Capítulo 30 Parte 1

Nápoles, Italia.

Eros pisaba nuevamente las tierras de la ciudad. Había contemplado hacerlo desde hace algunos días, cuando la soda que le dio Dionisio fue la causante de su corta felicidad y su posterior depresión.

Había estado tan cerca y tan lejos a la vez. 

Decidió tomarse algunos días para auto-analizar su existencia y contemplar si debía abandonar la vocación que tanto amaba, para ello, tuvo que ir a un retiro espiritual en la India. Sin embargo, esa misma mañana, una luz espiritual lo iluminó y vio que su camino a seguir era no rendirse. 

Enfrentaría a quienes lo pusieron en esa situación como logro suyo.

Claro, en son de paz.

Eros abrió la puerta del lugar y buscó a ese sujeto con la mirada. Lo vio cobrando las bebidas a un cliente y luego mirar hacia la televisión que estaba arriba. Suspiró con decisión y entró al establecimiento.

Dionisio veía la televisión muy entretenido, pero al sentir que alguien se acercaba a la barra, tuvo que apartar su vista y ver a su cliente. Lucía muy sorprendido.

—Hasta que te apareces —comentó con sorna—. Ya se me hacía raro que no vinieras a visitarme.

Eros se percató que Dionisio parecía haber perdido la memoria o simplemente no le interesaba. De estar en su lugar, le habría preguntado inmediatamente acerca de cómo le fue con el experimento.

—Estaba ocupado —dijo tratando de acordarse de todo lo que aprendió en el retiro espiritual—. ¿Cómo te ha ido?

—Bien, las ventas están mejor pero he estado algo ocupado porque Zeus me ha pedido litros de vino para festín de hoy —Observó de nuevo a Eros de arriba abajo—. ¿Ese es tu traje de gala?

—Es mi traje de concentración.

Dionisio asintió como si no notara que Eros estaba raro.

—¿Fuiste a la India?

—Sí. Me tomé unas vacaciones —Eros ya esperaba que le preguntara acerca de la soda. 

No era posible que no se lo mencionara.

—Supongo que eso significa que todo salió bien con esos dos que tanto te costó emparejar —dijo feliz y orgullo. Quitó el bolígrafo de su oreja y anotó algo en una libreta—. Debes estar muy contento que hasta de viaje te fuiste.

Eros se estiró para leer qué era lo que escribía:

"Soda versión 3. Exitosa".

Al fin mencionaba algo acerca de la soda.

—Pues no lo estoy tanto. Al principio todo iba bien hasta que los efectos secundarios surgieron —Le clavó la mirada con reclamo.

Dionisio no se inmutó.

—Era una probabilidad —respondió muy tranquilo.

Eros sintió que gritaría de frustración con su indiferencia.

—¡Me dijiste que no había...! —Exclamó fuerte con entusiasmo pero se arrepintió, respirando varias veces—. Me dijiste que no había efectos secundarios —dijo más calmado.

Dionisio pasó una mano por detrás de su cabeza con humor y aligerando tensiones que comenzaba a observar en Eros.

—Ah eso...creo que sí los había pero olvidé mencionarlos.

<<Eros...cuenta hasta diez, piensa en el canto de las aves, en las nubes y en la paz eterna>>, pensaba Eros al borde de un ataque emocional.

El dios pelirrojo ladeó la cabeza con inocencia mientras lo observaba atentamente.

—¿Tienes calor? Comienzas a sudar y te estás poniendo rojo.

Eros lo fusilaba con la mirada y se mordía la lengua para no decir nada insano. Le costó mucho pero poco a poco fue sonriendo.

—Estoy bien —alcanzó a responder de buena manera antes de comenzar con sus reclamos—. ¿Tienes alguna idea de lo que pasó cuando bebieron esa soda?

—No estoy seguro —Se puso pensativo. Eran tantas bebidas que había creado que olvidó cuáles efectos causaba a cada uno. Como había querido saber el resultado de su nueva fórmula, le ocultó a Eros que esa soda quizás podría causar locura y excitación—, pero cuéntame lo que sucedió.

—Me va a dar algo si te cuento, mejor checa esto —Eros hizo aparecer su cámara de vídeo y reprodujo lo que grabó.

Dionisio miraba el vídeo atento y con aires divertidos. Se rió tan fuerte cuando vio a Garena bailando y a Ralen con intenciones de querer huir de ahí, que golpeaba la barra. Los vasos de vidrio y algunas botellas brincaban. 

Algunos clientes se les quedaban mirando con extrañeza.

Eros estaba enfadado pero al momento de ver el vídeo, recordó todo y reprimió las severas intenciones de compartir risas con Dionisio.

Ese vídeo podría ser muy buen auxiliar contra el estrés.

Cuando el vídeo se acabó, las carcajadas retumbaron sólo unos segundos más.

—¡Jamás creí que eso sucedería a ese extremo! —expresó entusiasmado—. Definitivamente tengo que poner eso a la venta —Acercó su libreta y volvió a anotar algo en ella.

Eros hizo un mohín con la nariz.

—Como podrás darte cuenta, todo iba muy bien hasta que estos casquivanos comenzaron a perder esos efectos y tuvieron sentimientos de culpa.

Dionisio apartó la vista de la libreta.

—Estoy confundido, ¿no querías que esos dos estuvieran juntos?

—Claro que sí, ¡pero no de esta manera!...bueno, no todavía. Gracias a esos odiosos efectos secundarios que no quisiste advertirme, ahora no sólo no están juntos...les avergüenza verse —Hizo gestos muy inocentes—. Definitivamente, Anteros me odiará.

—Te obsesionas demasiado con este asunto. No te lo quería decir pero a mi punto de vista, tu trabajo no me parece complicado.

Eros se encendió en ese momento. Se arremangó la camisa blanca espiritual y fue haciendo movimientos con sus brazos, incitándolo.

—Métete con todo lo que quieras, insúltame a mí, a mi cabello, mi atuendo...¡Pero nunca te metas con mi carrera! —Le reprochó—. Sal de ahí y enfréntame.

Dionisio lo veía con cierta burla porque en lugar de causarle miedo, se veía cómico.

—Baja los brazos y cálmate, estás haciendo el ridículo.

—Tú me has provocado al decirme que mi trabajo no es complicado. ¡Mira la posición en la que me encuentro! —No fue necesario que Dionisio le respondiera algo, por la manera en la que lo vio, era evidente que se estaba burlando de él—. Si tan sencillo crees que es mi trabajo, ¿por qué no reparas el daño que causaste y juntas a esos dos como se debe?

Dionisio miró hacia arriba y resopló largamente.

—Ya déjalos en paz. Si no es su destino estar juntos, no interfieras más.

Eros tenía dos venas latentes en la frente.

—¡Pero sí lo es! Ellos se quieren pero son tan brutos que no se atreven a confesar sus sentimientos. Por eso es que quise darles un empujón pero gracias a ti y a ellos, su relación retrocedió.

—Entonces sólo deja que las cosas fluyan y tarde o temprano, ellos estarán juntos. Ya has dicho que se quieren.

Eros manoteó desesperado.

—Eres un inconsciente...¡Me mentiste! ¡Arruinaste mi vida! ¡¿Cómo voy a superarlo ahora?! —comenzaba a sentirse nostálgico.

Los clientes comenzaron a sentirse incómodos al ver la escena que terminaron marchándose sin pagar. Dionisio quedó estupefacto.

—¿A dónde van? ¡No es lo que parece! —Se excusó. Desgraciadamente para él, su establecimiento quedó vacío. Dionisio apretó la quijada y miró a Eros de mala manera; ahora sí se había molestado. Eros estaba al borde del llanto—. ¡Está bien! Te ayudaré a juntar a esos dos y repararé mi error, pero ya deja de ponerte así.

Eros se mostraba desconfiado.

—Ya quiero verte haciendo mi trabajo. Verás que no es como lo imaginas.

—Sí, sí...ya veremos —dijo con actitud más seria.

El rubio dios estaba siendo más curioso al respecto.

—¿Y...cómo vas a hacerlo?

—Ya lo sabrás en su momento. Eso sí, si quieres que solucione esto, no quiero que intervengas y quiero que sea aquí, en este lugar.

Eros no estaba del todo de acuerdo pero ya quería verlo trabajando para sanar su orgullo, pero había algo que le seguía preocupando.

—De...acuerdo pero yo también tengo una condición, nada de bebidas ni poderes, todo será práctico y será en este lugar.

Dionisio permaneció en silencio y Eros pudo ver cómo sus opciones se iban reduciendo.

—Si es así, sólo tengo una pregunta, ¿cómo haremos para que esos dos accedan a verse y a darse otra oportunidad? Es más...¿Cómo piensas traerlos aquí sin que se opongan?

Eros sentía migraña de sólo pensarlo. Llegó a considerar el secuestrar a ambos y obligarlos a ser pareja pero eso sería extremista y causaría lo contrario a lo que desea. Necesitaba una estrategia que fuera justa y obligatoria para que Garena y Ralen accedieran a ir al establecimiento de Dionisio.

Las risas se escucharon en la televisión al mismo tiempo que las de Dionisio, quien había vuelto a poner atención a lo que veía mientras esperaba que Eros tuviera una buena idea. Eros volteó hacia la pantalla y vio un programa de preguntas y respuestas.

Inmediatamente, tuvo una idea.

***

Olimpo.

Zeus estaba recostado en un camastro con tejidos de oro, recibiendo aire con ayuda de un flabelo de plumas de pavo real cerca de la piscina en el centro del Olimpo. 

Hermes permanecía a su lado, sentado en un banquillo mientras movía con su dedo el flabelo.

Maldecía la hora en la que Zeus le asignó ser el mensajero y su asistente.

—Hermes, ¿cómo van los preparativos para el festín de primavera? —preguntó sin borrar esa sonrisa placentera en su rostro.

Hermes tomaba una agenda con su otra mano y comenzó a leer el reporte.

—Artemisa ha ido a cazar para la comida, Hebe está terminando de acomodar la vajilla de oro, Hestia sigue con la decoración junto a Afrodita y Dionisio dijo que se encargaría de traer el vino por la tarde —enumeró Hermes.

—¿Y qué hay de mi dulce hija, Athena?

Hermes buscó en toda la lista.

—Dijo que no creía poder asistir porque seguía en plena guerra con Ares.

Zeus suspiró y mostró los dientes.

—Tan responsable mi hija...estoy orgullo de ella.

Hermes pasmó la mirada en el cielo.

—Lo sé —respondió aburrido—. ¿Quiere enviarle otra carta de felicitación?

—Sí, pero extenuaré que no estoy contento con las guerras. Le diré que si continúa haciéndole caso a Ares, no le hablaré por unos meses —dijo con más seriedad.

—Quedará congelada con tal amenaza —dijo Hermes sarcástico.

Zeus no prestó atención a su burlón comentario.

—Por cierto, ¿dónde está Hera?

—Ella...dijo que iría a ver a su nieta.

—¿Su nieta? —Se rascó la cabeza—. ¿A cuál de todas sus nietas?

Hermes respiró hondo para calmarse.

—No nieta de Hera, la suya. ¿Recuerda a Macaria? Ayer estuvo aquí.

Zeus chasqueó los dedos.

—Por supuesto, lo recuerdo. Me lo dices como si tuviera memoria de caracol —Hermes guardó sus comentarios. Era normal en Zeus—. Un momento...¿Por qué fue con Macaria? Le dije que ella estaría bien con Poseidón.

—Dijo que iba a planificar la boda.

