Capitulo 8

(Lunes)

- ¿Qué tal estás Zach? - preguntó Daniel divertido.

- Si no te callas te juro que meteré mi puño en tu boca. - dijo él entre dientes.

Todos rieron.

- No hace gracia. - masculló Zach - Mi madre creía que había tomado droga. ¡Me llevó a un psicólogo! Pero decirme ¿¡Cómo explicarle que fingí un ataque, entré al hospital y me pusieron anestesia solo por intentar ayudar a mis amigos?!

Volvieron a reír con más ganas.

- Lo siento Zachy.

El castaño bufó y se fue de allí con Jonah riendo detrás.

(...)

Daniel sonreía cada vez más grande con cada paso que daba al hospital.
Quería ver a Dana y decirle todo lo que sentía. Todo.

No estaba nervioso. Solo quería estar con ella, abrazarla y, si lo conseguía, besarla.

El color le subió a las mejillas con ese pensamiento y sonrió como bobo.

Toda la felicidad desapareció al entrar al hospital. Todo estaba en silencio. No el silencio normal de los hospitales. Este era más triste, con algo de dolor en la cara de las enfermeras.

Dio su ficha y miró a la recepcionista con el ceño fruncido. Tenía los ojos inchados y parecía haber llorado.

- ¿Qué ha pasado? - cuestionó en un susurro.

La mujer le miró y enseguida sus ojos comenzaron a llenarse de lágrimas.
Lo peor pasó por la mente de Daniel, e intentando calmar a la mujer, no paró de preguntar lo que pasaba.

- E-es Harper. - balbuceó ella - Ha fallecido esta mañana.

El mundo de Daniel cayó, al igual que sus rodillas al suelo.

No podía ser. Ella no podía haber muerto. Estos últimos días había estado sonriendo y recorriendo el hospital con todas sus energías. ¿Qué había pasado?

Comenzó a llorar en el suelo sin podérselo creer aún.

¿Harper? ¿Su Harper? ¿La niña más dulce del mundo? ¿Había muerto?
Debía haber sido un malentendido.

La mujer se colocó a su lado y acarició su espalda en señal de comprensión.

Después de calmarse un poco la miró con tristeza.

- ¿Y su madre? ¿Dónde está? Quiero darle el pésame.

- ¿Su madre? - la mujer estaba desconcertada - Harper no tenía madre.

¿¡Qué?!

- La abandonaron aquí en cuanto sus padres descubrieron la enfermedad. No podían hacerse cargo de ella.

- P-pero a m-mi me dijo q-que...

- ¡Daniel! - el grito desgarrador de Dana le hizo voltearse sin terminar su frase.

El chico se levantó del suelo con rapidez y corrió hacia ella envolviéndola en un cálido abrazo.

Dana comenzó a sollozar en el pecho de Daniel mientras él no dejaba de llorar en su cuello.

Los dos se agarraban con fuerza, sabiendo que en cualquier momento se desmoronarian.

Se calmaron un poco, pero siguieron abrazados.

La gente que pasaba por allí les miraba confusos y enternecidos a la vez.

- Tengo que darte algo. - susurró débilmente la chica.

Daniel asintió y la siguió a su habitación.

Cuando llegaron, Dana cogió un sobre en su camilla y se lo entregó al chico.

- Es de Harper. - informó.

Daniel se sentó en la cama para leerlo. Si lo leía de pie seguro que se caería.

Tragó saliva al ver la deformada letra de Harper.

Dana se sentó a su lado y los dos comenzaron a leer.

Querido Dan:
Soy yo, Harper. Pero eso ya lo sabrás.
Mi enfermedad va mal. Pero como habrás notado no lo demuestro. No quiero preocupar a nadie. Quiero vivir mis últimos días feliz, con mis amigos.
Creo que en este momento ya habrás descubierto que no tengo madre. No, no tengo. Pero quería pensar que si.
Todos los niños del hospital tenían una y les daban ánimos para salir de la enfermedad. Yo quería eso. Quería ser igual que todos. Las veces que dije que mi mamá decía que me curaría, solo era yo. Dándome fuerza sabiendo que en verdad no tenía.
No quiero entristecerse con esto. No soy una niña pequeña.
Porque, en verdad, tengo una madre. Puede que no sea de sangre, pero yo lo siento. Ella me anima cuando estoy triste, me cuenta historias y me hace sonreír. Dile a Dana que ella es mi madre y qué tú, eres mi padre. El mejor padre que podría haberme tocado.
No estéis tristes porque me haya ido, ya no me duele nada, estoy bien. Solo quiero que vosotros lo estéis.
Dile a Dana que no se rinda con su sueño de bailar, y aplícate el mismo cuento a tí. Cumplir vuestros sueños.
Estaré orgullosa de vosotros.
Por si os lo preguntabais, sí, me han ayudado a escribir esta carta, pero está es mi bonita letra.
Os quiere, Harper.

Las lágrimas resbalaban por las mejillas de Dana y Daniel sin cesar.
Sé volvieron a abrazar con más fuerza.

Harper se había ido, y con ella una parte de su alma.

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