CAPÍTULO 2: Terraza Alfonso
N/A:
Actualicé nuevos modismos españoles en el mismo apartado, pues aparecerán nuevos en este capítulo.
¡Disfruten la lectura! ;-)
24 DE OCTUBRE DEL 2017
Sevilla, España
Summer
Odio muchísimo caminar con tacones.
Pero, para ironía mía, al gamberro de Marcos le flipan.
Siendo franca conmigo misma, estoy haciendo el gilipollas caminando como pisando huevos mientras me dirijo a la Terraza Alfonso, creo que jamás podré acostumbrarme a esto.
Pero no tengo de otra.
Hace un poco de frío y oigo pisadas contra hojas secas constantemente. Son mis pies y mis katiuskas repiqueteando contra el suelo y contra estas. Estamos en otoño.
Llego por fín al parque de María Luisa. Suspiro y me reacomodo el abrigo, saco mi espejo de bolsillo y analizo mi reflejo. El maquillaje de prostituta guarra y barata que llevo puesto debe estar perfecto y lucirse atractivo. Sonrío ladina al comprobarlo, pero sin la mas mínima gana.
Recorro el breve trayecto que me queda por delante y me detengo cuando estoy a unos pocos pasos del local. Es cierta mi fama de chica parrandera, pero jamás entré aquí y creo que la entrada está restringida a menores de dieciocho años. Ese gilipollas de Marcos. ¿Y ahora? Como siempre, diré que vengo de parte suya. ¿Pero qué si ni aún así me dejan entrar?
Ese gamberro me matará si no asisto. Lo cual significa que tengo que apañármelas para entrar. ¡Lo odio!
—Identificación —me pide el guardia de seguridad.
—Un momento, por favor —le pido mientras procedo a buscar en mi cartera.
Que sea lo que quiera Dios.
—De una vez, señorita. No es la única persona a quien debo atender —me apresura el guardia con una manera brusca de hablar.
—Sí, sí. Ya —digo también de mala gana, ya encontré mi cédula de identidad, aprovecho de sacar el dinero también. Se la extiendo entonces y, tal como lo esperaba, el guardia niega levemente con la cabeza y chasquea con la lengua.
—Menores de edad, no —me la devuelve torpemente.
—Por favor, necesito entrar —me encuentro pidiendo.
—Menores de edad, no —reitera retóricamente, como robot en automático.
—Por favor, en verdad necesito hacerlo —suplico.
¿En verdad soy tan idiota para creer que este tipo se va a conmover, solo porque se trata de mí? Además de ser una yonkarra como dice Marcos estoy estúpida.
—He dicho que no —agrava la voz—. Por favor —me indica el camino de regreso.
Suspiro, exasperada y nerviosa.
—Vengo de parte de Marcos… —quiero decir, pero este manda huevos del guardia me interrumpe.
—No me interesa de parte de quien venga. Por favor, la invito a retirarse —vuelve a señalarme el camino que tengo tras mío.
A la par veo como otro guardia viene para ayudar a su compañero a recepcionar a la demás gente.
¿Por qué el imbécil este no dejó indicaciones respecto a mí? Creo que lo hizo a propósito, para que yo pasara un mal e incómodo momento.
—Marcos Aráoz Ponce —me encuentro diciendo, de repente. El guardia clava entonces la mirada en mí. Sonrío con arrogancia y me aclaro la voz—. Marcos Aráoz Ponce. Soy su churri —repito, cruzándome de brazos con una pose petulante.
Creía que habría unos segundos de silencio, o que el guardia consideraría mi entrada pero no. Tenía que hablar de inmediato.
—¿Y eso a mí qué? —escupe—. Aquí hay de dos, o te piras por donde viniste o… —hace una pausa a propósito, mientras jala de manera un poco disimulada de mi muñeca derecha, atrayéndome involuntariamente hacia sí.
Estamos frente a frente. Me mira de una manera perversa y lasciva, además le siento un leve aliento a cerveza. La cerveza es una bebida que me repugna bastante y no sé cómo estoy contenido las ganas de escupirle a este tipejo en la cara. Su mirada sobretodo me tiene asqueada.
