Capítulo VI: No quiero sonar egoísta, pero lo quiero todo
•|Capítulo VI: Prisoner|•
"Un reflejo en el espejo. Una flexión en el tiempo y las palabras dejaron de existir, ¿a dónde has ido y por qué nunca volviste a casa?"
…
Una sensación mortalmente abrumadora, hasta el extraño acontecimiento de perder la respiración. El instinto diseñado únicamente para la procreación y la lucha puesto en purga. Con la supremacía marcando los movimientos, anatomía en perfecta sincronía con el deseo colapsando cada orden. Vergüenza consumida por ello, por lo que se suponía sería lo único real en un individuo.
Aún así, Katsuki nunca en su vida había visto los colmillos de un Omega.
Puntiagudos sobre el labio inferior, casi llamando recelosos a la sangre de los mismos a través de la delicada piel pálida, tan blancos como los demás y que dejaban ir un poco de veneno. Lo suficiente para que una mordida se convirtiera rápidamente en una droga, sin dolor y con éxtasis durmiendo la piel afectada. Se sentía singularmente desprotegido en frente del Omega, la sensación iba ascendente desde la punta de sus pies hasta su cuello, como manos alrededor quitando el aire necesario en su sistema para subsistir. Era una sensación eufórica, digna de una sobredosis drogadicta con la única diferencia de que su cuerpo estaba lúcido, más que nunca. Respondiendo a él, a su cuerpo arruinado por las feromonas, escalando cada vez más alto. Con el efímero calor del otoño poco mermado por el ventilador, provocando más sudores que los de hace algunas horas en entrenamientos. Quizá no era del todo el calor efímero de septiembre. Tal vez, era su instinto… Que lejos de desear dominar, deseaba ver más. Casi grabando en el dominio de su ADN el comportamiento errante del Omega frente a sus ojos.
Como una pequeña muerte para volver a renacer entre sus brazos.
Izuku se quitó su polera, revelando su pecho y pezones casi irritados por el calor, hizo lo mismo con Katsuki. Ayudándolo torpemente con la tela. La liberación de feromonas llegó a su cuello al dejar ir la prenda al piso, un choque eléctrico perfectamente hecho colisionó con su glándula. Gimió contra sus colmillos y labios, era un aroma dulce a azúcar quemada. Ningún alfa en la UA olía así, todos eran tan abrumadores o insípidos que por un instante, su boca casi seca por los nerviosismos, se llenó de saliva ante la expectativa del sabor de su piel. ¿Caramelo agrio como su personalidad? No lo sabía bien, pero no podía evitar desear con todo su pecho averiguarlo. El sabor flotando con vida sobre su lengua.
Katsuki respiró con dificultad, su nariz anhelo el aroma puro de Izuku, no la sombra brumosa que el bozal de cuero le permitía percibir, pero se retuvo a sí mismo de romper el cuero de las ataduras. Se recordó que aunque deseara su cuerpo hasta el límite de sus impulsos, aún apestaba un poco por culpa de su enfermedad. No estaban jugando, necesitaba de sus feromonas para sanar.
Sin tocarse y casi formando un baile con sus pasos torpes alrededor de la alfombra, cayeron a la cama. Otro par de ojos los estaba viendo, pero no estaba haciendo acto de presencia ahí. Ni siquiera a cinco kilómetros. El otro par de ojos que los contemplaba sin siquiera estar ahí, estaba en la cama de un hospital para villanos. Luchando por su vida después de recibir la ira de su propio destinado, que ahora según la naturaleza que los unió, lo estaba traicionando a sangre y fuego. Quizás la misma enfermedad de su cuerpo era ese rechazo iracundo a la predestinación de pertenecer a alguien más. Su sistema luchando contra la voluntad repleta de esa entropía emocional. Con la profundidad de los rojos en su verde eterno.
En un movimiento lleno de deseo, Izuku deslizó su lengua por el cuello de su rival. Solo los años sabían que en su interior siempre había estado la incertidumbre extraña a ese deseo de abrazarlo, de hablar normalmente con él, de ser algo para él… Aunque la palabra rivales era pesada en su pecho, las heridas del pasado poco servían a la hora de verlo. Su cuerpo, la forma en que poseía cada parte de sí mismo en perfecta armonía con las demás. Tan atractivo, tan inteligente, tan fuerte. Su imagen de victoria, su compañero.
