Capítulo 26

NOTA: No olvides leer hasta el final ;)

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Garena pensaba en mil y un cosas que podría haberle dicho a Ralen antes de marcharse. Su mente estaba que volaba en las últimas horas, incluso pensar en que ya debía ir a descansar, era desmotivador.

No podría hacerlo.

Creyó que haciendo algunos deberes iba a poder dejar de hacerse ilusiones con lo que pudo haber sucedido si se atrevía a hablar; aún creía que funcionaría ocuparse en otras cosas para olvidar. Había preparado de cenar como técnica de olvido pero de nada sirvió porque a mitad de su preparación, todo se le vino abajo.

Había preparado spaghetti.

<<Maldita sea>>, pensó cuando colocó la pasta sobre el plato.

Enredó el tenedor una y otra vez, sin animarse a comerlo. Rendida, dejó caer su frente en la mesa a escasos centímetros del plato. La porcelana retumbó por el tosco movimiento.

El timbre sonó, una alarma de posible esperanza. Garena alzó la cabeza y se levantó con ahínco y abrió la puerta muy ilusionada, cuando vio de quien se trataba, la sorpresa fue la misma pero acompañada de confusión.

—¿Mamá? —preguntó de inmediato.

Delia extendió los brazos hacia ella y la abrazó con mucha fuerza. Garena tuvo que hacer la cabeza hacia atrás para poder respirar.

—Hija mía...estaba impaciente por volver a verte. ¿Me has extrañado? —Se soltó de Garena y entró enseguida al lugar, dejando sus cosas en el perchero.

Garena la seguía con la mirada sin dar cabida a lo que sucedía. Cerró la puerta y se cruzó de brazos, cambiando su actitud desconcertada a una exigente.

—¿Dónde estabas? —Resultaba raro hacerle esa pregunta porque recordaba las múltiples ocasiones en las que Delia utilizaba esa pregunta hacia ella.

—Estaba trabajando —dijo como si fuera algo mínimo o como si quisiera esquivar el problema—. ¿Hiciste spaghetti? ¡Magnífico! ¿Cómo supiste que iba a llegar hoy? —preguntó después de echar un vistazo a la cocina.

Garena alzó ambas cejas y bufó. Ahora entendía lo que su madre sentía cuando ella intentaba desprenderse de una discusión, ignorándola.

—Te he hecho una pregunta, Delia. Hace días que te fuiste y ni siquiera tuviste la consideración de decirme. Me pediste que regresara cuanto antes de mi viaje, ¿y para qué? Para que te fueras al día siguiente como si nada.

Delia suspiró hondo pero su sonrisa era indestructible ante el enfado de Garena, incluso parecía reír más.

—¿No te la pasaste bien sin mí? Muchas veces me habías dicho que sería mucho más agradable vivir sola.

—Esa no es una respuesta fundamentada, ¿a qué se debe ese repentino cambio? Y no me digas que estabas trabajando porque no...

—¿Ya no te maquillas? —preguntó, interrumpiéndola.

Garena se quedó con las palabras en la boca y pasó sus dedos por los labios, efectivamente, no llevaba color en los labios. Lo había olvidado desde la mañana. Ahora que recordaba mejor, apenas se había delineado el contorno de los ojos pero aun así, era un gran cambio.

—Sí, ahora no quise hacerlo —respondió secamente, rindiéndose de que Delia pudiera confesar dónde ha estado.

—¿Segura que fue por eso o es que hubo alguien que influenció ese cambio? —La miraba curiosa.

Garena reprochó algo inentendible.

—No quieras realizar el papel de "mamá detective" porque no estoy de humor y tú no eres buena colaborando en lo que haces.

—¿Qué tal te quedó el vestido? —Hizo una nueva pregunta, ignorando de nuevo lo que Garena decía.

Ella estaba boca abierta.

—¿Cómo sabes que me puse el vestido?

Delia alzó los hombros.

—Supuse que sería un buen comienzo para ustedes.

Garena parpadeó constantemente. Tenía las palabras revueltas junto con la impresión.

—Muy bien, ¿qué quieres decir con todo esto? ¿A quiénes te refieres?

—¿En serio no lo sabes? Garena, sé que lo sabes pero te niegas a aceptarlo. Si fueras menos orgullosa, tendrías a ese joven justo a tu lado...¿cómo se llama? Oh sí, Ralen, ¿cierto?

—Pero...—Garena tardó más en entender qué estaba pasando. Pasó una mano por su frente, comprobando su temperatura. La locura se había apoderado de ella—. Esto es ridículo, tú no podrías saber de Ralen...¿O es que me estabas espiando?

Delia negó con mucha seguridad.

—¿Cómo podría hacer eso? Sería bastante agotador —Por un breve momento, Garena pareció tranquilizarse—. Sólo sabía que esto pasaría.

Nuevamente, Garena no entendió nada pero esta vez, cansada de tantos rodeos, protestó.

—Suficiente, ¿qué quieres decir con eso? —demandó saber.

—Pasé a ver a tu abuela hace algunos minutos y me ha contado que ya sabes la verdad, no sirve de nada seguir ocultando nuestra naturaleza contigo. Lamento habértelo ocultado durante mucho tiempo pero seguro que mi madre te ha explicado las razones —Delia se acercó a Garena y le tomó de los hombros—. No sabes lo mucho que me alegra que por fin decidas mostrarte frente a los demás pero aún te falta mucho. Sabía que tarde o temprano, tu vida cambiaría cuando esa joven apareció.

—¿Caria? —preguntó bajando la mirada. Segundos más tarde, volvió a mirar a Delia con el ceño fruncido—. ¿Estás queriéndome decir que siempre supiste lo que pasaría desde que ella pareció?

—No, lo supe hace algunos años —sonrió de nuevo—. También sabía que conocerías a Ralen.

Garena abrió la boca con sumo asombro. No podía estar hablando en serio.

—Dime que esa no fue la razón por la que me insistías que regresara aquí —Comenzó a temblar sin explicárselo.

—Si tardabas más tiempo en volver, tardarías más en conocerlo y quizás, las circunstancias habrían sido diferentes. Sabía que tendrías un momento especial con él y por eso te regalé ese vestido que al principio odiaste.

Garena tragó saliva y tomó demasiado aire para asimilar todo. ¿Qué más le faltaba? Aunque ya sabía que su madre era bruja gracias a Hécate e Isine, tampoco se esperó que Delia tuviera que ver con su encuentro con Ralen.

Le causaba gracia que de tantas veces en que consideró que su madre era bruja por su desarrollada intuición, era porque realmente lo era.

—Jamás creí que en verdad fueras una bruja —dijo aún congracia.

—¿Cómo?

—Nada, nada —Se retractó enseguida—. Entonces, puedes leer el futuro, eso significa que sabes lo que pasará de ahora en adelante, ¿no?

—No. No es algo que me suceda continuamente ni de un momento a otro. Es espontáneo. Supe lo que pasaría contigo en estos días, sin embargo, no todo. Hubo intervenciones que rompieron con ese ciclo.

Garena podía dar por sentado que hablaba de Melínoe, pero mejor lo dejaba en duda para no adelantarse demasiado.

—Esto no es fácil de digerir. En un mismo día debo de aceptar que somos brujas y que esa vieja mujer es mi ancestro y que debo aprender de ella. ¿Qué más me depara la vida? ¿Ser un fósil viviente como ella? —Se cruzó de brazos.

—No sabía que te encontrarías con Hécate y por lo visto, no se llevan bien —Garena negó—. Escucha, Garena...deberás dejar los rencores y aprender de la mejor. Podrías ayudar a quienes más quieres con esos conocimientos.

Garena hizo un mohín. No era la primera que se lo decía.

—Está loca y no sé si pueda controlarme con ella, es tan...

—Es como tú —añadió Delia, interrumpiéndola. La comparación molestó a Garena pero no dijo nada—. Ve con Hécate, entre más rápido aprendas, mejor.

—Sí claro, ¿y dónde la encuentro? Esa mujer podría estar en cualquier parte.

Delia adquirió una posición pensativa y chasqueó los dedos hacia arriba.

