CAPÍTULO VII "QUIETUS"

Creo que me he ganado mi corona de falacias, vaya actriz que interpreto.

La realidad es que me apetece ir a cualquier lugar excepto con ellos. No me apetece oír mofas o cuestionamientos absurdos.

Observo meseras proporcionando postres y copas de champagne. Me apresuro a perseguir y cuando localizo una de ellas, sujeto unas cuantas copas en mis manos y las introduzco en mi sistema con diligencia.

La música empieza un poco estrepitosa y algunos inician a danzar en la pista, todo el ambiente cargado de bullicio. Francamente siempre he sido dos pies izquierdos, así que el baile no era una cualidad que adquirí. Deambular por el salón es mi cometido, hurtado la mayor cantidad de alcohol posible, esperando intranquila el momento en el que Alexander se determine a evidenciar todo lo que Soltheir le informó.

Cuando me siento lo suficiente cargada de vértigo, decido que es momento de ir a obtener un poco de brisa, de otra manera tendré que recurrir al baño nuevamente y francamente no me es satisfactorio regresar ahí.

Me detuve con premura en un barandal color ocre y muy férreo. Coloque los codos arriba de él, para sostener mis mejillas con ambas manos. Observó con detenimiento la oscuridad reflejada en el panorama y me logro extraviar en ella. Casi en una quimera insondable y parecía oír nuevamente su voz.

Logré añorar nuevamente, al mismo tiempo sentí aversión, por razonar en esa necesidad tan ferviente de tener la remembranza de la felonía.

"Otorgar esperanza con ojos vendados, es similar a caer en el precipicio. La incongruencia radicará en ser pertinentes en el acto".

Intento timar a mi pensamiento con algo más concreto, la contienda que está por acudir y la satisfacción que voy a emanar cuando la sangre de Crowel la tenga esparcida en mis manos.

Si la estrategia resulta como mi intelecto anhela, tendremos la armonía por la que combatió Arthur. Esa quietud que alguien nos arrebató para siempre.

Un individuo se instala en mi pensamiento. La discusión con él, me lleva a reflexionar que es demasiado franco, me agrada su conversación, pero no puedo omitir que su esencia en efecto es muy atrayente, casi como la de Naiam. Aunque son tan diversos, me resulta inquietante no librarme del encanto de alguno.

Identificaba que la magia de Margot, me había otorgado momentáneamente la habilidad de ser indudable y menos endeble, ante su interrogatorio que pretendía ser exhaustivo.

Me perdía entre conversaciones de algunos invitados que se localizaban en el exterior.

Desconocía hasta qué punto me sería estable continuar en esta posición. Intento suprimir de mi pensamiento, la gravedad de lo que se aproxima.

La mirada se extravía nuevamente en el paisaje sombrío y mi sistema se alerta cuando percibo un cambio de melodía, el encontrarme en el exterior no lo omitía, era percatable él cambió de melodía. Ahora es más instrumental y eso me agrada en gran medida, pero por otro lado también lo detesto internamente.

"Que incoherente pensar en amar y aborrecer al mismo tiempo, cuando el corazón conoce sus entrañas de izquierda a derecha y viceversa".

¿Tan soporífera se encuentra la fiesta de los Dankworths? —interroga sin previo aviso.

Opta la misma postura, solo que sus brazos son recargados en el barandal y se estiran hasta estar colgados. Su esencia es jodidamente atrayente.

—No. Existe demasiada cobardía en mi sistema —respondo irónica.

—Alcohol intentas decir ¿cuánto has bebido? —interroga nuevamente.

—Eso no determinará alguna diferencia —añado.

Dailena la flaqueza no existe con los Withman. Estas dejando que tus conflictos internos sean expuestos, descuidado por qué estás aquí —añade.

¡Vaya! ¿ahora intentas ser afable conmigo?, que gran cambio me otorgas.

—Basta. Estoy jugándome la eternidad por tú causa. Al menos intenta no deteriorar todo, yo sí la valoro —añade con seriedad.

Sus palabras poseían toda la franqueza que pude predecir y que no me apetecía oír. Mi carga siempre acompañaba a los demás y de cierta manera se incrustaba en ellos sin solicitar por ello.

