I. Bienvenido a Velvet Valley
Nick condujo el convertible de su padre a una velocidad superior a la que le había sido permitido. La luz solar que caía sobre sus lentes de sol y la brisa de la costa lo hacían sentirse poderoso. Sonrió confiado y pisó aún más el acelerador.
En el asiento del copiloto, Razer tenía sus pensamientos sumergidos en la lista de reproducción que eligió para el camino. En el asiento trasero, Jeff veía aburrido las olas del mar mientras Theo mandaba mensajes a su novia al otro lado de la ciudad, que le avisaban que ya estaban de regreso. Pero antes de verla, pasarían a comer algo en Melted Shell's.
Al aproximarse a la ciudad, Nick no tuvo más opción que bajar la velocidad.
—Regresamos al asfixiante calor de California —recitó Jeff, aburrido.
—Yo le veo sus ventajas... —insinuó Razer al posar su vista en un par de chicas en bikini.
—Claro que sí —lo apoyó Nick, ofreciendo su puño.
El convertible rojo llegó al estacionamiento de una cafetería local cerca de la costa, cuyo letrero recitaba Melted Shell's en letras verdes.
Una mujer robusta sonrió desde el interior y se dirigió a ellos. Sin embargo, una chica de cabellos teñidos de morado se le adelantó. Con mala cara, se enfrentó al conductor. Los cuatro pasajeros pensaron que sería una broma, pues estaban realmente contentos de verla. No obstante, su voz les hizo desear que siguieran en la carretera.
—¡Debieron haber llegado hace horas! —bramó la delgada chica.
—No nos ves hace tres semanas, ¿y así es como nos recibes? —Se burló Razer.
Ella se limitó a girar los ojos y caminar hacia Nick, su hermano menor. Le arrancó las llaves de las manos y encendió el motor.
—¡Espera! ¡Lexie! ¡Nuestro equipaje! —gritó Theo en un intento vano por detenerla.
Ella ya había pisado el acelerador.
—Bien... ¿quién tiene hambre? —preguntó Razer.
Estiró sus brazos al cielo y acomodó su cabello rojizo.
—Dejé mi teléfono dentro —se lamentó Theo con un hilo de voz.
—¿Y? ¿Ellen se morirá si no contestas sus mensajes cada dos minutos? —se burló Jeff, caminando hacia el café.
—Claro que no... —mintió.
Ellen no estuvo de acuerdo con aquel viaje de carretera de casi un mes que los chicos organizaron. Estuvo un poco más aliviada cuando se enteró que Lexie no los acompañaría esa vez, pero nada le aseguraba que Theo no se fijaría en alguien más.
A pesar de su ligero sobrepeso y los anteojos gruesos, Theo era para Ellen, el chico más guapo de toda California. Cualquiera se lo podría quitar en un segundo.
Aunque la verdad era que Theo siempre se consideró el que menos encajaba en su grupo de amigos. Después de todo, él era el más bajo, tenía el cuerpo menos atlético y se burlaban de su piel pálida que evidenciaba una playera de manga corta cada vez que los acompañaba a surfear. Así que Theo intentaba parecer lo menos débil posible ante ellos. Sobre todo, cuando Lexie no estaba cerca para interceder por él.
Por otro lado, a pesar de constantemente comer comida chatarra, Jeff conservaba un lánguido porte de piel súmamente bronceada que hacía resaltar aún más a Theo.
La mujer de cuerpo robusto por fin pudo salir y saludar a los viajeros como esperaban.
—¡Mis chicos favoritos! —bramó ella al repartir un asfixiante abrazo a cada uno—. ¡Los extrañé tanto! ...Este lugar se ve desierto cuando no están —susurró.
—Lila no paraba de hablar de ustedes —Christopher, el padre de Nick y Lexie apareció detrás de ella para recibirlos de igual manera—. ¿Cómo estuvo el viaje?
El hombre de cabellos caoba y voz aguardentosa los dirigió a una mesa cerca de la barra, donde él les preparó bebidas, mientras Lila se aventuró a la cocina por alimentos.