Más que todos los demás.
—Kacchan...—una sonrisa satisfecha en sus labios eclipsó el deseo de sus ojos, Katsuki que estaba encima suyo a poco de dejar ir sus feromonas se detuvo en seco al verlo. Una voz de su interior le dijo claro y fuerte: "Algo está mal." Pero los labios de Katsuki nunca pronunciaron las palabras, su pecho dolió y el temor de algo extraño se arraigó con recelo en su cabeza al contemplar la idea—. Katsuki…
Su nombre se volvió eco en sus oídos. Y olvidó todo.
—¿Qué quieres, nerd? ¿Te duele algo? Podemos detenernos si no estás listo—Izuku no dejó de sonreír y se acercó más, hasta que sus ojos estuvieron solo a unos centímetros, por los orificios del bozal se sentía el vaho de los labios del alfa. El olor del cuero y el calor hicieron que una parte de su cabeza le pidiera a gritos un beso. Izuku quería besarlo con tantas ganas que lo hizo a través del bozal. Besando el cuero negro y sorprendiendo al alfa.
—Deja ir todas tus feromonas, embriágame con ellas. Sáname—una sonrisa se ocultó detrás del bozal de cuero. Apegó la espalda de Izuku al colchón al mismo tiempo que su frente descansaba en su pecho, sonriendo dejó ir sus feromonas.
Era hora.
Acomodó su cuerpo encima suyo, sentándose en su regazo mientras buscaba en su pequeño bolso la crema. Izuku lo observó anonadado, conocía mejor el cuerpo de Katsuki que el suyo, aún así, esta faceta suya era tan enigmática y nueva que no sabía cómo sentirse al respecto, más que el evidente deseo por saberlo todo.
Katsuki al encontrar la crema salió de su regazo y fue por un condón a la caja, Izuku entendió la señal y se quitó el bolso de sus caderas, los zapatos, sus pantalones cortos y la ropa interior. El alfa cubrió sus dedos con el condón rosado y luego los untó en la crema. Izuku se presentó a él, extendió sus piernas demostrando la increíble flexibilidad que poseía y con dos dedos dejó entrever su entrada algo húmeda. El alfa comenzó a babear, el escalofrío que cubrió su espina dorsal fue muy similar a la sensación que fue apoderándose de su miembro. Poco a poco llenándose de sangre. Y no podía culpar a su instinto, Izuku no era precisamente delicado pero tampoco un ser imperfecto. Sus dedos estaban llenos de cicatrices dispersas de guerra, sus piernas eran gruesas y con firmes líneas de operaciones por múltiples heridas graves del pasado. La base de su generoso y delicado miembro estaba coronada con vellos desordenados, tanto como los de su cabeza, las múltiples pecas manchaban su piel íntima, ligeramente más que la demás. Aún así… Era todo lo que podía desear, conocía partes de él tan increíbles que todo en el plano cobraba sentido. Un sentido tan enorme que todo su cuerpo lo estaba llamando con locura.
La misma boca que lo maldijo hace años, ahora solo quería probar más allá de sus piernas. Los mismos dedos que se curvaron en un puño para atacarlo, ahora estaban acariciándolo con deseo. Las feromonas que en algún momento lo hicieron llorar de dolor, ahora lo hacían de placer.
Izuku sintió los dedos acariciar su entrada, la delicadeza del condón se envolvió cuando el primer dedo entró. Katsuki con la otra mano, empujó sus piernas para que sus rodillas estuvieran contra su pecho, la piel lechosa de los muslos lo volvió loco. Estaba evitando mirar porque su nudo dolía, ardía contra la tela del pantalón. El Omega gimió.
—Guarda silencio nerd, no quieres tener a la jodida mitad del departamento de extras aquí—Izuku trató de responder pero sabía que sería inútil. Contuvo su aliento en la boca, acallando las sensaciones que carcomían sus entrañas. La oscuridad de la noche lo hizo ver la figura de Katsuki dispersa, mirando la pared blanca de su habitación mientras acariciaba el interior de su cuerpo. Tenía razón, la mayoría de sus compañeros estaban en sus habitaciones, algunos quizá durmiendo. No los quería despertar pero se sentía demasiado bien. Si pudiera controlarlo, ni siquiera exhalaria con tal de hacerlo en silencio… Sus ojos se abrieron, las feromonas.
