Capítulo 31
"El verdadero viaje del descubrimiento no consiste en buscar nuevos paisajes, sino en tener nuevos ojos".
- Marcel Proust
Los hombres a los que estoy mirando no son los mismos que estaban en la playa la madrugada de hace unas noches.
Ese amanecer había sido tangible.
Cómo si ellos se hubieran incrustado en el fondo de mi piel. Jamás olvidaré cómo los dedos suaves de Diamond me recorrían los brazos causando estragos de escalofríos y cosquillas en mi cuerpo o como Dominik dejaba besos húmedos en la curva de mi cuello.
Lo hacia con despreocupación, como si no fuera consiente de cómo comprimía los jadeos que querían liberase de mi garganta. Devon se apretaba justo en medio de mis piernas, consciente de que apretaba mis muslos alrededor de los suyos con deseo.
Maldición, todavía los aprieto al recordarme.
Podía sentir los latidos de mi corazón, sentir el pulso en mi garganta.
Sus miradas encendidas miraban al idiota que acababa de dispararme con pura repulsión.
¿Esta mirada en sus ojos cuando lo miran a él y luego la dirigen hacia mi? ¿Estos, los que tengo ahora delante? Hace que los dioses se arrodillen.
Sus atuendos en negro atrapa las partículas de la luz del fuego que se desprenden de las persianas. El material peligroso drena toda la luz, devorando toda esperanza de algo que no sea violencia.
Es pura hermosura.
No debería estar conmocionada, solo los deseo. No siento absolutamente nada por ellos excepto el deseo carnal. No hay más, ni existe nada más ¿verdad?, sin embargo aquí estoy, tan emocionada que ni siquiera sé cómo hacer todas las preguntas que tengo.
—Diamond...
Gira la cabeza y descubro lo muertos que están sus ojos. De los tres, es el del único que esperaba otra reacción , no está. No hay ningún reconocimiento detrás de su mirada. Podría ser cualquiera que estuviera delante de él ahora mismo. La frialdad me deja sin aliento.
—¿Te hirió?
La preocupación en su voz es evidente, pero no podría estar segura porque sus ojos ardientes dicen otra cosa.
La pregunta me toma desapercibida, me sobresalta.
No por el, no por el agente, si no por el significado detrás de esas palabras.
Me duele el pecho al darme cuenta de que nadie nunca se había preocupado de si estaba bien antes. Si estaba en peligro yo siempre estaría bien, ¿si me tropezaba? No pasa nada, soy intocable o al menos eso piensa la gente.
Desde pequeña nunca había tenido a alguien que quisiera y pudiera tener la necesidad de cuidarme, de preocuparse por cualquier cosa de mi. La más mínima.
Y justo tienen que ser los tres hombres más... desconcertantes que he conocido en mi vida. Las únicas personas que han sido lo suficientemente sinceros como para decirme sus intenciones conmigo.
Sin maldad, sin necesidad de querer algo de mi a la fuerza.
—Oye —El agente se aclara la garganta. Lo observo en mi visión periférica como intenta descifrar si debería guardar su arma. —Solo la queremos a ella, nos iremos y no les pasará nada a ustedes.
¿Está el agente tratando de protegerse de mis hombres? ¿O más bien ganando tiempo para escarparse?
Se me estrecha la garganta al intentar tragar saliva. La mirada de Domi es intensa. Me observa, esperando mi respuesta. Lentamente, como si se deslizara, se mueve en mi dirección. La voz del agente bien podría haber sido ruido blanco.
—No nos hagas repetirlo, Phoenix. —dice Devon con calma.
Dios, nunca había visto tanta calma y caos en la mirada de alguien.
Tengo la muerte de alguien en la punta de mi lengua.
Su corazón prácticamente late en las palabras que ansían salir de mis labios. Soy juez y jurado. Diamond, Devon y Dominik son los verdugos en la horca, esperando mi llamada. Lo que yo diga decidirá la vida y la muerte.
