•|Capítulo XXXII: ¿Te culpas a ti mismo por el accidente?|•
•|Capítulo XXXII: ¿Te culpas a ti mismo por el accidente?|•
“Respirando en la oscuridad no puedo ver mis cicatrices, mientras más espero la noche, más rápido empiezo a temer del sentimiento. Arrancando con mis manos lo verdadero que soy cuando estoy aquí, aterrado de esto, de este desenlace tan oscuro.”
…
Fue un poco de pánico al principio cuando observó cómo sus manos, pequeñas y con uñas delicadas, comenzaban a tener garras que lo ayudarían a desprender la carne de los cuerpos. Veía a Katsuki pelear sin sus explosiones y su corazón emprendía el extraño pero agradable viaje hasta esa sensación en su estómago, restregando sus entrañas, casi tan eufórica como la excitación curvado su cuerpo cuando estaba a solas con él en una habitación. Enfermo, esa fue la palabra que abandonó su cabeza cuando la fuerza lo hizo volar por los aires y matar a las personas que lo mantuvieron ahí como un conejillo de indias.
No tendría piedad, Allmight seguro estaba en sus venas, arrepentido por haber confiado su poder a una persona que era tan fácil de corromper. Todo por amor, qué fuerza más magnífica y potente era el amor comparado con su sueño de ser héroe. Era fuerte, era imparable, nadie podría hacerle rivalidad en esa fuerza tan atroz que hasta Katsuki disfrutaba de la vista abrumadora de su omega vislumbrando la luz de la muerte. Muchos guardias muertos, muchas personas que murieron en sus manos, lejos de mostrarse en su mente como algo difícil, se mostró como una paz anhelada en lo profundo de su ser. Qué agradable era el poder y que sombría era la forma de obtenerlo.
La base se llenó de sangre en los pasillos y corrió con Katsuki a su lado, guiandolo por el lugar. Le explicó que a las afueras del recinto había decenas de agentes del exterior provenientes de la Organización Mundial de Héroes, entre ellos Dante Evans. Todos estaban listos para iniciar una redada, la Interpol poseía un caso tan formidable contra la comisión de héroes que todo era cosa de tiempo. Izuku hubiera deseado saber más, pero Katsuki le dejó en claro que lo mucho que había hecho mientras estaba ahí, no era nada bueno. Que ya no podría vestir nunca más su traje de héroe.
Izuku quería decirle que estaba bien, que él también hubiera hecho lo mismo. Habría dado vuelta el país con tal de hallarlo, y si debía matar para hacerlo, lo habría hecho sin siquiera importarle las consecuencias morales. Sin embargo, aunque eso estuviera mellando en su cabeza, un tema de suma importancia era inevitable.
El bebé.
—Nuestro bebé debe estar en la sala oeste, donde habitan la mayoría de los experimentos—Izuku asintió extendiendo sus látigos para hacer a un lado los cuerpos muertos de los trabajadores. La agonía marcando sus rostros con fuerza, como si fueran almas inocentes en las puertas del cielo.
El aroma a alcohol, sangre y drogas se mezcló entre sí como una fragancia que su nariz sentía agradable mientras avanzaba, sus instintos estaban a flor de piel y las ansias lo estaban haciendo marcar un paso firme con esos zapatos demasiado grandes para sus pies. Izuku observó a Katsuki, se mantenía firme pero sus manos temblaban, no era por el aroma o la carne fresca a sus pies; Izuku lo sabía bien, el bebé. La pequeña criatura que se filtró en sus vidas. Estuvo a punto de decir algo, de formular palabras para calmar la ansiedad de su alfa pero el aroma desagradable de un alfa que conocía lamentablemente bien se acopló en su dominio. Dirigió su vista hasta él y la sangre hirvió en sus venas. Ahí estaba Shigaraki, cantando una canción de cuna para su hijo. El alfa notó su presencia e ignoró a ambos, Katsuki se acercó hasta él con la agilidad propia de un caníbal pero Shigaraki dio un paso atrás y se elevó esquivandolo, un poco movimiento e Izuku corrió como si toda la situación fuera un deja vu de algún sueño lejano. Él iba por su cabeza, por la cabeza de Katsuki.
No, no podía ser posible.