—No es seguro pero tu abuela siempre me contaba que Hécate vivía en un bosque de Sicilia, incluso me contó que en varias ocasiones fue a buscarla pero no la encontró.

Garena sabía a qué casa se refería pero encontrarla en uno de los tantos posibles bosques, sonaba descabellado y más porque no era seguro encontrarla ahí.

—¿Y si mejor espero a que me busque? Así me ahorro dinero y tiempo, además conservaría un poco más de mi cordura.

—Eso sería pan comido, no necesitas gastar en nada. Iras a buscarla y te enseñaré como regresar de manera práctica en caso de que no la encuentres. Ven, te enseñaré.

Delia se sentaba en el sofá e invitó a Garena a que lo hiciera también. Garena agitó las manos hacia enfrente.

—No estabas suponiendo que debo ir a buscarla ahora mismo, ¿o sí?

—Irás cuando hayas aprendido a regresar, y si lo aprendes como debe ser...podrías ir en unos cuantos días —decía contenta.

Garena sonrió a medias con algo de falsedad.

No compartía el mismo entusiasmo

***

Cinco días después.

Elíseos.

Caria estudiaba sin parar en su habitación. Desde que regresó de la Tierra, su interés por aprender a dominar sus propios poderes se intensificó. Por mucho tiempo no había prestado la suficiente importancia a sus aprendizajes por sus propios asuntos personales y sentimentales, pero ahora debía retomarlos para poder detener a Melínoe en caso de que la situación se agravara. Estaba consciente de que no lograría estar al mismo nivel que Melínoe por tanto tiempo perdido pero haría su mayor esfuerzo. Quien la motiva a ser mejor era Thanatos. Le emocionaba el volver a verlo aunque tuviera que ser discreta y fingir que no la pasaba bien.

Al menos eso sí lo lograba.

Había concentrado parte de su poder para lograr que sus sentimientos tomaran forma decadente, es decir, lograr mostrar dolor y tristeza aun cuando no la sintiera. No fue fácil y no era algo que se le ocurrió a la primera sino más bien siguió un consejo que le dieron antes de regresar, de lo demás se encargó ella.

Caria intentaba mantenerse alejada lo más posible de Melínoe sin levantar sospechas. Le resultaba un poco incómodo cuando Melínoe inventaba excusas para verla y hablarle. Caria sabía bien que lo hacía para analizar hasta el más mínimo detalle.

Suspiró contra un libro abierto. Tanteaba con el dedo sobre el grueso pergamino mientras leía y entendía.

—¿Qué nunca dejas de estudiar?

Caria alzó la mirada en dirección hacia la puerta. Melínoe estaba recargada sobre la gruesa madera, con esa misma mirada inquisidora. Caria estaba desconcertada por su presencia pero intentó no demostrarlo. Ni siquiera la había escuchado entrar.

—La última vez me llevé un regaño por parte de Thanatos, intento ponerme al corriente cuando lo vea.

Melínoe no desprendió la mirada de su hermana. Sin embargo, recordaba cuando la escuchó discutir con Thanatos. Había maldecido el no poder escucharlos hasta el final por la interrupción de Hypnos. Hablar con el después de mucho tiempo de no hacerlo, no había sido tan placentero:

"—Así que sabes lo que me ha sucedido, ¿no? Entonces, no le veo sentido seguir hablando del tema ni que quieras seguir instruyéndome —decía Melínoe de mala manera.

Hypnos se mostraba muy paciente como era costumbre.

—Nadie sabe de tu desaparición ni de la de Caria, es por eso que quiero hablarlo contigo.

Melínoe rio irónica y con movimientos que irradiaban en arrogancia.

—¿Quieres ir a contárselo a todos? Hazlo, no me importa, yo seré quien menos pierda.

Hypnos estaba consciente que lo decía por Caria y Thanatos. Tenía la impresión de que Melínoe utilizara lo que sabía cómo un arma en cualquier momento. Su forma de hablar, su presencia y su mirada eran de una Melínoe distinta, una que no temería en hacerle daño a alguien más.

—No me corresponde a mí decirlo —respondió.

Melínoe volcó la mirada por una contestación que escuchó de él hace tiempo.

—¿Entonces qué quieres?

—Cumplir con el deber que se me ha impuesto —dijo Hypnos sentándose en la silla.

—Creo que ya sabes que no te necesito. He aprendido demasiado estos días.

—No me cabe la menor duda, pero aún no lo sabes todo —rectificó—. Evitaré hablar sobre cómo fue que lograste dominar tus impulsos y desarrollar tus poderes por ahora pero eso no va a cambiar mi responsabilidad. Ya que sabes demasiado, entonces me orientarás para estar al tanto de lo que has aprendido y así yo saber en qué puedo ayudarte.

Melínoe ni siquiera parpadeó con la sutil orden de Hypnos, sólo entrecerró los ojos, sin ningún tipo de emoción brillando en sus pupilas.

—No necesito de tu ayuda.

—Ya verás que sí".

Melínoe se crispó por dentro cuando detuvo los recuerdos, de mala gana había aceptado las condiciones de Hypnos aunque las considerara inútiles. Volvía a la realidad.

—Va a quedarse sin palabras cuando le demuestres que has aprendido lo suficiente, hasta yo misma comienzo a sentirme amenazada —comentó con ligero sarcasmo.

Caria quedó inmóvil en una pequeña fracción de segundo al percibir una vez más sus burlas.

—Debería descansar entonces —intentó seguirle la broma con más inocencia—. Quizás no deba hacerme ilusiones con Thanatos de nuevo, él sigue bastante molesto con lo que pasó.

Melínoe dibujó nuevamente una sonrisa. Humedeció sus labios.

—Sólo pierdes el tiempo con él pero, ¿qué más puedo decirte? Has decidido influenciarte por el amor y por eso constantemente, terminas sufriendo. El amor sólo provoca estupidez.

Caria frunció el ceño, molestándose por el comentario. Apretó los dientes para evitar responderle con impulso y arruinar todo. En vez de eso, mejor re direccionó la conversación a su favor y así, aclarar la duda que tenía.

—Es porque aún no te has enamorado —Melínoe deshizo esa satisfactoria sonrisa y pareció que pensaba demasiado en algo—. Cuando lo hagas, podrás entenderme y verás que no es estupidez. Enamorarte no es malo, Melínoe. Cuando te enamoras, sientes que nada más importa y cuando eres correspondida, la felicidad se multiplica.

Melínoe rio más irónica que antes. En esta ocasión, Caria sintió que el enfado no era hacia ella.

—A todo eso que dijiste, yo lo considero estúpido. Enamorarse sólo te debilita y te hace ver como una ingenua mientras otros se burlan de ti y se aprovechan de lo que sientes para placer personal —Se cruzó de brazos, manteniendo la mirada perdida.

Caria había dado con su duda y ahora se esclarecía. Dejando de lado su distancia y conflicto con Melínoe, sentía algo de nostalgia y quería decirle que su opinión estaba más equivocada de lo que creía, pero no lo haría. Siguió fingiendo demencia.

—Melínoe, ¿estás enamorada?

Melínoe miró fijamente a Caria por la pregunta, impresionada porque se lo haya preguntado tan directamente. A percepción de Caria, sintió que permaneció en silencio por más tiempo del que Melínoe creyó.

—Claro que no. He dado mi percepción en relación con lo que te ha pasado a ti y lo que vi mientras estábamos en la Tierra —Se defendió atacando con su comentario con una evidente soberbia. Se notaba la incomodidad que sentía.

—Macaria, Melínoe, necesito que vengan un momento.

Ambas reconocieron la voz de Hades llamándoles y supieron enseguida que se trataba de algo importante. Caria salió detrás de Melínoe en dirección a la sala de descanso. Ahí estaba Hades de pie con los brazos hacia atrás y con una mirada tan fría que inquietaba mientras esperaba a que se reunieran.

Perséfone miró a Hades con cierta impaciencia ya que ni ella misma sabía la noticia que daría. De cierta manera, algo no le convencía además de la actitud tan indiferente de su esposo. Hades sintió la mirada insistente de Perséfone sobre él y lo comprobó cuando la miró de por el rabillo del ojo.

—¿Estás bien? —susurró Perséfone, tomándole del brazo.

