Capítulo 39
- ¿Te sientes bien? - preguntó Daniel con una voz suave.
Dana sonrió débilmente con los ojos entrecerrados.
- Siempre me encuentro bien cuando estoy con mi marido y mi pequeño hombrecito. - besó la cabecita de Dylan y el rubio sonrió tumbándose a su lado.
- ¿Quieres que haga algo, o qué vayamos a algún lado?
Daniel estaba desesperado. Quería pasar los últimos momentos de Dana en lugares que ella disfrutara. Dónde pudiera recordar cada momento, donde ella fuera feliz, pero la debilidad en el cuerpo de Dana no le permitía hacer mucho por ella. Se le acababa el tiempo y estaba frustrado por no poder saciar los deseos de Dana.
El doctor había dicho que Dana no sentiría dolor. Se iría apagando lentamente como una vela.
Entonces ¿Era malo que ya sintiera como si el fuego estuviera a punto de apagarse? ¿Como si la vida de Dana ya no diera más de sí?
Claro que era malo, la estaba perdiendo y no podía hacer nada para detenerlo.
- Creo que estoy bien aquí por el momento. - giró su cabeza hacia Daniel con una sonrisa que desapareció al ver su rostro pensativo - ¿Tú estás bien?
El rubio no contestó y sus ojos comenzaron a aguarse con rapidez.
Dana dejó a Dylan en la cuna y se puso de lado en la cama enfrentándole. Acarició su brazo observando las pequeñas lágrimas que empezaban a salir de sus ojos con pequeños sollozos.
- Hey. - se acercó más a él preocupada - ¿Qué pasa Dani?
Daniel negó sollozando más fuerte y se aferró a la chica en un abrazo.
Dana lo aceptó algo sorprendida.
Acarició su cabello dejando pequeños besos en su nuca.
- ¿Quieres hablar de ello? - susurró sobre su cabeza.
Daniel negó sorbiendo su nariz.
- No es nada, me estoy comportando peor que Dylan. - murmuró sin mirarla.
- Dylan no sabe lo que va a pasar, pero tú sí. - dijo asintiendo con las cejas alzadas comprendiendo todo. - Necesitamos hablarlo. - afirmó y se sentó en frente de él.
- No te levantes. - la regañó Daniel - Debes descansar.
Dana suspiró cansada.
- Estoy bien ¿Vale? No me voy a quedar en la cama todo el día por la orden de un doctor. Quiero moverme. - agarró la mano del rubio y acarició sus nudillos - ¿Qué tal te encuentras?
Daniel la miró a los ojos con tristeza y retiró la mirada en cuanto empezó a ver borroso.
- E-estoy mal. - aceptó por fin con un bufido - N-no puedo pensar en una vida sin tí. No puedo creer que t-te vayas a ir. ¿Qué voy a hacer sin tí, Dana? Dylan...
- Vas a cuidarle muy bien, Daniel. Eres un buen padre y un excelente cuidador de niños. ¿No recuerdas el hospital? Todos los niños y niñas te amaban. Estoy segura que Dylan crecerá con el mejor padre del mundo ¿Sí?
- Pero un padre no es nada sin una madre.
La ojiverde se quedó callada limpiando el rastro de lágrimas de las mejillas de Daniel.
- Sé que lo conseguirás. Vas a tener ayuda y no me necesitarás.
- Siempre te necesitaré. - se quejó mirándola a los ojos con el ceño fruncido.
Dana sonrió por dentro, pero la tristeza seguía ocupando todo su corazón.
Claro que no quería morir. ¿Quién quiere morir cuando tiene una magnífica vida al lado de sus seres queridos?
Quería cuidar a Dylan, llevarle al colegio, ver películas con él, comprarle juguetes y darle un montón de abrazos y besos. Quería seguir con Daniel y amarle hasta que los dos murieran.
Nada de eso se podía hacer realidad y cuando se dió cuenta; las lágrimas ya no paraban de salir de sus ojos.
- Lo Siento. - se disculpó el chico abrazándola - Soy un completo idiota, pienso más en lo qué pasará conmigo en vez de preocuparme por lo que tú sientes ahora.
Dana se limpió las lágrimas con el dorso de la mano y sonrió cortamente.
- Estoy bien. - repitió de nuevo.
- ¿De verdad? - inquirió él con la mirada centrada en ella y dulzura en su voz - Puedes decirme la verdad, no pasa nada.
- Creo que sí. - suspiró - Estoy bien. - Daniel apretó su mano - Solo tengo algo de miedo...
Tengo miedo de no saber qué pasará después... Después de morir. ¿Crees que se estará bien?
