Capítulo 30 Parte 2
NOTA: Tengo los ojos achicharrados por escribir D:, no he dormido nada...
PD: Disculpen la hora xD
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El día no podía ser más perfecto de lo que ya lo era. El humor de Deméter se había tornado drásticamente a la más pura felicidad, y pensar que no dejaba de pensar en lo desgraciada que era su vida.
Ya no le importaba ahora.
Cuando se enteró de lo que sucedía con Hades y Caria, no sintió lástima ni empatía, sino felicidad. Satisfacción por que por fin, lo que la hizo sufrir en el pasado ahora le sucedía a Hades.
¡Cómo no estar feliz!
Ni siquiera se preocupaba por las absurdas amenazas de Ápate. En lo único que pensaba ahora era en el siguiente paso a dar.
Y sabía cuál sería.
El único inconveniente era en cómo lo haría. Debía pensar muy bien en cómo serían sus movimientos. Tendría que hacerlo perfecto porque muchos se iban a oponer o, más precisamente, no iban a creerle.
Deméter fue alistándose para salir y dar inicio con su plan. La sonrisa no se desvanecía de su rostro. Mientras buscaba su mejor vestido, sintió que alguien más iba a visitarla y sabía quién era. A pesar de que era una de las visitas que nunca imaginó ni deseaba tener por el gran resentimiento que le tenía.
Por su culpa, no pudo recuperar a su hija cuando tuvo la oportunidad.
Sus manos se tensaron. Antes de que su visita terminara por tocar la puerta, Deméter tomó un cuchillo y salió de la casa bruscamente. Se detuvo en la entrada, calcinando a quien se atrevía a visitarla con cinismo.
Hécate dejó de caminar en cuanto la vio salir. Era consciente de que ir a verla no sería muy buena idea, pero debía hacerlo. Ambas se miraron cruelmente, sobre todo la diosa. Hécate observó discretamente el cuchillo que Deméter sostenía.
—¿Así es como recibes a tus antiguas amistades? —preguntó Hécate sonriente.
—¿Amistad? —repitió con desprecio—. Yo jamás te consideré como tal. Para mí eres una traidora.
Hécate se rió y asentía con la cabeza.
—Estaba siendo sarcástica —recalcó. Deméter se puso inerte—. No vengo a discutir contigo ni tampoco planeo pelear, así que no es necesario que uses eso —señaló el cuchillo.
Deméter torció la boca y arrojó el cuchillo dentro de la casa.
—Te doy cinco minutos para que me expliques qué haces aquí y sólo lo hago porque estoy de buen humor —sonrió con falsedad.
Hécate pretendió no darse cuenta que Deméter estaba incitando su curiosidad. Era extraño que Deméter accediera a hablar con ella tan fácilmente. Bien podría averiguarlo pero primero debía aclarar un asunto que la había molestado recientemente.
—¿Tienes algo que ver con lo que le sucede a Hades? —preguntó determinada.
Deméter alzó ambas cejas con asombro. Resopló con burla.
—Yo no tengo nada qué ver. Lo que le pasa a esa escoria es a causa de sus malas acciones del pasado. Aunque...me habría encantado tener qué ver en esto —confesó riéndose.
Hécate hizo un mohín. Por cómo se había expresado, era claro que había lo que había pasado con Caria y Thanatos. Sin embargo, eso no era lo que había ido a averiguar.
—Me imagino, es lo que siempre has querido y sin importarte a quien lastimas —dijo tranquila.
—Yo no he lastimado a nadie.
Hécate volcó los ojos y chasqueó al lengua.
—Es increíble que lo sigas negando. ¿Acaso ya se te olvidó lo que le hiciste a tu hija? —preguntó Hécate. Deméter no hizo ningún gesto.
¿Se podía ser tan frío al respecto?
—Lo que hice ha quedado zanjado. Mi hija me ha perdonado —recalcó con altivez.
—Y aun así no te ha importado seguir lastimándola a ella y a tus nietas.
Deméter sintió cólera instantánea.
—¿Tú, te atreves a juzgarme? Ojalá no se te haya olvidado que fuiste tú quien me ayudó a recuperar a mi hija.
Claro que no lo había olvidado. Era la única culpa que seguía cargando consigo misma y que a pesar de que tanto Perséfone como Hades la habían perdonado, Hécate no lo hacía. Si tan sólo hubiera imaginado que ese supuesto amor y preocupación de madre por parte de Deméter, lo superó el odio que sentía por Hades como para lastimar a su propia hija, a quien decía amar tanto.
—Lo sé y no lo niego, como tú...pero a diferencia, yo no he vuelto a hacer algo que los lastime. Les juré lealtad y es lo que voy a hacer —dijo con eterna decisión—. Haré lo que sea para impedir que alguien lastime a Hades, a Perséfone y a sus hijas —suspiró para calmarse—. No me importa si alguno de ellos está tan loco y es un cabeza dura, igual lo voy a proteger —dijo con referencia a Hades.
Deméter se cruzó de brazos y mantuvo una postura arrogante.
—¿Incluso de mí?
—Especialmente de ti —aclaró con media sonrisa—. Y cómo ya habías hecho esto hace años, vengo a encararte para que dejes de apoyar a esa mujer.
Deméter hizo gestos repulsivos.
—¿A Ápate? —preguntó con duda.
Hécate ladeó la cabeza y cuello con pesadez.
—No finjas demencia, sabes bien de quién te hablo. Hades no es el mismo. ¡Está fuera de sí! Actúa como tú frente a la relación de Macaria con Thanatos y por como lo vi hoy, no tiene pinta de buscarlos con buenas intenciones.
Hécate comenzó a sentir rabia de nuevo. De todas las razones posibles que explicaran el comportamiento hostil de Hades, jamás pensó que se debía a que alguien más lo estuviera motivando a hacerlo y lo peor, que ni siquiera era por decisión propia.
O eso esperaba.
—¿Sabes una cosa, Hécate? Me estás colmando la paciencia. Eres la segunda traidora a la que le permito hablar conmigo después de lo que me hizo y el primero fue Zeus, así que vamos a dejar una cosa en claro...—Deméter se fue acercando a Hécate para cortar distancia. Ni una ni otra se amedrentaba por la manera en que se miraban—. Haré lo que sea necesario para lastimar a Hades, para hacer que por fin mi hija decida abandonarlo y regrese a mí. A mí tampoco van a detenerme.
—¿Y por eso has querido desquitarte con sus hijas? —Contraatacó—. Ellas no tienen la culpa, es más, ni siquiera Hades la tiene pero te has empeñado en odiarlo tanto que seguro que nada de eso te importa. Deméter, si al menos te dieras la oportunidad de conocer a tus nietas...tu vida cambiaría —dijo como si quisiera convencerla.
Hécate no iba a mencionar el hecho de que ella sabía que Melínoe y Deméter ya se conocían, al igual que Ápate.
—A una de ellas ya la conozco —respondió de improvisto, desconcertando a Hécate.
Seguramente ya no debía seguir fingiendo que no sabía nada.
—Sí, me imagino a quien, a Melínoe...quien adhirió la absurda maldición que le diste a beber a Perséfone. Gracias a ti, ella es malvada en algunas ocasiones.
—¿Estás al tanto?
—¿Cómo no estarlo? Si he intentado crear alguna poción que anule esa maldición.
—Ya lo creo —dijo cada vez con menos paciencia—, pero eso no fue mi culpa. Fue el destino que quiso que ella recibiera el castigo de su padre.
Hécate también comenzaba a perder más la paciencia. No la soportaba, con verla hasta le daban nauseas. En todos esos siglos desde su existencia hasta ahora, nunca había conocido a alguien que fuera como Deméter.
¿Se podía ser peor?
—Eres increíble —ironizó—. Si te da igual lo que le has hecho a Melínoe, ¿qué me puedo esperar de Macaria?
Deméter rió de nuevo, cubriendo sutilmente sus labios.
—Con lo de hoy, créeme que no tengo intenciones de hacerle daño.
Hécate alzó una ceja.
—¿Eh? —expresó con perplejidad—. ¿Qué planeas, Deméter? Porque no te creo que con Macaria no sientas repulsión.
—La verdad...es que sí lo siento pero existe una excepción que me impide querer intentar hacerle daño —dijo con voz misteriosa.
Hécate sintió mayor desconfianza.
—Sencillamente, no te creo. Después de todo lo que has hecho, no puedo creerte.
—Me da igual si lo haces o no —escupió con molestia—. Y para que estés por enterada y sonrías un poco...yo no me opongo a la relación de Macaria y Thanatos, ya no después de lo que me he enterado hoy.
Hécate ensanchó los ojos.
<<Entonces sí intentaste hacerle daño>>, pensó Hécate, buscando las fuerzas necesarias para contenerse.
—Claro, después de que orillaste a su padre para que actuara como tú, no me sorprende.
—¿Cómo? —expresó escéptica—. ¿De qué me hablas? Lo que está recibiendo Hades es sólo el karma de sus actos.
—¡Ya me tienes fastidiada! —exclamó con frustración—. ¿Por qué no aceptas que has vuelto a apoyar a esa maldita mujer?
Deméter se puso a la defensiva.
—Los tratos que haya tenido con Ápate son asuntos míos, sin embargo, yo no la he apoyado en nada.
—No es ella a quien me refiero —recalcó entre dientes.
Esta vez, Deméter no tenía idea de lo que estaba hablando Hécate.
—Hécate, será mejor que te largues. No tengo intenciones de darle vueltas al asunto. Tengo algo qué hacer —Se giró sobre sus talones para entrar a su casa.
—¿Por qué has apoyado a Menthe de nuevo? —exigió saber.
Deméter casi grita en cuanto escuchó ese nombre. Volteó el rostro para ver de nuevo a Hécate. Sus ojos azules ardían de furia.
—¿Menthe? —preguntó con excesivo malestar—. No sé de qué me estás hablando...esa maldita mujer se fue hace mucho tiempo —Sus palabras retumbaban a pesar de estar en el exterior.
—¡Deja de mentir! Menthe está de nuevo con Hades. Su maldito aroma estaba impregnado en la piel de Hades.
Deméter comenzó a sentir un burbujeante ácido en su estómago.
Eso no podía ser posible.
La mujer en la que había pensado hace poco mientras arrojaba las hierbas al fuego, le había arrebatado la completa felicidad que sintió.
