Capítulo 28
"La imaginación es el principio de la creación. Imaginas lo que deseas, persigues lo que imaginas y finalmente, creas lo que persigues."
-George Bernard Shaw
Al terminar de liberar la última prenda de mi cuerpo los ojos de Devon no se apartan ni un segundo de mí. Sus hombros tensos, su respiración agitada y su mirada caliente e hipnótica causa remolinos en mi estómago. Tiemblo. Hace frío, pero mis extremidades no parecen tener problema alguno.
Hay frío, pero la mirada de Devon me calienta hasta el alma.
—Mis ojos no están por ahí abajo, Devon —suelto una risita. —Te estás confundiendo.
Ni siquiera pestañea.
—Amo los colores de tus ojos, de verdad que lo hago. Pero, Phoenix, en este preciso momento no me interesan.
—Así era que me querías desde que me conociste ¿no? —Humedezco mis labios, tentándolo. —Desnuda, caliente y necesitada ¿verdad? Maldito pervertido.
Una sonrisa traviesa se dibuja en sus labios.
—Yo no soy un pervertido, Phoenix.
—Yo sé que lo eres. Más que tus hermanos, incluso. Pervertido.
Inhala y exhala. Le está contando todo lo que tiene para no perder el control ¿pero qué lo retiene? Por algo me hizo desnudarme en pleno invernadero ¿no?
¿Qué es lo que planeas, Devon?
—Harás algo para mí —empieza. Ladeo la cabeza al verlo sostener una cámara. No me había percatado de ella ni del extraño espacio en el piso donde descansan muchas flores. —Te pondrás ahí, y posarás para mí ¿crees que puedes hacerlo, Phoenix?
Ni siquiera dudo en asentir.
—¿Quieres que me acueste ahí, desnuda?
—Así es.
Sigo sus indicaciones y me acerco hacia las flores plantadas en el piso. Al hincarme me encuentro más de cerca con las flores. Lirios de un naranja intenso adornan casi todo el espacio del invernadero, son hermosas y llamativas. Huelen riquísimo. Son muchísimas, más de las que podría contar.
Mis ojos se maravillan al ver las flores.
—¡¿Como sabes que son mis flores favoritas?!—chillo. Me agacho para tocar los pétalos del lirio.
—Lo se todo de ti, aunque no lo creas.
Sonrío.
—El misterio no me va ¿sabes? Pero solo por ahora lo dejaré pasar.
Cuando me abro un espacio en medio, los lirios naranjas me hacen cosquillas en todo el cuerpo produciéndome una sensación tan... exquisita. Sonrío. Al levantar la mirada, Devon me observa con detenimiento por todo el cuerpo y los ojos, el cabello. Todo. Sus ojos no se apartan de mí ni un segundo.
—Tus ojos brillan —susurra. Sostiene su cámara en las manos mientras la apunta hacia mí. —¿Puedes posar para mí?
Como si fuera un robot y estuviera escuchando órdenes de mi dueño, lo hago. Enredando mis piernas para qué queden de una manera decente mientras mi cabello cae en cascada por mis costados, en mi defensa, nunca en mi vida he posado para una cámara. La única vez que lo hice fue por obligación a causa de la organización.
Si no lo hacía sería maltratada mucho más de lo que ya lo era.
—¿Así?
Su silencio me pone malditamente nerviosa. Ni siquiera sé qué demonios estoy haciendo.
—Falta algo —comenta ladeando la cabeza.
Cuando estoy a punto de preguntarle a qué se refiere, de pronto se acerca a mi despacio, mientras mis nervios se disparan. Al detenerse justo frente a mí, donde su respiración roza mis labios entreabiertos, me besa.
Es un beso que me saca el alma del cuerpo. Algo en mi pecho se afloja. Cuando por fin inhalo, un sonido fuerte y desesperado. Pero no es aire lo que me llena. Es Devon. Él es el oxígeno, y yo aspiro a tragos caóticos y desesperados como una chica que por fin ha encontrado agua tras días en el desierto.
Sus manos suben hacia mi cabello, despeinándolo, volviéndolo un caos. Pero no me importa. Lo importante aquí es cómo sus labios tan suaves se sienten como maravilla sobre los míos.
Varios gemidos salen de mi boca, amortiguados por la suya. Acuna mi cabeza en sus manos, atrayéndome más a él. La intensidad con la que su boca devora la mía es demasiada.
Dios no, si esto fue el beso, para el sexo tendré que prepararme mentalmente.
Al separarse nuestras respiraciones son un puto caos. Sus ojos no dejan los míos, sus labios rosados brillan contra la poca luz de la noche.
