Capítulo 11 (con contenido sensible)
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ADVERTENCIA DE CONTENIDO SENSIBLE
En el siguiente capítulo se manejará temas que implican: desnudez, traumas psicológicos, conductas post-trauma y exposición de menores sin su concentimiento, se recomienda discreción.
Pero sobre todo se pide que miren la escena con el mayor respeto y cuidado posible, porque la conducta expuesta aquí NO es correcta, y no la estoy promoviendo ni romantizándola, sino mostrándola como la basura que es.
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Capítulo 11
Hoy en la mañana, los pastores nuevamente vienen a visitarme y Manuel por igual. Me dejaron unas flores y oraron por mí, fue muy bonito.
Solo ha pasado un día, sin embargo me dijeron que ya en la iglesia, hay cientos de personas orando por mí. Eso me hizo sentir especial y amada. Mientras mi familia biológica no había hecho más que desecharme, encontré en la iglesia una nueva familia que al parecer me quiere.
Siento que no merezco ni el amor de ellos, ni el de Dios.
Débora y José María se fueron hace un rato. Manuel se quedó un poco más.
—¿Estás segura de que te sientes bien? —dice
—Sí, mucho mejor gracias a Dios.
—La panadería es un caos, todo el mundo pregunta por ti.
—Son muy dulces, tendré que fajarme a hacer de todo en cuanto me recupere.
—Tendrás que descansar un tiempo, aprovéchalo para estar con tu hija.
A mi niña me la traen una vez al día para verla, es muy difícil para mí, porque nunca nos habíamos separado tanto.
La enfermera me dijo que estaba en observación, porque no presentaba más que algunos hematomas. Lo cual pensé que era bueno, pero me dijo que no, que era peor porque no sabían si tenía alguna herida interna preocupante.
Así que me quedaré aquí hasta que ellos decidan liberarme…
¡Ja! Eso suena como si estuviera en una cárcel.
Escucho un murmullo fuera de la habitación, hay un alboroto allí afuera y veo enfermeras cruzar de un lado a otro, con rapidez.
Cojo el palo del suero y me levanto con dificultad, porque es que yo sé que yo no debo hacer movimientos bruscos, pero aquí estoy de masoquista, gracias.
Abro la puerta y las mujeres me miran con reproche, pero no se detienen a decirme nada, siguen corriendo hasta una habitación.
Me acerco a la puerta de la habitación donde ellas llegaron y la impresión es demasiado fuerte.
Carlos tiene a la niña, con un bisturí en su cuello, y le ha arrancado la bata, dejándola desnuda.
La toca frente a todos como si no le importara que la vieran, como si fuera un placer más que el público disfrutara de su “acto”.
Me enervo y surge en mí un instinto asesino que desconocía hasta entonces, lo único que pienso es que si lo mato, el mundo sería un lugar mejor.
Esa niña vivirá con traumas horribles cuando crezca, peores que los míos.
Mis padres no están, se pierden el espectáculo. Me gustaría que lo vieran, a ver si seguirán creyendo que es inocente y me invento sus abusos.
—Mi niña estás aquí —dice, fijándose en mí, y la rabia se convierte en terror puro.
—No te acerques —escupo.
—¿Viniste a ver mi espectáculo?
—Estás enfermo, desgraciado. Deberías estar en el manicomio.
—¿Porque me gusta hacer esto?, ¿Qué tiene de malo?
—¡Qué tiene de malo! —grito— ¡Me rompiste, así como la estás rompiendo a ella!
—No, no, hicimos arte juntos, mi niña. tu rostro cubierto de sangre mientras estaba sobre ti, cuando me... —mira a la niña como si quisiera cuidarla de escuchar una mala palabra, mi celo se profundiza, maldito— ese maravilloso clímax que alcanzamos, fue precioso.
—Estás admitiendo que me violaste.
—No, no fue una violación. Fue paradisíaco estar dentro de ti como había anhelado durante tanto tiempo. Lástima que ya estabas tan vieja.
La niña me mira con miedo, como si esperara que la ayudara.
Me siento impotente de no hacer nada.
