Capítulo 13

Capítulo 13

Al arreglarme para ir a la iglesia, me siento extrañamente animada; contenta. Dios sabe, que me encanta ir a su casa, porque allí puedo sentirlo y de alguna forma u otra conectarme con él. Pero es la espera de poder ver a Manuel que inunda mi pecho de una sensación muy bonita que hacía mucho no sentía. 

Me esmero con el maquillaje y con la vestimenta, e incluso visto a Ana acorde a mi ropa. Hace ya un tiempo que ni Natacha ni ninguno de los pastores va a llevarme a la iglesia, decidí hacer eso por mi cuenta también, para independizarme un poco y no abusar de la buena voluntad de mis amigos. 

Cuando llego me sorprende incluso ver a Jared allí, me dedica una sonrisa apenada en cuanto me ve y me pone uno de sus puños para que lo choque. Le doy un corto abrazo para que sepa que nada anda mal y me separo de inmediato. 

Al menos voy progresando, ¿No? 

Sonrío porque me siento bien, porque puedo hacerlo, porque no está tan mal si lo hago. 

Al lado de la tarima del altar, está sentado Manuel. En cuanto me ve me sonríe y creo que tanta felicidad terminará por causarme un paro cardíaco, o algo, ¿Es eso posible? 

Me acerco a Susana y le doy un corto abrazo también, todo lo que tener a mi hija encima me permite. 

Natacha corre hasta donde nosotras y toma a Ana en brazos después de saludarme fugazmente. 

¿Qué me dirían ellas en este caso, a quién debo dirigirme? Tengo muchas dudas en torno a esta situación en particular. 

Lo que inició como una célula en mi casa, se ha vuelto un discipulado intenso y estoy aprendiendo muchas cosas en la biblia y sobre la vida cristiana. Soy un miembro activo en mi iglesia, no diré que destaco o que ando socializando con todos, pero no me pierdo ninguna de las actividades. Mi vida espiritual cada día mejora, y cosas que no entendía antes, ahora son claras para mí. 

Pero, ¿Por qué es tan complicado ponernos a Manuel y a mí en la misma frase? 

¿O es que yo lo veo más complicado de lo que es? Quizá lo que tengo es miedo de orarle a Dios por Manuel y que me diga que no, que no es él. 

Sí, talvez es eso. 

Natacha me habló de las señales. Las cuales sí son bíblicas, quizás no en el contexto en el cual las quiero aplicar, pero si son reales. 

No tengo idea de cuál señal le voy a pedir a Dios, pero quiero hacerlo. 

Si no es Manuel, me va a doler mucho, pero si Dios me ayuda, tal vez pueda superarlo. 

El sermón del pastor empieza, hablando sobre la espera, y no me resulta coincidencia, quizás es el señor hablándole directamente a mi espíritu. No vuelvo a pensar mucho en el hombre que me gusta, en lo que resta del servicio. 

Cuando llega el momento de la despedida, estoy nerviosa, un poco más que al inicio. Si Manuel me aborda, ¿Qué le voy a decir? 

Susana acapara mi atención antes de que mi "amigo" vuelva a irrumpir en mis pensamientos. 

—Oye, Susa, ¿Cómo supiste que tu marido era el hombre que Dios tenía para ti? 

—A ver, este asunto de las parejas es un poco complicado porque la gente lo tergiversa. No es como que desde que nazcas en el cielo junto a tu nombre esté el de tu pareja y estén destinados a pasar la vida entera solo ustedes dos. Porque si así fuera, si alguien se divorcia o enviuda, estaría condenado a pasar el resto de su vida sin poder casarse de nuevo. 