Se ve hermoso.
—En ningún momento dijiste que la sección de fotos incluía besos apasionados. —murmuro contra sus labios.
Sonríe. Mis entrañas se revolotean a verlo con esa sonrisa.
—Soy del tipo que prefiere actuar antes de hablar ¿sabes? —Se aleja, todavía teniendo la cámara en sus manos.
Trato de retener mi sonrisa, pero es imposible. Cuando sonrío, él rápidamente toma la primera fotografía. La luz de la cámara me deja un poco aturdida mientras él sigue tomando todas las fotos que necesita.
Me pregunto qué hará con esas fotos.
Después de varias fotos tomadas y las miradas penetrantes e intensas que Devon me lanzaba cada que podía, básicamente cada segundo, mi cuerpo empezó a temblar debido al frío. Mientras él guardaba la cámara en algún lugar del invernadero yo me vestía.
—¿Ahora a donde vamos? —inquiero cuando lo veo venir relajadamente.
Se encojo de hombros.
—¿Todavía no tienes sueño?
—Es muy evidente que no, Devon.
Observa hacia la puerta de cristal del invernadero.
—Tengo algo en mente, pero podría ser peligroso para ti.
—¿Cómo que? —Sus ojos se entrecierran hacia mí. La duda apareciendo en su rostro.
—Podríamos dar una vuelta por ahí, pero si la organización te está buscando sería muy peligroso salir y que te atrapen.
Me acerco a él.
—¿Tienes miedo? —No me responde, todavía no está seguro de hacerlo y es una buenísima idea. —Si tan preocupado estas podemos irnos armados ¿no?
—¿Estás segura?
Me encojo de hombros.
—Por supuesto.
—Entonces tendremos que subir a qué te pongas algo más abrigado. —dice mirando mi pijama súper cubierta.
—¿Qué tiene de malo mi pijama? Si, bueno hace frío, pero con una sudadera todo se arregla.
Niega.
—El problema no es el maldito frío, si no cómo se tensan tus pezones contra la fina tela de tu pijama, Phoenix. —Se acerca mientras yo trago saliva. —Eso me pone jodidamente furioso. Si alguien más te viera así, perdería el control.
Mi cuerpo se estremece ante sus palabras. Lo observo anhelante. Dios sabe lo mucho que necesito a Devon, lo quiero por todas partes.
—Acabas de verme desnuda, Devon, ¿y me estás diciendo que perderías el control si alguien más viera cómo mis pezones se tensan? ¿De verdad?
Sus ojos se oscurecen.
—Sí.
—¡Esto es el colmo! —exclamo exasperada.
Sin decir una palabra más, sale del invernadero y yo no tengo más remedio que seguirlo. Afuera, el aire se ha vuelto más denso, y podría darle la razón a Devon en que si debería ponerme algo abrigado, ya que el viento helado me hace estremecer.
Totalmente en silencio volvemos a subir hacía la tercera planta, donde se encuentra mi habitación. Trato no hacer mucho ruido al caminar por los pasillos, no tengo la intención de despertar a nadie a causa de mi insomnio. Pero cuando abro la puerta de mi habitación, me encuentro a Dominik dando vueltas y a Diamond con su celular pegado al oído.
Mierda.
—¿Dónde estaban? —zafa Diamond lanzándome una mirada.
Me encojo de hombros.
—Estábamos descubriendo cómo se veían las flores a la luz de la luna —comento dirigiéndome hacia mi armario. Me libero de la ligera, pijama para reemplazarla por un pantalón apretado, sudadera gris y unas botas altas. —Debieron ver los lirios naranjas, son los mejores.
Al voltearme me encuentro con sus rostros rojos y los labios entreabiertos. Entrecierro los ojos hacia ellos. Con qué estaban viéndome mientras me cambiaba. Qué pervertidos.
—¿A dónde vas a estas horas, Phoenix? —Inquiere Dominik recobrando la compostura.
Me debato entre decirle o no, pero sé que Dominik no dejará que salga ahora a menos que sea con ellos tres. Si no le digo, sería capaz de decirle a Ruslan y a Freya, ellos no se despegarían de mí ni un minuto.
Y eso es precisamente lo que no necesito.
—Devon y yo iremos a dar una vuelta por ahí —me cruzo de brazos mirándolo a los tres. —¿Nos quieren acompañar?
Unos minutos después estaba en el auto de Diamond y mientras él conducía, Dominik, Devon y yo cantábamos una canción rarísima que el gruñón suele escuchar. La verdad, no la estaba cantando, solo reía de lo graciosos que se veían molestando a su hermano con su canción favorita.