¿Qué no es peligroso que estemos juntos? —interrogo.

Él se debate internamente en replicar algo. Su sigilo me provoca intranquilidad.

—El peligro es lo que define a Naiam Dankworth. Pero aciertas, solo que Alexander y yo tuvimos un desacuerdo hace algunos instantes y realizo todo lo posible por fastidiar —sonríe acompañado de una mueca.

La interrogante de que logró ofuscar a ambos se implantada en mente ¿qué provocó que Naiam dejara de tocar el piano? ¿qué le comunico Alexander qué logró ponerlo colérico?

¿Entonces estoy siendo utilizada? —cuestione.

¿Quién menciono que es por tu causa? —interrogo con ironía.

Antes de yo poder emitir una respuesta se adelantó, como de costumbre.

—No, por completo. También lo hago por satisfacción propia —replica orgulloso.

Claro un objetivo intransigente.

No comprendo —conteste con sinceridad.

Realice un viraje y contemple su rostro. Su encanto es similar al de Alexander. Tienen muy buenos genes, pero existe tanta diversidad en ambos.

Su postura permanece alerta pero precavida, realiza un viraje hacía mí dirección y me observa con detenimiento. Ahora ambos estamos en una sincronía igualatoria.

La distancia es reservada y su rostro expresa desconcierto, observa cada fragmento de mi rostro, sus labios se fruncen un poco y luego realiza una mueca desconcertante, apartándose de esa distancia —lanza un suspiro y mueve la cabeza en negación, acompañada de una risa ligera. Yo observo con detenimiento como se reincorpora y cuando esta por alejarse, realizo un viraje para concentrar mi atención en algo menos confuso. Sujeta mi cintura por detrás y susurra con prontitud —por cierto, con un poco menos de alcohol lucieras espectacular. Se aleja liberándome de su tacto suave y alojando una desesperación increíble. Al retornar para encontrar su rostro, él se ha ido. Se pierde de mi vista entre los presentes.

Mi conjetura es que entretenerse con las emociones, no es propio de él. Percibí algo de franqueza en su declaración. Pero continúa siendo un enigma.

Con certeza carecía de gracia para perseguir o interrogar a qué se refería y la más significativa de dónde conoce esa melodía. No tenía genio de nada, quizás el alcohol me causa fastidio.

Camine hacía el interior del salón con menos vértigo, parece que nuestra conversación fugaz logró despabilar mi mente y concentrarme en el presente.

Al introducirme observe que la mayoría de los invitados estaban aglomerados, en el centro de la habitación. Preste más astucia al momento de observar a la mayoría, intuía que además de la colonia Dankworth existían dos colonias más. Intenté identificar a dos líderes y sus progenies. Los de la colonia Benvenetti y Sultrey. Los reconocí gracias a sus tatuajes; cada colonia poseía su propio símbolo de su colonia, la mayoría los tenían ocultos, pero sólo los Benvenetti y Sultrey estaban al alcance de la vista. El de nosotros era un poco diferente, claro Emmanuel y Seifret lo tenían en sus brazos, el mío se encontraba un poco mas oculto en mi muslo izquierdo. El tatuaje que nos identificaba era una brújula ese eligió mi progenitor. Muy pocas personas habían visto mi tatuaje, por eso muchos dudaban que fuera una Withman.

Kebet me había instruido un poco en cómo identificar a algunos líderes de colonias. Me explico los rasgos y mostró fotografías de ellos. Ambos líderes ya estaban muy ancianos, lo reflejaban en sus rostros. Pronto otorgarían su poder a sus progenies convertidos. El progenie de Sultrey era un joven de piel canela, parecida a la de Kebet, con una melena corta, poseía unos ojos oscuros que flameaban poder. Lo observe beber muchas copas de ese liquido escarlata, me percaté de que se encontraba hambriento, intentando saciarse. Su vista se perdía en los sirvientes y podría jurar que el imaginaba clavando sus colmillos en cada uno de ellos.

