c u a t r o
Me agarro fuerte de la persona que me sostiene e inmediatamente me pone en el suelo, mis ojos aún siguen cerrados, la persona frente a mi suelta una pequeña risita y mi rostro se vuelve serio al saber de quien se trata.
—¡Casi me matas! —le digo dándole un golpe en el brazo.
—¡Auch! —se queja Kian sobándose el brazo —Gracias Kian por ayudarme, enserio lo aprecio —dijo fingiendo mi voz.
—¡Yo no hablo así! —me queje mientras me alejaba de él, mi corazón palpitaba con gran fuerza que parecía que iba salirse debido al susto.
—Perdón —dice mientras viene detrás de mí, lo ignoro y me acerco al mostrador donde he dejado mi celular, por suerte logre poner los últimos tres libros en su lugar.
Jessica quien es la dueña de esta librería está cerca de la entrada esperándome para cerrar, la chica es joven tiene alrededor de veintisiete años, lo sé, es muy joven para tener su propia librería pero me ha contado de su enorme pasión por los libros y su sueño siempre fue abrir una librería la cual tuviera precios accesibles para los adolescentes ya que no todos pueden permitirse pagar algunos libros, cuando salgo de la puerta me da una sonrisa maliciosa, sé que ella lo ha dejado entrar, sabe que Kian y yo no nos llevamos bien, pues siempre desquito mi coraje hacia él quejándome con ella, y al igual que Kate tiene la esperanza en que nos llevemos bien algún día, cosa que dudo que pase. Salgo de la librería y comienzo a caminar.
—¿Podrías dejar de seguirme? —me giro para enfrentarlo y el detiene el paso.
—Perdón —volvió a decir haciéndome rodar los ojos y soltar un bufido, de pronto me entraron ganas de llorar, no estaba teniendo un buen día desde que me desperté, y esto no estaba ayudándome —Perdón Meg —dijo acercándose a mí y yo retrocedí.
—¿Por qué tienes que ser así?
—Vamos, no era para tanto —él tenía razón, pero me había asustado demasiado.
—Lo dejare pasar si me llevas en tu auto —le dije haciendo una seña con la cabeza a su auto, no tenía ganas de caminar, aunque solo fueran dos cuadras, una sonrisa se formó en su rostro.
—Me parece bien —me dice y saca las llaves de su auto gris para abrirlo, me abre la puerta del copiloto —adelante señorita —hace una especie de reverencia para que entre, y niego divertidamente, admito que siempre es difícil durar más de una hora molesta con Kian, aunque la mayoría del tiempo hace algo que me haga enojar, hace algo que puede parecerme divertido y me cuesta mantenerme molesta con él por el resto del día como me gustaría.
—¿Sí sabes que cualquier cosa que intentes no me quita el susto que me diste? —puedo ver una pequeña sonrisa en su rostro mientras conduce en dirección a la universidad, en otra ocasión llegaríamos en menos de cinco minutos, pero hay demasiado tráfico, ya que es la hora en que la mayoría de las personas salen de sus trabajos.
—¿Sí sabes que no tenemos que discutir por todo? —dice ignorando mi pregunta.
—Bueno, las cosas fueran distintas si tú no te empeñaras en molestarme todo el tiempo.
—¿Enserio te parezco insoportable? —me da una mirada rápida.
—Estaría mintiéndote si te dijera que no, a veces puedes llegar a ser demasiado molesto —admito recordando todas las veces en que me ha hecho pasar corajes y enormes vergüenzas.
—A todas las chicas les gusta que las enfaden un poco —dice con una sonrisa que rápido desaparece.
—Bueno yo no soy todas las chicas.
—Lo sé, tu eres diferente —hay una fila de alrededor de diez autos por delante de nosotros, sabiendo que los autos avanzan muy lento Kian se gira para verme. —Digamos que muy amargada a veces.
—Uy sí, señor perfección —le digo moviendo mis brazos en él aire —yo no soy así, estoy cambiando —me defiendo.
—Bueno muchas chicas dicen que soy el tipo de hombre perfecto que las adolescentes como tu desean —ruedo mis ojos ante sus palabras. —además de ser amargada eres algo depresiva, tienes esta onda oscura que inspira depresión —dice moviendo sus manos en el aire, le doy una mirada seria mientras me cruzo de brazos, sé que trata de imitarme.
—¿Lo ves? Siempre haces eso —me quejo.
—¿Hacer qué? —pregunta con una sonrisa en su rostro.
—¡Molestarme! Siempre tienes que imitarme o hacer algo para que terminemos discutiendo como siempre.
—¡Oh vamos Maddison! —le doy una mirada sorprendida, ¿Enserio me ha dicho otro nombre o es solo mi imaginación?
—Espera, ¿Me has llamado Madisson? —me quejo y su rostro se vuelve serio al darse cuenta.
—Lo siento no quise hacerlo, es que...
—Ya, déjalo, seguro que es porque sales con tantas chicas que ni siquiera puedes recordar el nombre de una, típico de un chico como tú —le digo negando con la cabeza mientras miro hacia otra dirección que no sea él.
—No soy un mujeriego Meg —él aún tiene su vista fija en mi —no salgo con todas las chicas que me pongas en frente como tú crees.
—Bueno, eso no parece cuando paso por los pasillos de la universidad, siempre estas con una chica diferente —le digo mirándolo a los ojos, una sonrisa juguetona se forma en su rostro.
—¿Acaso me acosas? —se burla de mí.
