Guardiana


El aroma a antiséptico llego a sus sentidos mucho antes de que abriera los ojos por segunda vez después de estar inconsciente por tanto tiempo. Esta vez el ruido de maquinas no le taladro los tímpanos porque le habían desconectado de los monitores que mantenían las lecturas de sus signos vitales, aunque cuando la vista se aclaró lo suficiente pudo comprobar que se encontraba en la misma habitación de paredes blandas y desnudas. La única diferencia sustancial es que no se encontraba solo.

Intento enderezarse de la cama, asustado por el entorno desconocido, por la espeluznante sensación de no saber dónde se encuentra o que está pasando. El brusco movimiento de inmediato lo hizo sentir mareado y con nauseas.

El corazón le late con tanta fuerza que los siente zumbar hasta lo oídos,

-¡Tómelo con calma! – le sugirió, empujándole suavemente para hacerlo recostarse de nuevo.

Los labios de Snape temblaron ante la necesidad de protestar, sin embargo, tenia la mente aun entumecida y confusa.

La enfermera a su lado le recuerda a alguien, aunque no sabe muy bien a quien. Es una mujer mayor pequeña, regordeta y de cabello casi completamente encanecido, sus ojos cafés son amables y por alguna razón su voz le irrita.

-Es posible que se sientas mareado, confuso y con nauseas, estuvo inconsciente por casi 3 meses, ¿Sabe quién eres? -Pregunto con cautela.

La pregunta le pareció estúpida al hombre, pero cuando rebusco en su cerebro la información que le pedía se quedo simplemente en blanco. El pánico prendió en su columna vertebral como un sudor frio que le hizo estremecer. Entre mas se esforzaba en recordar, el dolor en su cabeza se volvía mas intenso.

-No te sobre exijas, posiblemente en poco tiempo los recuerdos vendrán lentamente. – Le consoló al darse cuenta de que parecía no saber quien era realmente.

El rostro de Snape lucia pálido y confuso, encontrándose completamente perdido sobre quien era o porque había terminada en aquel lugar.

-¿Qué me ocurrió? -Pregunto con voz enronquecida, haciendo una mueca por el dolor en su garganta.

La enfermera se apresuro a ofrecerle un vaso con agua.

-Recuerdas quien eres y donde vives.

El hombre negó con un movimiento de cabeza.

-Te encontraron en un parque inconsciente, con heridas serias en tórax y cuello, por el tipo de lesiones perdiste mucha sangre, pero no se encontró mucho en ningún sitio a los alrededores por lo que suponen que lo que te ocurrió fue en otro lugar. En cuanto te sientas lo suficientemente fuerte y lucido entrara una persona a hacerte algunas preguntas importantes para tratar de esclarecer lo que te ocurrió. Aunque será difícil por ahora.

La mujer comprueba que se encuentra estable mientras le hablaba sobre el tiempo que duro inconsciente y que no había encontrado entre sus ropas ninguna identificación. Poco después salió en busca de algunos medicamente que debía tomar ahora que había despertado.

Cuando se quedó a solas, sintió una nueva oleada de ansiedad. Mirando al techo se esforzaba en tratar de recordar lo que fuera, pero su mente parecía una hoja completamente en blanco. Cierra los ojos repentinamente cansados, el dolor se a intensificado conforme pasa los minutos intentando con todas sus fuerzas recordar cualquiera cosa que le haga saber quien es o de donde viene.

Aun con los parpados cerrados intenta con todas sus fuerzas pensar en lo que lo llevo a ese momento. Un destello se presenta con una nueva punzada que lo hace gemir en voz alta por el dolor y llevarse las manos a la cabeza, tirando de sus cabellos, como si con ello pudiera atenuar la intensidad del malestar.

Unos ojos verdes, es todo lo que viene a su mente. Antes de doblarse en la cama y temblar ante el insoportable dolor que se produjo ante el pequeño recuerdo que se asomo de lo que debería ser un recuerdo.

Los gritos alertan a la enfermera a cargo, que regresaba con una charola con varios medicamentos. Se mueve con eficiente rapidez para estabilizar al hombre desconocido. Le habla tratando de tranquilizarlo, pero parece que sus palabras no llegan a través de la neblina del dolor.

Prepara con rápidos movimientos una solución que termina inyectando con ayuda de un par de enfermeras más, pues los movimientos violentos del paciente pueden provocar un accidente. Esta vez no lo seda por completo, se limita darle un fuerte medicamento para el dolor.