Hades asintió, regresando su mirada hacia enfrente.

Cuando Melínoe y Caria estuvieron frente a ellos, Hades repasó su mirada en cada una de sus hijas. Se tomó su tiempo y pareció que no estaba muy convencido ahora de hablar.

Caria no comprendía nada de la actitud tan distante de su padre ni tampoco se atrevía a preguntar por la culpa que llegaba a sentir al haberle mentido. Lo único que evitaba que la tensión perforara sus cuerpos, era Perséfone que lo acompañaba con una sonrisa.

—Lo que tengo que decirles será rápido para que puedan ir a su clase sin demoraciones —comenzó Hades a decir con un tono de voz que impactó en el interior de Caria—. Habrá una reunión especial más tarde y necesito que estén presentables. He decidió que la reunión sea antes de que anochezca por Melínoe.

—Eso no será necesario, padre —comentó Melínoe con cierto orgullo—. Estos días he logrado controlarme con las sabias instrucciones que Hypnos me ha dejado en su ausencia —mentía una y otra vez. Si Hypnos hubiera estado presente, quizás se habría ofendido por la irónica referencia—. Estoy segura que quedarán impresionados al ver mis avances.

Hades alzó ambas cejas sin mostrar más entusiasmo. Perséfone se preocupaba de que algo saliera mal por su decisión, tomando en cuenta lo que ocurría cuando perdía ese control.

—Le preguntaré a Hypnos si él considera oportuno que estés presente para la cena —indicó y Melínoe asintió—. Regresaremos en unas horas, aún hay algunas instrucciones que debo dar en el Inframundo. Estaremos de regreso a tiempo —Hades concluyó con intenciones de marcharse sin esperar alguna opinión, claramente, no esperaba demasiado que Caria le detuviera.

—Padre...¿podemos saber el motivo de esa reunión? —preguntó sintiéndose algo atacada por la última mirada que le dedicó Hades.

—Lo sabrás cuando llegue el momento —respondió y siguió con su camino.

Caria bajó la mirada y asintió.

Perséfone se sintió mal por la manera en que Hades se comportaba con Caria. Le indicó a Caria con gestos que no se preocupara y acompañó a Hades.

En cuestión de nada, Hades y Perséfone habían aparecido en el castillo del Inframundo. Perséfone aceleró el paso para alcanzar a Hades y ponerse frente suyo, estaba decayendo de su gracia su comportamiento tal hostil.

—Hades, quiero que me digas qué te sucede —puso una mano en su torso. Hades la miraba indiferente, de una manera tan poco afectiva que llegó a dolerle—. No me puedes seguir ocultando lo que te sucede y si es por mi culpa que estás así, dímelo ahora y no te desquites con los demás.

—Perséfone, mi actitud no la puedo cambiar porque no me siento bien con todo lo que está pasando ni con las decisiones que he tomado —respondió un poco más sutil.

—¿Qué decisiones? —preguntó encontrándose con el silencio. Hades cerró los ojos y alzó la barbilla. Perséfone no tenía un buen presentimiento—. Hades, ¿Quiénes vendrán a los Elíseos?

***

Nápoles, Italia.

Dionisio limpiaba unos vasos y copas con un paño blanco. Miraba de vez en vez a su mejor invitado del año que estaba con el rostro escondido entre sus brazos. No había querido molestarlo desde hace una hora pero verlo tan deprimido, le removía sus sentimientos. Quedaba fuera de lugar decir que era la primera vez que alguien deprimido visitaba su establecimiento pero sí era la primera vez que empatizaba con alguien.

¿Quién más que no fuera el dios del amor?

—Oye Eros, un poco más de ánimo. Vas a terminar por atraer a clientes deprimidos a hacerte compañía —decía a su estilo—, aunque pensándolo bien, sería buena idea de propaganda. No he tenido muy buenas ventas —Eros alzó el rostro para mirar a Dionisio y pronto volvió a azotar la cara en la madera—. Ya en serio, deja de sentirte mal, era una situación que no podías controlar.

—Soy un desastre —dijo antes de levantar el rostro. Dionisio miraba fijamente la marca roja sobre su frente—. ¿Cómo me atrevo a llamarme dios del amor sino sirvo para unir parejas? —jugaba con la pajilla de su vaso de agua.

—Te lo repito, era algo que no podías contro...

Eros golpeó la barra interrumpiendo a Dionisio y haciendo que brincara hacia atrás. Los vasos y las copas tintineaban.

—¡Son unos desalmados! Por culpa de ese par, me encuentro sufriendo...Nunca en toda mi carrera me había topado con personas tan ingenuas y difíciles como ellos.

Dionisio arrugó la frente y se acomodó el mandil.

—Creí que habías dicho que tu hermano y esa chica eran los más difíciles.

—Ni me los recuerdes porque ahora mismo acabo con mi existencia —dijo Eros, dramatizando.

—Vale, vale...entonces deja pasar esta situación y concéntrate en nuevas parejas.

Dionisio intentaba que Eros recobrara su autoestima pero en vez de eso, le tomó del mandil y lo haló hacia él con cierta agresividad o más bien, desesperación. Eros le dio un golpe en la frente.

—¿Qué no entiendes la gravedad de esta situación? En el pasado, Anteros me juzgó al considerarme un dios superficial del amor...¡Superficial! Y decidí cambiar de visión por él como símbolo de empatía pero con parejas así...—Una vena le latía en la frente—. Debo demostrarle que no soy ningún superficial y que soy tan digno de lograr que se enamoren profundamente sin necesidad de intervenir por la fuerza.

Eros fue soltando poco a poco a Dionisio. El dios del vino se sobaba el golpe de la frente con severas intenciones de darle un botellazo en la cabeza para que por lo menos perdiera el conocimiento por algunos minutos. Sin embargo, se le ocurrió una mejor idea para ayudar a su amigo, dependía de él aceptarla o no.

—¿Sabes? Quizás debas utilizar un poco de insensibilidad en tu trabajo. Si aceptaras la ayuda que te ofrecí hace días, podrías ahorrarte estrés y problemas.

—No, no. Eso no. Va en contra de mis principios. No voy a obligar a nadie a enamorarse con elíxires brutos.

Justo en el orgullo.

Dionisio tenía muy cerca de él un palo de madera que empleó recientemente para espantar a clientes alborotadores para utilizarlo con el dios.

Eros solía ser cruel cuando menos se lo proponía.

—Pero esta vez es diferente, he idead una nueva receta —dijo antes de ir a su bodega y traer una lata que colocó frente a Eros.

El joven miró ese objeto como si fuera a explotarle en cualquier momento.

—¿Por qué me traes una soda?

—No es cualquier soda —Puso los puños en su cintura—. Es una nueva bebida. Elimina las mentiras, influye a los sentimientos a que reluzcan sin impedimentos y lo más importante, está hecho a base de frutas y minerales que ayudan a mantenerte saludable —explicaba muy orgulloso de su trabajo.

A pesar de la entusiasmada exposición, Eros no podía confiar plenamente en las bebidas de Dionisio.

—¿A qué te refieres con que influye en los sentimientos?

—A que quien lo beba, será capaz de actuar según lo que sienta y al eliminar las mentiras, es una poderosa bebida de la verdad.

—Ya, ¿y los efectos secundarios?

—No los hay. Está comprobado —aseguraba alzando el pulgar—. Dáselo a quien sea más difícil de cooperar y verás los resultados en menos de una hora. Eso sí, te recomiendo que esté cerca ese par después de que se haya bebido esto.

Eros se mostraba cada vez más confiado en lo que Dionisio le decía, eso o era demasiada su desesperación y ansiedad que se vio fácilmente influido. Tomó la lata y supo muy bien a quién iba a dársela.

—¿Me aseguras que esto no hará que las cosas salgan de control?

Dionisio siguió manteniendo su gran sonrisa.

—Confía en mí, las cosas saldrán como quieres.

Eros sonrió como no lo había hecho en días. Alzó la lata hacia arriba como si se tratara de un premio valioso. Recuperó el brillo de sus ojos.

—Siendo así, ¡esto será épico! ¡Necesito grabar ese momento! —dijo pegando carrera lejos del lugar.