El otro progenie de Benvenetti era caucásico, melena demasiado corta, ojos cafés y demasiado soberbio. El por otro lado estaba tranquilo bebiendo licor. Cada uno conversaba con sus progenitores, sus miradas realizaron un viraje con prontitud.

Desconocía que sucedía con exactitud, pero podía deducirlo. Alexander —pronuncie con desagrado.

El espectáculo había iniciado y no me encontraba preparada, creo que nadie nunca está preparado para situaciones conflictivas. Observe con prontitud todo el escenario, Alexander va a iniciar un comunicado a los invitados. Conforme logre avanzar más, mi sangre se inició a enfriar. El acto está por comenzar, todos están interesados por los acontecimientos que sucederán y la causa de esta velada. Enseguida busco con intranquilidad a Emmanuel y Seifret.

Ambos estaban realizando lo mismo, logran encontrarme con la misma mirada desesperada. Todos nos acercamos sigilosamente hacía los invitados, penetrando filas tras filas hasta reunirnos todos juntos. En el transcurso nos encontramos con Kebet.

Observo el trayecto que decide el anfitrión Alexander, el se localiza posicionado en lo más alto del salón, el realiza un ademán con su mano moviendo su dedo índice y unos guardias cierran ambas puertas. Esta atento a que se cumplan sus órdenes.

—Hola buenas noches, espero la mayoría este pasando una velada deliciosa, muchos de los presentes saben que este tipo de reuniones, son muy importantes para mí colonia y obviamente para mi familia. Pero se preguntarán qué hace ésta tan "especial".

Parecía tratar de encontrar a su hermano. El cual parece brillar por su ausencia. No me desconcierta que huyera del momento.

—La mayoría de los presentes saben que soy intolerante a las falacias. Para Dankworth es primordial forjar alianzas basadas en la confianza mutua.

Cada palabra mencionada iba dirigida en nuestra dirección. Lo sabia por su mirada incesante hacia nosotros, viraba con todos, pero siempre se detenía en nosotros.

—No mantenemos el orden con falacias o incongruencias. La mayoría de los presentes me temen y francamente no está en mis planes cambiar eso, las decisiones que he tomado a lo largo de los años me han convertido en quien ustedes observan aquí. Le han otorgado más potestad a la colonia y lo primordial para mí son ustedes, así como mis alianzas sinceras.

El dirige su vista hacia los Sultrey y Benvenetti. Ellos asienten alzando una copa al aire. —Salud. Pronuncian ambos lideres y sus descendientes.

Una vez más intento localizar con la vista a Naiam, pero su ausencia era notable, alejado del momento. No descubría su rastro por ningún sitio de la habitación, quizás sería un plan de él y quizás siempre estuvo involucrado con todo. Mi mente me causaba escenarios con posibles finales caóticos.

Kebet giro hacia el escenario y logre percatar confusión en su rostro. Retornamos el cuerpo y realizamos un viraje, observamos la misma proyección, todo sucedía según lo esperado, él subía a su lado.

—Jamás debe existir arrepentimiento de nada ejecutado o idealizado. Sería omitir y engaitar la propia esencia —añadió el mayor de los Dankworth.

En un pequeño instante su mirada se torna frígida. Lanza otra señal con su mano elevada, como el líder de carácter que refleja. Los invitados retroceden y somos recluidos por distintos vampiros de su propia colonia. Dos de ellos sujetaron con ímpetu a Kebet, le inyectaron alguna sustancia en el cuello y lo excluyeron con diligencia, conduciéndolo al exterior. Todo fue calculado y estudiado por cada uno de los presentes. Todo reflejaba una obra bien estudiada. Todos eran participe del embuste, los únicos perdidos en el guion éramos nosotros.

Emmanuel y Seifret diligentes se interpusieron y logran atraer mi cuerpo al centro, resguardando todos los ángulos posibles, están por iniciar su defensa y ellos un ataque inminente. Los invitados sólo observan la escena otorgada. Sultrey y Benvenetti se encontraron estáticos e inexpresivos igual que sus progenies.

Cada vampiro del ejército Dankworth se dispone a acercarse hacia nosotros, con la finalidad de aniquilarnos sin premura.

