VII. Observados

Otra noche de desgracia llevó a Lexie a dar una vuelta por la playa antes de dirigirse a su casa.

Aunque se sentía cansada y destrozada por dentro, una piedra tras otra fueron arrojadas al mar, propulsadas por odio y asco. A las tres de la mañana, nadie se quejaría de sus llantos y sus gritos que las olas del mar se encargaban de apagar.

Arrojó piedras y pateó la arena de vuelta al océano hasta que sus extremidades la dejaron agotada.

No tuvo más opción que abrazar sus piernas, pues sentía que nadie podría abrazarla sin sentir asco. Dejó que su silueta se marcara en la arena por unos minutos.

Recobró valor para seguir, tomó fuerzas para caminar cuando escuchó los sonidos de la mañana haciéndose presentes.

Cual zombie, arrastró sus zapatos hasta su casa. Como era ya usual, hacía un último esfuerzo para colarse por su ventana, para no levantar sospechas. Pero esta vez, sus brazos le fallaron al querer colgarse por el alféizar, por encima del auto de su padre.

De pronto, sintió un empujón que elevó sus piernas. Una vez que logró entrar, vio a Razer alejarse por la calle, quien comenzaba un ligero trote matutino.

El correr de Razer lo llevó por todo Velvet Valley con su cabeza concentrada en su respirar. Trató de dejar de lado aquellos pensamientos acerca de Lexie, pero era casi imposible para él.

Paseó por las aún tranquilas calles, con poquisimas personas que comenzaban sus días. En sus oídos, una ensordecedora canción se escuchó, obligándolo a callar a su respiración. Había visto en su mente a Lexie pasear vacilante desde el extremo de la calle, sin una pizca de dignidad en su andar. Y eso lo hizo rabiar.

Había esperado a que ella pudiera resolver sus asuntos por su cuenta, pero ni siquiera pudo escalar una mísera ventana. Se desesperó y finalmente le echó una mano.

Y ahora, su trote descuidado lo condujo hasta la calle principal.

Se tomó su tiempo para recobrar su aliento y estirar sus músculos. Mientras flexionaba sus piernas, notó que en el parque, a un costado del departamento de policía, había un sujeto de mal aspecto que no se preocupó por que Razer repara en su presencia.

El sujeto tenía rasgos asiáticos y una terrible cicatriz a un costado de su boca. No rebasaba los veinticinco años, pero sin duda su semblante se notaba desfigurado. Por su aspecto andrajoso, todos darían por hecho que era un drogadicto. Permaneció quieto en una banca al límite del parque.

Lo único que Razer pudo pensar en aquel momento, fue un ligero escalofrío que la mirada inquietante de aquel sujeto le causaba. Pero era obvio que su subconsciente lo había llevado hasta ahí por una razón.

Subió los tres escalones del departamento de policía sin percatarse que aquel sujeto de la terrible cicatriz, comenzó una llamada desde su teléfono celular.

Dentro del edificio, Razer caminó dubitativo hasta pedir hablar con algún oficial que tomara su declaración.

Tuvo que esperar un par de minutos, pero pronto estuvo sentado frente a un hombre de aspecto severo y poco paciente.

Tenía una cara alargada con sus comisuras predestinadas a apuntar hacia abajo. Al ver al chico frente a su escritorio, supo casi de inmediato la siguiente conversación. Pero decidió permanecer al margen.

Suspiró.

—¿Eres el hijo de Maia? —Fue la primera pregunta del oficial.

—Sí —dijo Razer, extrañado.

—Eres su viva imagen. ¿Tu madre te habló alguna vez de mí?

Razer buscó la placa en su uniforme. L. P. Jacobs.

—No. Lo siento —dijo Razer.

—Ah, da igual —mintió—. Tu madre y yo trabajamos juntos alguna vez.

—Oh...

—Lamento tu pérdida. —Su voz se enterneció, mas pronto volvió a su aguardentoso e imponente tono—. ¿Tú debes ser Bernard, supongo?

—¡No! —gritó de inmediato. Le tomó un par de segundos entender su error—. No... —susurró—. Soy... Lalo, el hijo menor de Maia.

—Ah, sí...

Razer creyó casi ver una sonrisa asomándose.

—¿Qué puedo hacer por ti, Lalo? ¿Está todo bien en casa? —Dijo casi como si supiera de antemano su situación familiar.

—Sí... uhm... verá...

Su celular comenzó a vibrar. Concentrarse le era difícil, así que lo tomó en su mano para ver un número sin identificar en la pantalla. Rechazó la llamada, mas no pudo formular su idea. Un torrente de pensamientos le llegaron. Era demasiada coincidencia que alguien fuera tan insistente en ese momento.

—Lo que... uhm... mi amiga... ¡Diablos! —Volvió a rechazar la llamada.

—Te traeré agua mientras ordenas tu mente —dijo el oficial, al retirarse de su escritorio.

Razer entonces tuvo oportunidad de rechazar dos llamadas más. Sin embargo, después de un tiempo sin noticias de aquel número, dos cortos timbres sonaron.

El primero era una fotografía en primera persona. Se veía cómo una mano empuñaba una pistola que apuntaba a la casa de los Mayfair. Más específicamente, al cuarto de Lexie.

El segundo mensaje, era un video de cinco segundos. Lo reprodujo. Sintió un vacío caer a su estómago en cuanto vio claramente a Lexie de rodillas frente a la cámara en su usual papel de sumisión. Ella estaba en aquel sucio cuarto donde Razer supo lo que hacían.