—Kacchan… Tus feromonas, por favor—mordió sus nudillos, Katsuki hizo lo mismo pero con su labio inferior, probando su propia sangre. Separó sus piernas y con dos dedos en su interior, acercó su cuello al suyo. La frecuencia de su respiración y el evidente bulto entre sus nalgas hizo a Izuku gemir nuevamente, la carga de feromonas llegó sin retraso. Las oleadas de placer lo hicieron cerrar sus ojos, su pene erecto bailó sobre su estómago. Quería tocarlo pero su vergüenza aún estaba ahí, y más ahora que podía sentir el peso de Katsuki encima suyo y la longitud a través de la tela. Un leve balanceo de caderas para dar mejor apoyo e Izuku lo sintió por completo, lo grande y grueso que encajaba en su culo. Tembló ante la sensación, su cuerpo quería más que solo los dedos. Empujó sus propias caderas para hallar un mejor roce, respiración a respiración —. Maldición, no es suficiente…
Era desesperante.
Katsuki se dió cuenta, de pronto y sin ninguna explicación, dos dedos no eran suficientes. Tres y cuatro, y todavía no parecían ser suficientes. Ambos se alejaron, sus cuellos quedaron fríos ante el anhelante toque repetitivo de feromonas. Profundas exhalaciones y una mirada que parecía desnudar la propia alma debido al deseo. Sabían que tarde o temprano tendrían que dar el paso, pero el cuerpo de Izuku parecía ir más rápido que su mente. Corriendo por la piel como las gotas de sudor, calor ascendiendo, deseo quemando e hirviendo todo. Izuku se sentó, su propio cuerpo manchando la propiedad de Katsuki, casi marcando territorio. Con los ojos ajenos listos para pestañear, tres alma y solo dos en participación.
—¿Qué deberíamos hacer?—Katsuki, frustrado se restregó la cara con ambas manos. El condón manchado había caído en la cama, Izuku lo vió y lo tomó con cuidado. Anudandolo para arrojarlo al tacho de basura. Sus manos temblaron pero su sistema al igual que su mente pensaron en ello. Estaba nervioso, por supuesto, pero no podía negarlo. Su propio deseo lo estaba haciendo valiente, sinvergüenza tomó entre sus manos el rostro de Katsuki. Sin hablar, y con el secretismo de la habitación volviéndolo un confidente de sus emociones, lo besó por encima del bozal. Sin temor de enfrentarlo, dándose cuenta que lo necesitaba más de lo que imaginaba. Teniéndolo entre sus dedos cicatrizados, tan grande y a la vez tan pequeño. Katsuki lloró, por las emociones de su interior haciéndolo ebullir en ello. "Se ve tan bien llorando por mí…"
Izuku lo pensó y lo deseó aún más. Hacer llorar a Katsuki de placer hizo que algo en su interior se sintiera tan satisfactorio que no pudo pensar en nada más. Quería más.
Lo empujó contra la cama, casi cayendo ambos por el borde. El bozal de cuero no podía ocultar lo que sus ojos decían, sorprendido por la fuerza, por sus ojos llenos de egoísmo y deseo. Casi hambriento por la sensación, Katsuki no tenía miedo como debería pero por un instante, entregó su cuello, dejando ir sus feromonas llenas de euforia. Importándole una mierda que solo una pared los separara del mundo. E Izuku se dio cuenta de algo que nunca creyó posible, estaba celoso. Estaba tan celoso de los amigos de Katsuki, de cada uno de ellos. Tenerlo solo para él ahora, era más importante y placentero que imaginarse siendo el número uno. Palidecía toda su vida en comparación. El alfa que siempre deseo bajo suyo, solo para él por una fracción de tiempo.
Que poderosa era la sensación.
Se sintió mareado de solo estar así. Sobre su regazo, desnudo y con solo dos prendas separándolos. Y prendas que ni siquiera molestarían si movía un poco la tela.