Soltheir está al lado de Alexander susurrando en su oído, como la serpiente que refleja.
Este Dankworth parecía calculador y su verdadera faceta es revelada ante mí. Pero intuía que algo en él, quizás su parte no predominante, quería parar con esta encrucijada. Al menos eso reflejaban sus ojos, era una mezcla de frialdad y de ansiedad.

Emmanuel y Seifret continúan combatiendo para proteger su fortaleza. El ejército Dankworth nos arrinconan, pero los Withman poseen tenacidad y astucia. En un instante los vampiros de su séquito se abalanzan sobre nosotros, como estaba calculado.

El progenie de Benvenetti se dispone a intervenir, pero su progenitor lo detiene forzando su paso.

Emmanuel perfora más de siete tórax, al parecer sólo esos logre contabilizar, logra extraer su cavidad vital latiendo y la gloria de la sangre se esparce en todo el suelo al exprimir.

Uno de ellos me lanzó al suelo y antes de poder hacer algo Seifret extirpo su extremidad superior con un movimiento diligente. Me proporciona la mano y me eleve del suelo. Cada vez atacan más y los invitados continúan observando la escena presenciada. Nadie emite algo, solo el morbo acompaña cada uno de los rostros presentes. A excepción de los Sultrey y Benvenetti que continúan en la misma postura.

Seifret combate con constancia para eludir cualquier agresión y finalicen por herir. El succiona cuellos y arranca pieles, su verdadera naturaleza es observada. La agilidad es su punto férreo.

Aún no era el momento de evidenciar y no emanaba el poder suficiente. Solo observaba como todo ocurría diligente y Soltheir disfrutaba con una sonrisa malévola, la reflejaba en su rostro. Por otra parte, Alexander estaba inexpresivo.

Uno de los vampiros de Dankworkth lanza al suelo a Seifret y le introduce su empuñadura en medio de sus cosillas, directo en el corazón.

—¡Basta! La cólera se incrusta en mí. Me acerco con diligencia y fue suficiente con sujetar su brazo para que iniciara por consumirse en un fuego y por ende arder. Emmanuel observó diligente y acabó con la agonía de aquel vampiro, extirpo su extremidad superior, logrando una quemadura en el intento.

Descendí con premura al suelo, para intentar ayudar a Seifret. Solo necesite colocar mis manos en su herida y su mirada se avivó nuevamente. Sujeto mi mano y se reincorporo como si nada hubiera acontecido, se colocó alerta para esperar más ataques.

Para sorpresa de todos los presentes, los vampiros Dankworkth detuvieron el ataque gracias a la señal proporcionada de su líder.

Soltheir estaba colérico, pero más que eso, era Alexander con reflejo de desconcierto. Así como los Benvenetti y Sultrey.

La premura lo hizo virar hacia Soltheir, quién contempló la misma escena y Alexander lo observó colérico. Prácticamente lo estaba reflejando en una mofa.

¡Alexander ella es Dailena Withman! No comprendo que clase de truco ha logrado, pero ella es la hija de Arthur Withman.

Las vociferaciones del público presente se hicieron evidentes, en la mayoría el asombro y en otros la incomodidad por mi progenitor.

El realizó un viraje y me estiró su palma para lograr unirme a ellos, accedí a su demanda sin temor. Había llegado el momento de jugar en este tablero. Emmanuel y Seifret custodiaban mi trayecto. Una vez que llegué, Alexander tenía la mirada frívola y se encontraba estático.

¿Quién eres en realidad? —cuestionó severo.

Dailena Withman Penntymore —musite.

El murmullo de los demás se hizo presente. Veía rostros rebosantes de estupor y algunos de desagrado. Por otro lado, los Sultrey y Benvenetti reflejaron una sonrisa austera.

—Franqueza, ahí lo tienes, tenía razón Alexander —agregó Soltheir con desdén. Alexander omitió su réplica con su palma. Enviándolo a silenciar.

Él no es mi progenitor de sangre, pero llevo su temple de alma —agregue.

—No comprendo, ¿a qué se refiere? —cuestiono, ansioso Alexander.

