Capítulo 26
"La vida es muy corta para no caer en la tentación de tenerte encima..."
—Ruslan, dime qué tienes una vista panorámica de todas las cámaras. Justo ahora es donde más las necesito.
—Pregúntale a otro, no soy tu maldito esclavo—gruñe sin despegar la vista del ordenador que tiene al frente.
Maldito idiota.
—¿Sofiane?
—Claro que sí, cariño. Tenemos las cámaras del cuarto veinticinco, doce y seiscientos veinte, pero Frea todavía está luchando con la planta trescientos treinta tres.—Teclea rápidamente en sus dos portátiles. —Al parecer algo grave acaba de pasar.
Asiento.
—Freya, necesito esas cámaras hackeadas ahora.
—Estoy en eso —Se desliza sobre si silla de escritorio hacia Ruslan. —Hermanito, hackea la trescientos treinta tres. Rápido, es para hoy.
Sin ni siquiera preguntar, hace lo que Freya le pide. Interesante esa acción.
—Dominik —susurro en voz baja por los audífonos para que no puedan escucharme. —¿Qué tienes?, Repórtate.
—Así no es como deberías saludar al amor de tu vida, Fogata. No, no, muy mal.
—Dominik, esto es importante.—le advierto.
Apuesto lo que sea que una sonrisa triunfante y arrolladora adorna su increíble rostro, también apuesto lo que sea a qué mis manos cosquillean por querer tocarlo.
—Está bien, te doy lo que quieres si aceptas pasar unas horas conmigo cuando termines.
—¿Tengo la opción de negarme?
Resopla.
—Por supuesto que no.
Sonrío sin poder evitarlo. Norman me observa del otro lado de las pantallas gigantescas y yo le guiño un ojo.
—Entonces no iré, ahora suéltalo.
Dominik se ríe, llenándome de esa varonil y sexy risa. Carajo, nunca me cansaré de escucharlo reír, es tan bonito, preciso... uh, pareciera que estoy pensando en un producto de miel y no en la risa de Dominik.
—Bien. Al parecer, cuando dejaste a Samira en Lençióis Maranhenses caminó unas cuantas horas hasta llegar a una carretera no muy concurrida. Allí unos autos aparecieron y se la llevaron, hasta ahí no se encuentran más rastros de ella.
—Pero todo fue a la fuerza, ¿verdad? La secuestraron.
—No, aquí todo indica que se fue muy obediente, en las cámaras se muestra claramente lo feliz que subió a la camioneta.
Eso... no, eso es extraño.
—Espera, ¿tienes la matrícula?
—Por supuesto que no, no creo que sean tan novatos como para andar con la matrícula.
—Pero...
—Esperen —Devon habla por su audífono. —Encontré una información donde dice que una mujer con el mismo aspecto que Samira, ese mismo día fue vista con un hombre caucásico de entre veinticinco o treinta años.
—El chico era castaño, alto, de brazos anchos y piernas largas. —Diamond también se integra a la conversación. —Con gafas, apostaría mi brazo que es por miopía. Tampoco se encuentra información de él por ningún lado.
Sí, no cabe duda de que es él, ¿pero por qué estarían ellos dos? Amenos que... mis ojos se abren, maldición, claro. Le dije que ella necesitaba atención, que no soportaría su libertad sin hacer nada. Él la está escondiendo de mí.
Sabe que si ella está conmigo le irá más horrible que antes, pero esto va más allá de querer ayúdame o no. Esto no se trata de mí.
—Gracias, chicos. Me ayudaron mucho, sigan con lo suyo.
—¿Phoenix? Quería avisarte que la próxima vez que estemos a solas te sacaré ese odio que tienes contra mi con mi lengua, aunque puedo enterrártelo en lo más profundo de...—empieza Diamond.
—¿Que pasa si te parto la polla?, a que eso te encantaría.
—Por supuesto que me encantaría, pero solo si estoy dentro de ti. —susurra Diamond antes de cerrar la transmisión.
Qué quedo pasmada mirando la pantalla del computador frente a mi ¿que le pasa a este patán? ¿Y por qué me tiemblan las piernas?
—Axel, necesito que me cuentes cómo vas con los registros, ¿tienes algo inusual para mí?
Esta siente con su vista fija en las pantallas enormes que tiene delante.
—He encontrado doce posibles sospechosos, entre ellos la cocinera de la cafetería, el repartidor de alimentos y la asistente de uno de los biólogos, hay algunos más, pero no pienso decirlos todos. Son muchos.
