Capítulo 4
Dedicado a Alaeick gracias por tu apoyo reina.
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A partir de este capítulo ya no hay más escenas con contenido adulto, pero se utilizan palabras fuertes como "Abuso sexual", "Violación", entre otras, se recomienda discreción.
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Capítulo 4
La noche en la cual salí de la casa de Juana, aún está muy borrosa en mi cabeza… pero puedo contarles lo que recuerdo y lo que pasó después:
Mi mente se bloqueó y no pude pensar fluidamente, incluso todo lo que sucedía a mí alrededor era difuso.
Una señora mayor se me acercó y me habló, yo le respondí, pero no sé lo que dije, estaba en modo automático. Quería lanzarme al piso, desaparecer.
Luego todo se calmó, frases como “¿Dónde te llevo?” “¿Estás bien?” pulularon en el desorden de mi cabeza y entonces mi último recuerdo es el de la señora subiéndome a su carro.
Luego, supongo que me desmayé.
Dicha noche fue ayer, por cierto. Me dicen que me tuvieron que poner sedantes porque despertaba abruptamente y entraba en pánico. No sé qué tan cierto sea, pero supongo que así fue.
Los recuerdos me invaden y me obligo a mí misma a pensar en lo lindo que es el techo blanco de la clínica, o lo insípida que es la comida que muy amablemente las enfermeras me pusieron casi en las piernas.
Una de ellas llama mi atención con un gesto severo, lleva en sus oscuras manos un folio y me mira a través de sus lentes de fondo de botella.
—Señorita Báez, hemos hecho diferentes estudios con usted, especialmente en el área de los genitales, donde tiene heridas muy preocupantes. Dígame… —se acerca y me da una miradita extraña, como si quisiera inducirme confianza—. ¿Fue usted abusada? Disculpe que sea tan cruda pero hay que buscar un por qué a estas heridas. Todo indica que hubo una violación sexual. Si es usted una víctima, necesitamos que lo diga y así podemos involucrar a la policía en esto.
La miro y parpadeo sopesando la situación. Sus ojos me transmiten esperanza y por un segundo contemplo la posibilidad de decirlo.
Tengo que decirlo.
"Ara, no seas estúpida. Si no te creyeron tus padres y tu tía, ¿Te van a creer ellos?"
¡Hay evidencia, si tengo heridas entonces puedo denunciarlo!
"¿Y decir que fue Carlos? No van a creerte, nunca lo han hecho".
Tengo que intentarlo, ¡Abusaron de mí!
"No valdrá la pena, te someterán a situaciones que no quieres vivir, y al final le creerán a él, siempre le creen a el".
Dios…
No puedo decir nada.
Niego con la cabeza, y la señora me mira con una ceja enarcada, ignorando el tremendo debate mental que acabo de tener.
—Las heridas son muy evidentes, si…
—Solo tengo como prueba las heridas, nadie va a creerme si digo quien fue.
—¿Por qué dice eso?
—Porque no es la primera vez que esa persona atenta contra mí, y nadie me cree. Seguro se inventarán la excusa de que me lo hice yo misma con tal de no incriminarlo.
—Así que tu familia lo conoce.
Me siento muy expuesta, pero no como cuando alguien descubre algo sobre ti solamente, sino, como si realmente estuviera desnuda, ante todo ojo curioso que quiera saber lo que pasó con esa niña embarazada que llegó con el pantalón ensangrentado, siento que desde "esa" noche sacaron algo de mi interior y lo dejaron a la vista del público. Siento que "eso" que se llevó la bestia, nadie más va a regresármelo.
Lo odio.
Odio a mi familia por no creerme, y me odio a mí misma por ser tan débil y no ser capaz de denunciarlo a la policía.
—Mira —continua diciendo la enfermera—, puedo ayudarte, pero solo si tú me lo permites y cooperas.
—No se preocupe por mí, señora. Cósame las heridas y envíeme a mi casa.