—Acércate mi niña. Si te acercas la suelto, si no me obedeces la mato.
Dios ayúdame a encontrar una forma de detenerlo.
Me acerco lentamente mientras barajo las ideas.
Entonces se me ocurre algo, pero, no les va a gustar...
Me acerco y coloco una de mis manos en su pecho, lucho contra el odio y la repulsión que amenazan con desfigurar mi rostro.
—¿Para qué perder tu tiempo con ella cuando me tienes a mí?
—¿Tu crees que yo soy idiota? A mi tu no me vas a engañar tan fácil.
—No llegamos hasta el final, si la sueltas, te voy a dar de mi todo lo que quieras.
—Es que tú ya no me sirves. Estás vieja, tu carne ya no es suave. Tus manos tienen callos y tu cuerpo estrías. No eres delicada, tu hija en cambio...
¡Ayudame señor porque si sigue insinuando cosas con mi hija le clavo el bisturí en sus partes innobles!
—No, no, no, no creas. Ella no va a saber complacerte y se cansará muy fácil, yo soy más resistente.
Deslizo mis manos por su pecho y bajo el rostro porque no puedo contener una arcada. No sé si se rió cuenta del espasmo en mí, pero al parecer no lo identifica. Porque suelta a la niña y me toma con sus dos brazos.
—¿Por qué ahora? Debiste abrirte así para mí cuando eras una niña, ¿Por qué siempre te negaste al placer que pude darte? Me quitaste el derecho de hacerte mujer, se lo diste a otro.
Miro repetidamente entre su rostro y la niña que corre a salvo donde una de las enfermeras.
Lo abrazo y llevo una de mis manos a su espalda haciendo la simulación de una estocada, a ver si alguna de las enfermeras me entiende.
Una de ellas toma una jeringa y se acerca despacio.
Él empieza a tocarme y yo lucho contra el impulso de alejarlo de mí.
Rasga mi bata antes de que el sedante llegue y me toca con premura mientras besa mi cuello. Me expone arrancándome la bata, dejándome igual que Yokayra hace unos minutos.
No tengo que fingir el gemido porque me duele donde me “acaricia” porque es un animal, es una bestia. Eso le da tiempo a la enfermera de llegar y plantarle la jeringa con el sedante dentro.
Él se pone agresivo y se aleja al sentir el pinchazo, pero de repente luce confundido y empieza a hablar incoherencias.
Me giro porque no aguanto más y vomito en una esquina de la habitación, aún tengo la sensación de sus manos sobre mí. Todo empieza a volverse difuso y escenas que no quiero recordar empiezan a reproducirse en mi cabeza. Quiero que se detengan.
La sensación de tenerlo sobre mí, el asco, el odio. Me siento sucia de nuevo, como si nada de lo que hubiera pasado desde que llegué a los pies de cristo hubiese sido real.
Me derrumbo de nuevo y no sé qué hacer, no sé cómo manejarlo.
Las enfermeras me hablan pero no las escucho intentan acercarse a mí, pero me alejo.
No soy yo, no estoy aquí. Me perdí, de nuevo.
. . .
Abro los ojos con pesar, no tengo idea de en qué momento me quedé dormida, pero no tengo que forzarme mucho por recordar, todo cae en mi con un peso enorme.
A mi lado está mi tía Flor con mi hija, del otro lado están mis padres discutiendo. Mi madre tiene una expresión afligida. Mi padre luce serio. Hay más personas en la sala, pero no me fijo en ninguna, las palabras de mis padres son como dagas.
—Hizo otro show y disque que se desmayó.
—Álvaro…
—Esa niña, yo no sé qué es lo que yo voy a tener que hacer. Lo único que ella ha hecho es traer desgracias. El pobre Carlos, ahora la gente piensa que está loco.
—Me da pena con Juana, cuando se entere de lo que le pasó a su marido.
—Si no fuera por Arabela te aseguro que ese hombre estaría bien.
Quiero abrazarme a mí misma, envolverme en una burbuja e ignorar que existo.
—Ya, por favor —susurro, pero no me escuchan.
—Ojalá no hubiera nacido —dice mi padre, y entonces grito.