»Pero por ejemplo, siempre que me hacen este tipo de preguntas me voy a la biblia. Ella no habla en específico sobre este tema, pero podemos tomar este texto de referencia: Génesis 24, cuando Abraham manda a buscar esposa para su hijo Isaac. Le pone una señal al siervo, para que la joven que hiciera determinada cosa, él la llevara a casarse con Isaac. Yo creo que las señales son válidas, si te interesa alguien, podrías optar por ellas. La oración es primordial, por supuesto. Pero, ¿Por qué tantos procesos para hacerte novia de alguien? Sencillo. Tú como cristiana, ¿Te conviene meterte con un hombre que diga ser cristiano, y que cuando por fin se casen, resulte que nunca le interesó el evangelio de cristo? Hay muchas situaciones que pueden pasar —respira ruidosamente, yo sonrío—. Pero Dios sabe mejor que nosotros lo que necesitamos, él verá a alguien allá fuera que sea capaz de amarte y cuidarte como debe ser. Pero en fin, tu pregunta fue, que cómo supe que mi marido es el hombre que Dios tenía para mí. Le pedí a Dios una cosa en específico, y lo anoté en mi biblia. Hice una lista de las características físicas, morales y espirituales que quería de mi futuro marido, y cada vez que tenía mi devocional, oraba en voz alta por él, aunque no lo conocía. Lo más lejos que yo tenía, era que ese varón por el cual yo oraba, no solo asistía a mi iglesia, sino que era mi vecino.
Vivíamos en el mismo complejo de apartamentos, nos encontramos por casualidad y nos miramos durante mucho rato. Él me dedicó una sonrisa tan hermosa que ni aun hoy día se me olvida —suspira, y luce tan enamorada que no puedo evitar sonreír—. En fin, para no cansarte el cuento. Balbuceamos un rato, él no me reconoció ni yo tampoco. Te juro, que lo único que pensé fue en besarlo, aunque no lo conocía. Cuando finalmente seguimos nuestros caminos, le tuve que pedir perdón a Dios por haberme sentido así, pero no sentí represión por parte del Espíritu Santo. Al día siguiente, recuerdo que era un domingo, en ese tiempo yo asistía a una mega iglesia con algunos 2,000 miembros, y entre tanta gente, con tantos años yendo a esa iglesia, y nunca habernos notado, nos vimos y supimos desde entonces que había algo en el ambiente, algo de lo que no éramos completamente conscientes. Le pedí a Dios en ese mismo culto, que si ese era el hombre que él tenía para mí, que en una conversación casual que tuviéramos, me recitara mi versículo favorito.

—¿Y cuál era ese versículo? 

—Es aun, primera de Pedro dos nueve. Tuvimos una conversación sobre evangelismo, que no tenía nada que ver, y hablamos sobre ser escogidos de Dios para anunciar su luz, que conste que la conversación la inició él y fue precisamente él también quien metió ese tema en concreto. Sonreí, y le pedí su número. 

—¿Tú? ¿Y no te dio vergüenza? 

—No, la verdad. Le puse la excusa de que siguiéramos hablando sobre el tema, él accedió aunque se rio y me dijo que solían ser los chicos quienes hicieran esas cosas. Aun en ese tiempo, no era tan normal que una chica tomara la iniciativa. A él eso le encantó, me lo dijo más adelante. En fin, empezamos a hablar, lo hacíamos todos los días, pero aún no había un noviazgo, hasta que él me invitó a su casa, y le pedí al señor que si era él mi futuro marido que todos en su familia me recibieran bien, y que su madre (que tenía fama de ser una señora difícil, fuerte de carácter y muy dominante) expresara públicamente que yo le caía bien. Así sucedió, justamente. 

—Vaya. 

—Sí. La última vez que pedí una señal, fue que antes de que yo le expresara mis sentimientos, él se me declarara. Y así sucedió. Fuimos novios durante 3 años y en ningún momento tuve alguna duda de que él fuera mi hombre. 

—¿Cómo se siente? 

—Pues, no sé cómo explicarlo, pero no existe ninguna duda. 

—¿Ninguna, ninguna? 

—Ni una sola. Yo estaba segura, porque Dios me lo había confirmado. 

—Me gusta alguien. —Confieso—. Estoy orando por esa persona, así que me gustaría saber qué puedo pedirle a Dios como señal. 

—¿Quién es? 

Siento mis mejillas calientes, no es que no confíe en ella, es que una cosa es admitirme a mí misma lo que siento y otra es exteriorizarlo. 

—Tranquila, si quieres no tienes que decírmelo.

—Es que me da vergüenza.

—No tiene por qué, no estás cometiendo ningún pecado nena. Vergüenza que tenga el enemigo por todas sus maldades. No hay nada de malo en que te guste una persona. Pero igual, cuando te sientas segura me lo dices. 

—Gracias por entender. 

—No te preocupes. No puedo ayudarte con la señal que tienes que pedir, pero, puedo decirte que sigas orando y que pienses bien en esa señal.

—Muchas gracias Susa. 

—Ahora, Ara—me dice reteniendo mi brazo antes de que me vaya—. Enamorarte de un hombre es importante, pero enamorarte de Dios es mil veces mejor. El plan de Dios para nosotros, no es que estemos solos, pero aun así él debe ser lo primordial. 

Le sonrío y me voy. 

No ando "buscando pareja" es solo que me gusta Manuel, y ya está. Pero entiendo lo que ella dice, y aprecio que me lo diga. 