—Suéltame —le exijo entre dientes, pero tendiendo a alzar la voz.
—¿O qué, eh? ¿Qué harás? —echa una breve risilla burlona.
—Gritaré. Diré que me estás haciendo daño —digo lo primero que se me viene a la mente, obvio.
Una cosa es que Marcos me tenga totalmente amenazada y atada de manos. Otra muy distinta es que un tipejo como este quiera abusar de mí cuando tengo posibilidades de defenderme.
—Mira, macarrita, ¿quieres entrar? Entonces solo tienes de una —me sonríe de medio lado. Sus ojos brillan con lujuria—. Te espero aquí mismo, a las diez y media. A esa hora acabo mi turno y estaré totalmente disponible. Y no querrás saber lo que pasa si… —no termina de hablar, pues una tercera voz lo interrumpe.
—¿Si qué, colega? —le pregunta Marcos con expresión desafiante, mientras me abraza posesivamente por atrás—. ¿Acaso no te lo dijo? Es mi churri y no tengo deseos de compartirla.
—D-disculpe, joven. No creí que fuera a decir la ver… —el guardia baja la vista, queriendo dispensarse, pero Marcos lo empuja desde el hombro.
—Pues la dijo. Me cago en su edad, ella pasa porque lo digo yo —me arrebata el dinero que tenía en mano y se lo arroja al rostro. Acto seguido tira de mí e ingresamos dentro.
—¿Por qué no dejaste indicaciones respecto a mí? —le pregunto tímida, mientras seguimos caminando.
—Quería probar tu inteligencia, tu ingenio bonita —responde, encogiéndose de hombros. Acto seguido su mano se estrella contra mi cabeza—. Por cierto, ¿dónde estaban, eh? ¿O es que eres pura cabeza hueca? —nos detenemos y me dirige una dura mirada.
—Estoy harta de que me humilles —estallo, pero sin levantar mucho la voz, a pesar de la fuerte música. No debería haber dicho eso, pero de repente me encontré hablando. Tal vez sea que estoy llegando a mi límite—. Eso lo hiciste a propósito, para hacerme pasar un mal momento, ¿verdad?
—Creo que aún no lo captas, ¿verdad? —por consiguiente agarra un mechón de mi cabello con fuerza, y con la misma me atrae hacia él, sujetándome también firmemente por la cintura. Nuestros alientos se entremezclan y yo no hago ningún intento por zafarme. Como siempre. Nuestras miradas se ven obligadas a conectar—. Yo hago lo que se me pegue la puta gana contigo —entonces suelta mi cabello y ambas manos pasan a sujetar mi rostro, mientras me planta un beso repentino.
Al cual me veo obligada a corresponder como puedo, cerrando los ojos con fuerza, pues es difícil seguirle el ritmo. Su beso es baboso y posesivo, como la mayoría de los que me da, pero siento un cierto sabor a cocaína. Marcos ha estado drogándose. La cocaína me vuelve loca, me proporciona adrenalina. Me encuentro ansiándola, deséandola con locura. Se me nubla todo pensamiento. La quiero, la quiero ahora. Lo cual ocasiona que el beso aumente de intensidad, gracias a mí.
Mi mano derecha resbala hasta la cadera de Marcos y se prende ahí. La izquierda se enrosca tras su cuello y se posa en su espalda. Mis uñas se clavan en su cuerpo, mientras mi lengua juguetea y explora salvajemente la suya, buscando más de aquella alucinógena sustancia.
—Me flipa cuando te portas así conmigo —dice Marcos, separándose de súbito. Sonríe—. Eso es, buena chavala —como muy pocas veces ocurre, esta vez soy yo quien le planta un beso. No quiero que hable, quiero sentir esa sustancia tan exquisita y perderme en ella.
—Ya, ya. Tranquila —Marcos ríe, pero con burla. Seguro le estoy pareciendo patética—. Después de que cumplas con tu curro estaré totalmente disponible para ti.
Gilipollas. Nunca, jamás lo hubiera besado por voluntad propia de no haber sentido esa sustancia que me mola y flipa un montón, la cual incluso me hace perder los sentidos. En cambio él me da tremendo asco. En todo sentido. Pero además de ello me dijo esta mañana que «me portara bien», si lo hacía me la daría. Me lo prometió.