Dionisio mantenía esa simpática sonrisa pero sus ojos parpadeaban, reflejo de la asimilación de información.

—Eso no será buena idea...

***

Los rayos del Sol eran rasgados por los incontables árboles del bosque. Había tranquilidad pero no un completo silencio. El cantar de algunas aves, el viento acariciando las puntas de los árboles y la compresión de tierra a cada paso que se daba, quebraban esa mudez.

Garena andaba por el bosque al que su madre le indicó día y noche sin tener mucho descanso para que pudiera ir a buscar a Hécate. Creía que sería sencillo y que no sentiría nada en el trayecto, pero estaba equivocada. Aparentemente, parecía estar sola pero Garena se sentía observada. Quizás se estaba volviendo paranoica. Maldecía en sus adentros mientras seguía dando pasos cuidadosos pero constantes. Buscaba con la mirada la casa a la que su abuela la había llevado anteriormente. Dudaba que fuera a hallaría porque no tenía la menos idea de a cuantos años atrás fueron pero con sólo considerar la apariencia de Hécate, le parecía demasiado. Subió una colina no muy confiable. Tuvo que sujetarse de algunos troncos e inclinarse hacia adelante para mantener el equilibrio, a últimos pasos, su bota resbaló y cayó de rodillas. Se levantó tras un largo suspiro y sacudió su pantalón negro. Poco a poco, alzó la mirada con sorpresa; a unos cuantos metros más lejos, estaba la dichosa casa. Al menos esperaba que fuera la que buscaba. Siguió caminando sin mirar hacia otro lado. Llegó a la entrada y se detuvo por fin para tomarse su tiempo en analizarla. Sí era esa casa y no estaba como se la había imaginado, aún se sostenía y lo único que parecía afectado, era la fachada vieja y una que otra ventana.

Tras un impulso de valor, Garena golpeó sutilmente la puerta y enseguida se espantó por el graznido de un cuervo que salió volando desde una de las ventanas rotas y se detuvo en el techo de la casa. Garena sintió cómo los escalofríos recorrían sus brazos y espalda cuando vio al animal sin perderle de vista. Insistente, siguió golpeando la puerta con más fuerza pero al no recibir respuesta, decidió abrirla. Sorprendentemente, estaba abierta. Soltó un rechinido que alborotó más sus nervios. Entró y cerró la puerta, quiso ponerle seguridad pero fue imposible porque se trataba de una puerta con quien sabe cuántos años de existencia. Buscó rápidamente algo para colocarle y tomó una silla vieja para recargarla en la puerta. Sabía que eso no impediría que alguien entrara pero al menos estaría alerta por si hacían ruido. Sintiéndose más protegida en la casa, observó tranquilamente los alrededores; el interior sí estaba como se lo imaginó. Las paredes contenían demasiadas telarañas, el suelo parecía que no fue limpiado en toda su existencia y apenas tenía muebles...posiblemente frágiles.

—Hécate, ¿estás arriba? —preguntó al subirse al primer escalón, mirando hacia arriba.

Hécate no estaba.

Garena podría intentar regresar siguiendo las instrucciones que le dio Delia pero aún no quería irse. Subió los escalones con mayor cuidado como lo hizo cuando fue con Isine. Los rechinidos eran más fuertes y creyó que podría caer en cualquier momento. Una vez más, logró llegar arriba. Ignoró la puerta donde habían entrado aquella vez y continuo su expedición. Llegó a un cuarto más grande donde sólo había una cama más delgada de las que ella conocía y sin notorio uso.

Definitivamente, Hécate no pasaba tiempo por ahí.

Resopló largamente y se sentó con poca desconfianza en esa cama. Frunció el ceño. Esa cama era demasiado dura. Puso sus manos sobre los bordes antes de quitarse la mochila de la espalda y sacar el libro de magia además de una pequeña libreta donde anotó su logro por llegar a la vivienda de Hécate. Su madre le había aconsejado anotar todos sus avances, los logros obtenidos y en los que fracasó. Permaneció estática unos segundos antes de anotar en el apartado de fracasos un nombre:

"Ralen"

Melancólica, volvió a pensar en él mientras remarcaba su nombre con la tinta.

¿Qué estaría pasando con ese irritante hombre? Posiblemente ya hasta se había olvidado de ella, en cambio, Garena lo tenía muy presente. En las últimas noches no dejaba de pensar en él. Culpaba el haberlo besado porque desde ahí, fue cuando terminó derrotada por Ralen.

—¿Qué estarás haciendo, tipo sobreprotector? —Se preguntaba a sí misma entre suspiros.

***

Elíseos

Caria había dejado de leer la propuesta de Thanatos para canalizar mejor sus emociones en sus poderes. Pensaba obsesionadamente en aquella reunión que había organizado su padre.

¿Quiénes irían?

¿Con qué propósito?

Entre más lo pensara, menos ideas formulaba. Todo podía ser posible y ni así dejaba de sentirse tan nerviosa. Presentía algo y eso le preocupaba. Además, añadiendo la indiferencia de Hades hacia ella, lo complicaba aún más.

¿Y si ya se había enterado de todo?

Pensarlo, la calaba hasta los huesos.

Thanatos permanecía sentado frente a ella, tratando de ignorarla por si Melínoe estaba cerca espiando. Veía de un momento a otro a Caria en completo silencio y supo que algo no estaba bien. Quería saber qué le ocurría. Sintió la presencia de Hypnos llegando a los Elíseos, seguramente para continuar con sus instrucciones con Melínoe. Esperó un poco más antes de levantarse de la silla y acercarse hacia ella. Puso una mano sobre la suya.

Caria despertó del letargo masoquista con tan cálido tacto y le miró. Thanatos sonreía con cierta angustia.

—¿Está todo bien? —preguntó en voz baja.

Caria no estaba muy convencida en ser optimista, sobretodo porque él sabría si le mentía o no.

Se habían prometido no ocultarse nada.

—Mi padre hará una reunión aquí más tarde. Vendrán algunos dioses pero desconozco quienes sean. Esto...no me gusta. Apenas le pregunté la razón y me miró como si no me conociera —confesó cabizbaja—. Temo que sabe algo.

Thanatos le tomó la mano con mayor determinación, acercándola hacia sus labios. Después del reconfortante beso, acarició sus nudillos con sus dedos.

—No te preocupes demasiado, quizás y las cosas no sean como tú crees. Hades se encuentra muy presionado y debido a que tú y él no han resuelto sus diferencias como se debe, te genera este tipo de pensamientos.

—¿Tú crees? —preguntó con un poco más de fuerza.

—Sí. Él no lo sabe, recuerda lo que pasó la vez que se enteró que ustedes habían ido a la Tierra, no esperó ni un solo minuto para expresar su descontento. Si lo supiera, ya habría reaccionado.

Caria no podía ir en contra de ese argumento. Le daba la razón a Thanatos porque ella conocía bien a su padre, pero eso mismo era lo que le jugaba en contra: Si Hades se portaba así con ella, era por una mala razón.

—Cuando tenga un poco de tiempo libre, me gustaría hablar con él. Desde que regresamos, apenas y lo veo.

—Si se lo pides, no se negará. Tienes sentimientos hermosos pero eres igual de orgullosa que él. Sé tú quien de ese paso y evita discutir. Hades tiene sus razones para reaccionar como lo hace. No apruebo sus maneras de expresarlo pero lo entiendo. Él ha pasado por muchas cosas, en su mayoría difíciles y es por esa razón que desea evitar que vuelvan a ocurrir.

Caria no despegó su mirada de Thanatos. Agradecía el apoyo que le daba. Sin embargo, sus palabras tentaron a la curiosidad.

—He escuchado a varios decir lo mismo y sigo sin conocer ni una sola cosa por la que ha atravesado mi padre. Es como si todo fuera secreto y se empeñan en mantenerlo así. ¿Podrías ser tú quien me cuente alguno de esos eventos?

Thanatos desvió la mirada, fijándose en la mano de Caria. Fue soltándola antes de volver a mirarle directamente.

—No es algo que yo deba contarte —respondió con lamento y sutileza—, pero puedes preguntárselo directamente a él o a Perséfone. Ellos sabrán responderte mejor.

Caria tomó aire profundamente y asintió abatida.

