One-Shot
Siempre ella, adueñándose de mis sueños, causante de mis desvelos, de que cada pensamiento indefinidamente termine en su nombre, anhelando tenerla cerca, ver esos ojos del color del caramelo, derritiéndose amorosos y dulces, derruyendo mi estúpido corazón, provocando que mi mente se carcoma en la desazón de su indiferencia hacia a mí, mientras que para el resto del mundo es cálida, cariñosa, sumamente amable y amorosa con esa sonrisa sincera dibujada en sus labios rojos, para mí solo existe la dolorosa sensación de que no soy nadie.
Siempre ella, mi victima predilecta. Yo su verdugo insaciable en mis años de oscuridad y desesperanza, yo el causante de sus lagrimas y del dolor reflejado en su rostro por breves instantes antes de que orgullosa me encarara apretando los puños y dejando fluir sus palabras inteligentes y sabiondas en discursillos que elocuentemente me mandaban a la mierda.
Ella de mirada triste y apremiante cuando recibía mis insultos, ella valiente sosteniendo mi mirada fría y gris inyectada de odio y rencores infundados, levantando la barbilla orgullosa sin perder esa batalla de miradas.
Ella de ojos brillantes, vivaces e inteligente, esos compasivos, protectores y tan bellos como los atardeceres muriendo con lentitud antes de mostrar un hermoso manto de estrellas coronado por la palidez de una tímida luna… Siempre ella con sus cabellos meciéndose como por descuido sobre sus hombros y espalda, como el oleaje de un mar embravecido, revuelto e impetuoso, rizos imperfectos de color castaño, alborotados, pero seguramente tan suaves como todo ella.
Siempre ella e inevitablemente yo fuera de su vida, sin poder siquiera tener la esperanza de formar parte de ella, de que me mire alguna vez sin desconfianza y las sombras de todas esas heridas causadas en los viejos tiempo.
Siempre ella, sentada frente a una pequeña mesa del fondo, disfrutando de un humeante café como cada tarde después de su jornada, con la vista perdida entre las páginas del profeta y de tanto verla podía saber exactamente que articulo lee por su rostro expresivo, levantaba la ceja de vez en vez cuando algo la sorprende o su ceño se frunce molesto con algo particularmente ofensivo o carente de gusto, otras tantas veces una débil sonrisa levantaba las comisuras de sus labios ante alguna curiosidad graciosa o una bobería.
Ajena a todo, en la burbuja de su vida, se pierde en esas páginas, devorando con ferocidad las letras, perdiéndose en artículos efímeros, aventureros, interesantes, graciosos o vánales. Coge la taza distraída y da un sorbo, y no dejo de pensar en cuanto quisiera ser yo esa delicada tasa para poder sentir el toque de sus labios, el sabor de su boca combinado con café.
Aturdido muevo la cabeza volviendo a mi realidad, a esa donde no puedo ser esa tasa, donde no puedo ser solo un hombre que se le acerque con ganas de platicar y con un poco de suerte de algo más, al menos una sonrisa.
Yo no tengo derecho siquiera a pensarlo, pero cuanto lo deseo, cuanto quisiera ser un hombre cualquiera, uno sin un pasado tan turbio como el mío, alguien sin un apellido que cuidar y una fortuna que despilfarrar, uno que pudiera cruzar esos escasos metros de distancia y decirle todas esas cosas que nunca fui capaz de decirle.
Sí, siempre fue ella, a pesar de mi resistencia y la negación inicial, a pesar de ir en contra de mis creencias estúpidas de la sangre, esas donde atentaba contra los principios de mi familia, contra el buen nombre y toda esa mierda que no sirve para nada, más que para joderme la vida. Por eso era su verdugo, para castigarla y así castigarme a mí mismo por ser un maldito cobarde.
Ahora la veo, como cada tarde apartada del bullicio, escondida en ese rincón del café, porque no gusta de la fama de ser una heroína, porque prefiere pasar inadvertida y disfrutar de su café en silencio sin ser interrumpida con los halagos de todos esos impertinentes que después presumirán de haberla conocido, incluso de haberse hecho sus amigos.
La veo apartarse un rizo rebelde del rostro, sin ser consciente de esa sensualidad latente en cada movimiento, en cada gesto descuidado, en la manera que muerde su labio inferior como una costumbre nerviosa que nunca pudo dejar atrás.
Apuro el último trago de café amargo, ya frio por pasar tanto tiempo solo admirándola, tengo que irme, alejarme de ella una buena vez, antes de enloquecer y gritarle todas esas cosas que he guardado por años y que cada vez me cuesta más retener sin sentir ese vacío en el estomago y esa opresión en el pecho cada que la veo partir de ese café.