Menthe ya no debía existir, ¿cómo era posible que Hécate afirmara lo contrario?
Perséfone ya se había encargado de ella en el pasado, ¿cómo es que regreso?
Deméter no podía encontrar una respuesta. Su mente se había tornado gris ante esa afirmación.
Si Menthe había regresado de alguna manera,...quería matarla porque sólo existía una razón por la que Mentthe podría regresar.
Hécate esperaba que Deméter le dijera algo al respecto, sin embargo, la vio consternada. Sumamente enojada. La conocía bien y su expresión la confundió, no parecía estar fingiendo.
¿En verdad Deméter no sabía nada sobre Menthe?
Escuchar que alguien se iba acercando, desprendió la atención de Hécate sobre la diosa y al parecer, también había alejado a Deméter de lo que sea que estuviera pensando. Deméter volteó a ver quién se acercaba y se sorprendió de inmediato. Miró a Hécate de reojo, como si ocultara algo.
Hécate arrugó la frente y volteó a ver a la misma dirección donde Deméter veía. La diosa se alejó de la casa y avanzó aceleradamente hacia quien se acercaba. Cuando Hécate vio quien se acercaba, llegó a confundirlo por un momento con Hades. Parpadeó y guitó la cabeza para reaccionar ante la imposibilidad de los hechos. No obstante, su asombro fue cada vez mayor.
El joven al que se acercaba Deméter, poseía la misma postura que Hades. Su cabello era tan oscuro al igual que sus ojos.
La viva imagen de Hades.
—¿Qué haces aquí? —preguntó Deméter a Zagreo, quien observó curioso a Hécate.
—Vine a verte —respondió observando a la diosa de nuevo. Zagreo le tomó las manos a Deméter con angustia porque la veía y la sentía alterada—. ¿Estás bien, madre?
Hécate alcanzó a escuchar lo que el joven decía. No era necesario intentar ajustas las piezas de lo que sucedía porque nada encajaba.
—¿Madre? —expresó con escepticismo.
Pronto, Hécate entendió todo.
***
El Pireo, Grecia.
En la mansión de Poseidón había mucho movimiento desde la llegada de Hera, quien había puesto en marcha los preparativos para la boda de Caria. Hera era muy exigente y nadie, absolutamente nadie se oponía a sus pedidos.
Ni siquiera los guardias y marinas de Poseidón. Él se sentía insultado con todo lo que sucedía a su alrededor. No tenía ni la menor idea de qué debía hacer porque todos pasaban por su lado cargando cosas y acomodándolas dentro o fuera de la mansión.
Todo era un caos y a él le desagradaba el desorden.
Poseidón pasaba sus dedos por su hinchada nariz mientras veía a Hera en el exterior señalando de arriba abajo, posiblemente explicando cómo sería la decoración. Iris estaba a su lado y se notaba cómo anotaba todo lo que la diosa le decía con suma velocidad. Sintió pena por Iris y a la vez admiración por tener que soportar las exigencias y caprichos de Hera.
Aska se iba acercando a Poseidón desde el patio. Él estaba sentado en una silla y recargado en una mesilla a su lado. Lo veía acercarse con toda la intención de dirigirle la palabra.
—Señor Poseidón...he venido a...
Poseidón levantó una mano cerca de su rostro, interrumpiéndolo.
—Al fin te dignas a cerciorarte de cómo estoy y qué se me ofrece, ¿no? —reclamó con indignación.
Aska dudaba qué responderle. Comenzó a jugar con sus manos.
—Lo haría, señor...pero antes debo hacer algo —dijo con cierta cohibición.
Poseidón se cruzó de brazos, sintiendo una creciente punzada de cólera en el estómago.
—¿Ah, sí? ¿Y qué tienes que hacer que es más importante que mi bienestar? —exigió saberlo.
Aska señaló con inseguridad la silla en la que estaba sentado Poseidón.
—La señora Hera me ha pedido sillas, tengo que llevarme esta —insistió hasta con la mirada, esperando que Poseidón no terminara echándolo ahí mismo.
—¿Qué has dicho? —Quiso saber, reprimiendo su enfado—. ¿Acaso me estás diciendo que me tengo qué quitar? —sonó amenazador.
Dessa fue acercándose a donde estaban ambos. Aska quería correr de ahí mismo al ver a Poseidón enfadado.
—Señor Poseidón...—dijo la chica. El dios le clavó la mirada.
—¡Dessa! Me alegro que estés aquí, ¿quieres recordarle a Aska quién soy yo y por qué debe respetarme? —Poseidón esperaba con los brazos cruzados el apoyo de su marina.
—Lo siento señor, pero debemos llevarnos esto —señaló la silla—. Levántese —Le pidió.
A Poseidón casi se le cae la boca por la incredulidad.
Era el colmo.
—Pero, ¿qué está pasando aquí? ¿No se e olvida algo, Dessa? —Poseidón esperaba una disculpa por parte de la chica.
—Levántese, por favor —repitió y añadió las palabras mágicas que tanto recalcaba el dios en situaciones pasadas.
Poseidón no tuvo tiempo de defenderse porque Dessa agarró la silla para jalarla. Poseidón tuvo que levantarse, mirando a ambos con escepticismo y ofensa mientras regresaban al patio con la silla.
No podía creerlo.
Su propia gente había preferido hacerle caso a su esposa desde el momento en que fue a vivirse con él a la mansión.
Ese había sido el primer golpe bajo, pero ahora...era insoportable.
En cuestión de nada, perdió su autoridad. Le dieron la espalda y comenzaron a hacerle caso a Hera.
Era un atrevimiento que no podía dejar pasar por más tiempo.
—¡Esto es el colmo! —afirmó en voz alta al mismo tiempo que daba zancadas hacia el exterior, con severas intenciones de enfrentar a Hera.
La diosa seguía muy dedicada a su trabajo. Le indicaba a algunos guardias de Poseidón que colocaran una mesa con unas cuantas sillas alrededor con una gran sombrilla en el centro.
—¿Así está bien, señora Hera? —preguntaba Yesec, otro guardia.
Hera puso una mano bajo su barbilla y la otra sobre su cintura.
—Sí, creo que así está bien.
Yesec sentía alivio y frustración al mismo tiempo porque llevaba varios minutos moviendo la mesa de un lado a otro del jardín para que al final, quedara en el mismo lugar del principio.
Caria estaba ahí mismo, observando una gama de colores de seda que Hera le había entregado para que eligiera uno. Al mismo tiempo, sentía pena por todos los demás que claramente se veían cansados y estresados. Hera manejaba muy bien la situación pero muy controladora.
Hera le había preguntado un sinfín de cosas acerca de cómo quería que fuera su boda pero en ninguna ocasión la dejó responder. Iris era la única que se percataba de eso.
—¿Ya ha elegido algún color? —Le preguntó Iris, despegando la mirada de su libreta.
Caria volteó a verla con una tenue sonrisa.
—Me gusta el azul —respondió feliz de que por fin pudiera responder algo.
Iris le sonrió.
—Se vería muy bien con ese vestido —La motivó.
Caria iba a decir algo más pero entonces, Poseidón iba acercándose a donde estaban.
No tenía buena pinta.
—Hera, vengo a hablar contigo —dijo Poseidón esforzándose ser diplomático.
Hera apenas y lo volteó a ver.
—Hasta que se te ocurre venir. Me he dado cuenta que no estás colaborando en nada. Dime, ¿disfrutas siendo un adorno más de tu mansión?
Poseidón abrió la boca, pensando en qué decía responder ante eso.
—Estoy colaborando. Te has apropiado de mi mansión, mis cosas y hasta de mis subordinados. Sólo falta que me pongas a mí a hacer algo —reclamaba con más soltura.
—No estaría mal —dijo con una enorme sonrisa—. El clima es templado, así que tráenos un té —indicaba Hera y luego regresaba a concentrarse en los adornos que quería.
Poseidón se indignó demasiado.
—¿Qué? ¿Cómo es que quieres que traiga el té? —reclamó.
Sin embargo, Poseidón no formuló muy bien su pregunta ni utilizó el tono adecuado.
Hera resopló, comenzando a marearse con tanta pregunta.
—Caliente, ahora no hagas más preguntas hasta que no regreses con el é que te pedí —Hera hizo algunos movimientos desinteresados con la mano y caminó hacia otro lado junto a Iris.
Poseidón apretó las manos y la mandíbula para no explotar en ese mismo instante. Caria permaneció ahí y vio cómo Poseidón se ponía rojo de cólera.
—Tío, yo puedo ir por el té —propuso Caria.
—No —respondió enseguida. Respiró hondo y luego exhaló lentamente—. Es la organización de tu boda y no debes hacerlo. En todo caso...es mi casa y yo debo atender a mis invitados —añadió y fue de regreso a la mansión con paso firme.
Caria lo observó alejarse. No estaba seguro pero creyó ver que echaba humo a cada paso. Suspiró. Debía confesar que no se sentía tan cómoda con todo eso.
—¡Pequeña! ¡Ven aquí! —exclamó Hera a Caria con una gran sonrisa mientras se sentaba en una de las sillas del jardín que recién habían acomodado.
Hera comenzaba a repasar todo lo que Iris anotó. Caria volvió a suspirar antes de caminar hacia ellas.
Mientras tanto, Poseidón se sentía sulfurado por culpa de Hera y la facilidad con la que todos le hacían caso. Tenía bastante poder de persuasión porque hasta él estaba por hacer lo que le pidió. Fue directo a la cocina.
Eustace terminaba de preparar una ensalada cuando vio entrar a Poseidón. Sintió que el alma se le salía del cuerpo, y no precisamente por verlo furioso.
—¡Señor! ¿Qué hace aquí? —quiso saber.
Poseidón otro de los mandiles que estaba colgado en la pared.
—Voy a preparar té y ni se te ocurra impedírmelo —dijo con voz muy desafiante.
Eustace tragó saliva.
—No señor, por favor, agua no...—dijo Eustace con dolor, recordando el viejo incidente con la parrilla.
—Créeme Eustace, esto no es porque quiera hacerlo. Me han obligado, que es distinto —Eustace sacó su móvil y comenzó a teclear—. ¿Qué haces?
—Le suplicaré a su esposa que no lo incentive a hacer locuras.
Poseidón masculló algo poco respetuoso. Si su esposa estuviera ahí, sería otra historia. Tan pronto como pensó en esto, se retractó. Era mucho mejor que ella no estuviera ahí o sería un completo esclavo.
