🃏Capitulo I.🎭
RĘTANDØ AL DĘSTINO.
Una maldita sirena suena en mi oído provocando que me sobresalte y me caiga de la cama. Coloco una mano en mi cabeza haciendo una mueca de dolor.
Al oír que la cosa esa sigue
sonando, abro los ojos y miro molesta a la persona culpable de que me haya despertado así. Al
menos esta vez no era un megáfono.
-¡¿Cuál es tu problema?! -le grito a mi molestoso hermano.
-Mi problema es que tienes que estar en clase en una horas y media - me dice elevando las
cejas-. Te recuerdo que siempre tardas dos horas en estar lista. Así que te estoy haciendo un
favor.
-¿Un favor? -repito arqueando una ceja-. ¿Acaso me perdí la parte en donde realmente
sabes quién soy?
-Eres una egocéntrica y malcriada adolescente que se demora una vida en elegir unos
benditos calcetines. Eso sin incluir que eres una pésima estudiante, anoche no hiciste tu tarea-me responde, encogiéndose de hombros.
-¡No lo soy! -exclamo, indignada.
-Lo dice la chica que ha escondido mi ropa. La misma que me es trasnocha con sus cantos de mala muerte -Da un paso hacia mí, acercándose más.
«¿Escondido? Entonces aún no sabe que la he tirado a la basura»
-.Vamos, ¿dónde está mi ropa?
Me hago la desentendida y finjo no saber a qué se refiere.
-¡Y yo qué sé! No he tocado tu ropa -miento poniéndome de pies. Me levanto con una mano
en la frente nada más, así que asumo que he parecido muy creíble. Camino hasta el ventanal
de mi habitación y corro levemente la cortina aun cubiertas de lodo. Aún es de noche.
-¿Qué hora se supone que es? -le pregunto sin dejar de mirar por el ventanal.
-Las cinco y media -contesta calmado.
-¡¿De la mañana?! -digo atónita.
-No, de la tarde -me responde sarcástico. Me quedo mirándolo furiosa. Y una vez más debo
aguantarme a este enfermo psicópata que me despierta a las cinco y media de la mañana.
Jamás debí haberme dormido a la dos de la madrugada, ahora me dormiré durante toda la
clase y como si eso fuera poco hoy tengo un examen, y ni me acordaba de estudiar.
-No pienso ir al instituto -le digo entrecerrando los ojos-. Gracias a ti, ahora estoy de mal
humor.
-¿No piensas ir al instituto? ¿Acaso aun piensas que eres una niña?, sabe Mayte aparte de
ser tan chillona también eres muy inmadura.
¡Ahora soy inmadura!
-¿Me estás llamando inmadura a mí? ¡Tú eres el estúpido que me ha despertado con la maldita sirena de su móvil!
-Pues este estúpido es el que está a cargo de esta casa, así que cuida el tono, niña -me
responde elevando ambas cejas y sonriendo con diversión.
-No creas que porque eres el mayor estas a cargo. -Entrecierro los ojos, molesta-. ¿O acaso te has dado un golpe en la cabeza y lo has olvidado?
-Nuestros padres dijeron que yo era el responsable porque soy el que tiene la mayoría de
edad. -Su diversión sigue intacta-. ¿O acaso te has dado un golpe en la cabeza y.. -da un
paso más, acercándose a mí- lo has olvidado? -Me imita arqueando una de sus cejas.Argh,
quisiera borrarle esa sonrisa.
-No sabes cuánto te odio gorila civilizado.
Él solo se ríe una última vez y se va de mi habitación. Tras darme una ducha, secarme el cabello, cepillarme los dientes y vestirme, estoy lista para comenzar mi día -aunque para comenzarlo falte una hora-. Es lunes y me he levantado con el pie izquierdo... Bueno, en realidad no me he levantado con ningún pie, pues me caí de la cama. Pero es casi lo mismo.
El tiempo de sobra lo aproveche al máximo para imprimir todos los folletos, era mejor a que
volver a enviarle otra cosa por accidente a Gregory, a la cuál luego me vaya a arrepentir.
Mientras voy bajando las escaleras con la mochila, el móvil comienza a sonarme en la mano, y respondo como un rayo al ver quién está llamándome.
-Hoy es tu día -Chilla emocionada.