Agradezco su preocupación, pero no hay forma en la que puedan protegerme, todo es una mentira. Una vez me dijeron que me protegerían si hablaba, y lo hice, pero nadie me creyó.
El abuso sexual es algo delicado, y más si un niño lo dice, es decir ¿Crees que un niño va a decir que abusaron de él así por así? Al menos estudia su comportamiento, escúchalo, no niegues de inmediato sus palabras.
Minimizaron mi dolor, le quitaron importancia a mis miedos y a mis pesadillas. Ahora aquí estoy, confirmando una vez más que nadie puede ayudarme.
Estoy rota, no sé cómo continuar. Sé que hay una vida que depende de mí, pero me siento tan sucia… tan vacía.
¿Cuál es la medicina, la cura para mi dolor? Quiero darme una sobredosis con ella.
No sé cómo manejar esto, ni siquiera tengo con quién hablarlo, más que con mi bebé, ¿Y cómo le voy a decir a mi bebé que me hicieron algo así?
. . .
Me dan de alta en el hospital y me detengo frente a la puerta.
¿Y ahora qué?
Por suerte logré sacar mi teléfono y mis documentos de la casa de Juana, así que llamo a mi hermano Alberto Miguel, de inmediato.
—Hey, soy yo
—¿Qué tu quieres?
—¿Puedes venirme a buscar a una dirección que te voy a dar…?
—No, yo no puedo, na*. Yo estoy un poco ocupado ahora.
—Ah, está bien. No hay problema
¿Hubiese sido diferente si le hubiera dicho que estaba en un hospital? No lo creo. Decido llamar a Ángel, quien descuelga luego de varios timbres.
—Hola… ¿Cómo estás? Necesito un favor.
—¿Quién es? —¡Oh Dios mío! Antonela
—Es Ara, yo…
¡Ja! Me colgó, era de esperarse. Esa mujer me odia y ni siquiera me conoce.
¿Y si llamo a Jean? No debería, pero es solo para que me lleve a algún lugar. El primero que se me ocurra. No puedo estar mucho tiempo parada, y aunque me hizo daño, no se compara a lo que acabo de vivir.
¿Qué es más importante el orgullo o estar parada frente a un hospital con una barriga de casi 8 meses y con un dolor intenso en la entrepierna?
¡No! No puedo llamarlo, si me ve embarazada, sabrá Dios qué cosas hará para que aborte o algo, no, no puedo, ya me quitaron parte de mi alma, no puedo permitir que me quiten a mi bebé.
Caminaré, esa es una buena opción.
No, en realidad no lo es, pero igual lo intentaré.
Me detengo en medio de la acera intentando averiguar en cuál calle estoy y a lo lejos veo un grupo de motores que lucen como motoconchos. Me acerco con cautela y de inmediato uno de ellos me intercepta.
—¿A dónde la llevo?
—¿Conoce la iglesia Puerta del Cielo Abierta?
—¿Eso no es una que está allí cerca del elevado, que es azul?
Definitivamente no debería sentarme en un motor con las heridas que tengo, pero no tengo dinero para pagar un taxi y tengo que salir de aquí.
—Yo no sé —respondo—, no tengo la dirección exacta, solo me dijeron que era aquí en los jardines.
—Súbase que yo la llevo.
¿Por qué estoy yendo a un lugar completamente desconocido? No lo sé, pero en vez de pensar en otra vía de escape, gasté mis últimos cien pesos* yéndome sentada de lado, para no lastimarme, donde un cúmulo de gente que no conozco.
Me agarro de la parrilla para no tener que tocar al señor. Y en cuestión de minutos estamos frente a un edificio azul con blanco, con el logo de un enorme pez que dice «Jesús» dentro.
En la puerta hay una señora con una amable sonrisa que saluda al motoconcho como si lo conociera.