Al menos podía estar seguro de algo: ese video no había sido grabado en ese segundo. La ambientación era nocturna y él estaba seguro que Lexie estaba en su casa. La fotografía, por otro lado...

Un tercer mensaje salió en sus notificaciones.

"Lárgate. Tienes dos minutos."

Pudo haber esperado a Jacobs y decirle todo lo ocurrido, pero ¿cuánto tiempo iba a tardar aquel psicópata del arma en actuar? Seguro lo espiaban desde la ventana a su lado.

Razer se paró en seguida de su silla.

—¿Qué pasa, hijo? ¿Está todo bien? —Jacobs lo tomó por los hombros, y quiso estudiar su expresión más a profundidad.

—Sí. Debo irme.

—¿Qué hay de tu amiga?

—Mi... Mi hermano me necesita. —Razer se quitó las pesadas manos del oficial de encima y corrió fuera del edificio.

Se apresuró de vuelta a su calle, donde reparó por un breve momento en su fea casa. Miró cada ventana para notar alguna señal de Nard. Nada. Extendió ambos dedos medios antes de correr a la casa de los Mayfair, donde repitió lo que horas antes, Lexie había hecho.

Para su alivio, su ventana estaba sellada y ella se encontraba en su cama.

Tocó al vidrio de la ventana con insistencia.

La chica dio un respingo y le tomó un minuto entender lo que ocurría.

Dando tumbos, se acercó a la ventana para dejarlo pasar.

—¿Qué pasa, Raz? —preguntó ella, entre dormida y molesta.

—Tenemos que hablar —susurró él, pálido.

Lexie oyó con cuidado la historia de Razer, sentados a la base de la cama. Respiró profundamente y sintió cómo el miedo la inundaba conforme escuchaba que lo que más temía, se iba materializando poco a poco. De repente, nada más le importó.

—Te dije que no te metieras en esto —dijo Lexie sin ánimos.

Su mirada la tenía perdida en la nada.

—Lo siento. Es por eso que vine tan rápido como pude. No tengo idea de cómo se pudo haber enterado.

Lexie lo vio, con una sonrisa triste.

—Ya no importa.

—¿Podemos por favor ir a la policía? —rogó Razer.

—¿En serio no tienes idea de cómo se pudo haber enterado? —dijo con paciencia—. Nard es uno de los dealers más solicitados del lugar. Tiene gente por todas partes.

—¿Dealer? Bromeas.

—No te culpo por no saberlo. Es bastante cuidadoso. No hace mucho comenzó en esto. Alguien te manda una fotografía de un arma, y ¿no te preguntaste quién podría ser?

—Creeme, eso fue lo último que pensé.

Razer desbloqueó su celular para estudiar esos mensajes, sin embargo, se llevó la sorpresa que la evidencia ya no estaba ahí.

Este mensaje fue eliminado.

Fue todo lo que se leía en la conversación.

—¡Ese imbécil! —gritó Razer.

Lexie rió.

—Creo que conozco mejor a tu hermano que tú.

—Sí, bueno... conoces un lado que me parece nauseabundo —escupió Razer sin tacto.

—También a mí —susurró.

—¿Es por esto que lo seguías haciendo? ¿Te tiene amenazada de muerte?

—Como te conté antes, siempre hay un tipo detrás de la puerta, apuntándome con un arma...

Razer apoyó su cabeza en el colchón de Lexie, intentando descifrar cómo su hermano se había convertido en alguien tan despreciable en sus narices y él nunca se dio cuenta.

Estaba más ocupado en sí mismo, que nunca se quiso dar cuenta de lo que estaba alrededor de él.

—¿Te confieso algo? —dijo Lexie, mientras abrazaba sus piernas.

Ya no importaba nada. De cualquier forma, seguro estaría muerta en un par de días.

—Claro.

—Me gustas.

Razer arqueó sus cejas.

—Desde hace algún tiempo —añadió ella.

—¿En serio? —No pudo evitar formar una sonrisa ridícula—. ¿Entonces... tú y Nard...?

—Tenía la idea equivocada que él me necesitaba más. Con el tiempo me di cuenta que en realidad yo le tenía lástima. Tú... —Lo vio a los ojos—. Tú siempre estuviste realmente ahí. Pero cuando empezaste a querer la atención de las demás, pensé que perdería mi tiempo tratando de llamar tu atención. Además... tú estabas bastante ocupado con todas las demás chicas que se cruzaban por tu camino... Eso, y en más de cien ocasiones me has llamado tu hermano mayor...

Razer extendió una sonrisa culpable.

—En cuanto te lanzaste sobre Julia quise olvidar que sentía algo por ti. Supongo que por eso me aferré a Nard.

—Vaya... —No pudo evitar sentirse un imbécil—. ¿Te herí mucho esa noche, no?

Lexie lo volteó a ver con desprecio.

—Eres un imbécil, Lalo. 

★★★★★

Si estás pasando por una situación de violencia de género o te sientes insegura alrededor de algún familiar o amigo, recuerda que no tienes por qué sentirte sola.

Llama a alguna de estas líneas de apoyo:

Locatel (24/7): 55 5658 1111

Fundación Origen (8 a 22 hrs, 365 días): 800 015 1617

Atención Psicológica UNAM (9 a 5): 55 5025 0855

Atención psicológica UAM (9 a 5): 55 5804 6444

Apoyo e Intervención en Crisis (Casos urgentes): 01 800 227 4747

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