CAPÍTULO X "EUNOIA"
"Tan solo somos diminutos fragmentos de energía, que transita por una atmósfera demasiada inoportuna para los débiles. La cuantiosa vibración de nuestras almas son las únicas capaces de trascender deliberadamente por el universo".
Siempre he considerado que somos una especie con demasiadas cualidades; pero estaría timando el raciocinio pensando que todos poseemos la más considerable. Sí, pronuncio en este caso la bondad. Sería una falacia creer que realizamos todo, sin anhelar algo de retorno. Demasiada ingenuidad de nuestra parte.
"La maldad no es algo que se pueda calibrar, producir o restringir. La maldad diseña un gozo exuberante cuando logramos apreciarla, cuando idealizamos tener esa potestad a nuestro alcance. Solo los ingenuos pueden pretender que la maldad sea un sentimiento; por lo contrario, es un cúmulo de una energía que se adentra y te posee en cada poro de la piel. Inevitablemente todos sucumbimos a la maldad en alguna parte de nuestra existencia. Lo perfectamente rescatable es que nunca sabes cuando detenerte, solo los cobardes lo hacemos".
Pero aquí, ingresa un cuestionamiento hacia la mente. Es acaso considerable ¿qué la malignidad posea bondad?
Ciertamente, no lo creo. Mas bien, no lo creía factible.
Alexander ha logrado contradecir mis conjeturas precipitadas.
Necesito conversar con él, sé que probablemente su respuesta a mis cuestionamientos sea tan predecible como lo intuyo, pero necesito observar su gesticulación y su veracidad a mis interrogantes.
Es un poco difuso, creer que alguien sin un palpitante órgano sea bondadoso. Y aun mas con sus precedentes.
Tengo demasiadas incertidumbres que aclarar y solo él puede contribuir a disiparlas. Necesito verlo, ya han transcurrido cuatro semanas y cada vez la ansiedad está en creciente.
Emmanuel ha estado al pendiente de los movimientos de la mano derecha de Crowel. Se ha estado comunicando con Seifret y el conmigo a su vez. Necesitamos localizar a su ejército y contra atacar, pero nada es posible sin Alexander aquí. Naiam solo posee una ligera potestad, no lo suficiente para ordenar enviar al ejército de su colonia. Después de su arrebato, de ir en mi búsqueda se le fueron retiradas ciertas libertades como segundo al mando.
El jardín me parece muy buen distractor. Tomare ventaja de la lejanía de todos, incluida la de Naiam. Su ida al condado de Truwellype me beneficio para sentirme ligeramente menos prisionera. Lo más irreprochable es que Seifret lo acompaño, puedo transitar por el frondoso jardín con la añoranza de sentirme con un poco más de desenvoltura.
Me permito inhalar el aire del lugar, incrustándose en mi piel. Con el evento transcurrido hace semanas los guardias del ejército se triplicaron. Pero justamente en este horario, es momento de almorzar de la mayoría, bueno cazar, mejor dicho; y es el mejor momento del día para sentirme menos observada.
Camino con letargo, casi pidiéndole permiso a mi otro pie para dar el siguiente paso. Mi cazadora es tan acogedora que en este clima tan gélido es una verdadera aliada. Elevo mi vista al cielo y solo observo una población de nubes queriendo amotinarse, una encima de la otra. Camino y camino hasta dejar en la lejanía a la colonia.
No he tenido tiempo suficiente de practicar mis poderes y es algo que tengo que realizar, para perfeccionarlos. Tengo que usarlos sin desaciertos contra Crowel. Se que es arriesgado, pero requiero intentarlo. Que pasaría si tan solo lograra....
—¡Hola, buen día! Necesito ir al bosque a dar una ligera caminata, ¿me podría abrir la verja? —interrogue con simpatía.
El hombre era ya un anciano, claramente se miraba que era un humano, tenía su testa llena de canas. Esto sería más fácil.
—Hola. Usted no tiene autorización de abandonar el lugar. —replico con inferioridad.