Pongo los ojos en blanco mientras hago clic en el formato que Melissa me acaba de enviar desde el otro lado de la mesa.
—Icarus Turner de veintiocho años y Maevie Fred de treinta y uno. Son los doctores menos prestigiosos de Bağışıklık, pero quiero que analices bien su expediente —Entrecierro los ojos leyendo las letras. —¿Ves? Máximo de procedimientos creados de quince a veinticinco ¿y me vas a decir que no son reconocidos?
—Eso es extraño —susurro visualizando cada uno de sus rostros.
—Así es, yo y Delia estaremos investigándolos más a fondo, pero seguiremos buscando más posibles sospechosos.
Asiento. Todavía con la vista fija en la foto de Icarus, estoy bastante segura de que he visto su rostro antes, pero eso quiere decir que tiene que ser de cuando estaba en la organización y allí eran pocos los que tenían autorización a verme. Entonces de donde...
—¿Phoenix, podemos hablar? —Lea interrumpe mis pensamientos.
Me levanto con de la silla con los papeles en las manos, necesito comparar todo esto con mi investigación.
—Lo siento, Lea, pero tengo algo muy importante que hacer en este momento, pero apenas termine te busco, ¿sí?
Salgo de la cabina chocando accidentalmente el hombro con Diamond que se detiene a mirarme, pero no me detengo ¿por qué debería hacerlo cuando tengo un gran avance? Ni hablar, es que todos parecen haber nacido chocando dedos contra las teclas de los ordenadores.
Pero si mal no lo recuerdo, Icarus fue uno de los que iban a ver a Samira a su celda, lograba escaparse a igual que yo de la suya, pero había días que las visitas eran constantes para ella. Yo no tenía permitidas visitas, era prácticamente prohibido en toda la organización, pero Samira era un tema aparte...
Un carraspeo hace que me detenga justo frente a una habitación, dejando mis pensamientos a rápida velocidad en una segunda pestaña.
—Pensé que habíamos quedado en vernos cuando terminarás.
—Corrección, Dominik quedaste tú solo porque si mal no lo recuerdo te dije que no.
Su risa ronca rebota por todo el espacio, llenándome de su sonido como si fuera la melodía más sexy y prohibida del mundo mientras siento mis piernas flaquear. El recuerdo de ellos viéndome cuando estaba tocándome hace que apriete levemente mis piernas, dios sabe que nunca me había sentido tan sensual e intocable en mi vida.
—Existe algo que se llama el don de la mentira, Fogata, y tengo que admitirlo —Cruza sus brazos tatuados y musculosos sobre su pecho delicioso. —Lo tienes, ¿pero sabes que te hace falta?
—¿Qué me hace falta, Dominik?
—Estar conmigo, en mi habitación, a solas. —sonríe con maldad. —Seré inofensivo.
—Dominik...
—Vamos, cariño. No me hagas arrodillarme y hacerte entrar en razón de la forma en la que quiero hacerlo.
Mierda, ¿me niego o acepto? Observo hacia el pasillo de mi habitación, solo serán unas horas. Me muerdo el labio inferior, dudosa. Vuelvo la vista hacia Dominik encontrándolo mirándome con una sonrisa adornando su rostro, una donde se le pintan los hoyuelos y un colapso se prolonga en mi mente. ¡¿Dios, por qué tiene que ser tan caliente y hermoso al mismo tiempo?!
—Está bien —Sonrío, imaginándome un centenar de escenas muy interesantes. —Espero que después no quieras que pare.
Me muestra una sonrisa descarada, de esas que siempre me dedica cuando sabe que algo inolvidable está a punto de pasar. Una de esas miradas que se oscurecen a la menor tensión entre nosotros.
—¿Con doble sentido entonces?
—Puedes entenderlo en el sentido que quieras, de todos modos a mí serás quien tendrás encima.
Cierra los ojos mordiéndose el labio inferior, como si le hubiera disparado justo al pecho.
—Carajo, vas a volverme loco.
Se hace aún lado indicándome entrar a la guarida del demonio, donde justo ahora pienso enseñarle todos los pecados que el diablo me ha enseñado.
Al cerrar la puerta detrás de mí, sé que ya no hay vuelta atrás. Esta es mi elección.
Su habitación está completamente sin su personalidad juguetona. Esperaba de todo menos estas paredes blancas y aburridas. Mis ojos se abren al ver su cama mientras miles de pensamientos se amontonan en mi mente. Voy a volverme loca con este tipo de... sorpresas.