—No te molestes, no fue idea de esa mujer. Si tienes algo qué reclamar, ve con Hera —Se cruzó de brazos.
Conociendo a Eustace y su obsesión por controlar lo que sucede en la cocina y sobre todo, porque a él era al único que no quería ahí, ya se lo imaginaba reclamándole a Hera. A ver si así, Hera tenía más respeto por él.
Lo que sucedió, no lo había imaginado.
—¿La señora Hera se lo ha pedido? —preguntó con duda—. Bueno, supongo que es porque lo ha considerado oportuno —dijo muy tranquilo.
Poseidón pestañeó de par en par.
—¿Qué? Sólo porque lo dice Hera...¿vas a dejar que cocine?
Eustace sintió escalofríos.
—Oh no....eso es imposible, señor. Yo calentaré el agua.
Poseidón maldijo por lo bajo.
—Ya que. Entonces prepárame uno para mí también —dijo con resignación.
Eustace no dijo nada por la petición ya que Poseidón no era de los que tomara té. Desde el día anterior lo hizo y dedujo que se debía al estrés. Puso a calentar la tetera y en pocos minutos, El té estaba listo. Le sirvió en una taza y le dio a Poseidón su té. Éste le puso azúcar, lo agitó con una cucharilla y lo bebió inconforme.
—Eustace, esto no está tan caliente —comentó.
Eustace estaba ocupado pero se detuvo un momento para decirle algo.
—Deme un minuto, señor. Tengo que terminar los aperitivos.
—¡Yo no puedo esperar! Quiero mi té caliente —Poseidón se tomó un momento para ver a Eustace. En verdad estaba muy ocupado, haciendo decoraciones con la ensalada y unos canapés—. Puedo calentar el agua por mí mismo.
Eustace se giró como si le estuviera dando un ataque cardiaco.
—No va a tocar la parrilla —señaló con un dedo—. Usará el microondas.
—¡¿El microondas?! —exclamó muy ofendido.
—Sí señor, el microondas —afirmó sonriente—. Es por su seguridad y por la de los demás.
—Sí, claro.
Poseidón se quitó el mandil de mala gana. Metió la taza y programó el microondas a como consideró y se puso a esperar que se detuviera.
Eustace cortaba más verduras para la ensalada. Se detuvo cuando escuchó unos ruidos extraños y un olor peculiar.
—Señor, ¿si le quitó la cuchara a...?
Momentos antes...
Hera repasó rápidamente todas las anotaciones junto con Iris. Caria las escuchaba atenta. Los planes de Hera parecían haber sido creados desde hace mucho tiempo. Admiraba lo entusiasmada que se mostraba por la boda y lo dedicada que era para su trabajo.
—Macaria, ¿qué color te gusta más para la iluminación? —preguntó Hera demasiado rápido.
Caria supuso que esperaba una respuesta con la misma velocidad.
—Blanco...—Justo como pensó, Hera escuchó la respuesta y siguió conversando con Iris.
Caria recargó el antebrazo y codo sobre la mesa mientras pensaba en Thanatos. Lo había visto demasiado decidido en ir a buscar a a alguien quien no mencionó pero que dejó claro que debía saldar cuentas.
Era muy difícil no pensar que se trataba de su padre pues hasta donde ella sabía, era con quien tenía enfrentamiento. Eso le angustiaba mucho. No quería que ambos se pelearan y ella sin saberlo.
—¿Estás bien?
Caria dejó de pensar en Thanatos para fijarse en Hera.
—Sólo un poco preocupada por Thanatos —confesó con el semblante apagado—. Y...también por papá. A estas alturas sé que es imposible que su relación sea como antes y por mucho que esté enojada con mi papá...tampoco quiero que le pase nada.
Hera compartió mirada con Iris y suspendieron el análisis de los preparativos para hablar con Caria. Ella sintió que la presión disminuyó considerablemente por esa razón.
—Escucha, no conozco mucho a Thanatos pero sí a Hades. Es verdad que debe estar muy enfadado porque se han escapado, y se enojará más cuando se entere que van a casarse pero...se va a meter en un problema conmigo si se le ocurre cancelar esta boda —Cambio su manera de hablar de sutil a recia—. Hades tiene temperamento pero en este tipo de casos, le conviene quedarse callado.
Caria mostró su confusión con lo último que Hera mencionó.
¿Por qué decía eso?
—¿No crees que sea capaz de hacerle daño a Thanatos? —preguntó para asegurarse.
Al final de cuentas, por mucho que sea su padre, no lo conocía muy bien ni conocía lo mucho de lo que podría ser capaz.
—No te preocupes por eso, lo único por lo que deberías preocuparte es por tu boda —Le sonrió cálidamente. Caria sonrió muy levemente pero con eso no convenció a nadie de que estaba completamente feliz. Hera sintió pánico—. No me digas que te has arrepentido —Tomó de la mano a Iris.
—Oh no, no lo haría —Cuando le respondió, Hera sintió que su alma regresaba a su cuerpo—. Desearía que mis padres estuvieran conmigo...que papá aceptara mi relación.
Hera tomó aire profundamente, después de que el susto se le pasara.
—Desde que Afrodita nos confesó lo que sucedía entre Thanatos y tú, debo decir que tano Zeus como yo, suponíamos que Hades no se lo tomaría muy bien al principio pero que luego aceptaría su relación. Sé que eso va a pasar.
—¿Y si no sucediera? ¿Y si sigue oponiéndose? —insistió Caria. Aunque quisiera creerle, prefería prepararse para lo que se venía que hacerse ilusiones.
—Si no sucede...Hades puede pasarse sus oposiciones por...
—¡Fuego! ¡En la cocina! —exclamaba Halima algo asustada.
Dessa estaba moviendo algunas macetas junto a Aska. Pasó una mano por su rostro.
—¿Quién dejó entrar al señor Poseidón a la cocina? —preguntó para sí misma, haciendo suposiciones de lo ocurrido.
—¡Hay que detenerlo! ¡Podría invocar un tsunami por esto! —exclamó Aska.
Las diosas veían como los guardias entraban a la mansión apresuradamente. También vieron como comenzaba a salir humo de una de las ventanas.
Caria se llevó las manos a la boca por preocupación. Volteó a ver a las diosas quienes no se movieron. Hera sólo negaba con la cabeza con resignación.
—¿Sesión de damas?
Caria volteó a sus espaldas y vio a Zeus muy sonriente. Fue imposible no sentirse feliz de verlo de nuevo. Zeus puso una mano sobre la cabeza de Caria, como muestra de afecto.
Hera estaba cruzada de brazos y palpaba con sus dedos su piel al mismo tiempo que miraba perspicaz a Zeus.
—¿Se puede saber qué haces aquí? —preguntó con disgusto.
Zeus miró a su esposa y se acercó a ella. Despegó una de sus manos del brazo y la besó.
—Vine a buscarte, terroncito de azúcar. Dime, ¿cómo te encuentras esta tarde? —sonrió de oreja a oreja.
Caria se alegraba por la manera tan dulce en la que Zeus le hablaba a Hera aunque era consciente de todo los errores que cometía y seguía cometiendo Zeus.
Era su mayor defecto.
Hera no se veía nada feliz, al contrario, sospechaba algo.
—¿Qué hiciste? —contraatacó.
Zeus pestañeó varias veces sin dejar de sonreír.
—¿Yo? Nada...lo que sucede es que hoy es el festín de primavera y pues, me faltaba mi dulce esposa...
—Cancélalo —dijo Hera a modo de orden.
—¿Cancelarlo? Pero pichoncito...nunca se ha cancelado un festín de primavera —Se esforzó por no hacerla enfadar.
—Es un festín de primavera anticipado, Zeus. Si somos lógicos, faltan algunos días para que empiece la primavera —explicaba—. Además, estoy organizando la boda de Macaria y eso es más importante.
—Pero...
—¿Pero qué? —preguntó Hera desafiante.
Zeus movió las manos en medios círculos para calmarla.
—Haremos lo que tú quieras. No te enojes, recuerda la terapia —Le susurró—. Por cierto, ¿puedo hablar contigo a solas?
Con esa pregunta, Hera comprobaba que algo había pasado mientras no estuvo en el Olimpo. Sin chistar, se levantó de la silla y caminó junto a Zeus hasta que consideró conveniente.
—¿Qué pasó? —demandó saber con la misma postura de antes.
Zeus pasó una mano por detrás de su cabeza.
—Bueno es que...Hades estuvo en el Olimpo —comenzó a explicarla. Hera levantó las cejas.
—A buena hora se le ocurrió ir. ¿Y qué pasó? Espero no le hayas dicho dónde está Macaria.
—¿Me crees capaz? —preguntó y Hera no dijo nada. Zeus infló las mejillas—. Por supuesto que no, pero tuve la impresión de que se fue peor de enojado de lo que estaba —sonrió nuevamente—. Al parecer nos equivocamos y una versión modernizada y masculina de Deméter ha aparecido.
A Hera no le extrañaba que así fuera. De hecho, con sólo ver a Zeus con esa sonrisa, ya la estaba irritando.
—Lo que faltaba —dijo entre dientes—. ¿Y eso fue todo? ¿No hizo o te dijo nada?
Zeus comenzó a ponerse nervioso.
—La verdad es que...sí lo hizo y he venido preocupado a verte porque sé que te va a hacer enojar.
Hera comenzaba a ponerse colorada.
—¿Hizo amenazas? ¿Va a planear separar a su hija de Thanatos?
—Aparte...—tragó saliva—. Hades...destruyó tu nuevo camastro.
Iris se tensó de inmediato y Caria logró darse cuenta. No fue difícil suponer porque; Hera comenzó a gritarle a Zeus acerca de un camastro del que no tenía idea. En pocos minutos, Hera regresa a donde estaba sentada, muy enfadada y Zeus se toma su tiempo para saber si la sigue o mejor mantenía distancia.
—Está...¿todo bien? —preguntó dudosa Caria.
—Sí —respondió no muy convencida—. Hay cosas que como esposa deberemos enfrentar —Puso el dedo índice cerca del rostro de Caria—. Jamás le permitas a Thanatos que se salga con la suya, y si lo hace...véngate.
Caria se cohibió por el consejo. No se imaginaba que Thanatos fuera igual a Zeus. Por mucho que quisiera a su abuelo, no aceptaba lo que hacía.
