe volteó y se puso alerta por si Hades regresaba o si alguien más estaba cerca. Cuando se aseguró que todo estaba bien, se dirigió nuevamente a su hermana. Se puso de cuclillas y puso la mano sobre su espalda—. No llores así. Si es necesario, voy a ayudarte de nuevo a que escapes de aquí. Te aseguro que haré lo posible para que tú estés bien.
Caria dejó de llorar sorpresivamente, pero su respiración fue más prolongada. Melinoe se sintió mejor de que se haya calmado.
—Tú...tú te has encargado de hacerme daño —dijo con voz ronca.
Melínoe frunció el ceño al escucharla.
—Entiendo que quieras reprocharme u odiarme por lo que te he hecho, pero quiero que sepas que no fue intencional. No tengo control sobre mí misma pero quiero expiar todo lo que hice...sé que te hice daño, que intenté deshacerme de ti en varias ocasiones pero fue esta maldición la que me dominó...no quiero lastimarte más, es por eso que quiero ayudarte.
Caria enderezó la espalda. Sus brazos quedaron colgando y sin fuerzas. Se fue levantando despacio y giró el rostro poco a poco. Melínoe abrió sus ojos con consternación. Caria tenía los ojos rojos y alrededor de ella, había un aura oscura y roja.
—No...ahora yo voy a deshacerme de ti.
—¿Qué? —expresó Melínoe sin poder entender qué estaba pasando.
Caria se abalanzó rápidamente hacia Melínoe, poniendo sus manos contra sus hombros, empujando con fuerza a Melínoe. Ella pudo hacerse estrellado contra la puerta pero en su lugar, un agujero apareció y ambas entraron en él, desapareciendo por completo.
********************
¡Hola!
¡¿Me extrañaron?! Porque yo sí ToT.
Ha sido una espera demasiado larga tanto para ustedes como para mí. No encontraba tiempo para escribir porque estoy elaborando la tesis de mi Universidad, además de que trabajo, ¡pero por fin pude lograrlo!
¡Y espero que les haya gustado! QwQ
¡AINS!
¡Me muero de curiosidad por saber que opinan!
¿Quién más está en shock con este capítulo, además de mí? Fue difícil escribir la parte de Thanatos, pero tenía que ser.
¿Qué les parece si vamos con las preguntas? Hasta eso extrañaba hacer.
1.- ¿Qué les pareció la escena de Ralen y Garena?
2.- ¿Se dieron cuenta que va a existir otra historia pero con Eros?
3.- ¿Les gustaría leer esa historia?
4.- ¿Cómo vieron las ocurrencias con Zeus y lo que pasó con Poseidón? xD
5.- ¿Quién es el romance secreto de Nyx?
6.- Thanatos terminó muy mal, ¿se imaginaban que todo esto pudiera suceder?
7.- La escena de Melínoe y Zagreo fue rara, ¿qué crees que haya pasado entre ellos?
8.- ¿Qué creen que pase ahora con el hermoso Thanatos?
9.- ¿Les sorprendió la escena de Caria y Melínoe? ¿Sospechabas que esto podía suceder?
10.- ¿Les ha gustado el capítulo?
Quiero llorar...había extrañado tanto escribir. Mil disculpas por la demora, si no es la Universidad, es el trabajo el que me impide continuar escribiendo rápidamente, pero nunca abandonaré mis historias. Ténganlo por seguro.
Gracias por el apoyo que me han brindado y por seguir leyendo la historia a pesar de mi tardanza.
Les mando un fuerte abrazo y nos vemos en la próxima.
¡L@s quiero!
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