Zeus infló las mejillas y negó con la cabeza.

—Esta mujer y sus hobbies raros —suspiró—. Tendré que ir a buscarla más tarde para recordarle el festín de esta noche y así ella me contará cómo va la organización de la boda de Thanatos y Caria —dijo despreocupado y volvió a recostar la cabeza en el camastro.

Hermes se había dado cuenta de algo que aparentemente, ni a Zeus ni a Hera le preocupaban.

—Señor, ¿y qué hay de Hades? No creo que él esté enterado de nada y hasta donde tengo entendido, será el primero en oponerse a la boda.

—Por supuesto que no. Hades no terminará haciendo lo mismo que hizo Deméter. Lo que sucede es un simple malentendido y falta de comunicación entre padre e hija. Además, Thanatos ha sido de su confianza durante mucho tiempo y hace feliz a su hija. ¿Qué podría salir mal?

Como respuesta a su pregunta, Hades apareció echando chispazos de furia por los ojos, sin contar que alrededor de él resplandecía energía oscura, justo como el humor de Hades. 

Hermes estaba espantado de sólo verlo y se puso detrás del camastro como si fuera el mejor escudo que pudo encontrar. Al contrario de él, Zeus seguía con su misma pasividad, ignorando por completo que Hades atravesaría con su espada al primero que lo provocara.

—¡Querido hermano! Es un placer volver a verte, ¿qué te trae por acá? —Zeus fue acercándose muy amistosamente para saludar a Hades pero éste se quitó efusivamente, haciendo que Zeus tropezara.

—¡¿Dónde está Macaria?! —expresó Hades con rabia.

Zeus pestañeó varias veces, rascando su cabeza y luego sacudiéndose la túnica. Sabía que tarde o temprano, Hades iría a buscar a Caria.

—Macaria...Ese nombre me suena, ¿pero de dónde? —Puso semblante pensativo, claramente fingiendo demencia.

Hermes golpeó su frente con ambas manos.

Hades apretó los labios y su poder fue más intensificado. Se acercó a Zeus y le tomó de la túnica.

—¡No te hagas el gracioso! Dile a Macaria que será mejor que salga y regrese al Inframundo —ordenó y soltó de mala gana a Zeus—. Lo mismo para el idiota y cobarde de Thanatos.

—Hades, esta túnica es nueva —Zeus se sacudió la tela—. ¿Por qué estás tan agresivo? Sé que no te invitamos al festín de primavera pero es que nunca quieres venir...sin embargo, no es para que te enojes así.

Hades blandeó la espada y cortó el camastro de por la mitad. Hermes cerró los ojos mientras imaginaba que ya estaba muerto. Los abrió poco a poco y sintió un alivio increíble al verse intacto. 

Zeus estaba pasmado y sentía melancolía por su nuevo camastro.

—Hades...Hera me va a matar si se entera que su camastro fue destruido.

—¡El que va a acabar contigo soy yo si no me dices dónde está mi hija!

Zeus arrugó la frente e hizo algo similar a un gesto de rabieta.

—Eso no lo sé pero sí sé que si se ha ido fue por amor —dijo como si eso fue a conmover a Hades—. ¿Recuerdas esos tiempos cuando diste todo por amor? Sé que no debo ser yo quien lo diga pero, ¡Macaria lo ha hecho también! Debes estar orgulloso, ¿eh? Sé que nos has pedido que no les contemos acerca de cómo conociste a Perséfone ni cómo se casaron pero curiosamente, ha seguido tus pasos...pero con mayor consciencia y sin andar secuestrando. Comprendo que estás enojado conmigo porque te di la idea de que la casaras con un hijo de Ares y él terminó anulando el compromiso —Zeus ignoró la vena latente en el rostro de Hades. Hermes intentó llamar la atención de Zeus haciendo señas de que se detuviera, pero no le hizo caso—. Ustedes necesitan hablar, sé que lo que ocurre sólo son malos entendidos entre ustedes, sólo es cuestión de que tú le digas que no estás enfadado y que aceptas que se case con Thanatos. ¿Sabes? Ellos creen que tú...

—¿Qué...acabas de decir? —preguntó Hades con voz demasiado ronca por contener su furia.

Zeus notó al fin que Hades estaba casi temblando, ignorando que fuera por coraje y creyendo que era de sorpresa y felicidad retenida. 

Hermes escribía en su libreta sus últimas palabras antes de que ocurriera lo peor.

—No debí haberte dicho eso yo. Soy un tonto. En fin, creo que debes ir a hablar con Macaria y no te enojes con ninguno de los dos. Ambos se fugaron porque están viendo por su felicidad. Sé que es difícil para un padre dejar que sus hijas se marchen y rehagan su vida con un hombre ajeno pero no es tan malo.

Hades asintió lentamente y dibujó en su rostro una sonrisa algo retorcida.

—Así que ellos vinieron a verte...¿y preferiste ayudarlos que a decírmelo?

—¿Eh? —expresó Zeus sin comprender del todo—. Sabía que ibas a venir a buscarlos aquí y que podrías estar molesto y sorprendido de saber que ambos se habían enamorado. Creí conveniente darles su espacio tanto a ellos como a ti.

—¡¿No sabes lo que acabas de hacer?! —Hades por fin explotó, más de lo que ya estaba—. ¡Ellos no huyeron sólo por amor, Thanatos le ha metido cosas en la cabeza! Sólo la está utilizando, ¡¿y tú los has ayudado?! Y encima...¡dices que van a casarse!

Zeus frunció el ceño y volteó a ver a Hermes, quien parecía estar a punto de convulsionarse.

—Hermes, retírate. Quiero hablar a solas con Hades —Hermes no lo dudó y salió corriendo de allí. Zeus reparó de nuevo en Hades. Esa positividad que tanto le caracterizaba al dios del rayo, había perdido color—. Hades, veo que no estás bromeando y será mejor que te controles, ¿cómo puedes pensar que Thanatos sería capaz de eso? Tú mismo lo pusiste como uno de tus consejeros más leales, ¿dónde está tu lógica?

—Thanatos me ha engañado...a todos, él es como su hermana. ¿Se te ha olvidado lo que le hizo a Perséfone? Érebo también estaba detrás de todo esto, y enamorar a mi hija es otro de sus planes para derrocarme —Hades se inundó de sentimientos contrariados. La furia era la emoción que prevalecía pero también la angustia y la decepción—. Thanatos no está enamorado de Macaria y si eso fuera así, sería el último hombre con el que ella pudiera estar. No se lo voy a permitir —Zeus se le quedó mirando con perplejidad y sin mover siquiera los ojos. Lo que Hades le había dicho lo dejó perturbado. El dios del Inframundo esperaba una contra respuesta de Zeus pero al verlo, no sabía si le ofendía más que se quedara callado o que lo mirara así—. ¿Qué te pasa? —preguntó con agresividad.

Zeus logró cerrar la boca antes de responderle esa pregunta.

—Por un momento, creí que estaba escuchando a Deméter.

Hades puso ojos muy expresivos. Estaba muy ofendido.

¿Cómo se atrevía a decirle eso? ¡Sólo lo hacía para molestarlo! Eso debía ser.

—¿Cómo te atreves a decirme eso?

—Pues es la verdad. Hablaste igual que ella —Se encogió de hombros.

—Eres un viejo idiota, ¡no me vuelvas a comparar con Deméter! —exigió.

—No actúes como ella y prometo que no volveré a hacerlo —comenzaba a exasperarse—. Hades, sé racional. Si te vieras frente a un espejo, te darías cuenta que tienes cara de loco y actúas como Deméter. Lo diré una y otra vez y no me voy a cansar. Una vez Deméter se salió con la suya e hizo mucho daño pero ahora, no creas que voy a permitirte actuar igual —dijo adquiriendo mayor fuerza en sus palabras—. Si quieres verme enojado, Hades...sólo intenta seguirle los pasos.

Hades no se amedrentó por lo que le dijo e hizo un ademán con la mano, regresando al tema central.

—Dime, ¡¿dónde está Macaria?! —exigió entre dientes—. Es mi hija y tengo derecho de saberlo y evitar que haga una estupidez.

—Y así no quieres que te confundan con Deméter.

Hades comenzaba a sentir algo que por mucho tiempo dejó de ocurrirle; tenía un tic en el ojo izquierdo. De alguna manera, que Zeus le haya hecho ese comentario no sólo lo dejó ofendido sino que se había calmado drásticamente, a pesar de que estaba que se lo llevaba el demonio.

Zeus no se amedrentaba por Hades y comenzaba a sentirse enojado por su actitud. Eso le recordaba al pasado.

Ante los gritos de Hades, Apolo, Hebe y un nervioso Hermes asomaron la cabeza por la entrada para ver qué sucedía pero ninguno se atrevió a intervenir por el momento.

—¿Sabes qué? Di todo lo que quieras pero vas a decirme ahora mismo dónde está Macaria y no descansaré hasta hacer que vuelva al Inframundo y acabar con Thanatos.

—¡Wow! Alto ahí, ¿cómo que vas a acabar con Thanatos? —preguntó con ligero tono de angustia.

—Voy a matarlo y ni siquiera tú vas a impedirlo —advirtió con determinación.

—Hades, seamos sinceros, ¿te atreverías a hacerle daño? ¿Sabes en qué problema te vas a meter?

Hades rió con sarcasmo sin entender realmente a lo que se refería Zeus.

—Thanatos no es rival para mí, no tengo que pensar en nada.

—Eh...Bueno, tú que tanto hablas de su familia, ¿ya se te olvidó quien es su madre? —preguntó Zeus cohibido.

Hades alzó la ceja de su ojo con tic al ver a Zeus de esa manera.

—Sé quién es, ¿y eso qué?

Zeus casi gritaba por considerar que Hades acababa de decir una barbaridad con exrema indiferencia.

—Estás...estás de broma, ¿no? ¿O has bebido demasiado? Porque no puedes hablar así en tus cinco sentidos —Se acercó y le susurró como si alguien estuviera escuchando—. ¿Tienes idea de lo cruel y malvada que es esa mujer? Y mira que yo estoy casado con una.

—La conozco y Nyx no me pareció ese tipo de diosa.

Zeus sintió escalofríos de sólo escuchar su nombre. Pasó sus manos por encima de su piel erizada. Ni siquiera quería atreverse a recordarla.

En el Olimpo, jamás decían su nombre porque a Zeus le daban colapsos nerviosos.

Nyx era la "inombrable".

—¡Es que no la conoces enojada! Cometí el error de dejarme llevar por los impulsos y querer hacerle ver su suerte a Hypnos hace mucho tiempo por haber ayudado a Hera en uno de sus juegos —dijo cada vez con aires de sentimentalismo—. Aquí la víctima era yo y esa mujer apareció de la nada y casi me castra —Miró a Hades con mirada resentida—. Me ha costado superarlo como para tú tengas la desconsideración de provocarla.

Hades hizo un mohín. 

Zeus estaba siendo melodramático y sabía por qué. 

Años después de que se casara con Perséfone, Hera mandó llamar a Hypnos para que le ayudara a vengarse de Heracles pero para ello, debía dormir a Zeus. El dios cuando se enteró, se volvió loco y tenía todas las intenciones de matar a Hypnos. Todo eso hasta que Nyx apareció y se lo impidió.

Lo que sucedió después, Hades nunca lo supo con certeza.

—Habría que sacar las cartas y exponer a los hijos que tiene.

Zeus se llevó las manos a la cabeza con desesperación.

