Capítulo 31 - Parte 1
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NOTA: Te invito a leer el capítulo de "Orígenes Parte 1" dentro de la historia de "Abrázame hasta la muerte" donde podrás comprender mejor la participación de Érebo, Nyx y Hades.
Si ya lo hiciste, ¡Muchísimas gracias!
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Thanatos bajó la espada lentamente sin dejar de mirar a la recién llegada. Estaba sorprendido de que se apareciera allí pero esa emoción pudo controlarla debido al enojo que sentía por Ápate. Deslizó su mirada hasta encontrarse nuevamente con su hermana. Ápate estaba asustada, con la mirada inmóvil y perdida hacia enfrente. Lo que sentía al verla, le congeló la sangre. La había inmovilizado por completo a causa del miedo. Desde hace mucho tiempo que no la había visto pero sabía muy bien que ya no le tenía ni una pizca de estima. Era imposible ocultarle que trabajaba para Érebo desde hace mucho tiempo, al igual de todas las cosas que había hecho para lastimar a otros.
Ápate sabía muy bien que a ojos de Nyx, todo lo que hizo no fue correcto. La vio dar pasos pausados hacia ellos. Los oscuros ojos de Ápate se agrandaron y reaccionó rápidamente. Se olvidó por completo de Thanatos y desapareció en la oportunidad.
Thanatos bufó frustrado y quiso ir por Ápate: aún no acababa con ella.
—Déjala ir —dijo Nyx con neutralidad. Thanatos volteó a verla de nuevo con reclamo.
—Muchas veces lo hice y esta no será igual —Le respondió e intentó marcharse, sin embargo, fue inmovilizado sin previo aviso.
Nyx no dejó de caminar hasta que se puso frente a Thanatos y se cruzó de brazos.
—Si quieres detenerla, será a su momento...
Thanatos la interrumpió.
—¿A su momento? ¿Tengo qué esperar a que se atreva a lastimar a quien quiero sólo por venganza? —reclamó con exasperación.
Nyx alzó una ceja.
—Tan sólo uno minutos fueron suficientes para que regresaras a esta actitud. Sabes muy bien que no me gusta que me interrumpan —dijo calmadamente pero fu suficiente para que Thanatos baja unos segundos la mirada, dándose cuenta de lo que había hecho—. No te preocupes por Ápate, ella sabe cómo está trazando su destino. No se meterá contigo.
Thanatos no podía estar de acuerdo y dejó ver su inconformidad.
—Tal vez no lo hará conmigo, pero sé que quiere lastimar a Caria porque sabe lo que siento por ella.
—Thanatos, confía en lo que te digo —reforzó su comentario—. No vine aquí para hablar de Ápate, sino de ti.
El dios suspiró largamente. Se daba una idea de la razón.
¿Cómo esconderle algo a Nyx?
—Supongo que ya te has enterado de mi decisión por cuenta propia.
—En realidad, no —respondió enseguida, volviendo a captar el interés de Thanatos—. Estaba resolviendo otros asuntos hasta que alguien me contó todo lo que pasó.
En ese momento, no se le ocurrió de quien podría estar hablando hasta que lovio con sus propios ojos. Hypnos se fue acercando hacia ambos, con la mirada fija en Thanatos. Él sintió una punzada de cólera que no supo explicarse.
—Tenías que ser —comentó casi en murmuro.
—Debía hacerlo. Esto se está saliendo de control, Thanatos —añadió Hypnos su comentario.
La tensión entre ellos se palpaba porque no habían quedado en buenos términos desde que Thanatos fue a los Elíseos para llevarse a Caria. Así qye Thanatos también entendía la molestia de Hypnos ya que lo había engañado antes de partir allí.
Nyx miraba a uno y luego a otro, deslizando sólo la mirada y al final, reparó en Thanatos.
—Te darás cuenta que tenemos que hablar largamente, ¿no es así? —Dio un paso más hasta que ambos se miraron fijamente. Nyx fue esbozando una sutil sonrisa—. Cuéntame, Thanatos. ¿Qué es lo que te ha dicho Hades?
***
Inframundo.
Las lágrimas de Perséfone siguieron resbalando por sus mejillas. Había intentado detenerlas y demostrar más fuerza frente a su esposo, pero no lo logró. Los recuerdos amargos del pasado y lo que se imaginó que había hecho Hades recientemente, le destrozaban el corazón poco a poco, desprendiéndose todas las bellas palabras de amor que le ha dedicado.
Hades sintió un dolor en el pecho al verla así. Las nubes en su cabeza se dispersaron un poco, sólo que sería por tiempo determinado. La realidad fue más clara pero no se explicaba porque Perséfone lloraba así. Sin embargo, sentía que se debía a su causa. Lo que lo sobresaltó más fue ver a su esposa con la armadura que Atenea le obsequió poco después de que ambos volvieran a estar juntos, con la remota excusa de que la usara cuando hubiera peligro.
¿Por qué la usaba ahora?
—Perséfone, ¿por qué lloras? —preguntó con preocupación. Quiso acercarse pero Perséfone se lo impidió.
—No te me acerques —Le advirtió, apretando los dientes. A Perséfone le costaba mucho mirarlo sin sentir que le perforaban hasta el alma misma—. ¿Cómo pudiste hacerme esto? ¡¿Cómo te atreves?! —Perséfone se alzando el tono de su voz y de su poder.
Hades estaba sorprendido.
—Si estás así por lo de Thanatos, quiero que comprendas que lo estoy haciendo para proteger a Macaria —Hades no terminó de hacer su pregunta cuando volvió a sentirse furioso, sólo que esta vez quiso detenerse—. Ella está cometiendo un error.
El aroma a menta fue más espeso justo en ese momento. Perséfone al olerlo, sintió que su interior hervía.
—El único aquí que ha cometido un error, eres tú...al traicionarme —dijo Perséfone con ira mientras alzaba su báculo contra él.
Hades no se había movido al verla intentar atacarlo por la simple razón que no creía que fuera capaz de eso.
Estaba equivocado.
Al verla acercarse con violencia y el báculo cerca de su cara, fue que reaccionó y se hizo hacia atrás. El filo de la punta rozó la coraza. No podía creerlo.
—¿En serio pensabas lastimarme? —preguntó escéptico y molesto.
—Tú me has lastimado, y ni siquiera te importa.
Perséfone alzó de nuevo el báculo y lo volvió a atacar, en esta ocasión, Hades se puso a la defensiva y bloqueó el arma con su espada. Mientras ponía fuerza para evitar que lo golpeara, miró a Perséfone. Era como ver a una mujer diferente a la que acostumbraba...parecía estar viendo a aquella Perséfone que perdió la razón. Sus ojos rojos lo demostraban y él mismo sentía que su esposa se estaba esforzando por controlarse muy a pesar de sus emociones ácidas.
Perséfone se comportaba de la manera en la que todos le temían, una actitud que nunca adoptó ni con sus hijas ni con él...hasta ahora.
—¿Lastimarte? ¿En qué te he lastimado? —cuestionó.
—Me mentiste...¿creíste que nunca me daría cuenta? Ahora me doy cuenta de por qué tu actitud tan diferente —Perséfone comenzó a reclamar. Se acordó del rostro de aquella mujer que la había traicionado y que nuevamente intentaba meterse en su relación. La ira fue tan, que de tanto poder que desprendió, terminó por arrojar a Hades unos cuantos metros hacia atrás. Él no pudo impedirlo y tal fuerza hizo que su casco saliera rodando lejos de él.
Hades se apoyó con sus manos para ponerse de pie pero su intención se quedó frustrada. Perséfone lo apuntaba con su báculo, muy cerca de su cuello. Hades no sabía cómo reaccionar. Entonces, mientras seguía observando la fría y roja mirada de Perséfone, dedujo que su cambio repentino de actitud no sólo se debía al asunto de Macaria y Thanatos, sino a uno más personal. Cerró los ojos por un momento, intuyendo que ella había visto a Menthe. Debía ser por eso porque por ella fue que Perséfone cambió en el pasado, además de que tendrían sentido las palabras que hace poco tiempo pronunció su esposa.
—Creo que comprendo a qué te refieres...no es lo que estás pensan...
—No te atrevas a concluir tu frase —Perséfone no permitió que Hades concluyera su explicación. Presionó su cuello con el báculo—. Sea lo que sea que me digas...no voy a creerlo. Hace tiempo te dije que jamás volvieras a engañarme de esta manera...rompiste tu palabra y con la misma mujer. No obstante, piensas destruir la felicidad de mi hija —explicó con la respiración firme—. Esta vez, no voy a pasarlo por alto.
Perséfone sostuvo su báculo con una mano mientras que con la otra emitía parte de su poder hacia Hades.
—Perséfone, estás llegando demasiado lejos por un malentendido —Hades hizo aparecer su espada y apartó el báculo de un solo movimiento. El descuido de Perséfone permitió que Hades se pusiera de pie y tomara su arma con las manos y se la quitara a ella—. Voy a explicarte sobre Menthe y si es necesario que me perfores con esto después de lo que te diga, lo aceptaré...pero jamás vas a impedir que salve a Macaria de Thanatos.
Perséfone apretó las manos por la facilidad en que minimizaba las cosas. Estaba por intentar quitarle el báculo a Hades pero algo más llamó su atención. Deslizó su mirada hacia atrás de Hades, queriendo analizar quién estaba detrás de ellos, acercándose rápidamente. Hades sintió esa presencia ajena, soltó el báculo y apretó más su espada. Se giró rápidamente y apenas alcanzó a defenderse del fuerte ataque de otra espada. El choque hizo que Perséfone se hiciera hacia atrás, totalmente sorprendida por ver a Hades contra su adversario. Sin embargo, ella no era la única compartiendo tal impresión, también Hades. Sus profundos ojos se clavaron en el joven que tenía enfrente.
—No voy a permitir que le hagas daño a nadie —pronunció el joven, poniendo mayor fuerza en su ataque.
Hades no fue capaz de decir nada por la impresión. Ni siquiera el ver a Perséfone con esa actitud le dejó mudo. Podría considerarse loco pero al verlo, parecía que estaba mirándose al espejo. Esa mirada. Ese tono de cabello.
Zagreo se hizo hacia atrás sólo con la intención de volver a atacar. No obstante, Hades estaba tan perplejo que no parecía querer defenderse y Zagreo no planeaba detenerse. Totalmente decidido a atacar a Hades, alzó su espada contra él.
—¡No! —exclamó Perséfone, impactada y olvidándose de su ira.
Todo estaba tan cerca de ocurrir que era difícil adivinar qué sucedería primero. Lo sorprendente fue que tanto Perséfone como Zagreo, vieron cómo Hades caía de rodillas y luego de bruces, inconsciente. Zagreo se quedó a medio ataque cuando lo vio y bajó la espada. Perséfone tenía el corazón hecho puño. No se explicaba qué acababa de pasar exactamente. Hades cayó inconsciente contra el suelo sin recibir ningún ataque y frente a ella esta ese joven idéntico a él. Zagreo desvió su mirada hacia Perséfone, observándola con detalle. Fue testigo de cómo Perséfone parecía querer llorar de nuevo.
—Todo estará bien —Perséfone volteó hacia su izquierda y vio a Hécate. Notó que de sus manos dejaron de salir luces violetas y verdes. Sin duda, había proliferado un hechizo.
—¿Hécate? —preguntó con sorpresa. No se imaginó verla ahí en el Inframundo ni mucho menos con esa apariencia rejuvenecida. Fue como si el tiempo nunca hubiera pasado.
Hécate la observó con cierta nostalgia y se acercó algunos pasos hasta levantar una mano hacia su frente.
—No necesitamos más problemas, debes descansar —Le dijo y pronunció el mismo conjuro que utilizó con Hades.
Los ojos de Perséfone regresaron a su tonalidad antes de perder el conocimiento. Al momento en que iba cayendo, Zagreo corrió hasta ella y evitó que cayera. Sus largos cabellos rojos colgaban hasta llegar al suelo. Su armadura fue desapareciendo, volviendo a aparecer su largo vestido de rojo oscuro. Hécate suspiró profundo por el alivio que sentía. De no haberlos visto, nunca hubiera crecido que Hades y Perséfone llegaran tan lejos.
—¿Qué les has hecho? —preguntó Zagreo, mirándola con cierta preocupación.
—Los puse a dormir un rato. Menos mal llegamos a tiempo y evitamos que otra catástrofe surgiera —comentó Hécate, confundiendo un poco al joven.
—¿Qué otra catástrofe?
—La de ella —señaló a Perséfone—. Apenas la has conocido y déjame decirte que te faltó conocer más de su lado cruel y catastrófico. Si eso hubiera pasado, no podría haberla detenido. Ahora que está inconsciente, sus emociones se han reestablecido.