—¿Te parece correcto el consejo que le has dado? —preguntó Hestia de brazos cruzados, detrás de ellas. Hera hizo un mohín muy marcado con su nariz y labio superior. Hestia no dejó de verla hasta que logró sentarse a lado de Caria. Hestia le tomó la mano, acunándola con extrema calidez—. No le hagas caso a Hera, no todos los matrimonios son iguales. Thanatos no es igual que Zeus, así que no te preocupes —Hestia trataba de reconfortar a Caria.
Zeus se acercó por fin al escuchar lo que estaban hablando.
—¡Oye! ¿Se supone que debo sentirme halagado u ofendido? Porque debo aclarar que yo sólo soy de mi dulce y amada esposa —decía poniendo las manos sobre los hombros de Hera. Ella se quitaba.
—No seas cínico, Zeus —Hestia respiraba hondo y exhalaba para mantener la calma—. Sólo hazme caso, querida —Le decía a Caria.
Caria sonrió largamente.
—Gracias tía, sé que Thanatos no me fallaría.
Zeus hizo gestos aguados.
—Me están haciendo sentir muy mal, y eso que soy muy agradable —Se defendía.
—Zeus, cállate —advertía Hera aún enojada.
Hestia puso los ojos en blanco y volvió a hacer sus ejercicios de respiración.
—¿Y dónde está tu futuro esposo? —preguntó curiosa.
—Él...tuvo que ir a ver a alguien —Esperaba de nuevo que Thanatos estuviera bien y prono regresara.
Zeus negó con la cabeza mientras ponía una mano sobre su coronilla.
—No debía hacer eso. Si Hades lo encuentra, lo matará antes de que se convierta en padre.
Caria inmediatamente borró su sonrisa y agachó el rostro, sintiéndose mal por lo que Zeus dijo. Hestia se sulfuró pero intentaba calmarse de nuevo. Iris negó con la cabeza y Hera le dio un codazo muy fuerte como para hacer que se quejara.
—Muy pacífico y todo pero eres un bocazas —dijo Hestia enojada.
Zeus arrugó la frente, preguntándose porqué Hera lo golpeó hasta que recordó ese detalle que no tomó en cuenta.
En verdad había sido un imbécil.
—Perdón, hablé sin pensar. No quería decir que Thanatos no puede...
—¡Cállate! —Hera se levantó de golpe, amenazándolo con golpearlo—. ¿Por qué no te vas a ver a Poseidón? Algo se ha quemado en la mansión y quizás necesite ayuda —indicó Hera con firmeza.
Zeus, al sentirse atacado por Hera y Hestia, prefirió ir a ver el lío que había en la mansión pues sí había mucho movimiento.
Caria creyó que cuando se volviera a tocar ese tema, no se sentiría tan mal como la vez en que Thanatos le confesó su infertilidad. Subestimó sus sentimientos. Ahora, volvía a ponerse triste al respecto pero eso no cambiaría nada de lo que prometió.
Amaba a Thanatos infinitamente.
—Sí lo sabías, ¿verdad, querida? —preguntó Hestia, preocupándose al verla decaída.
—Sí. Lo sabía...Thanatos me lo dijo —explicaba brevemente—, pero eso no es obstáculo. Yo he decidió estar con él y no me importa nada más —dijo un poco más animada.
Tanto Hera como Hestia sonrieron conmovidas.
—Lo amas demasiado —afirmaba Hestia. Caria asintió sin dudarlo.
—Sí, mucho. Y aunque llegué a imaginar que sería madre...lo acepté y dejé de hacerme absurdas ilusiones —suspiraba largamente—. Sé que ese sueño que tuve es realmente imposible —Las diosas guardaron silencio porque no sabían qué decir para consolarla. Sentían su tristeza. En ese largo silencio, Caria comenzó a sentir que la cabeza le dolía mucho. Hacía una presión que podía volverse intolerable—. Espero me disculpen pero quisiera ir a descansar un poco, está doliéndome la cabeza —dijo y se levantó para ir hacia la casa de huéspedes.
Hestia y Hera supusieron que esa era una excusa debido a la tristeza. Mientras Caria se alejaba, Iris resopló decaída.
—Pero no es tan imposible...—soltó de repente. Hestia y Hera la clavaron la mirada, asegurándose de que Caria no había escuchado eso.
—Iris, no se te ocurra volver a decir eso —advirtió Hera—. Si Macaria te hubiera escuchado...
—Pero es la verdad —Iris se encogió de hombros—. Existe alguien que podría ayudarle a Caria.
—Esa es una verdad imposible —recalcó Hestia—. Esa mujer jamás va a hacer algo así por Macaria por ser hija de Hades —suspiró—. Será mejor que Macaria no se entere de esto o podría crearse ilusiones que van a destrozarla después.
***
Inframundo.
En un lugar remoto y solitario del Inframundo, cerca del río Cocito, existían una serie de cuevas en lo más bajo de las rocosas colinas donde deambulaban las almas en desgracia. El lugar exacto donde las lamentaciones de dichas almas ocultaban cualquier otro ruido de los alrededores. En una de esas cuevas, se ocultaba alguien desde hace mucho tiempo y no era una casualidad, nació ahí.
Hades estaba sentado en una roca dentro de esa cueva. Después de irse del Olimpo, estuvo a punto de ir a la Tierra donde creía que se escondía Caria. Sin embargo, se había comenzado a sentirse mal y extraño. Estaba muy enojado. Furioso, pero no entendía a qué se debía tanto impulso y repudio que sentía. Recordó lo que le hizo a Melínoe y se sintió terrible. Jamás se había atrevido a golpear a nadie.
A nadie.
Las palabras de Zeus y de Perséfone nublaban toda su mente.
Al razonar por sentirse raro, decidió alejarse, regresar a su hogar en el Inframundo pero terminó por ir directamente a Cocito para relajarse y pensar bien lo que estaba haciendo.
A unos cuantos metros más atrás, podía verse una mujer salir de las sombras. Su silueta iba adquiriendo forma y tonalidades. Portaba un vestido sencillo del mismo color del marfil. Su piel era ligeramente bronceada pero lo que más resaltaba en la chica era ese tono de ojos y cabello de un inusual color verde oscuro. Caminaba lentamente hacia Hades, observando sus lamentaciones aun estando de espaldas.
No le gustaba verlo de esa manera.
Iba a acercarse más a él hasta pero Hades la detuvo.
—No te acerques, por favor —La chica puso las manos sobre sus brazos, cohibida por la petición. Hades pasó los dedos por su cabeza, mostrando desesperación—. No sé qué estoy haciendo...estaba tan enfadado que si hubiera encontrado a Macaria y a Thanatos, no sé cómo hubiera reaccionado —apartó una mano de su cabeza y la miró—. Golpee a mi hija, a Melínoe...no me di cuenta hasta hace unos minutos.
—Si usted lo hizo, es porque lo consideró correcto en ese momento —dijo la chica, con voz muy tenue—. No se culpe, quizás y se lo ha merecido —Hades giró la mitad de su torso para verla; se había molestado por lo que dijo. A la chica, esto no le pareció—. Es la verdad, señor...usted mismo me lo dijo en cuento llegó. Melínoe lo ha traicionado...y jamás olvidaré lo que su otra hija le ha hecho —Hades respiró pero contuvo el aliento para no dejar que la sangre se le volviera a calentar—. Le ha dado la espalda y ha preferido irse con uno de los peores dioses que existen. Es su enemigo, señor...no debe olvidar eso.
Hades tensó todo su cuerpo y se llevó nuevamente las manos a la cabeza. Se escuchó el crujir de la armadura.
—Tal parece que yo soy el único que piensa de esa manera —confesó—. Nadie es capaz de ver las verdaderas intenciones de Thanatos, su tío y su hermana.
—¿Eso lo tiene frustrado?
—Sí —Miró hacia atrás, donde estaba ella—. He pensado que yo soy quien está equivocado —Cuando escuchó esto, la chica alzó sus cejas con escepticismo y limitado sobresalto—. Todos parecen confiar en él excepto yo...Perséfone también lo hace y ella siempre tiene razón. El cabeza dura soy yo.
La chica hizo muecas ácidas por el aprecio que escuchaba en las palabras de Hades.
¿Siempre iba a ser tan importante para él?
¿Por qué Hades no podía darse cuenta de que Perséfone sólo lo estaba traicionando?
Perséfone no podía merecer el título de reina del Inframundo. Perséfone no merecía todo el amor que Hades le tenía.
La chica mordió el labio inferior, mostrando levemente su disgusto. Puso sus manos sobre sus brazos y comenzó a tallarlos muy despacio, desprendiendo un aroma muy sutil.
—¿Y si todo es un engaño? —preguntó tras algunos minutos de silencio—. Ya le mintió descaradamente y parece que no le importa —dio pasos cortos en dirección hacia él—. Le ha dado la espalda para defender la traición de sus hijas. ¿Cómo puede ser tan cruel para apoyar a todos menos a usted que ha dado todo por ella? No lo merece...ella no lo ama y puedo garantizarle que está planeando algo en su contra.
El pulso de Hades fue acelerándose por el aroma. Desde que volvió a verla, su intensidad era mayor y debía reconocer que le afectaba.
—Perséfone no es así. Adquirió mayor determinación y poder desde que comió la granada para estar conmigo, pero ella no planearía nada en mi contra. Perséfone me ama, lo sé y más seguro estoy de que yo la...
La chica se puso frente a él y le tomó las manos. Las acercó a su rostro y pasó su mejilla por la coraza que cubría sus nudillos. Ese sutil gesto era tan discreto que Hades no se percató que cada vez que hacía eso, ella tenía el cuidado de tocar las zonas expuestas de su piel. No solía verlo con armadura y era difícil pero sus dedos eran los que sobresalían de la protección. El poder que desprendía la chica debido a su naturaleza, su adquiriéndose a la piel de los dedos de Hades.
—Yo jamás estaría en su contra. Haría todo lo que me pidiera...nunca podría traicionarlo como lo han hecho los demás —decía mientras tenía inclinada la cabeza. Hades la observaba, sintiendo que ese sentimiento de ira se volvía a aparecer con la idea de que lo estuvieran traicionando—. Desde que volví a verlo, he sido muy feliz. Creí que nunca más sabría de usted.
