IX. La Venganza de Nard


Las olas del mar cristalino se extendían metros por la cabeza de Razer. El viento doblaba la muralla de agua y hacía túneles que los surfistas morían por explorar. La tarde estaba tibia y prometía mucho tiempo para gozar el oleaje.

Sin embargo, Jeff, no parecía estar demasiado concentrado.

Al bajar sin problema de su última ola de la tarde, Razer movió sus brazos para llegar a donde se encontraba su bronceado amigo.

—Ya es suficiente con que Nick ni siquiera haya contestado mis llamadas. —Razer pateó el agua en dirección a Jeff—. ¿Qué pasa?

—Solo tengo la cabeza en otra cosa. —Evitó la mirada de Razer.

—¿Nick está enojado conmigo, o algo así?

—¿Tendría razón para estarlo? —Descuidó su tono, que salió un tanto agresivo.

—Bah...

Razer caminó hacia la arena para recuperar su mochila. Cuando alzó la mirada, notó una figura policiaca que estaba parada al lado de un tablón de anuncios, cerca de un pequeño kiosko.

—Hey, Razer —saludó el oficial desde lejos.

—Ah... Hola —saludó él sin ánimos.

Enterró su tabla en la arena y peinó su cabello hacia atrás.

—¿Te acuerdas de mí? —Retiró los lentes de sol de su rostro—. Soy el oficial Jacobs... —Esperó respuesta por parte del chico pelirrojo, pero él apenas esbozó una ligera sonrisa—. Estaba viendo la tabla de ganadores de las últimas competencias. Veo que destronaste a Jackson Beving hace tres años. Me da gusto que mantengas tu mente ocupada en los deportes.

Razer arqueó las cejas y compuso una mueca que obviaba su incomodidad.

—Escucha —prosiguió el oficial—, me inquietó mucho tu visita a la comisaría el otro día... Era obvio que algo te preocupaba. ¿Está todo bien con tu amiga?

Razer volteó sobre su hombro. Vio a Jeff aproximarse detrás de él y a un puñado de gente repartidos por la playa. Nadie sospechoso.

—Sí, señor.

—¿Está... bien tu padre? ¿Tu hermano?

—Sí, señor. Todos bien y saludables.

—¿Tu hermano sigue asistiendo a la escuela? Me parece que ya tiene edad para asistir al colegio.

—Hmm. No... señor. Él tiene un empleo, creo.

—Ah, ¿en serio? —dijo sin creerle demasiado—. ¿Dónde?

—No lo sé. No suelo hablar mucho con él. Trabaja por las noches.

—¿Y qué hay de ti? ¿Qué harás cuando termine el verano?

Razer se avergonzaba de ese tema. Era el mejor sobre una tabla, pero no podía decir en voz alta que apenas se graduó con la calificación mínima aprobatoria. Todas las universidades estaban fuera de su rango.

—Planeo ir a Seattle.

Jeff soltó una trompetilla detrás de él. Razer lo vio con recelo y el oficial ladeó su cabeza.

—¿Seattle? —rectificó Jacobs.

—Uhm. Sí.

—Espera, ¿irás con Lexie? —intervino Jeff—. ¿Planeas ir a la Universidad de Washington con ella?

—No exactamente...

—¿Alexandra Mayfair? —pensó Jacobs—. ¿Ella era tu amiga de quien querías hablarme? Esa chica ha estado en malos pasos últimamente...

—No, oficial. —Razer aclaró su garganta—. No-no era nada lo del otro día.

El celular de Jeff sonó.

Poco después, el celular de un puñado de chicos sonó, y cada uno reaccionó con sorpresa y morbo.

—Lo siento, debo ir a casa. —Razer tomó su mochila de la arena y ató su tabla de surf a su bicicleta lo más rápido que pudo.

Jacobs se quedó ahí un rato más, lo suficiente para leer la cara de Jeff.

—Hijo, sé que actúa para bien, pero si sabes algo que pueda servirle a la policía, será mejor que no tardes en venir a nosotros.

El bronceado chico asintió, intimidado.

Una vez que el oficial se perdió de vista, Jeff marcó el número de Theo y Nick para acordar una reunión urgente.