—¿Y las de él? —Ambos voltearon a ver a Hades en el suelo.
Hécate resopló con notoria frustración.
—Estará bien. Habría preferido darle con un mazo pero eso habría hecho reaccionar a Perséfone —Hécate miró en dirección hacia el castillo. Estaba algo retirado—. Lo mejor será que se queden así por un muy buen rato. Esto servirá para ganar más tiempo.
Zagreo no preguntó más, parecía comprender a qué se refería. Desvió la mirada hacia una exacta dirección y vio cómo iban apareciendo varios guardias. Uno especialmente, estaba a la cabeza.
—¿Qué ha pasado aquí? —preguntó Radamanthys. Su mirada mostró sorpresa al ver a Hades en el suelo y a Perséfone en brazos de un extraño. Cuando lo vio, llegó a pensar que era Hades. La confusión no tardó en surgir.
—Están bien —respondió Hécate al percatarse que el juez no sabía ni qué expresar—. ¿Por qué no los llevan al castillo?
—Pero, ¿qué les pasó? ¿Quién es usted? —cuestionó, frunciendo ambas cejas.
Hécate sintió una punzada en la frente.
—Soy Hécate...no debo explicaciones y mejor llévenlos al castillo. No pueden quedarse aquí hasta que despierten.
Radamanthys sintió el enfado de Hécate y asintió, dando indicaciones a los demás guardias para que levantaran a Hades y tomaran a Perséfone pero Zagreo no quiso que nadie más la apartara de sus brazos.
—Puedo llevarla yo, si me lo permiten —Todos se le quedaron viendo y por reflejo, asintieron como si fuera una orden de Hades pero enseguida, miraron a Radamanthys avergonzados y luego se quedaron esperando su aprobación.
El juez asintió y los demás se llevaron a Hades rumbo al castillo. Uno de ellos se fue acercando a Radamanthys con apresuración.
—Señor Radamanthys, ya buscamos por todos lados pero ni una pista de Ralen ni de Ariadna.
—¿Cómo que no la hay? ¡Deben encontrarlos!
Hécate miró de reojo en dirección hacia Radamanthys y al guardia nervioso.
—Es que...ya lo hicimos dos veces y no encontramos a ninguno.
Radamanthys bufó. Se los había advertido hace días que no volvieran a desaparecer así de la nada, especialmente a Ralen. Tenía un mal presentimiento de su despistada actitud.
—Está bien, déjalo así. Yo me encargaré cuando aparezcan.
El guardia asintió y se marchó. Radamanthys resopló una vez más y volteó hacia Zagreo.
—¿Quién es él y qué hace aquí? Él no es del Inframundo, ¿cómo llegó?
Hécate miró hacia arriba.
—¿Le parece que es momento de hacer tales cuestionamientos? Yo lo he traído aquí y es por un asunto importante que debe tratar Hades y Perséfone. Mejor preocúpese en buscar a una plaga que anda por aquí —mencionó mirando a todos lados, como si esa plaga a la que se ha referido, pudiera escucharla.
Radamanthys no entendió nada de lo que dijo. Pudo haberle preguntado para conocer más detalles pero los guardias lo llamaron. Volteó a ver a Zagreo nuevamente y le indicó que debía seguirlo.
Zagreo asintió y miró a Hécate una última vez.
—Gracias por traerme aquí.
—Tenía que hacerlo o quizás no volvería a verte —Lo mencionó con respecto a Deméter, ya que ella quiso impedir que Zagreo la acompañara. Era de las escasas veces en que vio a Deméter ansiosa y temerosa. No era para menos. Sin embargo, no iba a mencionar nada más directo que atacara a la diosa porque tardó más en darse cuenta que Zagreo era hijo de Hades y Perséfone que en percatarse que él era bastante apegado a Deméter y la defendería sin contemplación—. Además, será mejor que te quedes aquí e intervengas en caso de que sea necesario. Hades está un poco...voluble. Si vuelve a ponerse de necio, no dudes en noquearlo.
Zagreo quiso sonreír por el recio sentido del humor de Hécate, pero se contuvo. Cargó a Perséfone entre sus brazos y comenzó a seguir al juez.
Hécate lo vio marchando y se dio un poco de aire con las manos. Esa situación se estaba poniendo cada vez peor y ya intuía que los problemas apenas estaban comenzando. Por otro lado, debía regresar al bosque con Garena. Esperaba que no se hubiera metido en problemas durante su ausencia.
Al mismo tiempo en que todos se iban dispersando, alguien los observaba en la distancia. Menthe estaba cubierta con una capa que cubría la mayor parte de su rostro y que le permitía vez, a su vez, se ocultaba tras una gran roca. Primeramente, vio a Hécate y dudó de que se tratara de ella hasta que vio como realizaba hechizos en su intento por ir a defender a Hades. Hasta donde recordaba, Hécate era más mayor. Después de analizar a Hécate, desvió su mirada hacia ese joven. No pudo evitar sentirse asombrada por el parentesco con Hades.
Menthe quería encajar las uñas en la roca. Fue muy sencillo que relacionara tales parentescos.
Sintió nauseas e imploraba que sus suposiciones fueran ciertas.
***
Sicilia, Italia.
Caria dejó de ver la habitación en donde dormía y comenzó a notar distintos tonos de verde en todos lados. En los costados, en el suelo e incluso en algunas partes del cielo. Lo único distinto del lugar era la pequeña casa a unos cuantos metros de donde estaban. Miró sus manos translúcidas. Era increíble lo que estaba sucediendo, más correctamente, lo que Melínoe había hecho. Le había dicho que se trataba de un tipo de sueño pero si Hypnos no tenía conocimiento de eso, entonces, ¿de qué sueño se trataba? No tenía ni idea de que su hermana tuviera esa clase de poderes. La miró de reojo, parecía neutral pero algo en su mirada le indicaba que repasaba algo por su mente.
—¿Qué hacemos aquí, Melínoe? —preguntó Caria, volviendo a ver hacia esa casa.
Melínoe suspiró, jugueteando un poco con el movimiento de su barbilla.
—Cómo te he dicho, vas a conocer la verdad acerca de nuestros padres —La observó de lado, con esa seguridad irradiando de sus ojos—. Cuando hables con ella, te arrepentirás de haber dudado de mí.
Caria frunció los labios con duda.
Mientras tanto.
Deméter se paseaba dentro de su casa, haciendo repetitivos movimientos con sus manos. No dejaba de pensar en lo que sucedería una vez que Perséfone se enterara de lo que hizo. Claro que le daría su versión de los hechos, su explicación del por qué había hecho que naciera un hijo de ella y de Hades, cuidándolo como suyo y ocultándoselo a los demás. No le interesaba la reacción de cualquier dios,ni siquiera la de Hades. Si él se atrevía a ir para darle batalla por lo que hizo, con gusto se enfrentaría a él y se desquitaría por todo lo que le hizo. Lo que lo que Perséfone pudiera hacer.
¿Se atrevería a olvidar que era su madre y la atacaría?
¿Serían sólo reproches?
Ya sea algo tan sencillo y mínimo, le preocupaba que Perséfone no la perdonara.
Deméter se llevó las manos a la cabeza.
¡Maldita sea Hécate! ¿Y qué había de Zagreo?
Tenían que aparecerse al mismo tiempo. Vaya casualidad. Ahora ese incidente le arruinaría la vida.
Pensaba en algún plan, en algo que pudiera hacer para minimizar las tensiones.
Pero, ¿qué podría hacer?
Cansada, se sentó sobre una silla y recargó los brazos sobre sus piernas.
Melínoe y Caria estaban fuera de la casa. Caria escuchaba ruidos y algunos murmullos dentro, pero era imposible adivinar de quien se trataba.
—Anda, puedes pasar —dijo Melínoe, incitándola.
Caria no estaba muy convencida. Miró la puerta y por costumbre, iba a tocar para esperar autorización. La observó, a diferencia de las puertas de Italia o de Grecia, esta puerta no poseía ninguna perilla ni manija para abrirla. Estiró la mano y vio que uno de sus dedos había atravesado la gruesa madera. No se sentía nada. Respiró profundo y cerró los ojos mientras atravesaba la puerta. Cuando entró, lo primero que distinguió fue la silueta de una mujer de espaldas, inclinada hacia enfrente. Parecía que estaba sufriendo. Miró hacia su espalda, creyendo que Melínoe entraría tras ella; estaba equivocada. Respiró nuevamente con profundidad y se acercó lentamente hacia ella. No existía ningún sonido de sus pasos, lo cual no alarmó a Deméter. Caria iba a seguir caminando hasta estar frente a ella y averiguar de quién se trataba.
—Hija mía...después de tanas cosas que han sucedido, sé que quizá, en esta ocasión, no vas a querer perdonarme —Cuando Caria la escuchó hablar, se detuvo. El sonido de voz reflejaba el desconsuelo—. No...tienes que hacerlo. No podrías ser tan cruel después de todo lo que yo tuvo que sufrir desde que te fuiste. Acepté muchas cosas...es justo que tú me perdones, Perséfone —Casi no pronunciaba ese nombre pero se sintió en deuda una vez que lo pudo pronunciar sin sentir resentimiento.
Caria arrugó la frente y abrió los labios. Caminó decidida hasta estar frente a Deméter.
—¿Eres tú? —preguntó, sobresaltando a la diosa. Deméter alzó el rostro y Caria pudo notar el parecido con Perséfone. No cabía duda—. Tú eres mi abuela, Deméter.
Deméter enderezó la espalda. Al fin tenía enfrente a Caria y reaccionó como creyó que lo haría cuando la conociera. No pudo separar su resentimiento hacia Hades por el simple hecho de que se parecía mucho a él, a excepción de los ojos y eso que apenas se notaba la tonalidad de todo su cuerpo por la transparencia. No pudo olvidarse de ese sentimiento por Perséfone. Ella se lo pidió en incontables ocasiones. Le pidió que conociera a sus hijas ya que ellas no tenían la culpa de su odio a Hades.
No pudo hacerlo.
Incluso ahora que era consciente que Hades la estaba buscando por haberse fugado con Thanatos, intentó dejar ese resentimiento pero era muy complicado. Le costó un mundo no echarla en ese instante.
La miró de arriba abajo.
—Hasta que por fin te conozco, es un milagro —mencionó con sarcasmo. De inmediato, carraspeó y cambio su actitud para empatizar, aunque la intención no fuera sincera—. ¿Y qué haces aquí...y de esa manera?
—Quería...—quiso expresar la verdad pero se limitó. Quizás no era la mejor opción—. Quería conocerla.
Deméter podía sentir la mentira en su voz. No confiaba en lo que le decía pero pretendió que no se había dado cuenta. Existía una razón por la que Caria se había presentado hasta ahí y lo averiguaría.
—Después de varios años, al fin vienes a visitarme. ¿A qué se debe la ocasión?
Caria percibía cierta demarcación en su voz. Le recordaba a la actitud de Melínoe.
—Creí que eras tú quien no quería vernos —confesó.
Y era cierto.
Llegaba a recordar que cuando eran niñas, Perséfone les decía que conocerían a su abuela. A final de cuentas, eso no ocurría. Existían varias excusas y era muy notorio que no eran verdad.
El problema no era que fueran a la Tierra para conocer a Deméter, sino que ella no ponía de su parte. Además, se le había hecho muy raro que no hablaran mucho de Deméter aunque lo preguntaran. Se evadía el tema tan sutilmente que desviaban la atención.
Caria sentía curiosidad por Deméter pero no demasiada.
Deméter se le quedó mirando con la intención de reírse. Otra acción que decidió suprimir.
—No ha sido porque no haya querido. No me lo han permitido —indicó.
Caria arrugó la frente.
—¿Cómo? ¿A qué te refieres?
Deméter se recargo por completo en el respaldo de la silla, abandonando poco a poco esa mirada altanera.
—Eres muy joven aun para comprender todo lo que ha pasado —dijo con la intención de provocar mayor curiosidad en Caria. Un hecho que aseguró al ver las expresiones que ponía—. Sí me han importado. Muchas veces quise saber de ustedes. Incluso ahora. Sé que te has ido de los Elíseos y que piensas casarte con Thanatos.
—¿Cómo lo sabes? —preguntó sorprendida y al mismo tiempo, preocupada.
—Tengo mis medios. Es a lo que tengo que recurrir ante tantos obstáculos. ¿Estás escondiéndote de tu padre? —preguntó y vio que Caria estuvo por responder pero le impidió hacerlo—. No debes tener miedo de él. Debes enfrentarlo.