-¿Mi día?
«¿La mestrua?»
-Si querida, Darren se ofreció a ayudarnos a repartir los folletos
Una sonrisa se forma en mis labios. Esa es una maravillosa noticia.
-Me acabas de dar la mejor noticia del mundo -respondo sonriendo.
Janina es mi mejor amiga y cómplice desde que estábamos en el jardín de niños. Desde que
supo que me gustaba su medio hermano no ha parado de ayudarme, y desgraciadamente no he sabido aprovechar su ayuda, ya que siempre terminaba estropeando todo.
-Esta vez veras que si lo lograras. Tengo planeado algo que seguramente te encantara.
Cuando termino de bajar las escaleras, mi fastidioso hermano está recostado en la pared
jugando con las llaves de su auto.
-Sabes muy bien que adoro todos tus planes, yo soy quien los arruina y espero no volver
hacer el ridículo, ya sabes cómo me pongo cada vez que estoy cerca de él- Sebastián
comienza a hacerme unas señas extrañas con las manos.
-. Espera un minuto. -Cubro el micrófono del móvil con la palma de la mano-. ¿Qué mierda quieres?
-No me hables con ese tono, señorita. Soy tu hermano mayor. Exijo respeto. -Giro los ojos-Vámonos.
-¿Adónde?
-A una fiesta con Justin Bieber y después a un crucero a las Bahamas -responde sarcástico-. Al instituto, preguntona.
Frunzo el ceño. Lo que faltaba.
-Hablamos en el insti, ¿sí? Debo colgar. -Cuelgo sin esperar su respuesta-. ¿Cómo que vas
a llevarme tú?, no se supone que tienes que ir al súper mercado.
Mi hermano camina hasta quedar frente a mí. Sus ojos marrones muy semejantes a los de mamá parecen disfrutar viendo mi rostro enojado y confundido en este momento.
-Prefiero atormentarte a que ir de compras-suelta, y mi ceño fruncido va desapareciendo
lentamente-. Acepto que quieras que mamá se entere de que Hender me menciono algo
acerca de que una chica lo observo anoche estar semidesnudo por el ventanal. Aparte saliste en plena media noche en pijama a la calle sin autorización, jovencita.
Siento como si mi sangre comenzara a arder dentro de mí. Aprieto los puños con tanta fuerza que temo romper el móvil entre mis manos. La sonrisa de superioridad que tiene Sebastián en el rostro solo hace que mi enojo y mis ganas de asesinarlo lentamente aumenten mucho.
Había olvidado lo cercano que es del imbécil de Hender.
-No entiendo lo que estás diciendo -digo para calmarme a mí misma-Está bien admito lo
segundo, pero solo fui a buscar mis cortinas, solo eso.
-oh, claro. Y tú no tiraste mi ropa a la basura... -replica pensativo, y hace una pausa-. Ah, ya espera. Sí lo hiciste. -Entrecierra los ojos.
-No he tirado tu ropa a la basura.
-¿Me estás diciendo mentiroso? -pregunta colocando una mano sobre su pecho fingiendo
estar ofendido-. Venganza se paga con más venganza. Tú tiraste mi ropa a la basura; así que camina recto que aún me la debes. -Sonríe de lado-. ¿Acaso creíste que desperdiciaría, así
como así esa magnífica información?
-Saldrás corriendo en cuanto ponga mi pie en tu trasero.
-¡Oh, vamos, Mayte! -exclama riendo-. Es hora de que madures.
-Tan solo mira quien habla -digo entre dientes. Me guiña un ojo y agita las llaves.
-Vamos al instituto -dice mientras se aleja de mí-, Mayte- pronuncia, y ruedo los ojos.
Camino lentamente pensando que mis padres están muy locos para dejar a cargo de la casa a
un gorila como Sebastián. Solo pensar que a partir de ahora Seba me tendrá chantajeada, me
hace sentir presa de la ira. Pero esto no se quedará así. Oh, no; claro que no. Tendré mi dulce
venganza muy pronto.
Me subo al auto sin esperar a que él me lo diga. Destetaba que fingiera tener responsabilidad
o que me tratara como una niña pequeña, de hecho, él seria la cuarta persona de esta calle en
tratarme así.
Desbloqueo mi móvil y puedo observar que tengo un mensaje nuevo en WhatsApp.