—Bienvenida, Dios te bendiga —me dice cuando él se va, y yo no sé muy bien qué contestar así que miro al piso, es entonces cuando me percato de mis hermosas pantuflas de conejito y recuerdo que ando en pijamas, y que además mi trasero sigue con la mancha de sangre.
Retrocedo unos pasos arrepintiéndome al instante de haber ido hasta allá.
Ella sin embargo, se acerca a mí y toma una de mis manos. No me causa repulsión, como pensé que sucedería, pero tampoco estoy tan a gusto, tal vez solo suceda con los hombres.
Mi vómito mental, sí están conscientes de que es para no pensar en "eso", ¿Verdad?
—¿Cómo te llamas? Mi nombre es Débora.
—Arabela.
—¿Cuántos meses tienes?
—Como siete casi ocho.
—¡Qué bendición! Me alegro mucho por ti. ¿Quieres pasar?
—No estoy muy segura yo…
—¿Qué te trajo por aquí, alguien te invitó?
—Se acercó una chica a decirme que viniera… Natacha.
—Muy bien, te conduciré hasta la puerta, y… —me lleva del codo hasta que parece notar la mancha en mí. Sonríe, se aparta para tomar un abrigo que hay en una silla casi frente a nosotras y dice—: esa bonita pijama de cebra, combina a la perfección con este abrigo negro.
Hago una mueca que parece una sonrisa acartonada, y entro en el lugar. No puedo pensar en nada más que la vergüenza que siento. Estoy tan sucia como mi pantalón, quizás no merezca estar en un lugar donde “está Dios”
No sé cómo sentirme respecto a Dios, no es como que lo odie o no crea en Él, pero no entiendo cómo es que si ve todo, viera lo que me pasó y no interviniera.
O quizás sí, quizás fue Él que movió el corazón de Juana a volver más pronto a casa, no lo sé. Ese hombre puso matarme esa noche...
Tengo muchas dudas y cuestiones, pero sobre todo siento un gran hoyo en mi pecho, que difícilmente puede ser suturado y sanado.
Descubro más tarde que la señora que me atendió en la puerta es la esposa del pastor, pero no le doy mucha importancia, solo pienso que es genial que alguien con tanto rango en la iglesia sea tan agradable y accesible.
El lugar es precioso, tiene un recibidor largo y un poco estrecho con fotos, supongo que de la iglesia, no me fijo demasiado en ellas, no tengo ánimo. Sí noto un florero en una esquina con girasoles, que queda muy bonito con las tonalidades azules de las paredes.
Una música suave llena mis oídos mientras voy entrando, y en la puerta que da directo al "templo" como lo llamó... ¿Débora era su nombre? Hay un señor que me mira, como si llevara la noche entera esperándome. Me tiende la mano pero no se la doy, no creo ser capaz. Él sin embargo me habla con mucha amabilidad, y me guía hasta una silla.
—Puede sentarse donde guste, pero si no quiere que la vean en pijama le recomiendo sentarse en la parte de atrás.
Casi corro hasta la última silla muy de acuerdo con el señor que tiene un pin en la camiseta que dice “ujier” que aunque no tengo idea de lo que significa, al parecer son gente muy amable.
Veo en una tarima a un par de los jóvenes de los que estuvieron en el grupo del parque, cantan algunas de las canciones que escuché allá. Una en particular llama mi atención, habla sobre estar cansado y encontrar refugio en Dios.
¿Realmente puedo encontrar refugio en Dios? ¿Puede él realmente salvarme? Siento que ya no hay remedio en mí. Lo que me arrebataron no puede ser devuelto. Sin embargo no estoy tan segura, solo sé una cosa: soy una tormenta de emociones andante y esta canción me ha dado paz.
Veo a lo lejos a Natacha y esta sonriente se acerca a mí.
—¡Hola! no sabía si vendrías, pero me alegro mucho de que lo hayas hecho. Me sentaré contigo en lo que resta del culto.
No tengo idea de qué hacer, menos ahora que ella ha decidido quedarse, honestamente hubiera preferido estar sola. Ella se fija en mi ropa y me hace un gesto para que la acompañe.