Hades entrecerró los ojos.
—No sé cómo es posible que hayas vuelto después de lo que Perséfone te hizo...Si Perséfone te ve, retomará lo que hizo.
La chica en ensombreció su semblante. Se atravesó por su mente la imagen de Perséfone enfurecida, intentando exterminarla.
Creyó que había muerto.
Que la haya convertido en planta como muestra de misericordia, no importaba.
Ahora que había vuelto, sabía lo que tenía qué hacer.
—El destino es quien ha decidido que yo regresara —Levantó el rostro y miró a Hades—. Si yo no hubiera regresado, no se habría dado cuenta de la conspiración que todos tienen contra usted —Alzó la mano y tocó el rostro de Hades, acariciando su mejilla con el pulgar—. Yo soy la única que lo ama, nadie más —decía con suma seguridad sin dejar de mirarlo directamente a los ojos—. No permita que nadie más vuelva a burlarse de usted. Oblíguelos a redimirse. No deje que Macaria ni Thanatos se salgan con la suya —dejó de estar en cuclillas para levantarse poco a poco y tomar con su otra mano su rostro. Hades estaba hipnotizado—. Usted puede acabar con ellos...no deje que nadie se salga con la suya.
Hades reaccionó y tomó sus muñecas; un error aún más grande que permitir que ella se le acercara.
—Menthe...sé que siempre me has sido leal y yo nunca creí que serías capaz de lastimar a alguien. Por eso y por cómo fue tu vida, es que te tengo respeto y aprecio —Menthe sonrió con satisfacción—, pero...nunca podría amarte porque la única que está en mi corazón es Perséfone —Hades sintió que su mente se nublaba aún más y las emociones azotaban su interior.
Menthe sintió cólera de escucharlo.
—Ella quiere destruirlo...y yo sólo lo quiero a usted —Se inclinó hacia él y terminó por besarlo sin inhibición.
Si Hades poseía aun un poco de razón, con ese beso lleno de veneno por el resentimiento y celos de Menthe, la había perdido de nuevo.
***
Nápoles, Italia.
Garena no podía dejar de mirar aquel establecimiento en el que aparecieron. No lo recordaba bien pero creyó haberlo visto no hace mucho tiempo. Sabía que no había entrado, eso era seguro pero sí que lo había visto por fuera y nunca le llamó la atención.
Hasta ahora.
La rabia que Garena sintió por la injusticia por parte de Eros y Dionisio, aún existía pero ya no tenía intenciones de golpearlos; siempre y cuando no la provocaran de nuevo. Por eso, Ralen estaba cerca. Él también estaba molesto y ofendido por la manera tan desconsiderada que tenían esos dioses en tratarlos. Lo único bueno de toda esa situación es que podía estar junto a Garena de nuevo. Sentía que se volvería loco en cualquier instante por no saber de ella por algunos días.
Ralen miró la mano de Garena e intentó tomarla pero los dos dioses presentes se abrieron paso entre ello dos, inconscientemente.
—¿Les agrada este lugar? —preguntaba Dionisio muy orgulloso—. Es mi segundo hogar.
Garena prefería mostrarse aburrida que enfadada, aunque en el fondo deseaba tener un pretexto para volverse a enojar y así desquitarse de todo su coraje.
—¿Qué se supone que venimos a hacer aquí? —preguntó tajante.
Eros arrugó las cejas. No quería hostilidades de nuevo o se echaría a perder todo.
—Han perdido, tienen que cumplir con su palabra —Dionisio puso una mano en el hombro tenso de Eros y negó con la cabeza y luego le indicó que se apartaran unos cuantos metros de Ralen y Garena.
La chica los veía distanciarse sin cambiar su resentida mirada. Ralen ladeó un poco la cabeza mientras la observaba.
—No se enoje, señorita. Va a causarle daño.
Garena movió los labios como queriendo gritar. Afortunadamente no lo hizo.
—Se divierten burlándose de nosotros. Ese estúpido juego fue una farsa para orillarnos a aceptar algo que ni sabemos qué sea —deslizó la recia mirada hacia Ralen—¿Tú no puedes hacer nada? Digo, eres un guardián después de todo, sabrás atacar y amenazarlos.
Garena no razonaba bien lo que decía por todo lo que sentía en ese momento. Hablaba como si no lo conociera. Ralen negó inmediatamente con la cabeza, resaltando ese porte tan formal que Garena jamás olvidaría.
—No sería correcto. Nosotros debemos cumplir on nuestra palabra, eso sería lo correcto —decía diplomático—. Fue nuestra equivocación no haber analizado la situación profundamente antes de aceptar lo que ellos nos propusieron. No acepto que hicieran lo propio porque es claro que todo fue un plan forzado como usted lo indicó pero, hay que cumplirlo. No debemos actuar como ellos.
Garena resopló ante la pasividad y formalidad de Ralen.
—Siempre haciendo lo correcto, ¿no? Ni porque nos han engañado ni estemos a punto de sufrir otra de sus tonteras —Se puso frente a Ralen y punzó con el dedo sobre su pecho—. Yo no comparto la misma corrección que tú. Si estos dos planean jugar de nuevo con nosotros, no habrá fuerza que me detenga a darles su merecido. Ni siquiera tú.
Ralen rió ante las ocurrencias impulsivas de Garena.
—No esperaría menos de usted.
A unos cuántos metros, Dionisio se detuvo junto a Eros. Levantó el mentón y carraspeó.
—Eros, ya que estamos aquí, voy a pedirte que te calles y dejes de meterte —Fue directo.
Eros se ofendió.
—¿Cómo me pides eso? Los tenemos juntos, listos para que por fin puedan decir lo que sientes y estén juntos.
—¿Los tenemos? Te recuerdo que así como ellos deben cumplir con lo que pactaron gracias a tu tonta e infantil idea de un show de televisión, tú también tienes que cumplir con un trato.
Eros sintió frío en cuanto se lo recalcó. Jamás consideró que esa petición se llevara a cabo.
—Pero es que yo debo estar presente, es mi deber —decía algo dramático.
—¿Olvidas que te iba a demostrar que puedo hacer tu trabajo más rápido ysintantas complicaciones? —La intención de Dionisio fue provocarlo.
Y había funcionado.
Eros infló las mejillas y bufó.
—Tienes razón, ya me acordé —dijo fingiendo que no se incineraba de enojo—. Pero, ¿no piensas decirme tu plan? ¿Un poquito?
—No. No diré nada y no sigas insisiendo.
La ansiedad comenzaba a parparse en su interior.
—Entonces, ¿dónde se supone que voy a estar mientras tú haces mi trabajo? ¿Esperar en una banca en el parque? Porque conociéndolos a ellos y a ti, me voy a volver momia de tanto esperar.
Dionisio levantó levemente la mirada.
—Estaría bien pero, pensándolo bien...necesito de tu ayuda —dijo pensativo.
Los ojos de Eros se iluminaron de nuevo. Si estaba enojado, era cosa del pasado.
—¿Lo dices en serio, Dionisio? ¡No puedo creerlo! Sabía que me dejarías colaborar —expresaba todo emocionado—. Dime, ¿qué debo hacer?
Minutos más tarde.
Eros llevaba puesto un mandil y una gorra. Estaba lavando algunos trastos. Cabía decir que estaba muy enojado. Cuando Dionisio le dijo que necesitaba de su ayuda, nunca creyó que lo mandaría a trabajar.
Dionisio abrió las cortas puertas movedizas de la cocina y entró acomodándose un corbatín. A diferencia de Eros, Dionisio lucía muy elegante con una camisa blanca, un chaleco de casimir y pantalones oscuros. El dios del vino se percató de que Eros lo veía como si quisiera que le explotara la cabeza.
—Deja de enojarte que vas a romper algún plato —dijo manteniendo un tono serio.
—No estoy enojado —sonrió de oreja a oreja—. Estoy encantado que me tengas haciéndote la limpieza mientras tú parece que te vas de fiesta.
No fue nada difícil para Dionisio notar el aire sarcástico de Eros.
—Lo que te pedí no fue tan malo —minimizó la situación—. Cuando termines con esos platos, hay que secar las copas de vidrio. Con mucho cuidado —recalcó.
—¿Ya puedo saber qué vas a hacer tú? —dijo Eros desesperado.
Dionisio le indicó que guardara silencio.
—Cállate...vas a arruinar todo —Sacó la cabeza y miró al exterior, luego volvió a ver a Eros—. Voy a comenzar y más te vale no involucrarte —advirtió y se fue de allí.
Eros talló con mayor fuerza la esponja sobre el plato. Él quería saber qué iba a hacer Dionisio.
Dionisio vio que Garena y Ralen aún no habían salido de los sanitarios y aprovechó ese momento para hacer los últimos arreglos de su establecimiento. Aún era de tarde y no era el ambiente que quería justo en ese momento. Creo una ilusión que aparentaba que era de noche, encendió las luces. Dionisio puso su mano en el mentón y negó enseguida. Apagó las luces e hizo aparecer unos candelabros en cada esquina del establecimiento y uno en una de las mesas.
Quedó convencido.
A los pocos segundos, Ralen sale de los baños con un smokin oscuro puesto. Dionisio lo vio y le aplaudió.
—Te ves muy distinto a toda esa ropa de cuero reforzado que usas —comentó el dios.
Ralen lo escaneó. Había llego a algunas teorías desde que Dionisio le dio un smokin para que se lo pusiera.
¿De dónde lo sacó? Ni idea pero era de su talla.
Esa suposición se vio limitada cuando lo vio vestido formal. Dejó de sentirse nervioso.
—¿Por qué nos hemos vestido así? —preguntó Ralen.
Dionisio miró hacia arriba.
—¿Qué pasa con la ansiedad de todo el mundo? Sólo relájate, sonríe y pon mirada de cachorrito abandonado y hambriento —aconsejó también.
La puerta del baño de mujeres se fue abriendo poco a poco, ambos miraron a esa dirección, esperando que Garena saliera de allí. Aparentemente, Garena no parecía querer salir o se tomaba su tiempo. De repente, la puerta se abrió de golpe y Garena salió con su mochila al hombro. Con las manos fue acomodándose las faldas del vestido rojo que Dionisio le dio. Veía los zapatos que tuvo que ponerle y que también le dio.
Ya había tenido una experiencia con unos similares.