—¿Domi?
—Dime —Inquiere sonriendo.
—¿Por qué tu cama tiene las cuerdas de un ring?
Se relame los labios.
—Porque necesito que desquites ese odio que tienes contra mí, ¿y qué mejor manera que hacerlo que en mi cama? Los boxeadores pelean con odio, nosotros follaremos con él.
Aprieto mis piernas.
—Eso es tan excitante.
—Tú eres excitante, Phoenix. —Contesta. A la vez me indica la cama y mi respiración se acelera. —No te pongas así, cariño que aunque quiero probarte de nuevo, esta vez quiero tenerte cerca.
Espera, ¿qué?
—¿Tenerme cerca?
—Sí, siéntate —extrañamente y de manera tranquila le hago caso mientras me dejo caer en uno de los sillones enormes de la habitación, al mismo tiempo él hace lo mismo a mi lado.
—¿Esto de querer tenerme cerca en parte de tu pequeña obsesión conmigo? —inquiero dejando los papales en la mesita del costado.
Dominik niega, pasando sus dedos por su hermoso cabello azabache.
—No, Phoenix. Esto no es una pequeña obsesión, ni siquiera lo compararía con eso. Va más allá, ¿sabes? —Me mantengo en silencio. —Es como cuando encajas en un lugar maravilloso, un sueño o lo que más anhelado. Pero tú estás aquí, conmigo, eres real.
Ladeo la cabeza.
—¿Te conozco de antes y no lo recuerdo?
Sonríe mientras niega.
—No, en tu vida me has visto, Phoenix. Nosotros nos encargamos de que nunca vieras nuestros rostros —Se acerca a mí, y sus dedos suben a mis labios, acariciándolos suavemente. —De que jamás te enteráramos de que existíamos.
—¿Por qué? —susurro.
—Porque así era mejor para ti, Cariño, te estábamos protegiendo.
Trago duro, ciega a todo lo que me cuenta, ¿quiénes son? ¿Saben de donde vengo? ¿Saben todo lo que me han hecho? Si es así, ¿por qué no me ayudaron?, ¿por qué dejaron que me destruyeran?
—Eso es estúpido.
—¿Por qué?
—Porque si me estuvieran protegiendo no tuviera la vida jodida.
Asiente.
—Es cierto, pero si no tienes el deseo de salvarte tú misma, no puedes esperar que otros lo hagan por ti. No querías la salvación, Phoenix, necesitabas la destrucción.
Lo recuerdo, me recuerdo a mí, escapando. Siendo libre, haciendo lo que quería, lo que ellos me habían enseñado, pero no era feliz, como ella siempre se mostraba. Yo quería caos, una vida sin normalidad, o estaba acta para una vida monógama. Anhelaba poner el mundo de cabeza. Y lo hice, pero por mi culpa me olvidé de algo muy importante.
Disfrutar.
Nunca disfruté, de nada, solo hacía cosas sin sentir. Solo por hacerlas. Pero al mirar a Dominik directamente a los ojos, ver su fuego enjaulado queriendo ser consumido, al fin me doy cuenta. Es este tipo de caos que quiero, uno que sea más adictivo que las drogas que he hecho.
Uno que me consuma tanto que ni siquiera deje mis cenizas.
—¿Sabes lo que realmente necesito, Domi? —inquiero abriendo mis piernas y alejándolo un poco. —Necesito destruirte, cariño.
Sus ojos se oscurecen y de pronto el ambiente se torna caótico.
—Puedes hacer lo que quieras conmigo, Phoenix, siempre he sido tuyo.
Mientras siento mi corazón martilleando en mi pecho, con agilidad y despacio me subo a orcadajas a su regazo.
—Tu tranquilo, Dominik, —Me acomodó bien en su regazo. —Que yo me muevo riquísimo.
—Vas a ser mi fin.
Su respiración se va acelerando en cuanto me dejo caer encima de él y en cuanto siento que la tela de su pantalón roza con mi entrada desnuda y palpitante, rechino los dientes evitando soltar un gemido.
Bendita la hora que decidí ponerme un vestido sin bragas.
—No puedo creer que hayas estado caminando por toda la cabina sin unas putas bragas—La respiración de Dominik ya es un desastre. —Te hubiera follado sin siquiera dudarlo.