Me lleva a un salón que parece el bastidor de un artista.
—Este es el cuarto de vestimenta de los adoradores, y las danzarinas, tranquila. Ven, aquí hay un probador, entra para pasarte algo.
Con mucha amabilidad ella me presta un pantalón jean que me queda holgado y una blusa amarilla que no me favorece en absoluto, pero no me quejo, solo me visto y salgo.
Ella niega y me vuelve a entrar, pasándome entonces una blusa negra que me queda perfecta.
No me preguntó por qué llegué a la iglesia con pijama, ella solo me prestó ropa aun con esta enorme barriga. Me sonríe cuando salgo y elogia mi atuendo.
—Ahora, mandaré tu ropa a una lavandería, así que ven. Los zapatos no puedo remediarlo porque tus pies son pequeños y yo calzo diez, así que…
Tanta amabilidad me es desconcertante así que no puedo evitar preguntar.
—¿Por qué haces esto?
—¿Hacer qué?
—Ayudarme.
Me dedica una amplia sonrisa que se me antoja preciosa, y luego me lanza una miradita de complicidad, solo dice—: Porque Jesús haría lo mismo.
No entiendo mucho su comentario pero le devuelvo un gesto parecido a una sonrisa y me mantengo un poco alejada de su roce cuando quiere volver a tomar mi mano.
Simplemente no soporto el contacto ahora mismo. Ni siquiera de una mujer que no representa aparente peligro para mí. Todas mis alertas se encienden, mi vida cambió radicalmente.
Me siento durante todo el culto pero no logro entender bien muchas cosas, nunca había estado antes en una iglesia evangélica. Pero no puedo negar que algo en este lugar se siente muy bonito, como especial, distinto.
No sé muy bien cuales denominaciones hay, y la idea que tenía de un evangélico era un tipo dando vueltas que parecía que se le había montado un muerto* o algo así, hablando cosas raras y diciendo disparates, pero no vi nada de eso en Puerta del Cielo Abierto. Vi gente llorar, reír, cantar a todo pulmón, gritar algunas frases mientras el pastor predicaba, pero aparte de los bailes de las “danzarinas” como las llamó Natacha nadie salió brincando o haciendo escándalo.
Talvez si hayan este tipo de evangélicos, o talvez hayan personas que dicen serlo pero les guste llamar la atención, ¡No sé! Quizás más adelante le pregunte a Natacha si la vuelvo a ver.
Salgo de la iglesia antes de que el culto termine, no por nada malo, sino porque tenía que pensar en lo que haría, había sido muy lindo y todo, habían sido muy amables, pero siendo honestos no puedo vivir en la iglesia, tal vez debí invertir ese dinero yendo a casa de alguna de mis tías, una que pueda soportarme.
Como no tengo estudios universitarios, me será difícil conseguir un buen trabajo, pero si quiero sacar hacia delante a mi bebé tengo que buscar la forma de ganarnos el pan.
Me siento en un banquito en el patio de la iglesia, a pensar.
¿Qué voy a hacer con mi vida? Y si viviera una vida distinta, ¿Qué me gustaría hacer?
Nada.
No llega nada a mí, no tengo aspiraciones, no tengo sueños, no tengo motivación.
Todo ha quedado enterrado.
Odio esto de verdad, antes estaba llena de vida, y ahora…
Siento a mi Pancito moverse, como si de alguna forma pudiera saber lo que ocurre en mi corazón y mi mente.
—No, tranqui' mi amor, mami está bien.
Mami no está bien, pero no hace falta que mi bebé lo sepa.
Al final, el culto se acaba y no logré conseguir nada. No tengo donde quedarme y esta gente es desconocida, no tengo por qué pedirles favores, por más amables que sean.
Natacha se acerca corriendo a mí y me regala una sonrisa de camino.
—¿Dónde estabas? Te busqué por todos lados.