Logre concentrarme y solo logre ingresar a su mente para que el accionara el botón que lograba abrir la verja. Fue demasiado dócil. Solo concentración. Yo misma titubeaba de mi potestad.
—¡Gracias!
El hombre solo asintió con su extremidad superior.
Ya intuía como reaccionarían Seifret y quizás Naiam, pero debía experimentar esta independencia momentánea y quizás algo de riesgo por mi propia cuenta. Necesitaba ser productiva en esta contienda. De nada serviría tener poderes si no puedo manejarlos con quien se requiere.
Transite por la empinada montaña, las hojas secas del otoño hacían presencia en mis pasos, mi respiración cada vez era más acelerada, pero no desistía de escalarla un poco más, quería intentar ver las nubes un poco más de cercas.
Sabía que podría lograr el cometido, solo era cuestión de intentarlo y no desistir. La adrenalina se instalo en mi cuerpo y me sentía invencible. Casi tan invencible para resbalarme al pisar una piedra. La torpeza diciendo presente, aquí voy de nuevo. Al instante de caer al suelo, no solo las hojas me recibieron; una raspadura en la muñeca, debido a un trozo de madera. Solo observaba al liquido escarlata esparcirse con pequeña fluidez.
El ruido de un crujido se hizo evidente y vire hacia los lados, pero no obtenía la fuente emisora. Nuevamente el crujido hizo acto de presencia, pero en esta ocasión alguien se movió con diligencia. Creo que será un buen momento, para utilizar los poderes de Margot.
Intenté elevarme y solo sentí un empujón hacia adelante. Provocando golpearme la cabeza contra el mismo trozo de madera, sentía el ardor provocado. Tenia algo o alguien encima de mí cuerpo, realizaba un ruido estrepitoso. —rastrero.
El enfado se apodero de mi y solo me eleve con todo el ímpetu, intentando lanzarlo hacia atrás. Solo comprobé que se trataba de un rastrero por lo que pude observar.
Los rastreros, desde pequeña siempre me han dado temor. Pero Arthur me enseñó a lidiar con ellos desde los primeros años así que, gracias a las experiencias previas de mi progenitor, el temor es ligero. Sabia que mi herida abierta había llamado su apetito.
Estos seres parecen extraídos de una película de terror; tienen su piel muy lacerada y abierta como podrida, no posen cabello alguno, sus dientes siempre están a la vista porque no tienen labios, tienen tres dentaduras; cada una encima de la otra, sus pupilas son rojas, poseen una joroba que los distingue, tienen unas uñas alargadas y afiladas, que parecen navajas. Lo único a su favor es su diligencia, son excelentes cazadores, más hábiles que un león y más diligentes que un guepardo. No tienen habilidad mental, por lo que no piensan solo actúan por instinto como un animal salvaje.
Arthur mencionaba que se necesitaban de dos pasos para asesinarlos. Primero, debíamos separar su extremidad superior de su cuerpo y por último quemarlo hasta quedar solo cenizas.
Pero para separar su extremidad superior, primero debía distraerlo un poco. No obtendré mejor ensayo que éste. Solo tengo que idealizar que no es un rastrero y que es Crowel para lograr el objetivo.
Empujarlo no fue suficiente, se elevó diligentemente y se volvió a abalanzar nuevamente hacia mí, en esta ocasión olfateándome y lamiendo el liquido escarlata de mi mano, lo empuje nuevamente con las rodillas y esto lo enfureció más. Al momento de elevarme me lanzo nuevamente contra el suelo. En esta ocasión dejándome sin aire para defenderme. Mi visión se hizo borrosa y solo el eco de sus sonidos me mantenía despierta. Con ambas manos deslizo sus uñas por mis brazos y logro su cometido, herirme y romper la cazadora. Sus uñas sin duda alguna eran unas peligrosas navajas afiladas. El ardor nuevamente se instaló provocándome un grito cargado de ira. —¡ahhhhh!