Todo el mundo a mí alrededor se percata de que estoy despierta.
—¡Ya! —maldigo sin poder evitarlo— ¡Quiero que se vayan! —Flor intenta acercarse pero me alejo. No resisto que me toquen. Ahora mismo no—. ¿No me quieren en su vida? Bien, lárguense. No tengo por qué escucharlos. Ya no tienen el derecho de estar ni en mi vida ni en la de mi hija. ¡Me violaron! Dios mío, ¡Me violaron! Me humillaron, me rompieron en mil pedazos pero ustedes, ustedes dos me destruyeron por completo.
—¡Mira buena malcriada!
—¡No! —grito—. No te atrevas Álvaro Báez, a llamarme malcriada, porque dijiste que ya no soy tu hija. Ni siquiera sé que hacen aquí. ¡Hay registros médicos que dicen que Carlos me violó! ¡Hay grabaciones de cómo intentó violar a la niña! En mi teléfono lo grabé admitiendo que le gustaban las niñas. Pero ustedes no merecen verlo, porque aun así seguirían culpándome a mí. ¿Por qué? Ya no me importa. Ustedes me dejaron, no cuando salí embarazada, no, me dejaron a los diez años cuando dije que me estaban tocando mis partes íntimas, ustedes no me creyeron y ahora soy una carcasa, ¡No puedo ser yo misma porque ni siquiera sé quién soy! ¡No resisto que me toquen porque cada vez que cierro los ojos imagino que es la bestia quien me toca! He ido a terapias, he tenido un encuentro bonito con Dios, que me ha ayudado. Pero ustedes siguen apareciendo y lacerando más mi herida. Papi, mami, ustedes me hicieron más daño que Carlos Javier. No merezco escuchar lo que dicen, cada vez que estoy bien. No merecen que mi hija los llame abuelos. Por favor, si tanto les peso, si tanto me odian, si tan fuerte carga soy para ustedes, váyanse, y ya no aparezcan más en mi vida, por favor.
—¡Arabela! —reprende mi madre.
—Si me muero, que no les importe… de todas formas ustedes ya me mataron y no les importó.
Mi padre se acerca, supongo que para darme una galleta. Pero Alberto Miguel se interpone.
—¡Quítate del medio Alberto Miguel!
—Tú dijiste que ya no era tu hija, no tienes el derecho de darle. Si le vas a dar, restitúyela como tu hija.
—¿No escuchaste lo que nos dijo? ¡Esa hija de la gran p...!
—¡No, papi! ¡Tú no escuchaste lo que dijo! Ya déjenla en paz.
El golpe que iba destinado para mí, Álvaro se lo propina a mi hermano. Y yo grito.
—¡No lo toques! ¡Solo quiere ayudarme, no lo toques, pégame a mí!
Por el alboroto, las enfermeras no tardan en llegar, y les piden a mis padres que se vayan, pero antes de que mis padres salgan, tía Juana entra a la habitación hecha un torbellino. Avanza hasta donde mí y me encojo porque pienso que va a pegarme, en su lugar lanza un sollozo y levanto la vista confundida.
Se acerca y yo me encojo en mi lugar, eso parece darle un golpe terrible.
Se gira hasta donde mi papá y para sorpresa de todos le da una cachetada. Me siento como si estuviera en una novela mexicana.
—Por ser una mierda de familia, Ara, perdónanos. Debimos ponernos de tu lado y no lo hicimos. Yo tenía mucho miedo. Nunca seré capaz de poder pagar o compensar el dolor que has sufrido tantos años, y yo soy la culpable... Todo es mi culpa.
Sí yo diría que sí, ella es quien mas cerca debió estar de mi.
—Juana...
—¡No! Ella tiene que saberlo.
—¿Saber qué? —pregunto
—Se lo dices y te juro que te mato —amenaza mi Papá y todos quedamos en shock, porque lo dijo con tanta seriedad.
—Tú no tienes derecho a opinar, Álvaro.
—¡Soy su papá!
