CAPÍTULO II "EPIFANÍA"
Me trasladé a la sala de aquel sitio, en realidad desconocía a quien le pertenecía. Pero intuía que era de su propiedad.
Me sitúe en un sofá de tres cojines y coloqué ambas manos en medio de mis piernas.
Obtuve percibir el azotó de la puerta, pero en esta ocasión no logra desplazarse con diligencia, se acerca con una lentitud muy propia de nosotros.
En realidad, preservaba demasiadas interrogantes en mi mente, que necesitaban liberarse o de lo contrario ocasionarían una visita al psiquiatra.
Alza su mirada y esquiva nuestro contacto visual; en esta ocasión no sitúa su cuerpo en la mesa, aborda a un costado del sofá. Se amolda en él bruscamente, sin energía por retornar a elevarse en los próximos minutos. Inclina su extremidad superior en aquel sofá, cruza ambos brazos y posiciona su mirada en un cuadro que justamente se localiza frente a nuestras vistas.
Es abstracto por lo que logro deducir y él solo lo observa con detenida paciencia, casi exasperante, he de admitir.
Intento localizar una estructura, por supuesto que, en mi pensamiento, solo imagino pinceladas al azar. Sonrío con melancolía ante esa evocación absurda y me siento pesarosa por carecer de arte.
— ¿Te parece gracioso? —exclama con una frialdad escandalosa.
—No, es solo que carezco de criterio en el tema del arte; me parece indescifrable esa pintura —sitúe ambas manos a los extremos —no logro descifrar de que pueda tratarse —añado confusa.
—Es lo fascinante de la pintura, la mayoría de los humanos se creen capaces de comprender la totalidad de las cosas, pero una pintura es más que arte y razonamiento, posee un enorme trasfondo mayor a cualquier cosa materializada por ellos mismos.
Realiza un viraje en mi dirección, liberando sus brazos y se aproxima a una distancia cercana, pero sin lograr ser demasiada íntima.
Sería incoherente refutar que la inquietud se hizo evidente, sin identificar la causa, agregando una agitación a mi sistema.
Sitúa su dedo índice, de la mano izquierda frente a mis ojos. Su rostro obtuvo un ligero viraje hacia la pintura.
—Observa por quince segundos y dime qué logras deducir —acerca sus labios a mi oído y susurra —concéntrate.
Se retira con letargo de nuestra proximidad. Realiza un viraje nuevamente hacia mí, parece analizar todo el rostro, a escasos centímetros de la mano. En absoluto no beneficia la concentración.
La pintura tiene tonalidades: blancas, azules, cafés, anaranjadas y quizás negras. Desde mi perspectiva, esto es el paisaje del mar visto desde el interior de una ola, pero un tanto borrosa —dime, ordena de inmediato.
Trague saliva y me cerciore de que todo se encontraba organizado en mi mente. El continua con su vista en mí. No me moleste en realizar un viraje hacia él y respondí desde la inexperiencia.
—Observo al mar, pero percibo que el paisaje está dentro de una ola. Gélido, melancólico e intuyo íngrimo. Él solo desata un mutismo a lo antes pronunciado y sonríe de medio lado, luego dirige su vista a ese cuadro.
Me siento la más absurda del mundo —bufo sin sentido e ímpetu.
—Cada ser posee ideas propias e inigualables, siempre será algo totalmente diverso. La realidad es que "Tormenta de nieve" es el total de lo que puede ver e intuir un hombre atado al mástil, de aquella embarcación. No hay nada fuera de ello. Eso hace que sea absurda, para él mismo pintor —responde.
— ¿Qué? pero no, no se distingue nada —replico de inmediato.
—Es exactamente a lo que hago referencia, para cada quien siempre significa algo más. La connotación que cada uno desea otorgar, reflexionar, atender o conjeturar.