Jani: ¿Dónde estás? Te estoy esperando. Ya es tarde.
Suspiro afincando mi frente contra el cristal del auto. Ya estaba tarde y se suponía que debía de haber llegado hace media hora para alistar todo lo del club. Adiós a mi gran oportunidad con Darren.
-Apresúrate, o llegaremos tarde-digo tras bloquear el móvil y dejarlo sobre mis piernas
juntas.
-El tiempo es relativo, así que aguanta -Suelta divertido, sin desviar la vista del frente. Sabía que lo estaba haciendo a propósito.
-¿Puedes coger un bate y darte varios golpes en la cara como una piñata? -pregunto
mirándolo directamente, aunque Seba no me está mirando a mí. Se ríe y al instante finge ponerse serio.
-Suena divertido, me acabas de dar una maravillosa idea para ejecutarla esta misma noche
cuando vuelvas a cantar como un loro.
-No me parece divertido.
Cuando llegamos, me bajo sin despedirme y me apresuro a entrar al instituto. Ya era tarde
para ir al aula teatral, lo mejor era entrar a mi siguiente clase y ya luego me reuniría con Janina
en el gimnasio. Y como si las cosas ya no parecieran empeorar, había olvidado los folletos en
casa, justamente encima de la laptop averiada. El favorcito que le pediría a mi hermano me
costara la mitad del alma.
(......)
-Chicos, necesito concentración ¡por Dios!, harán que suspenda química-me queje. Esto es
una de las consecuencias de anoche, tan planificada que siempre suelo ser para terminar
estudiando a últimas horas.
-¿Acaso volviste a tirar la sal?, o pasaste por debajo de una escalera -Se burla mi mejor
amiga-Si no fuera porque tu hermano te trajo los folletos a tiempo, de seguro ya estaríamos
perdidas.
Si tan solo supiera el costo de ese supuesto favor.
-Estoy comenzando a sospechar que nací en un marte trece y no un miércoles doce-Me
quejo-Hoy quizás es uno de esos días en donde tengo la suerte equilibrada. Aunque pensándolo bien aún no he tenido buena suerte en nada.
-Me encanta como te quedaron los folletos, el tono negro con el naranja le da ese toque de
elegancia-menciona distraída Janina observando cada parte de mi obra de arte-Si ya tu
mala suerte paso entonces le toca aparecer la buena suerte. ¿No se supone que si es quilibrada debería de cambiar de un momento a otro?
-Si, como anoche.
-¿Cómo anoche?, Cariño, me estas poniendo de los nervios.
Nos encontrábamos en mi lugar menos favorito: la cafetería. Un lugar repleto de personas,
desordenados a no más poder y en el que apenas se podía hablar debido a todo el ruido que
siempre reinaba. Y como si eso fuera poco ponían el mismo menú semana tras semana. Lo
bueno de todo este lugar era que es la zona indicada para atraer a más miembros al club de
teatro, y por eso propuse que los folletos se entregarían ahí. Si, sé que suena de locos, pero era
una excelente idea, al menos para mí.
La mitad de los chicos se encontraba entregando los folletos mientras que la otra mitad se encarga de terminar de pintar y decorar las camisetas.
-Sé que ya lo hemos intentado millones de veces, pero hoy debes de decírselo. Debes de
declararle tu pequeña obsesión a tu gran amor, a quién te recuerdo que solo te ve como si
fueras una simple amiga.
Sus extrañas palabras siempre solían hacerme reflexionar, esta vez no quería darle importancia.
-Estás loca, te he dicho que la mala suerte me hace compañía hoy, solo lograre quedar en
ridículo frente de todos, como siempre logro hacerlo.
-No del todo. Mira solo relájate, ya te estas pareciendo a un periquito asfixiado. Para ya estas
alturas, lo peor que te puede suceder es que te rechace.
-No puedo-me volví hacia ella asustada -La voy a cagar por décima vez en esta semana.
-Vamos, no te rindas, esta vez vendrá tu buena suerte-Ella sonríe demostrándome todo su
apoyo. Siempre tan confiada.
-No, de ninguna manera. Cuando tengo suerte me salen las cosas excelentes y consigo estar
cerca de él, pero en tan solo minutos vuelve mi mala suerte y todo se va por el drenaje-
Confesé removiéndome sobre la silla.