Después encajo sus uñas en el centro de mi tórax. Tenía que dejarlo realizarlo, debía sentir que estaba por asesinarme y cuando estuviera distraído podría lograr mi cometido. Sabia porque el rastrero quería realizar eso. Su mayor premio siempre es el órgano palpitante, ninguno tiene mayor liquido escarlata y ningún otro es sinónimo de superioridad más que ése.
Cerré mis ojos y me concentré, pero el solo detuvo su excavación por mi tórax y se dejó caer encima de mi cuerpo. Cuando logre la apertura de mis ojos, no tenia su extremidad superior, ella había sido lanzada y solo una mano se mantenía delante de mí, invitándome a elevarme.
Mas que sentir alivio o regocijo estaba tremendamente disgustada. Éste era mi momento de practicar y se me había arrebatado esta oportunidad. Moví el cuerpo inerte del rastrero lanzándolo a un lado y acepté de mala manera la mano proporcionada.
—Es tu turno —agrego observando el cuerpo.
Realmente toda la molestia proporcionada por ese rastrero era muy ligera con la que sentía en éste preciso momento. Sentía mi ira y no precisamente quería utilizarla en el rastrero. Pero debía concentrarme. Enfoque mi ira con él y mi vista se enfoco en el rastrero. Mi mano se elevo delante de el y así inicio, cada vez el fuego era superior, y las llamas crecían considerablemente. Solo observábamos hacerse cenizas al rastrero.
—¿era necesario, eludirme de mi cometido? —quería realizarlo. No, era necesaria tu asistencia.
Permaneció en sigilo asimilando todo mi enfado. Solo observaba al rastrero transformarse en nada. —No estabas lista —realizo una pequeña pausa, acompañado de un suspiro —tienes que practicar de otra manera.
—¿crees acaso que exista otra mejor manera que esta? Sinceramente yo no. —agregue enfadada.
Viro totalmente hacia mi y sujeto mi brazo. —deja de comportarte como una osada —no lo eres. No olvides, que tienes una meta. Enfócate por favor.
Me solté de su agarre y le dejé atrás. Sería imposible seguir con esta discusión, cuando ambos estábamos en polos opuestos.
Camine hacia la fortaleza Dankworths, cuidando mis pisadas escurridizas. No me interesaba curarme con magia, así que espere a sanar de la manera más humanamente posible. La única herida en la que utilice magia fue la de mi tórax. Mi cazadora era un harapo, así que me dispuse a abandonarla, lanzándola al suelo.
El movimiento de las hojas y los arbustos, era sin duda mi parte favorita de este precioso lugar. Creo que no podría pedir mejor instante que este mismo. El aire era condenadamente inmenso. Había llegado a mi destino —Espera, no te he mencionado de que otra manera puedes practicar. —agrego frenando mi paso. Eleve mi vista hacia él, sin duda se había movido con diligencia. Observe sus facciones y parecía demostrar una pequeña ansiedad por mi respuesta. Ladee la extremidad superior y realice un pequeño movimiento de labios, interesándome por su respuesta. Su vista viajo hacia ellos, ciertamente sentía pequeñas pulsaciones por el resto de mi cuerpo, el se acerco ligeramente e intuía su pretenciosa acción por realizar.
No quería evitarlo, quería sentir sus labios por primera vez. No en un beso a medias, por deber, no en un deslizamiento de saliva. Quería observar sí su orgullo se fracturaba y lograba besarme. Mas allá de un sentimiento, era la satisfacción de que Naiam realizara eso. Él se quedó observándome minuciosamente y solo logro la apertura de los suyos. Fue tan diligente como inesperado. —Espero no te decepcione, pensar que no necesitas ser osada para vencer. Se necesita ser astuto si deseas lograr la destrucción del imperio de Crowel, así como su cabeza. —susurro en mi oído, liberando al final un cálido aliento, rozando su mano por mi cabello y liberándolo sutilmente.
