II. La Familia Rota


Los pies de ambos chicos estaban sepultados en la arena. El sol de medio día acariciaba sus rostros y el agua fría les hacía recordar que estaban vivos.

Jeff contempló el horizonte, mientras Razer se enfocó en las bañistas a la orilla del mar a través de sus lentes de sol.

—¿Entonces qué pasó? —preguntó Jeff.

Se había limitado a escuchar cómo Lexie había golpeado a Razer. Cómo él se había emborrachado a propósito, y había fijado como objetivo a Carrie, la mejor amiga de Lexie.

Horas más tarde de aquel incidente, Lexie salió de su habitación con dirección al baño, pero justo antes de entrar, escuchó particulares sonidos provenientes de la habitación de Nick. Al abrir la puerta, no encontró más que la fría mirada de Razer mientras mantenía a Carrie contra la pared. Sus pechos rebotaban libremente mientras Razer insistía en un ritmo acelerado.

—Cierra la... la pue... puerta, tonta —gimió Carrie.

Jeff se quedó callado ante el relato. Volteó a ver a Razer, quien no despegaba su mirada de las chicas que ahora tomaban el sol.

—¿Y? —preguntó Jeff al fin.

—Es su mejor amiga —susurró.

—¿...Y? Ya te has metido con Julia. ¿Una más? —Se encogió de hombros.

—Incluso ella sabe que esa vez fue un error —dijo en un tono robótico.

—¿Y esta vez?

—Fue un error más grande. —Tomó su cabeza entre sus manos—. ¿Por qué me golpeó? ¿Por qué me odia?

—¿Eres fácil de odiar? —Soltó de inmediato—. ¿Días de chicas?

—Ella nunca te ha golpeado. ¡Ni siquiera al Camarón! ¡Y la mayor parte del tiempo incluso yo quiero hacerlo! El problema es claramente conmigo.

—Huh...

Contemplaron un momento el oleaje en silencio. Incluso Jeff comenzó un pequeño castillo en la arena. Una vez que terminó la segunda torre, chasqueó la lengua.

—¿Hace cuanto te gusta?

—¿Eh? —preguntó Razer, con la guardia baja.

—¿Nick lo sabe? ¿Theo?

—¡Claro que no! Lexie es mi amiga-hombre. Es decir, ella es como otro chico. Competimos por todo, todo el tiempo. Le gusta nadar y patinar. ¡Incluso nos gusta acampar juntos! ¡Ella no es una chica-chica!

—¿Entonces... hace unos años?

—¡Yo nunca la vería de esa forma! ¡Nick me mataría! Los conozco a ambos desde niños.

—O sea que no puede saberlo.

—¡¿Me estás escuchando?!

—Claro... En fin... Si tú no la ves de esa forma. ¿No te importa que salga con Lexie, no? No a todas las chicas les gusta nadar, patinar y acampar... Tenemos muchas cosas en común.

—Idiota. —Tomó su entrecejo con sus pulgares.

—Es una linda chica. Se nota que la pasan muy bien. ¿Por qué no hablas con ella?

—¿Y qué le digo? Perdón por meterme con tu mejor amiga... de nuevo. Claro.

—¡Jeff! ¡Razer!

Ambos voltearon sobre sus hombros para observar a Nick que los saludaba desde la acera. En un puesto de hot dogs, Lexie esperaba a su hermano, comiendo papas fritas a pequeños bocados. Sin hacerlos esperar, Jeff y Razer se les unieron.

Lexie ni siquiera pudo aguantar la presencia del pelirrojo, pues, en cuanto lo vio, saltó de su asiento, sin importarle que su plato no hubiera estado limpio. Esto hizo que la sangre del chico hirviera y dejara su pedido sin completar. Corrió para encarar a Lexie.

—¿Puedes decirme qué diablos te pasa? ¡Has estado evitándome desde que volvimos del viaje! ¿Es porque no te llevamos? ¡Nos dijiste claramente que no querías ir!

—No tengo nada que decirte.

Lexie decidió dar la vuelta e ir en la dirección contraria, pero Razer se le adelantó y la tomó por los hombros.