—¿De veras? —sonrío pícara, mientras sujeto seductoramente el cuello de su camisa—. ¿Y lo que me prometiste? —lo miro a los ojos.
—Ah, así que era por eso, pinche yonkarra —Marcos se zafa de mi agarre y me mira enfadado.
Obviamente solo es por eso, pero debo fingir que realmente quiero agradarlo y complacerlo. Sino no querrá dármela y estoy sin perras como para adquirirla.
—Es que, tus besos son más exquisitos y flipantes de lo que ya son cuando ambos tenemos ese sabor a, por ejemplo, cocaína… —intento, sin levantar la mirada y volviendo a sujetar su camisa, solo que esta vez con menos fuerza.
Sonrío mientras imagino a esa deliciosa sustancia instalándose en mi boca, a mi paladar saboreándola y luego introduciéndose en mi cuerpo. Mientras me saca de la realidad y me lleva a un mundo loco y alucinante del cual no querría salir… Pero Marcos me saca de mi ensoñación, interrumpiéndome.
—Ya, ya. Encima eres una mala mentirosa —esta vez no se zafa, sino que me empuja. No me queda más que humedecerme los labios y degustar esa imaginaria sensación—. Y una tremenda patética. Estás empezando a cabrearme, así que retócate ese maquillaje —señala mis labios—. Y empieza a currar de una puta vez —acto seguido guarda torpe y discretamente la mercadería y demás artículos en mi cartera, pero alcanzo a distinguirlos en un fugaz vistazo. Hay heroína y cocaína. Manjar puro.
»—La mayoría aquí son clientes y contactos míos. ¿Los reconoces? —asiento con la cabeza—. Más te vale. Sonríe, sé carismática, convence. Usa el marketing, seduce, pero no te vayas a los extremos Summy. Que te quepa en esa cabecita tuya que eres exclusivamente mía —golpea mi cabeza repetidamente con su dedo índice, solo que sin fuerza—. Quiero muy buenas ganancias esta noche, y para que eso te sea más fácil conseguir acércate a los que más se pillaron un pedo, cóbrales, ya sabes, más de lo normal. Un buen tanto.
—Vale —es lo único que atino a responder, con la mirada gacha y cruzada de brazos. No puedo evitar entristecerme. ¿Qué tal si aquel dinero que he de robar prácticamente era para mantener a una familia?
¿Qué tal si las esposas e hijos —tal vez pequeños— de estos guarros vagos no comieron esta noche? Hay algunos aquí adinerados, con la pinta, pero hay otros que no aparentan ser más que unos pobres diablos, y no puedo evitar pensar en que posiblemente tengan una familia que tal vez hagan vela esperándolos.
Mi madre.
Estoy mirando la paja en el ojo ajeno y no la propia y tremenda viga en el mío. ¿Mi madre ya estará en casa? Lo más probable es que sí. Pero debe odiarme, y mucho, debe estarme odiando seguro, pues lo que le hice no tiene perdón alguno y además yo no me veo en estos momentos allí en casa, intentando ganármelo y enmendar mi gran error.
Pero, aunque sea difícil de creer, esto es por ella. Lo hago también por ella. Claro, sin contar mi al parecer irremediable adicción. Las posteriores palabras de Marcos me traen de vuelta a la realidad.
—Y ya sabes Summy, no ingerir. No quisiera que perdieras estos hermosos y delicados dedos que posees. Sino, ¿cómo me arañarías ya la espalda de placer? —me advierte Marcos mientras acaricia levemente los susodichos, entonces asiento aterrada. No es la primera vez que lo hace, pero sé que es muy capaz de cumplir con su amenaza. Acto seguido deposita un casto beso en ellos—. Pírate —ordena y da media vuelta, seguro también a cazar a algún cliente.
Las manos me tiemblan y miro con tentación y temor mi cartera. Tranquila, no es realmente difícil. Solo debo tocar para negociar con algún cliente, no debo ingerir. No es complicado, Summer, cualquiera puede hacerlo. No será mucho tiempo lo que te va llevar.
