Capitulo 4
- ¿Por qué no me respondiste?
Daniel bufó de nuevo, no estaba de humor hoy, y las preguntas de Jack le desesperaban.
- Ya te lo dije Jack. - guardó los libros en su casillero - En el hospital no me dejan utilizar el teléfono.
- ¿Y después? - Jack frunció el ceño - Después podrías haberme llamado para explicármelo.
- Lo siento ¿Sí? - soltó un suspiro cansado - Estaba agotado y se me olvidó.
- ¿Qué se supone que te hacen ahí? - preguntó el ruloso con una mueca de miedo - Nunca te había visto así. Tan... Pensativo.
- No me hacen nada. - contestó él sin mirarle - Solo pienso.
- ¡Es lo que te digo! - exclamó - Tu nunca piensas. ¿Recuerdas el otro día con los chicos? ¡Te tiraste de la rampa de skate sin monopatín! ¡Sin monopatín!
Daniel rodó los ojos, pero asintió.
Era verdad que casi nunca pensaba las cosas, pero el dibujo de Dana le daba mucho que pensar.
¿Por qué lo había tirado a la papelera?
Era hermoso, y sin duda no tenía ningún fallo. ¿Por qué tirarlo?
Debía preguntárselo mañana.
(...)
Era miércoles por la tarde y Daniel ya tenía todo preparado para su visita al hospital.
Se despidió de su madre con rapidez y montó en su monopatín lo antes posible.
Llegó a la puerta y dejó el monopatín de nuevo en recepción.
Firmó su ficha de entrada y corrió al aula de juegos.
Al entrar todos los niños se le quedaron mirando, pero enseguida volvieron a lo suyo. Menos Harper.
- ¡Hola Daniel! - saludó.
- Hola pequeña. - exclamó él revolviendo su corto pelo.
Miró al aula varios segundos. Los niños parecían mucho más calmados que ayer.
- Harper. - llamó el castaño a la niña - ¿Puedes vigilar la clase un momento?
Ella asintió sonriente.
- ¿Me dejas pegarlos si hacen algo mal? - Daniel negó con el ceño fruncido. - Jope.
- Pórtate bien. - ordenó antes de salir por la puerta.
Anduvo por los pasillos mirando a todas partes. No recordaba dónde se encontraba el cuarto de Dana, ya que en la carrera de ayer no se fijó por donde iba.
Hasta que la encontró. Una puerta decorada con dibujos del mismo tipo que el que había visto Daniel.
Zapatos de ballet, bailarinas, vestidos, corazones, líneas del latido del corazón...
Era hermoso.
Todo pintado en negro, como si Dana se hubiera quedado sin colores.
Algo... Melancólico.
Tocó la puerta dos veces antes de entrar, y desearía no haberlo hecho.
Dana tenía los ojos cerrados, la cara más pálida de lo común, unos tubos metidos en sus fosas nasales que le proporcionaban oxígeno y estaba conectada a una máquina por medio de las venas en sus brazos. Quimioterapia.
- Mierda. - masculló y se dió la vuelta con la intención de irse, pero Dana ya le había visto.
- ¿Qué haces aquí? - preguntó en un susurro débil.
- Quería verte. - explicó él acercándose un poco a la cama - Pero si quieres me voy.
- No, no pasa nada. - se incorporó con cuidado en la cama y le miró con ojos cansados - ¿Qué querías?
- Emm... - Daniel no sabía si debería preguntárselo en ese estado - No es nada. ¿Estás bien?
Ella sonrió de lado y negó.
- Me duele todo. - contestó con una linda sonrisa, que parecía ocultar todo el dolor - ¿Y tú?
- Bien. - dijo simplemente.
Después se quedaron en silencio un buen rato.
- ¿No deberías ir a cuidar a los niños? - preguntó ella con el ceño fruncido.
- No hace falta. - la miró - Harper les cuida.
- ¿Harper? ¿La niña que te convirtió en princesa?
Daniel asintió mientras sus mejillas tomaban color y Dana rió.
- ¿Por qué estás aquí? - preguntó ella curiosa - No te ofendas, pero nadie viene al hospital por gusto.
- Necesito algunos créditos para la universidad y tomé esta opción.
Dana asintió analizando la situación.
- ¿Qué estudias?
- Música.
- Interesante. - comentó ella mirando a otro lado.
- Si tú no estuvieras aquí... ¿Qué estudiarás?
Dana le miró a los ojos por un largo tiempo.
- Administración de empresas. - contestó sin mostrar ninguna expresión.
- ¿Enserio? - Daniel puso una mueca - Que aburrido.
La chica soltó una pequeña risita.
- Lo sé, pero es lo que quieren que estudie mis padres, así que...
- ¿Qué quieres estudiar? - repitió la pregunta el castaño - ¿Qué tú quieres estudiar?
La chica miró a la ventana pensando en la respuesta.
- Ballet. - dijo en un susurro, pero Daniel la oyó.
Ella le miró con tristeza.
- Pero todo el mundo sabe que eso es imposible.
- ¿Por qué? - preguntó extrañado.
- Primero, mira mi cabeza. - se señaló - No tengo nada de pelo y a la gente no le agrada eso. Segundo, el tratamiento no va bien, si llego a ser bailarina un día será sin un pecho. ¿Has visto alguna bailarina sin uno? - Daniel negó - Exacto. Nadie las quiere en sus escuelas o espectáculos.
Por eso ella tiró el dibujo.
Dana sabía que su sueño no podía cumplirse, y decidió solamente rendirse.
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