—Salí a pensar.
—¿Y qué te pareció?
—No es como esperaba —digo escueta, no tengo ánimos de hablar mucho.
—Ya, ¿Y qué esperabas?
—Pues no sé, talvez una manada de locos de esos que saltan y brincan como si… ay perdón, no era mi intención ofenderte.
—No lo haces, es común que a los cristianos nos llamen locos. Es irónico porque en esta generación donde todos se ofenden por cualquier cosa, y llaman discriminación a todo, nosotros los cristianos siempre hemos sido discriminados y nunca nos quejamos. El asunto está en que sabemos, que lo que Dios piense de nosotros es más importante. Quizás hay muchas cosas que te resulten raras o confusas, pero con el tiempo en caso de que decidas quedarte, aprenderás, no te preocupes.
¿Es realmente así? No estoy segura pero Natacha parece decirlo con mucha convicción. Yo no soy quien para decirle que los evangélicos son, o no son discriminados.
Y... ¿Quedarme? No lo sé. Prefiero no decir nada.
—Mandé tu ropa con un amigo. No te preocupes, estaba bien guardada en una funda*. En la tarde la tienen lista. ¿Quieres que te dé una bola* a tu casa?
—No tengo donde quedarme —admito, entonces le cuento brevemente casi todo, omitiendo lo de la violación.
—Entiendo por lo que estás pasando, más de lo que te imaginas, ahora te pido que me permitas comentarle a mis pastores, a ver si podemos conseguir la manera de ayudarte, ¿De acuerdo?
No me agrada la idea de que mi historia sea de dominio público, pero mi bebé no va a nacer en la calle ni el orgullo me lo va o me la va a alimentar. Tengo que encontrar la manera. Que una desconocida me llevara a un hospital al verme herida, y que encima el motoconcho que encuentro, entre tantos, conociera justo la iglesia, no me parece mera coincidencia. Así que asiento y le permito a la joven que hable con los pastores.
Ellos se acercan a mí, igual de amables, que todos los demás.
—Hola de nuevo, Dios te bendiga Arabela, Natacha nos ha contado tu situación. ¿Tienes alguien que pueda hacerse cargo de ti? —pregunta Débora y le regalo una tenue sonrisa.
—No realmente.
—Piensa bien, ¿Hay algún otro familiar que puedas llamar? La verdad es que no tenemos una estructura para acoger personas, antes teníamos una, pero ese ministerio se cayó, lamentablemente. Lo que sí podemos hacer es llevarte temporalmente donde algún familiar que pueda acogerte y te daremos seguimiento.
De repente la tía Flor llega a mi cabeza y casi lloro de alegría. Pero obviamente me reprimo.
—Se lo agradezco mucho, pastor. Tengo una tía que vive en Licey, tal vez ella sí pueda acogerme.
—Tenemos un plan de ayuda para las madres solteras con bajos recursos, no es parte de la iglesia, pero un hermano es el director. También tenemos el apoyo de una organización estadounidense, vamos a buscar los recursos para ayudarte, en esta situación tan difícil, ¿Ok?
—Muchas gracias, de verdad. —No puedo evitar llorar, y la pastora se acerca a mí y me rodea con sus brazos.
—Mi niña, todo va a salir bien, vamos a salir adelante, te lo aseguro.
El calor y la amabilidad que nunca he recibido ni de mi propia familia, unos extraños me lo están dando y, es muy reconfortante.
Me llevan hasta la casa de mi tía Flor, media hermana de mi madre, y la única con la cual puedo decir que mantengo una “relación” teniendo la ligera esperanza de que todavía no se haya enterado de nada.
De niña, la casa de tía era mi favorita, e incluso viví con ella un tiempo. Situada en un lugar de Santiago llamado Licey, un campito lleno de yuca y plátano. La mujer con la mano más buena para cocinar, que ¡Dios mío!, si ustedes pasan por Licey y no comen la comida de esa doña, no saben de lo que se están perdiendo.