Caria negó levemente. Recién conocía a Deméter pero a pesar de eso, era muy notorio el escozor hacia su padre.
—No me gustaría enfrentarlo. Es mi papá...lo único que quiero de él es que acepte mi relación con Thanatos —decía Caria con un dejo de nostalgia.
—Eso nunca va a suceder. Por algo es que te estás escondiendo y has venido de esta forma —La señaló de arriba abajo.
Caria entendió a qué se refería.
—Esto...no estoy así por él —Caria se mostró cohibida pero aun así, observó fijamente a Deméter. Su mirada azul era muy fuerte. Impenetrable. No aparentaba ser una mujer dulce, pero tampoco quería juzgarla a simple vista—. Mis padres casi no hablan de ti, a pesar de que mi madre suele venir contigo cada seis meses. Pareciera que tienen una mala relación.
Deméter tenía el coraje atorado en la garganta. Ese era su momento. Podía tomar venganza en ese instante en que Caria estaba vulnerable.
¿Qué importaba si su cuerpo estaba en otro lado?
Si quería, podría ir a buscarla personalmente...pero no lo haría. Se tragó su coraje y orgullo y optó por hacer algo mejor. Algo que Hades detestaría.
—Es comprensible que no lo hagan. Si ellos han decidido ocultar mi existencia de ustedes, es porque yo no acepto a tu padre. Nunca estaré de acuerdo en que esté con mi hija —confesó Deméter con recelo—. Es la verdad. Entre Hades y yo, jamás existirá una buena relación. Es por eso que él ha decidido que nunca me acerque a ustedes y le ha exigido a Perséfone que no hable sobre mí.
Caria negó de inmediato. No creía en lo que ella le decía.
—Pero, ¿por qué? ¿Por qué no puedes aceptar a mi padre?
—Por la misma razón que él no acepta a Thanatos —Deméter suspiró y ocultó su sonrisa—. Él se llevó a mi hija. Hades secuestró a tu madre sin que ella lo amara y la obligó a quedarse con él.
Caria fue ensanchando sus ojos lentamente por las palabras seguras de Deméter.
No podía ser posible.
***
Sicilia, Italia
Hécate apareció dentro de su casa. Ni siquiera se movió. Miró a su alrededor y vio un completo desorden. Todo, absolutamente todo estaba tirado. Fue a su bodega y comenzó a evaporarse de rabia. Todas las botellas de las posiciones estaban rotas sobre el suelo. Los libros estaban regados por toda la extensión y muchos se habían humedecido con sus creaciones.
No tenía que especular demasiado, sabía quién era.
Ápate.
Había tenido el presentimiento de que eso sucedería porque sintió su presencia echando fuego justo después de que Hades se fue de su casa. Esa era la razón por la cual le había pedido a Garena que saliera de la casa.
Hécate salió de allí y prestó mayor atención a los alrededores, tanto para buscar a Garena con la mirada como tratando de sentir su presencia.
En el bosque, no sentía nada.
<<¿Dónde se habrá metido?>>, pensaba Hécate con tranquilidad. Estaba completamente segura de que nada malo le había pasado y pensándolo mejor, quizás estuviera con Ralen. Después de todo, él tampoco parecía estar en el Inframundo.
Ojalá estuviera con él, así estaría más segura.
Sin embargo, Hécate no podía quedarse de brazos cruzados y esperar a que Garena apareciera de un momento a otro. Habían muchos problemas asomándose y que desafortunadamente, no existían muchas soluciones. Todo se había salido de control y empeoraba a cada minuto. Consideró que podía seguir buscando muchas soluciones adicionales a cada problema pero eso demoraría mucho y no se enía demasiado tiempo disponible. Además, las cosas empeorarían aún más si Hades despertaba y seguía con su locura de intervenir enre Thanatos y Caria. Más aún cuando Hades y Perséfone se enteraran de que tienen un hijo gracias a Deméter.
¿En qué demonios había pensado Deméter?
Nunca creyó que podía caer más bajo hasta que se enteró de la existencia de Zagreo.
Esta vez, estaba más que segura que Perséfone no la perdonaría.
***
Sicilia, Italia.
Caria permanecía estática. Por su mente analizaba la confesión de Deméter y entre más repasaba las palabras, menos podía creerlo. Volteó en distintas direcciones para buscar a Melínoe con la mirada pero ella seguía sin aparecer, lo más probable es que esté fuera de la casa. Quería que alguien más negara al respecto. Tanto a Melínoe como a ella, le habían contado una versión distinta sobre sus padres.
Deméter contaba una más oscura e imposible de creer.
—Eso no puede ser verdad...no lo creo —dijo Caria con mucha confianza en su afirmación—. Mis padres se aman, mi padre no pudo haber secuestrado a mi madre. Eso es una locura —puso una mano sobre su pecho.
Deméter rodó los ojos con discreción.
—Es lo que les han hecho creer pero la verdad es distinta. Todo lo que les han contado ha sido por orden de Hades. Él jamás querría que se enteraran del monstruo que verdaderamente es —tragó saliva. Deméter sentía la tristeza como si recién hubiera perdido a su hija—. Mi hija antes se llamaba Koré. Vivía feliz a mi lado hasta que una tarde, decidió salir de casa y nunca más regresó. La busqué por todos lados y tarde en saber dónde estaba. Hades vino a la Tierra y secuestró a mi hija. La obligó a quedarse con él, la casó a la fuerza y le cambió el nombre. Hice todo lo posible por que Hades la dejara libre pero se negó en todo momento.
Caria respetó que Deméter explicara su versión, pero seguía rehusándose a creerle.
—Mi padre no es así. Él es bueno...
—¿Ah, sí? —preguntó Deméter con ironía—. ¿Y por qué se esconden de él? —Caria se mordió ambos labios, no fue capaz de replicar—. Yo te diré por qué te escondes...porque sabes que él sería capaz de lastimar a Thanatos sólo por querer estar contigo. Por mucho que niegues que Hades sea un monstruo, en el fondo sabes que podría hacer cualquier cosa con tal de que se haga lo que él quiere —Deméter respiró profundo—. Sé que no me has pedido mi opinión y quizás no quieras saber nada al respecto, pero aun así te la daré...Hades jamás va a detenerse. Hará todo lo posible por separarte de Thanatos. No le importará si te lastima en el proceso, no estará tranquilo hasta que logre alejarte de él.
Melínoe estaba fuera de la casa, escuchando atentamente todo lo que Deméter le decía. Al principio, se molestó por la actitud tan pacífica que demostraba Deméter a pesar de que sus sentimientos fueran otros. Creyó que explotaría en cualquier momento y cumpliría sus amenazas sobre lastimar a Caria, tal y como lo hizo con ella. Se había arrepentido de haberla llevado con Deméter al no ver ninguna acción de su parte, hasta que comenzó a hablar sobre Hades y Perséfone. Sabía que eso sucedería. Era algo que también esperaba que sucediera. Sin embargo, analizando la tranquilidad que Deméter intentaba demostrar y en relación a lo que confesó acerca de que ya sabía sobre Thanatos, la hicieron llegar a una conclusión: Deméter había cambiado de planes.
Melínoe iba a hacer lo mismo.
Caria comenzaba a sentir desesperación. La inquietud que había dejado de tener, regresaba. Ese miedo que tenía acerca de su padre, se acrecentaba. Lo único que seguía sin aceptar era lo que Deméter le aseguraba.
—Lo que más quiero es que acepte mi relación. Sé que será difícil pero no creo que mi padre sea capaz de hacer lo peor —decía con espesura. Quería creer que sus palabras se cumplieran.
Deméter ladeaba la cabeza con hastío.
—Es tu padre, es comprensible que no me creas —deslizó su lengua por el interior y enseguida sonrió de lado—, quizás necesitas pruebas reales.
La diosa puso ambas manos hacia enfrente en forma de cuna. Caria se le quedó mirando las manos vacías con extrañeza. De repente, entre sus manos aparecieron unas hojas amarillentas que sólo extenuaban su antigüedad. Sin más tiempo que esperar, Deméter le enseñaba las hojas a Caria.
—¿Qué es esto? —preguntó con curiosidad.
—Es la prueba para que me creas —Puso las hojas sobre la mesa, expandiéndolas por en toda la base en orden y le indicó a Caria que se acercara para leerlas.
Caria miraba desconfiada a Deméter y la supuesta prueba que le mostraba. Tragó saliva con dificultad. Caminó despacio hasta las hojas y analizó la letra, la reconocía; era de Perséfone. Bajó más el rostro y comenzó a leer entre fuertes golpeteos de su corazón. Lo que leyó no dejó tranquila. Era parte de un diario. Entre más leía, más le ardían los ojos. Podía sentir el dolor en las escritas y más aún, parecía estar escuchado a su madre mientras leía. Desgraciadamente, no era nada agradable.
"¿Qué clase de monstruo secuestra a alguien? ¿Cómo puede decirme que es mi esposo cuando ni siquiera lo conozco?
No aguanto más.
Quiero regresar con mi mamá"
A Caria se le desgarró el alma al notar que parte de la tinta estaba corrida. Inmediatamente pensó que se trataba de lágrimas. La garganta le carraspeaba pero siguió leyendo. Pasó algunas hojas y se detuvo de nuevo en otras confesiones.
"Mi mamá no ha contestado mis cartas, ¿estará bien? Pat me dijo que se las entregó personalmente y que ya estaba mejor pero siento que hay algo extraño en esto...mi mamá no es de las que están tranquilas.
Por otro lado, me he topado muy pocas veces con ese hombre, yo suelo ignorarlo y él no ha cruzado palabra conmigo. Al parecer cumplió con lo que dijo. Por esa parte me siento bien pero sigo encerrada en este lugar.
No confió en él.
Pat me ha dicho que tome mucha distancia si quiero salir de aquí. Dice que podría engañarme fácilmente y Pandora me dice lo contrario, que Hades no es tan malo como mi mamá me ha contado o como suele parecer.
Yo prefiero no arriesgarme a nada, no le perdono lo que me hizo."
Caria resoplaba con regularidad. Era increíble e imposible de creer que eso estuviera pasando. En verdad parecía que Perséfone estaba ahí presente leyendo todo eso.
Deméter esbozó media sonrisa al ver cómo sus emociones estaban muy quebradizas.
—¿Quieres llorar? —preguntó ocultando su la mofa.
Caria tenía tanto sentimiento que no prestó demasiada atención a Deméter
—Esto...es difícil de asimilar —decía Caria aclarándose la garganta.
—No quería mostrártelo, pero me parece que es lo mejor —suspiró largamente con la intención ocultar el sarcasmo—. Mi hija sufrió mucho por culpa de Hades. La encerró y jamás la dejó reencontrarse conmigo. Le dio de compañía a Pandora sólo para manipularla, para convencerla que lo mejor era que ella se quedara en el Inframundo con él y que me olvidara a mí. Yo sufrí durante mucho tiempo. Hice de todo para salvar a mi hija...pero Hades no lo permitió. Sólo en una ocasión logré liberarla pero ocurrió algo que no tenía contemplado.
Caria seguía leyendo las partes que más le afectaban del diario. Sin embargo, escuchó lo que Deméter le dijo y el corazón se le agitó aún más. Sentía que tarde o temprano, terminaría llorando.
—¿Qué ocurrió? —Quiso saber.
—Antes de que Perséfone abandonara el Inframundo, Hades la engañó al darle unas semillas de granada —Caria abrió más sus ojos—. No tengo la menor idea de lo que le dijo pero fue una mentira porque mi hija las comió...gracias a esa intervención, ella permanece seis meses a su lado y seis meses conmigo.
Ahí estaba la razón de la obligación que debía cumplir Perséfone. Tenía sentido pero eso conllevaba aceptar que la relación que siempre creyó de sus padres siempre fue mentira.
Eso la decepcionaba profundamente y a parte de eso, sentía ácido dentro de sí misma. Apenas ere leve pero comenzaba a ser molesto y llegaba a darle vueltas la cabeza. Eso mismo sintió cuando se enfrentó a su padre durante esa dichosa cena de compromiso con Fobos.
—Pero ellos...se aman. Siempre se lo han demostrado —dijo Caria como última ilusión.
Deméter alzó los hombros con molestia.
—Es lo que todos dicen pero es mentira. Al comer esas semillas, también hizo que mi hija se enamorara de él. Ese sentimiento no es real —Al escucharla decir esti último, le dolió aún más a Caria. Ella siempre había querido amar a alguien y ser feliz a su lado durante toda la eternidad, tomando como ejemplo la relación de sus padres. Saber que todo era mentira, que todo era por las manipulaciones de su padre, aumentaba ese malestar. Por otro lado, Deméter sabía que había ganado—. Quiero que tomes en cuenta esto cuando Hades quiera separte de Thanatos. Él no tiene cara para quejarse ni prohibirte nada.