William Turner es de mis pintores favoritos. La naturaleza entra a la imaginación de Turner en forma de violencia, como en sus tormentas, rodeadas del vapor que inundaba la ciudad en la primera fase de la Revolución Industrial. Sus pinturas son perturbadoras. "Nunca ha existido un pintor como Turner y nunca lo habrá" —libera un suspiró profundo para de nuevo ahogarnos en el mutismo.
Ambos observábamos aquella pintura, desde mi perspectiva tan carente de regocijo y cuestione sí eso es lo que transmitía. Una pintura carente de existencia, en comparación ese cuadro parecía más vivaz.
— ¿Desde hace cuánto tiempo te inyectas el suero? abruptamente aborda el tema —gélido y sereno, sin apartar su vista de aquella pintura. No esperaba que cuestionara primero.
—Hace siete años —añado inquieta.
— ¿Cómo sabes lo del suero? —interrogo de inmediato, antes de ser abordada nuevamente.
—No eres la primera humana, que observo que lo utiliza —suspira afligido.
—Eso no responde mi cuestionamiento — ¿cómo sabes que lo utilizo? ¿por qué me alejaste de aquel sitio? ¿dónde están mis hermanos? ¿quién eres? —me elevo abruptamente.
Palmea el asiento retándome con la mirada y me insiste a retornar. Me posiciono nuevamente y suspiro con desagrado. El realiza un viraje hacia la pintura. Dedico mi vista a observarlo en todo instante posible.
—No soy tu adversario, no estoy en la oposición. Controla tu tolerancia y analiza mis respuestas —añade con un tono de arrogancia.
—Sí la finalidad fuera realizarte un detrimento, ya lo habría realizado y no hubiera sido capaz de detenerme —suspira hostil.
Usas el suero, por qué te observe tocar la banca en el jardín y logre percatar el color que poseían tus manos antes de colocártelo. Se encontraban con ligeras manchas blancas, ocasionadas por prolongado uso de él; no eran de cualquier tipo de manchas ocasionadas por la exposición prologada al sol o algún problema de la piel. Esas no poseían forma o seguían algún patrón específico; además en tus muñecas las venas se encontraban anchas y de tono azul profundo. Es otra reacción, resultado de no ser constante con él.
Sin mencionar tú delicioso aroma, recuerda que es importante la constancia con la dosis.
Sí alargas el tiempo, desprendes una fragancia imposible de suprimir para cualquiera de nosotros. Te conviertes presa factible y esto se transforma en una disputa, para cualquier depredador afanoso.
—Pero no....
El silencia mis próximas palabras con su mano. Sin lugar a dudas es la manera más detestable y brutal de hacerme permanecer en sigilo.
—Aún no concluyó —añade desdeñoso.
Te traslade aquí, por qué aún no es certero para ti, cruzar esas puertas. En su momento deberás retornar, pero no era conveniente que te conocieran así —pausa algo disgustado para finalmente proseguir —una afligida humana.
Pero qué demonios, como se atreve a agraviar de esa manera.
—Estoy informado que quienes lo utilizan, sólo es básicamente por dos razones.
La primera para transitar desapercibidos por nuestro olfato, por consiguiente, logren sobrevivir. Humanos.
— ¿Cuál es la otra razón? —cuestioné.
—La menos común. Son hechiceros y de esa manera incrementan su potestad —añade con desdén.
—Emmanuel y Seifret continúan cazando por lo que logre oír y créeme seguirán así bastante tiempo.
La inquietud no puede adueñar tu ser, aquí existe deliciosa sangre que vuelve demente a casi todos. Ellos estarán satisfechos; pero han cometido un desacierto al fiarse de Soltheir no es un aliado, mucho menos el más fiable. Es calculador, codicioso, egoísta y cruel —lo último lo resaltó con énfasis.
—Mi nombre es Naiam Dankworth, mi hermano es Alexander Dankworth, nuestro padre era Wexly Dankworth —concluye.