—Lo entiendo. Quizás aproveche la reunión de hoy para preguntarle a mi padre si puedo hablar con él. ¿Tú qué piensas acerca de lo que te conté de esta reunión? ¿Crees que sea algo grave?

—No lo sé, es mejor no llegar a conclusiones anticipadas. Sin embargo, ambos vamos a descubrirlo juntos. Me ha pedido que esté presente.

—¿De verdad? —preguntó confundida.

Thanatos asintió.

—Ayer nos lo dijo a Hypnos y a mí.

Caria suspiró con alivio. Saber que Thanatos estaría ahí, le reconfortaba.

—Debemos fingir mucho mejor, ¿no?

—Evidentemente —sonrió y le dio un beso rápido en la frente—. Todo va a salir bien...ahora concéntrate de nuevo en la lectura, esta noche pondrás a prueba estos conocimientos.

***

Inframundo.

Perséfone estaba en el gran comedor en soledad. Así quería estar justo ahora. Estaba molesta y no deseaba estar cerca de Hades hasta que se calmara. Hades había intentado darle una explicación sobre su decisión repentina pero no quiso escucharlo. Muy raramente actuaba así pero había llegado a su límite con una sola razón. Tenía un nudo obstruyéndole en la garganta y los ojos le quemaban.

Hécate caminaba por el pasillo, pasando por el comedor. Retrocedió al ver que Perséfone estaba sentada hasta el final de la gran mesa. Perséfone alzó la mirada en cuanto escuchó el golpeteo del bastón. Estuvo a nada de pedirle que la dejara sola pero Hécate era la única con quien podía desahogarse.

—¿Qué es esto? Parece que el castillo va a explotar en cualquier momento —comentaba haciendo alusión al mal humor de Perséfone—. De tantos siglos que te conozco, jamás te había visto tan enfadada como ahora. ¿A qué se debe tu actitud?

—Es por Hades —Se cruzó de brazos e hizo un inusual mohín—. No quiero verlo.

Hécate se vio envuelta en curiosidad y burla. Eso era nuevo también.

—¿Qué hizo el troglodita? Debe haber hecho algo muy malo para que no quieras verlo, ¿Mente regresó? —Perséfone cerró los ojos con fuerza y todo su cuerpo se entumió. Hécate supo que había metido la pata aunque haya sido un comentario imposible dadas las circunstancias—. De acuerdo, no es eso. ¿Qué ha pasado?

Perséfone no sabía cómo comenzar, de sólo recordar lo que le dijo Hades, el nudo se aferraba más a su garganta.

—Desde que yo comí las semillas de la granada, Hades y yo hemos sido un equipo. Nos apoyamos y nos contamos todo...y la única vez que me ha ocultado algo o ha hecho cosas a mis espaldas, me ha decepcionado.

Hécate seguía sin entender el motivo de su enfado y no quería verse insistente pero, quería saberlo ya.

—Suéltalo, ¿qué hizo el cabeza de sandía?

—Hécate.

Hécate se estremeció al escuchar la fuerte y ronca voz a sus espaldas. Al mirar hacia atrás, se encontró con un Hades con ansías por degollar a quien tuviera enfrente.

—Hablando de...¿Has olvidado tus modales? No deberías espantar así a...

—¿Otra vez por aquí? ¿Puedo saber qué tanto haces en el Inframundo últimamente? —cuestionó con cierta rudeza.

Hécate no supo que contestar, increíblemente.

Perséfone suspiró y se puso de pie para defenderla.

—Está aquí porque me hace compañía. Creí haberte dejado en claro que no quería verte.

—Y pensaba darte tu espacio pero no puedo dejar las cosas así —respondió enseguida. Hades repasó mirada nuevamente en Hécate sin abandonar su crueldad—. Déjanos solos —pidió a modo de orden.

Hécate se encogió de hombros y asintió.

—Es una buena idea —dijo marchándose de ahí.

—Hécate —Llamó nuevamente Hades. La mujer se giró de una manera lenta y torpe para escuchar al dios del Inframundo—. No es necesario que estés aquí. Te pediría que no vuelvas.

Hécate alzó sus cejas y miró a Perséfone con desconcierto. La diosa estaba con la misma expresión de asombro e incredulidad.

—¿Me estás pidiendo que no regrese nunca más? —preguntó Hécate con ultrajo.

—Sí. No quiero verte ni aquí ni en los Elíseos y te lo estoy pidiendo de buena manera —recalcó Hades.

—Hades...—Llamó Perséfone indicándole con la mirada que estaba rebasando un nuevo límite.

Hades no tomó en cuenta su opinión.

Hécate asentía lentamente, sintiendo una oleada de sentimientos contrariados, entre ellos, la decepción y ofensa.

—Sí así lo desea, que bien le sirva —dijo antes de desaparecer de allí.

Hades levantó el mentón sin arrepentimiento. Miró a Perséfone. Sus ojos azules brillaban de rabia.

—¿Por qué lo has hecho? No tenías por qué ser tan duro con ella —Le reclamó.

—No lo fui. Fui directo como me lo ha pedido muchas veces.

—No debiste echarla, ella ha hecho mucho por nosotros y por Melínoe, ¿ya se te olvidó?

Hades negó con la cabeza.

—Tengo muy buena memoria —dijo sin siquiera parpadear. Perséfone no le quitó la vista de encima. Hades no iba a intimidarla con sus recias palabras. Por el contrario, Hades apartó la mirada y pasó la mano por su cuello, como si lo masajeara—. Perséfone, no he regresado contigo para volver a discutir. Quiero que estemos bien para cuando llegue la reunión.

—Te felicito, haces un buen trabajo para empatizar conmigo —respondió.

Hades enarcó una ceja por su contestación sarcástica.

—Aunque no lo creas, tengo mis razones y es de eso de lo que quiero hablarte.

Perséfone alzó la mano como muestra de su rechazo.

—Hablaremos cuando sepa el resultado de tu decisión —Se acercó hacia él, retándolo con la mirada. No le importaba la gran diferencia de estatura—. Más te vale que tu decisión tenga aceptación porque de lo contrario, tú y yo hablaremos seriamente —Clavó su dedo en su torso.

Le advirtió con su sutilidad mezclado con enfado y se marchó de ahí pisando fuerte.

Hades se sobaba en donde recibió el piquete mientras la observaba marcharse. Suspiró largamente y se sentó rendido en una silla.

No estaba contento con lo que estaba pasando ni con lo que pasaría.

***

Hécate apareció en su casa sin dejar de pensar en lo que había pasado. Hades había sido más duro con ella que lo que fue hace mucho tiempo cuando decidió ayudar a Deméter.

¿Qué mosca la habrá picado?

Es cierto que ella también veía que Hades parecía planear algo pero no creyó que tuviera una actitud hostil. Por inercia, miró hacia la puerta y arrugó la frente con posesividad cuando vio una silla recargada en ella. Agarró con fuerza su bastón y golpeó una pared.

—¡¿Quién está aquí?! —Garena quien comenzaba a quedarse dormida, reaccionó de golpe con la agresiva pregunta. Guardó inmediatamente sus cosas en la mochila y la colgó a su hombro—. Si no bajas ahora mismo, juro que te perforo con mi bastón y mira que no estoy de humor.

Garena asomó la cabeza y vio a Hécate echando humo por la cabeza. Levantó las manos en símbolo de paz.

—Soy yo —respondió. Esperaba que fuera suficiente para evitar que Hécate se desquitara con ella.

Hécate levantó la cara con sorpresa. En vista de que no iba a hablar hasta no escuchar una mejor explicación, Garena bajó los escalones con presura lo que provocó que se rompiera la madera de uno de los últimos escalones y cayera contra el suelo. Afortunadamente metió las manos y evitó que se golpeara la cara. Avergonzada, se levantó lentamente y fingió que la caída no le había dolido en absoluto.

Hécate no se inmutó, ni siquiera se preocupaba. Desvió su mirada y la clavó en el escalón roto.

—¿Sabes cuántos años tenía esa madera? ¿Cómo piensas que voy a subir los escalones con semejante hoyo en mi camino?

Garena se sacudió las rodillas y miró hacia atrás. Era muy notorio el agujero.