El hombre puede ver el movimiento de su boca, pero sigue sin poder escucharla. Sus pupilas se dilatan conforme hace efecto el medicamento. El dolor se calma lentamente hasta que el sentido del oído regresa. Puede escuchar, mas no entiende del todo las palabras que intercambian las mujeres a su alrededor.

Su mirada confusa se centra en la enfermera que vio a penas abrió los ojos. Puede leer su expresión preocupada, mientras revisa de nuevo sus signos vitales.

Esta tan cansado que tiene que cerrar los ojos de nuevo, apenas lo hace, otro flash reverbera en su cabeza como un latigazo.

Debe ser un recuerdo -de dice, - pero no puede estar del todo seguro. Tras sus parpados cerrados puede evocar una mujer de cabellos rojos que sonríe de manera calida, sus ojos son de un intenso color verde, el mismo que vio antes en medio de su episodio de dolor. Curiosamente el recuerdo se reproduce una y otra vez.

La mujer es hermosa y parece feliz. Lleva ropa de invierno, un grueso abrigo negro, el cuello cubierto por una bufanda de rayas rojas y doradas. Al fondo se pueden ver arboles con ramas desnudas que han perdido todas sus hojas.

Abre los ojos cuando escucha un grito. No sabe bien si acaba de escucharse o es parte del recuerdo que parece asomarse en su mente, pero eso no importa mucho. El miedo que experimenta lo hace querer levantarse de la cama para ir en su busca.

Se requiere la fuerza de tres personas para detenerlo.

"Tengo que llegar a ella" piensa con desesperación. Pero no lo sueltan, el solo puede gritar hasta desgarrarse la garganta y llorar mientras le sujetan sabiendo que de nuevo no llegara a tiempo.

No llegara a tiempo.

No llegara.

No podrá.

No la salvara.

El pensamiento le enloquece.

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Abre la puerta lentamente, como si temiera que encontraría algún monstruo. El sonido chirriante de la puerta le pone los pelos de punta, tiene que recordar poner un poco de aceite a la bisagra, no tiene cabeza para conjurar aquel viejo hechizo domestico que le enseño Molly Weasley para las puertas viejas que sueltan ruidos de lamentos cuando las abres o cierras. Respira profundamente antes de dar un paso para terminar entrando por completo a la estancia de lo que a partir de ese día y por los próximos meses será su sala común.

-¿Podrías moverte por favor? -Escucha la voz sisear a su espalda. Su compañero no espera una respuesta, como tampoco le da tiempo de hacerse a un lado. Directamente entra casi arrollándola en el proceso.

Hubiera sido mejor encontrarse con un monstruo, al menos de esa manera su suplicio terminaría pronto, -piensa poniendo los ojos en blanco y trabándose una protesta que no ayudara en nada, -exhala lentamente el aire en sus pulmones para apaciguar sus nervios. No sabe que le enerva mas si la actitud narcisista, egocéntrica y grosera e insultos de antes o la cortesía fingida y la aparente camaradería que se esfuerza en mostrar Malfoy.

Ha tenido demasiado de Malfoy por un día, como para compensar cualquier cosa que hubiera hecho mal en el pasado y pudiera considerarse como mal karma, quizás en otra vida abandonaba cachorritos en la calle o tal vez era una asesina serial, quien sabe, pero algo muy malo tuvo que haber hecho para cargar con ese tamaño de penitencia. La punzada en su cien derecha le avisa del dolor que esta por llegar.

-Espero que las instalaciones sean de su agrado.

Escucha el sonoro suspiro de la mujer mayor a sus espaldas. Tanta compasión en un solo gesto, que no tiene más remedio que hacer acopio de las fuerzas que le quedan para fingir que no esta a punto de un colapso nervioso.

-Lo son. -Se apresura a decir, no sin antes morderse la lengua para ahogar una maldición cuando ve el rostro de Malfoy poniendo una mueca desdeñosamente burlona. Pretende contradecirla por enésima vez en la ultima media hora, por lo que se apresura a seguir hablando antes de que su compañero cometa alguna imprudencia. -Nos acomodaremos sin problemas. Han sido muy amables de acondicionar el espacio en tan corto tiempo.

La directora le sonríe amable, pero cuando sus ojos se posan en el joven rubio la sonrisa se borra por completo. Se aclara la garganta haciendo un ruido extraño como si repentinamente recordara algo.

-Los dejare terminar de instalarse. Subiendo las escaleras a la derecha esta la habitación del señor Malfoy y a la izquierda la tuya.

-Gracias de nuevo. Lamentamos mucho darle tantas molestias.