El nuevo video era similar a los anteriores: proveniente de un número desconocido. Tanto Theo como Nick y Jeff lo recibieron a las 5:18. Jeff intentó marcar a ese número y una voz robótica decía que esa línea no existía.

El video duraba veinte segundos: lo suficiente para ver el cuerpo desnudo de Lexie y una sonrisa triste que pronto fue opacada por un miembro que invadió su boca sin piedad.

Nick estaba rabioso. Le bastó dos segundos del video para reconocer la cabellera púrpura de Lexie y sentir una pesadez en el estómago.

Por comentarios en mesas a los lados, muchos en Shack's también habían recibido el mismo video.

En un desesperado intento por que todo terminara, Nick tomó el celular del chico más cercano y lo aventó por la ventana.

—¡¿Estás loco?! —gritó la víctima antes de correr tras su aparato.

—¿Razer recibió el video también? —Preguntó Nick entre dientes.

—No lo sé. No tenía su celular con él —respondió Jeff. Evitaba a toda costa ver los furiosos ojos color avellana de Nick—. No pudo ser él quien mandó el video. Estuve con él todo el tiempo.

Nick no tardó en dirigirle una mirada iracunda.

—Camarón. —Sintió explotar—. ¿Estás completa y absolutamente seguro de lo que viste?

—Sí. —Temió, pero se aventuró a volver a contar la historia—. Llegué a tu casa y Razer iba saliendo. No me dirigió la mirada y cuando quise ver si tú estabas, solo encontré a Lexie sobre su cama. Tenía la ropa sucia y se veía golpeada.

Jeff cerró los ojos con pesar. No podía creer lo que estaba escuchando de la boca de Theo.

—Ayer lo vi entrar a la habitación de Lexie por la ventana. Subió en el techo del auto de Chris y así se impulsó —continuó Theo—. No sé a qué hora salió.

Nick golpeó la mesa con su puño.

—¡Lo tratamos como a un maldito hermano!

—Nick, cálmate. No estamos seguros que haya sido él —terció Jeff—. Ni siquiera tenía su celular cerca cuando esto llegó.

—¡¿Quién más podría ser?! —Nick alzó su voz—. ¡Es un maldito depravado que se mete a mi casa por las noches! Pero ya nunca más lo volverá a hacer.

Furioso, aventó su silla, sin importar que golpeara a una mujer de la mesa de atrás. Salió del restaurante sin dar explicación alguna.

...

Razer volvió a poner su celular contra su oreja. Para su fortuna, esta vez, Lexie contestó.

—¿Hola?

—¿Estás bien? —escupió él.

Ella suspiró.

—Sí.

Quedaron de verse en la cochera de los Mayfair. Ella llevaba unos vaqueros ajustados y una blusa ligera. Algo contrastante en su estilo de los últimos días, de ropa holgada y una innecesaria sudadera.

En cuanto Razer la vio, temió lo peor.

No podía negar que esa sombra de ojos le favorecía, y ese labial rosado lo invitaba a estrecharla, pero sabía que eso no era por él.

—Lexie —dijo suplicante.

—Ya viste lo que hace Nard. Ya viste que tiene ojos por toda la ciudad. Mi teléfono no ha parado de sonar con mensajes de todos mis conocidos diciéndome que soy una zorra. —Su voz era firme y estaba destrozada—. No sabes la cantidad de insultos y cosas horribles que juran que me harían si me tuvieran enfrente.

—No... no entiendo. ¿Qué pasa?

—Lalo... enviaron siete videos de mí. ¡Nard los envió! —explotó en ira.

Razer sintió un balde de agua helada, pues recordó aquellos momentos cuando estuvo cerca de alguna figura de autoridad. Inevitablemente, pensó que había sido su culpa.

—Ya no me importa que digan esas cosas —mintió Lexie al borde de las lágrimas—. Por favor, aléjate de mí —susurró.

—No, Lexie. No lo haré nunca —Razer la tomó por los hombros.

—Todo se ha complicado desde que supiste todo esto. Solo quiero sobrevivir el resto del verano y entonces no volveré.

—No vayas —susurró él mientras la apresaba en un abrazo—. Por favor, no vayas.