Sus manos automáticamente van a mis caderas, hundiéndome más para que su bulto duro se sienta completamente en mi entrada, sacándome automáticamente un gemido involuntario. Anhelando desesperadamente tenerlo por todas partes, mis manos temblorosas y ansiosas van a los botones de su pantalón. Jesucristo, estoy tan caliente que juro que en cualquier momento me voy a derretir en sus brazos.
—Soñé tantas veces estar encima de ti, Domi, que siento que esto no es real. Se siente tan mal pero tan exquisitamente bien al mismo tiempo.
—Puedes sentirlo como quieras, cariño, pero no puedes negar lo que es evidente.
Me ayuda bajándose los pantalones sin siquiera necesitar quitarme de encima. Su respiración agitada y ansiosa no me pasa desapercibida, ni tampoco el deseo desarrollador que se planta en sus ojos. Su deseo hacia mí aprieta mis dos palpitaciones descontroladas.
¡Lo necesito ahora!
—Te necesito, Dominik.
—Yo también, pero tú tienes el control, nena, haz lo que quieras.
Deshaciéndome del vestido dejando a la vista todo mi cuerpo y mis pechos desnudos totalmente expuestos, lo veo tragar fuerte mientras su bulto crece enormemente debajo de mí como si fuera posible. Esto no puede ser legal. Dedicándome una mirada de deseo, se lleva uno de mis pezones a la boca e inmediatamente me hace olvidar cualquier cosa que haya pensado. Entierro mis manos en su cabello, acercándolo más a mis pechos mientras mi espalda se arquea por la sensación.
—Tus tetas de ahora en adelante tendrán nuestro nombre y apellido, nunca más dejarás que alguien excepto nosotros las toque—gruñe.—Son nuestras.
Es tan morboso y desequilibrado que mi cuerpo se caliente a un más al escucharlo nombrar a sus hermanos. Dios, me vuelvo loca al imaginarlos a los tres.
—Los quiero a los tres. —supliqué inconsistente.
Un gruñido bajo se escapa de su garganta. Pasando su lengua por uno de mis pezones y una de sus manos amasando el otro, suelto unos leves gemidos mientras él suelta gruñidos impacientes. Desesperado y cansado de jugar, su mano abandona uno de mis pechos para descender su mano por mi entrada, separando mis pliegues y adentrando dos de sus dedos dentro de mí.
—Nos tendrás —gruñe.
Y ya no aguanto.
—Por favor —hablo en un susurro, mi voz suena más anhelante de lo normal.
Mis gemidos son tan altos que lo invitan a jugar con mi centro mojado y jugoso. Sus dedos se mueven con agilidad enterrando de una estocada uno de sus dedos y mis ojos se blanquean por su atención. Dios mío, si este no es mi fin, cambia de opinión. Su boca abandona mi pezón para detenerse en mis ojos para luego atacar mi boca.
—Me vuelves loco—gruñe con esa mirada en sus ojos, relamiendo sus labios.
Mientras me folla con sus dedos, su lengua dulce y mentolada me deja viendo estrellas. Calla todos mis gemidos con su boca sobre la mía mientras yo a este punto estoy a punto de llorar si no logro mi orgasmo tan necesitado. Pero no lo quiero de sus dedos, lo quiero a él, llenándome completamente hasta el fondo sin importarme una mierda donde estemos.
Lo quiero dentro de mí, y así lo haré.
Alejándome, con dolor, de sus maravillosos labios. Pero necesité todo el autocontrol que tenía para también sacar sus dedos de dentro de mí. Con su mirada de desconcierto me aparto un poco de su regazo para bajar su bragueta y poder revelar su miembro erecto. Me relamo los labios al ver las venas que se le marcan en la punta rosada, brillando, ansioso para que lo reciba.
Levanto los ojos para mirarlo, encontrando sus pupilas totalmente dilatas de deseo, seguro viendo el mismo anhelo que estoy sintiendo por él. Con los ojos fijos en él me inclino hacia delante deteniéndome hasta que mis labios tocan su punta rosada. Sus ojos se incendian y su mandíbula se contrae.
Su autocontrol está por joderse, lo sé, y yo ayudare a que se derrumbe. Con una sonrisa coqueta mi lengua sale disparada hacia su miembro, lamiéndola como si de una paleta se tratase, y al ver cómo su cabeza se va hacia atrás soltando entrecortados gemidos de lo excitado que está, mi lengua vuelve y lo lambe.
—Dios, Phoenix —suelta casi sin aire. —¿Qué me estás haciendo?
—¿No dije que te destruiría? —susurro sobre la punta y al ver que sus gemidos detienen sus palabras sigo con lo mío.