No es la primera vez que lo hago. Debo olvidar que lo que estoy agarrando es lo que tanto deseo. Por mi bien, tengo que olvidarlo. Además, debo ver el lado positivo a esto, si vendo esta porquería que tan loca me vuelve ganaré dinero de ello, y Marcos me la dará gratis. Me lo prometió.
Me alejo unos cuantos pasos y saco de mi cartera el espejo de mano, un pañuelo desechable, un delineador rojo y el labial rojo chillón. Me limpio las comisuras de los labios que quedaron con manchas sobresalidas de labial —gracias a los besos babosos de Marcos—, y me aplico otro tanto. Difumino, delineo y ya está. Procedo a guardarlos nuevamente.
Suspiro y analizo a mi alrededor. Ahí está el señor Sánchez, a unos cuantos pasos míos sentado en la mesa de allá, al parecer pilló tanto el pedo que mañana ya no la va a contar. Ahora está dando un tremendo ostión a su copa repleta de cerveza contra la mesa, provocando que esta salpique por todas partes y él se ahogue en carcajadas. Las dos personas que están enfrente suyo ríen también.
El señor Sánchez es un contador cuarentón que trabaja para una pequeña empresa en desarrollo. Recibe un salario fijo, pero despilfarra la mayoría del dinero que recibe en parrandas como esta, y bebe y se droga hasta casi olvidar su nombre. ¿Cómo lo sé? Marcos, me cuenta absolutamente todo lo que sabe —o eso creo, pues la información que me da no pasa de lo básico— acerca de sus clientes.
Y el señor Sánchez es uno de los frecuentes. Aunque no siempre acepta sus servicios y ofrecimientos la mayoría de veces lo hace, y debo correr el riesgo. Es mi momento. De todos modos él, aunque no a profundidad, me conoce. La cuestión es si me reconocerá así tan ebrio como está.
Eso no importa realmente. Así que, a lucir la sonrisa más encantadora y bonita, y a sacar mis lados más seductores.
—Hola, ¿está pasando una bonita noche? —le pregunto en voz alta al señor Sánchez, mientras le sonrío ampliamente.
—¡Estupenda! —exclama, volviendo a dar un ostión a su copa. Hago mi rostro a un lado para que no me llegue de ese repugnante líquido—. Y la vista es más preciosa, aún. Con muñecas como tú —eructa e intenta tomarme torpemente por la cintura. No desaprovecho la ocasión y enrosco mis manos tras su cuello, mientras me siento en su regazo.
—Saber eso me alegra mucho, muchísimo señor Sánchez —afirmo a la par que acerco mi rostro al suyo.
Contén las arcadas, Summer. Confía en tu potencial de actriz.
—Pa' ti, tan solamente Alfredo, preciosura —exclama y vuelve a reír—. Pero, ¿de cómo tú sabes quién soy? —achina los ojos e intenta reconocerme. Apuesto a que le soy familiar pero no me recuerda para nada en estos momentos.
—¿Ve otro Alfredo Sánchez por aquí, guapo? —respondo con una pregunta mientras le deposito un beso en la mejilla, cerca a las comisuras de la boca. Entonces el gilipollas este no desaprovecha la ocasión, sonríe brevemente y me besa. Me besa de verdad.
Muerde mis labios bruscamente pero a la vez le cuesta seguir su propio ritmo. Debo admitir que este beso me da muchísimo más asco que los que me da Marcos. Así que me aparto rápidamente, antes que me sorprenda potando en la cara de este tipo, y para disimular le muerdo levemente el cuello. Discretamente.
—Eso estuvo increíble —afirmo, fingiendo alegría—. Tú eres increíble —increíblemente asqueroso y repugnante, siento verdadera pena por su esposa—. Pero soy Summer, Summer Varela. La churri de Marcos Aráoz, tu distribuidor. ¿Me ubicas?
Duda y reflexiona unos segundos, intentando hacer memoria. Creía que nunca hablaría, por eso me sobresaltó el movimiento brusco que acaba de hacer con su silla hacia atrás.