Una pequeña opresión en el tórax se hizo evidente, desvíe la mirada en otra dirección. Trague saliva con dificultad y eleve las manos del sofá para colocarlas por debajo de mis piernas; siempre realizo esta acción cuando estoy temerosa, intranquila o consternada. En comparación de las ocasiones anteriores, en esta incluía todas en un mismo contexto.
Sus ojos jamás se desprendieron de aquella pintura, como sí me tratara de algo insignificante; la pintura captaba más su atención.
"Los humanos siempre somos muy inestables, referente a las emociones y en absolutamente todo. Los vampiros lo son más, pero solo pocos logran mantener una postura ecuánime y eso se logra con el tiempo. Pero curiosamente el parecía más gélido e inexpresivo que era prácticamente un acertijo intentar adivinar, más de lo que mi curiosidad me permitiera".
—Seguirás procesando en sigilo —cuestiona desdeñoso. Existe cierto disgusto e incomodidad en sus palabras.
—No. Disculpa, yo solo intentaba comprender, el ¿por qué estas ayudando a esta "afligida humana"? —interrogue con mofa. Haciendo énfasis particularmente, en lo último.
El libera una débil carcajada, profundizando sus rasgos. Emite una sonrisa por unos segundos, parece deslumbrante, con unos hoyuelos marcados a los costados de sus mejillas.
Realiza un viraje en mi dirección, sin mover su cuerpo. Nos encontramos a escasos centímetros de distancia y su sonrisa se suprime para replicar —es necesario lograr un equilibrio y tú lo lograrás.
Identificó la razón por la cual arribaron en la colonia y logro intuir tus intenciones con la colonia de Crowel —añade despectivo. Sus ojos se intensifican hacía mí rostro, tratando de localizar algo, una mínima reacción de mi parte. Luego frunce el ceño, acompañado de un movimiento interno en sus labios y realiza un viraje de nuevo a esa pintura.
— ¿Cómo conoces las intenciones que tenemos con la colonia de Crowel? ¿tú hermano te las menciono acaso? —interrogue con prontitud.
—Algo hay de cierto en eso. Alexander solo menciona lo necesario y lo que le conviene a él. Por otra parte, yo obtengo mis propias fuentes —replica con altanería.
— ¿No te disgusta la idea de ayudar a esta "afligida humana"? —cuestiono nuevamente.
Conocía la finalidad de interrogar lo mismo. Necesito que se disculpe, por su despectiva manera de referirse hacía mí ser.
—No. En efecto me parece, ¿cómo podría definirlo?, sí muy entretenido. Creo que anhelo algo de acción últimamente —responde con una pronunciada sonrisa cínica, solo que en esta ocasión sus dientes se asoman, dejando libre su perfecta dentadura y lo blanca que es.
Su respuesta, es más, una mofa. Le divierte mofarse y ser sarcástico. Surgen una agitación inmensa en mí, de retornar a abofetear su rostro, pero obtengo tranquilidad en mi sistema.
Ínsita a participar en su engaño, pero no lo obtendrá.
— ¿Vives tú en este sitio? —lanzo una interrogante, esperando más respuestas. Escondiendo mí incomodidad.
—Podría afirmar un sí —contesta.
— ¿Solamente tú? —cuestiono con curiosidad.
—Sí. La mansión me parece demasiado ostentosa y siempre es necesario la privacidad. Estoy acostumbrado a ser algo reservado con mis asuntos. Cada que es posible me encuentro aquí o fuera de la mansión, aunque eso disguste al Dankworth mayor.
— ¿Por qué motivo debería disgustarle? —replico de inmediato.
—No le agrada la soledad a comparación mía. El prefiere encontrarse rodeado de la colonia. La potestad lo es todo para él. Ten eso en mente siempre —lanza una mirada en mi dirección con ímpetu.
— ¿Por qué menciono sí sobrevivo? —cuestiono con prontitud.
—Eso es algo que no me complace responder —agrega.
— ¿De qué se trata? —insistí.