No sé si entienden como me siento. No es porque quiera tener una pareja, no es porque esté desesperada, es simplemente porque me gusta Manuel, y no quiero seguir involucrando mi corazón si no es la voluntad de Dios.

En lo que resta del culto no vuelvo a verlo, pero tampoco me voy a buscarlo. Simplemente lo dejo estar. 

.       .       .

Estoy en mi cama, he permanecido allí el día completo. El cumpleaños de mi hija fue hace menos de una semana y todo fue muy lindo. Decidimos hacerle una sesión de fotos y listo, porque de igual forma está muy chiquita para recordar un cumpleaños. 

Cada día estoy más cimentada, cada día me enamoro más de Cristo... pero entonces llegan situaciones, que me distraen y me sacan del camino. 

Siento que Dios permite que diferentes cosas se presenten en mi camino, para probar mi fe. 

¿Qué pasó? 

¿Recuerdan a Manuel, mi jefe, el hombre que me gustaba, que no me causaba tanta repulsión cuando me tocaba, y que estaba orando para que él fuera mi esposo?... pues, resulta, que al parecer no estaba en los planes de Dios.

No me dio tiempo ni siquiera de pedirle una señal, puesto que el mismo domingo que iba a hacerlo, el pastor presentó delante de la congregación a la nueva pareja de la iglesia, y adivinen qué.

Exacto. Manuel Cruz y una de las danzarinas. 

Me tomó por completo de sorpresa  y le di gracias a Dios por encontrarme al fondo de la iglesia cuando eso pasó. Porque con la palidez, que según Susana, me entró, me hubiese delatado de inmediato. 

No me atreví a decirle a nadie que tenía un enamoramiento por el joven. Y qué bueno que no lo hice, hubiera sido desastroso. 

Ha sido muy difícil tener que verle la cara en el trabajo, saber que va a casarse... he establecido una distancia invisible entre nosotros y aunque ha hecho un esfuerzo grandísimo por acercarse, no se lo he permitido.

No estoy enojada con Dios, mucho menos con Manuel. Estoy enojada con mi corazón por enamorarse tan rápido de un desconocido.

Debí haber indagado antes si tenía novia. 

El hecho de que se haya presentado en mi casa, y me haya abrazado de esa forma (que podrían ser mis argumentos para establecer que quizás él si sentía algo por mi) no son realmente válidos, porque ese tipo de cosas lo haría un dominicano cualquiera. 

Honestamente no sé qué pensar, quizás si le gusté en algún momento, oró y Dios le dijo que no. 

Desde entonces mi oración sigue siendo la misma, que sea alguien que no me cause repulsión cuando me toque. 

¿Qué si dejé de ir al trabajo solo por eso? 

No, sin duda he pasado cosas peores, si soporté vivir durante casi siete meses con el hombre que convirtió mi niñez en una pesadilla, ¿Cómo es que me voy a derrumbar solo porque mi crush se va a casar con otra? 

No, para nada, necesito ese trabajo. 

He estado tratando de ahorrar, para poner mi propio lugar de repostería, aunque bien la idea vino antes de saber lo de Manuel, ahora me siento más motivada. Pero al mismo tiempo siento que estoy drenada y no tengo ganas de pararme de la cama. Ana Rachel está durmiendo en mi costado, y como yo sé que ella está bien, no me preocupo mucho por pararme. 

Tía, muy amablemente me ha traído la comida y no se cansa de repetirme que qué me pasa, pero yo solo le sonrío. No tengo ánimos de hablar. 

No puedo decir que tengo depresión, pero sí el corazón roto, y eso es algo que no se cura de la noche a la mañana. 

Aprovecho que mi beba duerme para checar mi teléfono y me llega un mensaje en un grupo de la familia que hizo Alberto Miguel, en ese solo estamos todos mis hermanos, mi cuñada y tía Flor. 

Me levanto de la cama y salgo hasta donde tía con el ceño fruncido. 

Ella me mira con la misma expresión, y regresamos a mi cuarto por la niña, que la dejé sola. 

Nos sentamos en la cama, aun estupefactas.

—No entiendo... es que no tiene sentido. Llevo viéndolo toda la vida y nunca presentó ningún comportamiento extraño. 

—Es la foto del diagnóstico tía, y sí, lleva desde hace un tiempo siendo muy agresivo. 

—Me parece muy extraño que mi hermana haya tomado esta decisión tan radical —dice ella

—¿Dónde se van a quedar ahora? 

—Rosalinda lo mandó a buscar para internarlo en un psiquiátrico allá en estados unidos. 