Es de noche, pero puedo ver con claridad los árboles añejos que decoran la entrada a la casa. Recuerdo sus nombres mientras los miro detalladamente, hay mamón*, guayaba, caimito*, guanábana*, jagua*, y un reguero* de matas* más, porque es que tía cree que es un vivero* andante.
Sonrió a mi costa, y muevo los pies hacia adelante, como si fuera muy dificil realmente dar esos pequeños pasos. Dibujo una hilera invisible de luces desde la mata de aguacate hasta una de mango que hay al lado de la casa, recordando una cena familiar que hicimos una vez, y me sumerjo por completo en escenas pasadas de mi niñez vividas en aquel lugar. ¡Cuán diferente hubiera sido mi vida si me hubiera criado tía Flor! El cascajo suena bajo mis pies mientras avanzo, y cada vez se hace más nítido el color ocre de la casa, ese color tan feo que a mi tía le gusta tanto.
Suspiro resignada y entonces recuerdo que tengo compañía.
—¿Entramos? —Si se sintieron extrañados por mi comportamiento, sus rostros no me revelaron nada.
Toco la puerta, e inmediatamente mi tía, una señora mayor y regordeta, abre la puerta de la casa mirando con la nariz empinada y los ojos entrecerrados a quienes acaban de llamarla.
Se coloca los lentes y amplía la vista haciendo gestos raros para saber si lo que ve no era una alucinación, lo sé, porque conozco esos gestos, y se me antojan tan familiares que quiero llorar.
—Tía, soy yo Ara.
—Arabela, muchacha de Dios, ¿Y qué tú haces a esta hora en el medio del…? —Baja la vista hasta mi barriga— Ay virgen maría.
—Tía —reprocho, siento que de alguna forma los evangélicos con los que ando pueden sentirse avergonzados, pero para mi sorpresa sonríen con la misma amabilidad que han tenido hasta entonces y me dejan sus números telefónicos para poder contactarlos una vez esté estable en todos los sentidos.
—Tenemos cultos los martes, jueves y domingos. Como parte de nuestra ayuda social damos como requisito ayuda espiritual, pero no vamos a obligarte a ir a la iglesia, te estamos invitando para que vayas cuando quieras. Si te animas solo tienes que decirnos y te mandamos a buscar.
—Se lo agradezco mucho pastor, pastora. —Me sorprendo a si misma sonriéndole a ambos.
—Si tienes alguna duda de la ayuda que vamos a conseguirte, entonces llama cuando quieras —aconseja Débora en forma de despedida.
En cuanto desaparecen jalo a tía hasta uno de los muebles y la siento.
—¿Qué pasó? ¿Y cómo es que tú…?
Le resumo y Flor tiene que pararse a buscar su medicina para la migraña, porque “le dio jaqueca”
Cuando le cuento lo de la violación no lloro, y pienso que es un milagro. Pero entonces ella me acurruca en sus brazos y empieza a llorar, por lo que yo no puedo evitarlo, termino hundiéndome en un mar de lágrimas por igual.
Me mece en sus brazos y por primera vez desde que era una niña, me siento protegida.
—Ay mi hija cuanto lo siento —solloza sobre mi cabello y mi llanto se incrementa.
Una disculpa, eso es lo que necesito. Que mi padre se disculpe, que Jean Luis se disculpe, que mi familia se disculpe por nunca haber creído que Carlos me tocaba, a mi tía por golpearme cuando era claro que su marido me forzaba.
Una disculpa no arreglará las cosas, ni me devolverá todo lo que ese vil acto me arrancó, pero me hará sentir mejor, y me ayudará a comenzar de nuevo.
—No sé ni qué decirte… todo esto es culpa de tu papá por haberte botado de la casa.
No, la culpa era solo de Carlos, los demás podrían ser responsables y todo lo que quisieran, pero culpable, culpable, solo había sido el abusador.