—No cometas una locura, Hades...—suplicó y cambió su actitud nerviosa a una de esperanza—. Tengo una idea fantástica. Hace unos meses fui de vacaciones con Hera a la Tierra para reconciliarnos y demostrarle que deseaba cambiar. En el desierto, unas personas de ahí nos invitaron a reunirnos con ellos y nos dijeron que nos notaban tensos, que Hera parecía odiar la vida y a hasta a mí...Hera casi los mata en ese momento pero la detuve y nos mostraron un método que calmó la actitud de Hera —explicaba muy orgulloso, entusiasmado porque Hades se interesara en su anécdota.

Lo cual, era sólo su imaginación.

Los tres dioses que espiaban su discusión, negaron con la cabeza.

—Ahí va de nuevo papá a contar lo de su aventura —susurraba Hebe entre preocupada porque Hades no estaba de humor y alegre porque Zeus tenía una manera muy peculiar de contar anécdotas.

Apolo puso los ojos en blanco.

—Hades hará en un segundo lo que Hera no ha podido hacer desde que se casó con él.

—¿Ser amable? —preguntó inocente Hebe.

—No, matarlo —respondió Apolo.

Hermes no decía nada hasta el momento porque el aire le faltaba y estaba muy pálido. Su jefe y padre estaba a punto de morir si continuaba tomándose las cosas tan a la ligera.

—Que no le cuente...que no le cuente...—suplicaba Hermes en voz muy baja.

Como era de esperarse, Hades no se mostraba para nada interesado en lo que Zeus le contaba. Pasó una mano por su rostro con desesperación.

—Eso a mí no me importa —dijo aun queriendo controlarse para no blandir su espada en Zeus.

—Te va a importar porque ese método funcionó —continuaba con su anécdota. Desde entonces, cuando Hera está a punto de explotar, lo lleva a cabo y se vuelve más feliz. Por eso está tan tranquila y creo que a ti te funcionaría —propuso.

Hades puso cara de total penitencia.

—Sólo quieres que me distraiga y en realidad me estás hartando...

—No...tranquilo, ya que no quieres escucharme, te mostraré el método que ha calmado a mi mujer. Gracias a eso, el viaje fue divertido y romántico.

Zeus hizo aparecer un toca discos entre ambos y echó a andar un disco especial. Hades observaba sin despegar la mirada de cada movimiento de Zeus, sobre todo, de ese toca discos.

Apolo suspiró resignado, Hebe se sentía avergonzada y Hermes estaba a punto de llorar por Zeus.

—Está muerto —dijo Apolo.

La música comenzaba suave hasta que varias voces en conjunto comenzaron a cantar:

Kumbaya my Lord, kumbaya

Kumbaya my Lord, kumbaya

Kumbaya my Lord, kumbaya

Oh Lord, kumbaya

Hades enarcó ambas cejas sin dejar de mirar como el disco giraba en ese aparato. Deslizó la mirada hacia Zeus y éste estaba meneando el cuerpo de un lado a otro al ritmo de la delicada melodía mientras cantaba.

—Siente el ritmo, Hades. Has que la canción reconforte a tu alma, siente cada palabra...¿Ya te sientes más tranquilo?

Su pregunta no fue respondida por el dios de manera verbal sino que terminó destruyendo el toca discos sin piedad.

—Agradece que sea esta cosa y no tú —dijo Hades.

Zeus al ver cómo había terminado el aparato, terminó enojándose.

—Yo te ofrezco una opción para que seas feliz y no colaboras. Si no te calmas ahora mismo, nunca sabrás dónde está tu hija. Creí que todo era un malentendido pero ahora comprendo por qué decidió irse. Hades, ya deja esto y entra en razón. No cometas una locura ni provoques a esa mujer. Sería el fin de todos y yo soy muy joven para que me mande al Tártaro.

—Yo haré lo que sea por alejar a mi hija de ese imbécil. No necesito la aprobación de nadie y estas tonterías no me hacen gracia.

—Eres un caso perdido, ¿en serio no te importa la felicidad de Macaria? Ambos se ven felices y no estoy de acuerdo en que los separes porque te dio el complejo de Deméter. ¿No te importa ni un poco lo que pueda pasar?

—A estas alturas no, no me importa. Encontraré a Macaria de una forma u otra y que intente detenerme quien sea, a ver si lo logra...veo que es una pérdida de tiempo seguir aquí.

Hades se marchó enseguida.

—¡Hades! ¡Recuerda el kumbaya! —exclamó como si aún pudiera oírlo.

Zeus se frustró por la necedad de su hermano.

¡Qué tan equivocado estaba al creer que Hades sería más consciente con sus hijas!

Por creer que Hades terminaría siendo empático por lo que le sucedió con Perséfone, estuvo a punto de decirle donde estaba Macaria. Habría sido un error muy grande. Aunque Zeus consideraba que Hades estaba fuera de su razón, no lo culpaba del todo.

Desprendía cierto aroma del cual apenas se daba cuenta. Supo que cierta mujer estaba detrás de ese cambio del que ni el mismo Hades estaba siendo consciente.

***

Sicilia, Italia.

Deméter arrojaba al fuego las hierbas que había cortado cada vez que iba al río o al bosque, lo hacía una por una. Observaba imperdible cómo éstas se deshacían entre las llamas como si nunca hubieran existido. Con cada movimiento, iba calmando esa frustración y odio que sentía por una mujer. Lo creyeran o no, Deméter no sólo odiaba a Hades sino a esa mujer y lo hacía casi con la misma intensidad sólo por causarle sufrimiento a su hija. En alguna ocasión, llegó a pensar que ella sería la razón por la que Perséfone por fin regresaría a su lado. De haberse dado cuenta antes de sus verdaderas intenciones, le habría arrancado los ojos. 

Cada día, cortaba esas hierbas para quemarlas como símbolo de su desprecio.

¡Cuánto se había alegrado cuando se fue!

Lo que era una lástima era que existieran esas hierbas que la representaban.

Por otro lado, pensaba también en Perséfone. Se acercaba su cumpleaños y su regreso.

Cada vez que se acercaba ese día, en plena soledad, viajaba en el tiempo a los recuerdos donde era feliz. Cuando supo que sería madre, no se sintió feliz al saberlo.

¿Cómo estarlo?

Su amor por Iasion no duró demasiado al igual que su vida. Embarazada y deprimida, no creía que pudiera querer a un bebé que no fuera del hombre que amaba.

Estaba equivocada.

Desde que vio a su hija por primera vez, sintió un calor en su corazón y nacieron lágrimas de felicidad en sus ojos. Juró que nadie se atrevería a arrebatársela también; esa niña era sólo suya y de nadie más. Se la llevó con ella a la casa que compartió con Iasion durante su breve romance y comenzó una nueva vida, evitando tener contacto con los demás dioses quienes eran viles y egoístas. A pesar de alejar a su hija de los demás, no pudo evitar que algunos dioses se sintieran atraídos por su joven belleza, pero al ser hija de Deméter y de poseer dicho carácter, no se atrevieron a cortejarla. Por el miedo de que pudiera enamorarse, Deméter le habló mal de todos los hombres a Koré, ya sean dioses o humanos. Creyó que había funcionado porque Koré no revelaba abiertamente su interés por conocer a algún hombre.

Todo marchaba bien hasta que Hades apareció en el mapa y le arrebató lo que amaba más en toda su vida.

Ápate entró a la casa con una sonrisa enorme en el rostro. Al ver lo que estaba haciendo, sintió empatía por primera vez.

Deméter la vio por el rabillo del ojo y ocultó su melancolía.

—¿Ahora entras sin tocar? —preguntó Deméter, lanzando más hierbas al fuego.

Ápate se cruzó de brazos.

—Vengo a visitarte, te dije que lo haría y con buenas noticias.

—¿Ah, sí? —expresó irónica—. Yo creo que has venido a darme dolores de cabeza. No sé cómo es que sigo hablando contigo.

Ápate frunció la frente por la manera en que le dirigía la palabra.

—¿Quién te ha puesto de mal humor?

Deméter lanzó con mayor descaro las hierbas que tenía en la mano y se puso de píe frente a la pequeña chimenea.

—Todos. No hay nadie en este mundo que no me haya hecho la vida miserable —confesó y miró a Ápate con dolor mezclado con cólera—. Hades me quitó lo único que era mío y que juré que nadie me arrebataría. El odio que siento por él es interminable y no espero el momento de verlo sufrir de la misma manera en que yo lo hice —Se detuvo y luego la acusó con el dedo—. Y tú sólo me has prometido que nuestra venganza se acercaba y no ha sucedido nada.

Ápate torció la boca y apartó el dedo de Deméter de su cara.

—Lo dije y lo sostengo. No todo iba a salir de forma espontánea y siempre hay que seguir un plan —Se defendió de los ataques antes de recuperar lo contenta que estaba—. Por cierto, me he enterado de algo que te va a cambiar el humor.

Ya no le creía nada y si pudiera arrojarla al fuego como lo hacía con esas hierbas, lo habría hecho.

—¿Al fin has logrado encontrar la solución para que mi hija regrese conmigo para siempre? —Deméter fue muy sarcástica y no intentó ocultarlo.

Ápate alzó la mirada y ladeó la cabeza.

—No tanto así pero el resultado será favorecedor para ti.

Deméter estaba escéptica pero quería escucharla. Por muy iluso que pareciera, se aferraba a cualquier atisbo de esperanza que le garantizara que sus deseos podrían volverse realidad. No obstante, habían pasado siglos esperando que la suerte le favoreciera en vano.

—No te creo. No hay nada que pueda hacerme tan feliz como estar con mi hija.

—Ya verás que sí —sonrió malvadamente—. Mi hermano Thanatos ha secuestrado a Macaria.

Cuando escuchó eso, Deméter puso expresión neutral lo que suavizaba sus facciones y la hacían ver inocente.

—¿Qué estás diciendo? ¿Cómo es que aseguras eso?

—Tengo mis medios y son reales. Fue el día de ayer.

Deméter estaba muy impresionada y tuvo que sostenerse del ladrillo de la chimenea.

—Y...¿Hades ya se enteró?

—Hoy se ha enterado y debo decirte que no se lo ha tomado nada bien —Rio a carcajadas—. Está como una furia y no dudará en matar a Thanatos. Melínoe se va a encargar de Macaria, eso lo presiento....pronto recibiremos esa noticia. ¡El plan no puede ir más genial!

Deméter no prestó atención a lo último que Ápate le contaba.

<< Hoy se ha enterado y debo decirte que no se lo ha tomado nada bien. Está como una furia y no dudará en matar a Thanatos>>, repasaba en su mente una y otra vez.

Cuando lo hacía, podía ver lo que ella le sucedió desde otro ángulo donde su peor enemigo sufría y enloquecía con el karma que él mismo creó.

Lo estaba comenzando a disfrutar como nunca.

Sin darse cuenta, comenzó a reírse fuertemente, impulsada por la ironía y satisfacción que le provocaba. Daría lo que fuera en ese mismo momento por ver la cara de Hades mientras buscaba a su hija y al dios que se la había llevado.

Deméter se recargó completamente en la chimenea sin poder para de reír.

Ápate también reía con ella y esperaba a que se tranquilizara para poder continuar con las siguientes partes del plan.

—Bien, sabía que esto te alegraría pero debemos retomar el plan y comenzar a actuar para aprovechar esta oportunidad.

Deméter comenzaba a dejar de reír y se limpiaba con su dedo por debajo de los ojos para apartarse la humedad de sus lágrimas.