—Dejaste de serlo desde el día en que la botaste de tu casa, así que cállate... Ara —se acerca y yo la miro con cierto esceptismo, yo sabía que a tía le gusgaba llamar la atención, pero esto ya es pasarse, no sé que tan sincera está siendo. Sin embargo no me da mucho tiempo porque de la nada papi se pone agresivo y saca por los cabellos a mi tía del lugar.
Entonces todo se viene abajo. Los gritos, la pelea y las enfermeras interviniendo, todo se convierte en una mezcla extraña y difusa de piernas y brazos. Por suerte Manuel estaba en la cafetería comprandome algo de comer mientras estallaba con mis padres, y ahora llegaba con una bandeja y una de sus cejas enarcadas.
Quiero. MMorirme
Me giro dándole la espalda a todo el mundo, estoy demasiado agotada, lo único que quiero hacer es llorar y dormir. No sé si Manuel escuchó y me llena de suficiente vergüenza como para no encararlo jamás.
No pensé, solo saqué todo lo que tenía en el pecho y no había podido hablar por años.
Finalmente dije a mis padres lo que siempre quise decir. Y no me siento precisamente aliviada.
El hoyo en mi corazón vuelve a engrandecerse y sé que necesito de la luz de cristo para volver a sanar.
Cierro mis ojos y llevo mis manos temblorosas hasta mi pecho.
“Yo sé que tú tienes el control, y si estás permitiendo que esto pase es porque tú tienes un propósito. Yo lo sé y lo creo.”
. . .
Mis padres se marcharon y tía Flor no intentó acercarse más a mí. Eso me rompe el alma, porque era una de las pocas que permitía que me tocaran antes de todo esto.
Yo estaba tan bien. Sentía como Dios curaba cada pedacito de mí, y ahora vuelvo a estar rota de nuevo.
Nadie quiere admitir que está roto, nadie quiere que los demás escuchen que lo violaron, mucho menos frente a alguien que te gusta.
Los días pasan rápido, por fortuna, y me dan de alta. Juana inició un proceso de demanda de divorcio en contra de Carlos. La familia de Yokayra presentó la evidencia de violación y abuso sexual, y por supuesto que mi grabación los ayudó muchísimo, al final pude conseguir el teléfono. La llamada a la policía también sirvió de mucho.
Están procesándolo, pero no sé qué tan fácil sea. Carlos es un hombre con poder, es amigo de algunos políticos, y eso en república dominicana significa que el caso quizá quede impune.
Le comenté a mi psicóloga lo que pasó en el hospital. Ella dijo, que era bueno para mi haber liberado todo, que quizás ahora sanar por completo sería más fácil. Y oró por mí para que Dios me ayudara a resistir los ataques del enemigo, cuando me quiera hundir en los recuerdos del pasado.
Sin embargo paso mis días sumida en una especie de limbo, ya no oro, no siento la presencia de Dios, no quiero hacer nada. Ni siquiera abro la app de la biblia que tengo en mi teléfono.
Siento que me ahogo poco a poco.
Odio esto. Sé que estoy mal, y sé que hacer para sentirme bien, pero me revuelco en mi propia miseria.
Hoy me toca reintegrarme en la panadería, el caso de Carlos se hizo público, aunque por fortuna, mi nombre aún no ha salido. Es lo mejor. Lo siento mucho por Yokayra, que tenga que vivir todo esto, no digo que ella pueda manejarlo mejor o peor que yo, solo estoy agradecida de que ella esté bien dentro de lo que cabe y que yo por mi parte no tenga que lidiar con la prensa.
He quedado un poco paranoica luego de todo esto, hasta cierto punto. Tía renunció a su trabajo para que yo me fuera tranquila al mío y ella se quedara a cuidar a Ana. Le dejo la leche en la nevera, porque me ordeño para no tener que darle fórmula aun. Quiero esperar a que cumpla el año, o el año y medio antes de quitarle el seno.
Incluso pasó mi cumpleaños y ni siquiera me di cuenta.
Faltando tres días para el cumpleaños de mi hija fue que entendí que habían pasado dos meses desde mi cumpleaños.