Se alejo dejándome atrás. —Si quieres lograr defenderte, realizándolo sola, no es la manera adecuada. Recuerda que compartimos una meta en común, Withman. No omitas que estoy diciendo falacias constantes por tu causa, lo más sensato es no alentarte con ser una valerosa o peor aún con un beso mío, porque no va a suceder. Ojalá disfrutes la decepción. —agrego con superioridad.
Pero que idioteces, era un engreído. No es como que estuviera aguardando el roce de sus labios, pero era lo que él, me había hecho creer. Sus conductas me hicieron pensar en eso, pero había errado, dejando la decepción en mis labios.
ALEXANDER
—No era un cuestionamiento. Te he mencionado que requiero la ubicación de los Mushklae Benvenetti.
Habían transcurrido cinco semanas y seguíamos sin localizar a los traidores de los Benvenetti, solo logre el óbito de uno, los demás huyeron. Mi colonia estaba conformaba por ineptos, incapaces de triunfar en un cometido. Mi ansiedad por retornar cada vez iba de crecimiento, ¡joder! No deseaba otorgarle esa potestad, pero era inevitable no adentrarse en mi mente. La distancia no realizaba mas que, acrecentar mi inquietud por su seguridad.
El primer paso era localizar a los pérfidos. El ruido de la puerta me elevo de mis pensamientos audaces —adelante. Agregue por fiereza.
Se adentro en la habitación.
Solo ella, podría extraer mis pensamientos y abandonar mi quietud por la humana. Lucia tan esplendida como de costumbre, su melena cobriza le hacía par a su hermosa piel. Sus ojos enormes me pedían a gritos, que la observara quitar su abrigo y con la elegancia que la caracterizaba, se adueñó de mi barra y sirvió lo de siempre. Dos Whisky en las rocas, nadie mejor que ella identificaba mi enfado y como apaciguarlo. Su escotado y sexy vestido, eran tan pensados en mi gusto por el color dorado, en mi escasa imaginación se trazaba que recuerdos había debajo de él.
—Te he echado mucho de menos Alex. Espero tú también a mí.
Rogaba por mi atención, pero sinceramente no la añoraba, ni rememoraba que se localizaba en la zona. Solo había a alguien a quien si añoraba en gran inmensidad. Pero en quien no debía otorgarle mis pensamientos en este momento.
Termino de servir nuestras bebidas y se acercó con cautela. Extendió la mano para otorgarme la bebida y me proporciono una efusiva sonrisa. Ella identificaba a la perfección como detestaba las muestras de cariño y el llegar y abrazarme no era algo que sucedería de su parte, por más que ella lo deseara. Identificaba que el primer paso, siempre lo otorgaba yo.
—Parece que no te alegras mucho de verme, Alex ¿sí quieres, puedo irme? —agrego con cierto coqueteo, deslizando una mano por su melena.
Lo menos que me apetecía era estar en acompañamiento de mi soledad, pensando solo en ella. Quería distraerme de cualquier manera.
—Siéntate Nerea —agregue con autoritarismo. Sujete el vaso y le indique con la palma de la mano que se sentara.
—Claro Alex. Lo que tu demandes —agrego con una sonrisa.
Deposite el liquido por la garganta y solo disfrute el deslizamiento por ella. Nerea no despegaba su vista de mí, ansiando que algún pensamiento mío, fuera para otorgado a ella. Ella sin duda era jodidamente sensual y era un placer absoluto estar con ella. Pero sinceramente, lo de nosotros siempre ha sido sexual. No la idea de cariño que ella considera que algún día, podría sentir por ella. Nerea ha sido mi escape siempre y más cuando Caroline murió.
El óbito de Caroline me dejo destrozado, mi sed de venganza nunca desistirá hasta vengar su muerte. Nerea fue mi fortaleza y mi escape, pero su lado ambicioso, sin limites fue lo que me hizo frenar nuestros encuentros.