Nunca había sentido tanto poder, ni siquiera cuando tengo que hacer las cosas con mis propias manos. Me encanta defenderme, es lo mejor que sé hacer. ¿Pero necesitar ver la manera en la que matarían por mi? Nunca lo había sentido.
Es tan intenso, tan grande y ligero.
—Sí —exhalo, la respuesta expulsada de mis pulmones como magia negra.
Siento cómo se deshilachan los hilos del destino. Es cuestión de segundos antes de que la navaja que Diamond empuñaba rápidamente sea pasada por el cuello del agente. Sus manos suben hacia la hemorragia de su garganta, la sangre brota de ella como si se tratara de una llave sin control.
Mi corazón late sin control, necesito toda la fuerza que no poseo para que mis piernas no flaqueen.
Esto es tan hermoso.
Su cuerpo impacta contra el suelo. Ya no respira, ya no existe vida en sus ojos. Solo la muerte y la miseria de haber sido asesinado con tanta rapidez y precisión. Lo mismo que hubiera querido yo para mi propia muerte.
Que pura envidia.
Dominik se adelanta, sostenido una arma afilada entre sus dedos. Sostiene la cabeza del agente en sus manos mientras termina de expandir el corte que Diamond había hecho en su garganta.
Mi silencio solo hace que quieran sentirse más cómodos despellejando al tipo que me había hecho daño.
Devon se acerca a mi, mi mirada no logra hacerlo detener y venir a mi cuerpo. Me toca toda, los senos, la entrepierna. Sus dedos rozan a propósito mi coño sensible, los escalofríos hacen que quiera suplicarle. Pero su mirada se enciende al encontrar el punto herido de mi muslo.
Lo toca con delicadeza, como si no estuviera seguro de si me desmoronaría en sus brazos.
En otro momento me hubiera burlado de la bondad al mirarme con esos ojos azules. Pero en este momento mi mente está nublada de sensaciones desconocidas.
—¿Te duele? —Inquiere con suavidad.
Niego, apretando mis labios para ocultar la breve sonrisa que amenaza con salir.
—Estoy bien.
Sus ojos se encienden mientras que Dominik se detiene delante de mi sostenido la cabeza del agente en su mano izquierda. Sus dedos se entierran en el cabello de él, como si se trata de hilos fuertes. Diamond también se queda a su lado, los tres dirigiéndome una mirada encendida y su ceño fruncido.
—Basta de las putas mentiras, Phoenix. —exige Dominik. —Se honesta por una vez en tu vida.
Los miro, a los tres y con solo la ferocidad de sus miradas algo en mi organismo hace clik. Probablemente no debería confiar en ellos, acaban de arrancarle literalmente la cabeza a un hombre solo por haberme disparado ¿que habrían hecho si sólo habrían visto su pistola apuntándome? ¿Lo habrían mutilado lentamente?
Apuesto a que se tomarían su tiempo, pero tal parece que estos tres no tienen completo control de su ira.
Se solo recordar la forma en la que Diamond abrió su garganta de un tirón hace que mis entrañas se estremezcan. Algo enfermizo está creciendo dentro de mi, y si no me alejo ahora presiento que quedaré encadenada a una fantasía en la realidad.
Ladeo la cabeza al sentirme ahogada en los ojos marrones profundos de Dominik.
—Podría decirse que una bala yace incrustada en mi muslo derecho—Sonrío descaradamente—. Pero no te preocupes, cariño, probablemente no estaré viva en las próximas catorce horas.
Su ira burbujea, apretando sus puños y conteniendo su mandíbula. Por una fracción de segundo creo que Devon me encerará en una caja de cristal.
—Sostenla —ordena Diamond.
Sin dejar de míralos a los tres les devuelvo una mirada más feroz de la que le dirigían al agente.
—No se atreverían.
—Pruébanos —murmura, encendiendo cada médula qué contiene mi cuerpo. —Devon, sostén sus brazos.