—Bien, tal parece que vamos a ir a un casino —comentó la chica en cuanto los miró a ambos—. Acabemos con esto de una buena vez, no me gusta usar vestidos —decía con irritabilidad.
Ralen la observaba con la boca abierta; estaba sorprendido. Dionisio le miró y sonrió, dándole un codazo.
—Tú si sabes seguir consejos, sigue así —Le dijo, haciéndolo reaccionar. Ralen se puso sonrojado—. Ya que estamos vestidos, síganme, les indicaré su mesa.
Garena alzó una ceja mientras lo iban siguiendo. Cuando llegaron al resto del lugar, vio que sólo había una mesa, dos sillas y unas velas. El corazón se le detuvo por algunos segundos antes de golpetear desesperadamente.
Era tan obvio todo ahora, ¿cómo no lo pensó antes?
Había estado tan enojada como para no haberse dado cuenta de los mínimos avisos y detalles.
Estaba muy nerviosa ahora. A pesar de eso, continuó aparentando no haberse dado cuenta de las cosas para que no notaran su nerviosismo. Dionisio les indicó con la mano que tomaran asiento. Ralen ayudó a Garena a sentarse, acomodándole la silla. Dionisio aprovechó para quitarle su mochila y arrojarla a un rincón.
—¡Mis cosas! —reclamó Garena.
Dionisio la ignoró.
—Voy a ser directo y les voy a pedir de favor que nos ignoren, hagan de cuenta que no saben quiénes somos —aclaraba Dionisio—. Buenas noches...mi nombre es Dionisio y voy a ser su camarero el día de hoy...—Hacia una presentación formal y muy dramática.
—¿Ya es de noche? —Lo interrumpió Garena, confundida y mirando hacia una de las ventanas—. ¿Por qué has puesto velas?
Dionisio mantenía su elegante sonrisa pero sentía una vena latente en su frente.
—Lamento la molestia que esto pueda generar, pero nos hemos quedado sin servicio de luz —respondió con disgusto limitado—. Los veo muy animados para ordenar, ¿qué van a querer? No hay carta pero pueden pedir lo que quieran.
Ralen sabía muy bien qué pedir pero esperaba que Garena fuera quie hablara.
—¿Spaghetti? —dijo Garena con duda. Ralen se puso feliz.
—Enseguida les traigo las cosas —dijo Dionisio y regresó a la cocina.
Dionisio entró a la pequeña habitación e ignoró a Eros, quien había terminado de lavar los trastes. Eros lo miraba curioso porque tomó dos de los platos limpios e hizo aparecer spaghetti en cada uno.
El rubio llegó a sus propias conclusiones.
—¿Una cena romántica? ¿Crees que eso funcionará para unir a esos dos? —preguntó con sorna—. Se nota que no los conoces.
—¿No tienes más cosas que limpiar? —preguntó molesto pero continuando con lo suyo—. Teo, trae la botella de vino espumoso cosecha del treinta y seis —indicaba muy feliz.
—¿Eh? ¿Quién es Teo? —cuestionó Eros.
Eros volteó a sus espaldas y se encontró un hombre bajito y corpulento, con un traje muy elegante y una sonrisa de envidia. Entre sus manos llevaba una botella de vino. Dionisio se giró a verlo.
—Excelente, ¿sabías que pediría esa botella? —El hombre asintió sonriendo. Dionisio le dio unas palmaditas en la cabeza—. Eros, te presento a Teodoro.
Eros saludó con la mano al aire.
—¿Y qué hace aquí? —preguntó al verlo vestido muy formal.
—Me ayudará a mejorar el ambiente, ya que tú estás ocupando su lugar —Dionisio hizo aparecer un violín y se lo intercambió a Teo por la botella de vino.
—¡¿Qué?! ¿Y por qué no me pusiste a mí?
—Porque él toca bien el violín y es simpático. Lo más importante, no habla.
Teo sonreí y asentía muy feliz.
Habían sido unos minutos de silencio mientras esperaban que Dionisio regresara.
Ralen miró a Garena y notó muy cambiada a Garena. Ya no estaba enojada sino más bien algo incómoda y nerviosa.
—¿Está bien, señorita?
Garena miró a Ralen con neutralidad.
—Ralen, ¿y si nos vamos de aquí?
—¿Por qué?
Garena se aseguró que Dionisio no se acercaba para hablar con Ralen. Sin embargo, no pudo ser directa esta vez.
—No me da confianza lo que han planeado. Es todo —dijo alzando un poco sus hombros—. Por favor, sólo por una ocasión, ¿no podrías ignorar que hemos hecho un trato e irnos? —La petición de Garena fue muy insistente, causándole mucha gracia—. ¿De qué te ríes?
A Garena no le había gustado que Ralen se riera de su petición, pero al observarlo mejor, con esa encantadora sonrisa que tenía no pudo protestar más.
—¿Tiene miedo, señorita?
—¿Miedo? No, no lo tengo, ¿por qué lo tendría? —Se puso más nerviosa.
—Porque han preparado una cena romántica, aparentemente —dijo sin mayor preocupación.
Garena pestañeó incrédula y mantuvo la boca abierta por algunos segundos. No pensó que Ralen ya lo supiera y que encima, siguiera con ese plan.
—Creí que no te habías dado cuenta de esto.
—Señorita, me di cuenta cuando fingió estar lesionada del tobillo y debo reconocer que es una buena actriz, pero ellos no. Eros es dios del amor y en una ocasión me dio una reprimenda. Dionisio no tiene nada que ver con nosotros y si está haciendo algo, tiene que ver con Eros.
—Wow, ¿en qué momento llegaste a esa conclusión? —preguntó confundida.
—Cuando usted comenzó a insultar hasta a los mosquitos. Por cierto, no sabía que se sabía todas esas palabras —confesó muy sorprendido aún.
Garena rió avergonzada.
—Es decir, que lo supiste casi desde el principio —suspiró. Recordaba muy bien la vergüenza que sintió cuando Ralen descubrió su farsa para apoyar a Caria—. ¿Y qué te hace pensar que todo esto me da miedo?
Ralen no dejaba de observarla con gracia y encanto. Debía reconocer que le gustaba mucho que Garena fingiera que no se daba cuenta de las cosas.
—El contexto no es lo que le da miedo sino el compartirlo conmigo —Garena se quedó sin palabras. Sentía que los latidos de su corazón iban a ser escuchados por Ralen—. Podríamos tomar esta oportunidad para hablar sobre nosotros.
***
El Pireo, Grecia.
Poseidón permanecía sentado fuera de la mansión con una toalla por encima de los hombros. Tenía el semblante lleno de enfado y resignación.
¿Qué podía decir? ¿Qué podía hacer?
Miraba hacia la mansión donde podía verse a un Eustace entre espantado y enojado. Lleno de mohín.
Ya sólo esperaba que sucediesen dos cosas más para declararse en ruina; que Hades llegara queriendo partirlo por la mitad y que su esposa volviera de su viaje antes de tiempo y viera todo lo que pasó.
En cualquiera, no iba a salir bien librado.
Zeus llegó tarde para ayudar con la ligera explosión y sólo para evitar que Eustace lo agarrara como saco de boxeo. Zeus se sentó a lado de él sin dejar de sonreír. Poseidón lo miró con ganas de clavarle el tridente, si lo tuviera cerca.
—¿Por qué no borras esa estúpida sonrisa? —preguntó agresivamente.
Zeus permaneció apacible.
—No sabía que tu vida era muy extrema —comenzó a enumerar—. Te rompiste la nariz, incendiaste tu cocina, tu cocinero quiso cometer homicidio y todavía falta que llegue el verdugo de Hades.
Poseidón se puso de pie en postura muy severa, de un psicópata.
—Para empezar, no me rompí la nariz...tu esposa lo hizo al igual que fue la causante de que fuera a preparar té y que Eustace me amenazara. Pero tú...—Su voz tuvo un tono sepulcral—. Si Hades viene para llevarme con él al Inframundo, tú te vienes conmigo porque tú me metiste en este asunto.
Zeus parpadeó como si no supiera de qué le hablaba.
—Pero, eso es por tu sobrina. ¿Acaso no te importa?
Y ahí estaba Zeus, tratando de usar la psicología inversa. Poseidón se dio cuenta enseguida.
—¡Claro que sí! Pero mínimo me debiste haber avisado y no sólo traer a Macaria y a Thanatos acá con Hermes y con una estúpida nota —seguía reclamando—. Hera está organizando una boda...¡Una boda! Si Hades no está enterado de esto, cuando lo sepa, ¡todo se va a ir al demonio!
Zeus distorsionó su sonrisa y rió con nerviosismo.
—Sobre eso...hoy estuvo Hades en el Olimpo y...se puso violento. Quiso golpearme y me amenazó duramente. Dijo que me iba a encerrar en el Tártaro y muchas otras amenazas horribles —dramatizó y mintió para calmar a Poseidón—. Me enfurecí con su comportamiento y al parecer se asustó. Lo más raro que hizo fue aconsejarme una canción de relajación y paz interior.
Poseidón no se lo creía. Parecía una historia sacada de un libro de comedia.
—¿Y qué canción se supone que es esa?
Zeus fingió recordar la canción.
—Algo así de carambola, maracuyá...¡Kumbaya! Esa era.
Poseidón tardó en responder.
—No te creo. Hades podrá ser raro pero no ridículo —dijo sin tapujos—. Y claro que debe estar furioso con todo lo que está pasando. No lo justifico pero quizás me pondría igual en su lugar.
Zeus se puso muy serio. No le había gustado que no le creyera, aunque fuera mentira.
—Entonces no te molestará saber que Hades ya sabe que Macaria piensa casarse.
La boca de Poseidón podría haber caído hasta el suelo de ser posible.
—¡¿Se lo dijiste, idiota?! ¡Ahora sí, nos va a llevar al Tártaro por tu culpa!
Poseidón y Zeus comenzaron a pelear. Hera, Hestia e Iris los veían a unos cuántos metros sin intenciones de intervenir.
Iris suspiró y apoyó su mentón sobre sus brazos.
—¿Debemos intervenir? —preguntó aburrida.
—Déjenoslos así, será mejor que descarguen sus frustraciones —Hestia volteó a ver a Hera quien parecía que iba a explotar en cualquier momento. No era difícil adivinar por qué, le estaban arruinando su organización de la boda—. ¿Macaria estará descansando? —Se giró a ver en dirección a la casa de huéspedes que había mencionado.