—¡Genial! Justo ayer aún estábamos esquiando. ¡Nos deslizamos tan rápido que Theo no pudo grabar más de tres segundos! —exclamó Nick, haciendo pantomima de una pendiente en declive.
—Estuvimos cerca de siete horas intentando tener videos perfectos, pero el Camarón no sabe usar un celular —añadió Razer, dirigiendo el reclamo a Theo.
—¡No es mi culpa que hayas comprado el celular más barato que encontraste! —gritó en su defensa.
—¿Tanto tiempo en la nieve? Debieron congelarse... —Christopher analizó la situación.
—Nah, la hierba nos mantuvo cubiertos —soltó Jeff, naturalmente.
—¿La qué?
—¿Cómo está Hannah, pa? —preguntó Nick de inmediato, atrayendo de vuelta su atención.
Lo hizo sonreír. Repartió un par de sodas al centro de la mesa.
—Está muy emocionada de verte. No puede creer que tú también te vayas a la universidad en unos meses. —La voz de Christopher se quebró un poco al pensar en la situación.
—Sí, claro. Yo también los extrañaré. —Sonrió Nick para su soda, mintiendo descaradamente.
—Debo... hablar con Lila.
Christopher mintió para apresurar y que ninguno viera la pequeña lágrima que lo traicionaba.
—Es cierto... —pensó Razer en voz alta—. Ustedes se irán...
—Uh, Razer... yo ya estuve un año en la universidad. —Theo agitó su mano frente a su amigo.
—Sí... pero ellos dos son los que entrenan conmigo y participan en las competencias de surf... ¡Son como mis hermanos!
Theo lo vio por un momento, intentando hacer notar, con su entrecejo fruncido, el error que había cometido en esa declaración. Nada.
—Lo que sea. —Suspiró el rechoncho.
—¿Saben lo que se me ocurre? Deberíamos hacer una fiesta —propuso Jeff.
—Claro. Nuestra despedida de este lugar —anunció Nick.
—¿Por qué no? —Razer ahogó esas ideas que le dictaban que no podría seguir surfeando día y noche para siempre.
—Mi papá y Hannah se irán de viaje la próxima semana. —Nick bajó la voz, cerciorándose de que nadie lo escuchara—. Es su aniversario o algo.
—Entonces... tendremos la casa sola. —Analizó Razer con una sonrisa—. Oh... ¿Qué hay de Lexie?
—No dirá nada. Seguro también querrá venir. Y puede invitar amigas... ¿eh, Razer?
—¿Julia? —Sonrió Jeff.
—Cállate. Sólo fue una vez.
El rostro ligeramente bronceado de Razer se tornó rojo, mimetizándose con su cabello.
—Esta vez intenta verlas bien antes de tomar de más. —Rió Theo.
...
Un taxi estaba estacionado frente a la casa de los Mayfair con un conductor que intentaba poner la dirección en su teléfono.
Christopher cargó la cajuela del vehículo con la última maleta para cerrarla.
—Los quiero tanto, mis niños. —Hannah, una mujer madura de cabello negro abrazó a Nick con una mano mientras tenía a Lexie en la otra.
Los estrechó en sus brazos por unos minutos que fueron eternos para ellos. Aún así, no se quejaron, pues sabían que ella, a pesar de ser su madrastra, los amaba como hijos propios. Fue por eso que ellos devolvieron el cálido abrazo con fervor.
—Tengan un buen viaje —Lexie susurró al oído de Hannah.
—¿Estarán bien? —preguntó Christopher al besar la frente de su hija.
—Claro, pa. No hay de qué preocuparse —dijo Nick.
—Cuento con ustedes. Saben el número de Lila. —El padre capturó a Nick del cuello y lo acercó para un breve abrazo—. ¡Lila me informará de todo! ¡Nada de drogas! —Subió al auto color amarillo que en seguida comenzó el camino.
Los chicos Mayfair se quedaron en la calle hasta que la cabina se perdió a lo lejos.
—¿Por qué habrá dicho lo de las drogas? —susurró Nick.