Siempre fue ella y quizás siempre lo será, ¡Qué más da que nunca sea mía! ¡Qué más da que nunca lo sepa! lo sé yo y basta. Y soy un cobarde, quizás el más grande del mundo, pero no puedo acercarme y ensuciar su existencia con mi sola presencia, pues aunque me duela se que ella merece alguien mejor, alguien valiente, alguien que hace años ya hubiera cruzado esos cuantos metros para declararle su amor, alguien que pudiera tomarla de la mano y presumirla al mundo sin miedo de mancharla con su pasado.
Claro ella merecía a alguien que no hubiera sido un mortifagos renegado, un paria de la sociedad, podrido en dinero pero marcado por la vida y la desventura. Ella merecía alguien de quien estar orgullosa, alguien que la amara, aunque estoy seguro que nadie podría amarla tanto como yo.
Quizás ella nunca lo sabrá, quizás nunca podría darse cuenta de ese amor tan silencioso que lo fue cubriendo todo hasta hacer que el resto de mi vida perdiera sentido, quizás mi más grande prueba de amor es alejarme y no perturbar su vida perfecta con mi presencia.
Sonrió con ironía, con tristeza, sonrió para no llorar ante esa afirmación que me está destrozando, pero era cierto, yo no soy bueno, no lo suficiente para ella. Mi pasado es demasiado oscuro y mi presente demasiado simple para merecerla.
Pago la cuenta intentando no mirarla más, es la primera vez que abandono ese café antes que ella y aunque duele lo inimaginable me he prometido no regresar, ya no tiene caso torturarme, sabiendo que ella merece algo mejor que yo, alguien valiente.
Siempre ella, siempre lo fue aun cuando no lo sabía con certeza, lo era antes quizás de darme cuenta, antes o después de cada insulto o quizás entre peleas, en algún momento aun sin quererlo se coló hasta el fondo de mi alma y se alojo ahí para nunca marcharse… por eso me voy yo con su recuerdo, sabiendo que siempre fue ella la elegida, ella la que mi corazón me dicto que amara sin importar los inconvenientes que traería.
Miro por última vez hacia su mesa y con decepción veo que se ha marchado, pero pienso que quizás es así mejor, antes de tener motivos de perderme de nuevo al admirarla.
Camino despacio a la salida, sintiendo que cada paso me acerca mas a mi condena de no verla más, pero sé que es lo adecuado para ella y eso me da un poco de valor y fuerza.
Pero es justo entonces cuando todo paso y una suave mano se atreven a tocarme, giro y es ella.
-¡Granger! -Pronuncio a penas y el nudo en la garganta me impide decir otra cosa.
-Malfoy. -Me saluda con propiedad pronunciado mi apellido por primera vez sin las notas de resentimiento y orgullo herido. -¡Que sorpresa verte! -exclama con genuino asombro, liberándome de su toque avergonzada.
Siento una inmensas ganas de gritar de felicidad por muchos motivos, pero quizás la principal se deba a que es la primera sonrisa que es enteramente para mí a pesar de ser tímida.
-Que sorpresa, es verdad. -Afirmo perdiéndome en sus ojos y sonrió sin ser capaz de hacer otra cosa sin parecer un loco.
Después de un corto silencio pareció incomoda. -Bueno, adiós. -Pronuncio de prisa torturando su labio inferior con sus blancos dientes.
-¿Te apetece un café? -Ofrezco casi asustado de que se vaya.
Me mira curiosa como si buscara una respuesta que se le ha perdido en mi rostro, me mira con esa vivacidad en sus ojos lípidos. Me preparo para la negativa, ¡Iluso! Me digo mentalmente sabiendo de lo improbable que acepte una invitación de alguien que tanto la hirió en el pasado.
-Tengo que irme. -Me dice amable, aunque lo mismo hubiera sido que me maldijera al comprobar cómo mi absurda imaginación sopeso por un instante que aceptaría.
-Está bien. -Acepto escondiendo mis reales sentimientos como buen Malfoy oculto a la perfección mis decepciones.
-Pero mañana podría ser, quizás un poco más temprano. -Contesta mirando el reloj.
-Mañana entonces, a las 6. -Pregunto conteniendo los latidos de mi agitado corazón. Me sonríe y asiste con un movimiento de cabeza.
-Hasta mañana. -Se despide.
-Hasta mañana. -Repito aun incrédulo a lo que ha pasado.
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Siempre ella… ella la dueña de mi corazón, mi salvadora, mi leona guerrera… siempre ella aun cuando no lo sabía con certeza, siempre ella en mi mente, en mi espíritu, en lo más profundo de mí ser… Ella, mi Hermione, ella mi dulce amuleto.
Ella, la mujer que perdono mis desaciertos, mis desvaríos y mis ofensas. Ella la que acepto a tomar un café conmigo una tarde de septiembre, ella que ahora es mi mujer y mi mundo, ella la madre de mis hijos… Siempre ella...
FIN
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