—¡Aaaah! ¡Jajajajajajaja! —carcajea—. Tú eres la Summy, con razón decía yo que te había visto en algún lado, muñequita —asiento, sonriendo—. No, pos, tú ya tienes dueño. Ajaj, si el hijo de nuestro gran distribuidor anda bien encoñao contigo pivita —no hago más que asentir y sonreír incómoda.
Si yo muy bien sé que lo que Marcos tiene conmigo es una muy enferma obsesión.
—Pero, ¿te cuento un secreto? —susurra y me hace señas con su dedo índice para que me acerque aún más a él. Obedezco—. Tengo muchas ganas contigo, muñequita —no es la primera vez que me lo dicen, pero no puedo evitar tragar duro y apartarme muy incómoda.
No es nada lindo ni guay ser la fantasía sexual de viejos rabo verdes como este. Aún más siendo consciente de que sí soy una chica bonita. Sí, tendré la autoestima casi por los suelos, pero no en lo que respecta a mi apariencia. Tengo el peso y estatura promedios, buenos —a lo normal— atributos y un rostro parcialmente lindo.
—Pero, lamentablemente, no puedo tenerte. Así que, ¿qué quieres que haga por ti? ¡Pídeme lo que sea jajajaja! —rompe en carcajadas nuevamente, a la par que bebe un gran trago de cerveza.
Es mi oportunidad. Sonrío.
—¿Te gustan las fantasías?
—¿Pues a quién no?
—Yo puedo ofrecerte todas ellas. ¿Quieres ser millonario, poseer todo lo que siempre deseaste y aspiraste, incluidas muchas, muchas chavalas preciosas? —le pregunto mientras lo miro directamente a los ojos, cuyas órbitas no se mantienen muy fijas en un sitio.
—¿Quién no desearía tener todo eso, mi reina? —pregunta mientras bebe otro trago.
—Entonces esta es tu oportunidad, guapo —le afirmo mientras saco de mi cartera un paquete de heroína y se lo muestro por debajo la mesa—. Y más conocida como la droga recreativa. Con ella podrás fliparte en todos los colores y olvidarte de todos tus problemas. Créeme, no querrás dejarla.
Realmente no querrá. O mejor dicho, no podrá. No podrá.
Le ofrecería un paquete de cocaína más, para otorgar aún más ganancias a Marcos, pero la mezcla de heroína con cocaína, un speedball, de verdad que es una mezcla muy peligrosa, puede llevar a un coma etílico o incluso a la muerte. Hasta yo que soy una yonkarra sin remedio lo sé. No quiero ser culpable de la muerte de nadie, no deseo un peso así en mi conciencia.
—¿Y a cuánto me la cobras? —sonrío y le digo el precio, el cual es por supuesto más alto de lo habitual.
El señor Sánchez saca su billetera del bolsillo trasero de su pantalón y de ahí un buen fajo de euros, los cuales recibo de manera discreta por debajo la mesa, guardándolos rápidamente de la misma manera en mi cartera, esto debido a los riesgos de robo o a que me pille la pasma. Listo, negocio cerrado.
—¿Cómo querrá ingerirla? —le pregunto formando un ridículo puchero.
—Oral, con etanol.
—Vale —acto seguido saco el etanol de mi cartera y también se lo vendo. En cierta forma me alegra que Marcos me haga comercializar también etanol, pues reduce un poco los efectos tóxicos de la heroína.
La diferencia es que él lo hace para no perder clientes por sobredosis —aunque no le falta quien sí—, y yo para no cargar muertes conmigo. A pesar de que la decisión de ingerir más de lo normal es de la propia persona, sin importar que esas órdenes me las de Marcos, sería responsable de alguna muerte por sobredosis porque fui yo quien se le acercó a esa persona y le vendió la sustancia nociva.
Nos damos un breve beso en los labios y me despido, para ir en búsqueda del próximo cliente. Sí, señores, así son la mayoría de mis noches.
—Cuidado con las sobredosis. No exagere con la cantidad a ingerir, tiene una familia que cuidar —le susurro al oído y él asiente frenéticamente con la cabeza, gesticulando un: «No te preocupes, no te preocupes.»