-No es ninguna molestia querida, lo único que lamento es que tuvieras que rechazar el puesto de premio anual al final.

-Es mejor de esta manera. -Draco no se perdió la tristeza en los ojos color miel de la Gryffindor. No se necesita ser un genio para conocer las aspiraciones de la castaña de convertirse en premio anual. De hecho, el titulo le había sido otorgado, sin embargo, después de convertirse en guardiana de Malfoy tuvo que declinar la propuesta pues no podría cumplir con el papel de premio anual si tenia que estar en un radio de 100 metros alrededor de Draco.

Tuvo que conformarse con un premio de consolación. Dadas las circunstancias la directora Mcgonagall hizo que habilitaras y acondicionaran una de las torres desocupadas, estaba a pocos metros del lugar asignado para los premios anuales tras un tapete multicolor desteñido por el tiempo.

El lugar contaba con una sala común con un par de sillones, una chimenea de piedra y dos escritorios acomodados estratégicamente a una distancia prudente a lado de amplios ventanales que daban a un pequeño balcón está decorada con colores neutros donde apenas se dejaban notar los colores de ambas casas. Contaba también con una pequeña cocina y al subir las escaleras se llevada al segundo nivel donde un corto pasillo separaba las habitaciones, de lado derecho en la puerta se podía leer el nombre de Draco Malfoy y frente a esta se encontraba la de Hermione Granger, al final del pasillo estaba un baño completo que tendrían que compartir ambos estudiantes.

Cuando se quedaron de nuevo solos, el ambiente silencioso se volvió difícil de soportar.

-Subiré a desempacar.

-Seguramente los elfos ya lo han hecho por ti. Deberías intentar ser más sincera y decir simplemente que quieres alejarte tanto como te sea posible de mi presencia.

Hermione frunció el ceño con molestia, cruzando sus manos le enfrento.

- ¿Así será esto? Lo estoy intentando, pero no lo estas poniendo fácil.

Esta vez fue el turno de Malfoy de levantase del sillón donde se había arrellanado como si fuera un gato.

-Pretendes que este feliz en mi encierro, puede que no haya barrotes alrededor, pero esta sigue siendo una cárcel y tú eres mi celadora.

-Tampoco me agrada esta situación, pero aquí estoy como acordamos. Tú mismo pediste que fuera tu guardiana y ahora no haces más que comportarte como si todo esto fuera mi culpa. -Granger bufo frustrada.

- ¿Tengo que recordarte quien busco a quién?

-Pudiste decir NO.

Una risa sin humor le taladro los oídos.

-Crees que podría resistirme a la petición de los héroes del mundo mágico. Estoy bajo una enorme lupa siendo investigado, no puedo ni respirar sin que el ministerio me cuestione creyendo que llevo más aire a mis pulmones de lo que me corresponde. De verdad crees que pude decir simplemente "No" -Alargo la palabra con desdén.

-Aun puedes negarte. No sé qué crees o qué diablos tienes en la cabeza, pero no pensamos obligarte a hacer nada que no quieras. -Tiene el rostro enrojecido por la molestia, pero también en el fondo puede percibir un poco de culpabilidad y vergüenza.

Hermione no creyó haber hecho las cosas tan mal cuando fue a la mansión de los Malfoy como para que Draco pensara que lo obligaría de alguna manera por la situación delicada por la que atraviesa. No lo estaba chantajeando de ninguna forma, por mucho que el creyera lo contrario.

Suspiro sonoramente mordiéndose el labio inferior de manera compulsiva y nerviosa. La única razón por la que se involucró en la investigación tras la desaparición de Severus Snape, fue para ayudar a Harry a dar un cierre a algo que lo atormentaba, no para parecer una matona que coaccionaría a alguien para lograr sus objetivos.

-¿De verdad creíste que te obligaría? -Soltó la pregunta con los ojos fijos en los grises de Malfoy. No espero una respuesta verbal, después de tantos años de conocerle podía leer sus gestos o mejor dicho la falta de ellos.

Movió la cabeza de manera negativa haciendo que sus rizos castaños bailaran en torno a su rostro que perdió todo color ante la constatación de sus sospechas.

-Voy a enviar una carta al ministerio hoy mismo solicitando que te liberen de mi guardia. Nuestro acuerdo fue verbal y no tienes ninguna obligación de cumplirlo. Así que no te preocupes, no serás castigado por ejercer tu derecho a decidir. Me disculpo si di a entender otra cosa. Nada más quiero que sepas que mucho antes de todo este asunto de Snape, había decido volver a retomar el año que perdí de clases, no volví para atormentarte o ponerte las cosas más difíciles de lo que ya las tienes.