—Pero allá es un lío, dicen disque que si un paciente no se quiere internar puede andar libre por la calle. 

Esquizofrenia. 

Mi papá tiene esquizofrenia. 

Eso justifica su comportamiento tan extraño desde mi embarazo. 

¿Cómo se supone que tengo que reaccionar a eso? No lo sé. 

Sigue siendo mi papá después  de todo. 

Espero que mi madre tome una decisión sabia, si está enfermo debe ser tratado. 

Rosalinda es la hermana mayor de mi papá.

Llevo mis manos a mi cabeza sin poder creerlo. 

—No te preocupes mi niña, que todo va a estar bien. 

Sin duda, cuando todo se pone mal Dios me demuestra que "todo va a estar bien" es que estoy en shock, si es cierto, entonces no tengo razón alguna por la cual deba seguir odiándolo. 

Hacen un junte todos los hermanos de mi padre, en mi casa "paterna", pero a mí no me invitan, y yo no hago el más mínimo esfuerzo en ir. No tenemos una buena relación, porque esos adultos, cuando era más joven los llegué a escuchar apoyando a mis primos cuando se burlaban de mí y me menospreciaban. 

Mi teléfono no tarda en sonar y lo contesto rápidamente, es mi hermano. 

—Muchacha, se armó un rebú aquí. Mami le pidió el divorcio a papi, y él se lo firmó. Delante de todos los hermanos. Le cayeron encima y hasta le querían dar golpes

—Pero, ¿Cómo así?, ¿dónde están ahora?, ¿y Lissandro y Carmen?

—Tú sabes que yo vivo en un apartamento, pero aquí los traigo conmigo. 

—Va a ser un lío. 

—Dile que vengan para acá —me dice tía, le repito lo que me dijo a Alberto, y este muestra su conformidad casi al instante. 

La casita tiene 3 habitaciones y una extensión para un almacencito, que supongo que lo usaremos de habitación. 

Mami y Carmen pueden dormir en una habitación, y Lissandro en la sala o en el almacén. El dinero que tenía ahorrado para mi repostería, lo voy a invertir en acomodarlos. 

Porque ellos son mi familia y aunque me enoje, aunque les haya gritado, aunque me hicieron daño en un pasado, Dios ha ido cerrando mis heridas. 

Yo no soy igual que mi papá, no voy a botar a nadie de mi casa.

En lo que van llegando, me siento con Ana en la sala. Cada día mi pancito está más hermosa y yo más enamorada de ella. Acaricio su barriguita y ella gorjea, haciendo burbujitas con su boca. 

Beso sus mejillas y le hago cosquillas. Esto para mi es la vida, estos instantes así con mi amorcito. 

Dios manifiesta el amor en nuestras vidas de distintas formas, en lugares diferentes, e incluso en la gente. Veo el amor de Dios a través de la risa de mi hija y sus besos húmedos. Lo veo en la calidez de mi tía cuando cuida de mí. En la amistad y seguimiento de Natacha, en la amabilidad de los pastores, en la guia de Susana.

Lo veo en todos lados, y eso me hace sentir bien, especial. 

Me encanta lo random que soy para pensar en Dios. 

Al menos estoy de buen humor para recibir a mi madre en la casa. 

En cuanto llega lanza sus brazos en mi cuello y empieza a llorar. Miro a mis hermanos menores quienes también me abrazan. 

—Perdóname —solloza mi madre en mis oídos—, hija mía perdóname. Nada de lo que yo pueda hacer o decir va a cambiar todo tu dolor. Pero aun así lo único que puedo hacer es pedirte que me perdones.  

—Mami no llores, por favor. 

No, no va a reparar el daño, que me pida perdón, pero, es un bálsamo para mi alma escucharla, no le pregunto por mi papá. En cambio le sonrío y los ayudo a llegar a sus respectivas habitaciones.

Al final acomodé a Lissandro en mi cuarto, para vigilarlo de cerca por su depresión y Carmen y mami se quedaron con la habitación que sobró. 

Alberto Miguel no dijo, ni esta boca es mía y Gertrudis ni me ha llamado ni nada. 

Anoto mentalmente empezara orar por los miembros de mi familia, que está tan deteriorada. 

. . .

Jared ha estado avanzando bastante en la cocina, incluso se ha tomado la libertad de construir —sí, exacto— unos stands para los cupcakes, entre otras cosas. Le pregunté que cómo sabía hacer eso. Me dio una miradita misteriosa y se limitó a cambiarme de tema. 

Manuel, por otro lado... 

No he vuelto a verlo desde el día de su boda. Por suerte se tomó tres semanas libres, dejando todo a cargo de su hermano mayor.

