Capítulo 21 "Los recuerdos que no están"
La primera semana en Grimmauld Place fue un borrón sin forma en la mente de Draco y Harry. Habían estado tan agotados que apenas se movieron de la cama, pasaron los días en pijama y comían porque Draco le había dado la orden a Kreacher de mantenerlos alimentados, aun si ellos no quisieran. Con todo lo que dormían, sus cuerpos no parecían querer ponerse al día con sus mentes y la inconsciencia seguía arrastrándolos imparable.
Fue en algún punto de la segunda semana que Draco se despertó en una cama vacía. El pánico lo llenó todo en su mente durante unos minutos, mientras él corría fuera de la cama y deambulaba por la casa desesperado. ¿Harry todavía estaba allí? ¿Se habría lastimado? ¿Habría tenido otra crisis?
Decenas de preguntas sin respuesta, todas marcadas por el terror, recorrieron la mente de Draco. Su desesperada búsqueda cesó cuando llegó a la cocina, viendo por la ventana a Harry sentado en uno de los columpios más grandes, su rostro alzado hacia el sol que bañaba su cuerpo a esa hora temprana de la mañana.
Por un instante, Draco se quedó sin aliento, hechizado por la imagen de Harry con una expresión tan plácida que Draco creyó nunca volver a ver. Su cuerpo se movió por su cuenta, saliendo al patio y caminando hacia Harry. Sabía que lo había oído, no había sido sutil en su acercamiento, pero Harry no hizo gesto algo de reconocerlo y Draco no presionó.
Se sentó a su lado, en el otro columpio grande, y miró a Harry, quien mantenía los ojos cerrados y dejaba que el sol calentara su piel. Draco podía mirar al cielo también, dejarse llevar por la calma y relajar su mente; pero Harry era la imagen más celestial que Draco conocía y no encontraba en sí mismo fuerzas para alejar la mirada.
Casi sintió que lloraría cuando el calor de los dedos de Harry entrelazándose con los suyos se extendió por su cuerpo como electricidad pura. Draco cerró los ojos y entreabrió los labios, dejando escapar un suspiro suave. Ninguno volvió a moverse, dejando que la mañana pasara en esa calma que ahora les resultaba tan extraña.
—¿Qué quieres de comer? —preguntó Harry a Draco tres días después de esa mañana. Era la primera vez que hablaban entre ellos desde que habían llegado y Draco intentó mantener su reacción tan neutral y natural como le fue posible.
—¿Qué tal si nos consentimos solo con postres por esta noche? —sugirió Draco, sonriendo al ver la alegre expresión de Harry ante la idea.
Kreacher realizó cuanto postre a Harry y Draco se les ocurrió esa noche, y ambos se sentaron en el suelo de la sala de estar, rodeados de todos aquellos platillos, mientras degustaban cada uno. Draco tuvo que mandar a Kreacher a comprar medicina para la indigestión al día siguiente, porque ninguno podía levantarse de la cama. No se arrepentían, había valido la pena.
Estaban en la biblioteca, acostados a lo largo del sofá, Draco leyendo un libro con Harry recostado sobre su pecho, ojeando una revista de chismes sin importancia que mayormente hablaba de Quidditch. Draco se había asegurado de que fuera la única revista permitida en la casa, pues no contaba nada que pudiera alterar a Harry. Todo otro medio de comunicación mágico estaba vetado por el momento.
—¿Cómo es que todavía tienes trabajo? —preguntó Harry entonces, su mirada todavía en la revista, pero no leyendo verdaderamente. Draco prefirió imitarlo, manteniendo la situación como una conversación desinteresada para no molestarlo.
—Pedí una licencia de seis meses la última semana del año pasado y aseguré parte de mi trabajo para poder realizarlo desde casa tanto como pudiera una vez que ese tiempo terminara —explicó Draco, pasando la página del libro. No había leído nada, pero ayudaría a dar la impresión de que sí.
—Debes de ser muy bueno si te permiten ese tipo de libertades —comentó Harry, apretando los bordes de la revista hasta arrugarla.
