t r e s
Esta mañana me he despertado muy temprano, Kate y yo no estamos en la misma carrera, por lo tanto, tenemos horarios diferentes, son alrededor de las seis de la mañana cuando entro a bañarme, no me toma mucho tiempo, hace frio como de costumbre y opto por ponerme una blusa color blanca manga corta y una sudadera negra encima, busco mis pantalones de mezclilla y las botas que llevaba ayer puestas.
Decido que será bueno pasar por la cafetería que está en el campus por un buen chocolate caliente con malvaviscos, desde que llegue a la universidad es lo que más me encanta comprar en la cafetería, eso y los brownies, son mis favoritos, Kate sigue dormida para cuando salgo de nuestra habitación, son las siete de la mañana y no hay muchos chicos a esta hora caminando por los alrededores de la universidad, la mayoría tenemos clases a partir de las ocho, pero siendo honesta me gusta madrugar un poco.
Entro a la cafetería y por suerte no hay muchas personas, puedo ver alrededor de tres personas que están sentadas en diferentes mesas y el chico que está detrás del mostrador quien tiene el nombre de Jay Adams, me da una sonrisa permitiéndome ver sus dientes blancos cuando me acerco a él.
—Buenos días Meg —me saluda, quizás no tenemos las mismas clases, y él ya está a punto de terminar su carrera mientras que yo apenas inicio mis años, pero nos hemos hecho muy buenos amigos desde que llegue, siempre se ha comportado muy amable conmigo y creo que puedo decir que es una de las pocas personas a las que aprecio en este lugar.
—Hola Jay, ¿Cómo has estado? —le digo mientras rebusco en mi bolsa del pantalón mi dinero.
—Bien, ¿Qué hay de ti? ¿Quieres lo mismo de siempre? —asiento con la cabeza, sabe que amo el chocolate caliente con malvaviscos y los brownies así que ya no tengo que decirle lo que ordenare desde que lo compro casi todos los días.
Espero a que Jay me entregue mi orden para buscar una mesa que este en una esquina pegada a la ventana, no me gusta sentarme en el centro ni nada por el estilo, aparte de que me encanta la vista a los jardines que te permite tener la ventana y de alguna forma me hace sentir incomoda estar a simple vista de las personas, quizás es ridículo pero es algo que tengo desde chica, jamás me he sentido segura de mí misma, siempre me he avergonzado de mí misma, es como que si estoy a la vista de las personas ellas pudieran ver mis miedos, secretos y todo eso que oculto.
Se que mi madre diría que el chocolate caliente y dos pequeños brownies no son desayuno, pero esta mañana no he tenido mucha hambre, siempre como bastante, no voy a negar que no soy del tipo de chica que se hace de la boca chica, si hay algo que me gusta es comer, pero hoy no me he levantado con muchos ánimos.
Tengo la mirada en mi chocolate caliente e inmediatamente levanto la vista cuando noto que alguien está sentándose frente a mí.
—Hola Meg —saluda el chico frente a mi haciendo que ruede los ojos.
—Hola —respondo, sé que me ha llamado Meg, pero no le digo nada, Kian tiene un batido de fresa en sus manos y esa gran sonrisa que siempre trae en su rostro.
—¿Estás bien? —pregunta a lo cual yo frunzo el ceño, no esperaba que notara que no estaba de ánimos.
—¡Claro! ¿Por qué no debería de estarlo? —le digo sin importancia, nunca he sido buena cuando se trata de hablar de mí y mis sentimientos, son temas que siempre trato de evadir sin importar la persona.
—No lo sé —finge pensárselo unos segundos —eres pésima mintiendo y tu rostro depresivo lo dice todo.
Aprieto los labios sin saber que decir, está en lo cierto, pero eso no quiere decir que yo me abriré a contarle de mis problemas.
—Bueno, creo que así tengo la cara —le digo ya que no sé qué decir con exactitud.
—¿De chica depresiva? —pregunta enarcando una ceja en mi dirección, asiento con la cabeza y él quiere reírse, pero en vez de hacerlo toma un poco de su licuado oprimiendo su sonrisa. —creo que me gusta —dice después de unos segundos, ruedo los ojos y me termino el ultimo pedazo de brownie que me queda.
—¿Qué haces despierto tan temprano? —le pregunto curiosa.
—¿Estás interesada en mí? —pregunta con una sonrisa burlona.
—¡Claro que no! —me quejo, pero eso solo hace que su sonrisa se ensanche.
—¡Vamos! Ayer eras mi novia —dice lo cual me ruborizarme y recordar lo sucedido anoche.
—¡Claro que no lo era! Fue idea tuya decirle a ese señor —sé que mis mejillas están de un tono rojo por la vergüenza.
—Pues no te quejaste del todo —dice sin importancia haciendo que ruede los ojos, es imposible tratar de ganarle en una conversación así que opto por terminar de tomar mi chocolate sin decir una palabra, Kian me mira de vez en cuando cosa que me hace sentir incomoda.
—¿Qué? —le digo mirándolo raro.
—Tienes un poco de chocolate en la comisura del labio —dice señalándolo, tomo rápidamente una servilleta y me limpio.
—¿Ya? —pregunto y el asiente, veo la hora en mi celular y me doy cuenta que he llevado bastante tiempo sentada aquí y falta alrededor de quince minutos para entrar a clases, nunca he sido del tipo de chica puntual pero tampoco me gusta llegar muy tarde que digamos.
Me apresuro a tomarme mi chocolate para después levantarme de la mesa.
—¿Ya te vas? —pregunta Kian levantándose también.