—No es como si tuviera opción. Es para sobrevivir y mantenerlos vivos. —Se permitió acurrucarse en el hombro de Razer y apreciar su calor—. A Nick, a papá... A Theo, Jeff y a ti. —Sintió su espalda marcada por encima de la sudadera—. Él prometió que al final del verano me dejaría ir.

A pesar del nudo en su garganta, Razer compuso su voz para proseguir:

—D-Debe haber otra opción.

Lexie no soportó más. Se alejó de él y lo vio a los ojos. Brotaban lágrimas silenciosas por sus mejillas.

—Hace mucho dejé de pensar que tenía otra opción. Por favor, aléjate de mí.

Lexie comenzó una caminata a solas en la que repasó lo más bonito de aquella noche para recordar mientras estuvieran masacrando su cuerpo.

Esas veces que le hacían decir cosas que no quería, pensaba en las estrellas, y en cuán brillantes eran. La más brillante concedería su deseo de libertad. Siempre que la veía, lo pedía con todas sus fuerzas, pero debía estarle pidiendo el deseo a la estrella equivocada.

Cada vez que alguien la tocaba a la fuerza, pensaba en el mar y cómo se movía rítmico a la luz de la luna. Trataba de pensar que solo eran las olas, que la tocaban en todas direcciones, sin tacto ni gentileza.

Cuando la besaban a la fuerza, ella pensaba en la lluvia, que caía sobre ella sin que lo pidiera, y recordaba con cada gota que estaba viva.

Sin embargo, cuando desgarraban sus partes íntimas, solo podía pensar en las malas decisiones que la habían llevado hasta ese punto. Y no podía evitar sino culparse.

Faltaba solo una cuadra para llegar a aquella maloliente casa abandonada cuando el sentimiento de persecución se hizo más evidente.

Era costumbre que Nard mandara a alguien por ella, sin embargo, esa vez se sentía diferente. Al voltear sobre su hombro, Lexie dio un respingo al notar que aquella sombra se acercaba a ella. En ese momento, no temió de alguien que le quisiera hacer daño. Temió por el chico pelirrojo que se acercaba a ella a gran velocidad.

—Razer, por favor. Vete de aquí antes de que te vean. Por favor —suplicó Lexie en susurro, con rapidez.

Razer la intentó tomar de la cintura, pero la chica forcejeó para apartarse de él.

—No me iré sin ti. No puedes permitir que te siga haciendo esto —susurró Razer de igual manera.

—Lalo. Por favor. —Su cara reflejó verdadero temor.

—Pensé que nunca vendrías. —dijo Nard, interrumpiendo el forcejeo—. Adentro, perra. —Señaló la casa con su cabeza.

Lexie aventó de último a Razer, aunque solo se colocó a un lado de Nard.

—¡No le hables así! —gritó Razer.

—¿Por qué? —Nard dibujó una asquerosa sonrisa—. ¿Te gusta? ¿Eh? ¿Es eso? —Tomó el rostro de Lexie con fuerza y la mostró a Razer—. ¿Le contaste algo a este idiota? ¿¡Eh?!

—¡Déjala! —Razer gritó antes de abalanzarse sobre Nard.

Antes de que pudiera tocarlo, Nard tomó una pistola del resorte de sus vaqueros y le apuntó a su hermano con ella.

—Con que sabe algo.... —Nard sonrió de forma retorcida.

—¡No! Razer no sabe nada —gritó Lexie de inmediato—. No sabe absolutamente nada. —Ella susurró al oído de Nard, pendiente del arma—. Solo me siguió. Pero te juro que no sabe nada —recalcó lo suficientemente alto para que Razer entendiera la indirecta—. Voy a ir adentro y te estaré esperando.

Finalmente, el chico de tatuajes bajó el arma. Entonces, Lexie cumplió su promesa de esperarlo dentro.

—Largo —dijo Nard, autoritario.

—¿A tu propio hermano?

Nard soltó una risa irónica antes de lanzar un gancho directo a la nariz de Razer. Este tardó unos segundos pero respondió de la misma forma.

Empezaron de inmediato un combate reñido hasta que pronto, Razer se vio sometido por un chico más corpulento que él. Entonces, no pudo sino recibir golpes de tres sujetos hasta quedar inconsciente.