—Si no fuera por Granger y el hecho de que no regresé a Howgarts para el último año, habría terminado como primero de nuestra generación, Potter. Mis padres tienen dinero, pero nunca tuvieron que comprar mis notas —repuso Draco con una risa queda, recitando de memoria la frase que su padre tanto repitió durante su infancia—: Un Malfoy ha de poseer la más basta y excelente educación posible.
—No sabía que eso incluía andar por allí con una escoba metida en el culo —protestó Harry, dejando caer la revista al suelo y subiéndose a horcajadas sobre Draco.
—Cuidado, Potter, no quieres provocarme —amenazó Draco con un brillo travieso en su mirada, el libro cayendo de sus manos en un golpe sordo contra el suelo.
—¿O sino qué, Malfoy?
Draco tomó las palabras de Harry como el reto que eran, propulsándose hacia arriba hasta quedar sentado. Sus manos atacaron a Harry inmisericorde, haciendo que sus carcajadas resonaran por todo Grimmauld Place con cada golpe de cosquillas de Draco. Harry intentaba defenderse inútilmente, moviéndose sobre el regazo de Draco para alejarse de él.
En un movimiento mal calculado, ambos cayeron del sofá hacia el suelo. Harry sintió todo el aire salir de su cuerpo es una exhalación abrupta cuando su espalda golpeó el piso y todo el peso de Draco cayó encima de él. Draco miró alarmado a Harry, temeroso de haberlo herido, y Harry… Harry se rio. Por un momento Draco creyó que Harry se había vuelto loco, pero la suavidad divertida de su mirada le hizo saber que no, simplemente estaba sanando.
Las pesadillas y el insomnio fueron sustituidas por noches largas de sueño, o, en su defecto, madrugadas de lecturas donde Harry entraba y salía de una duermevela constante con la voz de Draco leyendo algo que Harry luego no podría recordar, aunque le pediría que siguiera leyéndole la próxima vez en que no pudiera dormir.
Harry tardó un mes en pedir ver al psicomago, uno diferente esta vez, uno que no lo hubiera visto en su peor estado porque no se sentía cómodo con eso. Draco envió un mensaje a la Mansión Malfoy explicando la petición de su prometido y esa tarde una psicomaga de renombre, que había sido cuidadosamente entrevistada por sus padres y Hermione Granger en persona, hizo aparición en Grimmauld Place.
Era la primera visita o contacto con el mundo exterior que tenían desde que habían regresado a Grimmauld Place y Draco estaba nervioso, por decir lo menos. Le prometió a Harry permanecer al otro lado de la puerta todo el tiempo, sin importar cuánto deseaba usar esa sesión como una escapatoria para ir a ver a su hija, porque sabía que Harry sentiría su ausencia si se iba, su vínculo era así de fuerte, y Draco no iba a hacerle pasar un estrés innecesario.
Había usado las horas de sueño de Harry para enviar cartas a la Mansión Malfoy o hacer llamadas por red flú. Tenía el paso cerrado y sabía que Harry revisaba la chimenea diariamente cuando él no estaba mirando para saber si Draco lo había abandonado o no. Draco no lo había hecho, así que Harry no decía nada de las llamadas.
Eso no era suficiente para Draco, quería a su hija en sus brazos, durmiendo sobre él y riendo al tocar su rostro. Pero le había prometido a Harry estar allí durante su proceso de recuperación y Draco prefería esto y poder volver con su hija de la mano de Harry, que arruinar todo su avance y demorar más la reunificación familiar.
Cuando la psicomaga se fue, Harry se abrazó a Draco y se dejó abrazar en respuesta. No hablaron de la sesión ni de lo que Harry sentía. Draco no presionó, se limitó a preguntar qué deseaba comer para la cena y le encargó a Kreacher que lo cocinara. Ambos comieron en la cama esa noche.