—¿Qué vas hacer, nerd de mierda?—grave, tanto que sus caderas respondieron con un leve balanceo. Un pequeño silbido se escapó de los labios de Katsuki, tomó sus caderas en una acción completamente nacida del instinto. Tantos planes de ir despacio tirados a la basura, todo porque Izuku siempre parecía ir demasiado rápido, tan frenético e inalcanzable. Aunque, era la primera vez que a Katsuki no le molestaba, en lo absoluto.
La habitación se convirtió en un pequeño espacio para escupir la verdad. Izuku delineó los músculos de su cuerpo, tan definido; las lágrimas rodeando el rostro de Katsuki lucían tan bellas, penetrando amablemente su orgullo y convirtiéndolo en pasión pura. Se movió un poco, sabiendo que el movimiento dejaría una mancha en los pantalones oscuros de Katsuki. Con su dedo fue bajando por sus abdominales hasta llegar a la pretina de su boxer.
Siempre usando ropa holgada, siempre escondiendo del mundo lo que muchos y muchas anhelaban tener entre sus piernas. Y solo para él en ese momento. ¿Por qué Katsuki lo hacía sentir tan poderoso siendo un miserable Omega necesitado de ayuda? No sabía cómo responder la pregunta pero quería dejar de ser tan imbécil con ello.
—Quiero ser obsceno contigo; sucio, indecente. Cualquier sinónimo que se te venga a la cabeza en este momento—Katsuki se rió, fue algo suave comparado contra lo que comúnmente se oía de sus labios. Se enderezó en la cama, con la palma cubriendo toda la espalda baja de Izuku, se acomodó con él en contra de la pared. No podía verlo pero podía adivinar que estaba sonriendo, y de cierta manera, a Izuku también le gustaba mucho hacerlo reír. Todas las emociones que podía sentir solo por él eran bienvenidas. Se estaba volviendo egoísta…
Aunque realmente quería serlo.
Un extraño interruptor se activó en su interior, por un instante cerró los ojos y pudo ver el cabello blanco y los ojos rojos ondear con ira por lo que estaba haciendo.
Nadie pudo quitarle la sonrisa, no podía explicarlo, pero que su mente evocara a Tomura enojado mientras estaba excitado en el regazo de Katsuki lo hacía feliz de una manera eufórica.
"Eres mi Omega. Solo mío. Ni siquiera él puede cambiar eso."
"¿De verdad? Nunca me importó lo suficiente ser Omega. Así que haré lo que tu haces, convertir todo en polvo."
Las palabras flotaron en su mente con imágenes borrosas de él y Tomura peleando a muerte. No podía identificarlas bien ni menos asimilarlas a una escena de su vida porque Katsuki lo estaba distrayendo con la punta de sus dedos, flotando desde su coxis hasta su cuello, suave, perfilando su espalda y formando una línea fluida por su columna. ¿Cómo un solo movimiento de manos podría ponerlo de esa manera? No lo podía entender más que aceptar que le gustaba más que su mercancía limitada de Allmight.
Se balanceó lo suficiente para mover la pretina del pantalón de Katsuki, el alfa alzó las caderas y dejó ir su ropa, solo un poco por debajo de sus rodillas. Izuku quedó asombrado, no se imaginaba que su polla fuera tan rosada. Incluso la suya era más pálida en comparación. Gruesa y tan pesada que no podía mantenerse erguida sin caer sobre su abdomen. Apenas podía rodearla con su mano, era tan grande. No circuncidado, con la punta redonda, brillante, dura y rosa. Un nudo en la base apenas perceptible que probablemente doblaría su tamaño en unos minutos, unos testículos redondos, claros y lampiños. El único vello que se podía percibir era el rasurado en la base. Se había depilado… ¿Lo había hecho solo por él? El pensamiento llenó con lujuria el pecho de Izuku. Comenzó a masturbarlo, solo por curiosidad. Para saber cómo se sentiría contra su mano. Katsuki gruñó en respuesta.
—Si sigues así yo… Joder—Izuku tragó duro, era verdad. Ambos sin experiencia en ello, la sensación sería demasiado. Solo podrían durar unos minutos, si era sincero estaba igual. A poco de sentir el orgasmo fluir en sus entrañas.