—¡Detente!—Shigaraki lo hizo a pocos centímetros de cortar el cuello de Katsuki, Izuku corrió hasta ellos y protegió a su alfa de su destinado interponiéndose en el camino. Ahí estaba, la reflexión del destino y la vida, Shigaraki era el hombre que complementaba su alma de una manera que aún dolía al verlo a los ojos, pero en su corazón y omega interno estaba la huella de Katsuki, implacable y poderosa en su cuerpo que podía darle frente a ese hombre que la naturaleza le entregó por azar.
—Es increíble lo que solo una marca puede hacer para torcer el destino a su gusto. De no ser por las interferencias, nosotros seríamos pareja—Katsuki gruño ante la insinuación. Shigaraki solo sonrió mientras sostenía con más calma al pequeño en sus brazos; no le pertenecía y ya lo estaba sintiendo porque la sangre y el vínculo estaba surtiendo efecto—. Incluso este pequeño hubiera sido nuestro. ¿Nunca te lo has imaginado? Cabello blanco, ojos verdes, piel pálida… Una belleza.
—Nunca podría imaginarme ser parte de algo como tú—espetó Izuku, Shigaraki levantó la vista del bebé hasta encontrar los ojos de su destinado.
—Pero mírate, ahora eres un caníbal, estás enlazado a un alfa que necesitará el resto de su vida un trozo de carne fresca para vivir, él te arrastró a esto. Y tu lo sabes, de haberte entregado a mi hace años cuando hubo posibilidad, yo habría cambiado y el mundo no sería así. Pero siempre estuvo él sobre mi. No se suponía que esto terminaría así, pero eres cruel. El más cruel de los dos aunque eso ya no importa ahora... O tal vez sí—Shigaraki arrojó al bebé lejos, el llanto hizo que Katsuki se moviera rápido por los estrechos pasillos del establecimiento, Izuku siguió con la mirada a su bebé antes de sentir la presencia de Shigaraki a su lado, no alcanzó a reaccionar cuando los colmillos impactaron su cuello, el veneno entró y su vista se nubló por completo.
—¡Izuku!—escuchó el grito de Katsuki resonar hasta en sus entrañas, su cuerpo tembló con el veneno de otro alfa en su sistema. Cada parte de su sistema ardió, sus nervios explotaron al fuego vivo y no pudo hacer nada más que expresarlo a través de un grito que raspó su garganta y nubló su propia mente. Lo rechazó, por supuesto que rechazó el veneno de otro hombre como si fuera un envenenamiento en sus venas, su cuerpo actuó rápido ante el repentino ataque. Escupió veneno de sus propios colmillos cuando agarró por inercia el cuello de Shigaraki con ambas manos. La sorpresa en los ojos rojos lo azotó porque no esperaba reaccionar así, de hecho se movió tan rápido que no pudo siquiera pensar en qué estaba haciendo cuando sus propios colmillos impactaron la glándula del cuello de Shigaraki y se la comió de un mordisco; no era él quien estaba actuando, era su omega interno cansado de ser siempre la víctima, yéndose para siempre esta vez.
El grito dolorido ensordeció sus oídos. Fue liberador darse cuenta que aún había un pequeño hilo que los unía a pesar de todo el camino, y lo fue aún más cuando ese hilo se rompió entre sus dientes como la yugular ante el frío. No quiso detenerse y con un rugido volvió a morder la carne, fue dulce como la sangre bajó por su garganta hasta acabar en su estómago. No había control, el hambre de su omega interno era voraz ante el peligro.
Katsuki observó como su omega, la persona más agradable del mundo, más dulce y que no merecía a nadie… Se transformaba en un monstruo con veneno negro cayendo de sus labios, tan espeso que parecían gotas de sangre, oscura como la carne rasgada en el cuello de Shigaraki. Era mágico, sus ojos rojos, sus venas marcadas, sus colmillos tan blancos como la nieve en un amanecer tranquilo de invierno. Katsuki estaba rendido ante esa criatura, con su hijo en sus brazos, sereno y con una expresión tranquila. ¿Quién había caído por quién?