Froto sus manos tratando de entrar en calor, por alguna razón las sentía entumecidas. Regresar a Hogwarts no fue sencillo, aun puede escuchar los gritos e incluso a pesar de todas las remodelaciones y las limpiezas exhaustivas, aun puede percibir el peculiar aroma a sangre y muerte.

-Quizás sea más cómodo que se te otorgue un guardián varón. Vi la lista de prospectos cuando tomé el cargo, todos son buenas opciones, compañeros de último curso que podrán apoyarte en lo que necesites.

Por alguna razón la entristece comprobar que no se pueden dejar atrás del todo las viejas costumbres, por un momento olvido la aversión que siempre sintió por ella.

Se giro lentamente, apagada por el sentimiento de decepción. Aun así le obsequio una sonrisa resignada antes de dirigirse a las escaleras.

Malfoy no se movió de su lugar hasta que desapareció por completo. Sus ojos grises no se movieron de ese punto donde desapareció Granger. En su ignorancia creyó que no podía sentirse mas mezquino de lo que ya era, pero se equivocó de nuevo.

Furioso consigo mismo arremetió contra la pared. Tres golpes secos contra el muro de piedra que le reventaron los nudillos haciendo que dejara manchas rojas sobre la superficie.

-¡Maldición! -Gimió, ignorando por completo el dolor.

Todo es demasiado reciente para pensar con claridad, su padre encerrado, su madre convirtiéndose en un fantasma en aquella mansión ancestral que no puede abandonar. El condenado a vivir los próximos años bajo la vigilancia constante de un tercero, eso sin mencionar que tendría que regresar al colegio para enfrentar las consecuencias de sus actos. No participar de manera activa no lo eximia de la culpa, el tatuaje en su brazo no se desvanecería por completo como tampoco los crímenes propios y ajenos por los que tendría que pagar.

Cuando Granger se presentó en su hogar solicitando una entrevista con su madre, pensó que un mal mayor cayó sobre ellos. El héroe del mundo mágico buscaba su colaboración por medio de Granger, una negativa no sería bien vista, por eso acepto con rapidez, con la esperanza de que ayudara en su condena.

Al principio creyó que sería sencillo, pero le basto un día en el colegio para darse cuenta de que permanecer al lado de Granger sería un suplicio enorme que no estaba seguro de poder o querer soportar. Fue suficiente compartir la cena para darse cuenta de que peco de confiado.

Granger es una heroína, mientras que el es un completo paria de la sociedad. Las miradas desconfiadas y desdeñosas no se hicieron esperar desde que abordaron el expresó de Hogwarts. Pudo ver con claridad como los rostros de todo aquel que pasara por el vagón que compartían pasaban de la emoción y camaradería al mas puro odio cuando se daban cuenta de su presencia.

Fingió dormir la mayoría del tiempo, hasta que en realidad el sueño le venció en algún punto del camino. Como siempre las pesadillas no tardaron en llegar como lo hacia cada noche, por esa razón sobre reacciono por el toque de Granger. Creyendo que intentaba dañarlo la sujeto con demasiada fuerza, tirando de su cuerpo hasta que estuvieron a escasos centímetros, su cuerpo contra el suyo y respirando el mismo aire, incluso percibiendo la calidez de su aliento mezclándose con el suyo. Para cuando se dio cuenta de su error se encogió internamente obligándose a abrir la mano para soltarla, tratando de no mostrar el pánico que sentía en ese momento al imaginar que podía si quería acusarle por agredirla.

No fue así, Granger se alejó con cuidado de no tocarle, nerviosa había salido de la habitación como si fuera un animalito asustado frente a un depredador. Tuvo que apretar los dientes para no maldecir, tiene que ser cuidadoso para no poner en riesgo su libertad condicional.

Las cosas no hicieron mas que empeorar a cada momento.

100 metros a su alrededor hubieran sido una tortura aun mas grande, al menos en su infierno personal puede agradecer que Potter y Granger tengan conexiones suficientes para aumentar el perímetro sobre el cual puede permanecer en torno a su guardiana asignada. 300 metros dentro del colegio siendo un lugar seguro parecían adecuados, aunque el limitante de mantener al mínimo y siempre bajo supervisión cualquier interacción con sus viejos compañeros Slytherin siguió sin ningún cambio sustancial, lo mismo ocurría cuando salieran del colegio la distancia se cortaba a los originales cien metros.