—Entonces ayúdame, Kacchan—Izuku alzó sus caderas, Katsuki negó empujándolo un poco.
—Con condón, no nos vamos a arriesgar—Izuku negó, se sentó en sus muslos jugando con la polla de Katsuki, no quería aceptarlo pero le gustaba lo cálida que era. Lo caliente, pesada y bien que se sentía contra su mano.
—No te preocupes, soy estéril gracias a esta enfermedad. En unas semanas deberíamos preocuparnos por un condón. Cuando mi cuerpo vaya evolucionando a tus feromonas y la crema—Katsuki encarnó una ceja.
—Entonces, ¿por qué me dejaste usar el condón antes?—Izuku sonrió, sonrojado y rascándose su mejilla izquierda con la mano libre. Katsuki sabía que cuando hacía ese gesto era para admitir algo que le incomodaba.
—Era erótico verte con él en la mano. Lo siento—Katsuki estuvo tentado en darle un cabezazo, pero no lo hizo, al contrario levantó las caderas de Izuku, acercándolo a su pecho. Sintiendo la euforia cobrar vida en sus venas, haciéndolas vibrar en la oscuridad de la habitación.
—Maldito nerd, eres todo un pervertido de mierda—realmente quería besarlo pero se conformó con dejar ir sus feromonas. La oleada de feromonas hizo a Izuku gemir, con las manos de Katsuki un poco más calientes de lo normal, poco a poco fue ayudándose de él para alinearse en su centro. La humedad envolvió el miembro erecto de Katsuki al mismo tiempo que Izuku moría por dentro al sentirlo. Encorvando su pecho, desgarrando la piel con sus uñas... La forma de su polla, el calor que irradiaba y cada vena bombeando sangre… Su frente cayó en el hombro contrario al tratar de obtener aire.
—Dios… Se siente tan bien, Katsuki...—contra él, sintiendo cada pulgada sagrada internarse en su interior por primera vez, se rindió al placer y con mucha torpeza se aguantó por orgasmo. Poco a poco fue moviéndose. Ambos lo hicieron, explorando juntos el terreno que nunca se interesaron en buscar. Tejiendo emociones que los volvieron reyes en los brazos del otro, atrapados en una habitación oscura, solo el sonido de sus pieles húmedas creando un eco disperso. Incómodos en la posición pero que no importaba lo suficiente, no había tiempo para cambiarla. El sentimiento se estaba aproximando, motivado por los movimientos exasperados—. ¡Ah! Ahí, más fuerte ahí.
El glande de Katsuki recibió la oleada de calor, delicioso en su cabeza, con las manos apretadas en sus glúteos, lo fue ayudando a seguir. Ambos estaban gruñendo, sin conciencia del sonido que emitían. Nubes de exhalaciones pegadas en su piel igual que los sudores, cada vez más caliente y cada vez más intenso. Katsuki se estaba volviendo loco, su cuello estaba tan cerca que las feromonas que apestaban poco a poco fueron cambiando a una fragancia fuerte, atractiva en su nariz. Abrasiva en sus sentidos, sus colmillos y boca estaban salivando tanto veneno que se sentía agrio tragar. Izuku, con el capricho marcando sus acciones y sentidos; mordió con fuerza el cuello de Katsuki. El alfa se corrió al mismo tiempo que la sangre nadó por impulso en la lengua de Izuku. El nudo volvió loco a Izuku.
Gritó de placer, encorvando su espalda en sus brazos, arañando su pecho por culpa de la sensación. El orgasmo manchó los abdominales de Katsuki y con ellos, una gota de sangre hirviente serpenteo por los músculos, ayudándose del sudor. Se quedaron unidos, las respiraciones mezclándose con éxito, haciéndoles sentir el calor y lo abrumador del momento. Izuku estaba ciego en las sensaciones, se sentía como si el cielo le hubiera hecho un espacio al mal. Y ellos dos fueran la encarnación del mal, porque en las lejanías de su mente había un rostro llorando sangre, ese rostro era el de su enemigo y lloraba por su traición. Se sentía tan bien, que no se dió cuenta cuando con su propia lengua fue limpiando la sangre de la herida de Katsuki. El veneno de los colmillos de Izuku adormeciendo los dolores de Katsuki. Haciéndolo un adicto a ello, a la droga de sus labios.