Observó el suelo y la sangre en sus zapatos, rodeando todo, las feromonas casi tan tóxicas que podrían matar a cualquiera, pero nadie de ahí estaba agonizando como lo hacía Shigaraki. La escena era como el omega; el eslabón más débil ahora se comía a su superior en la cadena alimenticia. Era sórdido, no había paz en esa sensación que recorría su cuerpo, la misma que alimentaba la ferocidad de su omega. Estaba pensando en detenerlo hace unos momentos pero ahora que podía ver los ojos rojos de Shigaraki, agónicos en el sentimiento de sus venas, estaba más que feliz de no haberlo hecho. La muerte, olvidando lo que alguna vez fue para tomar posesión de su cuerpo y alma. Él estaba roto, sin luz en sus ojos. ¿En qué momento pensó que podría someter a Izuku? Katsuki solo sonrió por lo ingenuo que era. Nadie podía someter a Izuku, no lo hizo la muerte, menos lo iba a hacer un destino torcido.
Shigaraki trató de domar el dolor que invadía sus nervios pero su cuerpo respondió como un cobarde ante el ataque. El veneno de su omega llegó hasta los lugares más recónditos de su ser en menos de un segundo, se hubiera enamorado de él por esa fuerza que estaba oponiendo contra sí mismo pero era inútil, ahora era la víctima; el afortunado que poseía la habilidad para respirar el mismo aire que esa bestia hermosa era Katsuki. Shigaraki apretó sus manos con rabia, debió haberlo matado cuando tuvo la oportunidad de hacerlo, de haber empalado su corazón en ese momento, ahora ese niño que brillaba felizmente en los brazos del alfa caníbal… Sería suyo.
No quería llorar, no deseaba mostrar que la muerte estaba envolviendo su cuerpo , aún así, no pudo evitarlo, cerró los ojos y se rindió cuando la debilidad marcó el latido de su corazón. Al hacerlo, la vista de un bebé albino con tez canela alimentó esa tristeza que estaba llevando su alma hasta donde se hallaba su progenitor. “Tú solo te ganaste esto, de haber venido por mí, habrías sido feliz.” Esa era la voz de Mirko, ella estaba sosteniendo un bebé a los lejos, muy lejos de ahí. Los podía ver, estaban vivos y su bebé estaba con ella. La podía ver con tanta claridad que notó como la sangre corría de su cuello, justo donde se debería encontrar su glándula, la misma que mordió cuando pensó que ella sería su mundo… Ya no la poseía y por la sangre en sus manos, ella misma se la había arrancado para sobrevivir al dolor del rechazo.
El bebé en sus brazos era menudo, pequeño en comparación con el que Katsuki sostenía con ahínco contra su pecho, y en ese momento, donde Mirko le dió la espalda y se alejó caminando… Se arrepintió de haberla dejado atrás, de haber abandonado lo último que tenía sentido en su vida. Estaba muriendo y sería tan fácil activar su particularidad y destruirlos a los tres pero… ¿Qué sentido tenía sobrevivir al hecho de que ya no tenía nada por lo que volver? Así que se entregó al momento exacto que Izuku sostuvo con fuerza su mandíbula y su cuello cedió. Fue un instante de vida donde todo se oscureció y la poca luz que su corazón sostenía se marchó para siempre. Hubiera deseado al menor haber hecho más por ellos, por ella.
Izuku se alejó del cuerpo sin vida de Shigaraki y saboreo la sangre en su boca, tan dulce que su hambre quedó como un recuerdo lejano en su estómago. Le tomó unos segundos darse cuenta de lo que había ocurrido a su alrededor. El balbuceo conocido en sus oídos procuro fin en su locura, se limpió con el borde de la ropa del guardia y fue donde Katsuki. El pequeño bebé lo observó, sus ojos verdes con manchas turquesas le devolvieron el alma al cuerpo. Por un instante se perdió, manchó su alma y se dejó caer hasta lo profundo del infierno. Lo hizo porque cuando entró el veneno de los colmillos de Shigaraki en su cuerpo… Todo formó un frenesí, halló la forma de deshacerse del apego porque por un breve instante su destinado muerto formuló un vínculo que sin la muerte no se habría roto. Y ahora, ese lazo estaba nulo gracias a su salvajismo. Aún así, por la forma en que su bebé y Katsuki temblaban... Casi los perdió por un descuido. Tomó a su bebé, juntó sus frentes y cerró los ojos.
—Lo siento, casi…—Katsuki lo sabía y no lo dejó terminar. También lo sintió, pero no le importaba, Shigaraki ya no era un problema. Los abrazó a ambos y liberó feromonas tan fuertes que sería imposible que no los hallaran, pero ya no le importaba. Izuku levantó la vista y Katsuki pudo ver su agonía—. Kacchan yo…
—Tranquilo Izuku, no tienes que pedir disculpas. Te entiendo, yo también lo sentí pero ahora estamos bien. No hay de qué preocuparse, no hay que ver problemas donde no hay—Izuku sonrió pero esa sonrisa duró poco.