Estaba destinada a fracasar y lo peor de todo era que ya estaba empezando acostumbrarme.
Existían ciertos momentos que lograba salir con Darren, y en tan solo minutos ya había acabado de arruinarlo todo. Ya no debería de conocer la sensación de humillación o de vergüenza.
Miroteo una vez más mis apuntes de química, no podía reprobar el examen, había ciertos momentos que obtenía altas calificaciones sin ni si quiera haberme tomado la molestia de estudiar. Y eso era a lo que yo llamo; mi equilibrio de suerte.
-¡Ya estoy aquí!
Keith llego corriendo como un rayo con su cabellera rosa en una coleta despeinada. Traía
consigo las camisas ya listas para ser repartidas en el club.
-¿Y esta por qué suda?, ya parece un pollito remojado-me mira y yo le sonrió-ah, ya veo lo
que quiere decir esa sonrisa del gato invisible de Alicia en el país de las maravillas. Y como
siempre te lo digo antes de tu suicidio. Dile a Darren como toda una diosa empoderada lo
siguiente: Darren, ya no puedo callar más, me gustas desde que te vi, o mejor aún; desde que
te mudaste a la casa de la madre de Janina, no he dejado de chismorrear tu Instagram. ¡Nooo, ya lo arruiné!, déjame intentar de nuevo-Se aclaró la garganta y prosiguió -Darren, oh... Darren, en tan solo ver tus ojos me calienta como una plancha, y tus labios me provocan...
-¡Ya!, Okey, ya las cosas se pusieron graficas-Interrumpe rápidamente Janina, mientras no
paro de reírme a carcajadas.
-Solo dile algo que te salga de tu corazón, y no me refiero a balbuceos querida. Se tu misma,
luego cuando ya pasé la tormenta podrás decirle que te calienta más que una plancha-Keith
sonríe como toda una madre orgullosa.
-Eres todo un caso perdido, Keith.
Asiento varias veces y en un impulso;
-¡A la mierda, lo hare!
Me levante de golpe y me acomode mi cabello suelto rubio ceniza con las puntas azules y mis Jean. Estaba dispuesta a intentarlo una vez más, ellas tenían razón. Esta vez tendría suelte estaba segura de eso.
-Eso..., así se dice, pero antes quisiera saber ¿qué carajo es eso? -Señala Keith, mientras
Janina carraspea conteniendo las ganas de reír. Desconcertada baje la mirada hacia mis tenis.
«¡Oh, por dios!»Tenía en un pie un calcetín de un color y la otra de gatitos.
-Hay querida, que despistada.Ya comienzo a pensar que sumerce nació un marte trece.
-Almenos no traes esos feos coloridos calcetines de estrellitas-Confeso Janina acomodándose su camisa-Pero qué más da, dicen que los pares de calcetines diferentes dan buena suerte, ¿o creo que estaban a la moda?, bueno como sea, ve y conquístalo con tus calcetines dispares.
Keith sonríe y levanto sus pulgares demostrándome su apoyo, mientras Janina me dio un empujoncito. Sonreí como una tonta. Ya me podía imaginar toda una vida junto a él y lo
hermoso que serían nuestros hijos, solo espero que en ese entonces mi desequilibrada suerte no provoque un posible divorcio.
Rece en silencio para que todo saliera bien mientras me adentro más a la cafetería con la
esperanza de verlo. Presentía que vomitaría en cualquier momento.
«No vomites Mayte, no lo hagas»
Eche un vistazo hacia atrás, nerviosa. Janina me enseño nuevamente los pulgares con una
sonrisa de ánimo y Keith me hizo un gesto con la cabeza como queriéndome indicar algo.
-¿Que sucede? -le susurre desconcertada.
Keith volvió hacer el movimiento de cabeza dejándome aún más confundida.
-No te entiendo -repetí nuevamente entre un susurro.
Esta vez Keith y Janina usaron las manos, la cabeza y la boca.
-¡Carajo!, ¿qué quieren decirme?
Ambas se golpearon el rostro rendidas.
Fruncí el ceño, no era buena entendiendo las mímicas. Eche un vistazo alrededor. Fue ahí que
entendí lo que ambas intentaron decirme, Darren. Mi Darren.