Clava sus ojos azulados en el contraste de los míos.
—Lo siento, amor mío, pero es por tu propio bien.
Doy una paso a tras, pero él es más rápido y en menos de dos segundos ya estoy atrapada en sus brazos. Dominik me dedica una mirada que claramente contiene una advertencia silenciosa.
No tengo escapatoria, sabrán uno de mis secretos y no puedo hacer nada más que quedarme quieta mientras ellos escarban en mi interior brumoso. Siento cosquillas en la piel cuando el aliento de Devon roza la curva de mi cuello.
Si no muero a causa del veneno, moriré por estos tres.
—¿Como funciona esto del veneno? —Diamond rompe la tela de mi pantalón para ver el agujero de la bala. —¿Cuanto tarda en hacer efecto?
Muerdo mi labio inferior, dudando de si decirle o no.
—Desde que hace contacto con la piel, e incluso si es inhalado.
—Joder.
Devon se renueve impaciente detrás de mi mientras el silencio de Diamond me hace sentir ansiedad por todas partes. ¿Por qué tiene que ser tan jodiamente callado?
—¿Entonces que haremos? —pregunta Devon.
—Enterrarme en un bonito ataúd con las flores que cuidaste para mi.
Diamond alza la mirada hacia mis ojos, callándome por el peso de su intensa mirada grisácea.
—Esa ni siquiera es una puta opción, maldición. —Se pasa las manos por las hebras de su cabello, mostrando su desesperación. —Ya deja de ser tan terca y acepta la maldita ayuda.
Sus ojos me calan los huesos pero no bajo mi mirada. Sé que tiene razón, pero no entiendo la necesidad de contradecirlos que me entra por los pulmones. Cómo si no pudiera vivir sin hacerlo.
Por esta vez, tendré que dejarla aun lado.
—Bien —Exhalo. —Pero tendrán que apartarse.
—¿Por que? ¿Qué harás? —Se interpone Dominik.
Ruedo los ojos.
—Relájate, ¿no qué quieren que viva y toda es mierda? Si lo hacen ustedes podrían envenenarse también. Lo tengo que hacer yo.
Devon deja un beso en mi hombro, aprieta el agarre y aspira mi olor. Me estremezco por su contacto, pero despacio se aleja de mi cuerpo para situarse a un lado de un Diamond desconfiado. Mis ojos amenazan con voltearse de nuevo al ver su rostro.
De verdad que no lo entiendo. Un día me odia y otro desconfía hasta de mi misma para mantenerme vida.
¿Que le pasa?
—¿Piensas sacar la bala así? —Inquiere el gruñón al ver lo que estoy por hacer. —Necesitas un cuchillo esterilizado, te dolerá demasiado de todos modos.
—No dolerá de ningún modo —gruño, enterrando mi dedo índice en mi carne herida. —Así que solo cállate.
Resopla, hace lo que le digo y solo se cruza de brazos. Siempre me obedece.
Me pregunto si solo esta contendiendo la criatura imparable que descansa en su interior, al igual que Devon. Dominik tiene el perfecto control de todo, aunque el recuerdo de su cuerpo llenando el mío me hace replantearme de si de verdad tenia su control.
O solo me lo cedió a mi, incapaz de contenerse.
En cualquier caso, soy yo la desea perderlo por las manos de los hermanos Steiger que no dejan a mi mente pensar en cualquier otra cosa que no sea tenerlos entre mis piernas todos los días.
Busco alguna superficie en la que pueda apoyar mi peso, ante la atenta mirada de Devon, Diamond y Dominik saco la bala del agujero de mi muslo. Ni siquiera duele, he visto muchas películas en las que los hombres lloran cuando tienen alguna herida grave. Hasta pierden el conocimiento por el feroz sufrimiento.
¿Pero yo? Nunca lo he sentido.