Iris suspiró y miró hacia la misma casa.
—Debe estarlo, estaba triste.
Llamó la atención de Hestia.
—¿Por qué?
—Porque se siente preocupada y triste por todo lo que está pasando. Además, se supone que es su boda y Hera no la ha dejado opinar en nada más que en el color de su vestido.
Hestia torció la boca mientras miraba a Hera. No era raro.
—Y sumado a esto de no poder ser madre —suspiró hondo—. Todo esto se está complicando más.
***
Caria estaba recostada en la cama dormida. Apenas se había recostado algunos minutos y perdió la noción de la realidad. La tristeza fue el factor para que durmiera fácilmente. Se suponía que su boda era lo que más anhelaba, su mayor felicidad. No creyó que se sentiría sola. No creyó que no podía tener el control. Siempre se imaginó siendo feliz y estando ansiosa a cada minuto que se acercaba la boda, incluso se sintió así por la mañana. Antes de dormirse, pensó en ir a ver a Perséfone y a Melínoe. Estando despierta, no encontró ninguna amera de ir a los Elíseos sin que Hades se dieran cuanta, así que esperaba que soñando lograría darse una idea, aún si Hypnos se enteraba.
Mientras dormía, alguien la estaba observando fijamente.
Melínoe ladeó la cabeza después de un largo tiempo de estar de pie frente a ella. Caria se veía más tranquila dormida. Melínoe era muy consciente de la tristeza que su hermana sentía con todo lo que pasaba.
<<Excelente>>, pensó Melínoe, sonriendo de manera malvada.
Melínoe puso una rodilla sobre el colchón y pasó su mano sobre la frente de Caria.
Caria despertó enseguida. Movió sus ojos y se encontró con Melínoe. Ella cambió su semblante perverso por uno neutral; no se mostraba sorprendida de que la viera.
Era lo que quería.
Caria se sentó sobre la cama, escéptica de que su hermana estuviera delante suyo.
—¿Melínoe? —La nombró con duda—. ¿En verdad eres tú?
Melínoe dibujó una sonrisa apenas visible.
—Sí, lo soy —No cambió de actitud aún al ver que Caria desvaneció su tristeza al verla.
—¿Cómo es que estás aquí? ¿Papá se dio cuenta de que me he ido? —cuestionó con temor. Un gran e inconsciente error porque alimentaba la maldad de Melínoe.
—Sí, se ha dado cuenta —Se sentó en la cama—. He viajado para verte, saber cómo estás —dijo la verdad pero sus intenciones eran otras—. Sigo en los Elíseos.
—¿Cómo? —Caria estaba ofuscada—. ¿Cómo es eso posible?
—Es posible porque...estás durmiendo.
Caria negó simultáneamente, luego miró hacia la almohada y quedó estática; ahí estaba ella, durmiendo. Caria se miró los brazos y notó una transparencia en ellos, específicamente, en todo su cuerpo. Volvió a mirar a Melínoe con mucha atención y notó que ella también mantenía el mismo y disminuido grado de opacidad.
—Pero...si estoy soñando, entonces Hypnos sabe que estás aquí.
Melínoe movió la cabeza de un lado a otro.
—Es otro tipo de sueño en el que Hypnos no puede intervenir, así que descuida.
¿Otro tipo de sueño? Esa referencia le removió algo en el interior.
Caria no quería desconfiar pero sentía que estaba hablando de nuevo con la Melínoe que antes había querido lastimarla, la que no era su hermana. No obstante, por lo que hizo por ella al ayudarla a irse de los Elíseos sin que nadie se diera cuenta, la hacía aferrarse a que eran sólo ideas suyas.
—Melínoe, dime que papá no está buscándonos —retomó el asunto de Hades porque le angustiaba y porque Melínoe le había confirmado que ya se había enterado que no estaba en los Elíseos.
Melínoe volvía a sentir su preocupación y miedo. No podía dejar escapar esa ocasión.
Iba a divertirse.
—No lo hace. Se ha enterado por la mañana pero él sigue en los Elíseos —mintió—. Se molestó por lo que hiciste pero le ha dado igual al cabo de algunas horas.
Caria no se había tomado muy bien la indiferencia de Hades que Melínoe le describía porque por mucho que deseaba que Hades no reaccionara violentamente, tampoco pensaba que fuera tan frío al respecto. Lo que ella quería de él era que comprendiera y aceptara su relación con Thanatos y la razón a la que fue orillada para fugarse. Que le diera igual no ayudaba a su situación.
—¿Y qué hizo mamá? —Su pregunta poseía un tono de desesperanza que Melínoe gozó.
—Nuestra madre fue a hablar con él porque no podía creer la pasividad con la que había reaccionado. Me quedé escuchando un rato afuera de su despacho y...—hizo una pausa, deleitándose con el palpitar incesante del corazón de Caria provocado por la intriga—. Él dijo que si esto era lo que querías, estaba bien. Serían menos complicaciones en su vida. Ambos estuvieron de acuerdo —Caria intentó sonreír y demostrar que eso no le había afectado, pero al ser tan transparente, fue un intento inútil. Más aún cuando se trataba de engañar a Melínoe—. ¿Estás bien?
Caria mordió su labio inferior al mismo tiempo que inhalaba profundamente.
—Sí...aunque, no creí que fueran a reaccionar así —dijo y analizaba las facciones de Melínoe para encontrar algún signo que le demostrara que le estaba mintiendo.
—Yo tampoco pensé que lo harían de esa manera —desvió rápidamente la mirada—. ¿No era lo que querías?
—No quería que mi padre ignorara la razón de por qué me fui. Eso no me dice nada acerca de si acepta mi relación con Thanatos o no —dijo con mayor fuerza en su voz—. No puedo creerte...puedo considerar que nuestro padre reaccione así y todavía lo dudaría, pero nuestra madre...ella no sería indiferente. Nunca lo haría.
Melínoe tensó la lengua y apretó los dientes. Caria dejaba de confiar en ella y ciertamente, eso no debía suceder.
No le gustaba.
—¿Me estás llamando mentirosa, todavía de lo que hice por ti?
Caria notó la molestia de Melínoe.
—Te agradezco lo que hiciste por mí...eso jamás voy a olvidarlo. Sin embargo, no puedo creer que a mamá le dé igual que me haya ido. La conozco y sé que se preocuparía por cualquiera de las dos...tú lo sabes.
—Lo sé pero prefiero ser incrédula —Ligó los brazos—. No te estoy mintiendo, simplemente que no tienen por qué enfadarse tanto y tú no debes tomártelo tan apecho, después de todo...ellos son quienes mejor deben entenderte. Ellos son los mentirosos —recalcó.
Nuevamente, Caria no tenía idea de qué estaba hablando Melínoe.
—Ellos no tendrían razones para mentirnos, y si existiera alguna, ¿en qué nos mentirían?
Melínoe tenía su atención completamente. Caria había mordido el anzuelo.
—¿Conoces cómo fue que se conocieron nuestros padres? ¿Te lo han contado? —Se inclinó hacia ella—. ¿Tienes alguna idea de porqué nuestra abuela nunca quiso conocernos?
Caria debía reconocer que nunca nadie le ha contado acerca de su historia de amor. Intentó averiguarlo, se lo llegó a preguntar a Perséfone y ella fue muy limitada en sus anécdotas. Durante varios años le creyó y llegó a compartir con mucho orgullo la historia de sus padres con algunas ninfas. Era tan sólo una niña cuando lo hizo y todavía recordaba cómo las ninfas se burlaron y le dijeron que esa no era la verdad. Después de eso, decidió poner en tela de juicio aquella historia.
Una vez le preguntó a Hades sobre Deméter y éste cambió de tema drásticamente, como si le molestara saber de ella.
—No, no la tengo. Pero sea cual sea, sé que no es ningún asunto delicado.
—Oh. Caria...si tan sólo supieras —comentó Melínoe con cierta mofa—. ¿Quieres saber la verdad sobre nuestros padres?
Caria movió la cabeza de un lado a otro.
—Podrías mentirme —afirmó.
Melínoe se burló.
—Yo no te contaré la verdad —indicó—. Vas a saberlo por tu cuenta...y entonces sabrás que yo no te estoy mintiendo —Le tomó de la muñeca—. Iremos a ver a alguien.
***
Después de haberse enfrentado a Deméter, Ápate terminó más furiosa de lo que no había estado en mucho tiempo. La diosa la traicionó y le dio la espalda en la primera oportunidad después de que la ha involucrado en sus planes. Ambas querían vengarse. A esa escala alta de las situaciones, Deméter le da la espalda. Se había puesto roja de coraje. Su resentimiento la hizo querer desquitarse. Cuando se le pasó por la mente esta idea, recordó que estaba cerca de la casa de Hécate.
No dudó en ir allí.
Desafortunadamente para ella, la casa estaba vacía.
Habría querido que se encontrara allí porque tenían cuentas pendientes por resolver. Por su culpa, Perséfone había escapado del encierro al que Deméter la puso. Por su culpa, Hades había salvado a Perséfone.
De no haber sido por su intervención traicionera, Perséfone jamás se habría convertido en reina del Inframundo y Hades no habría tenido más poder. Después de eso, no sólo tendrían que deshacerse de un dios del Inframundo sino de dos. Por esta razón, Érebo fue perdiendo su confianza en ella.
¿Cómo no estar furiosa por todo esto?
Ápate salió de la casa de Hécate no sin antes dejar una prueba de que estuvo ahí como una advertencia. Desapareció y se fue a su morada cerca de Naxos. Siempre solía ocultarse en ese lugar cuando no estaba en el Erebo. Pudo haberse ido ahí ahora que Érebo le daba otra oportunidad pero no quería que le preguntara acerca de cómo iban sus planes y tener que decirle la verdad. Podía engañar a cualquiera menos a él porque le tenía el suficiente respeto como para hacerlo. Lo que sí podía hacer era evitarlo para que no volviera a quitarle los poderes.
Si eso volvía a ocurrir, estaría perdida.
Caminaba a orillas de la playa en lo que se iba acercando a su morada. Ni bien pudo llegar a la entrada cuando sintió un palpitar inusual en el corazón. Un palpitar que le ardía y que casi la hacía correr.
Ni siquiera se preguntó qué era lo que le pasaba. Sabía quién le había provocado ese dolor.