Lo devoro, lametazo tras lametazo, sus gemidos se hacen más y más fuertes, llagando a así a ser el mejor jodido sonido del puto mundo. Sintiendo como mi centro gotea cada vez más, me levanto acercándome a él. Estando a orcadjas, puedo tener cierta libertad, una libertad que estoy segura de que se cobrará.
Y puedo decir que espero con jodidas ansias ese cobro.
Procurando mis intensiones, sus manos vuelan a mis caderas posicionándome encima de su miembro y por "accidente" rozándolo con mi entrada. Los dos soltamos jadeos y sin siquiera espera me hundo más y más en su miembro malditamente gigante. A estas alturas nuestros gemidos no pueden amortiguarse con nada.
Voy bajando y subiendo en su polla, sosteniéndome en sus hombros, lo voy succionando con mi entrada, tragándomelo, sintiendo lo llena que me siento aun cuando apenas he llegado a la mitad. Bendito sea el que descubrió el sexo.
—Maldición, Phoenix, te sientes tan bien. Siento que me vas a partir la polla.
Sonrío.
—Nunca le haría eso, —saco descaradamente mi lengua por sus labios mojados y entreabiertos. —Señor.
Su palma se estrella contra mi culo sacándome un gemido sonoro y muchos más cuando se hunde de una estocada en mi interior. Sus gruñidos, mis gemidos y el golpeteo de mi cuerpo impactando con el suyo llenan la habitación creando una competencia de cuál sonido se escucha más alto.
Con él completamente en mi interior, llenándome, acelero mis movimientos mientras mis pechos brincan por tal movimiento, pero él entierra su rostro en mis pechos, soltando todo tipo de gemidos, privándome de ellos. Pero cuando estamos a punto de llegar, él toma todo el control de mi cuerpo.
—No más juego, nena, te daré lo que quieras.
Sosteniendo mi cuerpo con mucha fuerza se pone de pie dejándome caer en el colchón, haciendo a un lado las cuerdas actas para un ring mientras queda encima de mí.
Me abre, totalmente abierta y expuesta ante él. Observa deliciosamente como su polla está completamente enterrada en mí, como si fuera posible, su mirada me calienta aún más. Hambrientos y desenfrenados. Él encima de mí, vuelve a retomar los movimientos saliendo y entrando despacio de mí, torturándome de la peor manera posible.
Es tan grande que duele, pero necesito más.
—Más fuerte —replico, sin permitirme continuar y casi por llegar al éxtasis.
Enrollo mis piernas alrededor de su cadera mientras jadeo con desesperación ante su atención. Concediéndome mis deseos, acelera inhumanamente sus movimientos, enterrándose brutalmente en mí con cada estocada. Brutal. Carnal. Inhumano. Sus gruñidos pasan ahora a gemidos desbocados, descontrolados y sedientos.
Las cuerdas que están a cada lado de la cama se mueven constantemente por nosotros bruscos movimientos, presa del éxtasis que me llena por completo la imagen de nosotros destruyendo la cama me atraviesa.
—Dominik, la cama se romperá —Más que palabras solo gemidos salen de mi boca.
—Para eso están las cuerdas cariño, agárrate bien porque no pienso detenerme. —grita, mientras me sostengo con fuerza de las cuerdas.
Enterrándose más dolorosamente delicioso en mí, mis ojos se quedan en blanco y mis manos se vuelven puños aferrándose a las sábanas de seda. Mi orgasmo brutalmente aproximándose al compás de él mientras sus manos elevan mi pelvis al aire y él con cada estocada, sacándome el aire de los pulmones.
Jodidamente brutal.
—Dios —jadea muy fuerte cuando me penetra con más brusquedad.
Su cuerpo brillante por el sudor, su cabello mojado pegado a su frente y sus labios entreabiertos por los jadeos y gemidos hacen volar mi imaginación. Con esa imagen en mi mente y frente a mis ojos, mi orgasmo estalla brutalmente y arqueando el cuerpo, él sigue con sus estocadas profundas hasta que su orgasmo también estalla segundos después que el mío.
Jadeando y sudoroso se deja caer en mis pechos sin dejarme todo su peso encima mientras mis párpados se van cerrando poco a poco sintiendo su calor.
—Estás condenada de por vida, cariño.
Bueno, yo me largo de aquí, cariñitos JAJAJAJAJA .
¡Hasta el otro domingo!
Att: Phoenix <3
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