-Muy bien, ayúdame pata del conejo de la suerte.
Darren se encuentra sentado en una de las mesas alejadas con todo su grupo de amigos
mientras entregan los folletos y conversan entre ellos. Estaba ahí frente de mí, luciendo tan
adorable y hermoso como la primera vez que lo vi, descartando que ese día hice que se le perdiera las llaves de la casa. Su cabello rojo dorado era todo un desorden en su cabeza y traía
el uniforme del equipo de Hockeyt.
-Espero no volver a arruinarlo todo.
Ahí está él, como siempre, no se percataba que frente de él existía una loca que atrae la mala
suerte y talvez dentro de unos segundos la buena, con aspecto de zarigüeya sin pelo parada en
mitad de una cafetería viéndolo como un cachorro a su jugosa carne.
Metí mis manos temblorosas dentro de los bolsillos de mi suéter. Ya decía yo que olía a
muerto si era que tenía la apestosa pata de conejo en uno de los bolsillos.
Miro discretamente hacia los lados y disimuladamente la saco para arrojarla lo más lejos que puedo de mí, y evitar
otra humillación por causa de mis descuidos.
-Tu puedes, Mayte- me anime limpiando mis manos sobre mis jeans-Ve y dile lo que sientes por él. Desafía la ley de Murphy sin la apestosa pata de conejo.
«Oh, santo dios, no puedo». Me di la vuelta como toda una cobarde, era mejor evitar a que lamentar. Ya lo había intentado muchas veces para saber cómo terminaría todo esto.
Me detuve con un pie en alto al reparar en la mirada que mis dos amigas me estaban dando.
¡Ya no más!, era el milésimo día de este mes en el que siempre me animan a intentarlo para siempre terminar fracasando. El karma me está jugando una mala pasada.
-Esto saldrá muy mal. No puedo-murmure un poco para que ellas me escuchen Janina hizo un puchero. Keith, la chica que no creía en la ley de Murphy hizo un ruidito que me hizo levantar la mirada. Se pasó su dedo índice por el cuello amenazadoramente y me señalo.
Obligada di media vuelta, dispuesta a volver intentarlo. Estaba segura que la pelirosada
me había dado mi amenaza de muerte y conociéndola sería muy fuerte. Era una loca capaz de arrojarme a una piscina cubierta de globos, para después explotarlos uno a uno
con un alfiler mientras ríe macabramente.
Medio escalofríos en tan solo pensar en eso.
Seguí avanzando en el medio de la cafetería. Forme una sonrisa de oreja a oreja caminando hacia él. Por el rabillo del ojo note una mancha oscura en la formación de la fila de la cafetería. Intente ignorarla para enfocarme en Darren y en mis oraciones.
Estaba cada vez más cerca, podía oler su dulce perfume. Sus ojos verdes resplandecían. Apresure el paso, era emocionante ver que su mirada se fija en mi por primera vez, y esquive a una chica que tomaba asiento.
De pronto el tiempo de la buena suerte se esfumo, mi cuerpo impacto contra algo duro y
en segundo note comida volar por los aires en cámara lenta.
Una de las bandejas impactó el suelo en un estruendoso ruido y el silencio reino. Mi torpeza volvió a derrotarme. Estaba perdida
-Fíjate por donde vas-escuche a mi lado.
Gire la cabeza desconcertada. Sabía que esto podía suceder y esto tenia nombre y
apellido HENDER hijo de su santa madre.
El dejo de mirar su comida esparcida y masacrada por el suelo y paso a verme a mí, o
quiero decir, en el desastre cubierto de su comida que me había convertido por su culpa.
-Esta ciega, ¿acaso no ves por dónde caminas? -espeto en un tono de molestia.
Me paralice al reconocer su voz. Nunca contradigan la ley de Murphy, y mucho menos
cuando naces en un martes trece. Esto no podía ser peor.
El chico de cabello rojizo dorado me observa como si fuera una intrusa. Sus ojos me examinan
sin expresar alguna emoción. Había sacado una parte de él que jamás había conocido.