Realmente no dimensionaron cuánto tiempo se iban a quedar así, pero siguieron descansando en los brazos del otro sin decir nada. Se movieron un poco para estar más cómodos en la cama, ahora no estaban contra la pared, que había quedado manchada con el sudor, ahora estaban en contra de unas almohadas. Descansando mientras el nudo de Katsuki se deshinchaba por completo. Si era honesto, nunca antes había tenido un nudo. Creyó que nunca tendría uno, porque cada vez que se masturbaba en la ducha, apenas se venía y nunca se llegaba a hinchar del todo. Pensó que era culpa de su ascendencia pero ahora que lo veía, no era tan grande en comparación de los puros pero por la expresión celestial de Izuku, era más que suficiente para ayudarlo. De hecho, demasiado. Unos diez minutos después, el nudo finalmente se deshinchó. Izuku gimió al mismo tiempo que se levantaba del regazo, Katsuki tragó duro. La imagen de ver su semen caliente cayendo por los muslos rojos de Izuku era realmente excitante. Pero eso no era tan importante. Izuku lucía realmente cansado, como si hubiese estado días sin dormir.
—¿Cómo te sientes?—Izuku apenas podía sostenerse en sus brazos, tenía en mente irse a su dormitorio pero realmente no podía moverse mucho.
—Como en una nube, realmente fue excelente Kacchan—sonrió, sus mejillas aún estaban rosadas.
—Fueron apenas cinco minutos, será mejor la próxima vez. Lo prometo, nerd—Izuku tomó las manos de Katsuki entre las suyas, el calor que emanaron fue bien recibido en su piel. Una mirada y ya podía ver la alegría en sus ojos verdes.
—Muchas gracias por ayudarme. Siempre siendo increíble—Izuku se quedó dormido encima suyo, aún había semen en la cama y el sudor estaba secándose, Katsuki con las energías que le quedaban tomó a Izuku en sus brazos y lo ayudó a sentarse. Sacó el cubrecamas que había previsto para la ocasión, lo dejó en el bote de la ropa sucia junto a la ropa que habían usado porque todas las prendas realmente apestaban. Purificó las feromonas más pesadas en el ambiente con un aerosol, limpió a Izuku con toallas tibias y lo vistió con ropa suya. Abrió las ventanas para ventilar el olor a sexo, como apenas pudo se sacó el bozal de cuero. Después se lavó los dientes, liberando el veneno, y notando la enorme mordida en su cuello. Por suerte, podía ocultarla con un parche de feromonas. Para finalizar, verificó que todo estaba limpio. Se acostó a su lado y lo abrazó fuertemente. Izuku se acopló con gusto en sus brazos.
Katsuki tenía miedo, porque él también había sentido los ojos mirándolo. Con recelo y odio, no sería mucho si no sintiera que esa persona era un peligro latente. Su instinto le gritaba con tantas fuerzas que si no se deshacía de esa amenaza que desconocía, la amenaza los iba a consumir a ambos. Y nunca en su vida su instinto había considerado una persona un peligro. Nunca.
…
Material Girl, María.
El nombre de su madre era María. María creció en una familia llevada por una mujer que se prostituía en las calles más elegantes de Japón, visitada por muchos sin posibilidades de hacerla entrar en razón. Maneater, así siempre le decían cuando los hombres venían a casa de María en busca de su madre, los años pasaron y María estudió para ser una gran arquitecta. Con ideas innovadoras fue escalando hasta que cayó rendida en los brazos de un alfa que no tuvo piedad a la hora de degradarla para mantenerla bajo su poder. María sabía que una vez todos vieran el vídeo que había grabado con ese alfa, nadie sería capaz de contratarla y respetarla. La confianza que puso en él al principio de una relación brillante, se convirtió en un infierno que apagó antes de siquiera arder. Con el libro rojo de su madre guardado en la parte más oculta del closet en su habitación llena de terciopelo rosado, comenzó a llamarlos a ellos. María tomó sus propias decisiones, tomó caminos que la llevaron a usar cuero con diamantes en habitaciones más costosas que su propio corazón. Al igual que su madre, su piel rosada fue buscada por todos. Nadie podía con ellas, con el ácido entre sus piernas, eran capaces de matar a cualquiera que fuera capaz de forzarlas.