Draco había tenido que lidiar con el descontento de los Weasley y amigos cercanos ante el aislamiento de Harry en Grimmauld Place. Varias veces algunos de ellos habían intentado aparecerse o entrar por red flú, otros simplemente se acercaron a la casa al estilo muggle. Cansado de las interrupciones que ningún bien hacían y de las que, para su fortuna, Harry no sabía nada, Draco realizó un encantamiento Fidelio a la casa y la cerró herméticamente para todos.
Harry no cuestionó su decisión, imaginando los motivos, e incluso le agradeció en silencio por su gesto. Él realmente quería estar solo y ni siquiera esos a quienes amaba más se sentían como una buena compañía. Solo quería a Draco. Y eso era exacto lo que tenía. Su única excepción era la visita semanal de la psicomaga, con quien sentía estar haciendo algún progreso, aunque lento, igual de evidente.
—Háblame de ella —pidió Harry una noche, acurrucado sobre el pecho de Draco, repasando con sus dedos las cicatrices del Sectumsembra.
—¿Hmm? —tarareó Draco, su mente había estado sumergida en un leve estado de descanso, casi como una meditación, y la ruptura del silencio que había durado horas le tomó por sorpresa.
—Calantha, nuestra hija, háblame de ella —clarificó Harry, sintiendo como Draco despertaba de la oscuridad de su mente y se encontraba en total alerta.
De repente, Draco fue muy consciente de su entorno y de sí mismo. Estaban en su habitación, habían pasado tres meses desde que habían llegado a Grimmauld Place, Harry había tenido otra sesión con la psicomaga esa tarde, habían cocinado juntos la cena pese a las protestas de Kreacher, luego pasaron algunas horas leyendo en la biblioteca y, por primera vez en meses, compartieron un baño juntos para después acomodarse en la cama y abrazarse.
Draco creía que la noche acabaría así, plácida y sin sorpresas, y Harry, el siempre imprevisible Harry, se las arregló una vez más para tomarlo con la guardia baja. Por un momento Draco pensó en la petición de Harry. No se preguntó de dónde venía ni por qué ahora, no importaba, solo sabía que de su respuesta dependían muchas cosas y no podía equivocarse.
—¿Hay algo que desees saber específicamente? —preguntó entonces, comprando tiempo para pensar en las mejores respuestas.
—No exactamente, solo quiero saber de ella —respondió Harry, todavía repasando las cicatrices, esta vez de forma más descuidada.
—Es pequeña, aunque crece demasiado rápido para mi gusto. Nada de lo que hay en su closet se pudo dejar del tamaño original después del primer mes. No la asustan los ruidos fuertes, observó divertida los fuegos artificiales de Año Nuevo, aunque con solo días de nacida sé que no veía mucho de eso.
Draco sintió como Harry detenía sus caricias y temió haber cometido algún error; en cambio, Harry se acurrucó más contra él, su pierna rodeando las caderas de Draco. Con un suspiro de alivio casi imperceptible, Draco rodeó a Harry con más fuerza y comenzó a acariciar su cabello desgreñado.
—Pasa horas mirando la maqueta viva de Howgarts, creo que sería difícil convencerla de ir a otra parte. Toma más biberones de los que pensábamos, lo cual podría tener mucho que ver con lo rápido que crece y aumenta de peso. Si acercas tu dedo a su boca, hace el intento de morderlo entre sus encías y cuando la cargas siempre estira sus manos hacia tu rostro para que te acerques más a ella y poder apoyar sus manitas en tus cachetes o tirar de la punta de tu nariz.
Harry se movió contra Draco, sus dedos enredándose en el sedoso cabello platinado y su barbilla apoyándose en el pecho de Draco. Ahora yacía casi totalmente sobre él, pero Draco nunca se había encontrado más cómodo y complacido en la vida que allí, sintiendo el peso de Harry sobre su cuerpo.
—Llora mucho y es muy enojona —continuó, acariciando el cabello despeinado de Harry, sus alientos mezclándose con la lentitud de sus respiraciones—. Y, lo más importante… —Harry alzó la mirada, embebiéndose en el amor que se desbordaba de los ojos de Draco—, heredó tus ojos.