—Él se refiere a otra cuestión que no haré mención de eso. No te incumbe —responde hostil.
— ¿Pero intuye qué soy humana? —cuestiono.
—La joven con la cual me encontró hoy probablemente, el suero actúa rápido, pero tu olor delata y supongo impregnó la casa. La señorita Withman absolutamente sí —replica refunfuñón.
Mi órgano vital comenzó por acelerarse. Logre analizar que habíamos ingresado a la boca del lobo.
—Tranquilízate, no te reconocerá, no observo tú rostro —exclama inexpresivo.
Eso evocó una remembranza. Su cercanía en mis labios. Retornar a rememorar, carcomía mi pensamiento. No deseaba hacer mención acerca de ese tema. Me resultaba muy absurdo, yo cuestionarlo e iniciar una conversación acerca de eso, no tenía coherencia, pero tenía que saciar mi sed.
— ¿Cada cuánto tiempo colocas el suero? —cuestiona con la mirada más gélida y logrando prensar la mandíbula.
—Cada tres semanas —suelto de inmediato.
—Pronto tendrás que elegir. El suero no tendrá el mismo efecto siempre —afirma con recelo.
Esquivo la veracidad, lanzando una de mayor relevancia.
—¿Le contaras ha Alexander que soy humana? —interrogue.
—No. No lo haré. Creo que sí esa hubiera sido mi intención, no estarías aquí ahora. Eres más que una humana, lo sabes —concluyo de inmediato.
De repente me sentía liberada y medrosa. Él conocía más de lo que emitía, pero su manera de liberar sus respuestas, sólo contestando lo necesario, me hizo replantear sí debía proseguir cuestionando o quizás me podría arrepentir de eso.
— ¿Hace cuánto lograron la conversión Emmanuel y Seifret? —cuestiona con indiferencia.
—Hace trecientos años —añado pesarosa, descendiendo la mirada en dirección a mis pies.
— ¿Quién los convirtió? su interrogante me resulta ligeramente abrumadora. No me agrada que cuestionen acerca de mi linaje.
—Arthur los convirtió —añado.
Seifret debido a que enfermó de la fiebre amarilla. El solo tenía veintisiete años, Arthur culpó a todos los sirvientes de ser portadores y trasladar el virus a casa. No encontró más opción que convertirlo, se negaba dejarlo fenecer.
Para evitar posibles contagios, asesino a todos los humanos, incluyendo la madre de Seifret —replique con aflicción. Creo que es lo más doloroso que realizó.
Emmanuel a los veinticinco, por implicarse en una riña, apostando. Perforaron su intestino, se encontraba agonizando. Arthur lo convirtió y luego destripo a todos en ese burdel, fueran inocentes o no. La madre de Emmanuel falleció, durante el parto. Él siempre ha tenido una vida muy complicada, pero en el fondo existe algo importante para él, la "lealtad" —concluí nostálgica.
— ¿Y tú? ¿cuál es tu historia? —creo que ya debes conocerla —confieso.
—Solo he escuchado rumores por ahí, te cuestionó porque quiero oír de ti, una respuesta —contesta con insistencia.
— ¿Cómo qué rumores? —interrogo.
—Híbrida o una pequeña loba y muy remotamente una hechicera —refiere.
—Entonces nadie sospecha, que aún soy humana —añadí sonriente.
—No. Aún no, ha llegado a oídos de los líderes.
Pero por desgracia Soltheir ya le informo a Alexander que lo eres. Debes convencer que solo son falacias, no hay peor ofensa para él, que lo timen —replica severo.
—Pero eso significaría que lo asesinaría, quizás —añadí medrosa.
—Así es, lo merece. Él ha cometido varias atrocidades y en ésta, no dejaré que triunfe —añade demasiado hostil.
—Tu primera estrategia es convencer a mi hermano de que eres hechicera, que Arthur te adoptó y te nombro exactamente como la gemela de Marcus, de esta manera no serás una amenaza para él, de lo contrario lograra tu deceso—replica irritado.