Ella me hundió en esa matanza desenfrenada, que causábamos en cada pueblo. Sabía que estar cerca de ella era un absoluto peligro, debía suprimirla de mis planes o estropearía todo. Ahora está aquí y me pregunto cuáles serán sus intenciones.
—Tanto sigilo me volverá loca, Alex. Te necesito. —Agrego mordiéndose el labio de manera tan sensual que quería destrozarle ese vestido.
—Te he traído un pequeño presente. —Agrego con picardía. —Que pase Dominico. Traerlo acá.
Su perro guardián lo lanzo al suelo con fiereza. Era ni mas ni menos que Jan Benvenetti.
—Un pajarito, me aviso que andabas en búsqueda de todos los Benvenetti. Te he traído al más estúpido, pero sé que te servirá para muchos fines. Como te percataras no he dejado que se alimente en tres días y sus heridas no se han curado. Esta débil, acabemos con el como el los viejos tiempo. —Exclamo con entusiasmo.
Jan era sin lugar a dudas el mas cobarde, Nerea le dio un buen recibimiento, estaba totalmente herido, aún continuaba sangrando sin parar. Ella lo había lacerado con sus garras y le realizó, múltiples cortaduras. Siempre ha sido una vampiresa ruda. Sin lugar a dudas me hacía rememorar nuestros viejos tiempos. Cuando era una máquina de matar solo por diversión. No tenia limites hasta que William intervino, si él no hubiera interferido, mi vida sería totalmente otra.
El me enseño que el honor era algo sagrado y que a los enemigos también se les tiene respeto.
—Vamos Alex, ¿no lo lastimaras un poco más? —interrogo con diversión.
—Creo que de eso ya te has encargado Nerea. Lo necesito vivo para tener a todos. Nunca dejo cabos sueltos y en esta ocasión, aunque quiera arrancarle la cabeza por lo que hizo, no será así. —Agregue con firmeza.
Alex, no me has contado que fue exactamente lo que hicieron los Benvenetti. Solo he escuchado rumores por ahí. Espero no sean verdaderos, de lo contrario estaría muy celosa. —replico con coqueteo.
Identificaba a la perfección lo peligrosa que era Nerea y el revelarle algo de Dailena sería un completo error.
Atacaron a mi colonia, me arrebataron una herramienta muy significativa. Tu mejor que nadie sabes que no indulto la deslealtad de nadie —pause y observe sus pupilas con un pequeño destello de pesadumbre—agradezco tu colaboración, pero es momento que te retires. Necesito iniciar mi plan de ataque. Y querida, tú eres una absoluta distracción. Me acerque con diligencia y le tome la mejilla —te buscare para rememorar viejos tiempos, deposite un beso en su mejilla y le otorgue la espalda. Esa era una indirecta más que evidente que debía retirarse. Sabia como manejarla, como jugar con sus sentimientos, como un vil canalla.
—No demores mucho Alex. Sabes que la paciencia no es de mis puntos férreos. Se deslizo con diligencia para abandonar la habitación. Comprendía su disgusto, pero sinceramente no me causaba importancia, en absoluto.
—¡Hey, coje tu trasero al Waldorf Astoria! Tenemos un invitado especial, que probablemente quieras darle una bienvenida. La habitación es la 455, pregunta por Alexander William.
Desgraciadamente lo había enviado al Condado de Cattaraugus, porque allá se localizaba la última pista. Demoraría bastante, mientras debía alimentar un poco al menor de los Benvenetti. Sabia que al igual que yo, Emmanuel quería destrozarlo. Pero debía alimentarse ligeramente para no morir en el interrogatorio.
—Rafael, trae un poco de sangre fresca. De la mejor para nuestro invitado especial.
—Si señor. Enseguida regreso con la caza. —replico con diversión.
Rafael abandono la habitación y el Benvenetti menor solo intentaba colocarse de pie, pero no lo lograba.
Yo por otro lado, no podía expulsarla de mi cabeza, por mas que deseaba solo ella, se instalaba y el cómo casi la pierdo. La ira se apodero de mi y lance todo lo de la barra al suelo, en un arranque de desesperación. Quería arrancar su extremidad superior y devorar la sangre de su órgano palpitante, para enviar las sobras a los Benvenetti.
