Capitulo 10

(...)

- ¿Te sientes bien? - preguntó Jack preocupado - Tienes mala cara.

- Solo quiero irme de aquí. - gruñó él en un largo suspiro.

- Tío, todavía estamos en la primera clase. - rió el ruloso - ¿A qué viene tanto prisa?

- Quiero ver a Dana. - explicó Daniel - Mañana le harán la prueba que decidirá toda su maldita vida.

- Y estás nervioso. - agregó el ojimiel - No deberías, Dana es fuerte. Cuando la vi la primera vez creía que no estaba enferma. En cambio tú... Te tendrías que ver. Pareces un monstruo.

—No he dormido en toda la noche, me duele la tripa y la cabeza, por no contar mi problema sudorífico —Jack aguantó una risa—. Creo que sí que estoy enfermo —miró a su amigo directamente a los ojos—. Estoy enfermo Jack, estoy enfermo de amor por ella.

- Oh Dios. - se sorprendió el chico - ¿Y qué vas a hacer?

- Decírselo. - contestó Daniel obvio - Pero no ahora. Cuando le den los resultados.

(...)

Hoy Daniel no había podido ir a ver a Dana en primer lugar al llegar al hospital.

Una enfermera le llevó directamente a la sala de los niños.
Tenía sentido. Estaba allí para ganar créditos, no por Dana.
Pero ahora no sabía que era más importante.

¿Universidad? O ¿Dana?
Estaba claro que Dana.

Jugó con los niños por una hora, hasta que éstos estuvieron cansados.
Cuando eso pasó, el chico salió corriendo por los pasillos a la habitación de la chica.

Llamó apresuradamente y entró en cuanto ella dijo que pasara.

- ¿Estás bien? - preguntó Dana con el ceño fruncido.

Parecía cansado, pero emocionado a la vez. ¿Cómo podía expresar en un mismo cuerpo las dos cosas?

- Estoy bien. - se sentó a su lado y agarró su mano - ¿Y tú?

- Como siempre.

Daniel asintió bostezando.

- Pareces agotado. - comentó ella en una mueca - Deberías irte a casa a descansar.

- No, no. - negó rápidamente - Estoy bien. Enserio.

Dana asintió rodando los ojos. Estaba claro que no estaba bien. Parecía enfermo.

- ¿Has mejorado algo? - preguntó él esperanzado.

- ¿Tú qué crees? - cuestionó ella sarcástica - No, no he mejorado nada. La prueba de mañana solo será una confirmación de que perderé el pecho.

Un silencio triste se difundió entre ellos.

- Lo siento. - susurró Daniel apenado.

- No es tu culpa. - la chica sonrió con compasión - Lo que más me molesta es el hecho de que me lo quitarán sin que nadie nunca lo haya tocado.

- ¿Qué quieres decir?

- Ya sabes. Algún chico de esos guapos en una noche desesperada de amor. - Dana está loca. Confirmó el chico en su mente - Solo lo han tocado médicos viejos por el estúpido cáncer y yo misma.

Daniel asintió confuso. Era algo raro lo que Dana decía, pero suponía que lo podía llegar a comprender.

Dana era hermosa, y por su enfermedad, ningún chico se había acercado a ella como para tocarla.
La habían repudiado por eso, y ahora su pecho moriría sin ser tocado.

- Casi como morir virgen. - pensó ella exageradamente.

- Oye. - Daniel volvió al mundo real y la miró expectante - ¿Por qué no lo tocas tú?

El corazón de Daniel se paró un segundo, y cuando volvió a latir, casi se sale de su pecho por lo rápido que iba.

- ¿Qué? - preguntó con la boca seca.

- Lo sé, seguro que no soy la chica con la esperabas hacer esto, pero bueno, así al menos algún chico guapo lo habrá tocado.

Daniel no sabía por qué cosa debería enrojecerse. Porque le había llamado guapo o por lo que le había pedido.

- Emm... Vale. - aceptó por fin.

Dana soltó una pequeña sonrisa y comenzó a quitarse la camiseta.

Daniel tragó saliva sonoramente y Dana rió al oírlo.

- No estés nervioso. - le animó - Solo somos amigos ¿No?

El chico asintió débilmente.

Dana le dió la espalda a Daniel, dejándole ver el broche de su sujetador.

- Desabróchalo. - pidió.

Con las manos temblorosas y la respiración agitada el chico desabrochó el sujetador lentamente.

Ahora solo veía la piel descubierta de la espalda de la chica.
Volvió a tragar saliva.

- Adelante. - susurró ella cerrando los ojos.

Se dió la vuelta con lentitud y Daniel procuró no mirar a la zona destapada directamente.

El castaño se sentó en la cama, a su lado.

Levantó la mano hacia su pecho y lo acarició con cuidado.

- Daniel. - le llamó ella.

- ¿Si?

- Ese no es.

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