Caria no pudo responder más. Miró por última vez a Deméter y fue retrocediendo poco a poco hasta salir de la casa.
Melínoe le vio salir con un semblante derrotado. Sentía sus emociones y sonrió por dentro.
—¿Qué te hizo? —preguntó Melínoe con indiferencia.
Caria puso su muñeca sobre sus labios, suprimiendo sus sollozos. Alzó su otra mano en dirección a su hermana.
—Por favor...llévame a otro lado —pidió con fragilidad.
Melínoe esbozó una sonrisa.
—Como tú digas —dijo y enseguida, ambas desaparecieron tenuemente.
Deméter recargó la espalda nuevamente. Suspiró profundo y no pudo dejar de sonreír. Si Caria era tan frágil como se había puesto, era un hecho que su relación con Hades empeoraría.
***
Tártaro.
Thanatos esperaba a que Nyx volviera a aparecer porque había ido a resolver algunos asuntos. A unos cuantos metros de él se encontraba Hypnos. Ninguno de los dos estaba contento con el otro. La tensión podía cortarse hasta con la misma mano.
Hypnos lo miró de reojo y negó con la cabeza.
—Tenías que hacer lo que querías, ¿no? ¿No podías pensar en las consecuencias? —Cuestionaba. Thanatos optó por ignorarlo—. No tienes idea de los problemas que se van a desglosar por tu inconsciencia.
—Tú lo has dicho, mi inconsciencia. Deja de meterte en mis asuntos —respondió Thanatos con sequedad.
—¿Eso es todo? ¿No te importa nada? —Se comenzaba a enojar—. Cuando Hades logre llevarse a Macaria, ¿qué vas a hacer?
Esta pregunta fue detonante de la reacción de Thanatos, quien lo acribilló con la mirada.
—Es lo mismo que quisiera saber —Ambos giraron el rostro para encontrarse con Nyx nuevamente. Ella iba acercándose a su trono y se sentaba sobre él con tanta clase y autoridad—. Hypnos, déjanos a solas.
Hypnos suspiró enojado y salió de allí, cerrando las enormes puestas detrás de él. Thanatos tenía la mirada gacha y lentamente vio a su madre. Su semblante no era de contento.
—Ya sé que debes estar enojada conmigo por las mismas razones que Hypnos. No quiero discutir los motivos por lo que lo hice...sólo puedo decirte que no me arrepiento y nunca lo haré, sea quien quiera intervenir.
Nyx miraba neutral a Thanatos y permaneció así por varios segundos más. Esbozó una media sonrisa impredecible.
—Escucharte hablar así, sin miedo ni arrepentimiento...me enorgullece. Es al cual lo que esperaba de ti.
Thanatos alzó ligeramente sus cejas, mostrando que estaba sorprendido.
—¿No estás enfadada? —preguntó escéptico.
Nyx recargó su cabeza sobre su mano.
—Contigo no —aclaró—. Estoy contenta de saber que has actuado de esta manera por amor —Esa afirmación sorprendió aún más a Thanatos—. Desde antes que nacieras, sabía que la mujer destinada para ti no sería fácil. Ambos iban a enfrentarse a muchos problemas. Que te hayas enamorado de Macaria, no es ningún motivo de enfado.
—Eso debería saberlo Hypnos y otros más —comentó.
—Hypnos es más racional que tú en algunos asuntos. Se preocupa por ti.
—Pero no me comprende y me complica más las cosas.
—Desde mi punto de vista, hay alguien más que te complica las cosas —dijo Nyx, apretando un poco los dientes. Thanatos sabía a quién se estaba refiriendo—. ¿Qué fue lo que te dijo?
Thanatos conocía a su madre y tuvo un presentimiento no muy grato.
—Madre, entiendo que como puedas sentirte con Hades pero quisiera que no intervinieras en esto.
—Thanatos...nadie tiene idea de cómo me siento —dijo con molestia—. Hades me debe hasta lealtad. Hice muchas cosas por él y tuve muchas consideraciones. Si a ti te falta al respeto, directamente lo hace conmigo. Como sabrás...no puedo quedarme de brazos cruzados.
El enojo de Nyx era muy latente. A pesar de tener problemas con Hades, Thanatos no quería que su madre se desquitara con él como lo hizo con Zeus en el pasado...o incluso peor.
—Pero es por mi causa que él esté furioso conmigo. Yo debo encargarme de esto.
—Lo sé...pero con esto, sería la segunda vez que me lo pides —suspiró con hastío—. Cuando te desterró de los Elíseos y del Inframundo, me pediste que no interviniera y lo hice, muy a pesar de que estaba muy furiosa. ¿Quieres que haga lo mismo ahora y que Hades siga haciendo lo que se le viene en gana? —Thanatos resopló y pasó ambas manos por su cabeza. Nyx poseía un carácter muy fuerte detrás de ese rostro iluminado y pasivo. Convencerla, no era cosa sencilla—. Tengo una condición.
Thanatos, impresionado, frunció el ceño. Esa era una de las maneras en que Nyx podría ceder a hacer algo, el problema eran las condiciones que ponía.
—¿Qué sería?
Nyx se levantó de su trono y bajó los escalones hasta llegar con Thanatos.
—Hoy están organizando tu boda en la Tierra, ¿no es así? —Thanatos no respondió. Era lógico que ya sabía la verdad—. Quisiera ir allí.
—¿Quieres ir? ¿Por qué?
—Porque soy tu madre y porque quiero asegurarme de algo —sonreía largamente—. Además, quiero conocer a tu futura esposa.
Esa condición no era realmente tranquilizante para Thanatos porque intuía que otra de las razones por la que quería estar ahí, era por si Hades se aparecía ahí para arruinar todo. Si eso sucedía, se podría esperar cualquier cosa. Por otro lado, no podía negarse o haría algo contra Hades directamente.
—Está bien. Me gustaría que estuvieras ahí...sólo no hagas nada en contra de Hades si llega a aparecer.
Nyx ladeó un poco la cabeza.
—Sólo si no me provoca.
Thanatos suspiró de nuevo. Eso tampoco le aseguraba nada.
—¿Te importaría si me adelanto? No quiero que Caria se preocupe por mí.
Nyx asintió con calidez.
—Iré más tarde. No voy a faltar. Y entonces si...me dirás cada palabra que Hades te dijo. Cada amenaza...y espero que no me mientas ni ocultes la verdad porque lo sabré.
***
Nápoles, Italia.
Garena se sentía sofocada. Habían pasado pocos minutos desde que Ralen comenzó a explicarle la razón de por qué no había regresado ese día a ayudarle a reparar la casa de Hécate ni porque no lo hizo en los días anteriores a ese. Intentaba poner toda la atención posible en lo que le decía, pero estaba nerviosa. Presentía que cuando terminara de explicar, vendría la conversación que la ponía inestable. No podía controlarse ni cuando pensaba en lo que ocurrió, ni siquiera podía hacerlo ahora con una conversación tan normal. Esperaba que Dionisio regresara con esos platillos de comida sólo para tener distracción.
Pero eso no sería interminable.
—¿Está escuchándome?
Garena hizo un movimiento rápido de cabeza y pestañeó como si lubricara sus ojos.
—Sí, te estoy escuchando —Mintió a medias.
Ralen le sonrió tan encantadoramente que Garena casi se perdía en ese gesto.
—Por un segundo creí que pensaba en otra cosa mientras le contaba acerca de mis labores.
—Claro que no. Te estoy escuchando —repitió. Garena esperaba que no siguiera insistiendo. Sintió confort al notar cómo él parecía estar satisfecho con su respuesta.
—¿Y qué opina? —preguntó Ralen de pronto. Garena ladeó la mirada en ambos lados.
—¿Qué opino de qué? —preguntó, encogiendo ligeramente los hombros.
Ralen seguía con esa sonrisa sobre su rostro.
—De lo que le acabo de decir. ¿Qué opina?
Garena rió nerviosa. No tenía ni la menor idea de qué había sido lo último que Ralen le contó y le había asegurado que lo había escuchado. Con lo sensible que era Ralen con las mentiras, no dudaba que podría salirse de ahí ofendido o mínimo que le diera un sermón sobre lo malo que es mentir.
Ya se lo imaginaba.
Su mente daba giros con sorprendente velocidad para pensar en algo general que pudiera decirle y salvarla de un sermón. Casi gritó de alivio cuando vio que Dionisio se acercaba a la mesa junto a su ayudante quien comenzó a tocar el violín.
—Lamento la demora, pero al fin tienen su comida —Puso dos platos de spaghetii frente a cada uno. Garena suspiró más tranquila y Ralen se emocionó de ver el spaguetti. Dionisio los veía curioso y más aún cuando Ralen parecía tener algún inconveniente para comer—. ¿Hay algún problema?
—No —respondió Ralen, viendo que Dionisio se dirigía a él—, sólo qué...¿hay mermelada?
Dionisio hizo gestos de incomprensión.
—¿Mermelada? —Fue dibujando una gran sonrisa sospechosa—. Picarón, vas muy rápido. Sabía que sólo necesitabas un empujón para que tomaras la iniciativa, pero te has adelantado muchísimo. Ni siquiera han comido nada —Le dio una palmada en el hombro. Estuvo a nada de hablar sobre la soda.
Ralen lo miró confundido, no había entendido lo que Dionisio le quería decir. Por otro lado, Garena estaba más que roja de la vergüenza. Tuvo que tomar la servlleta y cubrirse el rostro, fingiendo que se estaba limpiando la cara.
—Él quiere mermelada para...el spaghetti —dijo Garena, queriendo que la tierra se la tragara o que un asteroide le cayera encima.
Dionisio puso semblante de asco.
—¿Para el spaghetti? —miró a Ralen con un semblante más marcado de repulsión—. ¿Cómo puedes arruinar esta comida sagrada de tal manera? Qué decepción.
Sin más que añadir, Dionisio se fue rumbo a la cocina de nuevo, no sin antes dejar la botella de vino sobre una cubeta con hielos.
Garena siguió cubriendo su rostro con el trozo de tela, lamentándose haber pensado que la presencia de Dionisio aminoraría la incomodidad.
—¿Usted sabe qué me quiso decir Dionisio? —Rlen seguía confundido.
Garena negó apresuradamente.
—No, no tengo la menor idea.
En cuestión de segundos, Dionisio ya estaba de regreso con un frasco de mermelada. Lo puso sobre la mesa y volvió a ver a Ralen con gestos de desagrado. Tomó de nuevo la botella de vino y procedió a descorcharla, recuperando su emoción. Comenzó a servir.
—Espero disfruten de la cena pero sobre todo, de este delicioso vino. Es del mejor de mi bodega...mi mejor creación —presumía muy encantado.
Garena miró desconfiada la copa que recién le acercó Dionisio. Desde lo de la soda, ya desconfiaba de cualquier bebida.
—Yo paso. No quiero beber nada.
Dionisio sentía que su corazón se detenía. Volteó a ver a Ralen y esperó una respuesta de su parte mientras le ponía mermelada al spaghetti. Antes de que Ralen se perdiera en el primer bocado de la pasta, pudo responderle al dios pero no fue una respuesta de su agrado.
—Yo tampoco. No me gusta beber nada de eso.
Dionisio sintió lava en su interior. Tal coraje lo hizo imaginarse que sujetaba la cabeza de ambos y la estrellaba contra el spaguetti una y otra vez. Cerró los ojos y respiró profundo. No podía dejarse llevar por esos impulsos en ese momento. Cuando le demostrara a Eros que podía hacer que ese par revelara sus sentimientos y se hicieran pareja, podría desquitarse un poco por la ofensa que acababan de hacerle.
—Tendrán que beberlo sí o sí. Yo no voy a estar desperdiciando mis uvas sagradas para recibir desplantes —Les advirtió con aspereza—. Los voy a dejar solos, y para cuando regrese, quiero ver esas copas vacías.
Dionisio alzó el mentón con altivez y se marchó de ahí muy ofendido.
Una vez que se marchó, Garena miró fijamente su platillo, pensando en si debía comerlo o dejarlo como estaba. La realidad era que no tenía hambre. Vio por inercia a Ralen y sonrió al verlo. Parecía un niño emocionado por un plato de comida, de lo feliz que estaba, parecía que había olvidado que ella estaba frente a él. Como si fuera un llamado mental, Ralen alzó la mirada hacia Garena después de dar un bocado. Ella enderezó la espalda.
—¿Y qué opina? —preguntó de nuevo.
Garena esperaba que estuviera hablando sobre la comida y no sobre el tema anterior.