El me encontró en el bosque Kiletwyu, mi familia había fallecido a merced de una colonia enemiga a la suya. La culpa se instaló en él, a causa de que el enfrentamiento de esas dos colonias involucró a mis progenies. El me observó desprotegida y me traslado a uno de sus campamentos. Yo no fui convertida porque mi madre era una wika y el respeto ese acuerdo. Nuestra ley evita que seamos convertidos o nunca encontraremos la luz.

El respetaba mi antiguo nombre. Elizabeth es mi verdadero nombre, pero lo olvidé hace demasiado. Cuando sus mellizos y él fueron asesinados, él dejó estipulado que intercambiara mí nombre por el de su progenie Dailena, de esta manera podría estar protegida por su ejército. Conforme pasó el tiempo, Emmanuel y Seifret comunicaron todo lo sucedido al ejército de la colonia Withman. Ellos al comienzo se negaban a protegerme, pero Emmanuel quedó de líder y ellos respetan a su líder.

Realice un viraje y sonreía con soberbia. Le agradaba que lo adularan y en cierta forma no me disgustada. Así es Emmanuel y lo aceptaba.

Retorne mi vista hacia Alexander y reflejaba desconcierto.

—No puedes creer las falacias de un Withman. Esa es una historia absurda, inventada en unos minutos. Continúa con la ejecución del plan, ella debe ser aniquilada —agregó Soltheir.

Un vampiro, licántropo o humano no puede adquirir esa magia, es absurdo pensar eso. Finalizaste por embaucar Soltheir.

—Alexander no puedes suponer las tonterías de esta embustera, recuerda son astutos. Destrúyela o ella será tú propia aniquilación.

—Te percataste lo importante que ser leal es para mí. Comprueba tu lealtad. —pronuncio frívolo.

— ¿Qué sugiere? —cuestione.

—Eliminar al traidor. —confeso.

¿Qué? ¿no puedes decir eso así a la ligera, o sí? ¡Yo te obsequie en bandeja de plata! —argumento.

— ¿Tengo que asesinarlo para comprobar mi lealtad? —cuestione con mofa.

—Por supuesto. Debe realizarlo, le estoy otorgando el beneficio del escrúpulo.

No es suficiente con lo que ha presenciado hace unos instantes. Desea observar más sangre recorrer en su alcázar —agregue.

—La sangre es lo que nos define a todos. No sólo a los Dankworkth, Withman, Benvenetti, Sultrey y así podría hacer mención de cada colonia.

Withman necesito su fidelidad en éste preciso momento o de lo contrario.... —pauso para después completar —será eliminada —replicó disgustado.

—Es absolutamente irracional lo que le sugieres a esta humana, no estimes sus falacias. No imagine que alguien como tú navegaría con bandera de salvador —agregó Soltheir exaltado.

¡Withman! La paciencia no es mi punto férreo. Lanzó una señal con su mano y dos vampiros aprisionaron a Emmanuel y Seifret.

—La paciencia no lo es, pero sí la intimidación. Bravo Alexander Dankworkth.

El reflejo frivolidad, pero continúo estático.

Un vampiro más se acercaba hacia nosotros.

¡Withman! ahora —inquiere.

Nunca he asesinado, no lo concrete con el vampiro que hace unos momentos hirió a Seifret. Emmanuel intervino y el óbito se lo adjunto.

Intuía que lograba eludir la condena de mis hombros finalizando por portear.

Seifret y Emmanuel intentaban liberarse, pero eso era prácticamente imposible.

Alexander lanza otra señal y ellos finalizan por acatar la orden.

Ambos reflejaban resistencia, me rehusaba a que lograrán lacerar.

Ambos vampiros introdujeron sus empuñaduras en los tórax.

¡Alexander, basta! Déjalos. Corrí hacia él en cuestión de segundos, en una súplica. Perdiendo mi sensatez y presunción.

Acerca sus labios hacia mí odio y suspira fútil.

—Hazlo ahora —recitó en apenas un susurro.

Logre conducir mi mano hacia mí cabello, realizando pequeños jalones de desesperación.