—¿Retomar el plan? Eso no va a suceder conmigo —seguía riendo pero más calmada.

Ápate hizo un mohín muy descarado con la boca.

—¿Qué? ¿A qué te refieres con que no sucederá contigo?

—A que si quieres continuar con tu plan...tendrás que hacerlo por tu cuenta —respiraba hondo para dejar de reírse—. Conmigo ya no cuentes, ya tengo lo que quería.

—No digas estupideces, tú querías vengarte, ¿te conformarás con esto? —cuestionó encolerizada.

—Es todo lo que quería. Me equivoqué, pensé que nada lograría hacerme tan feliz y que al mismo tiempo, que me vengara de Hades. El karma es la mejor venganza.

Ápate no comprendía lo que había pasado. Cuando le contaron sobre lo que sucedió con Thanatos y Macaria y cómo reaccionó Hades al respecto, estuvo segura de que alegraría a Deméter pero no a ese punto de cambiar de idea de un momento a otro.

—Tantos años diciendo que querías vengarte, ¿para esto? ¡No podías ser más idiota!

La ofensa de Deméter acabó con su buen humor. Hizo aparecer su guadaña frente a Ápate haciéndola retroceder a brincos. Deméter avanzó a paso lento, asechando a la mujer que tenía enfrente y a quien sólo había tolerado como medio para buscar un camino hacia su venganza. Ahora que ya lo tenía, ya no había necesidad de seguir fingiendo.

—Es la última vez que quiero ver tu maldito rostro o tendré que arrancártelo con esto —dijo inclinando el filo de la guadaña hacia Ápate—. No vuelvas por aquí nunca más y te conviene porque no te gustara ser mi enemiga.

Ápate comprimía todo su interior.

¿Cómo pudo aguantarla tato tiempo? Después de todo lo que hizo por ella, le daba la espalda en el último momento.

Tenía sed de arrebatarle su buena suerte.

—Volveré a verte y será para acabar contigo.

—Ya veremos...ahora, ¡lárgate! —Siseó.

Ápate bufó y se fue de allí completamente furiosa.

Deméter veía hacia la salida y pronto volvió a reír demasiado fuerte. Haló una silla hacia ella y se sentó. Recargó el codo en la mesa y siguió riendo hasta que el aire de sus pulmones se acababa. Ella sería quien aprovecharía esa oportunidad para burlarse de Hades y dejarlo completamente solo, como ella lo había estado.

<<Hades...has cavado tu propio agujero>>, pensó. <<Ahora sé cómo lastimarte>>.

***

Garena terminaba de barrer la casa de Hécate y de limpiar las superficies existentes. Pasó el antebrazo por su frente; una muestra de cansancio y satisfacción por haber terminado. Colocó la escoba en su lugar y fue a sentarse sobre el último escalón donde estaba su mochila. Sacó de ella uno de los libros viejos que Hécate le dio para que estudiara. Abrió el libro a la mitad y sintió cosquillas en la nariz a causa del polvo que seguían cubriendo las orillas de las hojas. El peculiar olor que desprendía le daba una idea de cuan viejo era. Tenía escrito muchas palabras que no comprendía, asociándolas con un lenguaje muy antiguo.Eso no le resultaba tan molesto como la respuesta que recibió por parte de Hécate cuando le preguntó el significado de algunas palabras:

"—¿Quieres que te diga lo que significa? Por lo que he visto, si tú ya eres lo suficientemente sabia como para usar mi casa como hotel de paso, sabrás encontrar encontrarlo por ti misma."

Esas palabras y esas carcajadas habían sido humillantes para ella. No importaba lo mucho que haya explicado lo que sucedió con Ralen, Hécate ya tenía una idea en su cabeza que por nada del mundo iba a cambiar.

Garena suspiró de sólo recordarlo. Volteó dudosa hacia su izquierda, mirando avergonzada el suelo donde todo había pasado.

¡Maldita la hora en que bebió esa cosa!

¿Por qué a aparte de alborotar sus hormonas, no borró la consciencia de sus actos?

Si de por sí ya estaba avergonzada con Ralen por mentirle y por haberlo besado para distraerlo, ahora con eso, no sabría donde esconderse si lo volvía a ver. Desde lo ocurrido, tenía sentimientos encontrados pues una parte de ella quería verlo y otra prefería que no volviera. A pesar de este dilema, cuando Ralen no regresó, se sintió mal. No quiso demostrarlo por orgullo pero Hécate sin razón alguna, le dijo que Ralen no regresaría en al menos unos días porque su padre y su posición como guardián no se lo permitirían pero que cuando regresara, fabricarían un comedor completo que reemplazara el que rompieron.

Para despejarse algunas horas desde de ese mal trago, regresó a su casa en Italia donde descubrió que Delia había sido quien le dijo a Eros dónde estaba ella. Intentando no llevarse por la impotencia, se encerró en su habitación y trató de dormirse. A la mañana siguiente, había ido a comprar unas cosas importantes como anticonceptivos y una pastilla de emergencia antes de regresar con Hécate. Ni bien la saludó y ya le había presentado nuevamente la escoba. Esos días había estado muy ocupada y eso que sólo se dedicaba a limpiar la casa y a estudiar hasta que llegara la inmensidad de la noche.

Suspiró con resignación y cerró el libro de nuevo con urgencia. Había algo que no hizo en el resto del día y que no debía dejar pasar. Sacó de su mochila la última botella de agua que compró y sacó una cajita de plástico y a su vez, sacó una planilla plateada.

Hécate iba entrando a la casa y vio a Garena depositar algo en su boca antes de beber unos tragos de agua. Le llamó especialmente la curiosidad aquello que había tomado.

—¿Qué haces descansando? Aún tienes mucho que estudiar —Le pretendió.

Garena miró al cielo con hastío.

—Recién he acabado de limpiar y ya estaba por leer —dijo alargando las palabras más de lo normal—. Para mí es complicado leer y entender cuando no sé lo que significan algunas palabras.

—Si fuiste lo suficientemente arrogante como para creer que podías hacer un hechizo fuerte como el que utilizaste para quitar el poder del anillo que le di a Macaria, podrás con algo más sencillo.

Garena entrecerró los ojos e hizo un mohín con la nariz.

—Yo no sabía que funcionaría y no fui arrogante...sólo tenía curiosidad.

Hécate la miró con ironía.

—¿Quién lo diría? Tengo de pariente a una mujer muy curiosa...tanto que destruye casas.

Garena puso los ojos en blanco y golpeó el escalón con su puño.

—¡¿Acaso no vas a olvidarlo nunca?! Te dije que yo te recuperaba tu mentado comedor de la prehistoria, ¡deje de molestarme! —exigió. Bebió un poco más de agua, corriendo el riesgo de atragantarse por el coraje. Con un movimiento brusco, guardó la botella en su mochila al igual que ese paquete de pastillas.

Hécate volvió a prestar atención a lo que Garena había echado en su mochila.

—¿Qué es eso que has tomado? —preguntó con extraña neutralidad.

Garena resopló con fastidio. Tanta era ya la costumbre que creía que se lo preguntaba para burlarse de ella.

—Tic tacs —respondió sarcástica—, ¿me juzgarás por eso también?

Hécate torció la boca.

—No estoy de juego. Dime qué es lo que has tomado o te quito la mochila —advirtió aún con tanta calma.

—Sólo eso me faltaba, que quieras entrometerte en mi vida personal.

Garena vio venir hacia su cabeza el bastón de Hécate y rápidamente lo esquivó. Hasta de eso ya se había acostumbrado y agarrado experiencia.

—Sigues siendo una imprudente. Estás en mi casa, soy tu tatarabuela queramos o no y soy una bruja de mayor experiencia. He tenido tanta consideración contigo cuando bien pude deshacerme de ti desde el principio. Destruiste mi casa y espantaste al hijo de un juez del Inframundo con tus calambres...lo mínimo que quiero es que me respetes y me digas qué es eso que has tomado.

Hécate cometió el error de averiguar con sus hechizos lo que sucedió en su casa. Sólo vio hasta que Garena bailó.

Garena no podía saberlo bien pero sentía las mejillas calientes al recordarse bailando, si es que podía llamarse así. No tenía motivación para seguir peleando.

—Son anticonceptivos, ¿contenta? —extendió los brazos a los costados con irritación—. ¿O vas a decirme ahora que él es inmune o que no funciona en brujas?

Que Garena haya confirmado lo que suponía, no le hizo gracia. De alguna rara y peculiar manera, Hécate sintió que por fin tenía un corazón dentro suyo que le hizo sentirse un tanto mal. Se había resignado por mucho tiempo a que no tendría más familiares, desde que supo que Garena era su tataranieta, esa visión oculta resurgió. Anhelaba tanto que su legado continuara como para que ahora Garena desairara la posibilidad.

Quizás si cambiaba su actitud hacia ella, podría llegar a convencerla de lo contrario.

Tendría que ser amable.

—¿Sabes? No estaría mal que te convirtieras en madre, así podrías volverte más responsable y quizás educada. Así que tira esas cosas que no te van a servir para nada y comienza a madurar, cabeza de nabo.

No podía ser amable.

Garena alzó una ceja.

—¿No funcionan? —preguntó incrédula.

Garena había hablado con sarcasmo acerca de la funcionalidad de las pastillas hace algunos segundos pero estaba consciente que sí funcionaban. Ya las había utilizado en una ocasión, así que no le creía.

—Tú no tienes derecho a decirme qué hacer con mi cuerpo. El mundo es diferente ahora y por mucho que seas mi pariente, no tengo por qué hacerte caso. Yo no quiero tener hijos y así va a ser. Punto.

Hécate sintió una vena latente en su sien. No recordaba ni una sola palabra de lo que Garena le acababa de decir pero se imaginó que cada una de ellas era una invitación a retarla...y así lo haría. Movió su mano con discreción y proliferó en voz muy baja algunas palabras, aprovechando que Garena se había distraído para ponerse la mochila sobre el hombro y levantarse del escalón. 

Al terminar, sonrió por lo bajo. 

Habría sentido mayor felicidad sino hubiera sentido que alguien se aproximaba y con un humor que estaba para el matadero.

—Garena, sube a la habitación.

Garena volteó a verla con agotamiento.

—Me estoy cansando de...

—¡Sube, ya! —exigió impaciente.

Garena no se explicaba por qué el cambio pero escuchó pasos metálicos acercarse a la casa. Dudaba en hacerle caso a Hécate pero terminó haciéndolo con pasos apresurados. Su hincó a un costado del último escalón para estar alerta de quién podría ser. Alcanzaba a ver muy bien.

Antes de que siquiera pudiera moverse, la puerta cayó de bruces contra el suelo, casi caía sobre el pie de Hécate. Desconcertada, vio como Hades entró sin previa autorización. Con verlo, aseguraba que no iba en plan de paz.

—Vaya, ¿a quién tenemos a...?

—No estoy de broma —La interrumpió de un tajo y avanzó por la casa dando pasos largos. Miró por el hueco de las escaleras y Garena alcanzó a esconderse a tiempo—. ¿Dónde está Macaria? —escupió la pregunta y volvió a clavarle la tensa mirada.

Hécate ocultó muy bien su desconcierto.

¿Qué había pasado ahora?

—Bienvenido señor Hades, veo que los modales se acabaron junto con la edad y la paciencia —comentó Hécate sin mostrar temor e ironizando con la formalidad.

Hades enarcó una ceja. Estaba enfadándose terriblemente.

—¿Con quién crees que estás hablando? —preguntó ofendido mientras señalaba a Hécate con la espada.