Un silencio invadió el sitio, al oír mencionar acerca de Marcus. Intenté desviar el eco en mi mente por la mención.
— ¿Cómo puedo mentirle? no tengo potestad. Es demasiado absurdo, ¿porque vamos a engañar a tú hermano? —cuestiono a la brevedad.
—Fácil. Él conoce la verdad y te elimina —añade nuevamente fastidioso, empuñando su mano.
— ¿Qué verdad? —exclamo atónita.
Él identifica que había nacido siendo como ellos. Lo sabía, solo ha estado jugando con mi mente.
—Eres la única humana viva que porta la marca de nacimiento. Las cuatro líneas que se entrelazan una con la otra; de los cuatro seres, "humanos, vampiros, hechiceros y lobos".
Desde que se dio a conocer, que podíamos tener descendencia con humanos, los líderes de las doce colonias pensaban que era lo más repugnante, el mezclarse con simples humanos.
Pero existió uno de esos doce líderes, que no le importó las consecuencias y tuvo cuatro hijos, de esos cuatro dos fueron nacidos con esa marca y los otros dos los convirtió.
Se desataron pugnas y debates, pero finalmente Arthur logró vencer, llegando todos a un acuerdo. Todos excepto Crowel.
Los niños nacidos con la marca, poseían algo que ellos no obtuvieron, potestad absoluta. Eso asustaba en gran medida a los líderes. La potestad era y es su pilar.
Cualquier neonato con esa marca, podía decidir cuándo convertirse, con tan solo probar la sangre pura, de alguno de nosotros. Pero además en su sangre llevaban de las cuatro especies; hechiceros, vampiros, lobos y humanos. La siguiente evolución.
Por esa razón el suero no te ha convertido, aun teniendo sangre de vampiro, tendrías que probarla sin el suero para obtener la conversión. Pero de eso, tú ya estás informada —añade con ironía.
—Una vez convertidos no hay retorno.
Han existido neonatos con la marca tiempo atrás, antes de tú existencia.
No progenies de líderes de colonias como tu progenitor, pero existía evidencia de esto. Los antiguos líderes, no podían permitir que eso llegará a oídos de los demás.
Arthur fue el primer líder de las doce colonias en desafiarlos y conforme avanzó el tiempo, logró convencer a los líderes para optar por continuar con la idea de concebir con humanos, les pareció una estrategia plena. Pero sólo como beneficio propio, todos lo apoyaron, excepto Crowel.
Una de las leyes que pactaron, era que solo podían convertirlos a partir de los dieciocho años en adelante, los mismos padres los convertían y no tenían fecha para la conversión. Eso quiere decir que podían convertir a los treinta o quizás nunca, todo dependía de su resistencia y sí ellos los consideraban débiles, los suprimían.
Cualquier conversión antes de los dieciocho años, se consideraría pena de muerte y destrucción de la colonia completa responsable. No podían tener vampiros inestables. Era un riesgo eminente.
Otra ley estipulaba que cualquier neonato con la marca, debían suprimir de inmediato y a su vez a la madre. Esa fue su máxima regla que debían seguir. Sin importar absolutamente nada. No podían aceptar que existieran seres superiores.
Los líderes de la colonia tenían temor a la evolución, pero optaron ser flexibles, sí eso les otorgaba un beneficio propio, colonias con más potestad y más ejércitos contra posibles ataques del ejército Hominum. Por esa razón, que uno de ustedes logrará convertirse a decisión propia, con sólo beber de nuestra sangre, sin sentir el dolor del veneno en la transformación, era algo imposible de aceptar para ellos. Pero el mayor peligro que temían era esta nueva especie que unificaba, creían que serían superiores a ellos y eso jamás podría suceder.
Además, que corrían riesgo, que quisieran la conversión antes de la edad estipulada en la ley. Era una conminación, neófitos hambrientos de caos y sobre todo de potestad.