Mi joven compañero me saca de mis pensamientos mostrándome un cupcake que hizo.

—Creo more, que debes seguir practicando...

—Solo pruébalo, no te fijes en lo de afuera.

Le doy un mordisco y le sonrío, sorprendentemente, la masa está suave y el suspiro no sabe a huevo.

—Jared, esto está...

—¿Asqueroso, horrible?

—Delicioso, ¡Felicidades! 

—¿En serio? 

Lo prueba, como si no pudiera creer mis palabras.

Hace un pequeño bailecito de victoria y yo río.

En poco tiempo completamos todos los pedidos y los postres que van en el mostrador. En cuanto terminamos nos sentamos.

—No sabía que eras cristiano hasta que te vi en la iglesia. 

—Voy desde niño. Gracias a tío Manuel, él fue quien logró que toda mi familia llegara a los pies de Cristo.

—¿Cómo fue tu proceso de conversión? 

—Duro. Yo no era fácil mija, tenía demasiadas cosas en mí que desagradaban a Dios. Actitudes incorrectas. Yo era de los que regresaban de madrugada a la casa, tu supiste, un dolor de cabeza para mi mamá.

—¿Y qué te hizo tomar la decisión? 

—Sentí remordimiento del dolor que le estaba causando a mi madre, y de todas esas actitudes que me destruían, pero no me aparté de ese camino errado, hasta que una persona muy cercana falleció. Era contemporáneo de mi tío, pero él y yo nos llevábamos muy bien. Era quien me motivaba a ir a la iglesia hasta que él también se apartó y murió en un accidente automovilístico. 

—El hijo de los pastores.

—¿Ya conoces el testimonio? El dolor de su muerte me acercó más a Dios y decidí entregarme por completo. ¿Sabes qué edad tendría si estuviera vivo? 

—¿Cuántos? 

—Treintaitrés, al igual que Naty. 

—Debí imaginar que tenía más o menos esa edad, si nos pones juntas, parece que es ella la que tiene diecinueve. 

—No te ves vieja, Ara, deja de decir eso. 

Me sonríe y solo porque es contagioso, se la devuelvo. 

—Cuéntame más. 

—Cuéntame tú, ¿Cómo viniste a los pies de cristo? 

La sonrisa se borra de mi rostro, aun no estoy lista para compartir eso. 

Por suerte, no tengo que responder, porque la puerta que conecta con la cocina del área de panadería se abre. 

Es Manuel.

Mi cara se desencaja y me cuesta disimularlo. 

—Ara, Jared, ¿Cómo están? 

—Bien, ya terminamos todo por ahora, nos sentamos un rato a descansar. 

—Ya veo, aunque no estoy seguro de quedar muy contento si mis pasteleros están de haraganes. 

—No lo estamos tío, nos sentamos porque Ara estaba cansada. 

—Ya. Ando saludando a todos los empleados para que sepan que estoy de vuelta. 

—Eso es bueno, jefe —le sonrío levemente. Él regresa el gesto y continua conversando con Jared. 

Yo miro al piso porque me es muy difícil mirarlo, verlo irradiar tanta felicidad, saber que está con otra...

¡Ay por Dios, en ningún momento fue mío, no debería sentirme así! 

Sin embargo las amargas sensaciones persisten en mí, tanto que me disculpo y salgo de la cocina. 

He pasado por cosas muy duras, no es como que me vaya a quedar en una esquina llorando porque un tipo que ni siquiera me estuvo pretendiendo, se haya casado con otra. No, Dios me ha permitido ser más fuerte de ahí. 

Quizás debo pensar seriamente en abrir mi propia pastelería. Como ya tengo cierto nombre en el núcleo de los jardines, por haber vivido aquí y la ubicación de la panadería ayudando también. Pero necesitaría un inversionista que se atreva a apostar por mí y el proyecto de expandirme. 

No, no quiero pensar en eso ahora, no tengo ni siquiera un año trabajando en la panadería. 

Jared no tarda en aparecer a mi lado de nuevo, y le sonrío sin mostrar los dientes en cuanto se sienta a mi lado. 

—¿Vas a esquivar mi pregunta todo el día?

—Es un tema delicado para mí, Jared. Perdóname, pero no puedo hablar de ello como si nada, me sigue afectando en algunas cosas.

—De acuerdo. Mi intención no es interrogarte, perdóname tú si te sentiste presionada en algún momento. 

—No fue así, gracias por disculparte. 

—No hay de qué... Oye, cambiando de tema. Hay un junte en mi casa hoy, del grupo de jóvenes ¿Quieres ir?