¡Uf! Como pasa el tiempo, ya tengo 19 años y mi bebé casi 1
Con todo y todo, si tuviera la oportunidad de volver al pasado, volvería acostarme con Jean Luis, solo para que mi bebé naciera.
Sin duda ha sido una odisea, pero con tal de que ella nazca, repetiría la misma historia mil veces.
Manuel suspendió a Jared, por un supuesto mal comportamiento, y me ha tocado manejar todo yo sola. Casi ni entra a mi área de trabajo… debe estar ocupado.
Natacha me dijo que le tocaba predicar hoy en la noche en el culto de jóvenes, y me invitó. Voy a ver, porque honestamente no tengo muchas ganas.
Voy al trabajo para poder alimentarnos, pero no es como que esté muy contenta.
He perdido el amor por muchas cosas, porque he permitido que la depresión me embargue, una vez más.
Dejo un pastel en el horno, y salgo a colocar los postres fríos en su lugar. En cuanto termino, me regreso a mi área de trabajo y como no tengo nada que hacer me pongo a jugar con mi teléfono hasta que me llega la notificación del versículo del día en la app de la biblia.
Lo abro y sé que no es coincidencia.
“Si alguno de ustedes está triste, póngase a orar. Si está alegre, alabe a Dios con cánticos”. 1 Pedro 5:6-7
Tengo muchos pensamientos contradictorios, pero aun así cierro los ojos.
«Señor, me siento hipócrita y no quiero orar. ¿Por qué es tan difícil sanar? ¿Por qué…?
Quizás debería dejar de preguntar por qué. Quiero que me cambies, quiero que este dolor se vaya. Pero no te dejo entrar en mí, no me entiendo ni yo misma.
Estoy cansada, ya no puedo más, por favor, ayúdame
Soy muy frágil, necesito conocerte como padre, dime que me tienes en tus planes, porque quiero creer en ti».
Siento de nuevo su presencia y lo único que puedo hacer es llorar.
Tengo miedo de que el señor me rechace, como tanta gente lo ha hecho, pero cada vez que oro y él me visita, es un bálsamo para mi corazón herido.
No puedo comprender el amor de cristo, pero sé que es profundo. Sí, él estuvo presente mientras me hacían daño, y aun no comprendo por completo su propósito, pero si él no hubiese movido mi compasión, quizás Yokayra hubiese muerto ese día en el hospital. La pregunta correcta no es ¿Por qué paso esto?, sino ¿Por qué sigo permitiendo que mi ánimo se destruya por algo que no fue mi culpa?
Llevo mis manos a mi pecho y lloro. No sé cómo sentirme. Dios siempre ha estado allí dispuesto a escucharme y sostenerme, soy yo la que por miedo se aleja, y empieza a culparlo.
¿Cómo voy a responsabilizar a Dios por los actos de la bestia? Eso no es justo.
Alguien abre la puerta y escucho un murmullo, pero no levanto la cabeza, estoy muy concentrada en mi momento especial con Dios. Mi error no tiene nada que ver con lo que pasó con Carlos, el problema fue reconocer que estaba mal y sufrir sola en vez de refugiarme en los brazos de cristo. ¡Cuán distintas hubiesen sido las cosas!
Alguien me llama, así que levanto el rostro y me doy cuenta de que hay humo en la cocina.
¡Oh Dios, el pastel! Es Manuel quien me mira preocupado y me repite constantemente que si estoy bien.
¿Estaba tan sumida en Dios que ni siquiera me dio el olor del humo? No puedo evitar soltar una carcajada, me siento como esos tres jóvenes que metieron a un horno de fuego. No recuerdo sus nombres, más tarde lo busco en la biblia *(Sadrac, Mesac y Abed-nego)*
—Perdón, me distraje un rato y se me quemó la masa del pastel. No hay de qué preocuparse, yo lo controlo.
—¿Quieres que ponga a Jared en su lugar de nuevo?
—Es el trabajo del joven, yo no debería ser un obstáculo y mucho menos decidir sobre eso, jefe.
—¿De acuerdo?