Arthur no pagó el precio por ser el primer líder en desafiarlos, años atrás han existido otros parecidos a tu progenitor. No líderes, pero sí de nuestra naturaleza.
—Vampiros —respondí.
—Así es. Vampiros cómo tú progenitor.
No lo desterraron por procrear con humanos, sí no por algo que los líderes jamás aprobarían, el defendía a los nacidos con la marca. La ley máxima.
Crowel enveneno el raciocinio de los otros líderes y no descanso, hasta suprimir a casi todos los marcados. La cruzada de Arthur de amparar inició hace veinticinco años, muchos rumores decían que de esa manera podría resguardar y retornar a sus otros dos hijos.
Esos dos últimos nacieron hace veinticinco años y eran mellizos.
Arthur tenía su propia cruzada con distintos aliados como: Thirfed, Moskwey, Dhifante, Vertollini, Francisco incluyendo Wexly.
—Tu progenitor —correcto. Murmuran que los mellizos fallecieron masacrados con Arthur hace seis años, en manos de Crowel. En la batalla del nuevo orden.
Me siento la más ignorante, él identifica a la perfección quién soy. Quiénes somos nosotros, la cuestión aquí era qué quiere de nosotros. Son pocos los que realizan algo sin recibir algo a cambio y no creo que él fuera la excepción.
—Claro que los últimos dos hijos, siempre han sido un rumor para casi todos. Solo pocos, conocen la verdad. Los más cercanos. La cuestión es... — ¿por qué no confías en mí, a pesar de protegerte de mí propio hermano? —realiza un viraje completo hacia mí. Su rostro era inexpresivo y carente de vida. Sus ojos amielados se habían ido y ahora sólo estaba una mirada de un negro intenso, eso me ocasionó un poco de angustia.
Ya había visto ojos transformarse a ese tono, mejor expresado, él porqué. Retrocedí un poco de él, pude observar como el avanzó más y soltó una carcajada débil, sin sentido alguno.
— ¿No me vas a decir que me temes? —cuestiona en tono burlesco —señorita Withman se controlarme, la hubiera despedazado hace rato sí ése fuera mi objetivo. Regresa su mirada, pero esta vez no a la pintura, si no en dirección a la cocina. Se levanta con ímpetu y se traslada diligente hacia ella. Yo hostigo su sombra de inmediato, pero de manera cautelosa a hurtadillas y observo como logra abrir el refrigerador para extraer cinco bolsas de ese liquido escarlata, las lanza sobre la isla de la cocina y procede en abrir cada una. Succiona por completo. El realmente lo está disfrutando, se relame los labios y continua con su éxtasis.
Para mí no es nada nuevo, ya había observado con esa sed a mis hermanos. A decir verdad, nunca me parecía grotesco o asqueroso como a cualquier otro humano sensato. Jamás me perturbó o refleje temor en observarlos alimentarse. Quizás por crecer en un mundo tan sobrenatural, me hizo inmune a esos sentimientos.
Pero yo aún no quería ser como ellos, me negaba a tener esa sed insaciable, la que ellos me contaban. Yo podía convertirme en una de ellos, probando sangre de cualquiera. Pero yo me aferraba a mi humanidad, tanto como mi existir y la defendía.
—Te aseguro que no encontrarás placer más delicioso que esté —expresa percatándose de mi cercanía, sin inmutarse a observarme. Volvió a relamerse los labios de manera muy coqueta, después sujeta una servilleta de la isla y se la lleva a las esquinas de su boca para proceder a limpiarse con cautela y clase.
—Alexander quiere asesinarme entonces, ¿por eso fue la invitación? Soltheir nos hizo creer que tenía un plan para acabar con Crowel —ding, ding, ding — así es, pero no es que quiera. Debe hacerlo, que es un poco opuesto.