—Claro, no veo por qué no. ¿A qué hora?

—A las seis, puedes llevar a Ana Rachel. Naty estará muy contenta, te lo aseguro. 

—A ella le gustan mucho los bebés. 

—Ella es así, ¿Quedamos entonces? puedo ir a recogerte.

—No te preocupes, tú déjame la dirección y yo llego. ¿Puedo invitar a mi hermano? 

—Pero claro que yes my friend. 

Le sonrío y zanjamos la conversación, para continuar con nuestro trabajo. 

Al final, cuando dan las seis y diez de la tarde, voy en el carro no solo con Alberto Miguel, sino también con Marivale y Lissandro, no me traje a Carmen porque tiene diez años, sino también estaría aquí.

Los esposos conversan animados mientras yo me acerco a Lissandro y apoyo su cabeza en mi hombro.

—¿Qué pasa? ¿No querías venir? 

—Me preguntaste setecientas veces y en todas te dije que sí, ¿No crees que si no hubiera querido, te digo que no desde el principio? 

—Tienes razón, lo siento. Es que luces como... ido. 

—Hay algo que me preocupa Ara, pero no puedo decírtelo. Mamá me mataría. 

Frunzo el ceño. 

—Si tiene que ver contigo, tengo derecho a saberlo, eres mi hermano. 

—No tiene que ver directamente conmigo, pero tienes razón. Está en tu derecho saber.

—Odio que me oculten cosas, sé que cometí errores, pero eso no me quita el derecho de saber. 

—Si para ti haber quedado embarazada fue un error, te equivocas. 

—Soy una fracasada, no terminé la secundaria, y tengo que mantener una casa y una niña cuando lo del trabajo apenas me alcanza. 

—No eres nada de lo que dices. Yo veo una niña que creció muy rápido por el abuso de su "familia", que buscó amor en el lugar equivocado porque nunca lo recibió apropiadamente. Una niña que se convirtió en mujer antes de tiempo y trajo al mundo a la criatura más hermosa y perfecta que he visto en mi vida. ¿Cómo pudiste parir una cosita tan bonita? 

No puedo evitar carcajearme aunque sus palabras me llegan al alma.

Me sorprendo a mí misma cuando lo abrazo y no me alejo de inmediato. 

Lissandro y yo ahora tenemos mucha interacción, y he descubierto que el niño es muy cariñoso  y abierto cuando está en confianza. De alguna forma u otra, nace de mí el instinto de protegerlo del mundo, y no me siento amenazada cuando de él se trata. 

¿Recuerdan que les dije que Alberto Miguel es como un papel, y que yo tengo la piel un poco más oscura? Lissandro y Gertrudis están justo en el medio con un color de piel muy parecido. Son trigueños claros y sus ojos... ¡Los benditos ojos! Claros igual que los de mami. 

Carmen y yo fuimos las únicas que nacimos con los ojos marrones. Ella al igual que yo, también es morenita. 

Luego de un par de minutos llegamos a la casa de Jared, ahí nos esperan Natacha, Susana y un par más de los jóvenes de la iglesia. Antes de que pueda llegar donde los chicos y presentar a mis hermanos, Jared se planta frente a mí y me pide que lo siga. 

—No sabía que iba a venir. Debí pensarlo antes de invitarte pero...

—¿Quién, Manuel? 

—Sí, yo...

—Tranquilo, es mi jefe, tengo que verlo todos los días de igual forma. 

Asiente y volvemos a la sala donde ya han ubicado a mis hermanos. Los presento de forma breve y ellos quedan hablando con los demás chicos. 

Me acerco a Jared, porque aunque dije todo lo que dije, no me siento tan a gusto con Manuel cerca, es mucho para mi corazoncito. 

Él me sonríe, y se abstiene de acercar mucho su cuerpo al mío, lo cual agradezco mucho, pero no lo expreso. 

—Me traes a tu casa, ¿Y no me das un tour? Que mal anfitrión eres. 

—Tú lo que quieres es husmear y conocer todos mis secretos. 

—No estás muy lejos de la realidad niño, pero igual, muéstramela. 

—Entonces vamos. 

—No, tranquilo. —Me rio—. Era broma.

Dejo a Ana con Natacha y subo con Jared a la segunda planta de la casa, junto con Lissandro. Porque antes de irnos, Jared se acercó a él y le ofreció que nos acompañara. 

La casa es enorme, eso sí. Tiene muchas habitaciones. 

