Capitulo 2

Los niños corrían detrás de Daniel sin la intención de parar.

El castaño no tenía escapatoria, le iban a atrapar en cuestión de segundos.

Pero entonces vio una puerta hacia la libertad. Literalmente.

Una puerta decorada con dibujos (que Daniel no pudo apreciar por la carrera) se puso delante de sus narices.

Solo esperó a que estuviera abierta y no se chocara por la fricción  que producía el suelo contra sus pies.
No podría parar a tiempo.

Estiró el brazo mientras frenaba de golpe y giró el pomo. Para su buena fortuna, estaba abierta.

Entró en la habitación y cerró la puerta tras de sí con la respiración agitada.

Estaba tan cansado de correr, que no se dió cuenta de que dos ojos confusos le observaban con detenimiento dentro de aquella habitación.

Dió un respingo cuando se enteró de ello. Sonrió con inocencia mientras trataba de volver a girar el pomo para salir de allí lo antes posible.

Pero en cuanto se fijó de verdad en la persona que le observaba, los instintos de huir se redujeron a cenizas.

Era una chica de más o menos su edad. Ojos color esmeralda, piel pálida y un pañuelo rodeando su cabeza, debido a su falta de cabello.
Posiblemente la chica más hermosa que Daniel había presenciado en toda su vida.

La chica arqueó una ceja esperando una explicación a la entrada de Daniel en SU habitación.

- Emm... Yo... - comenzó a balbucear aún atontado por la hermosa presencia de la muchacha.

- ¡Sal de ahí! - le interrumpieron los niños detrás de la puerta.

Entonces la chica comprendió lo que pasaba y soltó una pequeña risita.

- Déjalos pasar. - ordenó ella con la voz suave.

Daniel dudó en realizar aquella petición, pero hizo lo que le pidió con lentitud.

Los niños entraron en la habitación en una gran avalancha de gritos y desorden.

- ¡Dana! - celebró un niño abalanzándose a la chica.

- Hola Tommy. - saludó ella con una risa.

Los demás niños acorralaron a Daniel en una esquina de la pared.

- Chicos... - avisó ella incorporándose - Dejarle en paz.

Los niños refunfuñaron, pero le hicieron caso y empezaron a jugar en la habitación sin siquiera prestar atención al castaño.

Daniel miró a la chica sorprendido.
¿Cómo había hecho eso?

- ¿Qué has hecho? - preguntó ella mirando a otra parte.

- ¿Yo? - Daniel se señaló confuso - ¡No he hecho nada! - exclamó - Ellos fueron los que querían ir a por mí.

- Son niños. ¿Qué pensabas que te iban a hacer? - cuestionó divertida.

- Emm... Yo creía... - se sonrojó levemente mientras la chica reía.

- Soy Dana. - se presentó agraciada por la actitud del ojiazul.

- Daniel. - dijo y se sentó en una silla cerca de la ventana- ¿Cómo lo has hecho?

- ¿El qué?

- Tranquilizar a todos. - respondió obvio.

Dana sonrió mirando a los niños y alzó los hombros sin saber que responder.

- Se podría decir que me aman. - comentó ella riendo.

- Tienes que enseñarme. - dijo el desesperado - Si no me despedirán.

- ¿Despedirán? - cuestionó ella confusa - ¿Eres el nuevo cuidador?

- Exacto. - corroboró Daniel en un suspiro.

Dana le sonrió y miró a los niños con ternura.

- Solo son críos. - comentó - No creo que sea tan difícil.

- Si eso piensas... Ayúdame. - pidió él levantándose - Tengo que llevarles a su aula a jugar para que después se echen la siesta.

Dana miró su reloj y luego a los niños.

- Okay... - accedió - Pero rápido, se supone que no debo salir de mi cuarto.

Daniel sonrió de oreja a oreja y asintió entusiasmado por recibir ayuda, sobretodo de aquella muchacha.

Dana se levantó con cuidado de la camilla. Llevaba esas feas batas de hospital, con un pantalón de pijama debajo.

- Vamos niños. - demandó abriendo la puerta.

Daniel sonrió mientras ayudaba a Dana a caminar.

Los niños corrían delante de ellos hacia la habitación.

- ¿Cuántos años tienes?

- 19. - contestó él observándola de cerca. Cada vez que ella daba un paso parecía que le dolía. Y era la verdad. - ¿Y tú?

- 18. - dijo y paró en seco para descansar un poco con los ojos cerrados.

- ¿Estás bien? - preguntó Daniel con voz suave mientras la sujetaba del brazo para que no cayera.

- Sí, es solo que... - suspiró - La quimioterapia me deja el cuerpo destrozado, y me duele un poco andar.

- Tranquila. - Daniel salió corriendo a por una silla de ruedas - Yo te llevo.

Dana sonrió y con cuidado se sentó en la silla.

El chico la llevaba con lentitud a la sala de juegos, mientras ella jugaba con sus dedos.

- Cáncer de pecho. - dijo ella sin más.

Daniel asintió aunque ella no lo pudiera ver. Ella había averiguado la pregunta que él tenía formulada en su mente y le había contestado sin ningún problema.

No dijeron nada más. Agradecían el silencio que se había divulgado entre los dos.

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