Pero más allá de querer eso, mi deseo mayor era estar cerca de su presencia. Es absurdo, como logra tanta turbación en mí. Como es posible acaso considerar en querer sujetar su mejilla y sentir su palpitante órgano con la palma de mi mano.
Nadie, absolutamente nadie. Conoce la nueva necesidad, de estar ante sus pupilas.
"Tiene magia en su piel, es la más tersa que alguna vez logre palpar, toda su presencia muestra un alma vibrante. Su órgano vital desprende calidez, con tan solo oír su constante respirar. Es una música para mi alma; si es que la poseo".
Después de probar su delicioso liquido escarlata, es como si me hubiera lanzado un encantamiento. Su liquido escarlata es una deliciosa ambrosia para mí. Sabía que el estar alejado de ella, también era para acostumbrarme a desistir de ella. No podía detenerme, si Naiam no hubiera intervenido la habría matado. Jamás podría eludir mi culpa, sé que soy ahora su mayor riesgo. Poner distancia de ella es lo mas apropiado, por un tiempo.
Aunque sinceramente no se cuanto mas pueda resistir, y que suceda cuando la tenga delante de mí.
DAILENA
—Entonces, ¿Cuándo podremos vernos de nuevo? —Te hecho de menos. Hasta Seifret, aunque vaciles.
—Tienes mi palabra que prontamente podremos estar los tres reunidos de nuevo. Ahora se perseverante Lena, estamos muy cerca de localizar a todos los Benvenetti. —¿Él esta contigo? —¿Alexander? Le tomo un ligero silencio para responder —Sí. Aquí se encuentra conmigo —agrego con confusión. —¿puedo...? —¿hablar con él? Existió un extraño sigilo —No. Ahora no es el momento. —No quiere, Lena. Esta muy abrumado en otros asuntos apremiantes.
Su rechazo lacero, no sabía que el negarse a decir un saludo al teléfono podría lastimarme. "Ahora no es el momento". Joder, que le había hecho que me detestaba solo para intercambiar un saludo.
—Cuídate Emmanuel. Vuelve pronto hermano —Colgué sin esperar una réplica.
Dirigí mi paso a la ventana y contemplé el majestuoso jardín acompañado de unos rayos tan cálidos. Intentando descifrar que sucedía con Alexander, porque se marchó, porque no quería contestar su teléfono, por qué omitía mi presencia. Debió hartarse de estar siempre inmiscuido en inconvenientes por mi causa. Claro, no existía otra explicación, de hecho, demoro bastante en realizarlo.
Pero no deja de lacerar, el hecho de su distanciamiento. Quería verlo nuevamente, lo ansiaba de sobre manera. Pero lo más absurdo, era el no identificar el origen. Me causaba una inquietud bastante agobiante y no podía continuar así. Me volvería absolutamente demente. Pero el no quería, así que debía respetar su decisión, no podía realizar otra cosa que intentar asemejar su conducta y dar continuidad al plan.
Me ausente de los calurosos rayos y me adentré a invadir la tina, un ligero baño despejaría la mente; para posteriormente afrontar a lo que acudí en realidad a la colonia Dankworths.
Al emerger del baño elegí un atuendo confortable, eso incluía unos jeans, sudadera roja con capucha y unos tenis deportivos. El cabello lo deje húmedo para que el sol penetrara y pudiera secarse. Distribuí una ligera cantidad de rubor, lápiz labial y una fragancia que se había convertido en mi favorita era como de cherrys.
Abandone la habitación y continue deslizándome por las escaleras con un pequeño brincoteo por los escalones. Mi estomago se encontraba famélico, estaba ansiosa por un delicioso desayuno, digno de esta pesadumbre.