¿Cómo no me voy a preocupar? La Summer que ahora todos ven aquí no es nada más que una fachada, en realidad me tiembla todo el cuerpo y el corazón me punza con fuerza cuando concreto una venta. Mi conciencia no para de decirme que aquella persona podría ser la primera. Como ahora, con el señor Sánchez. Con el pobre inocente de Alfredo Sánchez, dígase con ironía. Aunque al fín y al cabo, es una vida humana, y con familia.
—¡Hasta pronto, muñeca! —exclama el señor Sánchez mientras se sirve más cerveza en su copa. Lo despido con mi mano y me alejo contorneando mis caderas y mi trasero.
¿Razones por las cuales Marcos me confía su mercancía? Primeramente, sabe que sería incapaz de desobedecerlo. Segundo, según él tengo un rostro y figura muy sexys como para representarlo y atraer clientes de manera más fácil y lucrativa. Tercero, con los atuendos que Marcos me ordena utilizar paso por una prostituta cualquiera, los maderos casi no repararían en mí.
Y cuarto, hay que reconocerlo, soy una adicta con ansiedad por la droga, y si vendo generando muchas ganancias Marcos me la da gratis e incluso a veces me da a elegir. Sí, estoy consciente de mi problema, pero no hago nada por cambiar aquello. ¿Por qué? Porque no me siento capaz de dejarla. Lo intenté, me lo propuse en dos ocasiones para parar de una vez con esa dañina adicción, y estuve dos y tres días sin consumirla.
Se me dificultó continuar, no pude hacerlo. Me dió un fuerte ataque de ansiedad y mi temperamento se tornó agresivo. Necesitaba obtenerla, necesitaba sentirla actuar en mi organismo. Tengo poca fuerza de voluntad, no pude abstenerme, es muy difícil. Así como ahora. La necesito. La quiero. Y para que Marcos me la de más rápido debo apresurarme con esto.
Vamos a por el segundo cliente.
***
Una hora después
Ya concreté una segunda venta. Heroína también. El señor González en realidad no es muy distinto al señor Sánchez, solo que a diferencia suya casi no paraba de reír, bromear pesado y beber, y otra vez de vuelta a las carcajadas.
Faltaba poco para terminar de convencer a un tercer cliente —el señor Fernández—, pero se desmayó en media palabrería mía de lo tanto que se pilló un pedo, casi un minuto después intentó levantarse pero no pudo. No hacía más que pronunciar incoherencias. Me fui.
Se supone que ahora tendría que continuar buscando al tercer cliente. Pero necesito ingerir algo con urgencia. Cualquier cosa. Marcos no está a la vista y tengo también un poco de dinero aparte. Además necesito descansar aunque sea unos breves minutos. Está decidido, así que me dirijo al mostrador.
—Una copa de Manzanilla de Sanlúcar, por favor —le ordeno al barman lo primero que se me ocurre mientras le extiendo los últimos euros que me quedaban.
—Enseguida —responde y va a por mi pedido.
Mientras espero repiqueteo mis dedos con impaciencia contra el mostrador. Estoy nerviosa. ¿Qué tal si a Marcos se le ocurre venirse aquí? ¿O si me localiza desde la distancia? Ni pensar en lo que podría suceder si es que lo hace, tal vez me daría la paliza de mi vida, o peor aún, no volvería a darme droga nunca. Casi sin darme cuenta procedo a morderme las uñas. Definitivamente no puede verme.
Entre tanto nerviosismo y paranoia el barman al fín aparece con mi bebida. La única que beberé de momento.
—Gracias —digo y procedo a darle sorbos y tragos a mi bebida. Es una ligera, pero seca y de un sabor un poco ácido.
Ahondando un poco más en ese tema, la Manzanilla de Sanlúcar es un vino pálido elaborado por uvas producidas —como la uva palomino— en el «Marco de Jerez», es envejecido a su vez con una levadura llamada «velo de flor», cuya crianza se da exclusivamente en Sanlúcar de Barrameda, en Andalucía. He ahí el nombre, es un vino muy popular en Sevilla, mi ciudad. No es que sea mi bebida favorita, de hecho, es una que me es un poco indiferente, pero era lo que permitía mi economía actual.