Cuatro centinelas salieron de unas puertas, sus apariencias le quitaron el poco aire que estaba en sus pulmones. Uno de ellos era igual a Mina, no, era Mina. Otro era Kyoka, solo que su piel era casi tan pálida como el papel que sus venas se notaban. A los otros dos no pudo identificarlos pero eran aspirantes a héroes, alguna parte de su cerebro le decía que ya los había visto antes. En una fracción de segundo empujó a su bebé a los brazos de Katsuki, debía ser realista, la persona más fuerte entre los dos era él. Algo lo atravesó, lo sintió en su estómago. No fue el dolor quien avisó, sino la sangre saliendo caliente hasta manchar la ropa. Se habría preocupado pero su estado caníbal lo sanó en segundos y eso le renovó las ganas de pelear. Escuchó a Katsuki decirle algo mas no pudo ignorar como ellos estaban amenazando a su familia, como iban por su hijo. Una explosión direccionada y uno de ellos cayó rendido al suelo, pronto iba a estar de pie, pero el movimiento les dió un poco de tiempo. La mano de su alfa lo sacó de la línea de fuego.
—Joder, ni se te ocurra que puedes hacer esto solo, me oíste Izuku—el omega vio sus ojos rojos, se preparó para un ataque contrario pero una pared translúcida de color turquesa los protegió. Tragó duro cuando observó los ojos de su bebé, brillaban en un turquesa casi hipnótico. Los centinelas intentaron acercarse, pero de pronto la pared se volvió una esfera que los protegió a los tres. Era su hijo, él estaba haciendo eso.
—Ahora entiendo porque lo quieren estos hijos de perra—Susurró Katsuki, tocó la esfera y pudo sacar la mano con facilidad, no le tomó mucho tiempo descifrar una forma de atacar. Le entregó a Izuku el bebé y fue atacando a los centinelas mientras se movían por el extenso pasillo, la enorme habilidad de los sujetos de regenerarse era inhumana. Eran buenos, pero Izuku comenzó a notar que mientras más usaban su regeneración, más lentos parecían sus ataques. No eran inmortales, solo eran más resistentes.
—No vas a poder hacerlo solo, necesitamos a Todoroki para que lleve a Ryuji a un lugar seguro—Katsuki escuchó el nombre de los labios de Izuku… Ryuji Bakugō, su pequeño bebé. Era un nombre hermoso para un bebé que desprendía poder y belleza.
—Tienes razón. Debemos huir por el momento, esquivarlos hasta llegar donde Todoroki, él probablemente esté con Eri y Hawks—su bebé comenzó a llorar, los meses con Himawari y su aguda nariz le dijeron exactamente lo que el bebé necesitaba. Izuku se movió por instinto y mordió su mano y acercó la herida fresca hasta los labios de su hijo. Ambos padres quedaron atónitos al ver como su bebé bebía con ansias el líquido rojo.
El poder tenía un precio muy elevado.
Los centinelas siguieron con su tarea programada de atacarlos pero con ayuda del escudo de su hijo y los esfuerzos de Katsuki para hacer de sus explosiones una salida por los estrechos pasillos, llegaron hasta una sala donde varios empleados estaban muertos. Las heridas mortales eran empalamientos por hielo y algunas con una vejez extrema que apenas quedaban huesos que ver, estaban siguiendo bien el rastro de Shoto. El sonido estridente de una explosión ajena a Katsuki alarmó la situación, una de las paredes cedió ante ello e Izuku pudo ver a Dante con un traje de combate, el alfa suspiro y sonrió al verlo, Izuku sostuvo con más ahínco a su pequeño hijo. El agente se acercó como una sombra del pasado hasta ellos. Los centinelas fueron tras él pero los limitó con un arma que emitía un sonido que molestó a Ryuji también pero no lo suficiente para dejarlo inconsciente como a las máquinas biológicas de la comisión.
—Gracias a dios están bien, las cosas afuera de este edificio están horribles. El gobierno japonés le quitó todo el poder a la comisión después de que le llegara una demanda internacional de diferentes países. Mucha de la información que enviaron fue primordial, al ver que algunas de las cosas que están aquí podrían ser un peligro biológico, tienen planeado enviar una bomba de gas. Esto es horrible, debemos salir de aquí lo antes posible—Izuku asintió mientras tomaba la mano de Katsuki.