Hubo una ocasión en donde un beta intentó poseer a María, la vagina de María derritió el miembro del hombre hasta que sus gritos cesaron. María sabía bien que aunque estuviera en la cima, en cualquier momento podría caer tan fuerte que ni siquiera sentiría el impacto. Y esa caída, fue Mina. Embarazada de un alfa italiano con cuernos de diablo, su aliento de fuego la abandonó antes que ella le dijera que estaba en cinta.
Con el espejo lleno de diamantes en mano, María no quería que su pequeña Omega de piel rosa y ojos negros fuera parte de ese mundo así que desde pequeña le enseñó todo lo que hacía. Todo lo que había hecho a lo largo de sus treinta años. Nunca le mintió, nunca le dijo que todos los alfas eran malos pero sí la mayoría de ellos lo eran. Mina creció viendo hombres llevar diamantes y rosas a su madre, hombres que más de una vez la habían llamado hija. Hombres que eran herramientas para su madre, para María "la del coño húmedo y rosado."
Mina no quería ser como su madre, quería ser la heroína más fuerte del gremio. La Omega que iba en contra de su propia naturaleza, María la apoyó. Le entregó todo lo suficiente para poder emerger pero hasta una persona como María sabía que su hija sería blanco de los depredadores. De los alfa que solo veían a las omegas como jueguetes sexuales con números para comprar. Las aspiraciones de Mina eran ser una heroína, María la veía en ese puesto si no fuera porque vivían en un mundo injusto. Y tal como ella lo temió, Mina llegó sin desearlo al número más alto de la prostitución heroica.
Diamantes por cada kilo de su cuerpo.
El problema no era valer mucho dinero, el problema era que cuando una mujer valía demasiado para su propia suerte, desaparecía en extrañas circunstancias. Para las autoridades no era un gran problema, no indagaban en ello, solo hacían pequeñas declaraciones a la prensa, demasiado ambiguas para una generación que siempre estaba rezándole a algún Dios por su vida. Mina estaba aterrada, la sola idea de desaparecer algún día y sufrir por aquellos que le pusieron un precio en su cabeza, era repugnante. Prefería entregarse a Todoroki. Nadie lo sabía con exactitud, pero no hacía falta decirlo, de alguna manera ellos siempre se enteraban.
De cuando alguien perdía su pureza.
Las palabras estaban atrapadas en su garganta, su madre la había llamado aterrada ese día. Diciéndole que muchos de sus clientes habían hablado de la preocupación sobre ella, sobre la hija de una prostituta famosa que deseaba ser heroína y que era costosa para los importantes. María rezó en silencio mientras escuchaba los llantos de su hija. Era obvio que sería así, no había mucho que desconocer de ello. Tenía sus días contados si no hacía algo rápido. Trató de explicarle a Todoroki pero sus palabras quedaron expuestas al llanto. Él solo la abrazo mientras trataba de calmarla con palabras suaves. Ni siquiera sus brazos cálidos pudieron con la exasperante necesidad de dejar de ser pura.
Y comenzó con un beso lleno de sal por sus lágrimas, el aliento de Todoroki cálido en sus labios la hizo dejar de llorar. Calmarse. Cuando finalmente pudo respirar bien, le explicó la situación. Todoroki frunció sus labios con ira, era evidente que estaba enojado pero más allá de eso, estaba muy preocupado. Mina nunca imaginó que sería estar con una persona, que sería sentir las manos de otra persona en su cabello o rostro. Pero cuando él la llamó con confianza y le pidió permiso, pudo olvidar la verdadera razón de porque estaba en su habitación, desnuda contra su tatami, respirando irregularmente mientras la boca del alfa estaba entre sus piernas, besando y lamiendo su sexo. La habitación oscura se volvió una cueva de confidencialidad para ambos, de cierta manera se alegraba haberlo escogido. Que fuera un besador lento, de caderas tranquilas y manos suaves.
Esperaba sangrar y llorar, no sentirse amada. Y mucho menos desear hacerlo una vez más.
...
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