En sí mi bebida favorita es el Vino Fino de Jerez, también muy popular en Sevilla y hecho a base de las uvas palomino y Pedro Ximénez, es elaborado con el mosto completamente fermentado. Su color me fascina, es uno suave de oro pálido, además su aroma es delicioso y asimismo, su sabor es seco pero almendrado. Y con lo que me encanta la almendra.
Bebo ensimismadamente mis últimos tragos de Sanlúcar, pensando en cuándo Marcos cumplió algunos de mis deseos que no estuviera relacionado con droga. Como permitirme al menos una copa del Vino Fino de Jerez. Nunca quiso, él jamás quiso complacerme en nada, y ni le importa. Ahora es comprensible, pues sé la clase de escoria que es. Pero siempre dijo amarme, y al principio yo estaba perdidamente enamorada de él.
En fín, pensar en Marcos me trae de vuelta a la realidad. Deposito mi copa vacía rápidamente en el mostrador y de inmediato analizo alrededor mío. No, para buena suerte mía el gamberro ese no está a la vista. Suspiro aliviada y voy a por el tercer cliente.
Localizo a un señor que y por poco se cae de borracho. Está jugando a las cartas con los que al parecer son sus amigos. Hmm, no lo conozco, pero tal vez no estaría mal. Quizá quiera comprarme algo para apostar, mi padre lo hacía frecuentemente cuando era una cría. Niego con la cabeza, no es el momento para evocar ese tipo de recuerdos. Decido acercarme.
—Hola, buenas noches. ¿Se la está pasando mola? —le sonrío amable al señor.
—¡Aaaaaaah! ¡Jajajajajaja! —de repente, el tipo este estalla en carcajadas—. Ya hacía falta un poco de diversión en medio de toda esta chorrada —me toma abruptamente por la cintura, atrayéndome hacia sí.
Yo, para no desaprovechar la oportunidad, me dejo y mantengo mi seductora sonrisa, mirándolo fijo a los ojos. Después de todo, con el señor Sánchez no salió tan mal.
El tipo este bebe un sorbo de cerveza y vuelve a sostenerme por la cintura. Sonriendo de medio lado.
—Eres tan hermosa, y justamente apareces en momentos como estos con gafes como aquellos —fulmina con la mirada a sus acompañantes, quienes lo miran con cierta burla—. ¡No habrá más apuestas por hoy! Necesito una distracción —me toma de una mano bruscamente y se pone en pie.
Escuchar aquello me hace percatarme que este no es el cliente que busco. Pero me pongo en alarma al ver que no suelta mi mano.
—Señor, yo, en realidad venía para ofre… —quiero aclarar en tono de disculpa, pero el susodicho no me deja terminar.
—Con servicios como estos creo que vendré más frecuentemente. Ahora, nos piramos. ¡No me esperen! —exclama y me jala a la par que camina a zancadas y con ciertos tambalones, mientras intenta abrirse paso entre la atiborrada gente. Creo que me equivoqué, este tipo no está tan ebrio como parecía. Lo está, pero no en demasía.
Pero el punto no es ese, me está jalando con mucha fuerza y no da seña alguna de querer soltarme. Obvio, lo sospecho casi de inmediato y con temor. Este macarro me está confundiendo con un putón verbenero cualquiera. Claro, con este tipo de atuendo ¿quién no?
—Por favor, suélteme. No soy quien piensa —le suplico en un alto hilo de voz, debido a la música.
—Tranquila, tranquila. Ya cubrirás todas mis expectativas —voltea un instante a verme. Su mirada lasciva no me agrada ni augura nada bueno.
—Por favor, le pido, le suplico que me suelte —insisto, pero soy olímpicamente ignorada—. Por favor —tiendo a exclamar, pero eso no cambia absolutamente nada.
Poco a poco el pánico y el miedo me van sobrecogiendo. El corazón me late deprisa y mi respiración se torna acelerada, mientras ruego internamente para que no me pase nada, para que este gilipollas no llegue siquiera a besarme. Por favor.
Al fín nos detenemos. Es un rincón apartado del local, y no muy lejos de nosotros hay una pareja cogiendo salvajemente. A unos pasos más lejanos visualizo otra.