Nuestro progenitor murió y ahora él es líder de la colonia. Tiene que acatar lo que dictamine el consejo. Sería deslealtad, sí él estuviera en contra de las leyes, como lo mencione antes, potestad es todo para él.
Entonces eso afirma que Soltheir le informo absolutamente todo — ¡vaya delator! quizás Kebet tendría algo que ver en esto.
Me podrías explicar ¿cómo será posible hacer creer a Alexander, que soy una hechicera? —añado confusa. No tengo potestad, no todos los rumores acerca de mí son ciertos. No poseo magia, solo humanidad.
—Ahí precisamente, entra en este juego, la querida Margot. Ella podrá ayudar —contesta.
—Por supuesto. Como pude ser tan abstraída y no cavilar en ella —contesto rodando los ojos.
En su boca parecía asomarse una pequeña sonrisa y así como intento manifestarse, también se esfumó.
—Margot es una hechicera, que ha vivido desde pequeña en la colonia Dankworth, pero ahora vive en el bosque, tiene una magia que nadie puede superarla en las doce colonias. Ella está en deuda conmigo, podrá recibirnos y quizás asistirnos. Debemos ir de inmediato, no puedo seguir ocultándote.
—Antes de irnos, quisiera cuestionarte algo más —dime —responde de inmediato frunciendo sus cejas y con fiereza. Estoy pensando que mí sola voz le disgusta.
—Me puedes decir la verdadera razón, ¿por la cual quieres ayudarme? —ya te la mencioné —contesta.
—No. Esa no lo es. Si quieres que mi confianza sea tuya, dime la verdad —confieso.
—Estoy realizando algo que mi progenitor hubiera efectuado. Solo por eso —responde seco y directo.
—Pero Alexander no es cómo tú —añado —tú no sabes cómo soy yo, en ocasiones tampoco lo sé. Tampoco puedes predecir, cómo será Alexander. No comparaciones, gracias.
—Entonces dices que haces esto por tu progenitor ¿cierto? —creo que ya lo he mencionado —rodo los ojos y luego se aproximó en mi dirección — es tú turno, ¿me dirás ahora tu verdad?
—Ya lo describiste anteriormente. Soy una abominación para cualquier líder —bufo sin fuerza.
—No mencione la palabra abominación —responde con disgusto.
—Eres diferente —pauso ligeramente para continuar —diferente no siempre quiere decir malo. Muchos creen saber, solo lo que las leyes marcan como correcto, es porque así es, pero no.
"Lo incorrecto, tiene una pauta muy inquisitiva, casi como desquiciante. Lo diferente es jodidamente genial, cualquiera que piense lo contrario, carece de razonamiento".
Me asombra su respuesta. De cierta manera me está amparando de mí. Mi vista y la suya permanecen en una sincronía perfecta, en sigilo, pero con desasosiego de observar más allá. Sus ojos regresan a el reflejo de ese tono amielados.
No recuerdo cuando escudriñe en esa cuestión y solo la libere.
— ¿Porque él beso? el avanza un poco más hacia mí. Nuestra distancia es muy íntima. Me observa con cautela y sonríe asomando esos hoyuelos.
— ¿Crees que eso fue un beso? —responde con mofa. Y tan pronto como iba a acercarse aún más, por instinto retrocede. Cuando voy a emitir algo más, el solo me otorga su espalda y se dirige a la puerta. Tan odioso, replico en mi mente.
—Vayamos ahora —inquiere exasperado.
Extrañamente él no me cuestiona acerca de Marcus. El solo regresar a la remembranza, de lo que sucedió me desmoronaría en segundos. El parece suprimir esa interrogante. Pero él esta informado que había tenido otro hermano, Marcus. La asfixia se hace presente nuevamente y en cuestión de segundos se nubla mi vista.
— ¡Hey! ¡Dailena! —despierta exclama una voz. Intento alcanzarla, pero me es difícil tratar de seguirla. Finalmente, solo cierro los ojos.
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