—Aún no como nada. No tengo hambre —dijo con un toque de inocencia.
Ralen soltó una breve carcajada.
—Sabe bien que no me refiero a la comida —indicó—. ¿Por qué insiste en engañarme? Sé bien que no me prestó mucha atención mientras hablaba.
Tenía que imaginarlo. Garena sintió que le aventaban un cubo de hielos encima. Se sentía como una tonta, pero ese momento no superaba al primero donde creyó que lo había engañado con su torcedura de tobillo.
Garena resopló resignada.
—Me distraje, no fue a propósito. No quería que te molestaras por haber estado hablando en vano —confesó con los brazos cruzados.
—¿Y consideró que me molestaría menos si me mentía?
Garena torció los labios y movió sus hombros.
—Otra ingenuidad de mi parte —concluyó.
Ralen se quedó en silencio pocos segundos.
—¿Qué la distraía tanto?
El nerviosismo de Garena volvió a dispararse.
<<¡Carajo, Ralen! ¿Por qué no me preguntas algo más fácil?>>, pensó con frustración.
Garena desvió la mirada de Ralen hacia otro sitio pero ni eso logró que se rondiera y volviera a prestar atención a su comida. Ambos estaban tan entretenidos que no se dieron cuenta que Eros estaba muy cerca de ellos, fingiendo que trapeaba el suelo enmaderado cuando en realidad, quería saber lo que conversaban ellos dos. Imploraba que el plan de Dionisio fracasara o de lo contrario, sería el hazmerreír.
Garena se mordió los labios y tragó saliva. Parecía tan sencillo decir la verdad, pero el miedo a que volver a salir lastimada de una relación amorosa, la detenía a pensar lo mejor que podría suceder.
—Sobre algo que no quise decirte en su momento —dijo Garena con inseguridad.
Eros dejó de trapear y se puso pálida de sólo imaginar que podría revelar sus sentimientos con tanta facilidad. La iba a golpear con el trapeador si se le ocurría confesarse de la nada después de que a él lo hizo sufrir demasiado. Estaba preparando el arma por si debía utilizarla.
—¿Sobre qué? —cuestionó Ralen, ansioso por saber qué le diría.
—Es sobre...mi abuela —dijo Garena, cambiando la verdadera raíz de su confesión. Eros casi gritó de la felicidad. Jamás creyó que se pondría así de contento por el rechazo de sentimientos de alguno de ellos dos—. No te dije quién era mi abuela realmente. Es increíble de creer y no sé cómo te lo vayas a tomar...
—Su abuela es Hécate, ¿cierto? —añadió Ralen sin titubeos. Garena alazó por completo las cejas.
—¿Ya lo sabías?
—Lo deduje después de que me tuve que marchar aquel día —confesó Ralen, sorprendiendo a Garena—. No fue muy complicado. Conoces a Hécate y parecía estar en confianza contigo cuando nos reprendió. Y estabas en su casa cuando yo llegué...
—¡Suficiente, Ralen! —exclamó interrumpiéndolo. Incluso hasta el violín dejó de escucharse porque Teodoro se espantó.
Dionisio escuchó el grito de Garena y volcó los ojos.
—¿Ahora qué? —Se preguntó y regresó al lugar.
Eros lo vio acercarse y rápidamente se agachó y se escondió debajo de la mesa donde estaba Garena y Ralen. Dionisio vio a Teodoro y lo tranquilizó dándole unas palmaditas en la cabeza, haciendo que se calmara y volviera a tocar el violín. El dios del vino no se acercó a la pareja pero agudizó su oído para saber por qué la tensión.
Garena se dio cuenta de que se había expresado en voz alta. Suspiró y pasó sus mechones de cabello por detrás de las orejas.
—Ya entendí, Ralen. Deduces muy rápidamente las cosas y eres muy difícil de engañar —suspiró de nuevo—. Tal vez no me creas o después de esto tengas otra percepción de mí...
—Lamento interrumpirla, señorita pero...¿por qué tendría que tener otra percepción de usted? —preguntó sin esperar necesariamente una respuesta- Garema se le quedó mirando—. Debo decirle que en verdad me sorprendió imaginar que la señora Hécate y usted fueran parientes ya que no tenía el conocimiento de que ella tuviera familia. Al verlas juntas sin saber el contexto, no me imaginaría que se traa de abuela y nieta.
Garena ladeó un poco el rostro.
—En realidad....es mi tatarabuela —alzó aún más los hombros—. Yo había pensado que estaba muerta pero no es así. Ella se niega a abandonar este mundo —Su comentario hizo reír a Ralen. No lucía distinto—. A pesar de esto, ese argumento no es completamente válido como para que yo cambie mi actitud hacia usted. Tanta insistencia me hace pensar que usted desea que me aleje a pesar de que yo la quiero —decía Ralen con una seriedad que no fue vista en toda la tarde.
Garena no decía nada. Sus pensamientos y sus sentimientos combatían uno tras otro. Quería ser más racional, dejar de lado lo que sentía para evitar cometer el mismo error del pasado.
Dionisio observaba como Garena se volvía cada vez más insegura. Eso no tenía buena pinta. Deslizó su mirada hacia Ralen, quien también había apagado el semblante y luego observó sus copas de vino. No habían bebido nada. Frunció el ceño.
—Eso no avanza nada...no soporto tanto desprecio —dijo Dionisio, molestándose más porque había destapado una botella de vino especial para que ninguno lo bebiera.
La mente vengativa de Dionisio comenzó a tramar algún nuevo plan para demostrarle a Eros que no se iba a rendir y que siendo más sencillo, podía lograr que esos dos se confesaran.
De repente, la campanilla de la puerta sonó. Todos voltearon a ver por curiosidad, incluso Eros se asomó, poniendo los holanes del mantel sobre su cabeza para ver quien había entrado a interrumpir. El interés fue perdiéndose poco a poco para ver a una joven ingresar. Dionisio torció la boca y puso su puño en la cintura.
<<Estoy seguro que puse el letrero de "cerrado">>, pensaba mientras avanzaba hacia la joven.
La chica lo miró neutral.
—Buenas noches. Quisiera beber algo —dijo.
Dionisio pasó una mano por su cabeza. Se pensaba seriamente en venderle un trago ya que a él le importaban los clientes y ni Garena ni Ralen avanzaban en nada.
—Claro que sí, por aquí —Le indicó y la llevó hacia la barra.
La hermosa joven se fue quitando su gabardina mientras miraba hacia la pareja que estaba sentada delante de una mesa. Prestó especial atención a Ralen, sonriendo con coquetería. Garena la miró y sintió escalofríos en los brazos. Esa mujer no dejaba de mirar a Ralen como si de comida se tratara.
Ralen estaba en lo suyo que era comerse su spaghetti.
Dionisio le acercó un vaso con una bebida rosa y decorada con unas hojas de hierbabuena.
—Esta bebida es cortesía de la casa —decía Dionisio con una espectacular sonrisa.
La mujer no volteó a verlo.
—Gracias, pero creo que me interesa algo más —comentó y se levantó del banquillo.
Dionisio parpadeaba constantemente y se llevaba una mano al pecho, a la altura del corazón. Sentía que le iba a dar algo.
La mujer fue caminando hacia la mesa y se detuvo justo a lado de Ralen. Él por fin despegó la mirada de su plato y se volteó a verla. Ella sonrió aún más.
—Es una sorpresa encontrare aquí —dijo la mujer.
Ralen estaba confundido pero no hizo ningún movimiento de cabeza.
Garena entrecerró los ojos y pasaba su mirada uno a otro.
—¿La conozco? —preguntó Ralen aún confundido.
—Por supuesto que sí. Nos conocimos hace días en el parque, ¿ya no te acuerdas de mí? Me ayudaste a cargar unas cosas hasta mi coche —explicaba.
—Lo siento, no la recuerdo —afirmaba.
—Me llamó Fiorella, Ralen. Hablamos diez minutos después de que me ayudaste.
Garena alzó ambas cejas y se cruzó de brazos, sin dejar de mirar a Ralen.
Al principio no le había creído a la chica hasta que mencionó el nombre de Ralen y expresó su caballerosidad. Si hubiera dicho cualquier otra cosa, había tachado a la mujer de mentirosa, pero había mencionado una característica de Ralen. Cruzó la pierna y la movía de arriba abajo. Debajo de la mesa. Eros estaba boquiabierto, escuchando perfectamente lo que decía Fiorella.
—Es que...yo no la recuerdo —dijo de nuevo Ralen pero con mayor inseguridad en sus palabras.
Fiorella hizo unos pucheros y puso ambas manos en el hombro de Ralen. A Garena casi se le salen los ojos de su lugar.
—¿Qué te parece si damos una vuelta a donde acordamos la vez anterior? Sé que eres algo tímido pero te aseguro que me recordarás en cuanto comencemos a caminar.
Garena inhaló efusivamente y exhalo por medio de carraspeos. Ya estaba enojada pero que la mujer la ignorara y que Ralen pusiera cara de no saber de qué le hablaban, la hizo enfurecer.
—Oye...ragazza, tal vez no lo sabías pero él está conmigo ahora mismo...y estamos ocupados —dijo sonriendo con falsedad. Fiorella parecía no entender el sarcasmo de Garena por la expresión que puso, pero Garena no se esperaba la respuesta de la mujer.
—Sí me he dado cuenta, pero lo veo tan aburrido que es mejor que vaya a dar una vuelta para despejar su mente —dijo Fiorella.
Ralen veía que Garena estaba muy enojada y que podría responderle de la misma manera en la que lo hizo con Dionisio y Eros hace algunas horas.
—De antemano, gracias y me disculpo. Estoy con ella y no creo poder ir con usted.
Eros casi aplaudió el rechazo de Ralen. Se le había olvidado que quería que el plan inicial de Dionisio fracasara.
Fiorella asintió con una emoción apagada y desprendió las manos de Ralen. Garena sonrió satisfecha, disfrutando del rechazo.
—Entiendo, lamento molestarte —dijo Fiorella mientras regresaba por sus cosas y se marchaba.
Garena estuvo feliz de escuchar que la puerta se cerraba. Miró de nuevo a Ralen y fue dejando de sonreír.
—Veo que has hecho amigas mientras estabas de visita —dijo conteniéndose.
Ralen estaba muy perdido con su reacción.
—Yo no recuerdo haberla conocido —Volvía a sentirse seguro de lo que decía, sin embargo, Garena no le creía.
—Pues al parecer, ella sí. Tanto que hasta ya sabe tu nombre —dijo entre dientes.
—Eso fue raro. De verdad que no la conozco.
Cuando Garena más disfrutaba de que la mujer se fue, Fiorella regresó al lugar con mucha apresuración y angustia reflejada en su semblante. Corrió hacia Ralen.
—¡Ralen! No quiero molestare, pero necesito tu ayuda —Puso las manos en su hombro de nuevo.
Ralen se preocupó de verla así.
—¿Qué sucede?
El labio inferior de Fiorella temblaba.
—Iba acercándome a mi coche para irme cuando un sujeto me robó el bolso. ¿Podrías ayudarme? Es muy preciado para mí —explicó brevemente Fiorella.
Garena no le creyó esta vez. Esperaba con ansías que Ralen volviera a rechazarla y mandarla de paseo con sutilidad, inesperadamente, eso no sucedió. Ralen se levantó, mirando hacia la salida.
—Si es tan preciado para usted, la ayudaré.
Garena abrió la boca en grande.
Eros hizo un mohín con la nariz y boca.
—Es una bruja —expresó molesto hacia la chica. Tuvo el detalle de decirlo en voz baja y controlarse para no salir de la mesa y desaparecer a la mujer.
—¿Cómo que vas a ayudarla? ¿No te das cuenta que está mintiendo? —cuestionaba Garena, cada vez más molesta. Casi se iba de espaldas del coraje al ver que Fiorella se agarraba del brazo de Ralen.
—No mentiría con esto. Además, no es correcto lo que le han hecho. Debo ayudar a la señorita —explicaba Ralen, esperando que así, Garena pudiera comprender mejor.
Sin embargo, lo que ocasionó fue que Garena se pusiera roja de celos.
<<Con que señorita, ¿eh?>>, pensaba con agresividad y repitió con melancolía.
Observaba que Ralen no iba a retractarse y sería como todo buen hombre gentil que ayudaría a una "damisela" en "peligro". Sabía que estaba exagerando si creía que se estaba yendo y no regresaría. Tuvo la misma sensación que cuando Ralen se fue con Caria. Era ridículo, pero así se sintió. Aquella vez no pudo decirle lo que realmente sentía por él. Que a pesar de que recientemente lo había conocido, su corazón se emocionaba cada vez que lo veía y escuchaba. Le había parecido ridículo también todas las veces que se dirigía a ella con respeto, tanto que no mencionaba su nombre, ahora estaba fascinada que se refiriera así a ella. La hacía sentir muy especial y aunque no lo aceptara de lleno, no quería perderlo, por mucho que sintiera miedo de equivocarse de nuevo.