«No, no, ¿ por qué me tiene que suceder esto a mí?». Entonces lo entendí, le había volcado el
almuerzo al mejor amigo de mi hermano y de mi Crush. Al detestable de Hender, el mismo
chico que suelo ver samidesnudo a escondidas. Alterne la mirada al pastel de puré de papas y
los macarrones con queso arrojados al suelo. Mi cabello rubio cenizas cubierto de aquel puré de papas, salsa y su preciada chaqueta cubierta de espinacas y más salsa. Que desperdicio.
Si, nací en un martes trece.
-Lo siento -intente retirarle el puré que se había quedado en su chaqueta. Él se echó
bruscamente hacia atrás para que no lo tocara- Cuidado que te voy a contagiar la mala suerte.
Hender me fulmina con la mirada.
-¿Enserio eso es lo que comes?, como le haces para tener esos músculos. Ya veo porque
siempre vas a la pizzería del centro, si es que la dieta que sigues te mata del hambre.
A veces ni me fijo de las estupideces que suelo decir. De igual manera no pude evitar sonreír al verlo furioso. Alguien acaba de revelar su secretito.
-Hender, ¿estás bien, amigo?
La sonrisa se esfumo. Darren está frente de mí, dándole un vistazo a su mejor amigo.
No pude dejar de mirarlo, su cercanía me mataba. En un segundo se fijó de mi presencia
e incluso sonrió un poco y fue lo más hermoso que pude ver en mi vida.
-Hola -me saludo con una amigable sonrisa -¿Te encuentras bien?, siempre tan torpe Mait.
Me paralice, estaba a punto de gritar de la emoción. Mentalmente intento calmarme para no arruinar todo lo que ya estaba consiguiendo.
-Ah...sí, estoy bien -susurre emocionada e incluso balbuceando un poco.
Darren asintió y estuvo a punto de hablar con Hender cuando escucho unos chillidos detrás de mí. Se giró hacia mí con desconcierto, pero al notar que no era yo la de los ruidos, su mirada viajo más lejos hasta reparar en su media hermana saltando como maniática, y en Keith chillando de la emoción.
-Janina, podrías dejar de saltar, me dejas en ridículo -le exige, ella niega varias veces.
-No, hasta que salgas con Mayte.
Dios mío. Les eché una mirada amenazante y luego me volví hacia Darren sonrojada por la
vergüenza.
-No las escuches. Janina comió mucha azúcar hoy, los paracitos hacen su trabajo.
Él me brindo una sonrisa tremendamente atractiva y yo casi me desmayo encima del desastre.
-Debemos irnos -soltó Hender, rompiendo mi burbuja de sueño.
Le dedico una mala mirada. El me ignora. Odiaba que hiciera eso.
-Claro, fue un gusto volverte a ver Mait-me dijo antes de empezar a alejarse.
Una vez más me venció mis inseguridades siendo atravesadas por mi mala suerte. Debía hacer algo, estaba cansada de pisar el mismo patrón de siempre. Se suponía que hoy sería el día, ya no deseaba seguir acobardándome.
Carraspee fuertemente, atrayendo la atención de todos menos la de él.
-¡Darren!
ÉL dejo de caminar y se giró hacia mí, a la misma vez que Hender. Ya me estaba comenzando a sentir como toda una estúpida, no había pensado lo que le iba a decir, porque jamás imaginé que me pudiese oír, así que dije lo primero que se me ocurrió.
-Gracias por ayudarnos a entregar los follet...
No pude acaba la frase, en una mala pisada, piso el puré de patatas y me resbalo hacia atrás
cayendo de espaldas. El suelo se siente frio, el silencio incómodo y el vendito purés esta pegajoso.
«Hola suelo otra vez yo...»
Sentí el dolor recorrer mi espalda, y la parte baja de mi cabeza, la cual no obtuvo el mayor golpe. Aun así, duele. Ya me estaba arrepintiendo por haber tenido que arrojar la pata del conejo de la suerte.
Suspiro rendía en el suelo, mirando hacia el techo. Como dolía, como detestaba este
momento. Todos mis esfuerzos se estaban yendo a la basura. Una vez más escuche risas al alrededor, pitidos y crueles comentarios. Carcajadas tras carcajadas. Cierro los
ojos con fuerza y pienso cosas hermosas para no llorar de la humillación. Era todo un caos
perdido, destinada al fracaso y a repetir los mismos patrones.
Almenos esta vez no se me salió un gas.
¡Hay no! para que tube que pensarlo.
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