—¡Claro que no! —me quejo ruborizándome.
—¿Entonces porque te sonrojas?
—No me sonrojo —le digo tapándome mi rostro con ambas manos, Kian suelta una carcajada.
—Lo haces, pero es obvio que no lo admitirás —dice mientras vuelve su vista hacia enfrente. —típico de una chica como tú. —esta vez en menos de cinco minutos hemos llegado al estacionamiento de la universidad, doy un par de respiraciones para hacer que el rubor de mis mejillas desaparezcan.
Estoy por bajarme del auto, pero Kian le pone seguro a las puertas antes de que yo pueda salir.
—Espera, tengo algo que proponerte —dice tranquilo, me cruzo de brazos mientras lo miro. —ninguno de los dos nos llevamos bien y bueno, deberíamos intentar a ser amigos, ¿No te parece?
—No —le digo secamente —no quiero ser tu amiga, siempre me pones en situaciones en las que no deseo estar.
—A mí me parece que te gustan, la mayoría de las veces terminas riéndote —me dice enarcando una ceja en mi dirección mientras se cruza de brazos.
—¡No es cierto! —me quejo. —¿Ya olvidaste la vez en que pusiste un mini abanico en mi cabello? ¿La vez de las flores? ¿Te recuerdo lo que acaba de pasar en mi trabajo?
—Meg me disculpe contigo sobre el abanico y te compre un helado —dice defendiéndose, recuerdo ese día con exactitud, como de costumbre Greg, Kate, Kian y yo habíamos salido, estábamos en una tienda esperando a que Kate pagara una blusa que le había gustado, yo me había decidido por comprar unos zapatos, Kian de la nada saco esos mini abanicos que tienen dulces y me dijo que con eso podía cortar mi cabello, segundos después recuerdo que el juguete se quedó atascado en mi pelo y toda la tienda se burlaba de mí, tuvieron que pasar mi cabeza por la caja registradora para poder pagar el mini abanico y poder quitármelo. Incluso tuve que cortar mi cabello. —El corté te quedo bien.
Una sonrisa burlona se forma en su rostro.
—Simplemente tu y yo no congeniamos, somos como el agua y el aceite —le digo negando con la cabeza.
—Bueno, yo creo que no somos tan diferentes —dice encogiéndose de hombros.
—Lo somos, mientras tu estas de fiesta saliendo con miles de chicas, yo estoy en mi habitación leyendo un libro o viendo televisión, tu socializas demasiado con las personas, a mí me cuesta hacerlo, tú hablas y hablas por horas mientras que yo me mantengo callada.
—Sigo pensando que estas celosa —dice haciendo que me ruborice nuevamente.
—¿Qué tiene que ver eso con lo que te estoy diciendo?
—Insistes mucho en que salgo con tantas mujeres, ¿Segura que no estas enamorada de mí?
—¡¿Qué?! ¡Claro que no! —me quejo —serías la última persona de la que me enamoraría.
—¿Hablas enserio? —pregunta en un tono tranquilo.
—¡Muy enserio! Simplemente no congeniamos, no saldría contigo ni aunque me pagaran.
—Yo creo que te podrías enamorar muy fácil de mi —dice con una sonrisa arrogante en su rostro.
—Eso jamás pasaría —le digo negando con la cabeza.
—Demuéstralo —le doy una mirada confundida.
—¿Qué quieres decir con eso?
—Hagamos un trato —dice acomodándose en su asiento.
—¿Qué clase de trato?
—Si yo logro conquistarte tu pierdes.
—¿Qué clase de juego es ese? —le digo confundida —ambos sabemos que eso no pasaría, yo ni siquiera te gusto.
—De eso no podemos estar seguros —se encoje de hombros nuevamente, lo miro más confundida de lo que ya estaba, un chico como Kian no podría fijarse en alguien como yo —tú dices que jamás te enamorarías de mí, yo digo que, si lo harías así que apostemos, si tú te enamoras de mi pierdes.
—¿y si no lo hago? —Kian parece pensársela por unos segundos.
—No lo sé, tu ganas y dejo de molestarte.
—¿Qué hay de ti? —pregunto —¿tú te enamoraras de mí?
—Dejemos eso como una incógnita.
No me quedo muy convencida con las palabras de Kian, por una parte, quisiera no aceptar su trato, pero conociéndolo entendería que tengo miedo a perder el juego, por otra parte, quisiera aceptarlo y demostrarle que no me enamoraría de él, y que su juego es absurdo. Pero es una idea absurda.
—No jugare tu juego —le digo dejando salir un bufido pesado —prácticamente jugarías con mis sentimientos.
—¿Estás diciendo que si te enamorarías de mí?
—No —respondo rápidamente —estoy diciendo que es ridículo, prácticamente ambos jugaríamos con los sentimientos de cada uno —y ya han jugado bastante con los míos, me digo a mi misma —mira cualquier otra chica estaría encantada de jugar tu juego, pero yo no, solo tratemos de llevarnos bien, intentemos ser amigos en vez de enamorarnos ¿te parece? —le digo mirándolo a los ojos, su rostro es serio una pequeña sonrisa se forma en su rostro sabiendo que en parte se ha salido con la suya al aceptar ser su amiga.
No responde a mi pregunta, pero su silencio me es suficiente, le quito el seguro a la puerta y salgo del auto para dirigirme hacia mi habitación con una gran confusión acerca de nuestra conversación en el auto. Kian era un chico bastante complicado.
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