La mujer observó el filo brillante del acero.

—Ya le respondí, pero entiendo que no pueda escuchar —Tomó aire con cinismo—. Estoy frente al paranoico, lunático y senil señor del Inframundo.

Garena tuvo que sostenerse de la barbilla para cerrar la boca por la sorpresa. No sólo por la manera tan imprudente en la que hablaba Hécate sino porque estaba a unos cuantos metros del dios del Inframundo. De no ser por las tensas circunstancias, se habría bajado de un brinco los escalones y habría corrido a saludarlo. No por nada, era su dos favorito, ¡y era real!

Hades torció la boca y bajó la espada cortando el aire.

—Por mucho tiempo te permití tener tanta confianza conmigo, pero ya no. Vas a tener qué respetarme te guste o no —Dio unos pasos hacia ella. La mujer seguía con los pies plantados en la vieja madera—. ¿Dónde está Macaria? Y no te atrevas a mentirme —Advirtió entre dientes.

—Supongo que en tu castillo, ¿dónde más? —Alzó los hombros—. ¿Y por qué has venido a preguntarme eso precisamente a mí?

—¿Por qué será? Tú la ayudaste una vez para que se viera con Thanatos, ¿qué me garantiza que desconoces dónde se encuentran?

<<¿Dónde se encuentran?>>, pensó. Ya se daba una idea de lo que había pasado. Entonces sus suposiciones no estaban tan equivocadas.

—Ésta vez no sé nada y si lo supiera, no tengo por qué contártelo. Usted me corrió, por lo tanto yo dejé de servirle.

Hades pasó una mano por sus oscuros cabellos. Ni con verlo totalmente loco de ira, esa mujer se doblegaba.

—Es la última advertencia que te voy a hacer. Si me entero que tú estás apoyando a Macaria y a Thanatos a esconderse, voy a hacer lo que nunca me atreví a hacer por el afecto que Perséfone te tiene...no voy a tener misericordia contigo y voy a atravesarte mi espada sin que puedas siquiera adivinarlo.

—Hágalo —Lo retó, taloneando las amenazas de Hades—. ¿Qué puedo perder?

—No me retes, Hécate —Tronaba los dientes.

—No me amenace. Podrá ser el dios del Inframundo pero sé que usted, cuando quiere hacer algo, lo hace sin tantas amenazas juntas. Lo conozco desde hace mucho tiempo y no le tengo miedo —Se cruzó de brazos.

Hades no podía creerlo. Primero, Perséfone lo retaba y no demostraba miedo, ahora Hécate hacía lo mismo, para colmó, Zeus se burló de él...hasta parecía que se habían puesto de acuerdo. Fastidiado, guardó su espada sin apartar la fría mirada de Hécate.

—Puede que sólo haya sido considerado con muchos, pero todo se acabó. Actuaré como debí haberlo hecho desde un inicio, así que no me provoques —Pasó por su lado, casi rozando su hombro.

Hécate podía sentir la frustración y la furia contenida cuando pasó por su lado. Parecía ser que de verdad no estaba bromeando. Sin embargo, eso no fue lo que verdaderamente llamó su atención sino ese sutil aroma fresco que desprendía de su brazo. Podía estar vieja pero sus sentidos funcionan perfectamente.

No lo creía y eso la hizo enfadarse.

—Señor Hades —Llamó y Hades sólo se detuvo, no volteó a verla. Esperaba que al fin aceptara que había ayudado a Macaria y a Thanatos a huir y esconderse o mínimo, que se arrepintiera por tanta osadía—. No es necesario que esté aquí. Le pediría que no vuelva.

Hades tensó la espalda. Recordaba muy bien aquellas palabras pues fueron las mismas que le dedicó cuando la echó del Inframundo. Sin decir nada absolutamente sobre eso, siguió su andar pero pisando con fuerza, muestra de su irritable humor. Si Hécate no sabía dónde estaba su hija o no quería decírselo, no importaba, ya se daba una idea de dónde más podría estar, así que desapareció y fue allí.

Al sentir que Hades ya se había marchado, Hécate dio un largo suspiro y destensó todo el cuerpo. Garena bajó lo más rápido que pudo los escalones y vio a Hécate contrariada y de alguna manera, afectada.

—¿Estás bien? —Le preguntó por extrañeza.

Hécate asintió, la verdad era que sí había sentido miedo pero esa sensación fue convirtiéndose en coraje.

—Sí, lo estoy.

—Menos mal pero, ¿cómo es que le ha hablado así al padre de Caria? ¡Es el mismísimo dios del Inframundo!

—Sí, ¿y eso qué? No le sirve de nada ser dios de alto rango si no sabe usar la cabeza —expresó con resiliencia.

—Estaba muy enojado, ¿por qué Caria se fugaría con Thanatos? —preguntó con angustia, temía lo peor—. Quizás podamos hacer algo para localizarlos.

—Tú no harás nada —dijo tajante.

Garena arrugó el ceño.

—¿Cómo qué no? Dijo que yo debía ser quien ayudara a Caria cuando se necesitara.

—Pero no ahora...no en esto —dijo y suspiró largo. Su corazón seguía latiendo fuerte y sus nervios tenían mayor poder por la inquietud y ansiedad. Además de que sus movimientos eran cada vez más lento y eso se debía a su condición—. No me queda otra opción —Se dijo resignada.

—¿Eh? —expresó Garena al no entender de qué hablaba.

Hécate proliferó un conjunto, haciendo uso de algunas palabras que Garena ya se había aprendido. Lo que desconocía era lo que quería lograr con eso. En cuestión de algunos segundos, Hécate fue envuelta por una luz resplandeciente de color verde.

Garena dio unos cuantos pasos atrás, observando la belleza de la luminosidad y lo atraída que se sentía por ella, sin saber por qué. Esa atracción o duró mucho ya que desapareció pocos segundos después. Cuando Garena prestó su atención de nuevo a Hécate, se quedó muda.

Hécate tiró el bastón que tenía al suelo porque ya no iba a utilizarlo. Pasó su abundante cabello oscuro hacia su espalda y alisó las mangas largas que acaban en pico por encima de sus nudillos. Su altura incrementó y su piel arrugada perdió la flacidez. No obstante, esa mirada rejuvenecida recobraba mayor dureza.

—¿Qué? —preguntó tajante.

Garena recobró el habla.

—Estás...diferente...—alcanzó a decir antes de poder hablar bien—. ¿A quién le robaste el cuerpo?

Hécate puso los ojos en blanco.

—Esta soy yo, así lucía antes —Hécate echó un vistazo a su puerta y chasqueó la lengua en repetidas ocasione—. Tendrás que salir de aquí en lo que vuelvo —indicó.

—¿A dónde vas?

—A ver a una vieja conocida —dijo arrastrando las palabras—, pero no puedo llevarte conmigo ni tampoco quiero que estés aquí en esta casa hasta que regrese, por lo que tienes que estar al pendiente.

Garena bufó.

—¿Y entonces qué esperas que haga? Me has pedido que estudie y luego me dices que me vaya de aquí pero que esté al pendiente cuando regreses —reclamó—. ¿A dónde debería ir? ¿Me convierto en un árbol?

Hécate sonrió a medias, arrugando un poco la comisura de sus labios.

—No estaría mal. Sirve que guardas más silencio —Alzó la capucha de la capa sobre su cabeza—. Podrías estudiar en el bosque en un lugar escondido. Eres tan valiente que seguro que eso no será nada para ti.

Garena iba a reclamar algo más pero Hécate apresuró el paso. Había estado tan acostumbrada a verla de baja estatura, con andar lento y con toda la piel arrugada que parecía estar hablando con alguien más. Suspiró y tomó su mochila para salir de la casa. Observó el extenso y solitario bosque. Aunque era de día, estar allí sola con posibles peligros alrededor que aún no conocía, llegaba a causarle escalofríos.

Al parecer, no era tan valiente como creía.

***

El Pireo, Grecia.

Caria se miraba en el espejo después de haberse puesto uno de los vestidos que Poseidón mandó comprar para ella hace algunas horas. Miró hacia la cama donde había puesto un listo rosado. Lo tomó, lo puso por encima de su cabeza y lo ató por debajo del cabello. Le había tomado un especial cariño a la ropa que usaba en la Tierra y después de algunos días, volvía a ponerse algo similar.

Al ver su reflejo, al fin podía asegurar cómo era la vida que quería. No había otra manera ni a otro lugar a dónde ir que no fuera la Tierra y estaba feliz por eso. Los días más felices de su existencia habían sido ahí y no le molestaría pasar una eternidad en ese lugar mientras fuera con el hombre que amaba.

Thanatos abotonaba las mangas de la camisa que también le envió Poseidón, sin dejar de caminar hacia la habitación. Al llegar ahí, levantó la mirada y vio a Caria acomodando el delicado adorno sobre su cabeza. Se recargó sobre la pared mientras la contemplaba con admiración y enternecimiento.

Caria acomodó mechones de su cabello a los costados de su rostro. En un movimiento suave, vio el anillo que le dio Thanatos sobre su dedo. Lo observó por el reflejo y luego miró su mano. Cada vez que lo veía, recordaba ese hermoso momento de felicidad:

"—Te amo como un loco y no quiero estar lejos de ti nunca más...Caria, ¿quieres casarte conmigo?"

Recordarlo como si aún estuviera en ese escenario, le daba cosquillas en el estómago. Plasmó su mirada nuevamente al espejo y entonces se dio cuenta que Thanatos estada a unos metros detrás de ella. Miró hacia atrás y le sonrió.

—¿Hace cuánto tiempo estás allí?

Thanatos sonrió y se despegó de la pared.

—No mucho, algunos minutos.

—No sabía que estabas ahí parado, debiste haberme avisado —dijo con sutileza.

—Si lo hacía, no habría podido admirarte tanto —Le dijo mientras se acercaba a Caria. Pasó una mano sobre su mejilla—. Eres muy hermosa. ¿En serio tú vas a casarte conmigo? —preguntó con aire divertido al mismo tiempo de sentirse embelesado.

Caria rio por lo bajo, cubriendo su mano con las suyas, estrechándola más hacia su mejilla.

—Por supuesto que sí. Mi respuesta siempre será la misma.

Caria apartó una de sus manos y la puso sobre el cuello de Thanatos. Ligeramente, fue halándolo hacia ella para besarlo. No había sido necesario hacerlo, Thanatos lo habría hecho pronto. Pasó las manos por su espalda con la intención de tenerla más cerca. El besó estuvo a punto de extender por más tiempo de no haber sido porque escucharon el timbre.

Thanatos se separó, haciendo un leve gruñido de frustración.

—Iré a ver quién es —dijo Thanatos mientras se marchaba hacia la puerta principal.

Al abrirla, se encontró con Aska.

—Buenas tardes, espero no haberlos interrumpido. El señor Poseidón desea que vayan a la mansión.

—Entiendo. Estábamos por ir hacia allá.

—De acuerdo. Me ha ordenado que los escolte hasta allá por si sucede algo —Aska sólo seguía las órdenes de su dios pero ahora que repetía sus mismas palabras y veía a Thanatos, le resultaban absurdas. Poseidón estaba preocupado porque Hades apareciera e hiciera un desastre. Al parecer se le había olvidado que Thanatos era un dios y no requería de protección—. Sé que sonará ridículo pero si no lo hago, me despiden. El señor Poseidón quiere que los proteja en todo el camino hacia la mansión.

Eso había sonado peor.