Nos acercamos a un pasillo con muchas fotos y diplomas, la mayoría son de Jared. Lo miro con la boca abierta y él se encoje de hombros.

—Son de la escuela —dice.

—Te dije que no podías desperdiciar tu talento haciendo postres. 

Él permanece callado y yo sigo viendo lo que hay alrededor, hasta que me topo con un diploma en particular. Jadeo y lo miro directamente.

—Summa Cum Laude en Arquitectura, ¡En PUCMM! 

—No es nada del otro mundo...

—¿Nada del otro mundo? Si yo fuera tú anduviera con él en la frente. 

—Dios procesó mi orgullo y mi ego, pasó mi humildad por el fuego. Así que no suelo enaltecer mis logros, prefiero proclamar los suyos. 

—¿Eras orgulloso? 

—Mucho, aun trabajo en eso. Le pido a Dios cada día que me enseñe a ser más humilde. De hecho, si me hubieras conocido antes de Cristo, probablemente te hubiese caído mal. Yo era de esos carajitos ricos, arrogantes.

—No me lo creo, no cuando te veo tan sencillo. 

—Te diría pregúntaselo a mi tío, pero no sé si te sentirás cómoda. 

—Importantizas mucho el hecho de que me haya gustado Manuel, no es como si me hubiese hecho algún tipo de daño real, él no tiene la culpa de mis sentimientos.

—¿Siguen vigentes?

—No estoy segura, pero le pido al señor que me ayude, porque no me luce muy atractiva la idea de estar enamorada de un hombre casado. 

El sonido de un portazo nos interrumpe y yo miro a Jared asustada... alguien escuchó nuestra conversación. 

Él luce tranquilo, pero yo me acerco a la puerta y con su permiso la abro. 

Está todo oscuro, él me ayuda prendiendo la luz y Lissandro permanece al margen husmeando en los diplomas de mi compañero. 

En una esquina hecha un ovillo, está una niña rubia que se me hace familiar. 

Ella levanta levemente el rostro y mi mundo se hace trizas. 

Esa pose de auto defensa, la mirada perdida... esa niña soy yo y al mismo tiempo no lo soy. 

Es Yokayra. Me sorprende que esté en esta casa cuando está emparentada con Carlos Javier, pero no digo nada. 

—Yoka —susurro

Ella abre los ojos, como si volviera en sí. 

—Ara —solloza y m i corazón se rompe más si es posible. 

Se levanta bruscamente y corre hasta donde mí. 

Yo no tuve quien me auxiliara cuando tenía su edad, quien me abrazara, quien me dijera que yo no tenía la culpa de nada. 

La abrazo y empiezo a llorar. Escucho el sonido de la puerta cerrándose, supongo que Jared se fue para darnos privacidad. 

Sus manitos se aferran a mi cuello y me duele, muchísimo, esta pobre bebé que tuvo que sufrir lo mismo que yo, a una edad más temprana. 

Repite mi nombre mientras llora y lo único que puedo hacer es mecerla suavemente y susurrarle una nana. 

.       .       .

Me acerco a Jared y lo saco de la reunión, me lleva a la cocina y me sirve un vaso de agua. 

—¿De dónde conoces a Yoka? 

—Es sobrina de la bestia. 

—¿La bestia? 

—Carlos Javier.

—¿Javier Martínez? 

—No sé su apellido, pero vive cerca de la panadería.

—Es hija de la mejor amiga de mi papá. Ella era madre soltera y falleció hace unos años, la niña se quedó al cuidado de Carlos Javier. Fue muy duro para nosotros saber lo que ese señor le hizo a ella. 

—¿La violó? 

—No sabemos, no quiere hablar de eso y a mí no me gusta hostigarla porque después se cierra y no me gusta verla así.

—Entonces es posible que sí. 

—¿Cómo sabes tú tanto de estas cosas? Digo, ella incluso te abrazó y es muy difícil de lograr, ¿Eres psicóloga? 

—No, recuerda que tú mismo dijiste que yo no había estudiado. 

—Mentira, yo te pregunté y tú dijiste que no. 

—Carlos Javier es el ex esposo de mi tía Juana. Y no tengo muy buenos recuerdos de él, pero por favor no me preguntes, no me gusta hablar de ese tema. 

Me mira, como si hubiese encontrado la pieza faltante de un rompecabezas. Aprieta los labios y hace un gesto, como si quisiera tocarme, pero no lo hace. 

—No tienes que decirme nada, puedo deducir que pasaste por algo terrible. Sé que soy muy curioso e insistente, pero no tienes que decir nada que te haga sentir incómoda. Perdóname por hostigarte. 