<<Estás alejando al hombre que quieres...podrías perderlo para siempre>> Se escuchó en su cabeza.
Lo raro era que la voz que se lo decía era masculina. No obstante, ignoró esa curiosidad y sintió temor al ver que Ralen se iba alejando. Lo vio acercarse hacia la salida y se levantó de la silla.
—No te vayas, Ralen —Ralen se detuvo y se giró a ver a Garena. Por unos momentos, pudo admirar que los ojos negros de Garena no expresaban enfado—. No te vayas...—repetía—. No quiero que te vayas.
Ralen estaba sorprendido.
—Sólo voy un momento, le prometo no tardar.
—No entiendes. No quiero que te vayas nunca —soltó de un tajo. Su corazón lo tenía palpitándole hasta la garganta.
Al mismo tiempo, el corazón de Ralen palpitó al mismo ritmo y frecuencia. Incluso hasta se olvidó que debía ayudar a Fiorella.
—No me iría, señorita. No podría...
Garena sonrió ligeramente. Se había sentido segura con esa afirmación.
—Eso espero...porque yo también...—Quedó en pausa, sintió un bloque en la garganta.
Ralen suavizó cada parte de su rostro, esperando con impaciencia a que Garena continuara.
—Usted también, ¿qué, señorita? —La animaba a continuar.
Garena no podía dar marcha atrás. Había llegado muy lejos.
<<Lo va a decir...¡Lo va a decir!>>, pensaba fuertemente Eros, muy emocionado y haciendo fiesta debajo de la mesa.
Dionisio estaba estático por la ofensa de hace minutos y por esperar a que por fin se confesaran. Teodoro no dejó de tocar el violín, al contrario, había cambiado de melodía acorde al momento de suspenso pero sin perder el ambiente románico.
—Yo también te quiero, Ralen.
Ralen abrió lo más que pudo sus ojos. Dionisio quedó con la boca abierta, Teodoro suavizó la melodía y Eros suprimía sus gritos de emoción. En ese justo instante, Ralen caminó de regreso hacia donde estaba Garena.
—Mi corazón está muy feliz por escucharla decir esas palabras. Estoy muy contento de saber que no me quiere lejos de usted...porque yo no sabría qué hacer sin su presencia en mi vida. Ha cambiado muchas cosas en mí y quiero que siga sorprendiéndome y queriéndome porque yo jamás dejaré de hacerlo.
Garena se puso completamente roja y estática. Ralen se le quedó mirando fijamente por algunos segundos antes de tomarla de la mano y salir corriendo de allí. En pocos segundos, Ralen regresó para tomar las cosas de Garena y volvió a salir corriendo.
Dionisio se acercó a la puerta y se asomó para seguir observándolos. Ellos se habían echado a correr. Alzó los hombros.
—¿De qué me he perdido? ¿En qué momento cambió todo? —Se preguntaba en modo pensativo. Luego, fue sonriendo largamente, pensando que su plan había funcionado. De pronto, escuchó unos sollozos por donde estaba la mesa. Caminó hasta allá, se puso de cuclillas y levantó el mantel. Vio que Eros estaba llorando—. ¿Ahora qué tienes?
Eros sollozaba y alzó la mirada para ver a Dionisio.
—Dime que no estoy soñando...dime que esta pesadilla ya terminó —gimoteaba y secaba una de sus lágrimas con felicidad.
Dionisio se sentía muy raro al respecto.
—Pues, tu pesadilla ha terminado. Y debo decir que yo he ganado. Te dije que dejaras que las cosas siguieran su curso. Sólo necesitaban un delicado empujón para que se animaran a confesarse, y qué mejor que con una cena romántica.
Eros gimoteó por última vez y arrugó suavemente la frente.
—Tu cena también fue un desastre. No quisieron tu vino y apenas comieron algo.
Dionisio sentía que la jaqueca comenzaba a surgir.
—Te recuerdo que tú has sido quien más fracasos has tenido, además de tener las más ridículas ideas, como ese estúpido juego de preguntas.
Teodoro seguía tocando el violín, al ritmo de las tensiones que comenzaban a incrementar.
—¿Estúpido? —preguntó molesto y salió de la mesa—. ¡Eso fue para ayudarte!
—Pudimos haberlos traído por la fuerza, después de todo...¡es lo que siempre haces!
—¡Tonto! ¡Egoísta! —Le gritaba Eros.
—Dime lo que quieras pero deberías aceptar que has perdido y yo he ganado.
—¡Claro que no! La que ganó fue ella —Eros señaló hacia un costado. Ambos dioses voltearon hacia ese mismo lado donde se encontraba Fiorella de pie, observándolos discutir—. Querida, tal parece que has perdido tu tiempo. Ese hombre ya tiene una mujer y mira que me ha costado la salud para que al fin estuvieran juntos como para que tú intentes intervenir. Mejor desaparece, él jamás te hará caso.
Eros había expresado su punto de vista y aunque estuviera molesto con él, Dionisio lo secundó, sin embargo, lejos de ver a la chica molesta, lucía alegre.
—Menos mal. Mi trabajo ha funcionado.
Ambos dioses echaron hacia atrás la cabeza y se miraron entre sí.
—¿Cómo que menos mal? —preguntó Dionisio confundido.
—Mejor aún, ¿cómo que tu trabajo ha funcionado? ¡¿Quién eres?! —demandó saber Eros —Fiorella miró levemente hacia arriba y su apariencia cambió. La tonalidad de su cabello y ojos se volvieron más claros y abandonó esas ropas civilizadas por un vestido blanco. De los dos dioses presentes, Eros fue quien más se sorprendió—. ¿Uleinne? ¿Qué haces aquí?
Uleinne era una doncella de Afrodita que en raras ocasiones, era cómplice de Eros pero sólo cuando él se lo pedía. Era algo muy raro y en ocasiones muy necesarias porque el dios era muy receloso de su trabajo.
—Vine a cumplir una responsabilidad. Lamento si esto lo ha incomodado —indicó la chica.
—Al grano, ¿qué haces aquí? ¿Por qué fingiste ser una humana interesada en Ralen? —insistió Eros.
—Porque yo se lo pedí —Todos miraron hacia la entrada donde vieron a un joven de cabellos castaños muy oscuros al igual que sus ojos. Se detuvo frente a los tres y se cruzó de brazos.
Eros se mostró alegre de verlo.
—¡Anteros! ¡Me alegra volver a verte! —expresó Eros contento. Anteros no lucía de la misma manera.
Eros seguía esperando con los brazos abiertos a que su hermano lo abrazara.
—Es la primera vez que te veo en la Tierra, ¿por qué has venido? —preguntó Dionisio para matar con ese momento incómodo.
Anteros lo miró tranquilo.
—Digamos que tenía la obligación de venir —explicó brevemente—. Estoy aquí porque he batallado para que una pareja esté junta a pesar de que ya se querían desde hace tiempo.
Dionisio y Eros dedujeron pronto a quienes se refería.
—Fue un día difícil pero con resultados satisfactorios. Al fin esos dos están juntos. Yo pienso que las cosas deben dejar que fluyan y así ha pasado. No creo que haya sido necesario que vinieras —comentó Dionisio con normalidad.
Anteros sonrió sarcástico.
—Como dije, tenía que venir por una obligación. Quería saber quién fue el idiota que no me dejaba hacer mi trabajo —soltó de repente. Dionisio y Eros se miraron entre sí. Con que eso era—. Yo hacía me dedicaba a crearles un ambiente correcto para que las cosas entre ellos sucedieran porque se aman...¡y algo siempre lo arruinaba todo! Pero como estaba lejos, no sabía de quién se trataba. Justo ahora, tuve que recurrir a los celos para que por fin pudieran confesarse y estar juntos. Me siento sucio —Anteros se abrazó a sí mismo, proyectando mucho melodrama. Miró a ambos dioses con suspicacia—. ¿Quién de ustedes dos fue?
Eros no respondió, ya había tenido esa clase de discusiones con su hermano y nunca acababan bien. Por otro lado, Dionisio comenzó a cansarse de tener que soportar a Eros como para que Anteros también estuviera ahí, dándole dolores de cabeza.
Fue consciente que su plan tampoco funcionó, sino el de Anteros.
—Yo le dije a Eros que dejara este asunto en paz, pero sabes cómo es de necio —dijo Dionisio.
Eros abrió la boca con escepticismo.
—¡¿Qué?! ¡Fue tu soda lo que arruinó todo! —Lo acusó. Anteros pasaba la mirada uno tras otro.
—Pero yo no se la di a nadie, ni mucho menos los grabé —Dionisio se cruzó de brazos.
Anteros detuvo la mirada en Eros. En sus ojos se veían llamas..
—¡Eros! ¿Cuántas veces te he dicho que no te metas en mis asuntos? ¡Este trabajo me correspondía a mí!
Eros se enojó y arrugó la frente.
—¡A mí también! ¡Soy dios del amor!
—¡Igual que yo! Y por tu culpa...¡Casi haces que ellos dos se separen! —Anteros se había puesto rojo de coraje—. ¡Ya estoy harto! Se lo diré de nuevo a mamá —Se giró sobre sus propios talones para irse al Olimpo, pero Eros lo detuvo un momento.
—Yo también tengo muchas cosas qué decirle a mamá, hermano egoísta.
Mientras iban peleándose, fueron desapareciendo poco a poco al mismo tiempo que Uleinne.
Dionisio suspiró largamente cuando por fin se fueron. No había sentido tanta paz en varios días, y todo por culpa de Eros y su obsesión. Volteó a ver a Teodoro, quien estaba sudando de cansancio por no dejar de tocar según las emociones del ambiente. Le indicó con la mano que se detuviera y que podía marcharse. El pobre hombre estaba cansado y asintió contento antes de marcharse.
Ahora Dionisio se encontraba solo en el establecimiento. Inspeccionó todo el desastre e hizo acomodar todo con un movimiento de sus dedos, haciendo que el lugar volviera a verse limpio y ordenado.
—Será mejor que me tome un descanso —Se decía para sí, con intenciones de ir a la bodega. Su intento fue frustrado cuando escuchó la campanilla de la puerta abriéndose. Puso una mirada cansada y se fue dando la media vuelta—. Lo siento, pero por el momento está cerra...—Las palabras de Dionisio dejaron de salir cuando vio a la mujer entrando al establecimiento—. Ulalah...—expresó cautivado, con mirada galante.
Ariadna miró por toda la extensión del local para buscar a Ralen. Lo había visto entrar ahí hace casi dos horas porque los siguió desde el bosque. Pensando en que quizás iba a hablar con Garena, les dio cierto espacio y tiempo, mientras, se iría a dar una vuelta. Ahora que regresaba, considerando que ya habían perdido mucho tiempo y debían regresar al Inframundo antes de que algo pudiera empeorar, se decidió a entrar al lugar para avisarle a Ralen...pero él ya no estaba, o al menos no se veía cerca. Sus ojos verdes se detuvieron en el único sujeto que estaba ahí.
—Lamento la intromisión, no soy cliente...estoy buscando a alguien —comenzó a decir Ariadna.
Dionisio se recargó sobre un brazo en la barra, le sonrió y miró con galantería.
—¿Cómo es a quien estás buscando? Porque podría ser que lo tengas enfrente —dijo Dionisio de manera coqueta.
Ariadna sonrió un tanto apagada, ignorando la coquetería del dios.
—No lo creo. Busco a un joven rubio, alto y que venía acompañado de una chica de cabello con color inusual y ropas negras.
Dionisio deshizo su postura y se cruzó de brazos, apoyándose en el borde de la barra.
—¿Ralen? ¿Qué tiene Ralen que comienza a ser muy cotizado? —preguntó en voz alta pero para sí.
Ariadna pestañeó varias veces.
—¿Perdón?
—Nada, nada —hizo un movimiento con su mano—. Se fue hace algunos minutos con su novia —recalcó la relación—. No tengo idea de a dónde se han ido.
Ariadna se angustió. Eso no pintaba nada bien. No porque no quisiera que Ralen se divirtiera y fuera feliz, sino porque tarde o temprano, comenzarían a buscarlos en el Inframundo y si descubrían que no estaban de nuevo, las consecuencias podrían ser tormentosas.
—Siendo así, agradezco la información —dijo la chica y caminó hacia la salida.
Dionisio abrió más los párpados.