Si sometemos rango de culpabilidad, yo también la tengo por dejar la puerta abierta. No, solo quiero enfocarme en que el culpable es el enfermo, nadie más.
No quiero caer en el círculo vicioso de sentirme culpable.
—¿Lo vas a someter?
—Tía —sollozo— sí, ni mi mamá me creyó, ¿Me va a creer la policía? tenía la prueba de que había sido violada, pero no de quién había sido el perpetrador, las únicas testigos habían sido Edita y Juana, y ninguna de las dos testificarían a mi favor. La habitación no tiene cámaras de seguridad, nada. No hay razón por la cual pueda sostener por mucho tiempo que él me había violado.
En realidad quizás por el semen que había en mi interior y con una prueba de ADN...
No, no quiero llenarme de falsas esperanzas otra vez.
—Que injusto, qué impotencia mi niña.
—Así es tía. Creo que los niños tienen un sentido agudo con algunos adultos y eso debería ser estudiado, yo por ejemplo, rechazaba por completo a ese señor desde antes de los episodios, porque me daba miedo la forma en la que me miraba. Hoy sé que lo hacía como si solo mirarme le provocara placer. Ningún niño debería experimentar eso.
—Por mi lo podrían matar, aunque eso significaría que ni podríamos verlo ser torturado por todos sus males.
—Estoy de acuerdo.
—Bueno mi niña, ¿Qué vamos hacer? Tú sabes que mi casa es tu casa, y más ahora que Yandel se fue a vivir para la capital.
—¿Cómo?
—Sí, se fue un tiempo con el papá y yo lo dejé, porque imagínate, él ya tiene dieciocho años.
—Bueno, fue su decisión. —Me encojo de hombros restándole importancia—. ¿Qué vamos hacer? Tía, mira, yo voy a estar aquí sin molestar, te voy a ayudar con los oficios de la casa, y en cuanto consiga un trabajito te voy a ayudar con el pago de cualquier cosa en la casa. Lo único que te pido es que no te pongas brava o algo porque me vaya con los evangélicos. Porque yo sé que tú eres muy católica, pero ellos tienen un programa muy bueno y van a ayudarme. No voy a declinar la oferta solo porque ellos tengan una forma de pensar distinta a la tuya y la mía.
No quiero admitir, que me gustó el ambiente de la iglesia, que la gente es tan amable que siento curiosidad de saber por qué son así, qué los motiva a estar tan llenos de… amor, paz, amabilidad. Pero no puedo exteriorizarlo, no delante de tía, no aun.
—¿Y yo por qué me iría a ofender? Mira muchacha de Dios. Tú sabes que yo no tengo muchos recursos, pero te voy a apoyar mija, usa la habitación de Yandel, si tú me hubieras dado un llamadita yo me preparo y te pongo esa habitación linda, ¡Pero linda!
—No ombe tía, tranquila.
Flor me lleva hasta la habitación que me corresponde y ahí descanso hasta el día siguiente.
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Anexo
1-
Na:
Nada.
2-
Pesos:
moneda oficial dominicana o DOP.
3-
Montado un muerto:
Existe la superstición en República Dominicana, de que cuando alguien se muere puedes ser poseído por su espíritu. A dichos espíritus le llaman "muertos". Cuando alguien tiene una conducta extraña en vez de decir: ¡Está poseído!
D
icen: ¡Está montado! O ¡Se le montaron!
4- Funda: bolsa de plástico que se usa para las compras.
5- Bola: aventón en un auto o medio de transporte de forma gratuita. Ya casi no se usa por la inseguridad del país. O se usa el término en forma de broma con los amigos o familia.
6- Mamón, Caimito, Jagua: árboles frutales dominicanos. Pueden buscar en Google más información acerca de ellos.
7- Reguero: cantidad desordenada de algo, o mucha cantidad de algo.
8- Matas: árboles o plantas.
9- Vivero: establecimiento de venta de plantas ornamentales, flores o árboles frutales, entre otros.
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