- Claro que estarás bien. - sonrió suavemente - La gente como tú tiene un buen sitio en el cielo después de la muerte. Seguro que serás un hermoso ángel. - acarició su mejilla y presionó sus labios con los de ella en un beso lento - Pero mientras tanto, ya eres mi ángel aquí.
Dana sonrió sonrojada y bajó la mirada.
- Gracias. - susurró tímidamente - Gracias por seguir conmigo aún sabiendo que no viviría mucho más. Gracias por darme amor y los mejores momentos que siempre recordaré. Gracias por Dylan. En serio, transformaste mi vida en un paraíso después de vivir en un infierno. Gracias Daniel, te amo.
- Gracias a tí por simplemente existir. Fui a ese hospital a ganar créditos para la universidad y me acabé enamorando de la mejor chica del mundo. Yo te amo mucho más.
Chocó de nuevo sus bocas en el beso más hermoso que se habían dado hasta el momento, aferrándose al brazo del otro dispuestos a no separase nunca.
(...)
Hoy era el día. Se notaba en los ojos de Dana que la vida se iba acabando poco a poco.
Se notaba en su débil sonrisa y en sus ojos medio cerrados. Su respiración estaba muy tranquila, demasiado.
Cuando la chica mandó a Dylan con los padres del rubio; Daniel se dió cuenta de lo que iba a pasar y no se separó de su lado desde ese momento.
Habían pasado esas dos semanas en familia. Con Alec, los chicos, Norah, y la familia de Daniel. Veían películas, jugaban a juegos de mesa, llevaban a Dana al parque en su silla de ruedas y cuidaban a Dylan entre risas.
Y por fin hoy, Dana dejaría de sufrir cualquier tipo de cansancio y dejaría este mundo en paz.
- Se está agusto aquí. - susurró y Daniel asintió sonriendo con tristeza.
Los dos estaban en el patio de la casa.
Había grandes árboles a cada lado y un pequeño caminó entre el césped hacia la piscina.
Se encontraban sentados en el el bordillo de la piscina, con los pies colgados dentro del agua y las manos entrelazadas.
- ¿Recuerdas la primera vez que nos vimos? - rió ella apoyando su cabeza en el hombro de Daniel.
El asintió con una sonrisa.
- No podría olvidarlo.
__
Entró en la habitación y cerró la puerta tras de sí con la respiración agitada.
Estaba tan cansado que no se dió cuenta de que alguien le observaba con confusión en aquella habitación.
Dió un respingo cuando se dió cuenta y sonrió con inocencia.
Era una chica de más o menos su edad. Ojos color esmeralda, piel pálida y un pañuelo rodeando su cabeza, debido a su falta de cabello.
Posiblemente la chica más hermosa que Daniel había presenciado en toda su vida.
La chica arqueó una ceja esperando una explicación a la entrada de Daniel en SU habitación.
- Emm... Yo...
- ¡Sal de ahí! - le interrumpieron los niños de detrás de la puerta.
Entonces la chica comprendió lo que pasaba y soltó una pequeña risita.
- Déjalos pasar. - ordenó ella con la voz suave.
Daniel dudó algo aquella petición, pero hizo lo que le pidió con lentitud.
Los niños entraron en la habitación en una gran avalancha de gritos.
- ¡Dana! - celebró un niño abalanzándose a la chica.
- Hola Tommy. - saludó ella con una risa.
Los demás niños acorralaron a Daniel en una esquina de la pared.
- Chicos... - avisó ella poniéndose de pie - Dejarle en paz
__
- Me pareciste la chica más hermosa que había visto en mi vida.
- ¿Y no lo soy?
Daniel rió asintiendo.
- Lo eres.
- Después de tu madre. - afirmó ella removiendo el agua con una sonrisa - Ella es hermosa.
- Pero ella es mi madre, y yo estoy enamorado de tí. Para mí tú eres la mujer más guapa del mundo.
Dana rió besando su mejilla.
- Creo que estás ciego.
Los dos se sonrieron mutuamente y el rubio negó con una risa.
Daniel se levantó y se sentó detrás de Dana, abrazándola de la cintura y dejando descansar el mentón en su hombro.
- ¿Hay algo de lo que te arrepientas? - cuestionó el curioso.
- Quizás de no haber terminado la escuela de baile. - suspiró - Pero eso ya no importa, la vida decidió que ese no era mi destino.
- Creo que si era tu destino, pero la vida pone obstáculos, y algunos no se pueden superar fácilmente.
- ¿Tú te arrepientes de algo?
Él asintió levemente.
- Me arrepiento de haberte dejado en Vancouver esa vez, cuando me ofrecieron la oportunidad de ser cantante en Los Ángeles.