—Seguramente proviene de los árboles de la prehistoria, en cuanto a lo otro, yo no tengo la culpa de que esta casa esté a punto de derrumbarse —Se defendió—. De haber estado aquí antes, nada de esto hubiera pasado.

—¿Qué haces aquí? —Exigió saber—. ¿Cómo llegaste?

—Vine a buscarte, mi madre me enseñó a hacer un hechizo para aparecer aquí.

Hécate la observaba suspicaz.

—Ajá...y yo tengo quince años —comentó con severa burla.

Garena rechinó los dientes. No la aguantaba.

—Eso ni se duda —Hécate alzó el bastón para golpearle y Garena retrocedió a tiempo—. ¡Deja de golpearme! Si he venido aquí ha sido por consejo de mi abuela y mi madre, no porque me guste su presencia.

El bastón volvió a tocar el suelo.

—¿Al fin recapacitaste y vienes a pedirme ayuda?

—Como dije, no lo hago por gusto...lo hago por si se presenta la oportunidad de ayudar. Quiera o no, tú puedes ayudarme.

—Ya veo...—La analizó de arriba abajo—. Has aceptado lo que eres y decidido que tu destino es ser bruja.

Garena volcó los ojos con hastío.

—No tanto así y no pienso darte un discurso elemental para que me ayudes —Garena estaba muy decida, además de que el enojo la impulsaba a hablar rápido—. ¿Qué es lo que debo hacer primero? No quiero perder el tiempo.

—Esa es la actitud. No hay tiempo que perder —Le dijo y le lanzó una escoba que estaba cerca.

Garena miró la escoba sin entender muy bien a lo que se refería.

—¿Quiere que comience a volar en esto? —preguntó irónica.

—No, quiero que limpies tu desastre y lo arregles —Le ordenó.

Garena bufaba con escepticismo.

—No estará hablando en serio. Señora, yo no vine a hacerle el aseo.

—O lo haces o te convierto en tablones para el escalón. Tú eliges —Se cruzó de brazos con satisfacción. Disfrutaba de ver cómo Garena se pensaba muy bien una decisión que no tenía otra solución—. Voy por leña, dejaré que te relaciones con la escoba.

Garena imaginó que metía el pie entre los pies de Hécate para que cayera. Se quitó la mochila nuevamente y la aventó contra una de las sillas, provocando que se rompiera.

—¡O qué la...! —exclamó sin siquiera concluir su frase.

Estaba tan enojada que no se percató que Eros la observaba por una de las ventanas rotas.

<<Esta mujer tiene un carácter difícil...cuando beba esto, espero que se relaje>>, pensó mientras ponía la lata de "soda" cerca de un estante. <<Ahora, hay que ir por su caballero>>.

***

Elíseos.

Habían pasado casi dos horas y tanto Caria como Melínoe estaban esperando a que la reunión comenzara. Caria observaba que Hades y Perséfone mantenían su distancia. Algo no le cuadraba de su comportamiento porque ambos eran muy unidos. Desde que regresaron del Inframundo, la tensión entre ellos era palpable. Cambiando de rumbo, dirigió su mirada hacia Thanatos con discreción. Contuvo sus suspiros y volvió a ignorarlo, sabía decisión porque Melínoe la veía con detalle.

—¿Nerviosa? —preguntó, rompiendo el silencio.

—Desconcertada. No entiendo el motivo por el cual se ha organizado una reunión de un momento a otro. ¿Tú lo sabes?

—No pero, ¿y qué? Lo que sea que tenga que pasar, que pase. Dudo que sea algo raro —comentaba muy segura de sí misma.

Caria analizaba a Melínoe mientras hablaba. Quería contagiarse de esa confianza suya pero no podía seguir ignorando una presión en el pecho.

—Ojalá tengas razón —dijo como complemento y con algo de desconfianza.

¿Melínoe tendría algo que ver con esa reunión?

Ya no podía creer en ella tan fácilmente, ya había dejado muy en claro el propósito de sus acciones. Ahora dudaba que esa seguridad fuera realmente pura.

Caria sentía que debía alejarse de ella de nuevo antes de mostrarle su incomodidad. Hasta parecía que lo hacía a propósito. Se giró para buscar un pretexto con el cual irse un momento y se llevó una sorpresa. En el camino, veía a cierto hombre acercarse. Verlo ahí, provocó varias preguntas. Por un lado se alegraba pero por el otro, se sentía desorientada. Caria dudaba en voltear a ver a Melínoe para asegurarse si estaba atenta a la nueva visita; lucía inconsciente de su presencia. Quería hablar con él sobre Melínoe sin que ella escuchara pero tal parecía, que él estaba gustoso por informar de su llegada.

—Macaria, ¿cómo estás?

Melínoe enderezó la espalda con temblor al escuchar esa voz y cerró los ojos.

<<No puede ser>>, maldecía por dentro.

Caria supo que el saludo tenía doble intención. Miró de reojo a Melínoe pero al seguir de espaldas, fue imposible ver su expresión.

—Bien, gracias...¿Qué haces aquí?

Fobos continuaba con su singular sonrisa confiada. Desvió la mirada hacia Melínoe y rio porque insistía en ignorarlo. Reparó de nuevo en Caria.

—¿En serio no lo sabes?

Su pregunta opacó todo rastro de sonrisa en el rostro de Caria. Volteó a ver rápidamente a Thanatos, olvidando ser discreta. Dio un paso para ir hacia él y contarle lo que podría pasar. Sin embargo, se le fue impedido. Caria miró inerte a Fobos en el momento en que tomó su mano para besarla. No supo como reaccionar.

Melínoe volteó a ver y su cara casi se deformaba por la impresión. No era la única que estaba reaccionando mal. Thanatos había visto fijamente en dirección a Caria cuando Fobos apareció. Cuando lo vio tomar su mano, la mente se le nubló. Hypnos, que estaba a su lado y que ya hacía sus propias suposiciones sobre lo que pasaría si Thanatos seguía mirándolos así.

—La cabeza fría, Thanatos —Le dijo teniendo el cuidado de que nadie los escuchara.

Thanatos miró por el rabillo del ojo a Hypnos e intentó hacerle caso. Era complicado considerando que no confiaba en Fobos del todo desde su último encuentro. Los siguió mirando con sumo interés. Todo parecía ir en cámara lenta. En un abrir y cerrar de ojos, el pechó comenzó a rebotar y no precisamente por su ataque de celos. Miró con reproche a Hypnos y se contuvo de no sujetarle y aventarlo contra la pared.

—Tú sabes por qué estamos aquí...y no me lo dijiste antes —Lo acusó sin siquiera preguntar.

Hypnos se limitó a no mirarlo pero sentía la rabia contenida de su hermano.

—¿Qué ibas a hacer si te lo decía antes? Las cosas no iban a cambiar.

Thanatos quiso matarlo. ¿Cómo podía ser tan indiferente con lo que sentía?

Ahorrándose los insultos y los impulsos, vio a Caria de nuevo y sintió que la estaba perdiendo debido a aquel arreglo del que se había discutido en la última celebración de cumpleaños de Caria en la que estuvo presente.

Fobos levantó la vista sin desprender la mirada en Caria.

—No pierdas de vista tu objetivo. No te desconcentres —Le susurró.

Caria pestañeó dos veces, asimilando lo que le dijo.

—¿Todo bien?

Caria volteó a ver a Hades quien dirigió su pregunta hacia ambos. No estaba solo, Ares y Afrodita también estaban ahí.

Comenzó a sentir una obstrucción en la garganta. La rubia diosa no perdió ni un segundo en dedicarle la más despreciable de sus miradas; ni intentó ser discreta. Ares fue el único que alcanzó a notar los malos modales de Afrodita y renegó con la cabeza.

***

Sus piernas no dejaban de moverse por debajo de la mesa. Tenía el deseo de salir corriendo de allí y acabar con la noche más pronto de lo que se esperaba pero, ¿qué iba a cambiar? Ojalá sólo fuera su mente jugándole una broma. Intentó lucir normal pero le resultaba más difícil fingir estar bien que fingir ante Melínoe. Cualquiera que le mirara a la cara directamente, se daría cuenta de la angustia que tenía.