—Listo, al fín solitos —el tipejo sonríe y al acto rodea mi cuello con un brazo, por consiguiente sus labios atrapan los míos.
El pánico se apodera más de mí y comienzo a chillar desesperada, intentando empujarlo para hacerlo a un lado y echar a correr. De todos modos, está borracho y tal vez no sea muy difícil apartarlo, perderá el equilibrio. O al menos intento convencerme de ello.
—¡Quieta! —me ordena mirándome furioso y con los ojos muy abiertos, mientras me sujeta fuerte y repentinamente de ambas muñecas.
Siento las lágrimas correr y empapar mis seguro ahora pálidas mejillas, asimismo percibo que en mi mirada se refleja el temor que estoy sintiendo.
Aprovechando mi breve estado de shock vuelve a atraparme en otro beso forzado, no obstante, mis chillidos se reanudan. Empleo todas mi fuerzas en intentar zafarme de su agarre, que conforme a cada segundo que pasa me lastima más. Física y emocionalmente. Muy al contrario, intensifica su fuerza en mis doloridas muñecas.
Le muerdo los labios y su lengua con toda la rabia que me es posible, creo que incluso hasta sacarle sangre pues empiezo a sentir cierto sabor a hierro en mi boca. Tampoco desisto en mis cada vez más violentos intentos para soltarme de sus manos.
Pero parece que mis actos lo excitan más que enfadarlo.
—Veo que eres muy intensa, chavala —afirma mientras relame con sumo gusto el hilillo de sangre que fluye levemente de sus labios, cuyo acto me asquea aún más. Lo miro con todo el desprecio que me es posible y, en un acto repentino e inesperado me encuentro escupiéndole en la cara.
—Gilipollas, que te peten —le manifiesto con el tono de voz más despectivo que puedo emplear. Es entonces que recibo una fuerte bofetada en la mejilla derecha que me hace perder el equilibrio y casi caer.
Aún así no me dejo vencer, la gravedad no puede conmigo en estos momentos. Ahora más que pánico, más que miedo siento rabia, rabia y mucho coraje. Estoy cansada, sumamente harta de dejarme humillar y maltratar. No seré la mejor persona, pero siento que tengo cierto valor como una.
—¡Anda, maricón de mierda! —estallo, con la furia nublándome, mientras me acerco muy desafiante hacia él—. ¡Aquí tienes la mejilla izquierda también! A ver si agarrarme a ostiones aumenta tu hombría, que dudo mucho, la tengas —agravo mi tono de voz, empleando lástima en mis últimas palabras.
—Mira macarrita —así de rápido, su mano vuelve a aprisionar mi muñeca derecha. Pero esta vez no me dejo intimidar, le sostengo la mirada—. Quise ser muy complaciente contigo, pero ya veo que las chavalas como tú son a la mala —acto seguido atrapa mi cuello a mordiscos y succiones.
Hago más esfuerzos por liberarme, pero para amortiguarlos este gilipollas estrella fuertemente mi espalda y cabeza contra la pared.
Es entonces que comienzo a perder los sentidos, la vista se me distorsiona y me rindo a lo que sea que estaba haciendo, mientras siento que alguien me disfruta a su gusto.
N/A:
Algo intenso el capítulo, ¿no? El cual sin querer queriendo se me prolongó, lo siento :-( Y lamento decir que las cosas tal vez no mejorarán mucho para Summer.
Los dejo con ese tal vez xD Soy un poco cruel.
Lamento la demora en lo que publiqué, pero estuve sin celular un buen tanto de días, al recuperarlo escribía un capítulo de una de mis novelas, editaba otros de otra e investigaba sobre Sevilla. Esto último es fundamental aquí, quiero que se lea muy real 7u7 También antes de publicar cada capítulo debe pasar por minuciosas revisiones, correcciones y eso pues, toma tiempo. Espero puedan comprenderlo.
De todas formas no quiero fallar e intentaré publicar prontamente ;-)
¿Qué creen que pase con nuestra sufrida protagonista en el siguiente capítulo? ¿Y con su madre? Aquí comentario.
PD: Aparecerá un nuevo personaje.
Besos!
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top