- ¿Qué? - la chica parecía ente molesta y confusa - No seas idiota, debías cumplir tú sueño. Yo también lo hubiera hecho. Amo cada canción que haces, naciste para esto.
Daniel sonrió ampliamente y besó su hombro.
- Te escribiré muchas más canciones. Eres mi musa.
Dana rió mirándole de reojo. Le amaba demasiado y no sabía cómo expresarlo.
- También me arrepiento de otra cosa.
- ¿De qué? - preguntó ella curiosamente.
- De no haberte hecho el amor mucho antes.
Dana se sonrojó y golpeó su hombro débilmente. El rubio rió y besó su mejilla.
Después los dos se quedaron en silencio.
- ¿Quieres bailar?
- ¿Ahora? - dijo sorprendida.
- Sí. - sonrió - Yo te ayudo.
Daniel se volvió a levantarse del suelo y ayudó a Dana a levantarse.
La ojiverde se aferró a sus brazos y sonrió ocultando su miedo a caerse. Sus piernas estaban algo débiles.
El rubio la agarró de la cintura y la condujo por el césped formando un organizado Valls.
- Has mejorado. - comentó ella riendo - La primera vez fuiste todo un desastre.
Daniel sonrió.
__
Él la tendió la mano, y ella confusa avanzó hacia él agarrándola cuando llegó a su lado.
- ¿Que está pasando? - preguntó ella con una sonrisa de lado.
- Vamos a bailar. - susurró Daniel agarrando su cintura con delicadeza.
Los ojos de Dana demostraron todo su desconcierto y Daniel solo le guiñó un ojo. Miró a Jack y le hizo una señal para que comenzara.
Jack empezó a mover sus dedos a lo largo de todo el piano, creando una bonita y suave melodía.
Los niños se colocaron alrededor del ruloso revisando cada uno de sus movimientos.
Entonces Daniel comenzó a moverse alrededor de la sala, llevando a Dana con él.
Era una especie de balls no muy bien cordinado, que Harper y Tommy observaban con una sonrisa.
Dana soltó alguna risa con los torpes movimientos de Daniel, lo que causó una sonrisa al castaño.
Después de algún tiempo, los niños se unieron al baile y se colocaron riendo en la pista de baile.
Dana enseñó una pequeña sonrisa antes de apoyar su cabeza en el hombro de Daniel, lo que casi provoca que al chico le diera un paro cardíaco.
El plan había funcionado correctamente.
__
Como aquella vez, Dana apoyó su cabeza en el hombro de Daniel y el corazón del chico se paró, una sonrisa tomar apareció en su rostro y acarició el pelo de la ojiverde con su mano libre.
- Daniel...
El cuerpo de Dana cayó como peso muerto en los brazos de Daniel y él la tumbó en el suelo nervioso.
- No, no. - sollozó agarrando su mano - Todavía no ¿Vale?
La chica sonrió débilmente y negó.
Su cabeza descansaba en las piernas de Daniel y sus manos se movían con espasmos.
- Es hora. - murmuró casi sin poder hablar.
Obligó al chico a mirarla a los ojos y limpió sus lágrimas acariciando sus mejillas.
- Cuida a Dylan ¿Sí? Cuídale mucho y dale todo el cariño que necesite. - Daniel asintió frenéticamente sollozando - Shhhh, Dani, hey, Estoy bien ¿Vale? - apoyó su frente con la de él - No duele.
- Te amo, N-no te vayas, no... Porfavor.
Dana negó cerrando los ojos fuertemente con una sonrisa. Los volvió a abrir y las lágrimas se asomaban rebeldemente.
- Yo también te amo. Siempre lo hice. Desde que te conocí, pero... No quería enamorarme por si esto pasaba. - rió suavemente. Su risa pareció una armonía para el chico - Pero ha pasado, y no me arrepiento. Cuídate Daniel, no te quedes atrapado en mi recuerdo, porque; no volveré. Sigue tu vida, se feliz. Quiero que seas feliz. - dió un pequeño beso en sus labios y apretó la mano de Daniel con fuerza - Adiós Dani, te amo.
Cerró los ojos con una sonrisa y su corazón se paró.
El patio se quedó en silencio durante minutos, solo oyéndose los sollozos ahogados de Daniel al tener al amor de su vida inerte entre sus brazos.
Ya no volvería a ser como antes. Nunca más.
Ella se había ido y su alma con ella también.
- Y-yo también te amo. - susurró por fin apretándola en un abrazo - Yo también te amo.
Fin
Falta el epílogo, pero creo que lo subiré más tarde. Estoy llorando a mares.
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