—Debemos irnos Kacchan, no podemos quedarnos—Katsuki tomó con fuerza su mano y asintió. Izuku observó a Dante y habló—. Todavía quedan unas personas importantes, Todoroki, Hawks, Eri, Mirko y otros, debes ayudarlos.
—Lo haré, ahora fuera de aquí los tres.
Izuku ignoró la mirada suplicante de Dante que rogaba por unas palabras de sus labios, no poseía tiempo para los llantos del pasado, ya no más. Izuku tomó la mano de su alfa y se aventuró por el estrecho túnel de tierra que los hombres de Dante venían haciendo con sus particularidades. El agente observó con nostalgia como el omega que amaba se iba de la mano con otro alfa y un hijo en sus brazos. Pero una parte de su alma estaba feliz porque el pequeño hombre que lloró muchas veces en sus brazos ahora mantenía un semblante esperanzador que contagió su alma con más añoranza para luchar por esas personas que aún poseían algo por lo que vivir.
Dante se internó en las instalaciones en busca de más evidencias físicas, sus compañeros fueron por pruebas biológicas y fotografías para la corte internacional de justicia. Años estuvo presenciando la crueldad hasta en sus propias carnes pero los niños y los omegas que yacían en la oscuridad no eran dignos de salvación, el alma reflejada en sus ojos era tan seca y despojada de vida que sólo apunto con su arma porque en esos ojos al ver el último estallido de luz, solo hubo esperanzas por el porvenir después de la muerte y ante la súplica de paz, la tranquilidad embargó sus adentros. Solo serían víctimas de un accidente negligente, algo más que darle a los jueces. Por esas personas que no podían alzar la voz.
…
Hawks siempre estuvo de acuerdo a la hora de despojar su alma de dolores, de desprenderse de sí mismo para tolerar la verdadera cara del mundo a su alrededor. Sin embargo, no pensó vivir esa parte de su vida con un bebé en su útero, no podía simplemente dejarse ir cuando su cuerpo era dueño de una segunda oportunidad. Todos los días, el misterio del amor y el recuerdo en su mente. Veía su brazalete y después sentía la ausencia de sus alas, su preciada libertad. Shoto… No sabía nada de lo que estaba ocurriendo afuera, sólo lo acompañaban los susurros de los doctores y científicos que no paraban de administrarles drogas en sus venas cansadas de sentir el ardor de una nueva dosis de lo que fuera que le estuvieran administrando. Lo único que entendía es que ellos deseaban a su bebé, nada más, su vida no era más que una nulidad burda en la existencia de la perfección genética que crecía sin pausa en su vientre. No iba a mentir, el miedo raudo en sus carnes era tan real como su estómago abultado. Pero quería luchar por él y ese pequeño.
Cerró los ojos unos instantes, ese día nadie había ido a darle las drogas y el susurro de las enfermeras que lo limpiaban dejaba entender que el parto de Izuku se había adelantado y que todo el personal estaba ahí para salvar al primer bebé caníbal biológico y nacido de un semi caníbal y un caníbal total. Si para él las cosas eran difíciles, no quería cerrar los ojos e imaginar todo el dolor que su compañero estaba viviendo.
Sin embargo, después de unas horas una seguidilla de explosiones lo distrajo y cuando pensó que ellos vendrían por su vida, el temor lo hizo temblar en esa enorme prisión de cristal, se acurrucó y cubrió su estómago. Quizá no tenía sus alas para protegerse pero no iba a darle algo suyo a ellos sin pelear, cerró los ojos y esperó pero el cristal roto cayendo cerca suyo y una pequeña brisa helada lo hizo abrir sus ojos. La mirada heterocromática y el pequeño temblor de labios movió sus piernas hasta su lado, no hubieron palabras solo una acción que se llenó de un abrazo con lágrimas, el aire de sus pulmones, el aroma de su piel, la respiración caliente contra su ropa, el sonido de sus latidos… No sabía si estaba soñando o estaba muerto después de días agonizando en alguna esquina de la celda pero no le importaba, Shoto estaba ahí y no había nada más.