—Oye —Ariadna giró el rostro para verlo de nuevo—. ¿No quieres quedarte un rato más? Puedo invitarte algo de tomar —intentó volver a ser coqueto.
—Lo siento pero no bebo. Gracias de todos modos —dijo cortésmente Ariadna mientras abría la puerta. Aunque no quisiera demostrarlo mucho, Dionisio sintió ese nuevo rechazo como una patada en las costillas. Estuvo a punto de maldecir cuando Ariadna se dirigió de nuevo hacia él antes de salir—. Disculpa, ¿te conozco de algún lado?
Dionisio enderezó la espalda sin desprender la mirada de ella. Sonrió de lado y pasó una mano por su cabeza.
—No, creo que no. ¿Por qué lo preguntas?
Ariadna bajó la mirada por uno o dos segundos para después volver a mirarlo.
—No sé...siento que ya te he conocido antes —Su mirada verde se cruzó con la azul de Dionisio. Estaba casi segura que esos ojos los recordaba de algún lado. Tenía muy clavado un recuerdo con esa mirada pero tal momento era tan borroso que jamás supo con quién había estado. Ariadna agitó su cabeza—, pero quizás me haya equivocado. Gracias de nuevo.
Ariadna cerró la puerta y fue marchándose. Dionisio podía seguir observándola por el cristal y al mismo tiempo que lo hacía, comenzaba a recordar cuando encontró a una joven inconsciente a orillas del mar. Parecía débil, muy cansada, como si hubiera nadado por un largo tiempo. Esa joven despertó con una mirada muy nublada, estaba tan mal por el cansancio y por haber ingerido gran cantidad de agua salada.
"—¿Cuál es tu nombre? —Había preguntado Dionisio.
La chica le dijo su nombre con dificultad antes de caer inconsciente otra vez".
Dionisio sonrió para sí después de ese recuerdo. Aún podía ver a Ariadna alejarse.
—Claro que nos conocemos...Ariadna.
***
Caria se había sentido sólo un poco mejor de saber que ya no estaban en el bosque. No se preocupó ni interesó en el momento en donde estaban ahora porque seguía pensando en todo lo que le dijo Deméter y en la gran posibilidad de que fuera verdad. Melínoe la observaba con hastío. Muy a pesar de que se divertía viéndola así, le aburría que sólo se quedara pensativa sin hacer nada. Lo bueno es que no sería por mucho tiempo.
—Te dije que ibas a descubrir que yo no te miento. Quien mejor que Deméter para que te abriera los ojos —comenzó a decir Melínoe sin tacto en su voz.
Caria pasó sus manos por encima de sus cejas.
—Me cuesta creerlo —decía Caria tras un profundo respiro—. Si eso pasó, ¿por qué nuestros padres siempre han demostrado estar enamorados? Yo los admiraba por eso.
—Quizás sólo nos hicieron creer eso para seguirnos ocultando los actos tan bajos de nuestro padre —continuaba Melínoe.
—Me gustaría mucho poder hablar con mamá...escuchar de ella la verdad —decía Caria con una esperanza.
Melínoe miro hacia arriba y negó con la cabeza.
—Ella igual va a mentirte. Todos lo hacen y no se cansan de hacerlo. ¿Existe alguien en quien confíes plenamente? —preguntó con notoria burla.
—Por supuesto que sí —respondió de inmediato—. Thanatos es en quien más confío.
—No esperaba a nadie más —Se reía con descaro—. Sin embargo, cometes un error en confiar en él. Thanatos sabe engañar mucho mejor que cualquier otro, y siendo tú quien más cerca está de él, estás completamente cegada por el amor.
La molestia se vislumbró en el rostro de Caria.
—Si lo dices por su familia y por su pasado, no me importa. Sé que él no es así.
Melínoe puso un dedo enfrente y lo movió de un lado a otro, de manera negativa.
—No lo digo por eso...sino por el presente —Caria veía su dedo moverse de un lado a otro hasta que se deslizó a un costado de Melínoe y al lugar donde señalaba—. ¿Sabes en qué lugar estamos?
Caria prestó atención al lugar y supo dónde estaban. Había visitado varias veces ese edificio junto a Thanatos.
—¿Qué hacemos aquí? —preguntó con desconfianza.
—¿Recuerdas a la mujer por la que te hiciste pasar para venir aquí con Thanatos?
Como olvidarlo, era la mentira más grande que le había hecho creer a Thanatos por un largo tiempo.
—Sí, ¿por qué?
—¿No quieres ir a visitarla? Le debes demasiado después de todo —Melínoe se burlaba y comenzó a caminar hacia el edificio.
Caria negó y la tomó del brazo.
—¿Por qué quieres ir allí?
—Yo no quiero, pero tú deberías. Ya te he dicho por qué. ¿No consideras que la chica se debe al menos una disculpa por haber usado su apariencia por intereses personales?
Esa larga pregunta dejó a Caria pensativa. Se había sentido culpable por mentirle a Thanatos pero ahora pensaba mucho en esa mujer. No sabía su nombre real y lamentaba que estuviera en ese estado. No dijo nada pero aceptó ir allí a visitarla. Quizás no supiera quien era y no le interesara, pero habría que hacer el intento. Ambas fueron caminando por el interior del hospital. Había sido un poco extraño que las personas que estaban ahí no pudieran verlas. A unos cuantos metros de llegar a luna habitación que no reconocía, Melínoe se detuvo.
—¿En esa habitación está?
Melínoe asintió.
—Así es. Deberías ir tú sola. Esto es asunto tuyo —indicó, giró sobre sus pies y se fue hacia otro lado.
De nuevo la dejaba sola y no tuvo un buen presentimiento. Aun así, no se retractó de su decisión. Caria alzó la mano para tocar la puerta.
—Me alegra volver a verte, después de mucho tiempo.
—Lamento no haber venido antes a verte.
Esa segunda voz le paralizó el corazón de una desagradable manera. Tragó saliva y esperó a equivocarse. Volteó a su derecha y observó el cristal de la habitación; esa debía ser la ventana. Por ansiedad, se acercó hacia ahí y se fue asomando con cuidado. Dentro había unas persianas semi-abiertas y alcanzó a ver a la chica recostada sobre la camilla. Sus ojos estaban fijos hacia su lado y podía apreciarse el brillo de felicidad en ellos. Estaba con alguien más pero no se alcanzaba a ver quién era.
—Eso no importa...estoy feliz de que estés a mi lado —La tonalidad de la voz había disminuido pero aún podía escuchar la conversación. La mujer alzó la débil mano hacia su visita. Él le tomó la mano y se sentó a orillas de la camilla.
Cuando Caria vio de quién se trataba, se le destrozó el corazón. Thanatos estaba ahí, tomándole de la mano y colocando su otro brazo por encima de la almohada, cerca de la cabeza.
—Hubiera querido protegerte para evitar que te lastimaran de esta manera —Thanatos alzó la mano y la llevó hacia su rostro, acariciando su mejilla contra sus nudillos—. Te estuve buscando por mucho tiempo. Creí que no volvería a verte.
—Igual yo...no quise alejarme ni mucho menos desaparecer. Ese día que pasamos juntos, fue el más maravilloso de todos. Me gustó caminar contigo, platicar y que me mostraras lo feliz que puedo ser. —Puso semblante apagado—. Quería volver a verte pero me fue imposible. Daba por hecho que no volvería a saber nada de ti...hasta que desperté y te vi en esta habitación. ¿Aún no vas a contarme cómo me encontraste?
Thanatos le sonrió con mucho cariño.
—Es una historia muy larga, y eso que ya te he contado un poco de ella.
Alessandra puso la mano sobre la de Thanatos, sin que él dejara de tomar su otra mano.
—Dime que nunca has sentido nada por ella. Que nunca le creíste que cuando estuviste conmigo, en realidad estuviste con ella —Alzó su mano y acarició el rostro de Thanatos—. Estoy aquí...ahora sabes que yo soy real. Jamás has sentido ni sentirás lo mismo por ella.
Thanatos no negó lo que se afirmaba, sonrió con la misma peculiar sonrisa.
—Al principio le creí. Se había escuchado tan sincera cuando me lo dijo...debí imaginar que me mintió de esa manera porque siempre estuvo enamorada de mí y no sabía de qué otra forma ganarse mi afecto —Thanatos acercó más su rostro—. Tienes razón, jamás sentí hacia ella lo mismo que siento por ti.
—Al fin podremos estar juntos.
Sin esperar más tiempo, Thanatos se inclinó más hacia Alessandra para besarla. Ella le correspondió. La intensidad fue cada vez más fuerte.
Caria no podía ni moverse. Se había congelado de verlos así. No podía creer que Thanatos estuviera con ella y que dijera todas esas cosas, pero estaba llorando. Seguía mirándolos besarse y la imagen más se distorsionaba por las lágrimas. Sus labios se humedecieron mientras temblaban, queriendo gritar. Caria logró cerrar los ojos y dejar de tocar el cristal de la habitación.
Toda su felicidad se había destruido en cuestión de minutos. Thanatos estaba siendo feliz a sus espaldas con la mujer que se había enamorado en tan poco tiempo, en cambio, ella estaba con la misma alma destrozada. No había prestado atención a su alrededor por estar tan concentrada en su dolor. Logró abrir los ojos de nuevo cuando escuchó unas carcajadas. Su mirada abatida se direccionó al lugar donde provenían. Ahí estaba Melínoe, riendo sin parar y apuntándola con el dedo.
—Deberías ver tu cara—dijo Melínoe, tomando un poco de aire para seguir hablando—. Ni lo de nuestros padres te hizo sufrir tanto como esto.
Caria suspiró y se limpió las mejillas, estaban increíblemente mojadas. Aún con ojos aguados, miró a Melínoe.
—Entonces, ¿esto no es real? —preguntó entre sollozos.
—Yo no dije eso...pero ha sido divertido.
Caria levantó el mentón y volvió a quitarse el rastro de lágrimas.
—¿Por qué me haces esto?
Melínoe dejó de reír tras un resoplo de burla.
—¿Tú no estás cansada de tantas mentiras? ¿De tantos secretos que guardan según por nuestro bien? —Los ojos de Melínoe abandonaron la diversión y se llenaron de un frío resentimiento—. Yo sí. Todos mienten. Nuestros padres nos han ocultado cosas y jamás se detuvieron a pensar si con sus mentiras afectan a otros...son unos egoístas —Melínoe hacía referencia a su maldición.
Caria puso su semblante molesto.
—No hables así de ellos.
—Es la verdad —afirmó—. Nos han hecho vivir entre mentiras. Yo no voy a permitir que eso siga ocurriendo —Pasó su mano sobre su brazo de abajo hacia arriba y viceversa. Mientras bajaba la mano, encajó sus dedos en su piel, dejando marcas rojas—. A mi ellos me mintieron, ocultándome quien en verdad soy —dijo en voz muy baja. De inmediato, curveó la mirada hasta encontrarse de nuevo con Caria. Su mirada proyectaba ira—. Tú también me mentiste.
—¿Cómo? ¿Yo en qué te mentí?
—En hacerme creer que confiabas en mí. En pensar que era una idiota y que serías capaz de ocultarme que Thanatos y tú seguían juntos —reclamó.
Caria resopló incrédula, con una asfixiante mezcla de enfado y tristeza. El día que parecía ir completamente bien, sólo terminó siendo una hiladora de días tormentosos.
—Sí, te mentí...porque tú también lo has hecho. Tú no eres mi verdadera hermana. Ella jamás fue así conmigo y jamás se atrevería a hacerme daño. La verdadera Melínoe es quien me ayudó a escapar de los Elíseos...y sé que ella está escuchándome.
Melínoe río ante lo que Caria acababa de decir. No abandonó su sonrisa hostil.
—Tu verdadera hermana, la tienes enfrente. Será mejor que vayas acostumbrando. Por otro lado, tienes razón. Te he mentido al no mostrarte mis verdaderas intenciones —Se acercó más a ella, cortando con la distancia—. Voy a acabar contigo de una u otra forma...—Levantó su dedo índice y lo colocó entre el pecho de su hermana.
Caria no pudo decirle nada más porque en el justo momento en que la tocó con su dedo, Sintió que una fuerza invisible le arrojaba hacia atrás con mucha fuerza. Fue alejándose tanto de Melínoe como el resto del entorno y todo se volvió negro. Abrió los ojos y brincó sobre la cama. Al fin pudo escuchar su grito.
—Caria, ¿estás bien?
La reacción de Caria fue tardía y sintió muchas ganas de llorar de nuevo.
Thanatos estaba sentado al borde de la cama y la veía con angustia. Caria miró a todos lados y se dio cuenta que estaba en la habitación donde se había quedado dormida.