Thanatos alzó la mirada y vio la mansión del otro lado. No eran más de doscientos metros, eso era seguro. Se habría negado a ser escoltados pero comprendiendo que el sujeto sólo hacía su trabajo, no dijo nada.

Mientras tanto, en la mansión de Poseidón se extendía un conflicto que tenía al dios a punto de explotar por una crisis de nervios.

—Es la última vez que te lo digo, Eustace. ¡Obedéceme ahora mismo y retírate! —ordenaba Poseidón.

Eustace negaba con valor, bloqueando el paso al dios.

—¡Sobre mi cadáver! Usted no debe hacer esto...recapacite y acéptelo.

Las marinas y los guardianes de Poseidón que estaban presentes, no sabían si intervenir o apoyar a Eustace porque tenían conflictos de intereses. Lo que no parecía ser sorpresa para ninguno era la manera en la que Eustace le hablaba a Poseidón.

El dios de los mares estaba que lo llevaba el diablo. Ya nadie le tenía respeto y encima de eso, le causaban más dolores de cabeza. Cada vez que su esposa iba de viaje, la mansión se volvía un caos. Nada que ver a cuando estaba soltero y él tenía todo el control.

—Eustace, Macaria es mi sobrina y ayer no los recibí como se merecían. Además di una mala imagen de mí...lo menos que debo hacer es resolverlo —decía tratando de negociar con Eustace.

El hombre no parecía acceder.

—Créame, es mejor que deje las cosas así y me permita seguir trabajando —inhalaba para tener mayor fuerza en sus palabras—. No puede cocinar, no está listo.

Poseidón se ofendió.

—¿Cómo qué no? ¡Claro que puedo! Sabré preparar algo bueno.

La palabra "sabré" causó más desconfianza en Eustace.

—No, no puede. Cuando usted decidió contratarme como su cocinero, yo estoy a cargo de la cocina. Recuerde que una vez explotó la parrilla...sólo por calentar agua.

Todos recordaban ese incidente. Tuvieron que dormir en el patio por una noche porque la casa de huéspedes aún no se construía.

Poseidón recordaba aquella ocasión pero de manera muy distinta; más caótica y peligrosa. Le ofendía que no le agradecieran que él fue quien apagó el incendio haciendo que una ola cayera sobre la mansión.

—También estuve en peligro...y nadie parece haberlo notado —dijo con resentimiento. Volteó a ver a todos—. ¿Qué hacen parados ahí? Ya fue suficiente de ofensas, vayan a trabajar —Sus guardianes asintieron y se dispersaron sin chistar. Quienes no se movieron, fueron sus marinas—. ¿Ocurre algo? ¿No piensan ir a sus labores?

Dessa y Odile se miraron entre sí y alzaron los hombros.

—Yo debo ir a realizar unas compras que me han encomendado a hacer —decía Dessa.

Poseidón pasó mirada hacia la otra chica.

—Yo debo ir a las oficinas, se me ha hecho tarde —Se reverenció y salió apresuradamente de la mansión por la puerta de servicio.

Dessa no tardó en alcanzarla.

Ahora sólo quedaba Eustace y Poseidón. El dios reparó en el hombre de dos metros que tenía frente suyo.

—Algún día te demostraré que soy bueno cocinando, ahora prepara lo mejor que puedas para la comida y que sea rápido.

El semblante de Eustace se iluminó y asintió muy contento.

—A la orden señor —entró a la cocina.

Poseidón volcó los ojos. Ese sujeto podía parecer todo un hombre gentil a pesar de su gran complexión...siempre y cuando no te metieras en la cocina. Si no lo despedía, era porque sabía cocinar. Miró detrás de él y por los alrededores; no había nadie cerca. Creyendo que así se relajaría más, fue a sentarse en su sillón preferido para cerrar un momento lo ojos, ya que no había logrado dormir por imaginarse que Hades aparecería en la noche a cortarle la cabeza.

En el instante de mayor relajación, se escuchó el timbre de la puerta. Abrió un ojo y esperó un tiempo. Un segundo después de volver a cerrarlo, el timbre sonó tres veces seguidas.

Estaba poniéndose nuevamente de mal humor.

—¿Acaso Aska no ha llevado llaves? —pregunto con irritabilidad. Se acomodó en el sillón y el timbre sonó con mayor desesperación. Por si eso no era suficiente, golpearon la puerta. Tras bufar de frustración, Poseidón se levantó de donde estaba, dispuesto a reprender duramente a Aska. Poseidón estaba por tocar la manija de la puerta hasta que se congeló. Le había ordenado a Aska que condujera a Caria y Thanatos por la entrada de la piscina ya que era que quedaba más cerca de la casa de huéspedes.

¿Y si era Hades?

Sudó frío. Maldito el momento en que decidió mandar su tridente para darle mantenimiento.

Buscó a su alrededor algo que pudiera ayudarlo a defenderse de un posible ataque. Agarró una sombrilla que estaba ahí cerca. Lo puso frente a él y respiró hondo antes de abrir la puerta. Se imaginó que Hades no lo saludaría y que lo primero que haría sería intentar rebanarlo por la mitad.

Efectivamente, Poseidón no recibió ningún saludo por parte del visitante. Ni defenderse pudo porque la puerta se estampó en su cara. Detrás de Poseidón, aparecieron Thanatos y Caria acompañados de Aska. Los tres miraban hacia quien había llegado.

—¡Caria, hermosa! —exclamaba Hera corriendo hacia donde estaba Caria y la abrazó. Iris entró detrás de ella pero con mayor cohibición.

—Hera, no esperaba verte tan pronto —dijo Caria con esfuerzo, sintiendo que el aire le faltaba por la efusividad de Hera.

—¿No? ¡Pero si hay mucho trabajo por hacer! Tenemos que preparar tu boda —dijo Hera, soltándola al fin—. ¡Pero qué bonita te ves! Qué bueno que el vestido no es tan largo, así te facilitará el desplazamiento —Hera miró la mansión de arriba abajo con perspicacia—. Este lugar será perfecto para la boda. ¿Y dónde está el rufián y dueño de esa mansión? —Los presentes voltearon a ver a Poseidón de quien se habían olvidado por algunos minutos. Se sobaba la nariz con malestar, comenzando a sentirla hinchada—. ¿Qué haces ahí jugando? Se supone que debiste recibirnos en cuanto llegamos.

Poseidón la asesinó dolorosamente con la mirada.

—Lo hice...y gracias a eso, parece que me has roto la nariz.

Hera hizo un además desinteresado.

—No te quejes tanto, es tu culpa el dedicarte más a ser humano que a ser un dios —dijo con indiferencia—. Iris, espero que no se te haya olvidado nada para la decoración. Vamos a transformar este lugar para la boda.

—¿Qué? —Se quejó Poseidón, manteniendo una mano sobre su nariz—. ¿A quién le has pedido autorización? ¡Esta es mi casa!

Hera puso semblante tieso y peligroso.

—Porque soy la diosa del matrimonio y yo elijo como y donde hacer bodas. ¿Algún problema?

Poseidón ya no tenía paciencia para eso. Ya todos estaban tomando atribuciones que no les correspondían, empezando por Zeus y su nota de mal gusto. Si algo logró tranquilar su furia fue ver a Caria, casi suplicándole con la mirada que no explotara.

No había tratado mucho a Caria pero al ser su sobrina, ya la apreciaba y aunque demostrara ser un dios sin sentimientos, no dejaría a ningún sobrino solo.

—Ninguno, Hera —dijo entre dientes.

—Muy bien, entonces tú nos ayudarás a organizar la boda —Antes de que Poseidón volviera a alterarse, Hera continuó—. Sé que tu esposa no está aquí, así que dudo que tengas cosas qué hacer...¿o es que no has acabado la lista que te dio? —preguntó con sorna.

Poseidón se quedó pasmado y ligeramente humillado de que todos le vieran raro.

Si no calmaba a Hera y hacía lo que le pedía, no tendría piedad de él y podría exponer lo que sabía de su matrimonio para avergonzarlo.

—No sé de qué lista me hablas...iré a revisar que mi nariz esté en buen estado y regreso —Mientras se marchaba, iba maldiciendo con mayor intensidad. Aska le siguió, temiendo que se desquitara con él.

Hera sonrió victoriosa y comenzó a hablar con Iris sobre los detalles principales de la boda.

Caria suspiró al suponer que ese sería un día muy largo y posiblemente tenso. Sintió que le tomaban de la mano.

—Caria, voy a salir. Trataré de no demorar mucho.

La indicación alarmó a la diosa.

—¿A dónde irás? —preguntó con angustia.

—Debo...resolver un asunto pendiente —Le dijo Thanatos como si eso fuera suficiente para tranquilizarla.

—No vayas a hablar con mi padre, por favor...no por ahora. Él ya debe haberse enterado y temo que quiera hacerte daño.

Thanatos negó, se inclinó y beso una de sus mejillas.

—No iré a verlo a él. Tengo que ir con alguien más...hay algunos asuntos que debo saldar. Quédate con ellos y no salgas de aquí. No demoraré —repitió y fue alejándose.

Sus manos iban soltándose, como si no quisieran hacerlo.

Caria se llevó las manos el pecho, no quería que nada le ocurriera. No estaría totalmente tranquila hasta verlo de regreso.

Thanatos en cambio, estaba muy decidido en ir a ver a aquella mujer con la que mantenía una enemistad desde hace mucho tiempo.

Por fin le diría todo aquello que no había querido decirle.

***

Garena estaba sentada con las piernas cruzadas sobre la tierra y los nacimientos de la yerba que estaban en el bosque. El libro con el que estudiando, lo tenía sobre sus piernas. Leía una hoja y luego miraba hacia abajo donde podía ver la casa de Hécate ya final, miraba a su alrededor para asegurarse de que nadie se acercara.

En conclusión, no se concentraba en la lectura y la ansiedad se apoderó de ella.

No estaba tranquila ni dejaba de pensar en por qué Hécate se había ido.

Lo que sí tenía que reconocer era que había admirado la manera tan valiente en la que le había respondido al dios del Inframundo. Claro que ella en su lugar no lo habría hecho ni de broma; sus motivos debía de tener.

Garena tomó el libro y lo puso más cerca de su rostro para leer mejor una palabra que no entendía.

—Aligisteruiso...¿Aligiseruiso? —Se preguntó a sí misma—. ¿Qué demonios es eso?

—¿Qué lee, señorita?

Garena casi pega un grito por el susto. Se acercó el libro a la boca para evitar gritar. Ralen cubrió su rostro con la manos, con Garena ya no sabía cuando terminaría arrojándose algo a la cara. Cuando ella logró calmarse y ver quién estaba a lado suyo, sintió algo extraño en su corazón.

Al fin volvía a verlo.

—¿Ralen? ¡Pero qué manía la tuya de estarme espantando! —Le reclamó.

Ralen bajó los brazos y sonrió. Estaba feliz de volver a verla. La había extrañado tanto y se sintió mal por no haber podido ir antes a verla como lo aseguró. No tenía pensado que se ocuparía tanto en el Inframundo.

Afortunadamente, Ariadna le ayudó a encubrir dónde había estado. Radamanthys al verlo con la frente marcada, fue insistente en saber qué le había ocurrido y dónde se había metido pero ni bien pudieron hablar porque Radamanthys fue solicitado en sus funciones.

—Perdóneme por favor, no es mi intención asustarla. Debí haberla saludado de diferente manera.

Garena se ruborizó levemente al ver a Ralen. Los recuerdos la estaban traicionando. Prestó mayor atención a su rostro, aún tenía la marca que le había dejado cuando le lanzó la lata.