Sin embargo, Caria no era la única que se la pasaba mal, Melínoe ya no estaba con esa confianza que tenía antes de que los invitados llegaran. Hypnos se percató que algo no andaba bien con ella. Su semblante mostraba malestar y supuso que se debía a que se estaba esforzando por quedarse ahí.

¿O no?

Lo cierto es que no se la estaba pasando bien.

Melínoe tragaba saliva constantemente. Se sentía mal. Tensa y con la mente obstruida por todas las sensaciones de su cuerpo. Levantó la mirada hacia enfrente, para su mala fortuna, Fobos se sentó frente a ella y la ignoraba. En todo ese rato en que conversaban sus padres con los de él, no la había mirado ni un momento. Como si no existiera. Quiso hacer lo mismo, utilizar el mismo filo en su indiferencia. Lo veía reírse solo, con esa sonrisa que tanto detestaba. Terminó enojándose consigo misma por lo irónica que era su vida. De repente, se llevó la mano hacia la cabeza. Comenzó a sentir miedo.

¡Ahí estaba su maldición haciéndose presente de nuevo gracias a la presencia de Fobos!

Por eso le odiaba...él la volvía vulnerable.

No sería sorpresa que en cualquier momento desatara su locura.

Debía irse...quería irse.

¿Para qué estar ahí? Con solo verlo con su familia, reconocía el propósito de esa reunión. Aunque era raro que Deimos no se presentara. Siempre andaban juntos.

No quería ser partícipe de eso.

—Padre —dijo Melínoe, llamando la atención de los presentes.

Caria estaba atenta de escucharla pues sentía una hostilidad comprimida. Limitada.

—¿Qué ocurre, Melínoe? —preguntó Hades, observándola.

—Te ofrezco disculpas, pero debo irme. No me siento bien —confesó.

Caria alzó las cejas al escucharla y mirarla. Fue como si la Melínoe del pasado volviera a emerger en menos de un segundo.

Hades suspiró largamente y terminó por aceptar su petición.

—Puedes hacerlo —autorizó.

Melínoe agradeció con un movimiento de cabeza y se levantó para marcharse. Ni así, Fobos parecía interesado.

Perséfone la observó marcharse, al igual que todos. Ella sabía que tarde o temprano se sentiría mal. Deslizó una mirada hacia Caria y no la vio para nada contenta. Ella misma tampoco no lo estaba. Observó fijamente a Hades, dejaba su copa sobre la mesa y perfeccionaba su postura.

Ahí venía la peor parte.

Con mirada esperanzada, esperaba que alguien más interviniera y diera más pauta a esa decisión precipitada.

—Me parece que estamos retrasando el asunto central —comenzó a hablar Ares.

La manera en cómo habló y retomando "un punto central" de su reunión, heló por completo a Caria.

Thanatos fue testigo de su inquietud. Él no estaba mejor.

—No podría estar más de acuerdo —añadió Hades, levantándose—. Esta no es una reunión que cuente con su respectiva formalidad. Sin embargo, es aceptable por cumplir un objetivo...compartir el propósito —explicaba, repartiendo su mirada hacia todos—. Hace algunos años comenzó a discutirse sobre los planes de formar una alianza...a través del matrimonio.

Cuando Caria escuchó esa palabra, quiso llorar.

Thanatos sentía constantes golpes en su interior, compartiendo el mismo lamento.

Melínoe estaba detrás de una de las paredes. Había decidido quedarse para escuchar el discurso de Hades. Ahora, se arrepentía de no haberse ido directo a su habitación. Comenzó a caminar lento por el pasillo que conducía a su dormitorio mientras asimilaba la realidad. Entró a su recámara y cerró la puerta. Recargó la frente en ella y golpeó el borde de la pared con su mano. Ese dolor que sentía, lo fue convirtiendo en rabia; era mejor llenarse de ese sentimiento que le fortalecía que debilitarse por la decepción. Giró sobre la puerta y quedó así por algunos minutos. Fijó su vista hacia enfrente donde mostró mayor interés en la figura de alguien que se formaba. En la habitación, sólo había una vela encendida, lo que reflejaba mejor aquella figura. Tomó el candelabro y apuntó la luz hacia enfrente. Al fin pudo ver de quién se trataba y no podía creerlo.

—¿Tú?

Mientras tanto.

Afrodita puso los ojos en blanco y se cruzó de brazos. No existiría otra forma de desaprobación que esa. Hades la miró, enarcando una ceja.

—¿Hay algo que te molesta, Afrodita?

La diosa parecía agradecida de que al fin se dirigieran a ella. Se acomodó en la silla con eufemismo.

—No me gustan los rodeos y no me agrada el motivo por el cual ustedes dos parecen tan ansiosos —indicó con severidad.

—Afrodita —Ares le llamó la atención a modo de advertencia—. Aún no damos el aviso.

Afrodita se dejó caer de mala gana sobre la silla.

Caria apretó dientes y respiró hondo. Compartió una mirada con Thanatos. Él pareció entender perfectamente lo que quería hacer y le suplicó con la mirada que no lo hiciera.

Hades continuó hablando en dirección a Afrodita.

—Este arreglo ya lo habías tratado y creí que estabas de acuerdo, Afrodita —dijo como si quisiera que entrara en razón. Cambió su atención hacia Caria quien aún no se animaba a mirarlo por la contener su frustración—. Macaria, eres mi primogénita y dependo de ti para mi sucesión. Aún falta que aprendas demasiadas cosas pero considero que lograras obtener la madurez y experiencia que se requieren para dirigir el Inframundo —hizo una pausa, esforzándose por continuar—. Por eso considero que lo mejor para obtener dichos atributos, es a través de tu unión con Fobos, el hijo mayor de Ares y Afrodita.

Por fin lo dijo. Thanatos no se imaginó el impactó que tendrían esas palabras cuando por fin, ese matrimonio se hiciera oficial.

Caria cubrió la mitad de su cara con la mano antes de azotar las manos sobre la mesa y ponerse de pie. Le clavó la mirada a Hades.

—No voy a hacerlo —dijo determinante. Con fuerza.

Se creó un monótono silencio.

Hades arrugó la frente y se inclinó hacia enfrente, estaba a unos cuantos asientos a lado de él.

—¿No? —preguntó como si no la hubiera escuchado—. Macaria, ¿no has escuchado el por qué debes casarte con Fobos?

—Lo escuché y no me importa. No voy a casarme con él —siguió enfrentándolo.

Afrodita curveó los labios, dándole paso al drama. Incluso Fobos estaba sorprendido.

Hades ya estaba enojado por la manera en que le hablaba.

—Me estás faltando al respeto, y no lo voy a permitir —indicó duramente Hades.

—Decirte lo que no quiero hacer, no es faltarte al respeto —Se defendió—. En todo caso, tú me faltas el respeto a mí al tomar decisiones que no te corresponden.

Caria tenía los ojos aguados. Era un verdadero milagro que pudiera hablar fluido aun cuando se le empezaba a entrecortar la voz.

Hades no daba crédito al comportamiento de Caria.

Thanatos estuvo por levantarse para defenderla de la severidad de Hades. Sin embargo, Perséfone indicó con su mano que no lo hiciera.

—Hades, esto se está saliendo de control —decía Perséfone, tratando de que las cosas no empeoraran.

Con su notable orgullo y necedad, Hades no escuchó las palabras de su esposa ni abandonó su atención en Caria para volverla a enfrentarla.

—La decisión está tomada, vas a casarte con Fobos y no está a discusión. Te guste o no, es lo que vas a hacer.

Las lágrimas no tardaron en salir. Agachó la cabeza, buscando fuerzas para seguir defendiéndose. Una de sus lágrimas quedó impregnada en la madera. Levantó el rostro y miró a Hades, sin rendirse aún.

—Si te importa tanto que yo ocupe tu lugar...mejor busca a alguien más, a mí no me vas a obligar a hacer algo que no quiero.

—¡Macaria! —Hades exclamó con ira—. ¡Vas a hacer lo que e digo y es suficiente!

Sin poder contenerse más, Thanatos se levantó y se puso frente a ella. Hades enarcó una ceja cuando vio la iniciativa de Thanatos.