—No, tranquilo. No lo hiciste... algún día te contaré mi testimonio. 

—Gracias, ¿Puedo darte un abrazo? 

—No, no puedes —irrumpe Lissandro, ambos nos giramos y yo lo miro divertida—. Ara, no has estado ni dos minutos con esta gente, debes darle más calor. 

—Tienes razón, lo siento ¿Vamos? 

—Váyanse ustedes, que yo tengo que prepararle la cena a Yoka y llevársela —dice Jared.

—Un consejito respecto a ella. Trata de no tocarla, gánate su confianza pero respetando su espacio personal. Cuando a uno lo tocan, es inevitable recordar... y los recuerdos duelen. Habla con ella, cántale, muéstrate como un amigo, hasta que confíe en ti. Mientras tanto ora mucho por ella, y pídele al señor que cure su alma, porque si no, crecerá con mucho resentimiento y totalmente destruida.  

—Gracias Ara, lo haré. 

Lissandro me ofrece su brazo, y yo lo tomo con una sonrisa.

—Yo creo que le gustas.

—¿A Jared? No lo creo. 

Hace una mueca y me mira—Yo creo que sí.

Estoy por reclamarle, pero me detengo porque nos adentramos en la sala. 

—Pero señorita Arabela, que bueno que nos honre con su presencia, usted no se ha dejado sentir —dice Naty sacándome una sonrisa. 

—Perdón, estuve husmeando en la casa, es enorme. 

—Tranquila que yo también lo hice. 

Nos sentamos y Manuel toma una guitarra. 

Ha sido una noche extraña, pero los últimos minutos, con mi jefe cantando, me han hecho entender una cosa muy puntual. 

Lo que sentía por él, no era real, ni venía de Dios. Venía de parte de mí. Del deseo por ser amada, que aún persiste en mí. Porque no entendía, que esa necesidad que tengo de ser amada, solo la puede llenar Dios. 

La gente siempre dice "si tú no te amas nadie te va a amar" yo ahora en este punto de mi vida pienso, que si entiendes que el amor más genuino que alguna vez recibirás, solo te lo puede dar Dios, entonces dejarás de poner el amor de un hombre, como una prioridad y esa sed, será saciada. 

No me malinterpreten, con esto no quiero decir que no vaya a enamorarme alguna vez. Me gustaría, a pesar de aun tener ciertos detallitos. Pero, quizás ahora no es el tiempo de Dios. 

No lo sé. 

Viéndolo ahora, sabiendo que ni siquiera conozco su color favorito, ni sé nada de su familia, nunca hemos tenido una conversación profunda... tengo la certeza de que lo que sentí fue una mera ilusión. 

Quizás pensé que era perfecto, y a medida que lo fui conociendo entendí que no lo era, porque los cristianos no lo son, ninguno de ellos. 

Somos todos imperfectos. 

Lo que la gente no quiere entender es, que no somos cristianos porque nos creamos o queramos ser perfectos, no, simplemente hemos reconocido y entendido, precisamente que no somos nada. 

Que estamos lejos de la perfección y necesitamos de un Dios, un padre, un amigo, que sí lo es.

Creo que... Finalmente podré cerrar el capítulo. 

En un par de meses quiero retirarme de la pastelería, dejando a Jared como pastelero principal, para yo encargarme de mi propia pastelería, voy a ahorrar para alquilar un local, y luego más adelante voy a comprarlo, o no sé, todo depende. 

Cuando se termina la reunión y cada quien va hacia su respectiva casa, Sopeso tres cosas importantes,  primera: tengo que acercarme más a Yoka, no quiero que ella viva lo mismo que yo. Segunda: tengo que hacer un plan de ahorro para mis proyectos y por último: tengo que hacer una lista de cualidades, como hizo Susana, sobre mi futuro esposo. 

Sí, sí, ya sé que dije que no es mi prioridad ahora mismo, pero que no sea prioridad no quiere decir que no tenga importancia. 

Ana Rachel y Lissandro duermen como lirones, y Alberto Miguel y la esposa se fueron hace rato, mientras que yo aún tengo el bombillo de la sala prendido con un lapicero en la boca y un pedacito de papel en la mano. Llevo más de una hora intentando escribir algo decente y guardarlo en mi biblia, pero nada ayuda. 

Al final simplemente escribo una oración: 

"Señor, no te voy a pedir que me lo des rubio, como muchas suelen pedir, o con determinadas características físicas, solo te pido esto: que te ame locamente y quiera servirte junto a mí, que ame a mi hija, como si fuera suya y que no me cause repulsión cuando me toque".

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top