—¿Te duele? —señaló su frente. Ralen deslizó sus dedos sobre la marca.

—Ya no. Estoy bien —El primer día no tanto porque todo el cuerpo le dolía de tanto golpe que recibió—. ¿Cómo ha estado?

Garena apartó la mirada.

—Bien. Estu...—Vio el libro y lo cerró inmediatamente—. Leía, son sólo curiosidades, nada realmente importante —mintió.

Ralen se sentó a su lado son dejar de verla.

—No me refería a eso —dijo sutilmente pero cambió la dirección del tema—. Quise venir el mismo día en que me fui pero las cosas no salieron como esperaba. Perdóneme por eso, no volverá a ocurrir. Dígame que no ha tenido que arreglar la casa de la señora Hécate por su cuenta.

—Fue muy específica con eso. No quiso que quisiera nada más que limpiar hasta que regresaras y me ayudaras —Le costó un mundo poderlo decir sin detenerse. Lo que sí no pudo hacer fue mirarlo a los ojos.

—Me alegra saber que no ha tenido que hacerlo sola. Hablaré con la señora Hécate y haré todo lo que me pida.

—¿Te has fugado para venir a reparar los muebles de Hécate?

—Y para verla a usted —respondió enseguida. El corazón de Garena se alegró de escucharlo—. Quiero presentarle a alguien —Miró hacia atrás de Garena. Ella volteó y no pudo poner otra expresión que no fuera de asombro. Ariadna estaba ahí plantada, sonriéndole—. Ella es mi prima, Ariadna.

Ariadna asintió con la cabeza y saludó con la mano al aire a Garena.

—Es un gusto poder conocer por fin a la mujer que fue capaz de lastimar a Ralen —comentó con socarronería.

Garena parpadeó con continuidad.

¿Cuánto tiempo llevaba ahí detrás?

¿Qué tanto le contaría Ralen al respecto?

—Eso fue un...accidente —No sabía cómo más responder.

Ariadna deslizó su mirada hacia Ralen con cierta complicidad.

—Iré a dar una vuelta, los dejaré solos —indicó antes de marcharse.

Garena volteó a ver a Ralen con cierta duda. Ralen supo muy bien qué significaba esa mirada.

—No es lo que piensa, no le he contado sobre eso. Sin embargo, sabe lo que significa para mí.

—Ralen, yo...—Estaba poniéndose más nerviosa.

—Escúcheme, por favor —Su tono de voz fue suplicante—. Tengo muchas cosas qué decirle y estos días me han servido mucho para pensar en lo que quiero hacer.

Existió un silencio algo raro. Ralen esperaba que Garena le dijera algo y ella que él continuara hablando.

Le lastime o le haga feliz con lo que iba a decirle, ella lo aceptaría y seguiría con su vida como fuera. No se negaba a lo contrario.

—¿Y qué es eso? —Se atrevió a preguntar por el nerviosismo.

—¡Pero qué lindos se ven!

Garena y Ralen voltearon hacia enfrente de manera muy expresiva. Vieron como Eros se acercaba a ellos junto a alguien más que Garena no había visto antes. Sin embargo, a Garena le daban dolores de estómago cada vez que veía a Eros.

Siempre tuvo el presentimiento de que Eros le complicaría la vida cuando lo conoció.

No era tonta, suponía que tenía que ver con varias cosas que le habían ocurrido con Ralen.

Se apoyó con sus piernas y manos para levantarse apresuradamente para abalanzarse contra él. Ralen fue más rápido y la detuvo sujetándola de la cintura.

Garena se esforzaba por zafarse.

Eros parecía confundido de verla en ese estado.

—Tienes una fan —susurró Dionisio bromeando con sarcasmo.

—¡¿Qué haces aquí?! ¡¿No tienes a nadie a quien molestar?! —exclamaba Garena con rabia.

—Pero si yo no molesto a nadie —dijo Eros muy inocente.

Dionisio no estaba de acuerdo con Eros pero no dijo nada.

—Eros, será mejor que te vayas —indicó Ralen, manteniendo la cabeza fría.

Él había hablado con Eros y daba crédito a lo que Garena aseguraba. Sin embargo, esperaba que no tuviera que ver con la soda porque ahí si, tendría que hablar seriamente con él.

Eros abrió la boca sorprendido. Dionisio no lo soportó más y se río.

—Los has dejado tan traumados que ni te quieren cerca —susurró de nuevo.

Eros al menos agradecía que no lo dijera en voz alta pero aun así le dio un codazo.

—Sé que no me quieren cerca...lo cual no me explico y me ofende muchísimo pero respeto su opinión —Alzó la mano—. Sin embargo, soy el dios del amor y estoy en mi derecho de ayudar a las parejas a estar juntas.

—¡Nadie lo quiere! En serio, no eres mi dios favorito y será mejor que te vayas —Le decía Garena.

Dionisio al ver a Eros muy sensible, prefirió intervenir para continuar con el trato que tuvieron.

—Yo entiendo perfectamente que Eros sea un dolor de cabeza, necio, entrometido y todo un chismoso —Señalaba a Eros con el pulgar. El rubio le miró confundido porque no sabía a quién estaba defendiendo y a quien atacando—, pero tiene buenas intenciones. Si lo quieren lejos, lo hará pero antes deberán escucharlo.

Garena ya había logrado tranquilizarse lo suficiente como para no querer atacar a Eros, pero seguía muy molesta.

—¿Y tú quien eres? —Ralen al fin la había soltado.

Dionisio ocultó su desconcierto por la agresividad de la chica.

—Yo soy Dionisio, el dios del vino y del mejor que pueda existir—afirmó con seguridad.

Garena puso mirada albina.

—Otro dios sin hobbies ni aportaciones importantes para los humanos —comentó Garena disgustada y burlona.

Los ojos azules de Dionisio se incendiaron. Eros le tomó de los brazos para detenerlo.

—¡Cálmate, Dionisio! Ella sólo bromea.

—¡Suéltame! ¡Esa mujer no sabe lo que dice! —intentaba soltarse. Eros lo soltó y Dionisio se quitó la cofia y el delantal—. Sostenlos, no quiero que se ensucien.

Ralen respiró hondo y se puso en medio de ambos. SI no hacía nada, iban a terminar muy mal las cosas.

—Tienen que ser más cabales y dejar de alterarse por todo —Voleó a ver a Eros—. Ya había hablado contigo y preferiría que dejaras de involucrarte. Si eres honesto y vas a cumplir lo que Dionisio dijo, será mejor que nos digas a lo que has venido.

Eros asintió y le devolvió las cosas a Dionisio quien se las colocó de mala gana.

—Tal y como dijo él, prometo que no volverá a acercarme a ustedes si logran ganar —sonrió de oreja a oreja.

Ralen se cruzó de brazos con cierta desconfianza. Garena estaba en la misma situación.

—Si manejas condiciones, no creo que sea buena idea —dijo Ralen con seriedad.

—Pero es que es la manera más justa de hacer esto. Como dios del amor, no puedo alejarme de esto porque no quiero y va en contra de lo que hago, pero si tengo algo que cumplir, lo haré.

—¿Y qué se te ha ocurrido? —preguntó Ralen.

—Un juego muy sencillo. El que gane, podrá reclamar lo que le corresponde.

—Ajá, ¿y qué tipo de juego es? —preguntó Garena con escepticismo.

—¡Preguntas y respuestas! —exclamó Eros triunfal.

Garena giró los ojos con hastío.

—No quiero participar en una ridiculez —dijo Garena enojándose nuevamente.

—No es una ridiculez, es algo sencillo. Si ustedes ganan, yo me alejo y nunca volveré a molestarlos —resumió Eros, señalando a Ralen y a Garena.

La propuesta sonaba muy tentadora pero al mismo tiempo, peligrosa.

—¿Y con quien se supone que vamos a competir? —preguntó con las manos en la cintura.

—Con él —señaló a Dionisio.

Aún más desconfiaban. Ambos eran dioses, perderían por default.

—Eso tiene truco —insistió Garena.

—Claro que no, es de verdad. Es más, tú propón el tema que mejor domines. ¿Cuál es?

—Historia Universal —respondió desinteresada.

—Eros, no estamos jugando. En verdad queremos que nos dejes de molestar. No creo que tengamos qué hacer todo esto para que lo hagas —interfirió Ralen.

—¿Acaso tienen miedo? —preguntó desafiante Dionisio, mirando a Garena. Ella torció la boca.

—No, pero sólo es cuestión de...—Ralen fue interrumpido.

—¿Sabes qué Ralen? Déjalo así, hay que enseñarles que podemos vencerlo —dijo Garena muy confiada.

—¿Estás segura? —Ralen no estaba de acuerdo pero respetaría lo que Garena eligiese. La chica asintió.

—No podemos perder nada y quiero demostrarles que a pesar de ser humana, no tienen por qué meterse en mi vida. Además, tú sabes historia también y podremos vencerlos.

Ralen suspiró largamente y asintió con menos seguridad que la que Garena proyectaba. Él sabía que acceder a una situación o idea estando enojados, no era lo mejor.

—Sí, tú lo deseas. Po mí no hay problema.

—Entonces, ¿es un trato? —preguntó Eros para confirmar.

Garena y Ralen asintieron al mismo tiempo. Dicho y hecho, Eros utilizó su poder para hacer aparecer en el bosque un tablero. En un extremo se encontraban Garena y Ralen y en el otro, Dionisio.

Los tres se fijaron en Eros que hasta su vestimenta cambió. Usaba un traje negro y tenía unas planillas en la mano.

—¿Por qué te vestirse así? —preguntó Dionisio.

—Es para entrar en el papel —dibujó una gran sonrisa—. Antes de empezar, deben entender que todas las respuestas a las preguntas son verídicas y se indican al azar, así que no habrá porqué reclamar porque todo es honesto. El que responda correctamente el mayor número de preguntas, será el ganador ¿De acuerdo?

—Sí, sí, dale —dijo Garena impaciente.

—Muy bien, comencemos con la primer a pregunta y es para...¿cómo se llamará su equipo? —Le preguntó a Garena y Ralen.

—Yo qué sé, podría ser...—dijo Garena pero fue interrumpida.

—¡Bienvenido el equipo "Yo qué sé"! Aquí tienen su primera pregunta...—comenzó a leer la primera pregunta—. Esta es fácil, ¿En qué siglo inició la Guerra de Troya?

Garena volteó a ver a Ralen, recordando al mismo tiempo que el día que se besaron, hablaron al respecto. Él era quien manejaba mejor el tema.

—En el siglo doce antes de la nueva era.

—Muy bien, Dionisio...Menciona una característica de la Edad de bronce.

Dionisio resopló y rio mientras se quitaba la cofia de nuevo y se despeinaba los ondulados cabellos rojizos.

—El desarrollo de la metalurgia del cobre en aleación con el estaño.

Garena seguía siendo muy confiada al respecto pero se asombraba con la facilidad en la que respondía Dionisio.

No podía esperar más, era un dios después de todo.

—Equipo "Yo qué sé", ¿Quién es el diosa del hogar, la familia y la arquiectura?

Esa la supo Garena enseguida.

—Hestia —Se cruzó de brazos muy sonriente.

Eros les miró fungiendo una sonrisa.

—Juegan muy bien, si siguen así, podrían ganar.

Garena esta vez, estaba de acuerdo con Eros, No obstante, nadie se esperaba que Eros tuviera un As bajo la manga.