—No le levante la voz. Caria no tuvo la intención de ofenderlo, sólo está defendiéndose de una decisión que no le fue consultada —dijo manteniéndose cabal.

—No te metas en esto, Thanatos. ¿O es que la seguirás defendiendo después de su comportamiento? —preguntó Hades.

—La defenderé de todo lo que sea necesario y de quien sea —dijo con total seguridad.

Hades guardó sus palabras y le miró con ojos entrecerrados.

Hypnos renegaba en su interior por el impulso de Thanatos.

Caria, quien ya no podía soportar más, se fue de allí corriendo. Thanatos volteó a ver cómo se iba.

Perséfone suspiró y negó con la cabeza.

—Thanatos, ¿podrías ir con mi hija? Eres su maestro y aceptará escucharte —indicaba Perséfone con sutilidad.

Thanatos asintió y fue tras ella. Hades lo seguía con la mirada. Se sentó cuando lo perdió de vista.

Se creó un silencio incómodo entre los restantes. Afrodita soltó una risa hueca que acaparó el interés de los demás, excepto de Hades quien lucía muy consternado.

—Esa es una de las razones por la cual me niego a que mi hijo se case con Macaria. Su presencia no es compatible con la seguridad y madurez de Fobos.

Perséfone la acribilló con la mirada.

—Estás hablando de mi hija y no vuelvas a hacerlo si no quieres verme realmente enojada.

Afrodita le dedicó una de sus mezquinas miradas.

Hades ignoraba todo ese evento entre las diosas. Su mente estaba acaparada de otros pensamientos.

***

Caria no quiso ir a su habitación esta vez. No le apetecía ir a desahogarse entre paredes cortas. Tampoco pudo explicarse porque había corrido hacia la biblioteca, quizás porque desde que regresó, ese lugar le proporcionaba confort y felicidad por ser ahí donde se encontraba con Thanatos. Caminó hacia el fondo de las estanterías mientras se secaba las lágrimas.

Le dolía. Debió haberlo imaginado desde que Hades les indicó reunión, desde el primer momento en que vio a Fobos ahí y no cuando él mismo se lo dio a entender. Por un instante, había creído que su presencia se debía a Melínoe y no a ella.

Una de las cosas que tanto temía, estaba ocurriéndole por fin.

Se negaba a cumplir con lo que Hades le ordenaba. No sería capaz de hacerlo ni a la fuerza.

Escuchó la puerta abrirse, temblando de que pudiera ser Hades. No podía explicar el alivio que sintió cuando vio a Thanatos yendo a buscarla. No podía mirarle bien la cara debido a las lágrimas obstruyendo su vista.

¡Al demonio con las apariencias! Sólo quería abrazarlo.

Sin dudarlo más, se acercó dando pasos rápido y se estrelló en su pecho. El calor que emanaba, era un aliciente para ella. Sus lágrimas mojaron sus ropas oscuras.

Thanatos se resistió al principio para concebir ese abrazo, pero al final, no pudo evitarlo más. La estrechó entre sus brazos con fuerza. Al igual que ella, estaba desmoronándose por dentro.

—Caria...no llores así, sabes que no me gusta que lo hagas —decía con una voz tan dulce que sólo provocaba más el fluir de su llanto.

—¿Cómo hacerlo? No quiero...me van a separar de ti —decía sin poder controlarse.

Thanatos acarició sus cabellos y tomó su rostro. Se agachó un poco para mirarla fijamente y sonrió.

—Te he prometido que no nos separarían y no van a hacerlo —besó sus mejillas, tratando de controlarla.

Caria seguía sintiendo las lágrimas calientes resbalar por sus mejillas pero al menos, ya podía verlo mejor. Le tomó del rostro y se imaginaba que lo perdía. Lo abrazó del cuello, como si fuera a irse justo en ese instante.

—No quiero perderte —Le dijo con voz ahogada.

Thanatos tenía la sensación de querer llorar también pero no iba a hacerlo porque quería compartirle la fuerza a Caria, para que no se rindiera.

—Mírame —Le pidió. Caria negaba pero Thanatos le tomó de los brazos para animarla a hacerle caso. Dudosa, lo hizo. Thanatos apoyó su frente a la suya—. Sólo hay una manera para que nos permitan estar juntos y esa es diciendo la verdad —suspiraba. Sonrió por aferrarse a esa solución—. Voy a hablar con Hades, ahora mismo. Le diré todo...Le diré cuánto te amo y que haré lo que sea por ti.

—No va a escucharte...no escucha a nadie —decía secando sus lágrimas.

—Sé que lo hará. Entenderá la situación y aceptará lo que sentimos. Por favor, ya no llores más —Le pedía con súplica. No le gustaba verla mal.

Caria quería creer que esa sería la única solución para que puedan seguir juntos sin tener que fingir ni esconderse. Dibujó una frágil sonrisa y volvió a rodearle el cuello con sus brazos.

—Prométeme que no me dejarás, pase lo que pase.

—Lo prometo —Le sonrió y pasó un dedo por sus labios.

Se inclinó hacia ella para besarla como si fuera la última vez que pudiera hacerlo. Sus respiraciones entrecortadas no les impedían entregarse con ese gesto de amor. Parecía que nada les impediría seguir besándose, pero sí fue así.

Se escuchó que la puerta se cerraba.

Ambos miraron hacia la entrada. No había nadie pero no cabía duda de que sí lo hubo y no se dieron cuenta. Se miraron con temor.

—Than, alguien nos ha visto.

Thanatos asentía. Era seguro porque él había cerrado la puerta cuando fue a buscar a Caria. Resopló y pasó su mano por sus cabellos.

—Esto se está complicando aún más.

—¿Crees que haya sido Melínoe?

—Puede ser y por eso, debo ir a hablar con tu padre ahora mismo antes de que se entere por ella o alguien más.

Thanatos estaba decidido a ir a enfrentar a Hades. Lo haría porque quería estar con Caria y porque al igual que ella, no deseaba que ese matrimonio se llevara a cabo. Estaba a nada de perderla y él iba a hacer todo por quedarse a su lado.

*****************************************

¡Hola! ¿Cómo están?

¡No tienen idea de cuánto los he extrañado!

Tuve que organizarme muy bien con mis actividades de la Uni para poder escribir este capítulo.

¡Wow! Esto es impactante, ¿no creen?

Han sucedido varias cosas que no se han aclarado en este capítulo pero que te dejan con intriga.

1.- ¿Por qué Hades echó a Hécate del Inframundo y los Elíseos?

2.- ¿Qué otras decisiones crees que ha tomado Hades además del matrimonio oficial?

3.- ¿Qué efectos tendrá la bebida que Dionisio le dio a nuestro deprimido Eros? ¿Logrará cumplir su propósito?

4.- ¿A quién se encontró Melínoe en su habitación?

Y la más importante, intrigante y severa...

5.- ¿Quién vio a Thanatos y Caria en la biblioteca?

¡Espero con ansías sus teorías!

Para finalizar, quería agradecerles por el apoyo que he recibido tanto en la lectura de las historias como en sus opiniones. Gracias por indicarme que les gusta la historia, sus personajes y que no desean que ningún capítulo sea eliminado. Así que, he decidido no hacerlo J.

También quiero agradecer a todas aquellas personitas hermosas que recomiendan mis historias. No me molesta para nada sino todo lo contrario, logran que muchas más personitas lean las historias y se integren a esta hermosa comunidad, porque eso es para mí :D.

Como último punto, no quise ofender a nadie con mi actualización anterior sobre los plagios y aclaración de personajes, lo hice porque me pareció importante que supieran mi opinión al respecto y que apoyen a los autores originales en caso de algún plagio. Lo de los personajes de Caria y Melínoe fue sólo aclaratorio, no me moleste en ningún momento con nadie y me alegra que haya recibido buena aceptación.

Ahora sí, sin más por el momento, quedó a sus órdenes para cualquier duda, aclaración o teoría.

(Me escuché bien formal xD)

Espero leernos pronto y...¡deseo que les haya gustado este capítulo :D!

Les mando un fuerte abrazo!!

PD. PRONTO LES TENGO UNA SORPRESA ;)

Cuídense mucho.  

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