—¿No es obvio? Por Nard. —Señaló la casa frente a la suya.
—¿El hermano de Razer? —Nick la volteó a ver, perdido—. ¿Qué tiene que ver?
—¡Es un drogadicto! ¿No has oído los rumores? Consume cocaína —susurró con gesto temeroso—. Incluso se dice que le roba dinero a su padre. También... —Mordió su lengua. Su respiración se había agitado.
—¿Razer sabe esto?
—Te juro, Nick, que a veces no puedo creer lo egoísta que eres. ¿Alguna vez has intentado hablar con Razer de otra cosa que no sea surf? —El nivel de su voz había incrementado. Con pasos furiosos, volvió a casa.
Poco después, Nick tenía a Razer de invitado en su habitación. Aunque había hecho caso a su hermana, dudó si ese momento era el adecuado para hablar de las adicciones de Nard, pues el video de Las Caídas del Surfeo más Graciosas en realidad hacía justicia a su nombre.
—¿Estará Lexie en la fiesta? —preguntó Razer de repente.
—No lo sé. Ha estado rara, últimamente.
—¿Bromeas? Antes todo era una competencia con ella. Era divertido estar con ella... Ahora sólo se va de la habitación. —Suspiró, casi nostálgico.
—¿Crees que esté molesta porque no fue con nosotros al viaje?
—Nah. Ella dijo desde un inicio que no quería estar atrapada con nosotros en un auto por semanas.
—Ya sabes cómo son las chicas... —Nick se encogió de hombros—. Siempre dicen lo contrario... Prometió que no le diría nada a Chris acerca de la fiesta, pero no quiere estar en ella.
Razer meditó un par de segundos.
—La haré bajar para que así no diga nada.
—Lo que sea. Yo seré de Mel esta noche. —Ensanchó una sonrisa de oreja a oreja.
No pasó mucho tiempo antes de que el timbre de la puerta se escuchara. Antes de salir de la habitación, Nick se cercioró que su cabello ondulado color caoba estuviera solo ligeramente alborotado, y su camisa estuviera descuidadamente abierta hasta el tercer botón. Entonces bajó las escaleras de dos en dos.
Mientras tanto, Razer tocó a la puerta color azul celeste.
—¿Lexie? —Asomó su cabeza para encontrar a la chica tirada en su cama, con un ligero pantalón de noche y una playera entallada.
—No te dije que pudieras pasar. —Lo vio con rabia.
El reflejo del brillo de su laptop hacía que sus rizos morados tuvieran un tinte azul.
—¿Está todo bien?
—No. Ya puedes irte.
—Lex, hay una fiesta abajo. Deberías estar con nosotros.
—¡Dije que no, Razer! ¡Sólo vete!
Decidido, y tomando la negativa como broma, él caminó hasta la cama de Lexie, de donde la cargó en sus brazos.
—¡Hey! ¡¿Qué crees que haces?! ¡Razer!
—Solo te llevo abajo —replicó con aire calmado, siguiendo la broma.
Las protestas de Lexie hicieron que su cuerpo se retorciera en los firmes brazos del chico, lo que provocó que sus manos cambiaran de lugar. En cuanto ella sintió que la mano de Razer tocó por accidente su glúteo, ella reaccionó con un puñetazo directo a su nariz.
Inmediatamente, él la dejó caer, donde ella quedó quieta unos segundos.
—¡Te dije que no, Lalo!
Razer la vio con rabia mientras cubría su nariz. Odiaba su nombre real y ahora la odiaba a ella desde que habían vuelto del viaje. Reprimió una seña obscena con su mano y se limitó a salir de la habitación.
A medio camino en las escaleras, Razer y Theo se encontraron de frente.
—¿Qué pasa? —preguntó Theo al notar en Razer su nariz lastimada—. ¿Está todo bien? ¿Lexie está allá arriba?
—Lexie se puede ir al carajo —escupió con desprecio, mientras seguía su camino.
★★★★★
Si estás pasando por una situación de violencia de género o te sientes insegura alrededor de algún familiar o amigo, recuerda que no tienes por qué sentirte sola.
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