...

Un pútrido olor le hizo recobrar el conocimiento. Razer trató de hilar sus últimos recuerdos con el paraje donde se encontraba: veía césped seco y una pila de basura que nadaba en un charco maloliente que servía de tumba acuática a una decena de ratas.

Se puso de pie a pesar del terrible dolor de cabeza y costillas. No tenía nada en sus bolsillos.

Notó, además, que tenía la mitad de una botella rota encajada en su pierna izquierda.

En seguida recordó por qué estaba allí. Al encontrar en un mapa mental su ubicación, solo tuvo que cojear una cuadra para encontrar la casa abandonada donde solía ver por las rendijas.

Como un viejo hábito, él se escabulló alrededor de la casa para finalmente encontrar a Lexie en el suelo.

La chica estaba desnuda, abandonada en un rincón, como si hubiera sido una muñeca de trapo vieja. Le llenó de impotencia verla entre cigarrillos apagados, cerveza y polvo blanco dispersos por el suelo. Su maquillaje estaba deshecho, ella tenía un camino de lágrimas y rímel por sus mejillas, sus ojos estaban desorbitados y su boca entreabierta.

Sus piernas estaban cubiertas de manchas moradas así como sus brazos.

Pensó en cruzar la ventana y llevársela, pero su sola respiración agitada le producía un malestar general. Apenas podía cargar con su propio peso.

Se dejó caer, impotente a la pared de la casa donde se presumía, se estaba llevando a cabo una fiesta.

Mientras unas chicas gritaban de dolor, otras imploraban perdón y otras más simplemente gemían por compromiso, los hombres invitados parecían pasarla de fábula.

Razer no cupo dentro de sí. ¿Cómo era todo eso posible?

Solo necesitaba un teléfono. Solo eso. Y llamaría a Jacobs de inmediato. Y todo acabaría. Intentó moverse, pero el dolor fue tal que no pudo sino apretar su pierna con su mano. Comenzó a sangrar.

Decidió tomarse un tiempo entre las sombras de una jardinera de la casa vecina para que pasara el dolor.

Mientras esperaba, vio como un par de personas salían de la casa así como el cielo se teñía de dorado. Entre esas personas, estaba Nard. Cómo deseaba tener un arma para dispararle desde su escondite y ver su cabeza rebotar en el asfalto.

Esperó un poco más y vio chicas salir sin querer decir ni siquiera un adiós.

Después de que el cielo se tiñó por completo de un azul amable, Lexie salió de la casa con una enorme chaqueta sobre sus pequeños hombros hasta sus muslos y debajo, su pantalón.

Razer se armó de valor y se tragó su dolor para seguirla de cerca.

Ella miró sobre su hombro, y a lo lejos, lo vio seguirla.

Cuando llegaron a casa de los Mayfair, Razer impulsó a Lexie para alcanzar el alféizar, y después, entrar tras ella. Cuando él cerró la venta con seguro, se volvió para mirarla.

La razón por la que llevaba esa chaqueta, era porque sus pantalones habían sido desgarrados por la parte de la cintura y su blusa ya no existía.

Ella se metió en su cama y le pidió con la mirada que la acompañara. Necesitaba saber que a pesar de sentirse asquerosa, alguien aún podría abrazarla.

Entonces, Razer pudo ver más de cerca esos golpes, esa mirada ligeramente perdida y ese grito desesperado de ayuda.

—Quiero matar a ese imbécil —dijo Lexie en un susurro.

—Hagámoslo —dijo él sin dudarlo. 


★★★★★

Si estás pasando por una situación de violencia de género o te sientes insegura alrededor de algún familiar o amigo, recuerda que no tienes por qué sentirte sola.

Llama a alguna de estas líneas de apoyo:

Locatel (24/7): 55 5658 1111

Fundación Origen (8 a 22 hrs, 365 días): 800 015 1617

Atención Psicológica UNAM (9 a 5): 55 5025 0855

Atención psicológica UAM (9 a 5): 55 5804 6444

Apoyo e Intervención en Crisis (Casos urgentes): 01 800 227 4747

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top