—Withman, será mi última mención. —respondió.

Ambos vampiros disfrutaban el goce de la sangre esparcirse en ambos. Mientras yo perdía mi cordura y me causaba aflicción.

Caminé con premura hasta Soltheir y me detuve hasta estar frente a él. Sin importar su perfidia no merecía este desenlace. No se inmutó o pretendió bregar, pues no concedí oportunidad. Lo observé penetrando su mirada, colocando una mano en su hombro y la otra la introduje en su tórax. El líquido escarlata se estaba esparciendo por mi brazo y el solo seguía estático. Con una mirada que traspasaba todo entendimiento. Casi con una sonrisa, él se acercó más y pronuncio —alguien más finalizara mi trabajo—musito.

¡Dailena no lo hagas! —Exclamó Seifret con una voz sin ímpetu. No podía permitir perderlos por mi falta de osadía.

Estire un poco más mi mano y obtuve el objetivo palpitando, lo aprisione con mis dedos, cerré ambos ojos y estiré de él sin remordimiento. En instantes sentí un estirón en su cuerpo que me sacudió.

Cuando decidí abrir mis ojos, Soltheir no poseía su extremidad superior. Me encontraba desconcertada, no identificaba que había sucedido.

Todos observaban al causante de este óbito. Mi sangre logró enfriarse y mi corazón es una máquina en aceleración.

No comprendo porque hizo eso, acaso sólo estaba calculando mi valentía.

Emmanuel y Seifret, son liberados bruscamente al suelo. Instintivamente me dirijo hacia ellos y coloco ambas manos en el tórax de cada uno, emanando la misma electricidad. Sabía que su curación era inmediata cuando bebían sangre humana, pero como su dieta era distinta sería más letargoso, ambos denegaron mi ayuda y lograron la reincorporación con letargo.

El cuerpo de Soltheir, se encuentra en el suelo como un vil costal. Lo observo por unos segundos y en mi interior no hay sosiego. Desearía que fuera Crowel, el que estuviera aquí sin vida.

¡Todos lárguense de aquí! —Exclamó con fastidio.

El otorgó la espalda a todos, como si nadie mereciera su vista. Todos abandonaron con premura el recinto, líderes, súbditos e invitados.

Emmanuel y Seifret avanzaban a la velocidad posible y yo detuve mi andar, realizando un viraje hacia su dirección. Ambos se percataron de mi pausa y me observaron confusos. Pronuncie sin emitir algún sonido "salgan, por favor". No muy convencidos aceptaron mi petición. Y todos abandonaron el sitio cerrando esas dos puertas. Dejando un vacío de distancia entre ambos, así como un gran eco.

Mi andar se hizo sigiloso y continúe hasta lograr llegar a él. Intuía que mi presencia no transitó desapercibida, pero omitió decir algo al respecto. Algo me decía que debía liberar la razón por la cual permanecí.

—Gracias —añadí con cautela.

Un suspiro inmenso se liberó de la atmósfera.

—No lo hice por usted, Withman —agregó con recelo.

—No tiene relevancia por qué lo realizaste, sólo quería expulsar lo que sentía —libere con calma.

¿Qué no tiene relevancia? ¿es acaso que le golpearon muy duro en el suelo? —interrogó colérico.

—Para mí no, la finalidad es mi agradecimiento, por lo que realizo. —respondí.

Posee toda la relevancia en mi honor. Ese bastardo logró su finalidad de engaitar vilmente a este Dankworth, en mi rostro lo realizó. Llegó a mi colonia con falacias, que este líder creyó. Me reflejo como un completo estúpido, ante mi propio imperio —replicó exaltado.

—Comprendo su disgusto. Pero creo que es más inteligente de lo que su colonia idealiza. Lamentarse no le ayudará a ser férreo.

Se giro por completo y me observó con cautela.

¿Sabe que es lo más interesante? —interrogó.

—Dime —exigí.

El avanzó con pasos aletargados hacia mí dirección, hasta posicionarse muy cerca.