—Keigo… Dios, no sabes cuánto tiempo te estuve buscando, después de ver el video que nos envió la comisión hace meses, por un instante creí que te perdería, me convertí en algo horrible pero sabes qué, me importa una mierda—y era verdad, después de todo lo que había vivido a Shoto no le importaba nada de lo que había hecho para tener a Hawks en sus brazos. Su única preocupación era salir de ahí con él.
—Shoto, ¿Eres real?—Shoto asintió mientras tomaba entre sus manos el rostro de Hawks, fue delicado y tomando con su mirada cada parte del color ámbar de sus ojos.
El omega se regocijo en sus brazos hasta que vio los ojos rojos y su cuerpo tembló, sabía que sólo era una niña que estaba siguiendo las órdenes de los adultos de su alrededor pero eso no impedía recordar lo mucho que sus huesos recordaban el dolor de cada rebobinacion en sus genes. Se aferró a Shoto y el alfa sintió en sus carnes ese dolor, soltó sus feromonas de calma y tomó en brazos a Hawks y trató de reconfortar a Eri, ella se veía afectada pero con una llamada a un viejo amigo, su felicidad sería restaurada en un par de segundos. Hawks se aferró, restregó su nariz contra su cuello y absorbió todas las feromonas posibles para calmarse, sin embargo, en cada momento que sintió la leve mirada roja sobre él, su piel se erizó ante el recuerdo. Aún así, los brazos de Shoto parecían ser el lugar más confortable de la tierra. Mientras salían por los pasillos, Eri los protegió usando su particularidad, la gran habilidad de la niña evidenciaba lo mucho que la habían usado para sus experimentos personales. Le tenía lástima pero no podía dejar de pensar en las sierras sobre su piel, la forma en que le habían arrancado las alas, lo mucho que se tardarían en crecer y luego estaba su vientre, el bebé seguramente también había sufrido por culpa de esas sensaciones llenas de dolor. Acarició con suavidad su estómago y por primera vez en esos meses, estuvo tranquilo en los brazos de Shoto.
—Tranquilo, vamos a salir de aquí—Hawks no pudo estar más encantado de estar ahí, con él en esos momentos. Dolía por todas partes pero su corazón estaba en calma.
Al poco tiempo de huir por el ala de mutaciones físicas, Hawks miró de reojo como todos los que habitaban ese lugar estaban muertos, y con ellos, un montón de científicos que parecían haber sido atacados con un cuchillo. Eri no parecía perturbada con la sangre, al contrario, le restaba importancia. ¿Qué había pasado? Se lo preguntaba pero realmente no quería saberlo porque su sensibilidad mental pendía de un hilo.
—¡¡¡Héroe Shoto!!!—Hawks vio a Dante acercarse, él y Shoto hablaron sobre algo que Hawks no pudo registrar porque había un aroma extraño en el ambiente. No era la sangre, no eran las feromonas llenas de agonía que rodeaban los cuerpos y mucho menos el fétido olor de la falta de limpieza en las esquinas de las habitaciones, no, era otro aroma que no le gustaba. La sensación que recorría su espina al sentirlo era tan similar al miedo que no podía creer que ellos no lo sintieran, ni siquiera la niña. Sin embargo, no era el único que notaba ese olor. Uno de los ayudantes de Dante se estaba removiendo nervioso, rascándose el cuello y tratando de encontrar una posición más cómoda. Dante lo notó pero antes que pudiera decir algo, la persona explotó.
—Qué demonios… —Susurró uno de ellos, antes de que otro explotara, dejando más sangre en sus compañeros. Hawks agarró a Shoto con fuerza y le suplicó:
—Shoto, sácame de aquí. Es un gas sin olor, creo que solamente afecta a los omegas y probablemente no me afecte tanto a mi porque nuestro bebé es alfa pero lo estoy sintiendo en mis pulmones y duele mucho—Dante se dio media vuelta al oír las palabras para ver a sus ayudantes y tres de ellos explotaron, ya iban cinco. Shoto no espero más y salió corriendo por donde Dante le explicó que estaba la salida, mientras más lejos iban del ala de mutaciones, más ligero se hacía el aire. Sin duda alguien lo había hecho a propósito, Hawks no sabía si era obra de la comisión o de alguien más pero la manera en que solo iba dirigido a los omegas dejaba en claro sus intenciones.