—Hemos sido amigos suficiente tiempo como para que solo me des la espalda y te vayas. ¿Qué diablos te ocurre?

—¡Déjame en paz, Lalo!

Una vez más, ella quiso escabullirse, pero un pequeño grupo de personas se había reunido a raíz del volumen de voz que ella había usado. Razer la tomó de la muñeca, tirando de ella. Lexie, por inercia, soltó un rodillazo, esta vez dirigido al estómago del chico, haciéndolo retorcerse.

La pequeña multitud soltó un aullido de empatía, mientras Nick se dedicó a comer las papas fritas que su hermana había abandonado.

Una vez que los espectadores se dispersaron y Razer había recobrado el aliento, se sentó a la barra del puesto de comida, al lado de sus amigos, que ni siquiera pensaron en intervenir.

—Esto es una pérdida de tiempo. —Aferró su brazo a su estómago, temiendo otros futuros ataques—. Tengo mis propios problemas.

—Deberías intentar vivir con ella. Está histérica. Nick, baja la tapa. Nick, recoge tus platos. Nick, no dejes tus orillas de pan sobre la laptop —imitó en un tono chillón.

—Creo que el problema no es ella —musitó Jeff con repulsión.

—No me importa el tiempo que llevo de conocerla. Si eso es lo que quiere, bien por mí. Nard está siendo un dolor en el trasero.

Algo en el interior de Nick se interesó cuando recordó que Lexie, el día anterior, le había mencionado algo acerca de Nard y robos por problemas de drogas.

—¿Qué pasa con Nard? —preguntó Nick con la boca llena.

—Olvídalo. No es nada. —Suspiró—. Creo... que debo irme.

Razer caminó por la acera, con su tabla de surf bajo el brazo. No tenía prisa alguna por llegar a su hogar, pero el camino se tuvo que terminar. Vio la fachada de su casa con nostalgia: un alegre anaranjado con detalles blancos ahora estaba desgastada a falta de pintura.

Se alegraba que ninguno de sus amigos vieran su hogar por dentro; no era ni la sombra de lo que fue cuando su madre vivía. Lo que había dejado tras su muerte, además de un hueco inmenso en el corazón de su hijo menor, había sido tres holgazanes que simplemente se dejaron llevar por la vida fácil.

Con un esfuerzo sobrehumano, Razer logró terminar la preparatoria, con ayuda e insistencia de Christopher, quien se negó a dejarlo caer en vicios, como a su hermano mayor, Bernard. Además, le brindó un trabajo de medio tiempo donde pudo ganar sus primeros dólares limpiando mesas y lavando trastos.

Mientras que su padre, Randall, apenas trabajaba unas pocas horas en un call center. Ganaba un par de dólares para fomentar su vicio de alcoholizarse con el más barato de los licores. Se perdía frente al televisor, llorando la ausencia de Maia, su difunta esposa, a quien vio irse entre sus manos.

Hacía un par de semanas, Razer era feliz. Bromeaba a cada segundo con sus amigos en el viaje de graduación que tanto había esperado. Cada vez que recordaba su miserable fortuna, reprimía esa vocecilla que le decía que era inferior a los demás. Se repetía que era un buen tipo, guapo, fuerte. Se repetía que muy pronto podría hablar con Lexie para ofrecerle algo más que el lavavajillas del café de su padre.

Pero todo eso se desvaneció en cuanto respiró el pútrido olor del vicio de su padre. Subió a la única habitación aseada de la casa y se rindió en su cama. Un deseo impotente de correr a abrazar a su madre lo inundó. Y de haber sabido dónde estaba sepultada, hubiera ido a hablar con ella.


★★★★★

Si estás pasando por una situación de violencia de género o te sientes insegura alrededor de algún familiar o amigo, recuerda que no tienes por qué sentirte sola.

Llama a alguna de estas líneas de apoyo:

Locatel (24/7): 55 5658 1111

Fundación Origen (8 a 22 hrs, 365 días): 800 015 1617

Atención Psicológica UNAM (9 a 5): 55 5025 0855

Atención psicológica UAM (9 a 5): 55 5804 6444

Apoyo e Intervención en Crisis (Casos urgentes): 01 800 227 4747 

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top