<<Se viene lo divertido>>, pensó.

***

Elíseos.

Melínoe comenzaba a despertar y sintió sobre su frente algo húmedo. Se llevó la mano al rostro y palpó el trozo de tela húmeda. Su vista estaba muy nublada y le costaba mucho esclarecer su alrededor y recordar lo último que le había sucedido.

Perséfone estaba su lado y observó que Melínoe al fin despertaba. No se había separado de su lado desde que abrió la puerta de la habitación. Quedó espantada cuando la vio con sangre sobre su nariz y boca escurriendo que limpió mientras estaba desmayada.

—Al fin despiertas, corazón. ¿Estás bien? —retiró la tela de su frente y acarició su rostro.

Melínoe la vio con ojos entrecerrados.

—Me siento débil...espero no haber estado inconsciente durante mucho tiempo.

Perséfone suspiró suavemente.

—Algunas horas —confesó—. He estado contigo desde entonces.

Melínoe intentó levantarse pero tenía una compresión en todo el cuerpo. Hizo gestos de dolor.

—¿Qué ha pasado con papá? ¿Y Caria?

Perséfone la tomó delicadamente de los hombros, evitando que se moviera demasiado o intentara levantarse.

—No te esfuerces, podrías sentirte mal de nuevo —Su voz tenía rastros de súplica.

—Mamá, dime que todo está bien entre mi papá y Caria.

Perséfone mostró un semblante nostálgico. Ella no tenía noticias de ni de Hades ni de Caria, lo que le preocupaba demasiado porque temía que Hades hiciera una locura. Tampoco había ido a seguirlo porque antes debía liberar a Melínoe y asegurarse que estuviera bien.

Lamentablemente, no fue así.

—No lo sé, Meli. Ninguno de los dos ha regresado.

—¿Irás...a buscarlos?

Perséfone la observó largamente.

—Pensaba hacerlo pero no voy a dejarte en este estado. Le pediré a alguien que vaya a buscar a tu padre antes de que terminé haciéndole daño a Thanatos...o al revés —En ninguno de los casos, le reconfortaba.

—No te preocupes por mí —dijo con voz entrecortada—. Yo sólo quiero que Caria esté bien...mi papá está fuera de control y no quiero que la lastime —Las palabras de Melínoe, se clavaban en el corazón de Perséfone. Si eso hacía, jamás se lo perdonaría a Hades. Toda ella sentía desesperación—. Ve por papá, no te preocupes por mí...yo estoy bien. Caria es quien necesita ayuda.

—Sé debo hacerlo. ¿De verdad te sientes mejor?

Melínoe asintió y tomó la mano de su mamá.

—Ve por papá. No pienses en mí por ahora.

Perséfone no quería marcharse así pero ella podía detener a Hades o al menos ir con Caria y protegerla. Le seguía doliendo a rojo vivo el comportamiento de Hades y su falta de razón.

Él en una sólo ocasión del pasado se había vuelto así...

Tan necio. Tan ciego...

Tan diferente...

Y todo eso cuando...

Sus ojos azules se abrieron en su máximo esplendor. Se levantó de la silla con la respiración agitada.

Si lo que se imaginaba era verdad...no aseguraba de lo que sería capaz.

—Quédate aquí, Melínoe. Voy a resolver esto.

Melínoe asintió y siguió con la mirada a Perséfone hasta que cerró la puerta. Dejó caer completamente la cabeza en la almohada. Cerró los ojos y resopló profundamente. Poco a poco, fue creando una sonrisa. Se puso de pie con normalidad, sin el mayor dolor. Movió la cabeza en círculos y estiró los brazos. Dobló las piernas y pasó la mano por debajo de la cama hasta sacar la daga que guardaba. Observó su reflejo en el acero donde se apreciaba mejor una sonrisa y mirada malvada.

Comenzó a reír y volvió a ponerse de pie.

—Busca a mi padre...yo buscaré a Macaria —dijo con perversión.

La maldad de Melínoe, había resurgido una vez más.

***

El juego que había organizado Eros adquirió un toque tenso porque ambos estaban empatados. No obstante, a Garena se le notaba la frustración y desesperación mientras que Dionisio lucía tan fresco como una lechuga.

Eros estaba más que divertido con el juego, sobre todo porque había logrado que Garena y Ralen se confiaran sobre sus posibilidades de ganar.

—Debo decir que estoy muy orgulloso de su actitud y los felicito porque han hecho un trabajo increíble —decía Eros, motivando a los equipos—. ¿Cómo se sienten, equipo "Yo qué sé"?

—Cállate y continua —dijo Garena con impaciencia.

Eros sonrió hasta mostrar sus dientes.

—Qué encantadora mujer —comentaba feliz pero sarcástico—. Entonces continuemos con el juego. ¿Cuántos años tenía María Antonieta cuando murió...?

—Treinta y siete —respondió Garena sin titubeos.

Eros le vio recio.

—El perro de su nana segunda llamado Panquecito...

—¿Qué? —Expresó Garena con el ceño fruncido—. No entiendo.

—No me dejaste terminar, la pregunta era, ¿Cuántos años tenía María Antonieta cuando murió el perro de su nana segunda llamado Panquecito?

—¡Eso es trampa! Eso no viene en ningún libro —reclamó Garena con exasperación.

—Si viene en las planillas, es porque es verdad pero no has buscado bien. Vienen todos los nombres de los perritos reales —Se defendió—. Para que vean que soy generoso, ¿Qué les parece si les concedo la siguiente pregunta? Para que no piensen que esto es un truco.

—Por supuesto que aceptamos —dijo Garena, obsesionada con ganar.

Eros reía internamente pero trataba de mantener el profesionalismo.

—Esto es de mitología griega —Cuando dijo eso, Garena sintió alivio—. Perséfone es la diosa de la primavera e hija de Zeus y Deméter...

—Magnífico —susurró Garena. Estaba más que feliz que le tocara alguna pregunta acerca de la madre de Caria y que abarcaba su mito favorito.

—Cuando comió algunas semillas...—decía Eros y Garena esperaba poder responder. No importaba lo que le preguntara, ella se sabía de memoria el mito. No había ningún dato que desconociera—. ¿De qué color era el vestido que llevaba Hera un día antes de su boda con Zeus?

Garena pestañeó, tragándose las palabras. Ralen frunció el ceño, sin poder encontrar el sentido a esa pregunta.

—Pero, ¿Hera que tiene que ver? —preguntó Ralen.

—No, más bien...¿qué tiene que ver al boda de Hera? —Garena apretaba las manos—. Esto no tiene nada que ver con la diosa Perséfone...

Eros alzó los hombros, fingiendo demencia y mostrando sus planillas.

—Esta pregunta le tocaba a Dionisio pero por ambición, te tocó a ti. Ahora respondan o marco como error la pregunta.

Garena volteó a ver a Ralen como si supiera la pregunta. Al verlo conmocionado, sintió tensión en la espalda. Masajeó su frente con irritación mientras pensaba rápidamente en un color. Haciendo uso de su imaginación y suplicando suerte.

—¿Rosa? —Daba igual lo que contestara, sabía que perdería.

Eros y Dionisio negaron con la cabeza.

—A Hera no le gusta el rosa —contestaron al mismo tiempo.

—¡¿Y cómo voy a saberlo?! —exclamó, llevándose las manos a la cabeza.

Eros ignoró a una desesperada Garena.

—Siguiente, Dionisio, si respondes bien ésta pregunta, ganarás todo el juego...¿Entiendes?

—Acepto —Dionisio estaba feliz.

—Entonces, dime cinco tipos de uva que se utilizan para vinos—dijo Eros mirando a Dionisio.

—Merlot, Mencía, Cabernet Sauvignon, Baga y Monastrell.

El juego estaba ganado.

Garena golpeó el tablero con fuerza.

—¡Es ridículo! ¡Este juego es pura...! —Garena perdió los estribos y maldijo de la peor manera.

—¡Señorita! —exclamó sorprendido por escucharle hablar de esa manera. No podía creer que su señorita conociera semejante vocabulario.

Garena siguió maldiciendo por unos minutos más hasta que se cansó y se sentó en el suelo resignada.

Eros y Dionisio compartieron una mirada curiosa y llena de complicidad.

Ralen intentaba hablar con Garena para que se calmara. Enderezó la espalda y volteó a ver a ambos dioses.

—No irán a retractarse sobre lo que acordamos, ¿o sí? —preguntó Dionisio.

Ralen pasó una mano por el cuello. Consideraba que los dioses habían hecho trampa pero era contra sus principios más éticos ignorar un trato en el que estaba involucrado por decisión propia.

—Llegamos a un acuerdo y lo respetaremos —decía diplomáticamente—. Esto significa que seguirás detrás de nosotros —dijo con cansancio.

—En realidad, eso sólo era un juego, No los molestaré, sólo quiero que acepten una invitación —comenzaba a explicar Eros—. Y como han perdido, no les queda más que aceptar.

Ralen enarcó una ceja.

<<Entonces no es ninguna invitación>>, pensaba Ralen, analizando lo que Eros decía.

—¿Y sobre qué es?

—Tengo planeada una sorpresa para ustedes. Se me ha ocurrido porque Eros me contó que te ha regañado por ser un descuidado con us sentimientos —decía Dionisio.

Eros lo miró con ojos entrecerrados.

—¿Sorpresa para qué? —Ralen se mostró desconfiado.

—Ya lo sabrán —dijo Dionisio con una eterna sonrisa.

Tanto él como Eros, utilizaron sus poderes para llevarse a Ralen y Garena del bosque.

Ariadna asomaba la cabeza desde un árbol. Había visto y escuchado todo. Se daba varias ideas pero nada era concreto.

Ya sabía a dónde habían ido.

Lo mejor que se le pudo ocurrir a fue seguirlos y saber qué era lo que pasaba.

Además de que no podían demorar mucho más tiempo para regresar al Inframundo o esta vez, Radamanthys los castigaría a ambos.

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¡Hola!

¡Espero se encuentren muy bien!

NOTA: A Hades no le gustarán los capítulos xD

He tardado en actualizar, me surgieron unos problemillas por ahí pero ya está todo bien J.

¿Cómo han viso este capítulo?

Sé que Caria y Thanatos casi no han salido desde el capítulo anterior pero es porque los veremos en los siguientes ToT...y porque había otras cosas qué aclarar.

Yo tengo varias preguntas (como siempre jaja) que les voy a compartir, esperando sus hermosos comentarios J

1.- ¿Quién crees que le haya contado a Ápate acerca de lo que sucedió con Caria y Hades?

2.- ¿A quién fue a ver Hécate?

3.- ¿Qué crees que tenga en mente Deméter ahora que sabe lo que sucedió?

4.- ¿Planeará algo Melínoe?

5.- ¿A quién fue a ver Thanatos?

6.- ¿Quién es esa misteriosa mujer de la que se habló en varias ocasiones?

7.- ¿A dónde ha ido Hades?

8.- ¿Qué planea Dionisio para juntar a Garena y Ralen?

9.- ¿Te gustó la parte de Zeus, Poseidón, Dionisio y Eros?

10.- ¿Te sabes la canción del Kumbaya? Jajajaja

Bueno, varias preguntas son ya muy notorias pero veamos las teorías.

Espero ansiosa por sus comentarios.

Esto ya pronto se acaba y es muy triste.

Estaré trabajando en el siguiente capítulo y créanme...volverá la tensión.

Nos leemos muy pronto.

¡Les mando un fuerte abrazo!

¡Cuídense mucho!

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