Un arranque de felicidad brota dentro de mí. Quizás piensen que estoy loca o que soy bipolar. No, es tan sencillo como que cuando me alejo de Cristo y me pasan cosas me derrumbo, mientras que cuando estoy en cristo y me pasan cosas, él me sostiene.
No puedo creer que me sienta así luego de estar a la deriva, pero así es esto. Puedo entenderlo aunque aún no tengo tanto conocimiento como me gustaría. La paz de cristo y su amor sustituye todo dolor. Es algo inmediato y me sigue demostrando que él tiene el control de mi vida, cada vez que me entrego.
Ya no quiero correr en dirección contraria a la cruz, quiero dejar mis temores, quiero rendirme a su amor perfecto ¿Por qué huimos tanto de sus caminos si nadie va a darnos lo que él nos da? Me estoy predicando a mí misma, porque su espíritu me está ministrando… o no sé, quizás Dios quería que tú leyeras esto.
Manuel me ayuda a levantarme del piso y yo le dedico una sonrisa, mientras él me mira confundido.
—¿Estás herida? ¿Por qué lloras?
No digo nada, solo le sonrío y permito que me saque de la habitación, no pienso en nada cuando sus dedos rozan mi piel, estoy muy ocupada atesorando el momento tan bonito que acabo de pasar, aunque la cocina casi se incendiara.
—Gracias a Dios los daños no fueron tan graves, lo único que se quemó fue el pastel, después todo bien.
Manuel sigue parloteando, pero yo estoy perdida… por primera vez estoy perdida en una forma positiva. Sonrío y mi jefe me mira con una ceja enarcada… debe pensar que estoy loca.
—Oye, necesito que me hables.
—Lo siento —respondo—. Es mi culpa, estuve distraída y…
—No, tranquila. Estoy preocupado, porque primero llorabas y ahora sonríes. ¿Pasó algo?
Con el paso del tiempo trabajando aquí, me he dado cuenta de algunas cosas de la personalidad de Manuel. Es muy curioso, no porque sea mal intencionado o chismoso, no, sino porque realmente se interesa por las cosas de la gente. Es bondadoso y generoso, tiene muchas cualidades buenas… y también sus defectos, como todo ser humano. Tiene un carácter que... ufff, cuando se enoja da miedo. Me da una miradita esperando mi respuesta, y siento como sus ojos calan profundo, como si fuera capaz de introducirse en mi mente.
Le regalo una sonrisa.
—Todo está bien —siento que soy genuina cuando lo digo— por primera vez en mucho tiempo, siento que ya puedo volver a retomar mi vida.
—Qué bueno, porque haces mucha falta en el grupo de jóvenes de la iglesia.
—Tendré que pasarme por allá entonces.
Me da vergüenza ir a las reuniones de los jóvenes, porque generalmente voy con mi hija. No porque me avergüence de Ana, eso jamás, sino por mi condición de madre soltera, siento que estoy en un nivel muy bajo cuando estoy con ellos, y no es porque me lo hagan sentir porque siempre han sido muy amables, soy yo misma quien lo asume.
Esto de auto sabotearme es cansino. Pero no quiero pensar en cosas negativas, no cuando finalmente luego de mucho pude reconocer ante mi misma y ante Dios que estoy mal y necesito un cambio.
—Ve mañana, ¿Sí?
—De acuerdo.
. . .
Cuando llego a casa, lo primero que hago es coger a mi hija en brazos y llenarla de besos. Ella gorjea y se ríe a carcajadas, derritiéndome el corazón. ¿Puede haber un amor más bonito que este? Sí lo hay… el que Dios me tiene.
El amor de Dios es como el de una madre, siempre está pendiente de nosotros, nos cuida, nos consuela, nos levanta si caemos… Dios es muy especial, ojalá todo el mundo pudiera entenderlo.
Dejo a la beba siendo cuidada por mi tía y me ducho rápido para poder acurrucarme en la cama con mi Pancito.
Me coloco una pijama de mariquita que me acuerda a un programa de muñequitos* que veía de más joven, y solo por mero capricho visto a mi bebé igual.
Mi muñeca preciosa tiene un cabello abundante igual al de su papá y sus bonitos ojos no me acuerdan para nada a Jean Luis. Porque son distintos, aunque parezcan del mismo color.