El recuerdo de que soy una persona jodida desde mi nacimiento. Lo olvido completamente.
—¿¡Es que de donde demonios saca esas canciones?! —grito por encima de la canción que llega a su final.
—Las escucho desde que soy niño, me traen recuerdos buenos.
Dominik resopla.
—Ni que tengamos esa mierda.
De pronto, el aire gracioso y divertido se marchita rápidamente. Es como si fuera magia negra la forma en la que los recuerdos aparecen de la nada.
Pero el hecho es que ellos siempre están ahí, los traumas nunca se van.
—Quizás tú no los tengas, pero yo sí. Hemos pasado muchas cosas, unas más peores que otras, esa es no razón para que nunca tengamos un momento de felicidad con fecha de caducidad reducida.
Devon oculta su expresión dejando descansar su cabeza en el cristal de la ventana del auto. Cómo está en el asiento delantero lo puedo verlo, pero sé que no me gustará su expresión.
—Nunca supe que es esa felicidad con fecha de caducidad reducida de la que tanto hablas. —murmura observando hacia las montañas que rodean la carretera oscura.
Mi corazón se parte al escuchar su voz tan triste. Nunca lo había visto así, siempre se muestra positivo, suave en cualquier momento. Pero supongo que siempre hay una grieta en nuestra felicidad falsa.
—Prefiero nunca la conozcas, puede joderte cómo no tienes ni idea —sigue Diamond. —Algunas veces, hasta trata de destruirte.
—Vamos, chicos, no sigan con esta cursilería. —interrumpe Dominik sacándome de mis pensamientos. —Sacamos a Phoenix de la mansión para que se olvidara un poco de todo ese caos, no queremos que aburra ¿verdad?
Me encojo de hombros.
—No creo que pueda aburrirme con ustedes.
Me regala un guiño y yo también se lo devuelvo. Todavía siento el fantasma de sus manos por todo mi cuerpo. Aprieto los muslos al recordar lo duro que me penetraba, no tenían piedad en sus embestidas. Y yo no la quería.
Todavía sigo sintiendo ese dolorcito en mi coño por haber sido tratada con brusquedad, pero es que no me quejo de ella.
La verdad me encanta.
—Eso es raro, hace unos días ni siquiera querías tenernos cerca ¿qué pasó? Cambiaste de opinión.
Enarco una ceja.
—¿Quieres que cambie a esos días, Diamond?
Resopla, pero no dice nada.
Sonrío. Eso pensé.
Mi vista se posa en la ventana, donde las olas iluminan el creciente amanecer. Diamond detiene el auto justo en la arena, donde no dudo ni un minuto en bajarme salir y pisarla. Sonrío al ver la belleza del alba.
—¿Te gusta? —pregunta Devon.
Me giro, encontrándolos con una pequeña sonrisa en la cara. Se ven tan lindos con los rayos del amanecer brillando en su piel.
—¿Que si me gusta? —Inhalo el aroma del agua marina. —Me encanta.
Dominik, con una sonrisita que puedo descifrar que significa, se dirige a la orilla de la playa y mientras se quita las botas se deja caer en la arena. Sonriendo, Devon hace lo mismo dejándome así con un Diamond pasivo.
Pero este hace algo que hace que mi corazón de un vuelco, me toma de la mano y me lleva hacia donde están los Devon y Dominik sentados. Así en medio de ellos, sentada en el regazo de Dominik con mi cabeza apoyada en el hombro de Diamond y los dedos enterrados en el cabello de Devon, mi vida es perfecta.
Algo que nunca pensé que conocería. Podrían ser unas horas hasta que volvamos a la mansión, pero esto cuenta como el segundo mejor momento de mi vida.
Suspiro hondo, mientras los recuerdos me atraviesan.
—¿Phoenix, podemos saber en qué estás pensando? —indaga Dominik.
Sonrío hacia las olas del mar.
—Cuando tenía nueve años y vivía en República Dominicana había una playa hermosísima que quedaba a unas dos horas de donde vivía. —saboreo el sabor amargo del recuerdo mientras ellos, en silencio, me escuchan. —Me escapaba para verla siempre que me sentía perdida, que conste que lo hacía muy seguido. Me traiga tranquilidad, pero era muy peligroso para mí hacerlo, aun así lo seguía haciendo sin importarme nada.
Diamond acuna mis manos entre las suyas, mientras sonrío melancólicamente al ver la gran diferencia de tamaño.