—¿Que demonios? —murmura Dominik sin apartar la mirada. —¿Es un efecto secundario o algo?, nunca había visto a alguien sacarse una bala del cuerpo sin sentir dolor. No acepto mentiras.
Resoplo una risita, al mismo tiempo dejo caer la bala impregnada de una de las sitoxinas más letales del mundo en el piso. Hace un sonido repetitivo al caer, la mirada de Devon se clava en el objeto para luego subir a mis ojos.
—Adivina, es magia.
—Phoenix —advierte Diamond lanzándome una de sus miradas calientes como el infierno.
Me encojo de hombros mientras me acerco a ellos.
—Es una maldición que me regalaron por culpa de mi falta de juicio. —Aunque no sea la verdad completa, si lo es. Solo tienen que buscar su significado profundo. —Si me lo preguntan directamente, creo que es el peor castigo que me pudieron dar en mi adolescencia.
El azulado de los ojos de Devon se tiñe de un color más oscuro, como los de una cerilla cuando está a punto de prender tu vida en llamas.
—¿Quien lo hizo? —Su pregunta llega como un gruñido pasivo. —¿Quién te hizo carente del dolor físico para arrancarle la maldita cabeza como lo he hecho con todos estos imbéciles?
Me estremezco. El interior de mi piel empieza burbujear ante la mirada intensa de los tres. ¿Cómo hago para no perderme en este momento? Jamás volveré a sentirme lo suficientemente normal como para no querer estar a su alrededor. Dios, si pudiera definir con una palabra lo que siento por Devon, Dominik y Diamond sería completamente la necesidad.
—Devon, aunque quisiera decirte el nombre para vengues este crimen, no puedo. —Llevo mis dedos a su mejilla, acariciándolo suavemente. —Mis venganzas son mías, solo mías...
—¡Estoy harto de esto! —Diamond se dirige a mi. —Estoy cansado de que tengas que hacer las cosas como tú deseas. Mentira, mentira tras mentira. ¿No te cansas de ser tan egoísta?
Entrecierro los ojos.
—¿De que mierda hablas ahora?
—De que por tu culpa mira donde estamos ahora, de que en cada oportunidad que tienes para no ser honesta la tomas sin pensar en el daño que podrías estar haciéndole a...
—¿Que daño de te hago a ti? —Alterno los ojos hacia Devon y Dominik. —¿Que daño les hago a ustedes?
—Mira donde estamos, si nos hubieras dicho lo que planeas no estuvieras así. Tus amigos han estado a punto de morir, tu también los estás ¿y qué haces cuando alguien te brinda una opción? La deshechas solo porque eres una jodida narcisista que odio darle crédito a los demás.
Me alejo, sintiendo como la magia de hace un rato se desvanece. Nunca había imagino que ellos pensaban esto de mi. Jamás. La razón por la que solo quiero hacerlo todo sola es porque si algo malo pasa podré culparme a mi. Si lo dejo en sus manos y pierdo a alguien importante para mi, mi odio hacia ellos será irrevocable.
Algo que nunca he podido perdonar es que nunca hagas lo suficiente para poner a salvo a los que amo.
Yo no me lo perdono, nunca me perdonaré haber puesto a las chicas en peligro y que ahora estén al borde de la muerte. Pero mucho menos perdonaría que ellos sean culpables de algo así.
Aunque solo les brinde el control de todo esto, sabría que ante el mínimo error no lo perdonaría.
—No sabía qué pensaban eso de mi, la verdad es que no podrían estar menos equivocados. —Envuelvo mis brazos, de pronto siento un frío recorrerme la piel. —Solo que al tener el control, siento que si pasa algo malo será mi culpa. Solo mía. Tenerme odio es menos agotador que odiar a alguien en quien podría confiar tanto como para darle todo ese control sobre mi vida.
Al fijarme en sus ojos, la ira que antes burbujeaba se desvanece. Sustituyéndose por una cálida mirada, no tanto para parecer simpática o amistosa, pero lo suficiente como calmar mis hombros tensos.