—Sí, llegare algo tarde —le miento y suelta una pequeña carcajada.
—Aún falta tiempo —dice negando con la cabeza.
—No me gusta llegar tarde —me encamino hacia la puerta, él se apresura a seguirme el paso.
—Me imagine que eras de esa clase de chicas nerd que siempre llega puntual al aula y se sienta al frente junto al profesor —confiesa haciendo que detenga mi paso, yo no era para nada de esa clase de chicas.
—Pues te equivocas —le digo cruzándome de brazos frente a él.
—No lo creo —dice negando con la cabeza —todo tu dice soy la chica aplicada que sale bien en todo y la que siempre pone atención —mueve las manos frente a mí de arriba abajo mientras habla.
—¿Enserio me veo de esa forma? —le pregunto y el asiente.
—Para mí si —responde para después irse a quien sabe dónde dejándome sola.
Kian está muy equivocado si cree que soy de esa clase de chicas, pues odio sentarme en frente y más al lado del profesor, nunca me ha gustado que me hagan preguntas en clase ni estar en primera fila o en los asientos del medio, mi lugar favorito es en el fondo de la clase, de preferencia las esquinas donde nadie pueda notarte mucho.
El transcurso del día pasa y las clases se van también, Kate a un no sale de sus clases para cuando llego a nuestro dormitorio, siempre comemos juntas así que me tumbo sobre la cama y tomo mi laptop para ver una película en lo que ella tarda, no es que salga muy tarde de sus clases lo que pasa es que Kate es muy sociable, puede pasarse horas hablando y eso hace que llegue alrededor de una hora después de sus clases, si encuentra a alguien en los pasillos que ella conoce, lo más probable es que entable una conversación que mínimo durara alrededor de una hora.
Alguien toca la puerta sacándome de mi zona de comodidad, me levanto con flojera de la cama para abrir la puerta, Greg y Kian están en la entrada con dos bolsas de comida, les permito entrar y me vuelvo a tumbar sobre mi cama para continuar viendo mi película, Greg se dirige a la mini cocina que tenemos para comenzar a servir, huele a lasaña. Levanto la vista al instante en que siento que alguien se sienta en mi cama, Kian me da una sonrisa.
—¿Qué haces? —pregunta interrumpiendo mi película, la pauso y luego respondo.
—Veo una película —me limito a decir volviendo a ponerla.
—¿Qué clase de película? —dice en un tono burlón, ambos sabemos a dónde nos va a llevar esto, no es la primera vez que lo hace, siempre que estoy viendo algo en mi computadora y él está cerca tiene que venir y tratar de arruinarlo.
No le respondo, continúo viendo mi película sin prestarle atención, él se queda sentado en el borde de la cama observándome por unos segundos, no tengo la menor idea de por qué me mira tanto, siempre lo hace y a veces suele incomodarme. Kate abre la puerta de la nada interrumpiendo mi película, decidida a que ninguno de los chicos me dejara verla cierro mi laptop para ir a la cocina donde esta ella y Greg.
—Hola, uh, mejor olviden que entre —digo regresándome en el momento en que los veo besándose, Kian sigue sentado en mi cama viendo algo en su celular, parece muy concentrado en él, tomo mi celular y comienzo a checar mis redes sociales, mientras me tumbo sobre la cama nuevamente.
Después de unos minutos todos comenzamos a comer, no es que tengamos mucho que hablar a la hora de comer, solo intercambiamos una que otra palabra que fuera necesaria y hablamos sobre cómo nos fue en las clases, lo cual no es muy interesante que digamos. Hoy era lunes y además que era el primer día de la semana también era el día en que trabajaba, por la universidad no podía trabajar todos los días por lo tanto trabajaba tres días a la semana, lunes, miércoles y viernes, cualquier otra chica se estaría quejando de trabajar los viernes, pues es cuando las fiestas comienzan, pero a mí no me molestaba, con trabajo salía de mi habitación y las veces que salía no iba muy contenta.
Trabajaba en una librería cerca de la universidad, me encantaba trabajar ahí, un lugar tranquilo y pacífico, además que me encantaba leer y por el hecho de trabajar ahí podía traerme cualquier libro que deseara y los precios se volvían más accesibles cuando deseaba comprar uno.
Tomo mi bolso para salir de la universidad y dirigirme a mi trabajo, no tengo que caminar mucho, solo dos cuadras para ser exacta. Por suerte hoy no viene mucha gente a la librería, no es que siempre tengamos demasiadas personas pero si las suficientes para que desordenen todos los libros y los dejen regados por todos lados, para al cabo de las siete de la tarde comienzo a ordenar todos los libros que los han sacado de su lugar y llevarlos al estante indicado, primero ordeno todos los libros de la primera fila hasta la quinta fila ya que son los que alcanzo, después de ordenarlos todos voy en busca de la escalera y comienzo a ordenar los que no alcanzo, me aseguro de ajustar muy bien la escalera ya que quedo arriba casi del último escalón y me da miedo caerme, ya casi estoy por terminar, me faltan tres libros más por guardar del ultimo estante.
—¿Qué haces? —la voz a mis espaldas me hace soltar un grito del susto, se supone que no debe de entrar nadie a estas horas, pues está cerrado, mi cuerpo se vuelve pálido debido al susto, me sostengo con fuerzas de la escalera, pero es en vano, siento como mi corazón se paraliza al saber que estoy a punto de caer al suelo, estoy esperando el fuerte impacto de mi cuerpo con el frío suelo, pero este nunca llega, siento unos brazos a mi alrededor sostenerme con fuerza.
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