Harry contuvo la respiración un instante, dejándose llevar por el arrullo ronco de la voz de Draco arrastrándose en el silencio de la noche. Sus movimientos suaves se detuvieron, ahora solo descansando en un trance plácido en el que sus miradas se mantenían fijas una en la otra. Había calma, había amor y, más importante, había la inquebrantable promesa de una eternidad juntos.
Las lágrimas llenaron sus ojos lentamente, como temerosas de no nublar la imagen de Draco para Harry, y luego cayeron suaves, dejando detrás un rastro de su existencia que se secaba con rapidez. Draco limpió algunas con su pulgar, interrumpiendo su camino, y Harry sonrió.
Hubo una pausa pequeña, una implícita petición de permiso, y Draco asintió al ver a Harry acercarse. Harry cerró la distancia entre ellos, sus labios uniéndose en un beso suave. No había reclamos ni hambre en su unión, sino afecto y comprensión. Se encontraron compartiendo su aliento, su corazón y sus vidas.
Harry se apartó del beso minutos después, apoyando su frente contra la de Draco y respirando profundamente su aroma. Sentía bajo su palma el latir desaforado del corazón de Draco y una sonrisa adornó su rostro; su corazón latía de la misma forma. Draco dejó un beso en la frente de Harry y Harry bajó lo suficiente para descansar su rostro en el pecho de Draco.
No dijeron más nada el resto de la noche, regocijándose en la compañía del otro. La luna siguió su paso por el cielo, las estrellas se fueron ocultando y el rojo fuego del amanecer se mezcló con el morado desvanecido de la noche que se acaba. Draco y Harry despertaron con los primeros rayos del sol que entraron por la ventana, y Draco contuvo su llanto de alivio cuando Harry le dio los buenos días que había añorado durante todo ese tiempo:
—Draco, quiero ver a nuestra hija. Has que la traigan a mí.
No hubo dudas ni preguntas, ni siquiera segundos pensamientos. Draco envió a Astor con la carta que solicitaba a sus padres que trajeran a Calantha y otra para la psicomaga a petición de Harry. Quería solicitar una consulta extra esa tarde, independientemente de lo que sucediera en la mañana.
Desayunaron en silencio, pero no había nada incómodo o pesado entre ellos, solo no tenían nada que decir. Draco fue el primero en tomar una ducha y vestirse, seguido de Harry. Conforme pasaba el reloj, una ansiedad expectante se iba construyendo en el interior de Draco, que fue totalmente aplastada por un estado de respuesta automática cuando el fuego de red flú crepitó anunciando la llegada de sus padres.
Harry se mantuvo sentado en el sofá frente a la chimenea y Draco se paró para recibir a sus padres. Escuchó a Harry contener el aliento cuando el matrimonio Malfoy hizo entrada, con un pequeño bulto revoltoso envuelto en una manta siendo cargado por Narcissa.
Draco parpadeó varias veces para apartar las lágrimas cuando vio a su hija, tomándola en brazos y arrullándola con cariño. Su pequeña no tardó en alzar las manitas hacia su rostro, y Draco la complació permitiendo que ella le tocara la cara como solía hacerlo. Estaba más grande y pesada, una corona de cabellos finos cubría su cabeza y sus ojos eran del verde esmeralda que Draco recordaba.
Alzando la mirada, Draco se encontró con la expresión atónita de Harry. Se veía ligeramente ausente, pero no del todo, como hipnotizado por la escena que ocurría frente a él. Draco avanzó hacia Harry sin vacilar, aunque pausando, dándole tiempo a retractarse en cualquier segundo y ocultando su sorpresa complacida cuando se detuvo delante de Harry.
Hubo un momento en que ambos se miraron, cada uno probando la seguridad del otro. Harry quería a su hija y Draco quería entregársela. No hubo dudas. Sentándose a su lado en el sofá, bajo la atenta mirada de los Malfoy, Draco le pasó la bebé a Harry, quien la tomó con cuidado y la meció un poco al verla inquieta.