Acaricio su cabello mientras la amamanto y la arrullo para dormirla. Pienso en todo lo acontecido en el día, y no puedo evitar sonreír… la verdad es que a mí me pasan las cosas más inusuales, porque es en serio que el olor a quemado no me dio hasta que Manuel abrió la puerta.
¡Ay! Manuel… estoy mal.
En cuanto mi bebé se duerme, decido llamar a Natacha, porque luego de la situación en la clínica nos hemos distanciado un poquito.
—Estaba esperando que me llamaras —dice en cuanto descuelga.
—Hola a ti también, Dios te bendiga —ríe y yo bufo en modo de broma.
—Hola mi amor, quería darte tu espacio, pensé que estarías un poco incómoda, pero no tenemos que hablar del tema si no quieres.
—En realidad, quiero hablarte de otra cosa.
—Cuéntame.
—Ahora me da vergüenza, porque suena como que te llamé solo para eso.
—Tranquila, no le pares*. Cuéntame.
—¿Cómo funciona eso del noviazgo en el cristianismo?
—¿Alguien te pidió que fueras su novia?
—No, solo tengo curiosidad, eso es todo.
—Pues hay muchos factores, pero por lo general antes de hacerse novios las parejas suelen orar para saber si es la voluntad de Dios que estén juntos.
—¿Y si solo es uno que está enamorado?
—¿Estás enamorada Ara?
—No, no la verdad, solo tengo curiosidad.
—Pues, si te gusta alguien, te recomiendo que ores pidiéndole al señor confirmación de que esa es la persona que él quiere para ti. Es decir, tú sabes y has reconocido, que quieres hacer la voluntad del señor, en cada área de tu vida, ¿Verdad?
—Sí, por supuesto.
—¿Y cuál es una de las decisiones más importantes que tomarás en tu vida?
—¿Cuál…?
—El matrimonio, Ara. Entonces, ¿Cómo vas a tomar la decisión más importante de tu vida sin consultar con Dios? No puedes casarte con cualquiera, y dirás “oye, Naty, pero te hablé de noviazgo, no de matrimonio” precisamente, eso es lo que viene después del noviazgo. Así que, es una decisión muy delicada pero bonita a la vez. Empieza a orar por esa persona que te gusta, no necesariamente pidiéndole al señor que se convierta en tu pareja, puedes orar por su vida, pedirle al señor que lo guarde, y así. Si Dios confirma que él es tu pareja, entonces se lo confirmará a él también y podrían empezar a tener una relación.
—¿Y si no funciona?
—Si no funciona, te garantizo que no será porque Dios se haya equivocado, él nunca se equivoca, ni falla. Si no funciona fue porque quizás hubo alguna falta de parte de alguno de los dos.
—¿Y si esa persona se me declara, qué hago?
—Si esa persona te gusta, y se te declara, pero no sabes si es lo que Dios quiere para ti, entonces pídele que oren antes de tener una relación. Oran juntos el uno por el otro, y así si Dios confirma entonces solo hay que darle para allá. No hay una forma o un procedimiento perfecto, lo más importante es que Dios confirme y que todo sea según su orden, lo demás se negocia.
Duramos un rato más hablando y luego ella me deja, porque tenía que hacer un trabajo de no sé qué.
Entonces me dedico a barajar mis opciones.
Cuando Manuel me toca, no estoy segura de lo que siento, no me he detenido a pensarlo... Pero, me atrae y pensé que eso jamás sucedería con alguien más.
Me transmite confianza y seguridad. Es amable, cariñoso, trabajador, y es cristiano.
No sé hasta qué punto, aunque no soy quien para juzgar su fe, pero hasta ahora es un buen partido en todos los sentidos.
«Señor si no es Manuel, que sea al menos alguien con quien no me sienta insegura, y que su toque no me cause repulsión».
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Este es mi cap favorito 😭 es hermosa la forma en la que Ara tiene un encuentro con el señor.
*Minuto de silencio para que la Rafe llore en portugués*
Anexo
1- No le pares: No le des importancia, no te preocupes.
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