—Cuando vuelvas a ver qué una insulto hacia ti sale de mi boca, cállame con lo que sea que consideres oportuno. Detesto hablarte así, pero cuando te veo en una situación de peligro me pongo jodidamente nervioso.
Mi cuervo se enciende ante sus palabras, mis mejillas por segunda vez en mi vida siento como se tiñen de rojo.
Dominik se acerca a mi, desenlazando mis brazos para luego enredarlos en su cintura. Mi mirada se alza, su altura es importante al tenerlo tan pegado a mi cuerpo.
—Solo queremos ayudarte, fogata. —Mis ojos no se despegan de su rostro, buscando algún indicio de imperfección. No la hay. —Independiente de lo que sea que tengas miedo, nos odiaras. Probablemente no querrás saber de nosotros. Pero no pienso dejar que hagas esto sola. Ya no.
Mi anhelo se enciende al ver sus labios. Los necesito como cada latido errático que resuena en mi pecho. Solo necesito probarlos, solo una vez más.
—No creo que pueda hacerlo. —murmuro con la voz afectada, hipnotizada por sus ojos.
Su sonrisa llega automáticamente. Es malévola y descarada. Probablemente la sonrisa perfecta que carga el diablo al descubrir su próxima víctima.
—Oh, cariño, esa no era una pregunta.
Arrugo el entrecejo.
—¿No?
—Mas o menos —Dominik toma mi mentón entre sus dedos ágiles para voltear mi rostro hacia la dirección de Diamond. —Ya hemos jugado tu juego, es hora de jugar el nuestro y sólo tenemos una norma. Morirás si lo juegas con nosotros. Pero también morirás si no lo haces.
Trago saliva. Sus ojos no dejan los míos al acercarse más a mi, acercando su palma a mi mejilla. Mis ojos no pueden decidir si mirar sus ojos o sus labios. No creo que logren decidirse.
—¿Me ves?, ¿Ves lo que le haces a Dominik? —Su aliento mentolado roza mi nariz, enviando descargas eléctricas a mi cuerpo. —Observa a Devon, mira lo que le haces.
Y lo hago, y dios sabe que no caigo de rodillas ante el por el agarre fuerte de Dominik en la parte baja de mi espalda. Sus ojos ya no son azulados, ahora son tan oscuros como el mar furioso ante una tormenta feroz. Se relame los labios, dejándome una sensación de malestar en el estómago.
Debería romper todas mis reglas y reclamarlos ahora como míos. Marcarlos para que nadie pueda tocar lo que ahora me pertenece.
Pero lo que no lograba entender es que ellos me pertenecen desde antes de que yo siquiera lo pensara.
Esto es una batalla donde reina el control, donde todos quieren la corona. Donde la batalla a ganársela es más fuerte que cualquier Instinto.
¿Yo? Lamentablemente justo ahora no sé qué significa ganar una batalla. Con ellos, no se falta si quiera detenerse a pensar.
Solo fluyes. Yo lo hago.
—¿Crees que puedas seguirnos el ritmo, cariño?
Mis palabras salen como si tuvieran vida propia, como si fuera incapaz de contenerlas.
—Podría seguirles el ritmo hasta el mismísimo infierno.
Y sin duda, sus sonrisas mezquinas y enfermizas se ensanchan, creando un caos tembloroso en mis piernas.
Definitivamente caigo de rodillas ante ellos por sus miradas penetrantes. Los adoro. Cómo si ellos fueran mis reyes del infierno y yo su reina.
No creo que las religiones, probablemente nunca lo haga. ¿Pero justo ahora? Creo que hasta les rezaría.
Bueno, hasta aquí llego.
Nos leemos el próximo domingo. Recuerden votar y comentar sus cosas favoritas, no se, quizás pueda dejarles una sorprecita:)
Pd: Me encanta dar spoilers;)
Lxs leo. Att: Phoenix <3
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