Ápate comenzó a reírse con descaro.
—¿Al fin piensas deshacerte de mí como lo hiciste con Dolos? —preguntó divertida, tratando de ignorar el dolor punzante de su pecho.
Thanatos estaba detrás de ella, mirándola con el único sentimiento que sentía por Ápate; el desprecio.
—Es un deseo que he tenido desde hace mucho tiempo.
Ápate se giró con brutalidad, queriendo volverlo cenizas con sólo mirarlo.
Lo odiaba.
—Y sin embargo...fuiste un cobarde —dijo con una sonrisa cínica en el rostro—. Pudiste haber acabado conmigo como lo hiciste con él...pudiste haber tenido doble trofeo para presumirle a Hades, pero no lo hiciste. ¿Por qué?
Thanatos suspiró largamente, memorizando la vez en que mató a Dolos.
—Porque supiste engañar muy bien —respondió.
Ápate siguió burlándose con sarcasmo.
—Es porque fuiste un cobarde. Siendo tan inteligente como presumías, ¿vas a hacerme creer que no sabías de mis intenciones?
—Las supuse, pero creí que podías cambiar y ser leal a Hades...una decisión de la cual me arrepiento—dijo Thanatos, con naciente ira—. Seguí cometiendo errores contigo...dándote la libertad de que hicieras lo que quisieras pero ahora...vine a detenerte —Sus ojos plateados irradiaban una seguridad que Ápate le conoció la noche que asesinó a Dolor.
—Has dicho, ¿detenerme? ¿Y cómo piensas hacer eso? Yo no he hecho nada para que...
Ápate perdió la oportunidad de terminar su frase fingida. No vio lo que la había hecho que se tragara sus palabras, sólo escuchó un sonido rápido, ágil y que había rozado a un costado de su rostro. Estupefacta, se llevó la mano a la mejilla y luego la puse frente a su cara. Había sangre brillante entre sus dedos, tan líquida que escurría hasta caer en la arena. Sorprendida por ver cómo goteaba, miró hacia abajo y vio parte de su cabello dispersado sobre la arena. Comenzó a bufar con desesperación. Levantó la estoica mirada hacia Thanatos quien la mirada indiferente, con una espada con sangre goteando de la punta.
Thanatos fue a buscarla con la intención de detener a Ápate, aún si debía matarla.
—Esto es una advertencia que te hago —comenzó a decir con determinación reforzada por la rabia de imaginar hasta donde llegaba el odio que Ápate sentía hacia él—. No te atrevas a lastimar a Caria. A mí intenta hacerme lo que quieras, no me esconderé pero si le haces algo a ella...voy a matarte de la peor manera que te puedas imaginar, peor de lo que puedan hacer nuestras hermanas.
Ápate hizo muecas indescifrables, una mezcla nauseabunda y burlona que hasta Thanatos despreció. Ápate miró rápidamente sus dedos de nuevo y se los enseñó a Thanatos, dejando de lado su desconcierto.
—Pierdes tu tiempo...así como ves esta sangre, la verás entre tus manos...cuando veas el cuerpo inerte de Macaria en el suelo, de la misma manera en la que Dolos yacía bajo tus pies —rio de nuevo—. ¿Y sabes qué es lo más gracioso? Que puedes matarme aquí mismo y eso no va a impedir que eso suceda porque hay alguien que va a cumplir lo que te acabo de decir.
Thanatos hervía de furia cuando la escuchó. Levantó de nuevo su espada y la blandió hacia Ápate, queriendo acabar con ella. Sin embargo, Ápate alzó una mano y con su poder, impidió que la espada la tocara.
—¡Voy a acabar conmigo antes de que dañes a la mujer que amo! —exclamaba Thanatos.
La espada temblaba en el aire por las fuerzas contrarias que la tensaban.
—¿Ah, sí? No te creo —Se atrevió a afirmar—. Tú no quieres matarme en serio, porque ya lo habrías hecho —Thanatos bajó la espada. Ápate se pavoneaba de orgullo porque vio a Thanatos desconcertado por no poder lastimarla de nuevo—. Me sorprendiste una vez, pero no volverás a hacerlo...tengo algunos poderes que Érebo me dio, así que no te conviene atacarme de nuevo.
Ápate sacó una daga de ónix que tenía sujeta en el cinturón de su vestido y avanzó rápidamente hacia Thanatos para atacarlo. Sus intentos fueron frustrados porque una fuerza ajena se lo impidió. La daga que tenía en su mano se volvió cenizas.
Thanatos se había preparado para defenderse de los ataques de Ápate. Se asombró un poco al ver que algo frustró sus intenciones. Thanatos volteó ligeramente hacia unas pilas de rocas dispersadas por la arena al sentir una presencia más en el lugar. Justo donde creyó sentir esa presencia, una imagen fue apareciendo ahí mismo.
La mujer que fue tomando forma a unos metros de ellos, no la había visto en mucho tiempo. Poseía un largo cabello oscuro, tan misterioso como lo era su dura mirada. Por su piel tan blanca, resaltaba su largo vestido marino y esas inusuales marcas de media luna sobre la frente.
Thanatos permaneció con su postura inquebrantable. Ápate en cambio, fue invadida por el miedo.
***
Inframundo
Hades se alejó de la cueva con la misma determinación con la que se fue de los Elíseos por la mañana. Sin embargo, no iba a ir directamente a la Tierra sino que debía ir al casillo del Inframundo para dar nuevas indicaciones que debían cumplirse al pie de la letra. Tenía muy en claro lo que quería hacer. Los sentimientos sobre la traición que recibió de pare de Perséfone, de sus hijas, de Thanatos y de todos los demás que los hayan apoyado a escaparse, eran más fuertes. Esculpió mejor sus intenciones y reforzó su resentimiento hacia todos ellos.
Iba a hablar con sus jueces acerca de nuevas leyes a llevar a cabo para juzgar a cualquier alma que fuera sentenciada, sin importar si era humano o dios.
El castigo que se dictaminara, sería cruel y aun así, no se perdonaría la insolencia de haberse revelado contra de él.
Deshacerse de Thanatos era lo primero que haría cuando pisara la Tierra nuevamente. No lo mataría en un primer instante, haría que fuera sentenciado para aplicarle el castigo correcto y equilibrado según sus acciones. Sufriría por traicionarlo al enamorar a Caria. Por seducirla.
Nadie podría detenerlo, no importaba lo que Zeus le haya advertido.
Aunque Hades creyera que razonar correctamente, la realidad era que no lo hacía. Se estaba dejando llevar por el veneno de Menthe y por sus emociones negativas. Cada vez que Menthe lo tocaba, su aroma se adhería más a Hades, hasta el punto en que ya era imposible negarlo.
—Hades.
Hades detuvo su encolerizado paso cuando escuchó esa dulce voz que siempre adoró transformada. Fue lo único que pudo distinguir ante ese estado de manipulación. Alzó la mirada y vio allí, sobre piedras calcinadas a Perséfone.
El dulce rostro de la diosa también se veía distinto. Transformado. La había visto de esa manera tan determinada e imponente en el Inframundo cuando se dirigía a los demás.
¿Qué lo hacía distinto?
Que Hades podía sentir su presencia agresiva, contra de él.
Hades resopló agitado.
—No vas a detenerme, Perséfone. Voy a hacer lo que yo considere que es correcto contra Thanatos y contra quienes me han dado la espalda. Esa es mi última palabra.
Hades creyó que la discusión había finalizado, era costumbre que todos lo obedecieran, lo que olvidó y tomó desprevenido al mismo tiempo era a quién le había dicho esas palabras. El dios quiso abrirse paso a lado de Perséfone pero ella puso su báculo frente a Hades. Él volteó a verla con intenciones de recriminarle pero volvió a ser sorprendido por una mirada fría y severa. Sus hermosos ojos azules fueron tornándose rojos, del mismo color de su cabello.
Perséfone inhaló y percibió ese aroma que tanto le había disgustado.
No lo había creído de no haberlo visto pasearse por el río Cocito.
Sintió dolor, traición y furia comprimida. Estos sentimientos se alearon en su corazón y fueron expandiéndose hacia el exterior. Ante la mirada escéptica de Hades, fue cubriendo su cuerpo con una armadura que nunca antes había usado porque no le veía la necesidad.
Hasta ahora.
—Te equivocas, Hades —dijo con dificultad. Sus ojos ardientes brillaron cada vez más por lo que Hades había hecho e intentaba hacer—. Yo no he dado mi última palabra —dijo al mismo tiempo que una lágrima resbalaba de su mejilla.
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¡Hola!
Sé que es muy tarde para algunos pero es que no pude terminar el capítulo antes D: ....pero, ¡al fin está terminado!
Sin embargo, aún faltan muchas cosas por descifrarse.
Antes de comenzar con las preguntas, quiero indicarles lo siguiente:
Debido a que mis "vacaciones" han terminado y la Universidad regresa para darme dolores de cabeza, probablemente no actualice ninguna historia por al menos dos semanas ToT....aún no lo sé con certeza pero es una probabilidad, sin embargo, estaré atenta a sus comentarios y dudas.
También, debo advertirles que los siguientes capítulos serán tensos. Aún hay cosas por resolver y no será de la mejor manera, así que vayan anticipando sus armas y de paso, los pañuelos.
Ahora sí, comencemos con las preguntas:
1.- ¿A quién crees que Hécate le diga primero sobre lo que descubrió con Deméter?
2.- ¿Consideras que Deméter dijo la verdad sobre lo que planea o tiene pensado hacer algo más?
3.- ¿Qué opinas de Menthe ahora que has leído un poco de ella? Esto muero por saberlo jajaja
4.- ¿El plan de Dionisio funcionará?
5.- ¿Melínoe con quien llevará a Caria? ¿Se enterará de la verdad? ¿Cómo crees que reacciones?
6.- Según lo que dijo Ápate, ¿quién crees que sea quien lastimará a Caria?
7-. ¿Quién es la mujer que apareció frente a Thanatos y Ápate?
Como ya saben, estoy ansiosa por saber sus respuestas, teorías y estaré siempre dispuesta a responder sus dudas J
No sé cuando actualice de nuevo pero espero que el capítulo les haya gustado y, sobretodo, espero leerlos de nuevo muy pronto.
Les mando un fuerte abrazo.
Cuídense muchooooo.
¡L@s quiero! ¡Los extrañaré!
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