Mientras iban por los estrechos túneles con Eri detrás suyo, Hawks percibió el aroma de tres caníbales en sus fosas nasales, se cubrió el estómago con fuerza para ver a Izuku y Katsuki con un pequeño bebé en sus brazos, a Hawks solo le tomó un segundo sentir una abrasiva fuerza provenir del pequeño infante. Un alfa prime, pero no era como el suyo, no, el pequeño Bakugō era el arma que la comisión por décadas había buscado en todos los lugares oscuros de la ciudad. Antes de siquiera emocionarse por ellos, exclamó:
—¡Deben esconder a ese niño ahora mismo, huyan lo antes posible!—Izuku, que mantenía en sus brazos a Ryuji, lo aguardo con más delicadeza contra su pecho.
—Keigo, ¿de qué estás hablando?—Shoto trató de entender porque Hawks estaba temblando, incluso su aroma ya no salía con un tono dulce por su embarazo, ahora era tan agrio como la lejía.
—Desde hace años la comisión siempre estuvo buscando al prospecto perfecto para hacer que los héroes fueran parte del ejército, el gobierno les pidió un sujeto que fuera fácil de manipular pero en extremo fuerte. Nunca hubo un sujeto así, todos los héroes, incluso yo que fui vendido por mi madre, nunca tuvimos las características suficientes… Qué puede haber más manipulable que un bebé caníbal, el canibalismo no se puede imponer, es una de las pocas reglas que respeta nuestro cuerpo por eso ellos nunca pudieron crearlo en el laboratorio, además, un bebé completamente caníbal se comería a su madre sin siquiera darse cuenta. Un caníbal completo, y un medio caníbal de a poco convertido por las feromonas de un caníbal… Sin miedo, con feromonas de atracción, compatibles genéticamente; chicos, su bebé es un arma. Deben cuidarlo porque ellos irán detrás de ustedes, de él—Katsuki apretó su mandíbula, esto era su culpa. Si tan solo no hubiera probado la carne…
—Kacchan deja de hacer eso—Izuku observó con enojo a su alfa, luego negó y tomó su mano. Katsuki apretó de vuelta la mano, era verdad—. Somos una familia, tenemos que cuidarlo como sea. No es tu culpa, no es culpa mía… Y honestamente, ya da igual de quien sea la culpa. Solo debemos hacerlo.
Katsuki asintió besando la mano de su omega. Shoto no dijo nada y Keigo solo guardo silencio porque no quería romper la atmósfera de motivación, Eri se agarró de la pierna de Izuku pidiendo cariño, Katsuki la tomó en brazos y siguieron caminando; al final del túnel había una luz que era aportada por la luna en lo alto. Era de noche y el bosque lleno de nieve le entregaba más luz al lugar, era frío y el bebé de Izuku y Katsuki apenas llevaba una manta encima. Katsuki se quitó su chaqueta para cubrirlo de la pequeña ventisca. Sin embargo, un aroma en el aire alertó al alfa de ojos rojos, algo no estaba bien. Shoto también lo notó, sentía ese aroma fluyendo con el aire frío.
—Dante dijo que sería una bomba de gas, ¿¡verdad?!—Izuku asintió asustado de sentir el aroma a pólvora quemada—. ¡HAY QUE CORRER AHORA!
Rápidamente el cielo se iluminó y el sonido viajó más lento. Katsuki soltó a Eri, observó a su omega y antes de que las palabras fluyeran por sus labios temblorosos, lo besó y luego a su bebé. Izuku con lágrimas en los ojos lo vió irse, pero igualmente corrió con su bebé, sabía lo que Katsuki estaba intentando hacer pero era una misión suicida y no estaba dispuesto a dejarlo solo, nunca más. Agarró a Shoto con una mano y le pidió a Eri que se aferrara con fuerza a su pierna, activó el Ofa y salieron eyectados de ahí, Shoto quería preguntar qué estaban haciendo pero cuando vio a Katsuki dirigiéndose al misil, lo entendió. Hawks no sabía qué estaba ocurriendo mas al tocar tierra firme a una distancia considerable, su cabeza consideró la idea. El misil iba a destruirlo todo, incluso a ellos si no se detenía. Recibió al pequeño bebé de Izuku en sus brazos.
—Su nombre es Ryuji, Shoto por favor… —el omega observó a su amigo—. Si algo nos pasa, cuídalo por favor.
Shoto asintió con una expresión dolida, Izuku apretó sus labios tratando de contener las lágrimas, su cuerpo temblaba. Besó la frente de su hijo y se despidió, dio un paso atrás y se elevó con velocidad hasta donde se hallaba Katsuki listo para recibir la explosión en sus manos, sus venas listas para recibir todo ese poder y redireccionarlo hacia otro lado que no fuera su alrededor, con su hijo, omega y amigos ahí.