Draco admite que no esta siendo justo, que ha vertido sobre Granger buena parte de sus frustraciones. Ni siquiera es capaz de pensar en alguien más como guardián sin sentir un escalofrío correr por todo su cuerpo. Quizás la Gryffindor no es su persona favorita y quizás de todos los que volvieron al colegio es la que tiene una historia mucho mas densa con el, sin embargo, la conoce lo suficiente para tener la certeza que será la única en tomarlo bajo su cuidado haciendo a un lado el estigma que lleva consigo.

Sus nudillos palpitan en protesta, ignorando el dolor se decide a subir las escaleras hacia las habitaciones. Toca la puerta con su mano buena y espera rogando a cualquier Dios que pudiera escucharle que Granger le diera una segunda oportunidad, porque si no estaría completamente perdido.

Cuando la puerta se abre por fin, maldice internamente. Hermione le mira interrogante.

Le basta dar un ligero vistazo a su rostro para adivinar que a llorado. Aprieta los dientes con molestia para aligerar la culpa. Su nerviosismo se incremente mientras el silencio se alarga con incomodidad.

-¿Puedo ayudarte en algo? -Pregunta por fin, después de aclararse la garganta.

Hermione se arrepiente de abrir la puerta estando vestida con un ligero pijama, se siente demasiado vulnerable ante los fríos ojos grises que parecen examinarla.

-¡Lo siento! -Suelta mas como un bufido molesto, tan rápido que le cuesta a Hermione entender la simple palabra.

Los ojos de Granger se abren con sorpresa ante la disculpa. No estaba preparada de ningún modo para el día en que el gran narcisista y ególatra Draco Malfoy se disculpara. Quizás el tono no es el adecuado como tampoco la manera de mirarla, pero la frase de disculpas es genuina o al menos lo parece.

Es entonces que decide mirarlo con detenimiento. Su postura es rígida, esta tan tenso como la cuerda de un arco, con las manos en los bolcillos y su eterno rostro inexpresivo.

-A sido un día demasiado largo. -Se excusa.

Sin palabras Hermione solo atina a mover la cabeza de manera afirmativa para concederle la razón.

-Prefiero que seas tu mi guardiana.

El corazón de la castaña da un vuelco, la vulnerabilidad que muestra Malfoy en ese momento la descoloco por completo.

-Esta bien. -Contesta al fin. -Pero toma en cuenta que puedes cambiar de parecer en cualquier comento.

Draco negó con seguridad, una sonrisa indescifrable en sus labios pálidos.

-Espero que no sea tu quien se arrepienta. Yo no tengo nada más que perder, será tu buen nombre y tu título de heroína el que se vea empañado estando en mi compañía.

Esta vez fue el turno de Granger de sonreír con suficiencia.

-Para empezar tendría que importarme ese tipo de cosas para que me afecte y ese no es mi caso Malfoy.

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Snape

Un mes más hundido en las sombras, sin saber quien soy o de donde vengo. Los días se vuelven demasiado largos llenos de incertidumbre y de preguntas para las que no tengo repuestas. Al menos mi cuerpo a terminado de sanar, las heridas que no saben explicar de donde provienen se han convertido en cicatrices pálidas que no dicen nada.

A falta de un nombre y apellido real, me han inventado uno. Entre las paredes de este hospital mientras recupero si no la cordura de una mente atormentada por un vacío sin recuerdos, al menos las fuerzas suficientes para ponerme en pie y salir por fin de esta maldita cama que me agobia.

Todos son amables y por alguna razón me molesta las atenciones desmedidas de las enfermeras, especialmente de Sally que con su instinto maternal me tiene hastiado con su abrumadora personalidad. En su presencia algo zumba en mi interior una molestia inexplicable como si en el fondo de ese vacío sin recuerdos ella tuviera algo familiar que no me agrada. Es como si mi cabeza me gritara que se parece a alguien de mi pasado.

Guardo silencio en sus eternas charlas que no esperan una réplica, a penas sigo si diarrea verbal mientras me asiste con la calidez de una madre mas que una enfermera. Incluso me a ofrecido un hogar temporal. Mi historia o la falta de ella le ha conmovido lo suficiente para proponerme un trato, trabajo por comida y techo. No parece un mal negocio y aunque lo fuera no es que tenga muchas opciones dadas mis circunstancias. Esta misma tarde entregan mi alta, sin un lugar a donde ir, no puedo darme el lujo de rechazar a la enfermera Sally.

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