El silencio fue interrumpido por gorgoteos suaves de Calantha y algunos susurros inentendibles por parte de Harry. Draco se embriagó en el éxtasis de la imagen, sintiéndose pleno, absurdamente feliz incluso. Conforme pasaban los minutos y Harry seguía mirando a la bebé y sonriendo, Lucius y Narcissa se relajaron, tomando asiento en los sillones cercanos.
Calantha hizo algunos ruidos de protesta más altos y Draco se tensó, temiendo la reacción de Harry. En cambio, él solo rio suavemente y alzó a la niña más alto, bajando su propio rostro y sonriendo al verla jugar con su nariz e intentar alcanzar sus espejuelos. Lucius tomó la mano de Narcissa, expectante, y Draco apretó los puños sobre sus muslos. Harry dejó un beso en la manita de Calantha, delicado y cálido.
—Hola, mi pequeña flor —susurró Harry con lágrimas en los ojos, sonriendo cada que Calantha sonreía o hacía algún sonido sin sentido, su mirada encontrándose con la de ella—. Disculpa la tardanza, papá está aquí ahora.
Draco no contuvo su suspiro aliviado, ni la felicidad que lo llevó a llorar en silencio; tampoco se avergonzó de reclinarse contra el calor de su madre tan pronto la sintió detrás de él, con sus delicadas manos apoyadas en sus hombros de forma reconfortante. Había añorado este momento durante tantos meses, que tenerlo delante se sentía irreal, imposible.
Harry siguió hablando con su pequeña durante un rato más, y cuando Calantha lloró por tener el pañal sucio y querer comida, fue Harry quien demandó que le dieran las cosas para atenderla y no permitió que nadie le quitara a la niña. Draco estuvo a su lado, indicándole la mejor forma de hacerlo para que ella no llorara más y Harry sonrió triunfal cuando la tuvo limpia en sus brazos, bebiendo ávidamente del biberón.
La visita duró algunas horas más, durante las cuales Harry logró hacer que Calantha durmiera en sus brazos, le cambió el pañal dos veces y le dio más fórmula reforzada. Lucius y Narcissa informaron de la evolución de la bebé en esos meses, aseguraron que Calantha ya dormía sin pesadillas y casi toda la noche y les explicaron la nueva dieta que habían empezado con la incorporación de comidas.
Harry y Draco escucharon todo absortos en la información de su hija, como si cada palabra respecto a ella fuera un manjar exótico y ellos hubieran estado muriendo de hambre. Podría pensarse así, de cierta forma. Cuando Harry finalmente dejó ir a su hija, Draco estuvo a su lado, tomando su mano. Ambos despidieron al matrimonio Malfoy con la niña con lágrimas en los ojos y un peso menos en sus espaldas.
Así lo relató Harry en la sesión de esa tarde con la psicomaga, explicando lo que lo había llevado a esa decisión, cómo se había sentido antes y durante; más importante aún, cómo se sentía ahora que ya lo había hecho. Si bien la recomendación era ir despacio, la psicomaga estaba segura de que el avance incuestionable de Harry era irreversible. Y el tiempo así lo demostró.
Las visitas pasaron de ser varios días por semana a ser diarias, y luego Calantha empezó a quedarse en Grimmauld Place los fines de semana completos. Poco a poco Harry fue aceptando el cambio en su vida, la sensación abrumadora dispersándose, hasta que la habitación de su hija en Grimmauld Place pareció una copia perfecta de su habitación en la Mansión Malfoy y, finalmente, su familia estuvo completa.
**************●●●●●●●●**************
Opción 2: Conociendo al bebé.
Aclaración (porque pueden necesitarla):
Las rutas por las cuales se tratan a los pacientes de depresión postparto depende de las características de cada caso. Esta que yo planteo no es la única solución ni la primera que un terapeuta recomendaría. Si en serio les interesa este condición, les recomiendo investigar, como ya les dije.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top