—¡Kacchan!—se dio vuelta para ver a Izuku.
—¡¿Qué demonios haces aquí, vete!?—Izuku negó, se mordió el labio inferior hasta que obtuvo sangre y besó a su alfa, el sabor del líquido escarlata llenó la boca de Katsuki. Sintió en sus venas el poder y la sonrisa de Izuku fue más que suficiente para entender—. Eres incorregible.
—Y por eso me amas como yo te amo—cada vez más cerca el misil, cada vez más arraigado el Ofa en las venas de Katsuki.
—Tienes razón Deku, te amo—Izuku apego su frente a la de Katsuki y sus manos se aferraron a ambos lados de su rostro.
—Me alegra que hayas sido tú. Porque no podía ser nadie más—Katsuki sonrió y extendió sus manos, Izuku se aferró a su espalda, escondiendo su cuerpo detrás, dispuesto a morir por protegerlo a él y su bebé. Su familia, lo único que lo haría sangrar.
Un segundo de silencio absoluto se formó antes de que todo a su alrededor se volviera una luz intensa que los envolvió, el grito de Katsuki al sentir sus manos desgarradas por la fuerte sensación en sus palmas rompió un poco su corazón, el poder del Ofa no era suficiente, el miedo poco a poco comenzó a apoderarse de sus músculos y cerró los ojos. En ese momento, donde sólo podía sostener sus manos en lo alto para absorber el poder de la explosión del misil, se acordó de esos días en la UA, la primera vez que besó a Izuku y probó su piel, donde aún no sabía que sentía, donde sólo podía comprobar las circunstancias de su corazón como un pirata ante una tormenta indómita. Una sonrisa y su corazón palpitó con más fuerza, sus ojos verdes grabados con tinta en su mente, su necesidad de ser amado por él correspondida en ese fuerte abrazo. Estaba tan aburrido de siempre tener que luchar contra algo para ser feliz, para estar con él. Cada parte de su ser lo sabía, el destino siempre estaría en contra de ellos, de su felicidad, pero ¿cómo luchar contra algo que siempre estuvo en su corazón aún cuando la oscuridad sólo era absurda? ¿Cuánto dolor era necesario para que el destino estuviera feliz y los dejara de una vez por todas en paz? La quemadura se extendió hasta sus antebrazos, sus pestañas se quemaron y estaba seguro que las manos alrededor de sus pecho también estaban a carne viva. Pensó en su pequeño bebé, en Ryuji y en la virtud de una gota de su última lágrima, le pidió perdón a él y a Himawari por no cumplir con sus promesas.
Observó el cielo y quiso hacer un trato con Dios para poder sobrevivir pero ya era demasiado tarde, ya estaba dañado y su omega también. Cuando iba a la mitad de la explosión, cuando se dio cuenta que el rango no alcanzaría a Shoto y a su hijo, retiró sus manos, lo que quedaba de ellas, y con una media vuelta abrazó a su omega. Izuku sonrió al borde de un llanto y se aferró mientras el dolor llegaba hasta sus extremidades, el alfa recibiendo la gran parte de la explosión en su espalda sin quitar de su rostro esa hermosa sonrisa que lo enamoró cuando apenas sabía lo que era el dolor. Solo fueron unos segundos para los demás, pero para ellos dos fue un recuerdo de años.
El brillo cegó a Shoto, su corazón se detuvo un segundo cuando la onda expansiva casi los consume de no ser por el escudo que formó el pequeño Ryuji, un segundo después de ello, el bebé no dejó de llorar como si algo hubiera sido arrebatado de su lado. Hawks tomó al pequeño en sus brazos porque Shoto se lo entregó, corrió por el cráter caliente notando como algunos escombros estaban carbonizados al fuego vivo, poco a poco fue escuchando lamentos de algunos soldados de la OMH (Organización Mundial de Héroes), que estaban encargados de desmantelar la última base de operaciones de la comisión. Era un desastre, un completo desastre pero Shoto no estaba buscando a personas que no conocía de nada, él iba detrás de sus amigos… Ycuando llegó al lugar central de la onda expansiva, justo donde la explosión había hecho mella completa.
No había nada, absolutamente nada.
…
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