—Than, ¿dónde estabas? —preguntó por inercia.
Thanatos respiró hondo.
—Fui a ver a mi hermana para aclarar algunas cosas...pero no sucedió lo que esperaba y me encontré con alguien más —explicó a medias. Iba a decirle de quién se trataba pero notó a Caria muy emocional: asustada, enojada y triste—. ¿Estuviste llorando? ¿Te sientes mal?
Caria recordó brevemente el momento en que estuvo en el hospital y vio a Thanatos besando a otra mujer. No tuvo control de sus emociones y sintió que podría llorar una vez más, pero en lugar de eso, el corazón se le quemaba y fue incrementando hasta que le costó respirar con normalidad.
—Me siento rara, Than...No sé si quiero llorar o explotar.
Thanatos le acarició la mejilla con su pulgar con una delicadeza reconfortante.
—Estabas teniendo una pesadilla, quizás sea por eso...¿o pasó algo más mientras no estaba? —preguntó alarmado y poniéndose tenso.
Caria fue tomando bocanadas de aire mientras retomaba la afirmación de Thanatos.
¿Había tenido una pesadilla?
Por un lado, quería que fuera así pero por el otro...pensaba que no lo era.
Antes de tener que confesarle a Thanatos que se había hecho pasar por otra mujer hace poco más de dos años, tuvo una pesadilla al respecto y por la tarde, esa mujer apareció en el hospital y vio a Melínoe marcharse de ahí. Que haya tenido otra pesadilla al respecto, sin contar su encuentro con Deméter y saber la tormentosa verdad, eran demasiado intensos como para creer que todo había sido una ilusión.
Con la confesión que le había hecho Melínoe, menos iba a poder confiar en ella. Ahora dudaba que la ayuda que le ofreció para escapar de su hogar, fue sincera.
Caria alzó sus brazos y rodeó el cuello de Thanatos, colocando su frente en el cuello.
—Thanatos, siento que no puedo controlarme.
***
Melínoe estaba con una enorme sonrisa después de lo que pasó. Con todo lo que le mostró a Caria, sabía que su hermana no estaría tranquila. Su menté jugaría de mil maneras para distinguir entre lo que era real y no, y es que ese era el juego de Melínoe, confundir a los demás con sus pesadillas. Confundirlos a partir de sus miedos más profundos. Sin embargo, no todo había sido una completa ilusión a causa suya, la visita de Deméter fue real y había funcionado mejor de lo que creyó. Poco a poco, su frustración y resentimiento iba disminuyendo con el dolor de quienes se han burlado de ella. De quienes la han juzgado y han subestimado.
Ahora que había hecho lo que planeó, consideró el regresar a los Elíseos. Melínoe desapareció y se transportó a otro lugar. Había esperado aparecer en su habitación, no obstante, no fue así. Giró su rostro de un lado a otro con efusividad, analizando donde había llegado.
Ese lugar no se asemejaba ni al Inframundo.
Melínoe quiso desaparecer pero fue interrumpida; sus poderes no funcionaban.
—Esta vez, no podrás marcharte —Melínoe enderezó la espalda y volteó su rostro hacia atrás. Recordaba a ese hombre de postura venerable y mirada peligrosa—. Por fin vuelvo a ver tu lado oscuro delante de mí.
—¿Por qué me has traído aquí? —preguntó Melínoe con autoridad.
Érebo cruzó los brazos y sonrió despectivamente.
—La última vez que estuviste aquí, pareció que lo disfrutaste...hasta que la verdadera Melínoe se apareció y arruinó todo.
Melínoe alzó el mentón y terminó por plantarse frente a él sin mostrar ningún tipo de miedo.
—Yo soy la verdadera Melínoe, no te confundas.
Este comentario hizo enojar a Érebo. Puso la mano frente a ella y la arrastró hasta a él a fuerza de voluntad. El cuello de Melínoe terminó entre la mano de Érebo.
—¿Segura que así es? ¿Sin ningún miedo? —Apretó el cuello y miró fijamente su mirada fuerte—. Yo no lo creo...y a decir verdad, creo que me divierte más la otra —Tras decir esto, el semblante de Melínoe fue perdiendo fuerza y el miedo poco a poco fue mostrándose, enterrando de nuevo su lado malvado. Érebo terminó soltando a Melínoe y esta cayó contra el suelo, casi golpeándose el rostro—. Sí...esta es tu verdadero ser. Tan patético. Tan insignificante.
Melínoe fue levantándose despacio, apoyando sus manos contra el suelo. Fue alzando su rostro poco a poco hasta verlo nuevamente. Apenas podía reconocerlo. Esos recuerdos le dieron escalofríos.
—¿Qué quieres de mí? —preguntó con titubeos. Por mucho que quisiera esforzarse para no sentir miedo, era inútil.
—Sólo quería hablar contigo —sonrió con maldad—. Me han llegado rumores de que pronto estarás en juicio y serás enviada al Tártaro.
Melínoe negó con duda. Ojalá que eso no ocurriera.
—No...no iré a ese lugar. Yo no quise hacer todo eso...jamás quise lastimar a nadie.
—Pero lo hiciste —recalcó—. Levántate —Melínoe volvió a negar con la cabeza. Apretó sus dedos contra el suelo, como si pudiera aferrarse a él. Fastidiado, puso su pie sobre las costillas de Melínoe y la empujó hasta hacerla caer—. ¡Dije que te levantaras!
Melínoe se quejó por la compresión en sus costillas.
—No...lo haré...—dijo con valor.
Érebo bufó. Se agachó hacia ella, la tomó de los hombros y la levantó con violencia. Apartó salvajemente los cabellos de Melínoe de su rostro para que ella pudiera verlo. Presionó su barbilla con su mano con fuerza mientras que con la otra presionaba por detrás del cuello. Fue agachando su rostro hacia su oído.
—¿Se te olvidó lo que hicimos cuando te trajeron aquí?
Melínoe comenzó a quejarse por cómo la estaba lastimando. No obstante, unos recuerdos que había mantenido ocultos, iban surgiendo a pausas.
—No recuerdo nada...—decía apenas.
—¿Quieres que te ayude a recordar? —Sin esperar que le respondiera, Érebo desbloqueó esos recuerdos oscuros de su mente.
Melínoe comenzó a ver con claridad lo que había sucedido cuando Pat la llevó a ese lugar. Se recordaba gritando mientras Érebo la tocaba y lastimaba, encajándole los dedos en la piel hasta que se pusiera roja. Sus gritos de desesperación fueron frustrados cuando él cubrió con su mano su boca, sin dejar de poseerla. Melínoe puso sus manos en el abdomen de Érebo y se lo quitó de encima con sus poderes. Después, salió corriendo de esos aposentos hasta desaparecer de allí y aparecer en el desierto.
Melínoe comenzó a llorar ante los recuerdos.
—¡Detente! ¡No lo hagas más! —exclamaba con dolor.
Érebo dejó de aplicar fuerza en sus agarres pero sin soltarla.
—¿No te alegras de recordar nuestro breve momento? —Se burlaba con cinismo—. Podemos repetirlo cuantas veces sea requerido por mí.
—Jamás...volverás a tocarme —decía con voz quebrada.
—¿Segura?
Melínoe al fin se alegraba del destino que iba a sufrir cuando su sentencia se llevara a cabo.
—Si mi destino es estar en el Tártaro...lo aceptaré con mucho gusto. Estaré encerrada y nadie podrá acercarme ni tocarme de nuevo.
Érebo llenó el lugar de carcajadas. Era divertido escucharla.
—Eso sería lo más seguro pero...no debes olvidar quién soy yo —Érebo acercó el rostro de Melínoe de nuevo a él, acercando sus labios hacia su oído para hablarle—. Tengo el poder y la autoridad de decidir en tu futuro. Ni sueñes en que estarás en el Tártaro, porque voy a hacer lo que sea con tal de que estés aquí...sucumbiendo a mí cada vez que te lo ordene —besó su oreja y la lamió—. A menos que quieras que tu hermana ocupe tu lugar.
Melínoe abrió los ojos con espanto y se fijó de nuevo en esos brillantes ojos amarillos.
—Deja a mi hermana...no le hagas daño...
—¿Ahora suplicas por ella después de lo que le dijiste hace unos minutos? ¿No le habías dicho que acabarías con ella de una u otra forma? Podrías cambiar tu lugar con ella, así podrías tener la vida que tanto quisiste y yo podré seguir divirtiéndome con una hija de Hades.
Melínoe deslizó sus ojos hacia él, reuniendo el coraje suficiente para hacerlo.
—A ella no le harás daño —dijo y pudo desaparecer de allí por fin.
Érebo comenzó a reír con victoria. Ya se imaginaba teniendo a Melínoe como su esclava.
Elíseos.
Melínoe apareció en los jardines del castillo. No se preocupó por aparecer exactamente en su habitación, sólo quería huir de ese horrible lugar. Sentir la hierba entre sus manos, la hizo sollozar. Nunca se había sentido tan feliz de estar en su hogar.
Tenía muchos sentimientos encontrados después de estar con Érebo. Además, era muy consciente de lo que él le había hecho hace tiempo y de lo que ella le hizo a Caria. Había lastimado a su hermana en varias ocasiones debido a su falta de control con su maldición. Quería dejar de hacerlo y se esforzaría por impedirlo.
—Perdóname, Caria. De verdad, perdóname —Unas lágrimas cayeron sobre la hierba—. No permitiré que nadie te dañe...ni siquiera yo —Apretó las manos, arrugando la hierba con fuerza, resultado de sus lamentaciones y coraje.
******************************************
¡¡Hola!!
¡Estoy de regreso! (No sé porque en este saludo me imaginé saliendo de un sarcófago jajaja)
He demorado muchísimo en actualizar pero no es porque no haya querido, Agosto ha sido un mes muy complicado y sobre todo, ocupado. Estoy a dos semanas de acabar el semestre (No, aún no lo he acabado. Lo que sucede es que había salido de vacaciones hace más de un mes, pero no he terminado el semestre), cuestiones de trabajo y labores en mi casa que me han impedido escribir.
Peroooo....¡Por fin logré terminar este capítulo!
Y déjenme decirles que yo tenía contemplado que este capítulo fuera aún más largo pero si era así, nunca iba a terminar de publicarlo D: .
Siendo este ya un hecho...¡Vamos con las preguntas!
Por cierto...espero que les haya gustado el capítulo y perdón por demorar.
1.- Mamá Nyx, ¡por fin apareció! ¿Crees que se quede de brazos cruzados?
2.- ¿Deméter se saldrá con la suya?
3.- ¿Qué crees que suceda con Garena y Ralen, ahora que por fin han declarado sus sentimientos?
Por cierto, su momento romántico aún no ha terminado 😉
4.- ¿Las intervenciones de Eros habrán acabado?
5.- Notaste la química entre algunos personajes que recién han interactuado, ¿sospechabas que tarde o temprano se conocerían?
6.- ¿Notaste que Caria comenzaba a sentirse diferente? ¿Crees que sea fundamental en el futuro o es algo pasajero y mínimo?
7.- ¿Alguien más odio a Érebo?
8.- ¿Consideras que Melínoe debe ser castigada? Si es así, ¿Cuál consideras que debe ser su castigo?
9.- ¿Qué creen que haga Melinoe ahora?
10.- ¿Qué sucederá ahora que Zagreo está en el Inframundo?
11.- ¿Crees que Menthe planee algo?
12.- ¿Cómo crees que los demás dioses se tomen la presencia de Nyx en la Tierra?
13.- ¿Si te ha gustado el capítulo?
Espero que hayas disfrutado de la lectura.
No olvides que puedes leer el capítulo de "Orígenes I" en la historia de "Abrázame hasta la muerte" para que comprendas mejor el papel de Nyx, Érebo, y la relación de Ápate y Thanatos. Habrá una segunda parte, pero después será publicada ;)
Por lo pronto, quiero que sepan que me quedan dos semanas para acabar el semestre y son proyectos muy pesados, por lo que quizás tardaré en publicar pero voy a escribir de a poco ;).
También te invito a leer mis otras historias: "Memorias en la Oscuridad" y "Lo más preciado del mar" en lo que tengo las actualizaciones. Si ya las has leído, te agradezco muchísimo el apoyo.
Nos leemos muy pronto, haré varias actualizaciones en el grupo de Facebook donde vienen algunas curiosidades de las historias y, además,podrán publicar lo que deseen referente a la mitología griega. El enlace del grupo está en mi perfil de Wattpad.
Les agradezco muchísimo el apoyo y nos vemos próximamente.
¡Les mando un fuerte abrazo!
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