—En los ojos de Soltheir existió el estupor, ante su acto de incendiar a uno de mis súbditos y fue auténtica. Es algo que no cabe, en mi pensamiento racional. Entonces la cuestión aquí es.... ¿por qué fingir algo que se desconoce?

Una frialdad invadió mi cuerpo, el glacial de la franqueza. La astucia siempre lo seguía, ningún detalle le pasaba por alto.

—No replicara nada Withman —agregó.

Soltheir era un embustero, que sabía lo que hacía y como lo hacía. Un acierto más a su favor, el llegar a confundir su raciocinio.

—Sabe que es lo curioso. Sin importar que tan pesadas sean las falacias, intento creer en usted.

Sujeta mi mejilla y susurra en mi oído —espero, no errar contigo o de lo contrario sería una verdadera pena —añade, liberando mi mejilla de su sedoso tacto.

Se aleja de mí y se mueve diligente hacia la barra de bebidas. Abre una botella e inicia a beber sin final de ella. Limpia unas pequeñas sobras, que se derraman en su traje. El se despoja de su saco y termina por doblar las mangas de su camisa, debajo de ella se ve un torso definido. Me envélese por segundos y el pareció notar mi vista. Pero no menciono nada.

No quise aceptar la veracidad de sus palabras y lo acertadas que eran. El arrepentimiento no me invadió, porque Soltheir estaba por realizar lo mismo con nosotros. Siempre colocaré a Emmanuel y Seifret encima de quien sea necesario.

Lo único que sí logro deplorar es expresar tantas falacias para permanecer en esta contienda. Más allá de mí aflicción, sentía un ligero disgusto por embaucar. Desconozco la razón con exactitud, pero no podía eludir o simplemente suprimir.

Doy media vuelta y camino hacia la puerta. Queriendo huir, si permanecía un segundo más, podría ser peligroso en cualquier sentido. Mis mejillas comenzaban a irradiar calor.

¿Quiere acompañarme, sólo un rato más? —cuestiona, casi en modo de súplica.

Desearía poder decir que sí, pero sería como enterrarme viva. Intuyo que puede surgir una conexión intensa, de la cual no pueda huir. Alexander me estaba otorgando más de lo esperado, revelando y conjeturando.

Pero algo transitaba en la mente, que la potestad es todo para él. Al menos eso parecía haber mencionado Naiam. Tenía que ir con cautela hacia él, a pasos letargosos y evadiendo pisar una mina.

El me observa con detenimiento y después baja su rostro para emitir una carcajada al aire.

—Detesto los rechazos. No lo pediré más, es libre de ir con los demás, Withman. El descendió su mirada al suelo.

—No me apetece ir con ellos. Deseo quedarme aquí, pero Emmanuel y Seifret tienen heridas que deben ser atendidas. Creo que puedes entender, que por los hermanos uno hace hasta lo imposible —confesé.

El retorno su vista hacia mí, intentando descifrar mis palabras.

—Adelante Withman, ¿pero puedo sugerirle algo? —cuestionó.

Asentí con la cabeza esperando su respuesta.

—No abandonen la colonia todavía, tenemos asuntos que resolver y sería un castigo librarme tan pronto de usted —confesó bebiendo más de su botella, lanzándola contra el piso.

¿sugiere que nos quedemos esta noche? —interrogue.

—No me haga repetirlo, nuevamente. La paciencia no es mi fuerte —añade bruscamente.

Le otorgó mi espalda y camino hacia la puerta, dispuesta a abrirla, pero un toque ágil detiene mi maniobra y me hace realizar un viraje con prontitud. Mi órgano no sabe estar en sigilo y puedo percatarme que él lo ha notado.

—Si —responde.

Nuestros ojos se observan con cautela unos segundos y el libera una sonrisa de su rostro.

—Ok, seguiré su consejo —replique.

Libera su toque de mi mano y antes de retornar, tengo una interrogante que si no es liberada podría causarme una madrugada intranquila.

¿Quién fue el primero en asesinarlo? —interrogo con impaciencia.

—Descansa Withman.

—Igual Dankworth —agrego con sinceridad.

Mis demonios nunca me dejan hacerlo —confiesa una vez cerradas ambas puertas.

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