Al ingresar al comedor me encontré con Seifret y Naiam discutiendo exasperados, pero cuando percataron mi presencia, disminuyeron el volumen hasta quedarse en un pequeño mutismo el comedor.
Ambos tenían el desayuno servido, estaban esperando por mí. A pesar de que ellos comen como yo, siempre he dicho que es una tortura no poder encontrarle sabor alguno a la comida. Lo único que diferenciaba a su desayuno del mío, era la bebida.
El mío era un delicioso jugo de naranja, mientras que el de ellos era su bebida escarlata.
—¿Por qué guardaron silencio cuando ingrese? —cuestione intentando descender sobre la silla.
Ninguno mencionaba nada, yo continue devorando mi desayuno y jugando un poco con los cubiertos.
—Bueno, si nadie me dirá que sucede. Es mejor que me abstenga de alimentarme. Inicie a elevarme, pero la mano de Seifret y de Naiam me detuvieron; uno de cada extremo.
—Lena, siéntate a desayunar por favor—agrego Seifret, en suplica.
Vire mi rostro hacia Naiam y lo contemple algo disgustado. Sabía que algo sucedía, pero ninguno se animaba a hablar —Y bien, quien me dirá que sucede. —interrogue.
—Tu hermano se niega a que tengas un entrenamiento conmigo y unos rastreros de la colonia —agrego con hastió.
—Por qué no me permites determinar a mí, que es deseable. Seifret estoy hastiada de la seguridad, necesito descubrir que soy capaz de ejecutar y como puedo acrecentar. Se que ustedes solo se responsabilizan por mí, pero tu mejor que nadie sabe que no descansare hasta lograr el óbito de Crowel y todos sus secuaces.
—Lo sé, entiendo perfectamente tu aversión hacia él. Es semejante a lo que experimento, pero solo me niego a perderte a ti también. Eres tan pequeña, siempre serás mi pequeña hermana. Además, si Emmanuel se entera que te deje ejercitar con rastreros me fusilara a mí. Sabes lo que paso la última vez, aquella vez casi te perdíamos.
Curiosamente pensé que Naiam ya le había informado del rastrero de ayer. Pero omitió mi pretenciosa hazaña.
—¡Por favor, vamos! ¡Di que sí!
—No puedo Lena, jamás me perdonaría si algo te sucediera. No me hagas cargar con eso, te lo pido.
—Se me ocurre algo, no me das tu autorización. Pero tampoco interfieres; será un secreto de tres.
Naiam, solo jugaba con su tenedor y liberaba una risa de lado, al observar mi lado persuasivo.
Seifret estaba con un mutismo desbordante, no podía darme una respuesta sin parecer colapsado. Le tomo varios segundos poder emitir algo.
—Ok! Está bien ¿Pero a la mínima herida lo dejas, ok?
Lo bueno que no observo las heridas que me realizo el rastrero ayer, esta sudadera era mi coartada.
—Lo prometo. Pero demando que no estes presente. Si tu estas observándome no podre concentrarme lo suficiente, déjame moldear mis estrategias.
—Me iré al condado de Truwellype. Necesito unas provisiones. Se elevo de la silla y se deslizo con diligencia para sujetar el hombro de Naiam. —Esta en tus manos, si algo le sucede a ella, a ti te acontecerá tres veces —Agrego con fiereza y palmeando su hombro tres veces.
Deposito un beso en mi frente y abandono el comedor.
Naiam no se inmuto en virar en su dirección y solo bebió lo que quedaba de su liquido escarlata. Se elevo de la silla y limpio sus labios rojizos de ese líquido. Sacudió la servilleta y la lanzo sobre el plato.
Inicio por abandonar la habitación y yo me eleve de la silla, solo para contemplar como me dejaba sin mencionar nada.
—¡Vamos Withman! Si vas a iniciar debe ser ya. —No pretenderás que también camine por ti.
Quiero agradecer a @Editorial_MJ por su video tan genial mil gracias por su apoyo y todo el tiempo de elaboración. Mil agradecida y encantada. Véanlo! y apoyen.
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