Mis dedos finos en comparación con sus garras es grandísima.
—¿Por qué era peligroso para ti escaparte? —suspira Devon.
Me encojo de hombros.
—Aparte de que tenía que caminar por la carretera en la madrugada, también tenía que esconderme de los guardias que siempre me estaba vigilando. Me castigaron varias veces al encontrarme escapando.
—¿Por qué todavía no nos has dicho sus nombres? —la voz gruesa de Diamond sale como un gruñido.
Hago una mueca al escucharlo.
—Porque yo misma me deshice de ellos. ¿Saben algo?, lo primero que hice al escapar fue vengarme de todos los que me maltrataron.
—Así se hace, pero recuerda que ya estamos aquí, Phoenix. —Dominik deja un beso en mi hombro. —No tienes que machar tus lindas manos con la sangre de cualquier imbécil.
—Que lindo de tu parte decir eso, pero fue algo que me enseñaron desde que nací. Además, lo disfruto bastante ¿sabes?
—Al menos compartimos gustos —murmura Devon mientras veo cómo se asoma una sonrisa en sus labios.
Dios, nunca había sentido tanta paz en mi vida.
Los minutos pasan y ninguno se atreve a moverse de su sitio. Creo que, al igual que yo ellos sienten la misma tranquilidad. Quizás solo sea por unas horas hasta que volvamos al caos de destruir a la organización ¿pero ahora? Nada de eso importa.
—Chicos, creo que debimos haber traído algo de comer. —comento. —Me muero de hambre.
Dominik suelta una risita muy seductora y yo le guiño el ojo.
—Sabíamos que dirías eso —dice. Me encojo de hombros mientras él y Devon se levantan de la arena. —Iremos a traer lo que guardamos para ti en el auto.
Asiento. Devon deja un pequeño beso en mi frente, alejándose poco a poco.
—Vaya, me dejaron sola con el gruñón —comento, todavía con mi cabeza apoyada en el hombro de Diamond. Al verlo tan interesado en el paisaje mi ceja se arquea. —¿Qué? ¿Pensando en nalgas?
Su respuesta llega en automático.
—En las tuyas.
Me atraganto con mi propia saliva. Maldito imbécil. ¿Qué demonios pretende al decirme eso?
—Bueno, al menos es seguro que ahí será de la única manera que las veras. En tus pensamientos.
Se voltea para verme y al instante me arrepiento de haber abierto la boca. Sus ojos grises me penetran frívolamente el alma. De pronto, mi cuerpo empieza a calentarse debido a su mirada.
—No las tengo porque no me ha dado la gana, Phoenix, no te equivoques. Podría tenerte ahora mismo si quisiera.
Maldito idiota.
—Dudo que eso sea verdad, Mond.
Su ceja se arquea debido al diminutivo de su nombre que acabo de ponerle, pero no dice nada acerca de eso.
—¿No será que me estás retando lo que escucho? ¿Verdad? —Trago saliva. Ahora si no soy capaz de decir nada. —Porque si me lo preguntas, podría hacerte recordar lo que casi pasaba en el baño de la universidad ¿lo recuerdas, Phoenix?
Bufo. Por supuesto que lo recuerdo, duré la maldita semana y la siguiente pensando en eso. Un escalofrío me recorre al pensar en cómo me toco todo el cuerpo, en cómo me besó. Dios, fue tan jodidamente inolvidable que me vi en la obligación de nunca mencionarlo. De hacer cómo si eso nunca pasó.
Está tan reacia a compartir algo con alguno de estos enfermizos hermanos que tuve que intentar olvidarlo.
Pero siempre estaba en mi mente. Siempre estaban en mi mente.
—¿Qué casi pasaba en el baño de la universidad? —Intento que mi nerviosismo del interior no se note en el exterior. —No te entiendo.
Aprieta la mandíbula, lanzándome miradas furiosas. Sus manos se vuelven puños mientras da un paso hacia mí, pero al cabo de unos segundos se retracta y se aleja. Mi corazón apenas puede estar tranquilo, mi pulso está disparado totalmente.
¿Qué fue eso? ¿Está enojado porque cumplí mi propia promesa de que haría que eso nunca pasó?
Los chicos vuelven minutos después con unos bocadillos y mientras pasan las horas, llega la hora de irnos. Volver al infierno del que prometí nunca volver, y del que definitivamente no volveré.
Mis promesas son más valiosas que el oro para mí, y las cumplo como que me hago llamar Phoenix.
Voten y comenten, nos leemos el próximo domingo, bye :)
Lxs leo. Att: Phoenix <3
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